Universidades, colegios, poderes

Text
Author:
From the series: CINC SEGLES #43
Read preview
Mark as finished
How to read the book after purchase
Font:Smaller АаLarger Aa

LA ESENCIA DE SALAMANCA

A pesar de que los jesuitas poseyeron un puesto en la Universidad, sus lecciones no dejaron de estar vinculadas a la Orden y a su ya fundado (que no construido) Colegio Real del Espíritu Santo. El auditorio era abundante; aparte del número de jesuitas que acudían, que había ascendido a varias decenas sobrepasando el medio centenar en diversas ocasiones, debía unirse un amplio grupo de seglares y clérigos seculares.

En abril de 1621, estas lecciones en Escuelas fueron interrumpidas por la muerte del primero de los Austrias menores y fundador del Colegio Real: Felipe III. La razón, más allá del luto, era que habían sido ocupadas las estancias por los ornamentos necesarios para el túmulo funerario. La solución tomada por los hijos de san Ignacio fue llevar al general de su domicilio las lecciones que, por norma general, debían perderse y, de esta manera, continuar tanto hermanos como seglares con su formación.46

El colegio de la Compañía podía formar a los miembros de su orden en cualquier momento, tiempo y modalidad, siempre que fuese de puertas para adentro y con asistencia restringida a los externos. Cuando tenemos noticia de que «[…] la Compañía empezó este año [1593] a pretender que se les diese general y hora para leer en la Universidad pues no se les permitía en su casa […]»47 a lo que se está haciendo referencia es a que no se permitía impartir lecciones a externos.

El 7 de febrero de 1622 las clases domésticas no sufrieron impedimento alguno y la matinal universitaria tampoco. Como era costumbre, los estudiantes jesuitas «[…] fueron a Escuelas a lección mañana y tarde, aunque por la tarde no se leyó porque faltaron los seglares».48 En la mayoría de escuelas los oyentes que tenían valor eran aquellos que no pertenecían a la Compañía: una orden que no solamente pretendía ofrecer auxilio a sus hijos, sino también a aquellos que eran externos a sus reglas y constituciones.49 No estamos haciendo referencia a un suceso ocasional, sino que se repitió nuevamente a los dos años.50

La Universidad entendía la dificultad de la situación a la que estamos haciendo referencia. Habían abierto la puerta aun pretendiendo cerrarla. Tal y como hemos señalado, intentaron remediar toda la situación, lo que ocasionó un trienio fuertemente convulso (1625-1628). Todo comenzaría con la determinación del claustro al disponer que los maestros de Teología no podían asistir a los actos celebrados en colegios y monasterios; los jesuitas, que habían realizado la matrícula para poder continuar con estas disputas académicas, se veían fuertemente perjudicados, aunque quedó solucionado en junio de 1627, por las mediaciones del conde duque de Olivares y del confesor real.

En respuesta, el claustro volvió a mover ficha,

A […] 16 [de octubre 1627]. Vino el secretario de Escuelas a notificar que, por quanto por los muchos lectores que concurren a pedir generales, auía inconveniente a tenerle fijo, pidiésemos general y asignatura de lecciones. Respondiose pidiendo traslado y que se oya.51

En el afán de impedir que los seglares escuchasen a los hijos de Ignacio, entendieron como solución la modificación del aula que, al menos desde 1603, sirvió de altavoz en el corazón del hemiciclo universitario. Tras veintitrés años consecutivos, en los cuales tuvieron lugar las dos lecciones en Escuelas, sin oposición, la brecha quedó evidenciada.52 La Universidad había tenido que revocar la determinación de su claustro. El equilibrio logrado tras la matrícula de la Compañía nuevamente entraba en quiebra; era necesario volver a plantear las relaciones mutuas tras la demostración de gallardía con este cambio de general de Escuelas, y la Compañía no se quedaría atrás, tal y como fue demostrado en abril de 1627, cuando fray Cristóbal de Lazarraga, en su acto presidido por el abad de San Bernardo, logró que se cerrase el general tras considerar que el tema discutido, la esencia de la corrección fraterna, atacaba el carisma de la orden ignaciana.53 El presidente de Castilla, así como el inquisidor general,54 tuvieron que tomar medidas. La Universidad recibió una serie de cartas con un tono elevado que evidenciaban tanto el pulso ante el cual se encontraban como sus múltiples repercusiones.

