Read the book: «Robert Johnson Hijo De Diablo»
Patrizia Barrera
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Indice dei contenuti
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MÁS ALLÁ DE LA LEYENDA
HIJO DEL DIABLO
EL MISTERIO EN UNA FOTO
MATAR A SATANÁS
EL MISTERIO ESTÁ EN SU MUERTE
QUÉ QUEDA DE ÉL
BIBLIOGRAFÍA
Ringraziamenti
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RHA PRODUCTION
MÁS ALLÁ DE LA LEYENDA
Un Chico solo
A veces me gusta “desenmascarar” un poco los mitos, reducirlos a una dimensión más humana. Es este el caso de Robert Johnson, desde siempre definido “demoníaco”, “oscuro”, ligado en cierto sentido al Maligno y a aquella imagen Dark de pionero del rock. Sobre él se ha dicho de todo y de más, pese a que, como en el caso de muchísimos artistas de la época, los datos biográficos a nuestra disposición sean realmente escasos. Pero quizá sea precisamente la Leyenda que incide sobre la inmortalidad de su figura y que, a mi parecer, acentúa también el espesor artístico de la misma. No puedo esconder que su personaje no me resulta simpático y probablemente muchos de vosotros me odiarán por esto: sin embargo, no es mi costumbre tener pelos en la lengua, es más, adoro llevar a la luz verdades incómodas. En el caso de Robert Johnson, me he esforzado mucho para remontarme a la realidad VERDADERA de los hechos, ¡y os aseguro que he encontrado bocaditos jugosos para vosotros lectores! Pero vayamos en orden. Una infancia seguramente difícil, pero en ningún caso oscura, como muchos afirman.
La madre se llamaba Julia Major y fue seguramente una mujer... ¡muy exuberante! En el 1889 se casó con un tal Charles Dodds, que poseía terrenos y también un pequeño negocio de muebles de mimbre. El hombre parece quizá de origen judío y no era muy bien visto en la pequeña Hazlehurst, en el Misisipi, donde vivía la familia. Hábil comerciante, atraía la envidia de otros pequeños propietarios de la zona, probablemente también molestos por el hecho de que no fuese un “puro americano”.
Aquí está la primera casa de Robert Johnson en Hazlehurst.
Ya era una ruina cuando, en los años 90, la pequeña ciudad decidió restaurarla y convertirla en un museo.
La casita fue construida por Charles Dodds e inicialmente tenía un pórtico, que se ve también en alguna fotografía vieja de Johnson. Comodidad de la época: ¡la casa gozaba también de agua corriente!
Se sabe que en la época las cosas se precipitaron demasiado deprisa: habiendo llegado a las manos con los hermanos Marchetti (¡y parece que se hubiese escapado también el muerto!), Charles fue obligado a huir en la misma noche en el 1909, haciendo borrar sus huellas. Habiéndose quedado sola con 10 hijos sobre las espaldas, la pobre Julia no sabe qué hacer: aislada, señalada, objeto de varios abusos, no consigue hacer prosperar la pequeña fábrica, que va a la ruina. Mientras tanto, el marido se ha mudado a Memphis y se ha cambiado el nombre a Spencer. Reuniendo algún dinero de ambas partes, Julia consigue enviar, de dos en dos, a los hijos más pequeños al padre, hasta que se queda sola en Hazlehurst con las hijas mayores. Y aquí la tragedia explota: obligada a cerrar también el pequeño negocio de muebles porque no consigue pagar los impuestos y encontrando cobijo en una casucha abandonada en la periferia, la pobre mujer es obligada a hacer aquello que hoy llamaríamos “trabajos estacionales” para sobrevivir, recogiendo algodón doce horas al día por las plantaciones cercanas.
Aquí la misma casa de antes, después de la restauración, más o menos como se ve hoy.
Aquí tiene una breve relación con un campesino del lugar, un tal Noah Johnson, y se queda embarazada del pequeño Robert, que en los primeros años de vida es educado en realidad por las hermanitas. Durante una época, la cosa es escondida a las orejas del marido Charles... ¡pero no por mucho tiempo! Incapaz de comprender la soledad de la mujer, este último desencadena rayos y truenos, rechazando reconocer al niño durante los años siguientes, a pesar sin embargo de que haga desesperados intentos de reunir a la familia. Lo conseguirá 10 años después, pero el pequeño Robert (Leroy) seguirá siendo para siempre “el bastardo” mal tolerado y poco amado. Para consolarse de la traición de la mujer, parece que, aun así, este ya hubiese establecido con anterioridad una relación estable y tenido dos hijos con otra mujer, por lo que, cuando finalmente la familia se reunió, se trataba en la práctica de una gran familia “alargada” que comprendía los diez hijos de Charles y Julia, los dos nacidos de Charles con su amante y el pequeño Robert. ¡No era para estar muy contentos en una situación del género!
