La intervención del socialismo en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

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La Conferencia Patronal Española se mostró también complacida. El 14 de septiembre de 1923 emitió un comunicado en el que se expresaba su simpatía y apoyo a Primo de Rivera.43 También la Confederación Gremial Española, constituida por pequeños comerciantes e industriales, recibió con entusiasmo al gobierno autoritario, cansada del viejo sistema caciquil y deseosa de acabar con las oligarquías dominantes y poder alcanzar un progresivo ascenso social. De igual modo, la burguesía industrial vasca aprobó la actuación de Primo de Rivera, agotada por la anarquía existente y deseosa de orden social.44 La Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza declaró su respaldo al Directorio Militar y sus dirigentes se entrevistaron con Primo de Rivera para expresarle su cooperación.45 Asimismo, los pequeños propietarios rurales secundaron el pronunciamiento militar, y más cuando el Gobierno prometía dar solución a las demandas que solicitaban los campesinos.

La banca española —el Banco Español de Crédito, el Central, el Urquijo, el de Bilbao, el de Vizcaya, el Hispanoamericano— ofrecieron su colaboración al Dictador contribuyendo con sus préstamos financieros a la proyección de las obras públicas que el gobierno dictatorial realizó, alcanzando buenos resultados.46 Primo de Rivera se mostró satisfecho ante la actitud de los banqueros españoles porque con la política financiera se logró reactivar la economía española, modernizando las industrias y servicios.

De modo inequívoco, los sectores eclesiásticos elogiaron la actitud de Primo de Rivera, aceptando con entusiasmo la nueva legalidad. El Debate, periódico relacionado con esta colectividad, en su editorial del 14 de septiembre de 1923, señaló su complacencia a la actuación realizada por el Ejército y mantuvo una clara disposición de afianzar al Directorio Militar. 47

Por el contrario, las fuerzas obreras rechazaron la sublevación militar, pero de modo pasivo; apenas se enfrentaron. La Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y el Partido Comunista propusieron una huelga general como repulsa al pronunciamiento, pero no fue secundada por el Partido Socialista —con la única excepción del sector regional de Vizcaya—. Por ello, dicha huelga no alcanzó repercusión. En aquel periodo la estructura del movimiento obrero era frágil y se encontraba dividida, y no pudieron perturbar el sistema autoritario.

La CNT sufría una crisis debido a las divergencias existentes entre las fracciones. El origen del enfrentamiento, más que ideológico, era de estrategia.48 Había un sector partidario del terrorismo para suplantar la acción sindical, y otro opinaba que esa táctica no era eficaz para alcanzar los objetivos previstos. La doctrina anarquista rechazaba toda acción que no fuera revolucionaria, consideraban que el sistema político existente (partidos, elecciones, Parlamento…) debía de ser destruido mediante huelgas y movimientos revolucionarios. Se resistían a cualquier autoridad impuesta, como el Estado, el Ejército y la Iglesia; el anticlericalismo era patente. Pese a denegar el juego político, estimaron necesario intervenir en cuestiones laborales, sobre todo en la lucha social proclamando la unidad de acción del proletariado. La máxima actuación de la Confederación Nacional de Trabajadores se desarrolló en Barcelona, realizando una fuerte agitación huelguística que ocasionó un endurecimiento de los empresarios hacia este sindicato. El terrorismo fue utilizado por parte de la CNT como arma para controlar las relaciones laborales y como represalia hacia la clase patronal. Uno de sus dirigentes, Ángel Pestaña, que evolucionó a posiciones más moderadas dentro de la Confederación, señaló que el aumento del terrorismo se debió a tres motivos principales: el primero, a la propia tradición anarquista, pues esta acción se encontraba entre sus postulados; el segundo, a la dura actitud de los empresarios hacia el sindicato; y el tercero, por la influencia ejercida por la Revolución rusa.49 El objetivo principal del anarquismo consistió en alcanzar una sociedad descentralizada, confederada de cooperativas y comunas libres, rechazando la propiedad privada en defensa del colectivismo. Los sindicalistas revolucionarios consideraban la organización sindical como medio para lograr mejoras sociales a través de la huelga agresiva. Otro dirigente, Salvador Seguí, destacado anarcosindicalista, abogó por la unidad sindical de las fuerzas obreras y se opuso a las acciones más exaltadas de sectores de la confederación. Pese a ello, no quería la ruptura del sindicalismo revolucionario con el anarquismo de la CNT, pero insistió en diferenciar el ideario ácrata de la acción sindical. Posteriormente, su muerte por asesinato, cometido por pistoleros del Sindicato Libre como represalia por la ejecución de un afiliado de dicha agrupación, debilitó aún más a la organización sindical. Ante el pronunciamiento militar, la CNT mostró su repulsa e impotencia, ya que la huelga general planteada fracasó, y pasó a la clandestinidad.

