Santa María de Montesa

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A pesar de las indecisiones y falta de plasmación definitiva que caracterizaron al bienio entre junio de 1317 y julio de 1319, la compleja transición inicial a dos bandas (Hospital, monarquía) comenzó con buen pie. En la propia fecha de emisión de la bula fundacional de Montesa, el papa instó al instituto sanjuanista a prestar juramento a Jaime II por los dominios templarios en Aragón y Cataluña, cosa que el castellán de Amposta hizo el 22 de noviembre.24 Ese mismo día el rey solicitó a la dignidad hospitalaria la entrega de las encomiendas valencianas, salvo Torrente y las casas de la ciudad de Valencia que retendría el Hospital.25 La transferencia de la más relevante, la Bailía de Cervera, a un delegado regio, pues la nueva orden no estaba constituida en la práctica todavía, no se demoró; el 3 de diciembre el comendador de Calatayud, en quien había delegado el castellán, cedió el distrito a Ramón Boil, representante del rey, al propio tiempo que eximía del vínculo de fidelidad a sus moradores.26 La contrapartida en Aragón y Cataluña debía de haberse hecho ya efectiva o lo sería pronto, pues en junio de 1318 el castellán reconocía que dichos dominios obraban ya en poder de la Orden.27 Este desarrollo sin contratiempos se vio frenado por las profundas reticencias calatraveñas, paralelas a los esfuerzos del propio rey por evitar una injerencia de dicha orden más allá de lo estrictamente necesario. Este impasse fue el que condujo al rey a pensar en alterar sustancialmente las fichas del tablero, dando de nuevo entrada a un proyecto hospitalario en Valencia, como he señalado con anterioridad.

Sin embargo, pasados los vaivenes de 1318, el panorama fue aclarándose definitivamente a comienzos del año siguiente. El 22 de julio de 1319 la Orden de Montesa comenzó a andar tras una ceremonia que tuvo significativamente lugar en el palacio real de Barcelona, testimonio del liderazgo monárquico en todo el proceso y del activo patrocinio del nuevo instituto por parte de Jaime II. En el acto referido, los primeros freires, unos escasos once miembros, profesaron; entre ellos, frey Guillem de Erill resultó elegido maestre. El más alto dignatario calatraveño había tenido que aceptar la solución escogida que limitaba en gran manera su papel y su intervención en la nueva orden. Hasta fechas cercanas al acto reseñado debió de seguir apostando por un protagonismo mayor, tal como denota el poder que otorgó el 11 de junio al comendador de Alcañiz para recibir del rey el castillo de Montesa y demás dominios del nuevo instituto, así como para admitir nuevos freires en él.28 El ceremonial del 22 de julio en Barcelona solo cumplió una parte mínima de dichas esperanzas. El comendador de Alcañiz fue únicamente vehículo institucional necesario para recibir la profesión de tres freires, que enseguida quedaron desligados de Calatrava; entre los tres, fue elegido frey Guillem de Erill como maestre a instancias del rey, quien también estuvo detrás del subsiguiente nombramiento maestral de otros ocho freires el mismo día.29 La participación directa calatraveña hubiera acabado aquí si la pronta muerte de frey Guillem de Erill, en los primeros días de octubre de 1317, no hubiera obligado a recurrir al procedimiento de julio dada la inmadurez del instituto que impedía la canónica elección interna. Una vez echó a andar la nueva orden, dos cuestiones relativas al modo de inserción social y a la estructuración administrativa en la década de 1320 requerirán atención prioritaria en el tratamiento de los orígenes montesianos. Se trataba de dos aspectos sustanciales relacionados con el establecimiento de dominio sobre las comunidades campesinas que el instituto iba a controlar, y con la articulación de una red de encomiendas, las cuales tardaron una década en adquirir conformación definitiva. El estudio de ambos asuntos puede realizarse con gran detalle dada la abundancia documental que destila la inserción de Montesa en la sociedad valenciana.30

La primera tarea que ocupó al recién nombrado maestre montesiano fue la recepción del patrimonio asignado que custodiaban oficiales reales. Distintos pasos marcaron este proceso de control sobre las que habían sido encomiendas templarias y hospitalarias y sobre el castillo de Montesa, cuya donación por Jaime II se había hecho efectiva el mismo 22 de julio.31 Las distintas comunidades recibieron la comunicación real de cambio de dominio, tras lo que se dispusieron a nombrar síndicos que procedieran a jurar fidelidad a la Orden y recibir de ella confirmación de los privilegios respectivos que disfrutaba cada villa o lugar. Una vez cumplimentada la representación, los actores confluyeron en cada uno de los puntos para presenciar la toma de posesión del nuevo señor y llevar a cabo el juramento a este en ceremonias ricas en expresividad feudal, que muestran cómo el desarrollo pleno de la relaciones de dependencia había extendido al conjunto social ritos que en siglos anteriores eran solo patrimonio de las clases altas.

