La adquisición del sistema verbal español por aprendices alemanes y el papel del aspecto gramatical

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From the series: Language Development #39
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4 La expresión del pasado en distintas lenguas

Las distintas posbilidades de cómo las categorías de tiempo y aspecto son integradas en las gramáticas llevan a una gran variación observable en las distintas lenguas (Dahl 1985). Cabe recordar que el concepto del aspecto como fenómeno lingüístico tiene su origen en las lenguas eslavas (Binnick 1991, Klein 2009, compárese →4.1). Estas lenguas, no obstante, se caracterizan por unas propiedades que las distinguen claramente de otros idiomas. Por ejemplo, el marcaje de la habitualidad y la perfectividad no se excluyen mutuamente (Comrie 1976: 31). En ruso, por ejemplo, el tiempo se marca con sufijos flexionales, mientras el aspecto se produce por la co-aparición de dos paradigmas separados de cada verbo, tradicionalmente clasificados como formas perfectivas e imperfectivas. Aspecto y tiempo, por lo tanto, representan conceptos nítidamente disociados1 (Borik et al. 2004: 22). También en cuanto al aspecto léxico, las lenguas eslavas funcionan de manera diferente –por ejemplo, no se observa una interdependencia entre la definitud de los determinantes y la telicidad (Díaz et al. 2008: 495, Slabakova 2001: 82).

Ante este fondo, no sorprende que el mismo término no se pueda aplicar de manera fácil o evidente a otros sistemas (recuérdese →4.2.2).

La función de esta sección es la de describir las notables diferencias tanto entre varias familias lingüísticas como dentro de las mismas. Por ejemplo, a pesar de que tanto las lenguas románicas como las germánicas pertenecen al grupo de las lenguas indoeuropeas, la manifestación concreta de la aspectualidad es muy distinta.

4.1 Generalidades de las lenguas románicas

Una propiedad compartida por todas las lenguas románicas es su diferenciación consistente entre dos formas competitivas de expresar el pasado. Adaptando una visión panrománica, pueden llamarse pretérito perfecto simple (esp. canté, it. cantai, fr. je chantai, pt. cantei) y pretérito imperfecto (esp. cantaba, it. cantavo, fr. je chantais, pt. cantava). Ambos pertenecen al grupo de los tiempos simples, donde se agrupan con el presente y el futuro sintético. De estos, solo el último es un invento románico, mientras que los tiempos del pasado simples descienden de manera directa de la lengua latina, en la que competían las formas CANTĀVI y CANTĀBAM.

Mientras que el imperfecto se usa para describir un plano inactual, el perfecto se caracteriza por su anterioridad en relación con el momento del habla (Coseriu 1976, Giorgi & Pianesi 1997). Debido a estas características, ambos tiempos verbales coinciden en su posibilidad de referirse al pasado. El imperfecto describe hábitos, acciones continuas y estados, y por lo tanto puede asociarse con el aspecto imperfectivo; el perfecto en cambio alude a eventos completados, y consiguientemente marca el aspecto perfectivo (Zagona 2007). Debido al hecho de que los términos del aspecto gramatical se originaron en el ámbito de las lenguas eslavas, sin embargo, su aplicación a las lenguas románicas no se presenta de manera evidente (Binnick 1991, Klein 2009: 52). En la sección 4.2.2 se ejemplificarán distintos modelos de explicación aplicados a la lengua española.

Según Coseriu (1976), la oposición entre los dos tiempos puede explicarse a través de distintas perspectivas: con el imperfecto, el hablante adopta una perspectiva paralela a la acción, y la contempla desde el interior en su progreso. El perfecto, en cambio, ilustra la perspectiva no-paralela, y ve la acción desde fuera en su compleción (Coseriu 1976: 94). Explicaciones similares se encuentran en obras de la Gramática Cognitiva (Doiz Bienzobas 2002, 2013, Jansen 2013, López García 2005).

Al contrario que la lengua latina, la mayoría de las lenguas románicas hoy en día también disponen de formas verbales compuestas para expresar una perspectiva secundaria de anterioridad (Coseriu 1976). En latín, el perfecto simple no solamente aludía a eventos completados y disociados del presente, sino también podía expresar acciones recientes y relevantes para el momento del habla (Penny 2010: 247). En la terminología de Comrie (1976), por lo tanto, la forma unía el aspecto perfectivo con el aspecto perfecto. Las lenguas románicas, en cambio, disponen de una forma compuesta para resaltar el aspecto perfecto de manera explícita (esp. he cantado, it. ho cantato, fr. j’ai chanté, pt. tenho cantado). Por la comparación entre las distintas lenguas, en las que se presentan diferencias tanto en referencia a su formación como a su uso (→4.4.2), resulta que el origen del perfecto compuesto ya se dio en el latín vulgar, donde el participio inicialmente funcionó meramente como adjetivo derivado de un verbo, y empezó a gramaticalizarse paulatinamente (Vincent 1982).