El Partido Comunista se constituyó en abril de 1921, tras la escisión de un sector del socialismo, para sumarse a la III Internacional fundada en Moscú en 1919. Siguiendo las directrices del régimen soviético, su ideario de acción fue:

1.Lucha de clases sin ningún compromiso ni pacto con los partidos burgueses o con socialistas reformistas.

2.Acción directa de las masas con el fin de apoderarse del poder.

3.Dictadura del proletariado.

4.Sistema de consejos obreros (soviets) como órganos de la democracia proletaria.

5.No admitir en el Partido Comunista español a quien no estuviera completamente de acuerdo con las bases establecidas.50

Dentro de su seno surgió pronto la discordancia, separándose una minoría para formar la Unión de Cultura Proletaria, si bien poco después se reintegraron al partido. Era el comunista un grupo minoritario de escasa importancia política y sindical, que únicamente poseía cierta implantación social en Asturias y Vizcaya. Su situación por tanto, en el momento del pronunciamiento militar, era todavía precaria.51 Intentó crear un «frente único» con otros sindicatos de ideología similar, basándose en siete puntos fundamentales:

1º.Contra toda propensión de la clase patronal de reducir los salarios.

2º.Contra la prolongación de la jornada de trabajo.

3º.Por la destitución de Martínez Anido, Arlegui y Regueral.

4º.Amnistía de todos los presos políticos.

5º.Abolición de la pena de muerte.

6º.Por el término de la guerra y abandono del protectorado de Marruecos.

7º.Lucha contra el paro y conseguir el socorro a los parados, por el Estado.52

El Partido Comunista, junto con los anarquistas, manifestó su repulsa a la actuación de Primo de Rivera y solicitó al Partido Socialista que se unieran a ellos para luchar contra el Dictador, pero hicieron caso omiso.53 Poco después, entraron en un periodo de clandestinidad y con los anarquistas organizaron resistencia contra el régimen militar mediante un manifiesto llamado «Comité de acción contra la guerra y la dictadura», en el que proclamaron la defensa de los derechos individuales y colectivos, pero esta actitud fue más simbólica que eficaz.54

El Partido Socialista adoptó una posición de neutralidad ante la Dictadura, obedeciendo en buena medida a las decisiones acordadas en el Congreso de diciembre de 1919, donde se refrendaron posiciones de moderación, dejando a un lado su postura antirrégimen. Allí se decidió la permanencia en la II Internacional (14 010 votos contra 12 497). Renunciaban, de ese modo, a participar en la Internacional Comunista, optando por un socialismo moderado y reformista.

En el II Congreso Extraordinario, celebrado el 19 de junio de 1920, se trató de nuevo una posible adhesión a la III Internacional, pero con una serie de condiciones. Primero, que se reconociera al Partido Socialista su autonomía de táctica ante la lucha de clases; segundo, su derecho a realizar sus propios congresos y acuerdos; en tercer lugar, que se tendiera a unificar a todos los partidos marxistas, como postulaban el Partido Socialista francés y el Partido Socialista alemán. Por último, el socialismo español debía continuar su labor en los ayuntamientos, diputaciones provinciales y en el Parlamento, al igual que en otros organismos de carácter social. Sin embargo, las veintiuna condiciones para pertenecer a la Internacional Comunista (Komintern), impedían que el Partido Socialista pudiese tener la autonomía que solicitaba.