Toda la secuencia anteriormente expuesta ocupó la actividad de la Orden entre agosto de 1319 y la primavera de 1320, concentrándose en dos momentos, el verano de 1319 y la primavera del siguiente año; el fallecimiento del primer maestre a comienzos de octubre frenó la incorporación de dominios, que solo se reanudó una vez el gobierno maestral volvió a la regularidad tras la elección de frey Arnaldo de Soler a finales de febrero de 1320.32 En la primera oleada, el instituto montesiano accedió al control de las bailías de Cervera y Moncada, así como de las encomiendas de Alcalá, Onda, Peñíscola y Villafamés, de la villa de Silla y del castillo de Montesa. La similitud ceremonial permite concentrarse tan solo en la bailía de Cervera a modo de ejemplo. Entre el 7 de agosto y el 31 del mismo mes fueron desarrollándose las distintas etapas de la entrada en dependencia de las comunidades de la bailía de acuerdo con la siguiente secuencia: entrega nominal por parte del apoderado real del castillo de Cervera el día 7, que se haría efectiva a final de mes;33 orden real de 8 de agosto a las villas de Cervera y San Mateo y a los lugares del distrito de que nombraran procuradores para prestar homenaje a la Orden,34 y elección de representantes con este fin el 30 de agosto.35 El día siguiente fue el señalado para el traspaso de dominio; Vidal de Vilanova, el embajador más permanente y decisivo en las negociaciones con la curia de Aviñón, dio posesión a la Orden, representada por el clavero frey Erimán de Eroles ante la enfermedad del maestre, de la villa de San Mateo y de los otros lugares del distrito, salvo Cervera. La expresividad plástica de la ceremonia no deja de llamar la atención: Vidal de Vilanova cogió las manos de frey Eriman de Eroles

y le introdujo dentro de las puertas de la Zuda de dicha villa y le dio las llaves de la casa fuerte; después salió, permaneciendo dentro frey Eriman de Eroles, el cual cerró las puertas de la Zuda e hizo que en una de las torres de la misma se izara pendón con la enseña de Calatrava, al son de tuba y añafil, mientras gritaba varias veces ¡Montesa, Montesa! en signo de auténtica posesión de los bienes entregados a la orden.36

No cabe mayor elocuencia simbólica de cambio de dominio.

El paso necesario de la toma de posesión se había dado. Era ahora el momento de que los procuradores juraran fidelidad y prestaran homenaje a la Orden, lo cual realizaron el mismo día en la iglesia mayor de San Mateo.37 No hay en los pergaminos que recogen esta ceremonia ni en la copia que aparece en el protocolo de Pere Llobet de Balanyà referencia al detalle de este juramento; no debió de diferir, sin embargo, del que aparece en el juramento de los síndicos del conjunto de comunidades dependientes del castillo de Peñíscola efectuado el 1 de septiembre: «tocando con sus propias manos los sacrosantos evangelios y la cruz del señor puestos ante ellos, arrodillados, prestaron juramento de fidelidad y homenaje ore et manibus [con la boca y con sus manos], según se debe y es acostumbrado hacer».38 Tras el juramento llevado a cabo en San Mateo, el clavero montesiano, acompañado del abad de Valldigna y de Vidal de Vilanova confirmaron provisionalmente los privilegios de todas las comunidades de la bailía representadas.39 No era este el caso de la villa de Cervera, que tuvo el mismo día 31 de agosto una ceremonia separada de toma de posesión, prestación de juramento y homenaje y de reconocimiento provisional de privilegios.40 El hecho de ser sede de la fortaleza central del distrito propició la conducción de rituales específicos para Cervera.