Aquí el certificado original del censo de 1920... En este periodo, el pequeño Robert vivía ya con la madre y el padrino Dusty Willis en Arkansas. Es interesante cómo el apellido del niño está indicado con Spencer
Inútil decir que el matrimonio entre Charles y Julia se desmorona; en 1919 encontramos a esta última casada de nuevo con un cierto Dusty Willis, y la nueva pareja se va a vivir a Robinsonville, sobre el delta del Misisipi. Robert está con ellos pero la relación con el padrino es muy difícil. El chiquillo se ha enterado hace poco de quién es su verdadero padre y, rencoroso en las comparaciones entre ambos padrinos, grita el apellido Johnson a los cuatro vientos.
Es combativo, irascible, sufre de continuos dolores de cabeza. Aun habiendo aprendido a leer y a escribir con anterioridad (¡y algunos dicen que tenía una escritura bonita!) no quiere ir más a la escuela y no acaba ni siquiera la escuela primaria. Su único consuelo es ir a la orilla del río y tocar la harmónica y el “arpa del judío”.
En casa es totalmente inútil y de trabajar en los campos ni se habla. En 1920, la pequeña familia se traslada en Arkansas a Lucas Township, Crittenden County, como parece demostrar un censo de 1920, pero las cosas no van mucho mejor. Es bien sabido que Robert tenía un ojo “bailarín”, esto es, un ojo más pequeño que el otro, y que tenía notables dificultades de atención. Se susurra que pudiese haber sufrido epilepsia... pero no me apetece confirmar este dato, también porque muchas crisis de agresividad típicas de la edad adolescente pueden ser confundidas con esta enfermedad. Y parece que el buen Robert de crisis... tenga una cuantas, ¡visto que al final la familia se resigna a su vida de vagabundo!
Así se veía Crittenden County en 1920
Con 14 años comienza a visitar las barcazas musicales sobre la orilla del Misisipi, a fumar, beber y salir con mujeres. Contagiado con la música de Son House y Willie Brown, se refugia en el Blues, pero la música “maldita” es odiada por la familia, que aísla esta pasión suya de todas las maneras. Quizá nace en este período la manía del joven Johnson de tocar en los cementerios y en los bosques oscuros: lejísimos del pensamiento del “demonio”, el pobre Robert busca simplemente un lugar escondido para practicar en paz su pasión y llorar en silencio. Todavía sin haber sido “tocado” por el Maligno, a los 15 años es un adolescente inquieto y, en realidad, un inadaptado.
Ahora, antes de continuar, me gustaría concentrar vuestra atención en esta famosa “arpa del judío”, de la cual tantos hablan, y si miráis en derredor encontraréis muchos artículos sobre Robert Johnson que afirman que la tocase... sin ir MÁS ALLÁ en la descripción. No obstante, ¡este pequeño instrumento dice mucho sobre la psicología y, sobre todo, sobre las capacidades artístico-musicales del joven Johnson!
Así se veía Crittenden County en 1920
La “Jew's Harp” es en la práctica... un ARPA DE BOCA, un instrumento de origen gitano que era tocada por los nómadas del Rayastán ya desde el 1500 y que, como muchos otros, había llegado a las orillas del Misisipi junto con los inmigrantes italianos y judíos, que lo habían adoptado. Hoy como ayer, llamar a alguien gitano era llamarlo en modo despreciativo, esto es, “cíngaro”. El pequeño instrumento era entonces casi el símbolo de un estilo de vida fuera de los esquemas, por no decir descarriado. Era además muy fácil de obtener, fabricar y también tocar; no se necesitaba ninguna habilidad particular, tan solo la constancia. Probablemente Johnson la utilizaba también para alcanzar estados de trance y bienestar (hoy lo llamaríamos de “subidón”), porque las vibraciones del instrumento conjuntamente a la utilización de alcohol inducía a una forma de alejamiento de la realidad y de disociación, técnica probablemente aprendida en los locales de mala reputación del Delta.
El arpa del judío, de matriz claramente afro, es hasta ahora extendida en Nueva Guinea, entre los Papuas.
Obviamente con las debidas modificaciones.
Además de tocar el arpa y la harmónica, nuestro Robert parece que hubiese iniciado también a trabajar un poco para sustentarse, sobre todo cuando las relaciones con la madre y el padrino se derrumbaron por completo. Estamos en 1928 y Johnson trabaja como peón en la plantación Abbay-Leatherman cerca de Robinsonville.