Aparentemente no existían razones para que actuase nuevamente la Universidad contra la Compañía de Jesús, pero tan solo se trata de apariencias. Si nos trasladamos a la capital del Reino encontramos cómo la emperatriz doña María de Austria, en sus últimas voluntades, mandó la creación del Colegio Imperial.55 El empeño de otorgar grados haría que Salamanca y Alcalá se aliasen frente a los jesuitas56 con las siguientes palabras:

[…] la Vniversidad de Salamanca y la de Alcalá acuden a los pies de Vuestra Magestad, suplicándole, humildemente, se sirua de fauorecerlas en la pretensión que los padres de la Compañía han mouido agora, de fundar en esta corte vna Vniuersidad o Estudios Generales, o como ellos la quisieren llamar, de que al Reyno y a todas las dichas vniuersidades y a esta República se le sigue tantos y tan notables perjuyzios, que la dicha fundación no puede ser en seruicio de Vuestra Magestad, como dueño y señor soberano de todo […].57

Una de las formas que encontró la Compañía de mostrar su autoridad y poderío fue, en Salamanca, este cambio de generales; y el apoyo a Jansenio y a la Universidad de Lovaina, en la disputa que internacionalmente se mantenía contra la Societatis Iesu, fue la solución tomada por la facción castellana.

El padre Alonso del Caño, rector del Colegio Real, no vaciló ante esta situación. Fue consciente del simbolismo que comportaban los acontecimientos contra los que se enfrentaba. La inseguridad quedaba demostrada en los gestos y, por ende, actuar con decisión era fundamental. Por tanto, cuando a comienzos del curso 1627-1628 solicitaron las lecciones, lo hicieron de materia, pero no de general, puesto que, tal y como dijeron en su alegato: «[…] ya que le teníamos nosotros señalado».58

La tradición de tan solo algo más de dos décadas se anteponía a la obediencia y respeto de la autoridad. Una situación que se agravaba por momentos, aún más si cabe, como consecuencia de las lecciones que se tenían de forma exclusiva en el domicilio de la Orden59 hasta que se les restituyese el general de escuelas menores.

La Universidad respondió con «[…] un decreto contra los Estatutos que mandaba no se prescribiese en la posesión de los generales aunque ubiese [sic] leído en ellos quince días para podérnoslo siempre quitar».60 A pesar de todos estos intentos, la Compañía demostró por segunda vez, pero no la última en este trienio, su poderío. El 11 de diciembre de 1627 llegó una sentencia de Madrid, en la que se mandaba que no se cambiase nada con respecto a las lecciones universitarias de los jesuitas, ni de aula ni tampoco de materia.61

Lograban imponerse ante el poder del claustro. El 3 de enero de 1628 volvieron a tener lugar las lecciones jesuíticas en Escuelas; por la mañana leyó el padre Hurtado y por la tarde el padre Pimentel. A dichas clases asistió un gran número de oyentes,62 lo cual fue una demostración de las «redes clientelares» establecidas.

Posiblemente, cuando la Universidad fue consciente de que nuevamente perdía el intento de subyugar a la orden religiosa intentó una nueva posibilidad, que tampoco tuvo mejor resultado. Mientras se esperaba una respuesta desde Madrid en relación con la decisión del general de la Compañía, se propusieron insertar un nuevo estatuto que obligase a defender las doctrinas de Santo Tomás.63

Recordemos que los jesuitas podían ser tachados de cualquier asunto, pero acerca de la duda sobre el conocimiento de Tomás de Aquino, máxima en Salamanca, no. Desde los inicios se encargaron de ostentar, incluso ante el maestro fray Pedro de Sotomayor, catedrático de Vísperas, el perfecto conocimiento del fraile dominico.64

El claustro pleno aprobó la propuesta del doctor Pedro de Vega y, rápidamente, actuó la Compañía entrecruzándose los memoriales puesto que, más allá del respeto a Santo Tomás, se pretendía actuar contra la innovación teológica propuesta por los iñiguistas. Esta vez el consejo regio y el pontífice dieron la espalda al Estudio General.

A partir de este momento la situación no pasó por mayores dificultades, pero las heridas abiertas tampoco cicatrizaron y supurarían con el mínimo roce. Los jesuitas continuaron disfrutando de su general en Escuelas, así como de las lecciones impartidas tras la normal solicitud del evangelista Lucas,65 primando siempre para la Orden la asistencia y aprendizaje de estudiantes seglares.