A partir de marzo de 1320, las comunidades que todavía no habían entrado oficialmente en la órbita de Montesa lo hicieron; se trataba fundamentalmente de Ares, Perpuchent y de las encomiendas de Cuevas y Culla. Jaime II instó el 1 de marzo a sus delegados a liberar estas villas y lugares de la dependencia al rey, argumento que precisamente el núcleo de Villanueva había esgrimido para no haberse sometido a Montesa.41 Los pasos y las ceremonias anejas al cambio de señor fueron idénticas a las que habían tenido lugar el verano anterior. En la primavera tardía de 1320 todos los dominios asignados al nuevo instituto habían entrado ya en dependencia efectiva, es decir, la Orden podía ya percibir la renta derivada de la misma. Frey Arnaldo de Soler, maestre que articuló Montesa en sus inicios, ordenó, nada más acceder a la dignidad a fines de febrero de 1320, un inventario de la población, los bienes y las rentas de los dominios, que incluyera los arrendamientos de las mismas que estaban en vigor.42 Este documento precioso, compilado con extrema rapidez, pues lleva fecha de 25 de marzo, no solo sirvió de guía al maestre para conocer el estado económico de las encomiendas y poder realizar cálculos elementales sobre las percepciones a las que tenía derecho Montesa; es de valor incalculable para el historiador al ofrecer datos precisos y verosímiles, no muy comunes en la época.43

 

Entrado el año 1320, Montesa había articulado ya su base socioeconómica, fijando la dependencia de todas las comunidades que le pertenecían. El siguiente paso era la ordenación administrativa de ese conjunto, pues el antiguo entramado templario y hospitalario no pudo reproducirse de inmediato, dado, entre otras razones, al número exiguo de once freires en los inicios de la Orden y, sobre todo, a la naturaleza distinta de un instituto centrado exclusivamente en el Reino de Valencia frente a unas encomiendas de Temple y Hospital insertas en un mundo mucho más amplio, las provincias respectivas, y, en última instancia, en la universalidad de dichos cuerpos eclesiales. Montesa experimentaba una peculiar paradoja ajena a los comienzos de otras órdenes: gozaba de extenso patrimonio, pero no de capacidad para estructurarlo de inmediato. Es sintomático que la Orden hubiera de confiar a oficiales reales tareas administrativas como la recogida de rentas en los primeros meses.44 El apoyo del rey también fue económico en estos momentos: el 9 de agosto Jaime II ordenó al tesorero real la entrega a frey Guillem de Erill de 10.000 sueldos;45 la recepción fue inmediata; el día siguiente el maestre extendía recibo de la percepción del dinero.46

El proceso organizativo interno del instituto, que voy abordar ahora, se dilató durante toda la década de 1320. Y puede ser dividido en cuatro etapas hasta culminar en el diseño de encomiendas y de reparto de sus rentas elaborado en la capítulo general de 1330. La inestabilidad en el gobierno de la Orden, fruto del temprano fallecimiento de su primer maestre, impidió plantear en los primeros meses la cuestión de la administración de los dominios montesianos; además, una parte sustancial de ellos no se había integrado todavía en el paraguas de la institución. Cuando este proceso finalizó en la primavera de 1320, frey Arnaldo de Soler pudo afrontar una primera tentativa de organización territorial. Dado todavía el escaso número de profesos (los freires habían ascendido tímidamente a quince contando al maestre, es decir, habían aumentado solo en cuatro respecto a los once iniciales), únicamente se pudo establecer una somera división geográfica norte-sur. La bailía de Cervera y los distritos de Chivert, Peñíscola, Ares y Culla quedarían bajo la administración de un freire y de un influyente vecino de la villa de San Mateo.47 El hecho de tener que recurrir a un administrador no profeso desvela penurias iniciales en lo relativo al propio capital humano interno de la Orden. El sur, es decir, Montesa, Perpuchent, Sueca, Silla y la ciudad de Valencia, quedaría bajo el control de un antiguo hospitalario, frey Berenguer de Montoliu, que había profesado en la Orden junto con frey Arnaldo de Soler.48

