Liturgia cartujana

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FR. JOSEP ORIOL DE BARCELONA



FR. VALENTÍ SERRA DE MANRESA



LITURGIA CARTUJANA



CUADERNOS PHASE



256



Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona



Origen de los estudios publicados en este Cuaderno:



— Fra Josep Oriol de Barcelona, OMCap., Liturgia cartujana. Apuntes para el estudio del rito que se observa en los monasterios de la Orden de san Bruno. Editorial Políglota, Barcelona, 1932.



— Fra Valentí Serra de Manresa, OMCap., Particularitats de la litúrgia i devocions cartoixanes, en: Analecta Cartoixana 229. Actes del XXIII Congrés Internacional sobre la Cartoixa, 2005, pp. 57-62, Diputació de Barcelona, Barcelona, 2006.



* * *



Agradecemos a la «Província Caputxina de Catalunya» su amable disponibilidad al facilitarnos la publicación de ambos estudios.



Director de Cuadernos Phase: Josep Urdeix



© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA



 Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona



 Tel. (+34) 933 022 235 – wa 619 741 047



 cpl@cpl.es –

www.cpl.es



Edición digital: mayo de 2020



ISBN: 978-84-9165-363-9



ISSN: 1988-1738



Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (

www.conlicencia.com

; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).




Pórtico



La vida litúrgica en los monasterios de la Cartuja, antes y después del Vaticano II. Este hubiera podido ser un título posible para dar razón de los estudios que se publican en estas páginas. Pero era largo en demasía. Nos ha parecido mejor un título breve, aunque suficiente como reclamo e invitación a leer lo que nos propone en síntesis el enunciado Liturgia cartujana.



En nuestros días, al aumentar el interés por los estudios litúrgicos, ha aumentado también el interés por el conocimiento de los ritos o familias litúrgicas distintos de la liturgia romana. Esto nos enriquece y nos ayuda a comprender mejor, no por curiosidad sino por la sensibilidad eclesial, lo que es y significa la pluralidad de «liturgias» existente.



Una vez aceptado este principio, no deja de ser verdad que nuestro interés en este ámbito a menudo se limita a centrar la atención en las más destacadas liturgias orientales. No podemos olvidar, sin embargo, aquellas de las que casi nunca se habla. Por eso hemos optado por ofrecer aquí una «información» básica de la liturgia cartujana.



En esta línea son dos los estudios que aquí publicamos. El primero es una exposición de la mencionada liturgia, de carácter no tanto sistemático como narrativo, publicada en 1932 por un religioso capuchino, Fra Josep Oriol de Barcelona, que pudo tener acceso muy directo a la práctica de la liturgia en la Cartuja de Nuestra Señora de Montalegre, muy cercana a Barcelona.



Pero no podíamos quedarnos con este estudio, porque aunque la austeridad cartujana también alcanza a la liturgia y son muy pocos los cambios que se habían aceptado, en el ámbito de la liturgia, desde la época misma de san Bruno, no podíamos dejar de referirnos a la influencia que pudo tener en la Cartuja la renovación litúrgica del Vaticano II.



Este es el objetivo del segundo estudio que completa la información que pretendíamos ofrecer. Es la ponencia que presentó en el XXIII Congreso Internacional sobre la Cartuja Fra Valentí Serra de Manresa, que muy amablemente nos ha permitido reproducir aquí.



Con la visión que ambos nos dan de la liturgia cartujana y de cómo la viven los monjes que la tienen como propia, podemos considerar que hemos alcanzado el objetivo que nos proponíamos ofrecer, hasta donde nos ha sido posible: un conocimiento cercano de la liturgia cartujana.



Josep Urdeix



Fra Josep Oriol de Barcelona, OMCap



Liturgia cartujana



Apuntes para el estudio del rito que se observa en los monasterios de la Orden de san Bruno




Prólogo



Añejas aficiones al estudio de la sagrada liturgia han conducido nuestros pasos a asistir, siempre que ha habido ocasión, a los diversos actos del culto público que la Iglesia tributa a Dios. Y esas mismas aficiones nos han impulsado a tomar nota de lo más interesante de los ritos que hemos presenciado.



Mucho antes de que tuviéramos ocasión de visitar ninguna Cartuja, al oír relatar la vida que llevan aquellos monjes, lo que más poderosamente llamaba nuestra atención era, sin duda alguna, su liturgia. Por eso, al proyectar, con algunos condiscípulos, nuestra primera visita a uno de esos cenobios, pusimos por condición llegar a él a hora conveniente para asistir a la Misa conventual y a todos los actos de comunidad que fuera posible. Así fue, en efecto, que pasamos un día cartujano, como lo llamaríamos hoy.