Miércoles [11 de febrero de 1648]. No fueron a Escuelas los hermanos estudiantes por los gastos. Por consulta se determinó leyesen los maestros en casa, y tubieron sus quatro liçiones. Los maestros que leen en Escuelas, leyeron diferente liçión, por no haçer mala obra a los estudiantes seglares, y tubieron liçión asta sábado, víspera de domingo gordo.66

La Compañía continuaba entendiendo las lecciones colegiales como un repaso o ampliación de lo presentado en el general de Teología de la Universidad. Se trata de una situación que ya se daba en diciembre de 1647, tras los incidentes acaecidos por los enfrentamientos entre las naciones de estudiantes,67 o la víspera de la celebración de Corpus en San Isidro que, por estar corriendo novillos a la hora que debían salir a Escuelas, se tuvieron las lecciones en el general del colegio.68

El Colegio Real logró demostrar a todo el gremio universitario que podía defender sus intereses frente a cualquier dificultad. En el siglo XVII supo asentarse notablemente y con autoridad institucional, la cual no pudo ser puesta en entredicho. Logró permanecer y perseverar hasta llegar a la creación de las cátedras de Prima y Vísperas de la Compañía de Jesús en la Universidad de Salamanca en 1668 y posteriormente la de Francisco Suárez en 1721.

 

CULMINACIÓN DE UNA TRAYECTORIA: LAS CÁTEDRAS DE PROPIEDAD

[Cruz]

La Reyna Governadora.

Venerable rector y Universidad de Salamanca. El licenciado Ioseph González, como protector del Collegio [Real de la Compañía de Jesús], me han suplicado, tenga por bien de interponer mi real autoridad, a fin de que las dos chátedras de Theología, que en el mismo collegio fundó la sereníssima reyna doña Margarita, mi abuela, de gloriosa memoria, y regentan los maesstros de esta sagrada religión en aquella Universidad, sean la una de Prima y la otra de Vísperas y, ambas, de curso, igual en todo a las demás de esta calidad, señaladamente a las dos que poco ha, erigieron y concedieron a mi interposición en la Universidad de Alcalá a esta religión: y estando yo en quenta de que la fundación referida es de patronato real y que, en favorecer y engrandecerla en honores y grados, cooperare al real ánimo, y tanto intento de mi abuela que fue, según consta en su testamento, instituir en ella, uno de los mayores seminarios de la christiandad y, reconociendo que esto mismo redundará en aumento de lustre, crédito, auctoridad y fama de esta Universidad y conveniencia pública de todos estos Reynos, y particular de cada uno de los que acudieren a aprenderla doctrina y enseñanza de aquellas Escuelas, y que será mayor estimación, decoro y adorno de una religión, que tan dignamente está bien recibida, aplaudida y célebre en todo el orbe por sus grandes letras, virtud, prudencia, modestia, obediencia, erudicción y religioso proceder, y que por tantos títulos y méritos tiene grangeado mi cariño y veneración, a exemplo de la que le tubieron mis gloriosos progenitores y, singularmente por lo que en esto desseo gratificar y alentar a Iuan Everardo Nidardo, mi confesor, hijo de la misma religión, en muestras de lo bien servida que me hallo de él; y por el anhelo y fatiga con que se desvela por los intereses del Rey, mi hijo, y desta Monarchía; y últimamente, por considerar que, todo esto se encamma a la mayor honra y gloria de Dios, exaltación y propagación de su santa fee y, por las demás razones que a ello me mueven, he resuelto significaros, como lo hago, que me hallo tan persuadida y satisfecha de vuestras atenciones a darme gusto en todo, que entendiendo le recibiré de que las referidas cáthedras se coloquen en el grado, título y igualdad antes mencionada, no sólo vengais en ello con promptitud y resignación, sino que también, encaminareis los medios y disposiciones que pueden conducir a adelantar y facilitar su execución, como lo fio de vuestro zelo a mi servicio, asegurandoos que, en esto, me le hareis muy agradable y de particular estimación. De Madrid, 10 de enero de 1668.

Yo, la Reyna.69

Las numerosas transformaciones que se han anticipado con los sucesos presentados a lo largo de esta investigación llegaban a su culmen. La gloria universitaria del Colegio Real había llegado. Un domicilio ilustre, solemne y ostentoso lograba su sueño de poder, saliendo victorioso.70 La paz dentro del gremio universitario no será ya un deseo sino que, manteniendo y perpetuando la contradicción, se logrará en el devenir de los años.