Aquí, muy probablemente, encontró al primer y único gran amor de su vida, Virginia Travis, que después esposó a la edad de 18 años en Penton, Misisipi, el 17 de febrero de 1929. Ninguno de los dos tiene dinero y van a vivir a casa de la hermana de esta, Bessie, y del cuñado Granville Hines. Parece que la modesta casita estuviese situada en los alrededores de una comunidad que ya no existe más, la New Africa, pero por tener una idea de cómo estaba orientada social y culturalmente podéis hacer un pequeño viaje a New Road Africa en dirección a Clarcksdale. Se trata todavía hoy de una comunidad bastante rígida, un poco cerrada y seguramente movida por un gran fervor religioso. Todo parece bastante limpio y ordenado y la vida transcurre tranquila según un orden social bastante férreo. ¡Vivir ahí en 1929 no debía ser una diversión para un tipo como Robert Johnson!
Una rarísima imagen que retrata a Robert Johnson sobre la barandilla de su casa en New Africa, donde vivía con la mujer Virginia, la hermana de esta y el cuñado. Es 1928.
Aunque trabajase y amase a la mujer, una tímida y dulce quinceañera ocupada con las tareas de la casa, es bien sabido que Johnson no toleraba la vida rural y que se escapaba de casa muy a menudo. Se retiraba a los locales de mala muerte y a las barcazas sobre el río, persiguiendo un sueño. Ya corrupto por la música Blues y por la obsesión fanática por Charlie Patton y Son House estaba muy poco junto a la mujer, ya embarazada del primer hijo. Pero la tragedia está detrás de la esquina. En la noche entre el 9 y el 10 de abril de 1930, Virginia muere de parto con el pequeño Claude Lee en el vientre: Robert no está con ella, sino tocando para clientes borrachos en las barcazas del Misisipi.
Cuando vuelva a casa dos días después encontrará a la mujer muerta... y sepultada, y el ostracismo de toda la comunidad que lo acusa de “disoluto, libertino y esclavo del demonio”. Asaltado por la cuñada Bessie, que lo acusa públicamente de “haber vendido el alma al diablo y de haber así asesinado a su mujer”, el muchacho es literalmente echado fuera de casa, humillado, herido y con el ánimo completamente destrozado. Desapareció el mismo día e comenzó a vagar por los trenes de mercancías de ciudad en ciudad, adoptando cada vez nombres diversos: Robert Spencer, Robert James, Robert Barstow y Robert Sacks. Lo reencontramos por un breve periodo en Hazlehurst, probablemente a la búsqueda de consuelo. Quizá lo encontrará en uno de los hermanastros del padrino Charles, que le enseñará los rudimentos de la guitarra, e incluso le regala una, una Gibson Kamalazoo che él tendrá consigo hasta la muerte. Aquí conquista a una mujer mucho mayor que él, Calletta Craft, con la que se casará en gran secreto en mayo de 1931 y que no solo le dará un hijo, sino que le permitirá (incluso favorecerá) las visitas a aquel que fue llamado “el Diablo en persona”.
HIJO DEL DIABLO
El Maestro oscuro
¿Pero quién era esa “oscura figura” de siempre parangonada al diablo? ¿Fue a causa de esta que Robert Johnson hizo el famoso PACTO vendiendo la propia alma para obtener éxito y habilidad al tocar la guitarra? ¿Fue de verdad este hombre el famoso mentor que lo acompañó al “cruce” donde el Maligno fue evocado? Veamos cómo fueron los hechos.
La leyenda de Ike Zimmerman nace de un famoso testimonio de Son House, que conoció a Robert en 1930 en uno de los locales del Misisipi.
En la época, la euforia del blues era palpable y acontecía que a los músicos se unieran los clientes y las promesas tocando todos juntos, justo como en una Jam session de hoy. Pues bien, Son House refiere que Robert Johnson tocaba la guitarra “como una hazada y que muchos clientes ¡le pidieron que se callase a aquel muchacho que provocaba dolor de cabeza a la gente!” A distancia de un solo año de este episodio, los dos se encontraron de nuevo, y esta vez Johnson deja a todos con la boca abierta “¡por las capacidades increíbles y la velocidad al pellizcar las cuerdas que había desarrollado en un solo año!”. Y fue todavía Son House, junto con su alter ego Willie Brown, quien sugirió “que ¡solo vendiendo el alma al diablo se puede llegar a ser tan bueno en tan poco tiempo!”. Y dado que en aquel breve año todos recordaban haber visto al joven Robert en compañía de Ike Zimmerman “tocar el blues” y para colmo “sobre las lápidas del cementerio fuera del pueblo”, la unión entre Talento-Zimmerman-Demonio fue casi automática.