No podemos ocultar que aquella liturgia tan severa nos descorazonó. Aquel exceso de sobriedad en las ceremonias, en el canto y en los mismos textos, contrastaba demasiado en nuestro ánimo con las sublimes exuberancias, no solo del culto de nuestras catedrales, sino también de cualquier misa solemne del rito romano. Romanísimos como el que más, echábamos a menos aquel culto que ya desde la infancia habíamos seguido con interés y que, de día en día, se había ido arraigando cada vez con más amor en nuestra alma. Con todo, el rito cartujano lo hallamos muy elocuente en aquella soledad; y aquella su sobriedad encajaba admirablemente con aquel ambiente de austeridad y silencio que circunda la Cartuja.



Por eso, decidimos estudiar a fondo una liturgia que no dejaba de tener sus atractivos y, sobre todo, su importancia bajo el punto de vista histórico. Pero tropezamos en seguida con un sinnúmero de dificultades, puesto que la liturgia cartujana es poco menos que un arcano. No se ha publicado todavía un estudio acabado de ella; es más, algunos documentos que sirven de fuente para dicho estudio han quedado inéditos. Los más capacitados para hacer un estudio completo de la materia son, naturalmente, los mismos monjes cartujos, pero como llevan una vida tan abstraída, o no se cuidan de escribir un tratado sobre su liturgia, o no le dan publicidad. Los extraños a la orden, difícilmente podrán acometer con éxito feliz esta empresa, pues dada la organización de la misma Orden, no les es permitido permanecer largo tiempo (cual requiere un estudio de esta naturaleza) en la Cartuja, a fin de no turbar la quietud y el recogimiento, que son uno de los medios principales que se proponen aquellos monjes para poder contemplar.



A pesar de todas esas dificultades, hemos logrado reunir un buen número de notas, que son las que hoy nos atrevemos a publicar, con el doble fin de dar a conocer un rito tan interesante como desconocido, y de que estas páginas sirvan de estímulo a otras personas más competentes, y se decidan a profundizar más en esta materia.



Sea todo para la honra de Dios y de su bienaventurada Madre, la Virgen María, y para mayor acrecentamiento de la piedad en los fieles.




Introducción



Entre todas las Órdenes religiosas, ninguna como la de los Cartujos puede gloriarse de haber conservado, a través de los siglos, las mismas costumbres observadas en la cuna de la Orden. Es tan conocido como verdadero el adagio: Cartusia nunquam reformata quia nunquam deformata. Fieles los Cartujos al lema de su Orden: Stat Crux dum volvitur orbis, han permanecido inmutables en medio de las continuas evoluciones de los tiempos. Esta inmutabilidad y fijeza alcanza a todos los órdenes de la vida cartujana, sin exceptuar la sagrada liturgia. Gracias a esta inmutabilidad, se han conservado vivientes en la Iglesia unos ritos antiquísimos que, de otra suerte, hubieran acabado por desaparecer.



Esta firme estabilidad en materia litúrgica, la debe la Orden de San Bruno a su propia constitución y, sobre todo, a la gran autoridad que sobre la materia obtiene el Capítulo general. La Cartuja, como toda otra institución humana, ha tenido su evolución y progresivo desarrollo, pero toda tendencia que pudiera desfigurar su característica manera de ser, fue oportunamente sofocada por los capítulos generales. San Antelmo1 fue quien instituyó en la Orden el Capítulo general, en el año 1142, y, con el fin de velar por la uniformidad en materia litúrgica, estableció: Primum capitulorum (capitulum) hanc habet continentiam, ut divinum ecclesiae officium prorsus per omnes domos uno ritu celebretur, et omnes consuetudines Cartusienses (Cartusiensis) domus quae ad ipsam religionem pertinent unimode habeantur.2



El año 1259 fue de capital importancia para la liturgia cartujana, pues en él aparecieron los llamados Statuta antiqua, y quedaron fijados, hasta en sus menores detalles, los textos y los ritos, de tal manera, que, en más de tres siglos, excepción hecha del aumento en el calendario, no se observa modificación alguna de importancia. A fin de salvaguardar la unidad litúrgica apetecida por san Antelmo, en el primer Capítulo general, ordenan los predichos Estatutos lo siguiente: Libros quoque Veteris ac Novi Testamenti eosve cum quibus divina celebrantur officia sine ejusdem capituli consilio nullus emendare praesumat, nisi cum exemplariis in ordine nostro emendatis, nisi judicio prioris et monachorum discretorum error aliquis manifestus appareret. Gracias a esta disposición, se observa absoluta concordancia en los libros litúrgicos cartujanos.