El 21 de abril de 1921 se celebró el III Congreso Extraordinario, donde se continuó tratando la unión de los socialistas españoles a la III Internacional. Se analizaron los informes realizados por los delegados socialistas enviados a la URSS. Así, Fernando de los Ríos efectuó una valoración muy negativa de la situación política en Rusia, pues quedó impresionado de la falta de libertad en aquel país, criticando duramente la dictadura implantada por el partido soviético. Sin embargo, el otro miembro socialista delegado, Daniel Anguiano, justificó situación política desarrollada en Rusia por considerarla provisional. Finalmente, el Congreso acordó apartarse de modo definitivo de la organización moscovita, por 8808 votos contra 6025,55 adoptando con ello una tendencia socialdemócrata, como propugnaba el presidente del Partido, Pablo Iglesias.

En aquellos momentos, la división de la clase trabajadora resultó evidente, aún más tras la escisión de militantes del Partido Socialista para constituir el Partido Comunista, en 1921. Este hecho repercutió de manera muy desfavorable en las relaciones del socialismo español y el resto del movimiento obrero. Se produjeron duros enfrentamientos tanto verbales como físicos por parte de los comunistas hacia los socialistas y a la inversa, aunque en menor medida.56 Así, desde las páginas de El Comunista criticaron duramente a los principales dirigentes socialistas por mantenerse en la II Internacional. A modo de ejemplo, citaré lo que opinaban los comunistas de Francisco Largo Caballero:

 

Cuando habla, insulta; cuando calla, envenena el ambiente con su silencio; cuando mira, pronostica denuestos. Acusa con reticencia y silencios de refinada hipocresía y maldad. Jamás es sincero…Utilitario, egoísta cree que le ha llegado la hora de cosechar. Odia a los revolucionarios rusos, y piensa en una caída del régimen soviético.57

Las pésimas relaciones perduraron en el tiempo y, del mismo modo, el diario El Socialista, manifestó su censura hacia los comunistas:

Por sistema, nos hemos negado, en cambio, a discutir con los comunistas. Ni influyen en la opinión ni cuentan para nada con la organización obrera y sería hacerles demasiado honor citarles en nuestro diario.

Para proceder así, tenemos dos razones: una, que a los de buena fe, a los que nos censuran creyendo honradamente en los métodos bolcheviques, no se les podrá convencer sino con el ejemplo de nuestra actuación y de nuestra pureza de intención; y otra, que a los de mala intención, agentes a sueldo de Moscú o de la burguesía, que de todo ha habido y hay en las filas separatistas, ni los queremos atraer ni queremos relaciones de ninguna clase con ellos.58

Nos encontramos con un movimiento obrero debilitado, desorganizado y en litigio interno, situación fácil para el régimen dictatorial. Además, Primo de Rivera ordenó a sus gobernadores civiles que exigieran el cumplimiento del real decreto de 10 de marzo de 1923, donde se recogían unas rigurosas medidas de control sobre las organizaciones obreras, principalmente de comunistas y anarquistas.59 La CNT, tras ratificar en Granollers, el 30 de diciembre de 1923, y en Sabadell, el 4 de mayo de 1924, su doctrina ácrata, quedó prácticamente fuera de la ley como central sindical. Sus locales de reunión fueron clausurados, se suspendió la publicación del diario Solidaridad Obrera y sus dirigentes fueron detenidos. Pudieron subsistir como sociedades obreras, pero totalmente aisladas sin sindicato.

El Partido Comunista quedó reducido a la inactividad total, y aunque uno de sus dirigentes, Óscar Pérez Solís, intentó reorganizarlo, fue encarcelado antes de llevar a cabo este propósito. Según José Bullejos, el Partido no admitió el acuerdo de respeto mutuo que le ofreció el Régimen; su postura durante el gobierno de Primo de Rivera fue, por tanto, de franca rivalidad.

El Partido Socialista se decantó por posiciones socialdemócratas y mantuvo una actitud de neutralidad hacia el sistema dictatorial, como analizo en capítulos posteriores.

En definitiva, el pronunciamiento militar no encontró eficaz oposición de las fuerzas políticas y sociales, ni de aquellos políticos que habían sido desplazados del poder, que permanecieron de modo pasivo y algunos hasta complacientes ante el Régimen. No fue preciso ningún acto represivo para apaciguar cualquier conato de disturbio; la sociedad permaneció inmóvil a pesar de que se establecía un gobierno autoritario. Quizá en aquellos momentos, el deterioro de las administraciones del Estado no propició otra alternativa. Además, las ideas democráticas no tenían raíces tan profundas en la ciudadanía, ni en la clase política española, como para luchar por un gobierno representativo originado de la voluntad popular. Se configuró un régimen dictatorial para dar respuesta a una situación política desesperada debido a la decadencia del sistema de la Restauración. Pero lo paradójico es que quienes contribuyeron a implantar el régimen autoritario fueron los que, con su gestión directiva negligente, hicieron naufragar las instituciones del Estado y con ello el sistema parlamentario.