Aquí Son House en la época de los hechos.
Los rumores se expanden y la leyenda del pacto con el diablo cogió inmediatamente forma: finalmente fue el mismo Robert Johnson quien la estableció definitivamente, dándole voz en su CROSSROAD BLUES. Después, como sucede en estos casos, la leyenda salió a caminar más rápidamente que él y quizá lo fagocitó, transformándolo en un artista “bello y dañado” destinado (como después resultó) a una intensa y breve vida de éxitos y a una muerte dramática e improvista. Y Zimmerman en todo aquello... ¿qué papel tuvo?
He encontrado muchas noticias sobre él... sobre una radio de Alabama, que hizo una entrevista a la hija de él algún año atrás, con la ocasión de la reivindicación de algunas piezas del padre, después publicadas por Robert Johnson. ¡La imagen que sale es muy distinta a aquella que veis por ahí!
Isaías “Ike” Zimmerman (pero el apellido originario parece ser Zinnerman) nació en Grady, Alabama, en 1907. Si bien desarrolla prontamente el amor por la música, se ve obligado a trabajar desde niño como agricultor en la pequeña empresa familiar. En su tiempo libre le gustaba sin embargo irse a tocar por los locales y parece que en Montgomery era bastante conocido. En esta soleada ciudad tomará como mujer a una cierta Ruth, que era cocinera en uno de los mejores albergues del lugar. Con ella se muda a un lugar llamado “The Quarters”, en Beauregard Road.
Es interesante notar cómo el pequeño aglomerado de 6 casas residía justamente al lado de un cementerio y que la casa de Ike “se encontraba al extremo de un cruce”, como narra la hija. Aquí la pequeña familia se extiende, él cambia de trabajo, pero no pierde nunca la pasión por el blues que, como por lo general, no está bien visto por la gente del lugar. Sin embargo, es muy habilidoso no solo con la guitarra, sino también con otros instrumentos, además de buen maestro, y parece que en un cierto punto haya comenzado a interesarse por la enseñanza de la guitarra... ¡a las mujeres! El enésimo punto de contraste con la pequeña comunidad, si pensamos que en los primeros años 20, la sociedad, tanto negra como blanca, no veía con buen ojo que las mujeres "fuesen cultas". ¡Imaginémonos entonces tocar el blues!
Zimmerman acaba así por dar clases en los cementerios, y no solo en el de Beauregard, sino más bien en todos los de la zona, ya que siempre estaba viajando.
El porqué de esta lúgubre elección es muy simple: se trataba de lugares sacros, tranquilos y un poco apartados, sitios en los que ni siquiera la desencadenada cabeza caliente del distrito hubiese salido con diatribas... o peor. Con el tiempo, la figura de Ike es "absorbida y tolerada" y comienza a formar parte del paisaje. Sus breves paseos sin rumbo lo llevan a Martinsville, donde habitaba el hermano Herman y donde él se paraba a menudo en un local de la época llamado ONE STOP porque toda la zona tenía una única parada de autobús. Precisamente aquí tiene lugar el fatídico encuentro entre Zimmerman y Johnson.
Escuchando los testimonios, Robert no tenía ni un duro y había parado en el bar para reponer fuerzas y tocar un poco. Los dos se gustaron al instante e Ike invitó al muchacho arruinado, que demostraba un gran amor por la guitarra y una fuerte voluntad de aprender a tocarla, a su casa. Johnson se quedará un año entero.
Toda la familia Zimmerman se encariñó con el muchacho y los niños jugaban con él.
Por la tarde se reunían todos en torno al fuego para tocar baladas tradicionales o también canciones típicas de la familia Zimmerman. Escuchando los testimonios de los hijos, parece que la famosa Ramblin' on my mind y Come on into my kitchen, publicadas por Johnson, eran en realidad canciones compuestas por Ike, de las cuales después Johnson se apoderó.
En cualquier caso, los dos se organizaban mucho: los sábados y los domingos salían a pie por una calle de tierra a través de los bosques, atravesaban un cruce (!) y después se encaminaban a la derecha para entrar en un cementerio donde se ejercitaban en el tocar, tanto de día como de noche. ¡De hecho, mucho más de noche, visto que el buen Ike por el día trabajaba como obrero para mantener a la familia! A veces Robert volvía a casa de su mujer Callie, pero por brevísimas pausas.