Estamos seguros de que ni Ignacio de Loyola, ni Miguel de Torres, ni Antonio Araoz, ni Francisco de Mendoza, entre otros, llegaron a pensar ni tan siquiera a soñar que podría darse tal situación en Salamanca. No solo lograban salvar las dificultades propias por el voto de estudiantes y las consecuentes problemáticas, enfrentamientos e intrigas, sino que recibían la dotación de dos cátedras, una de vísperas y otra de prima, intento que habían perseguido desde 1627.71

Como se observa en la carta de fundación, estas no fueron las únicas creadas para una orden religiosa. Con anterioridad a los jesuitas tenemos a los dominicos (1605 y 1608) y, tras la Compañía, aparecen la de los benedictinos (1692) y la de los franciscanos (1734),72 sin olvidarnos de la jesuítica de Francisco Suárez.73

El Colegio Real había sustentado lecciones en su general de Teología siguiendo las cláusulas testamentarias de su fundadora.74 Lo venía haciendo ya desde el domicilio primitivo, el problema fue que en la nueva fundación, bien por cercanía o bien por poseer reputación, los jesuitas obtenían mayor audiencia que la Universidad.

Nos encontramos ante una doble solución. Los estudiantes no se alejaban de las cátedras universitarias y la Compañía no tenía que temer nuevamente por problemas a la hora del reparto del general o de las materias. Fueron setenta y cuatro los doctores consultados de los que tan solo nueve votaron en su contra.

El diario interno de la institución jesuítica nos narra cómo comenzaron las lecciones con su nuevo estatus:

[el 27 de abril de 1668,] viernes. Vinieron las cédulas reales en forma para poder tomar la posesión de las cátedras.

29. Domingo por la tarde. Se presentaron en claustro pleno dichas cédulas y se tomó la posesión de dichas cátedras. El padre Lynce tomó la posesión de su cátedra de Vísperas y, por el padre Barbiano, la tomó el padre [Elgeta,] ministro.

30. Lunes. Se comenzaron a leer nuestras cátedras a la misma hora que las demás de la Universidad y en el general señalado por la Universidad y confirmado por el consejo.75

La Universidad aceptó sin dificultad. Se lograban equilibrar ambos poderes, quedando vinculados mutuamente en múltiples beneficios, reflejados en las condiciones establecidas.

Las referidas cátedras debían leerse a las mismas horas que sus correspondientes, tanto de la Universidad como de la orden de los predicadores;76 la competencia debía ser notable, pero se partía de una igualdad de condición por el hecho de leerse a la misma hora y en el corazón universitario, algo –que no debe ser olvidado– tan deseado por los hijos de san Ignacio.

Tampoco quedaron atrás al tener como condición:

[…] que dichas dos cátedras de Prima y Vísperas como cátedras de propiedad, gozen y deban gozar de todos los honores y perrogativas y exenciones que tienen y gozan las cátedras de Prima y Vísperas de la universidad y las de la orden de santo Domingo.77

No sólo dos miembros del Colegio Real serían catedráticos sino que, también, lo parecerían y disfrutarían de honra, incluso, en el salario de «[…] ciento y cinquenta florines altos o baxos, como saliexen por el valor de la Universidad, de que ha de dar testimonio su secretario cada año, poniendo para ello renta competente».78 En una sociedad tan dedicada a la ostentación y necesitada de la apariencia, estamos ante un punto de suma importancia.

A cambio de todo esto, la Universidad se aseguraría:

[…] que se han de graduar los padres prouistos de esta religión de lizenziados por la capilla de Santa Bárbara y de maestros de Teulugía [sic], por esta Universidad, dentro de dos años que dispone el Statuto más nuevo.79

De esta manera, quedaban cerradas las puertas para continuar yendo a realizar este proceso a territorio abulense, en la Universidad de Santo Tomás. Posiblemente se trata de un asunto pretendido, no solo por costes, sino también por visibilizar aún más el enfrentamiento con el gremio.