Aparte del aspecto perfectivo, imperfectivo y perfecto, algunas de las lenguas románicas también disponen de una perífrasis para marcar el progresivo (Bertinetto 2000). Formado por el verbo descendiente de latín STARE y el gerundio (esp. estoy cantando, it. sto cantando, pt. estou cantando), sirve para la expresión de una acción en progreso. El progresivo, por lo tanto, no es un tiempo del pasado por defecto, pero dado que puede combinarse con el imperfecto1, puede incluirse en el análisis de los tiempos del pasado. En comparación con los otros tiempos verbales mencionados aquí, sin embargo, su uso en las lenguas románicas no es obligatorio, sino que sirve para dar énfasis.2

En resumen, el hablante de una lengua románica tiene que marcar el aspecto de manera explícita cuando habla sobre el pasado. Mientras que solo en este contexto su marcaje es esencial y obligatorio, y por medio de la construcción con el gerundio, también puede marcarse el aspecto progresivo en el contexto de otros tiempos verbales.

La Tabla 2 resume las propiedades comunes de los tiempos del pasado románicos. No obstante, precisa resaltarse el hecho de que la tabla está sujeta a modificaciones posteriores, y, como se verá, las categorías no poseen límites tan nítidos como este análisis preliminar sugiere.


Tiempos del pasado Otros elementos aspectuales
Perfecto simple Imperfecto Perfecto compuesto Progresivo
De latín CANTĀVI de latín CANTĀBAM de latín vulgar HABEŌ CANTĀTUM de origen románico
aspecto perfectivo visto desde fuera evento completado aspecto imperfectivo visto desde dentro acción en progreso o continuación aspecto perfecto evento con estrecha relación con el presente aspecto progresivo uso facultativo función enfática
esp. canté it. cantai fr. je chantai pt. cantei esp. cantaba it. cantavo fr. je chantais pt. cantava esp. he cantado it. ho cantato fr. j’ai chanté pt. tenho cantado esp. estar cantando it. stare cantando pt. estar cantando

Tabla 2:

Generalidades de los tiempos del pasado románicos – Análisis preliminar

En las siguientes secciones el enfoque girará hacia el sistema verbal español que, aparte de situarse en el centro del estudio empírico presentado en las secciones finales, sirve como ejemplificación del sistema panrománico que aparte de ligeras diferencias (→4.4.1) resulta relativamente homogéneo.

4.2 Los tiempos del pasado en español
4.2.1 Denominaciones y particularidades

En grosso modo similar a las demás lenguas románicas, el español diferencia entre dos niveles del pasado. Mientras que hábitos, acciones continuas y descripciones de estados aparecen con el imperfecto (cantaba), eventos singulares, ocurrencias puntuales y narraciones de sucesos delimitados y completados requieren las formas del pretérito perfecto. De este último, en español existen dos alternativas que se diferencian respecto al punto de referencia: el pretérito perfecto simple (canté), o indefinido en otras terminologías, que implica un término de las acciones sin relación con el momento del habla. El pretérito perfecto compuesto (he cantado), en cambio, sí presenta tal relación.1 Como se va a mostrar en los siguientes apartados esta relación puede ser de varios tipos y hay una gran diversidad dentro de las distintas variedades hispánicas. Además de estas tres formas básicas, el sistema verbal español dispone de la posibilidad de marcar el aspecto progresivo mediante la combinación entre una forma conjugada del verbo estar y el gerundio del verbo léxico (estuve/estaba/he estado cantando).

 

Gutiérrez Araus (1997) advierte que debido a la multitud de tradiciones lingüísticas es necesario aclarar la terminología, ya que la denominación de los tiempos verbales del español resulta igual de variada que la terminología lingüística en cuanto al estudio del aspecto verbal (→3.6).

“En el Esbozo de la RAE se propugna la conservación de los términos que no contradigan conceptos lingüísticos, a fin de respetar una tradición” (Gutiérrez Araus 1997:17).