A medida que Montesa fue fortaleciéndose con nuevos miembros, la posibilidad de desmembrar operativamente las grandes divisiones geográficas establecidas se hizo más factible. En el verano de 1320, ocho profesos entraron en el instituto, sin contar la asignación forzada del infante Jaime, hijo mayor del rey, cuyo desequilibrio mental había desencadenado la renuncia a la sucesión y su aparcamiento en la Orden por voluntad de Jaime II tras su paso por el Hospital.49 Este incremento de freires propició una segunda etapa, al poco de que la primera se hubiera puesto en funcionamiento. El distrito septentrional se escindió en cuatro unidades que recordaban las circunscripciones del pasado: Culla y Ares, Peñíscola, Chivert y el castillo de Cervera; a su vez, emergió un nuevo núcleo en torno a Onda y Villafamés, lo cual muestra el deslizamiento hacia unidades más operativas conectadas con divisiones templarias y hospitalarias. Sin embargo, los distritos resultantes no tenían todavía el carácter de encomiendas; la documentación se refiere a los dignatarios al frente de ellas primordialmente como lugartenientes y procuradores del maestre, lo que apunta a un intento de control más efectivo por parte de frey Arnaldo de Soler, una vez que pudo contar con suficientes freires para la gestión. No empaña esta consideración el hecho de que frey Arnaldo de Pedriza recibiera documentalmente el 10 de octubre de 1320 la titulación de «lugarteniente del comendador del castillo de Cervera»; no existía tal comendador y es lógico suponer que era el delegado maestral en uno de los dominios más relevantes en el norte valenciano.50

El tercer paso no tardaría mucho en llegar. En el otoño, pero sobre todo ya claramente a comienzos de 1321, la titulación de comendador empezó a generalizarse. Un documento del 4 de mayo de dicho año presenta ya un mapa casi completo de encomiendas y comendadores.51 Sin embargo, la titulación no estaba todavía reflejando el pleno control de los altos dignatarios sobre las rentas de sus distritos, sino que estas permanecían indivisas. Por ello, estos comendadores seguían siendo todavía de hecho meros delegados del maestre. Hipólito de Samper en el siglo XVII y José de Villarroya en la siguiente centuria así lo entendieron y, por ello, dedujeron que las encomiendas montesianas no adquirieron forma definitiva hasta que las rentas fueron divididas y asignadas a los diferentes dignatarios en el capítulo general de 1330, que supuso el último salto que articuló definitivamente las circunscripciones, dotándolas de una cierta autonomía y especificidad, solo posibles cuando el nuevo instituto había adquirido un grado de estabilidad y primera madurez.52 Ello permitió separar las rentas específicamente maestrales a través de la selección de unos territorios vinculados directamente al maestre (mesa maestral), con lo que sus necesidades no quedaban subsumidas sin más en las del conjunto de la Orden; la bailía de Cervera fue destinada a este fin. El resto de las encomiendas, entre las que Peñíscola quedó asignada a una dignidad presente desde fechas tempranas, el gran comendador, tenía una parte importante de sus rentas arrendadas; de las cantidades percibidas, los comendadores recibían una cuota fija y el resto pasaba a un fondo común que también se alimentaba de los pagos satisfechos de manera directa, básicamente aquellos de carácter jurisdiccional. Perpuchent no entraba dentro de este esquema al pasar una cuota fija anual al clavero, quedando el resto de ingresos en manos del comendador del distrito. Los tesoreros recaudadores aseguraban que el fondo común percibiera las cantidades cuyos conceptos le estaban asignados. El conjunto incluía un gasto anual de 40.000 sueldos destinados a Juan, hijo de Jaime II, exarzobispo de Toledo, a quien el papa otorgó la dignidad de patriarca de Alejandría en 1328 y asignó tal renta, sin duda por petición paterna.53 La Orden era un lugar de acogida (caso del infante Jaime, en 1320 y hasta su fallecimiento en 1334) o de financiación (patriarca Juan, a finales de la década de 1320) para la familia real. El estudio pormenorizado de este entramado muestra su complejidad, solo posible desde una madurez organizativa institucional de la Orden, a la que se había llegado después de una década de progresiva configuración. La combinación de autonomía y flexibilidad con trabazón unitaria y centralidad, rasgos característicos de las órdenes militares o de cualquier otra surgida al calor de la reforma gregoriana, eran evidentes en el diseño organizativo que emergió del capítulo general de 1330.54