Estas no fueron las únicas condiciones, pero sí las que contenían mayor enjundia. Incluso el escribano Diego Antonio Nieto Cañete llegó a señalar que debían ser aceptadas las dichas cátedras: «[…] con estas y con todas las demás condiciones de las cátedras de santo Domingo que se han [sic] aquí por expresadas […]».80

La situación de las cátedras de propiedad de la Compañía mejoró notablemente en 1675 con la cédula real de Mariana de Austria, en la que permitía al prepósito general de la Orden y, en su nombre, al asistente de España, así como al provincial de Castilla, señalar quiénes debían ser los que optaban a ocupar dichas dignidades.81

A partir de este momento,

[…] quando se hace la renunciación por jubilación, etcétera, imbía el colegio al padre provincial un testimonio del secretario de la Universidad. Item para el nombramiento que remite el padre provincial al Rey, nuestro señor. Imbía el padre rector al mismo padre provincial un tanto de estos nombramientos, los quales con los otros papeles de las cátedras, se hallan en el archivo de la librería, el segundo de la mano derecha, en el caxon «cáthedras de la Universidad».82

CONCLUSIONES

La presente investigación no debe ser entendida como una totalidad culminada e independiente. Hace referencia a una presentación temática que debe ser situada en un conjunto de publicaciones que aspiran a presentar a la Compañía de Jesús y sus relaciones con la Universidad en su período antiguo, es decir, entre 1548 y 1767.

Hemos reflexionado sobre el vivero de la provincia jesuítica de Castilla; un lugar que, a pesar de ser paso obligatorio para todos aquellos que aspiraban a realizar una carrera intelectual, no poseyó sus vistas exclusivamente entre los hijos de san Ignacio. Abierto a estudiantes universitarios que, sin vinculación jurídica con la Compañía, disfrutaban de la IV parte de las constituciones, favoreciendo que dicha institución gozase de una importancia más que notable en el conjunto del fuero académico.

Ignacio Tellechea señaló que «un jesuita podía ser catequista o profesor universitario, confesor de príncipes o portero». En Salamanca se dieron todos estos carismas con importantes repercusiones sociales. Nosotros hemos profundizado en el académico por múltiples razones, entre la que destaca la vinculación gremial del domicilio desde 1570 hasta la dotación de las cátedras de propiedad casi una centuria después –fechas de inicio y de conclusión de este análisis–.

Por todo esto, aun siendo conscientes de la limitación temporal que estamos presentando, poseemos plena seguridad de que este estudio es imprescindible para poder comprender uno de los numerosos factores que elevaron al mito a la Universidad de Salamanca durante la clásica Edad Moderna.

1. Trabajo realizado en el marco del proyecto PAPIIT IN 401417 «La Corona y las Universidades en el mundo hispánico. Siglos XVI-XVIII» de la Universidad Nacional Autónoma de México; durante una estancia posdoctoral en el GIR «Sociabilidades e Prácticas Religiosas» do Centro Trasdisciplinar Cultura, Espaço e Memória (CITCEM) da Facultade de Letras da Universidade do Porto.

2. Luis E. Rodríguez-San Pedro Bezares: «Estructuras económicas y financiación de las Universidades Españolas en la Edad Moderna», Studia Historica. Historia Moderna, 12, 1994, pp. 189-204.

3. «[…] Quanto para el dar las cartas de grados a los que aquí se graduaren, he deseado que tuviésemos la forma, sobre lo que he escrito a Alcalá y a Salamanca a los hermanos, que nos embiasen vn traslado de las cartas de grados de aquellas vniversidades […]». Monumenta Historica Societatis Iesu (MHSI). Epistolae mixtae ex variis Europae locis (Epp. Mixtae), II, pp. 318-320.

4. En una epístola de Andrés de Oviedo destinada a Ignacio de Loyola, fechada en Gandía el 10 de julio de 1549, se nos señala lo siguiente: «[…] para el docttor [sic] Torres: a Salamanca y a Villanueva, a Alcalá, tengo escrito sobre que nos embien vn traslado de las cartas de grados, así de Salamanca como de Alcalá, en Artes y Theología, Medicina, Cánones y Leyes, así de bachilleres como de licenciados, maestros y doctores, y de encorporaçión de alguno en alguna Vniversidad; porque aquí se graduaron algunos, y se encorporado algunos doctores en Theología, y vn doctor [Melchor Ruíz] se encorporó en Medicina, que es el médico del señor duque [Francisco de Borja]». MHSI, Epp., Mixtae, II, pp. 248-249.

5. Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI), Collegia 303, Sig. 1588, n.º 4, f. 1r; cf. MHSI, Epp., Mixtae, I, p. 491.