13. «El Rey encarga la formación de un gobierno. Madrid, en estado de guerra», El Sol, 14-9-1923.

14. Rafael Gasset, «En las horas críticas», El Imparcial, 28-9-1923.

15. «La protesta militar contra el Gobierno y los políticos», ABC, 14-9-1923.

16. «El Directorio adopta resoluciones Dictatoriales». La Época, 17-9-1923.

17. «La noticia en Madrid», El Debate, 14-9-1923.

18. «El pueblo, como las guarniciones, en actitud expectante». El Liberal, 14-9-1923.

19. «La revolución está en marcha. La sublevación de las guarniciones pueda ser el principio del movimiento renovador que España necesita». El Heraldo de Madrid, 13-9-1923.

20. «A toda dictadura posible hay que oponer las fuerzas vivas de la democracia española, para la expresión de las libertades ciudadanas». El Heraldo de Madrid, 14-9-1923.

21. «El Rey». Heraldo de Madrid, 14-9-1923.

22. Vid. El Sol, 19-9-1923.

23. «Declaraciones del señor Maura», El Sol, 21-9-1923.

24. Gabriel Maura, Al servicio de la historia. Bosquejo histórico de la Dictadura, Madrid, Morata, 1930, p. 96-97.

25. Discurso de José Sánchez Guerra, La crisis del régimen parlamentario en España: la opinión y los partidos, Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1923, pp. 56-57.

26. «Declaraciones del Sr. Sánchez Guerra», en Memoria del XII Congreso del Partido Socialista, 1928, p. 107.

27. «Declaraciones de señor Burgos Mazo», El Sol, 21-9-1923.

28. «Juicio de un personaje conservador. El Sr. Sánchez Toca no ha variado de modo de pensar», El Sol, 14-9-1923.

29. «Pradera detalla su entrevista con el presidente del Directorio». Informaciones, 26-9-1923.

30. Ángel Ossorio y Gallardo, Mis Memorias, Madrid, Tebas, 1975, p. 120.

31. Declaraciones de Mella. Contra el régimen del miedo, el de la rectitud moral. El Debate, 26-9-1923.

32. Nota de Puig y Cadafalch en El Debate, 19-9-1923.

33. «El conde de Romanones y el movimiento militar», El Sol, 17-9-1923.

34. «La opinión de Romanones», El Socialista, 17-9-1923.

35. Conde de Romanones, Notas de una vida, ed. cit. p. 479.

36. Niceto Alcalá Zamora, Memorias, Barcelona, Planeta, 1977, p. 101.

37. La prensa daría cuenta de su salida del país (e.g., «El Sr. Alba en Bruselas», ABC, 21-9-1923).

38. Maximiano García Venero, Santiago Alba. Monárquico de sazón, Madrid, Aguilar, 1963, p. 204.

39. Vid. Francisco Villanueva, La Dictadura militar, ed. cit., p. 80, donde se reproduce el texto completo de la carta.

40. Melchor Fernández Almagro, Historia del reinado de Don Alfonso XIII., Barcelona, Montaner, 1933, p. 339.

41. Recogido en El Sol, 19-10-1923.

42. Maximiano García Venero, Melquíades Álvarez. Historia de un liberal, Madrid, Alambra, 1954, p. 352.

43. Cfr. «La Federación Patronal aplaude el movimiento», El Sol, 14-9-1923; y «La patronal secunda el movimiento», El Debate, 14-9-1923.

44. Vid. El Debate, 20-10-1923.

45. «Las Cámaras de Comercio al lado del Directorio. Una visita del Consejo Superior a Primo de Rivera», El Debate, 24-10-1923.

46. Vid. «Oferta de los bancos al Directorio. Todos los medios posibles para obras públicas», El Debate, 6-11-1923.

47. «Un deber de patriotismo», El Debate, 14-9-1923.