La información aportada por el documento que recoge las conclusiones del capítulo de 1330 aborda también otros aspectos, interesantes para calibrar el crecimiento de la Orden en la década tras su establecimiento efectivo. El número de freires asistentes a la reunión permite elaborar cálculos estimativos del conjunto de profesos a finales de la década de 1320. La prolija documentación de los años tras la fundación recoge un total de en torno a sesenta nombres, pero evidentemente esa es una cifra global de diez años de vida del instituto, y no la de un momento específico. El maestre frey Pedro de Tous y veinte freires firmaron el texto que recogía las decisiones del capítulo; de ellos once eran comendadores, un delegado maestral en la bailía de Cervera, un prior y siete caballeros.55 A esa importante asamblea no asistieron, salvo uno, los freires conventuales, que vivían en Montesa y que muy rara vez participaban en reuniones llevadas a cabo en el otro extremo del reino, San Mateo; concretamente la de mayo de 1330 les atañía solo tangencialmente, al no constituir encomienda y nutrirse del fondo común y de las rentas de la villa de Montesa. Una estimación aproximativa del número de conventuales la aporta un documento de 19 de diciembre de 1328, en la que dichos freires protestaron colectivamente de una asignación regular, a la cual ya he hecho alusión, de dos mil libras anuales otorgadas por el papa al patriarca Juan sobre rentas montesianas. La relevancia del desacuerdo parece sugerir una presencia masiva de conventuales; catorce de ellos son citados y solo frey Garcerán de Bellera apareció año y medio más tarde en el capítulo de San Mateo.56 Es, por tanto, coherente añadir trece freires a los veintiún presentes en la reunión de mayo de 1330 (es cierto que algún conventual pudo haber fallecido entre diciembre de 1328 y la fecha del capítulo de San Mateo). Si a esta cifra global entre capitulares y conventuales sumamos clérigos y freires al servicio del maestre o de los comendadores, de los cuales hay profusas referencias documentales, se puede llegar a un número entre cuarenta y cincuenta freires en el momento en que la Orden institucionalizó su estructura comanditaria. En una década, pues, Montesa había cuadruplicado sus miembros profesos y articulado administrativa y económicamente un legado patrimonial que en los inicios de la Orden había superado su capacidad de gestión. Once años después de su establecimiento efectivo, Montesa había dejado atrás las insuficiencias primeras y se presentaba ya como instrumento eficaz de la monarquía aragonesa, objetivo este que había impulsado a Jaime II a forzar un giro de los acontecimientos más allá de los designios iniciales del papado respecto a los dominios del Temple en tierras valencianas.

1. Dos artículos han tratado los orígenes montesianos desde perspectivas diferentes y complementarias: E. Guinot Rodríguez: «La fundación de la Orden Militar de Santa María de Montesa», Saitabi, 35, 1985, pp. 73-86; L. García-Guijarro Ramos: «Los orígenes de la Orden de Montesa», en Las Órdenes Militares en el Mediterráneo Occidental (siglos XIII-XVIII), Madrid, Casa de Velázquez, Instituto de Estudios Manchegos, 1989, pp. 69-83. Bula papal Vox in excelso de supresión del instituto templario de 22 de marzo de 1312 hecha pública en el concilio el 3 de abril, en J. Lorenzo Villanueva: Viage literario a las iglesias de España, Madrid, Impr. Real, 1806, vol. 5, doc. VI, pp. 207-221; G. Alberigo (ed.): Les conciles oecuméniques: Les Décrets, París, Les Éditions du Cerf, 1994, vol. II-I, pp. 336-343 (original latino y trad. francesa); trad. al inglés en M. Barber y K. Bates (eds.): The Templars: Selected sources, Manchester, Manchester University Press, 2002, doc. 76, pp. 309-318. Bula fundacional Pia matris ecclesie cura de 10 de junio de 1317, en Archivo de la Corona de Aragón (ACA), Cancillería Real (CR), Collectanea, Colección de Bulas (CB), doc. 390; transcripción en J. de Villarroya: Real Maestrazgo de Montesa: Tratado de todos los derechos, bienes y pertenencias del patrimonio y maestrazgo de la Real y Militar Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, Valencia, Impr. Benito Monfort, 1787, vol. 2, libro 1, doc. 1, pp. 1-11, y en V. Ferrán y Salvador: El castillo de Montesa: Historia y descripción del mismo, precedida de un bosquejo histórico de la Orden Militar de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, Valencia, Impr. Hijos de F. Vives Mora, 1926, doc. 1, pp. 143-148. Descripción del establecimiento efectivo de la orden el 22 de julio de 1319 en Hipólito de Samper: Montesa Ilustrada: Origen, fundación, principios..., Valencia, 1669, vol. I, pp. 59-60, y en J. de Villarroya: Real Maestrazgo de Montesa, vol. 1, pp. 29-30. Capítulo general de 25 de mayo de 1330, en Archivo Histórico Nacional (AHN), Sección de Órdenes Militares (SOM), Pergaminos (Perg.), Montesa, Particulares (P) 918 y 919; transcripciones en J. de Villarroya: Real Maestrazgo de Montesa, vol. 2, libro II, doc. 1, pp. 140-151, y V. Ferrán y Salvador: El castillo de Montesa..., doc. 12, pp. 168-172.