6. Hasta el momento, algunos autores, sin indicar la fuente consultada, adelantan dicha fecha. Nosotros, según la información obtenida a lo largo de nuestra investigación, consideramos esta propuesta un error. Cf. Alfonso Rodríguez de Ceballos: «El primitivo Colegio de la Compañía de Jesús en Salamanca (1545-1665)», Miscelanea Comillas, 46, 1966, p. 104; Benigno Hernández Montes: «El Colegio de la Compañía y la Universidad de Salamanca. Desde los orígenes hasta la incorporación a la Universidad», Studia Historica. Historia Moderna, 7, 1987, p. 724.

 

7. «[Pedro de Castro] fue vno de los mayores y más doctos prelados que en aquel tiempo tuuo la Iglesia de España. En el año segundo de su prelancia, don Francisco de Mendoça, cardenal de Roma y obispo de Coria, fundó en Salamanca el colegio de la Compañía de Iesvs, de religiosos del mismo orden». Gil González Dávila: Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca: vidas de sus obispos y cosas sucedidas en su tiempo, Salamanca, Artus Taberniel, 1606, p. 488.

8. Cristo José de León Perera: «Miguel de Torres: la elección humanista del primer rector jesuita de Salamanca», en Miguel Anxo Pena e Inmaculada Delgado Jara: Humanistas, Helenistas y Hebraístas en la Europa de Carlos V, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 2019, pp. 361-372.

9. «[…] Dos cosas principalmente encendía en su pecho este deseo, la memoria de las persecuciones, que por el servicio de Dios nuestro Señor avía en ella padescido, a las quales quería responder con servicios y beneficios, en la más alta manera que pudiese, y en el conocer de quanto augmento podía ser a su religión y de quanto fructo en las almas el darse a conocer y exercitar la Compañía sus ministerios en el más noble y frequentado seminario que entonces tenía la nobleça y juventud christiana por que en esto, los árboles tiernos y pequeños, son transplantados con mayor fructo y enxertos con grandes ventajas». ARSI, Provincia castellana 35.I, f. 131r.

10. Las peculiaridades políticas de este período fueron determinantes para la formación internacional de los jesuitas, así como para su establecimiento de la Orden en Salamanca. Fundamentalmente, nos encontramos haciendo referencia a dos facciones: una con inclinaciones espirituales renovadoras, formada por sujetos cercanos a Isabel I, y otra que defendía la esencia de la tradición racionalista. Desde mediados del reinado de Carlos V «castellanos» (o «albistas») y «ebolistas» (o «papistas») remarcarán sus diferencias como consecuencia del inevitable rasgamiento de la túnica de la cristiandad occidental. Esther Jiménez Pablo: La forja de una identidad. La Compañía de Jesús (1540-1640), Madrid, Ediciones Polifemo, 2014, p. 66

11. Alfonso Rodríguez de Ceballos: El primitivo Colegio…, pp. 110-129.

12. El 29 de junio de 1545, desde Valladolid, Araoz le escribe a Ignacio lo siguiente: «[…] vn estudiante, hijo de vn conde que conosçimos en Salamanca, ha venido a vernos. Es vuelto con yntençión de procurar cómo algunos estudiantes nuestros tengan cómo estudiar en Salamanca […]». MHSI, Epp., Mixtae, I, p. 225.

13. Como representación sobre lo que estamos haciendo referencia, a modo de ejemplo de los primeros cincuenta años, nombraremos al bachiller Diego Hernández (catedrático de Griego), al padre maestro Francisco de Toledo (futuro cardenal de la Iglesia), Francisco de Abreo (colegial de Oviedo y catedrático de Código), el maestro Esteban de Ojeda (colegial de Cuenca y catedrático de Filosofía), el doctor Agustín Mendiola (colegial de Cuenca y catedrático de Filosofía) y, entre otros, el doctor Alonso del Caño.

14. Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares: La Universidad Salmantina del Barroco. Período 1598-1625, II, Régimen docente y atmósfera intelectual, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1986, pp. 63-95. Para un contexto general de la Península, Melquiades Andrés Martín: «Facultades Eclesiásticas», en Aldea Vaquero (dir.): Diccionario de Historia Eclesiástica de España, II, Madrid, CSIC, 1972, pp. 893-899.

15. A modo de ejemplo sirva cómo en 1678 –a partir del año 1675 se observa una disminución demográfica– mantiene algo más de dos decenas de jesuitas de los que puede permitirse, lo que crea una deuda de, aproximadamente, doscientos ochenta mil reales anuales, cf. ARSI, Provincia Castellana 19, f. 106r.