Además de la guitarra, parece que Zimmerman lo haya ayudado a afinar el arte de la harmónica y que haya sido coautor de muchas canciones entre aquellas que después fueron escritas por la Okeh, algún año después.
Al poco empezaron a exhibirse en “duelos musicales” en toda la zona entre Juke y Martinsville: se desafiaban a golpes de guitarra en medio de las calles y finalmente partieron hacia Texas, donde sus caminos se separaron. Robert regresó al norte a impresionar a sus colegas músicos con las habilidades adquiridas, e Ike dejó después Beauregard para mudarse con la familia primero a Los Ángeles y al final a Compton, en California, donde adoptó una actividad pastoril. No dejó nunca de tocar el blues y murió plácidamente en su cama en 1974.
Ike Zimmerman cuando hacía de mentor del joven Johnson...
¿Nada más? Y entonces, ¿el pacto con el diablo?
Digamos que, si realmente no queremos sacar el tema del pobre DOCTOR FAUSTO, la idea de vender la propia alma al Maligno... ¡es historia antigua! Toda la tradición afroamericana y europea está llena de referencias a esta práctica; basta recordar el famoso cuento de Irving Washington “El diablo y Tomás Walker” del 1824, o “El diablo y Daniel Webster” de Stephen Vincent Bennet de 1936.
¿Y qué decir de uno de los ilustres predecesores de Robert Johnson, el músico negro TOMMY JOHNSON, que, triste y alcoholizado y en la estela del igualmente famoso CHARLIE PATTON estaba de gira por el Misisipi gritando su BIG ROAD BLUES? Y si de verdad queremos decirlo todo, ¿no fue todavía Son House quien mostró la “familiaridad” entre la historia de Robert Johnson y aquella del hombre del blues de St. Louis PEETIE WHEATSTRAW, que se autoproclamaba “hijo legítimo de Satanás”? Por último, si queremos recurrir a las historias de Casa Nostra, ¿que me decís de Nicolás Paganini y de muchos de sus piezas que se decía que “le estuviesen sido dictadas por el demonio”?
Ike Zimmerman pocos meses antes de su muerte, acaecida en 1974.
En suma, hacer de un talento adquirido, nacido de un duro esfuerzo y de una predisposición innata, una leyenda, y bordarlo por vanagloria de Robert Johnson y después para puros fines comerciales por parte de las discográficas que lo produjeron, no fue difícil. ¡Una lástima que luego el músico CONDENADO se haya destrozado solito alimentando sus propios cuentos!
Tommy Johnson, hijo del diablo D.O.C....
De todas maneras, su comportamiento no era ciertamente edificante: entretenido en satisfechas reuniones sexuales con la señorita Virginia Mae Smith ya dos meses tras la muerte de su pobre mujer, embarazada esta de un hijo que no quiso reconocer nunca y huido con gran secreto para casarse con la adinerada y pluridivorciada Callie Craft, diez años mayor, solamente por motivos... económicos, iba dejando a su paso rencores, disputas y corazones rotos.
A diferencia de muchos hombres del blues que se metían en la cama de cualquiera con el único objetivo de obtener algún centavo, una botella y un poco de calor, Robert Johnson aprovechaba sus dotes amatorias con el cálculo preciso de un hombre de negocios, vendiéndose a quien ofrecía más.
No consideraba vergonzoso hacerse mantener por mujeres ancianas y adineradas, que seducía, explotaba y las más de las veces golpeaba para al final abandonarlas cuando encontraba algo mejor. Su segundo matrimonio se acabó cuando Callie enfermó (algunos dices por un aborto o un hijo nacido muerto) y era necesario estar a su lado.
De la noche a la mañana, Robert la dejó para ser acompañado en sus fechorías por una estrellita de paso...
Entre 1932 y 1933 lo encontramos a menudo de viaje: hacía autoestop o subía a trenes como polizón, y a veces cogía también el autobús. Por un breve periodo se estableció en Helena, en Arkansas, comenzando a hacer prosélitos entre los músicos del lugar como Howlin' Wolf, Honeboy Edwards, Memphis Slim, Robert Nigthawk, Sonny Boy Williamson... solo por nombrar a algunos. Estrechó también una relación (¿otra?) con la bella Estella Coleman, ayudando después al hijo de esta, el futuro hombre de blues Robert Lockwood Junior, a enfilar la calle del éxito.
Un maduro Robert Lockwood en 1940...
Pero su compañero preferido de peregrinaciones fue Johnny Shine, con quien llegó hasta Nueva York y Canadá.
Seguimos el rastro de esta preferencia en una foto que se remonta quizá a 1933 y que ha dado la vuelta al mundo como “la tercera desconocida foto del gran Robert Johnson”...