No hay quien ignore que la Orden de San Bruno pertenece al grupo de las Órdenes contemplativas; es más, el cartujo lleva vida solitaria, aislado, no solo del mundo exterior, del cual está total y perpetuamente separado, sí que también de sus hermanos de hábito, con los cuales rara vez se comunica. Lleva, no obstante, vida de comunidad, pues todos los días acude al coro a determinadas horas para cantar el Divino Oficio y la Santa Misa. Este aislamiento y soledad que circunda la Cartuja hace que sea tan desconocida la vida y, sobre todo, la liturgia que practican sus monjes. Intentaremos en estas páginas dar a conocer, a grandes rasgos, la forma con que se rinde culto a Dios en la Cartuja.

 



1

 San Antelmo llevó a cabo su labor en el siglo xii. Entró en la Cartuja de Saboya; fue Procurador de la Orden y luego General. Trabajó por restaurar las austeridades de la vida solitaria y, una vez logrado su objeto, renunció al generalato. Más tarde fue nombrado obispo de Belley, en cuya ciudad murió el día 26 de junio de 1178.



2

 Acta primi Capituli Ordinis Cartusiensis. P. L. t. CLIII, col. 1126.




Capítulo I



Fuentes principales para el estudio de la liturgia cartujana



Conviene advertir, ante todo, que, siendo los Cartujos verdaderos monjes, procuraron conformarse con el rito monástico, sobre todo, por lo que hace al Oficio divino. Según eso, la Regla de San Benito es la primera fuente para el estudio de la liturgia que nos ocupa. Por lo demás, según dice Dom Inocencio Le Masson,3 la Orden cartujana tomó mucho del rito de Lyón, y para la Misa, se conformó casi en todo con el rito que observaba la Iglesia de Grenoble en el siglo xi.



Dentro de la Orden, las principales fuentes para el estudio de su liturgia son las siguientes:



I. Las Consuetudines Guigonis: Son el documento más antiguo, así litúrgico como disciplinar, que se halla en la Orden cartujana. Fueron compuestas por los años 1127 por Guido de Castro-Novo, quinto Prior de la Cartuja.4 San Bruno no dio a sus monjes ninguna legislación escrita; el reducido número de religiosos de que constaba entonces la Orden no reclamaba, por cierto, un gran cúmulo de leyes. Bastaba seguir los ejemplos del Fundador y de sus primeros discípulos. Cuando Guido entró en la Orden, esta contaba dos monasterios solamente, pero bajo su gobierno, empezó a extenderse por diferentes comarcas de Francia. Entonces fue cuando Guido, por orden de san Hugo, obispo de Grenoble, redactó una recopilación y codificación de los usos y costumbres recibidos de los mayores, y que llevan por título: «Statuta et consuetudines Ordinis Cartusiensis». Este documento, que lo conoceremos con el nombre de Consuetudines, empieza por la sagrada liturgia, según dice el autor en el Prólogo: a digniori parte, officio videlicet divino, sumentes exordium.



II. La segunda fuente son las llamadas Constituciones de Basilio, cuya composición no puede ser posterior al año 1173. Fue Basilio borgoñés de origen,5 y gobernó la Orden por espacio de veintitrés años. Las Constituciones que compuso merecieron ser aprobadas por el papa Inocencio III, y estuvieron en uso hasta el año 1222.



III. Statuta Jancelini, llamados así del nombre del General que los compuso en 1222.



IV. Statuta antiqua. El Capítulo general celebrado en 1259 aprobó esta nueva compilación redactada por Riffer.6 Estos estatutos vienen a ser una fusión de toda la legislación precedente y de las ordenaciones capitulares promulgadas entre 1222 y 1259. Se llamaron en un principio Consuetudines Cartusiae, para distinguirlas de las Consuetudines Guigonis, pero más tarde, se conocieron con el nombre de Statuta antiqua. Riffer dividió su obra en tres partes. La primera, que consta de 56 capítulos o artículos, trata de los divinos Oficios; la segunda, en 32 artículos, se ocupa de los monjes; los 34 artículos de que consta la tercera parte tratan de los hermanos conversos y de las religiosas cartujanas.



V. Statuta nova, redactados por D. Guillermo Raynaldi, en 1368.7



VI. Tertia compilatio statutorum. En 1380, la Orden se dividió en dos partes, como estaba dividida también la Iglesia por el cisma de Occidente. Cada rama tenía su General8 y celebraba sus Capítulos, en los que cada bando ventilaba a su manera los asuntos de la Orden. En materia litúrgica, puede decirse que se limitaban a incluir nuevas fiestas en el calendario cartujano. Al extinguirse el cisma en 1411, se hizo una revisión de ordenaciones capitulares, y la Orden volvió a su antigua unidad. La Tertia compilatio statutorum se publicó en 1509.