16. MHSI, Epp., Mixtae, II, p. 178.

17. «En general, los Libros de matrículas responden no tanto a los cursos académicos como a la duración del oficio rectoral (de mediados a mediados de noviembre)». Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares: La Universidad Salmantina del Barroco. Período 1598-1625. III. Aspectos sociales y apéndice documental, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1986, p. 76.

18. «La constitución IV de 1422 establecía la obligación de jurar obediencia (in lictis et honestis) al rector anualmente elegido, en los seis días siguientes a su nombramiento». Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares: La Universidad Salmantina del Barroco…, III, p. 700.

19. Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca (AUSA) 334, f. 10r.

20. AUSA 338, f. 12r.

21. Chron., II, pp. 118-119; ARSI. Provincia Castellana 35.I, f. 148v.

22. MHSI, Epp., Mixtae, II, p. 413.

23. Recuérdese que nuestra intención no es plantear las diversas pugnas por las que pasaron los jesuitas y la Universidad de Salamanca hasta formalizar la matrícula y las condiciones en las que esta sería realizada. Tan solo señalemos que la orden religiosa, desde marzo de 1551, se encontraba analizando las ventajas y repercusiones obtenidas por tal acto. Chronicon Societatis Iesu (Chron.), II, p. 323.

24. AUSA 38, f. 29v.

25. AUSA 38, f. 38r.

26. Estamos haciendo referencia a la I Congregación General de la Compañía (de junio a septiembre de 1558), en la cual se prohibió la pretensión a cátedras. Monumenta Paedagogica Societatis Iesu, III, p. 6. Esta prohibición no era exclusiva de los jesuitas ya que los hijos de san Benito o san Francisco, entre otros, también la poseían.

27. Epistolae Hisaniae Societatis Iesu, 1570, f. 102.

28. AUSA 39, f. 46v.

29. Ibíd.

30. Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares, Juan Luis Polo Rodríguez y Francisco Javier Alaejo Montes: «Matrículas y grados, siglos XVI-XVIII», en Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares (coord.): Historia de la Universidad de Salamanca. II. Estructuras y flujos. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2006, pp. 607-663.

31. Para completar la evolución, aunque vaya fuera del período de la presente investigación, indicaremos que en 1690-1691 un 95 %, en 1715-1716 un 96,77 % y, finalmente, en el curso 1766-1767 un total de 97,65 %.

32. En todos los casos que observamos en la documentación dichos desajustes, propios de la diversidad temporal en la que eran tomados, han sido tenidos en cuenta a la hora de realizar tales estadísticas. De igual manera, cada una de las cifras ha sido baremada, teniendo presentes otros manuscritos y las movilidades internas propias de la Compañía de Jesús.

33. En una carta fechada en Roma, el 4 de septiembre de 1548 y destinada al padre Araoz, se nos dice: «[…] sobre votos y grados en las vniuersidades, nuestro padre dize que él querría que vniuersalmente que se obseruase que los nuestros no votaren por otros ni tomasen lugares por votos de nadie». MHSI, Epistolae et instructiones (Epp. Ign), II, p. 221.

34. Clara Inés Ramírez González: La Universidad de Salamanca en el siglo XVI: corporación académica y poderes eclesiásticos, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2002, pp. 181-187.

35. Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares: La Universidad Salmantina del Barroco…, II, p. 701.

36. AUSA 471, f. 1r.

37. Ibíd., f. 1v.

38. Ibíd., f. 11v.

39. Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares: Universidad Salmantina del Barroco…, III, p. 78.

40. Incluso, en el caso de la Compañía, encontramos en los años 1598-1599 (cf. AUSA 311, f. 13v), 1599-1600 (cf. AUSA 312, f. 8v), 1612-1613 (cf. AUSA 320 ff. 15v-16r), 1620-1621 (cf. AUSA 328, f. 10v), 1632-1633 (Cf. AUSA 340, f. 5v), 1641-1642 (cf. AUSA 349, f. 8r), 1644-1645 (cf. AUSA 352, f. 7r-v), 1645-1646 (cf. AUSA 353, f. 6r), entre otros, la mención sobre el curso al cual corresponde dicha matrícula. Para profundizar sobre esta particularidad, Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares: La Universidad Salmantina del Barroco…, III, p. 79.