 

2. L. García-Guijarro Ramos: «The Extinction of the Order of the Temple in the Kingdom of Valencia and Early Montesa, 1307-30: A Case of Transition from Universalist to Territorialized Military Orders», en J. Burgtorf, P. F. Crawford y H. J. Nicholson (eds.): The Debate on the Trial of the Templars (1307-1314), Farnham, Ashgate, 2010, pp. 199-211.

3. Un análisis sucinto del arresto de los templarios en Francia y de los primeros interrogatorios, en M. Barber: The Trial of the Templars, Cambridge, Cambridge University Press, 2.ª ed., 2006, pp. 59-87. El trasfondo del asalto por parte del monarca Capeto a la potestad universalista del papado inherente en el ataque al Temple en ibíd., p. 89; más adelante, este autor formula sin ambages la difícil posición del papa: «Clemente se vio arrastrado a una lucha sórdida y en esencia desigual, en la que él podía solo maniobrar con limitada capacidad de movimiento y de la que nunca pudo liberarse por completo» (p. 131).

4. A. Forey: The Fall of the Templars in the Crown of Aragon, Aldershot, Ashgate, 2001, p. 7.

5. Ibíd., p. 11.

6. H. Finke: Papsttum und Untergang des Templerordens, Munster, Aschendorffschen, 1907, vol. II, doc. 53, p. 77. La bula Pastoralis preeminentie, transcrita en J. Villanueva: Viage literario a las iglesias de España, Madrid, Impr. Real Academia de la Historia, 1851, vol. 19, doc. XLVIII, pp. 317-319. Resumen de su contenido en M. Barber: The Trial of the Templars..., pp. 89-90

7. Carta de Jaime II al papa, del 4 de diciembre: ACA, CR, Registros (Reg.) 291, ff. 24v-25r. Felipe IV escribió al rey aragonés el 16 de octubre y, de nuevo, el 25 y 26 del mismo mes, inmediatamente después de que el maestre templario confesara la veracidad de las acusaciones, probablemente bajo tortura o por miedo a ella. M. Barber: The Trial of the Templars..., p. 81; A. Forey: The Fall of the Templars..., p. 2. Estas dos últimas comunicaciones, junto con otras, son las que habrían impelido al monarca a actuar, según refiere él mismo al papa

8. La aceptación de las acusaciones por el maestre frey Jacques de Molay y otras altas dignidades del Temple es para Alan Forey el hecho desencadenante de una rápida intervención del monarca aragonés, una vez que las confesiones llegaron a conocimiento de Jaime II en la segunda mitad de noviembre. A. Forey: The Fall of the Templars..., p. 6.

9. H. Finke: Papsttum und Untergang des Templerordens..., vol. II, doc. 37, p. 56.

10. La coronación de Clemente V tuvo lugar el 14 de noviembre de 1305; en el despacho enviado desde Lyon por Juan de Borgoña a Jaime II el 9 de diciembre se expresaba ya esa impresión: «De rege Francie communis habet [Clemens V] vox et credimus esse verum, quod faciet, quidquid vult [rex Francie]». H. Finke: Papsttum und Untergang des Templerordens..., vol. II, doc. 7, p. 9.

11. A. Forey: The Templars in the Corona de Aragón, Londres, Oxford University Press, 1973, pp. 31-36; también en The Fall of the Templars..., p. xii.

12. Solo tres dominios constituían la presencia templaria en el Reino de Valencia cuando Jaime II accedió a la realeza aragonesa en 1291: posesiones en la ciudad de Valencia y su entorno, incluyendo la Bailía de Moncada, casas y alquerías en Burriana y, por último, el castillo de Chivert, al que se había incorporado Pulpis en 1277.

13. «... tensiones entre la Corona y los templarios aragoneses... fueron claramente perceptibles en el reinado de Jaime II...». A. Forey: The Fall of the Templars..., p. xii; en las conclusiones del libro, Forey menciona «la existente política real de reducir el poder de las órdenes militares y de someterlas más a la Corona» (p. 252).