48. Desde 1890, una fracción del anarquismo había adoptado en Francia la huelga como medio de presión; esto llevará a desarrollar una ideología anarco-sindicalista que acepta el principio marxista de la lucha de clases y la

idea de Bakunin de concebir el sindicato como célula de la sociedad sin Estado (cfr. José Andrés Gallego, op. cit., p. 39).

49. Vid. Ibid., p. 57.

50. Miguel Artola, op. cit., pp. 530-531.

51. José Bullejos, La Komintern en España, México, 1972, p. 86.

52. Vid. «Informe del Comité Central sobre el Frente Único», La Antorcha, 8-6-1923.

53. «Los comunistas se pronuncian contra la guerra y la dictadura militar. La actitud anarquista, sindicalista y comunista», El Sol, 14-9-1923.

54. Cfr. Miguel Artola, op. cit., pp. 555-556.

55. «Ingreso de la Internacional de Viena» en Memoria del XII Congreso del Partido Socialista, 1928, p. 295, e incluidas en Luis Gómez Llorente, Aproximación a la historia del socialismo español (hasta 1921), Madrid, Edicusa, 1976, p. 55

56. Manuel Tuñón de Lara señala que «con el declive comunista estos incrementarán su acción de violencia con atentados contra militantes socialistas o trabajadores que no seguían la huelga que ellos proponían, incluso con un fracasado plan de atentado contra Prieto, planeado por Pérez Solís y que debía ejecutar Jesús Menéndez». Historia del socialismo español, vol. II, Barcelona, Conjunto, 1989, p. 170.

57. «Figuras del congreso socialista», El Comunista, número 34, 16-4-1921.

58. «Relaciones con los comunistas», en Memoria del XII Congreso del Partido Socialista, 1928, p. 385.

59. Cfr. R. D. 10/3/1923, Archivo Histórico Nacional, Gobernación legajo 58, expediente 12.

Capítulo III.

La actitud del socialismo ante la sublevación militar

La actitud de los socialistas frente al pronunciamiento militar no fue una excepción pues siguieron la pauta del resto de la ciudadanía española. Si bien expresaron su condena y resaltaron la ilegitimidad de los sublevados, también permanecieron en un compás de espera, a la expectativa de cómo se desarrollaban los acontecimientos. Consideraron más adecuado no poner resistencia a los militares y no escucharon las continuas críticas de la burguesía liberal y republicana, al igual que de anarquistas y comunistas. Ante todo, no querían represalias que perjudicaran a la clase trabajadora, y menos con un socialismo sin fuerza suficiente para oponerse a los sublevados. Creyeron que otra actuación hubiera perjudicado la organización socialista. Por este motivo, se pidió a la clase obrera tranquilidad, serenidad y, en definitiva, una absoluta neutralidad. No serían los socialistas quienes se enfrentarían contra la acción de Primo de Rivera, mientras el resto de las fuerzas políticas y clases sociales habían permanecido unas pasivas y otras complacientes ante la sedición militar.

 

Condena pasiva y serenidad

En un primer momento, al producirse el pronunciamiento militar, la disposición del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores fue de repulsa ante la realidad acaecida. Consideraron el golpe de Estado como un acto perpetrado a la fuerza, ilegítimo, pero cuando la CNT y el Partido Comunista propusieron una huelga general contra los sublevados, el socialismo no los secundó. La única excepción a esta postura la representó el sector vizcaíno del socialismo, liderado por Indalecio Prieto, pues ya el mismo día del golpe de Estado la Comisión Ejecutiva de la UGT de Vizcaya convocó una huelga general de veinticuatro horas en protesta, que se llevó a efecto el 14 de septiembre.60 Ante el temor de que, en otras regiones, las agrupaciones socialistas secundaran los paros convocados en Bilbao, la directiva publicó de inmediato otra nota oficial aconsejando calma. Se pidió a los afiliados que siguieran las instrucciones dadas por los comités del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, subrayando que rechazaban el «frente único» común con otras fuerzas obreras:

A los trabajadores.- La Unión General y el Partido Socialista han dicho en su manifiesto lo que consideraban acertado y conveniente al movimiento obrero español. En esa actitud persistimos.

No es verdad que la Unión General y el Partido Socialista hayan autorizado a nadie para declarar movimientos ni algaradas, que no creemos oportunas.