VII. Ordinarium cartusiense. Apareció a últimos del siglo xvi. La primera edición fue hecha en París, el año 1582. Hasta ahora, las leyes litúrgicas estaban mezcladas con las disciplinares en las Consuetudines o Statuta, a ejemplo de la Regla de San Benito, que contiene también la distribución del salterio y el cursus del oficio monástico. En este mismo año, el Capítulo general pidió al Prior de la Gran Cartuja9 que nombrara una comisión de monjes, quos magis idoneos et aptos ad id munus portandum judicaverit, encargada de revisar todos los libros litúrgicos de la Orden. El primer trabajo de la comisión fue la revisión del leccionario, que apareció en tres volúmenes impresos en Lyón el año 1585. En 1587, se imprimió, también en Lyón, el Breviarium sacri Ordinis Cartusiensis. Esta revisión del Breviario no satisfizo a la mayoría. Parece que se llevó a cabo con alguna precipitación, y por eso, en 1593, se ordenó una nueva revisión para corregir los errores y enmendar quae minus considerate inserta aut mutata fuerint. En 1588, apareció el Diurnale Cartusiense. En 1603, tocó el turno al misal, el cual, en muchísimos puntos, se conformó con el publicado por san Pío V.



No vaya a creerse, con todo, que al aparecer el Ordinarium se borraran de los Estatutos las leyes litúrgicas. Estas han seguido ocupando su lugar, así en los estatutos redactados en la Gran Cartuja el año 1581, con la intervención del español Dom Andrés Capilla,10 y que el monje Dom Gaspar Gil,11 también español, llevó, más tarde, a Roma, con el fin de obtener la confirmación apostólica, como en los novísimos Estatutos, revisados según las prescripciones del Código de Derecho Canónico, y que fueron aprobados por la Santidad del papa Pío XI, con su Constitución Apostólica Umbratilem, del día 8 de julio de 1924.



Enumeradas ya, bien que sumariamente, las principales fuentes de la liturgia cartujana, procuraremos estudiar, a la luz de las mismas, este tan interesante como desconocido rito.



3

 Es el XLIX General de los Cartujos. Nació en Noyon el 10 de marzo de 1628, y entró en la Cartuja de su ciudad natal contando diecinueve años de edad. Ocupó sucesivamente diferentes cargos en la Orden, y siendo Visitador de la provincia de Picardía fue elegido General el 15 de octubre de 1675. Un voraz incendio redujo a cenizas la Gran Cartuja, y Le Masson cuidó de reedificarla. Fue acérrimo impugnador del Jansenismo. Murió el día 8 de mayo de 1703. Dejó escritas varias obras siendo las principales: Annales Ordinis Cartusiensis; una versión del Cantar de los Cantares con notas muy curiosas; Vida de Juan de Aranton de Alejo, obispo de Annecy; Ilustraciones sobre la anterior Vida, etc., etc.



4

 Guido, nació en San Román (Delfinado), el año 1083, de una noble familia. Abrazó la vida cartujana en 1107, y como era aficionadísimo al estudio, halló sus mejores delicias en la transcripción y corrección de códices antiguos. A los tres años de haber entrado en la Orden fue elegido Prior de la Gran Cartuja, y dio gran impulso a la Orden. Estaba Guido ligado con santa amistad con personajes célebres y santos de su tiempo: entre las cartas de San Bernardo se hallan dos (la 11 y la 12) dirigidas a Guido. También frecuentó correspondencia con Pedro el Venerable, Abad de Cluny. Murió con fama de santo el día 27 de julio de 1137, a los 54 años de edad.



5

 Bajo su dirección se formaron hombres consumados en virtud, entre los que descuella san Hugo, monje cartujo y obispo de Lincoln. Escribió Basilio un opúsculo en alabanza de la vida solitaria y eremítica.



6

 Riffer fue el XIV General de la Cartuja. Su generalato es célebre no solo por la revisión de los estatutos, mas también por los privilegios que, en favor de la Orden, obtuvo del papa Clemente IV. Murió con fama de santo, el día 29 de agosto de 1267.



7

 Guillermo Raynaldi, natural de Aubernia, era Prior de la Cartuja de Valbonne cuando en 1367 fue elegido General. Cuéntase de él que rehusó un capelo que le ofrecía el papa Urbano V, y que a la muerte de este Pontífice de los veintiséis cardenales que se reunieron para la elección de Papa, once dieron su voto a Raynaldi. También rehusó el titulo de Abad e indulto de comer carne en caso de enfermedad que le quería conceder el Papa. En su tiempo se incendió la Cartuja y él cuidó de reedificarla. Murió el 5 de junio de 1402.



8

 Después de la muerte del Prior General Dom Guillermo Raynaldi, acaecida el 5 de junio de 1402, fueron elegidos Priores Generales, por una parte Dom Esteban de Sena, y por la otra Dom Bonifac

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