14. Con cambio de 15 de septiembre de 1294: AHN, SOM, Perg., Montesa, P 516 (perg. orig.), P 514 y P 515. Compra del castillo de Cuevas por Jaime II, en ACA, CR, Reg. 261, f. 111r-v. Adquisición real de Ares, el 14 de julio de 1293, en AHN, SOM, Perg., Montesa, Reales (R) 155.

15. AHN, SOM, Perg., Montesa, P 575 y P 577; transcripción del primero de los pergaminos por Vicente Segarra en Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura (BSCC), 12, 1931, pp. 134-138; el segundo es transcrito por E. Díaz Manteca: «La venda del Castell de Culla al Temple: un procés llarg i difficultós (1303-1388)», en Imatge de Culla: estudis recollits en el 750é aniversari de la carta de població (1244-1294), Culla, Comissió de Cultura de Culla per al 750 Aniversari de la Carta de Població, 1994, vol. 2, p. 467.

16. J. M. del Estal: Itinerario de Jaime II de Aragón (1291-1327), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2009, pp. 345-361.

17. «Jaime II pudo haber estimado, por tanto, que si se demoraba mucho [en actuar], podría perder la oportunidad de sacar beneficios tangibles de esta situación... [El rey] estaba desarrollando un decidido interés por las propiedades templarias». M. Barber: The Trial of the Templars..., p. 231.

18. Carta de 27 de marzo de 1312. H. Finke: Papsttum und Untergang des Templerordens..., vol. II, doc. 140, pp. 287-288. Los redactores tenían claro quién estaba detrás de la decisión papal: «... significam a la vostra senyoria, quel dimecres ans de pascha, II dies apres quel rey de França fo entrat en Viana, lo papa desfeu lorde del Temple...», ibíd., p. 287.

19. Bula Ad providam de 2 de mayo de 1312 en G. Alberigo (ed.): Les conciles oecuméniques..., vol. II-I, pp. 343-346 (original latino y trad. francesa); trad. al inglés en M. Barber y K. Bates (eds.): The Templars: Selected sources..., doc. 77, pp. 318-322.

20. Los delegados del monarca recibieron el 6 de septiembre de 1311 instrucciones de este antes de la apertura del concilio; dichas propuestas sintetizaban la postura de Jaime II, que sustancialmente mantuvo a lo largo de las negociaciones con el papado. H. Finke: Papsttum und Untergang des Templerordens..., vol. II, doc. 125, pp. 230-238; resumen de las indicaciones en A. Forey: The Fall of the Templars..., pp. 156-158. Los aspectos más básicos estaban ya presentes en la mente de Jaime II desde el inicio del conflicto. H. Finke: Papsttum und Untergang des Templerordens..., vol. II, doc. 60, pp. 89-90 (8 de febrero de 1308); síntesis en A. Forey: The Fall of the Templars..., p. 156.

21. ACA, CR, Reg. 336, f. 172v; A. Forey: The Fall of the Templars..., p. 165.

22. A. Forey: The Fall of the Templars..., pp. 180-182 y 194.

23. ACA, CR, Reg. 337, ff. 283v-284r; A. FOREY, The Fall of the Templars..., p. 180.

24. Bula Ad fructus uberes de 10 de junio de 1317: ACA, CR, Collectanea, CB, doc. 391; transcripción en AHN, SOM, Perg., Montesa, inserta en P 692. El juramento lo efectuó el castellán frey Martín Pérez de Oros en Valencia: AHN, SOM, Perg., Montesa, P 692.

25. AHN, SOM, Perg., Montesa, inserto en P 691.

26. AHN, SOM, Perg., Montesa, P 691.

27. AHN, SOM, Perg., Montesa, P 694.

28. AHN, SOM, Perg., Montesa, P 697.

29. Esta secuencia fue descrita con precisión por los historiadores clásicos de la Orden de Montesa. H. de Samper: Montesa Ilustrada, vol. I, pp. 59-60, y J. de Villarroya: Real Maestrazgo de Montesa, vol. 1, p. 13. Sobre el primer maestre de la Orden, vid. V. García Edo: «El efímero mandato de Guillem d’Erill, primer maestre de la Orden de Montesa (22 julio / 4 octubre 1319)», en R. Izquierdo Benito y F. Ruiz Gómez (coords.): Las Órdenes Militares en la Península Ibérica. vol. I, Edad Media, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, pp. 589-606.