El frente único que se nos ofrece lo seguimos rechazando por las razones conocidas.

A las secciones del Partido Socialista y de la Unión General las excitamos a conservar la serenidad y la disciplina, bien seguros de que el país nos hará a todos la debida justicia.

En tanto no haya acuerdos oficialmente tomados y con responsabilidad ante la organización adquiridos, ninguna Sección debe reconocer ni acatar órdenes de Comités anónimos e irresponsables.61

Mediante sucesivos comunicados, la Ejecutiva socialista insistió a los trabajadores que mantuvieran cautela y calma. Igualmente, la Casa del Pueblo, sede de la agrupación política del PSOE, solicitó el 13 de septiembre de 1923, a la clase trabajadora, una actuación serena, y que no realizara ningún conato de disturbio62. La directiva socialista no creyó oportuno emprender cualquier actuación en contra de los militares y aconsejaron a los trabajadores, en aquellos momentos, «tranquilidad» y «serenidad».63 Pese a ello, ese mismo 13 de septiembre, se publicó un manifiesto «Ante la opinión pública» realizado por Indalecio Prieto, que exponía la protesta socialista ante la realidad acaecida y solicitaba a la clase trabajadora que rehusaran a los sublevados. Señalaron que el golpe militar había sido instigado por Alfonso XIII, para asolapar el tema de la acción bélica en Marruecos y sus responsabilidades políticas contraídas tras el desastre del Annual.64 De ese modo, los socialistas denuncian los hechos, pero rechazan toda manifestación de violencia; no querían ninguna acción irreflexiva que pudiera perjudicar la organización socialista, y piden a la clase obrera, de modo reiterado, que siga en todo momento las disposiciones dadas por la Comisión Ejecutiva Socialista.

Cuando el movimiento militar triunfó y el Rey encargó la formación de gobierno a Miguel Primo de Rivera, los comités socialistas entregaron una segunda nota oficial, firmada el 15 de septiembre de 1923, ratificando su postura:

1º.Ratificarse en los acuerdos publicados el día 13.

2º.Reiterar a la clase trabajadora la necesidad de abstenerse de tomar cualquier iniciativa a que pudieran ser invitadas por impacientes de buena fe o por elementos que aspiren, con apariencia engañosa, a lanzar al proletariado a movimientos estériles que puedan dar pretexto a represalias que ansía para su provecho la reacción.

3º.Hacer constar nuevamente que estos Comités proceden con independencia de toda otra organización ajena al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores, y recaban para sí exclusivamente la responsabilidad de las instrucciones que en ese momento dan a sus afiliados y simpatizantes, así como recabarán las que puedan dar en circunstancias distintas, si estas les aconsejasen variar de conducta.65

Apelaron a la calma y comunicaron su malestar por la realidad desplegada al presidente del Congreso de los Diputados, Melquíades Álvarez, mediante la minoría parlamentaria socialista formada por Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Indalecio Prieto, Manuel Cordero, Manuel Llanes, Andrés Saborit y Fernando de los Ríos. Lo hicieron a través de un escrito de fecha 18 de septiembre de 1923, redactado por el último de los mencionados, donde exponían la gravedad de la situación política y solicitaban que adoptara algún tipo de medida.66 El jefe del Partido Reformista contestó que, al estar disueltas las Cortes, ya no ejercía el cargo y no podía hacer nada como representante de dicha institución. No obstante, como dirigente político, Melquíades Álvarez rechazó al régimen autoritario implantado por eliminar las libertades del ciudadano. Y el 12 de noviembre de 1923, Melquíades Álvarez, junto con el conde de Romanones, entregaron un documento a Alfonso XIII en el cual apelaban al deber de convocar las Cortes en un plazo de tres meses. El conde de Romanones describió la entrevista con el monarca «tan breve como poco cordial», pues no le gustó la petición y le reprochó su actitud por cuestionar su función como rey.67

Los socialistas condenaron de modo pacífico la sublevación militar y requirieron a los trabajadores una reflexiva quietud, ya que entendieron que su finalidad no era luchar contra la sedición militar. No podían exponerse a litigios contra el régimen dictatorial, pues el objetivo principal era evitar a toda costa que se perdieran las conquistas sociales alcanzadas hasta ese momento. No respaldarían un sistema constitucional donde la clase trabajadora no había sido suficientemente reconocida, y el Partido Socialista había intervenido poco en la vida política del país y en la legislación social que tanto repercutía en el sector laboral que ellos defendían. Por ese motivo, aunque el gobierno autoritario eliminara las libertades públicas y privadas, se apeló a la prudencia y no a actitudes beligerantes. Querían permanecer como fuerza política y sindical y no estimaron la propuesta de otros grupos proletarios de crear un «frente único» común.

