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Las aventuras del dragonesa Centella

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Capítulo 13: Sueño con ver un faro junto al mar

Centella siempre había sentido una gran fascinación por los faros. Le parecían mágicos y enigmáticos, como si fueran guardianes de los secretos del mar. Desde que era pequeña, soñaba con visitar un faro y hablar con su guardián, para descubrir qué historias ocultas y tesoros escondidos podían revelar.

Un día, mientras paseaba por la costa, Centella vio a lo lejos un destello de luz que emergía entre las rocas. Su corazón dio un salto de emoción. ¡Era un faro! Centella no podía creer su suerte. Se apresuró a acercarse, siguiendo el camino que conducía hasta él.

A medida que se acercaba al faro, Centella se maravillaba con la belleza de su entorno. El mar se extendía hasta donde alcanzaba la vista, con olas que rompían suavemente en la orilla. El cielo estaba despejado y el sol brillaba con fuerza, iluminando el paisaje con colores vibrantes.

Al llegar al pie del faro, Centella admiró su imponente figura. Era alto y robusto, con rayas blancas y negras que se elevaban hacia el cielo. La luz del faro giraba constantemente, iluminando el horizonte y guiando a los barcos en la oscuridad.

Centella se acercó a la puerta del faro y tocó el timbre. Después de unos momentos, la puerta se abrió y apareció el guardián del faro. Era un hombre amable y sonriente, con ojos que parecían reflejar el brillo del mar.

“¡Bienvenida, Centella!”, dijo el guardián. “Me alegra verte aquí. ¿Qué te trae a este humilde faro?”

Centella sonrió y respondió: “Siempre he soñado con visitar un faro y hablar con su guardián. Quiero conocer las historias que esconde y aprender de su sabiduría”.

El guardián asintió y la invitó a entrar. El interior del faro estaba lleno de libros y mapas, con una escalera que se extendía hacia arriba hasta alcanzar la cima. Centella subió con emoción, siguiendo al guardián.

Una vez en la cima, Centella quedó maravillada por la vista que se abría ante sus ojos. Podía ver el mar extendiéndose hasta el horizonte, con barcos navegando en la distancia. El viento soplaba suavemente, llevando consigo el aroma salado del océano.

El guardián del faro le contó a Centella historias de naufragios y rescates, de marineros valientes y sirenas encantadoras. Le habló de las estrellas que guiaban a los navegantes en la oscuridad y de la importancia de la luz en momentos de peligro.

Centella escuchaba atentamente, absorbiendo cada palabra como si fuera un tesoro. Se dio cuenta de que los faros no solo eran guías para los barcos, sino también símbolos de esperanza y seguridad en medio de la tormenta.

Después de pasar un tiempo en el faro, Centella se despidió del guardián y descendió la escalera. Mientras caminaba de regreso a casa, llevaba consigo la magia y la sabiduría que había encontrado en el faro.

Centella se sentía agradecida por haber cumplido su sueño y por haber conocido al guardián del faro. Sabía que el mar y los faros siempre tendrían un lugar especial en su corazón, recordándole la importancia de la luz, la esperanza y la amabilidad en su viaje por la vida.

Y así, Centella continuó su camino, con una nueva perspectiva y una determinación renovada para compartir su luz con el mundo, al igual que los faros iluminaban el camino de los marineros perdidos.

Capítulo 14: La cosecha de los viñedos

A medida que el verano llegaba a su fin y el otoño se acercaba, Centella comenzó a sentir un anhelo por presenciar un evento especial: la cosecha de los viñedos. Había oído hablar de la magia que rodeaba esta época del año, cuando las uvas maduras eran recolectadas para convertirse en vino. Sabía que debía viajar a los famosos viñedos de la región para vivir esta experiencia única.


Con su mochila llena de provisiones y su mapa en la mano, Centella se dirigió hacia los viñedos. Mientras volaba por encima de los campos, pudo ver cómo las hojas de las vides cambiaban de color, pintando el paisaje con tonos dorados, rojos y naranjas. El aire estaba impregnado de un aroma dulce y embriagador que solo podía provenir de las uvas maduras.


A medida que se acercaba a los viñedos, Centella notó la actividad frenética que reinaba en el lugar. Los trabajadores se movían entre las vides, cuidando con esmero cada racimo de uvas. Algunos cantaban canciones tradicionales mientras trabajaban, llenando el aire con melodías alegres.


Centella se unió a los trabajadores y comenzó a ayudar en la recolección de las uvas. Con cuidado y delicadeza, cortó los racimos maduros y los colocó en una canasta. Cada vez que terminaba una canasta llena, la llevaba al lugar donde se procesaban las uvas para convertirlas en vino.


Mientras trabajaba, Centella se maravillaba de la belleza de los viñedos. Las vides se extendían hasta donde alcanzaba la vista, creando un mar de hojas y frutos. El sol brillaba sobre ellas, haciendo que las uvas relucieran como pequeñas joyas. Centella se sentía agradecida por formar parte de este proceso tan especial y por poder presenciar la transformación de la naturaleza en algo tan valioso.


Después de un día de trabajo duro y satisfactorio, Centella se tomó un momento para descansar y admirar el paisaje. El sol se estaba poniendo lentamente, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados. Las luces de las velas comenzaron a iluminar los viñedos, creando una atmósfera mágica y acogedora.


Centella se sintió agradecida por haber tenido la oportunidad de presenciar la cosecha de los viñedos. Era un recordatorio de la belleza y generosidad de la naturaleza, así como del trabajo arduo y dedicación de las personas que cuidaban de ella. Centella sabía que este viaje no solo le estaba permitiendo descubrir el mundo, sino también aprender lecciones valiosas sobre el amor y el respeto por la tierra.


Con el corazón lleno de gratitud y alegría, Centella se despidió de los viñedos y continuó su viaje. Sabía que aún había mucho por descubrir y estaba emocionada por las aventuras que le esperaban en el camino. Con cada paso que daba, Centella se acercaba más a su siguiente destino, lista para seguir explorando y aprendiendo sobre la magia de la naturaleza.