El ‘frente único’

Antes de implantarse el régimen de Primo de Rivera, el Partido Comunista, en el Congreso celebrado el 15 de marzo de 1922, decidió conformar el «frente único» con la Confederación Nacional de Trabajadores y el Partido Socialista. Su propósito era dirigir la revolución proletaria y, para ello, todas las fuerzas obreras de similar ideología debían permanecer unidas para alcanzar mejor sus objetivos de clase. La Comisión Ejecutiva Socialista rehusó dicha idea, especialmente Largo Caballero, que en dos artículos publicados en El Socialista el 17 y el 24 de junio de 1922, abordó este tema. Estimó que no podían unirse a la CNT porque su táctica y contenido ideológico eran «diametralmente opuestos» a los del socialismo. Rechazó los métodos revolucionarios que utilizaban para lograr sus pretensiones, pues creía que el esfuerzo de los trabajadores no debía ir encaminado a esos procedimientos.68 A la relación con el Partido Comunista la calificó de muy negativa por la «dirección divisoria y desorientadora» que habían realizado al producirse la escisión del Partido Socialista. Rechazó cualquier colaboración con ellos en relación con la campaña de descalificación y desprestigio vertida contra la Unión General de Trabajadores y sus dirigentes.69 Para el líder sindicalista, el «frente único» común estaría conformado por la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista debido a una clara compenetración de ideología y de táctica.

Largo Caballero continuó con el mismo criterio una vez proclamada la dictadura militar. Creyó que el socialismo debía apartarse de la táctica revolucionaria del resto de las fuerzas obreras. Desestimó el «frente único» por la ideología y actuación tan opuesta que tenían estos grupos proletarios.70 Además, opinó que los comunistas y anarquistas eran incapaces de entenderse entre ellos y no poseían disciplina ni tacto para enfrentarse a los problemas de la clase trabajadora. Para Largo Caballero, la pretendida coalición entre las fuerzas obreras asolapaba una estrategia de los comunistas para ocultar su debilidad como grupo político.71 Por esta posición, las críticas contra la UGT y el PSOE fueron abundantes por parte de estas asociaciones sindicales más radicales.

El mismo criterio manifestó Julián Besteiro sobre el «frente único». Consideró que el comunismo carecía de fuerza suficiente dentro de la clase obrera y que su táctica revolucionaria no era la adecuada para el desarrollo laboral de los trabajadores, que la actuación de los comunistas estaba llena de múltiples errores que habían ocasionado su desmoronamiento como grupo político, y tildó a esta fuerza de ser una «tertulia de exaltados» o «unos cuantos obreros fanáticos que discrepan de la inmensa mayoría». Por ello, Julián Besteiro no aceptó el «frente único» común con los comunistas, por estimar que eran «fuerzas agitadoras» que podrían ocasionar graves perjuicios a la organización socialista.72

A lo largo de la dictadura, el Partido Comunista intentó en sucesivas ocasiones lograr unidad de acción junto con los socialistas, pero estos siempre rechazaron tal petición. Así por ejemplo, la Comisión Ejecutiva de la Unión General de Trabajadores reunida el 23 de junio de 1925 denegó la solicitud realizada por los comunistas a través del periódico La Antorcha, donde pedían al Sindicato Socialista la creación de un «frente único»; y resolvieron lo siguiente: «Por unanimidad se acuerda no tomar dicha carta en consideración».73 Poco después, el 28 de julio de 1925, el Partido Comunista insistió con una nueva circular que invitaba al socialismo a participar, junto a ellos y otras fuerzas políticas, en una conferencia en Francia, para luchar contra Primo de Rivera, pero los socialistas rechazaron participar. Los dirigentes socialistas no estimaron las invitaciones realizadas por otros grupos sindicales, pues no querían ninguna relación con movimientos extremistas.74