De acuerdo con esta filosofía, a continuación, se procederá con las designaciones pretérito imperfecto, pretérito indefinido, pretérito perfecto, pretérito pluscuamperfecto y pretérito anterior. Estas etiquetas corresponden a las usadas en varias gramáticas y cursos para extranjeros (cf. Gómez Torrego 2007), y permiten la omisión de la palabra pretérito siempre que el contexto lo permite. El uso del término indefinido, que en realidad corresponde a un tiempo que es “cualquier cosa menos indefinido” (Gutiérrez Araus 1997:18), está justificado por la conveniencia de así poder usar la expresión perfecto de manera unívoca para referirse al perfecto compuesto.

Según la Real Academia Española, los tiempos verbales pueden clasificarse según su morfología en tiempos compuestos y tiempos simples, según su anclaje temporal en tiempos absolutos y tiempos relativos, y según su aspecto en tiempos perfectivos e imperfectivos (RAE 2009: 1675, §. 23.1g). Sin embargo, se admite que solo el primer criterio es objetivo, mientras que las “clasificaciones que se establecen atendiendo a los criterios 2 y 3 son polémicas” (RAE 2009: 1675-1676, §. 23.1g). La razón por dicha polémica yace en el hecho de una multitud de usos posibles que ofrecen los tiempos.

La RAE define el pretérito indefinido como tiempo deíctico con referencia al pasado con valor perfectivo. Su uso “implica, como se ha indicado, que han de suponerse los límites inicial y final del evento” (RAE 2009: 1737, §. 23.9c). Además, su uso suele ser de naturaleza icónica tal que el orden de los verbos en la frase corresponde a la cronología real. En ambas propiedades contrasta con el imperfecto. Es importante resaltar que es compatible con cualquier clase léxica, y no hay restricciones en cuanto al aspecto léxico. Según la RAE (2009: 1736, §. 23.9b) esto se debe a que el indefinido marca una delimitación externa, que se produce por el contexto de la oración, y no por el significado léxico de los verbos.

El indefinido, además, puede ser usado para enfocar “el inicio de la actividad, más que la actividad misma” (RAE 2009: 1738, §. 23.9f). Un ejemplo, en este contexto, es la frase (18a) que ilustra la lectura del indefinido como inicio de una acción atélica. Igualmente, sin embargo, se advierte que este significado no es necesario como se ilustra en (18b).

(18a) En cuanto habló, vimos que era sevillano.

(18b) En cuanto habló claro Pedro Juan, se encalabrinó por la Marta.

(ejemplos según RAE 2009: 1738)

Común a todos estos usos, es la noción de la delimitación y del pasado. La RAE (2009) especifica que, cuando el indefinido caracteriza estados, esta delimitación puede ser parcial o existencial. Con estas expresiones se refiere al hecho de que el estado descrito puede haber dejado de existir o por un cambio del estado o por una cesión de un argumento exterior que se caracterizó por dicho estado. En ambos casos, no obstante, es importante resaltar que el indefinido sigue siendo un tiempo del pasado, puesto que los estados ya no existen en el presente correspondiente.

En el caso del imperfecto, en cambio, no importan los límites de la acción (Gómez Torrego 2006: 443) por lo que este tiempo se caracteriza por su imperfectividad. Según la Nueva Gramática de la lengua española (RAE 2009: 1748-1767), la caracterización del imperfecto puede subdividirse en dos valores: por un lado, según sus rasgos aspectuales, y por otro lado según su función como copretérito. Cuál de las nociones subyace la otra es una cuestión teórica importante que es tema de la sección 4.2.2.

El valor imperfectivo, que generó la designación imperfecto utilizada también aquí, se deduce de los usos en los que el imperfecto expresa una duración indeterminada o una habitualidad (RAE 2009: 1755, §. 23.12a). Otros elementos lingüísticos como adverbios pueden contribuir a esta interpretación (RAE 2009: 1756, §. 23.12d). Así, en el ejemplo (19), el complemento adverbial cada mañana apoya la lectura habitual.

(19) Cada mañana salía a dar un paseo. (RAE 2009: 1756).

Los valores aspectuales se perciben particularmente al considerar que la combinación con predicados atélicos da lugar a una lectura de continuidad (RAE 2009: 1758, §. 23.12j) mientras que con predicados télicos la interpretación resulta progresiva (RAE 2009: 1762, §. 23.12t) o de conato (RAE 2009: 1759, §. 23.12n). La última propiedad hace referencia a un valor de intencionalidad ilustrado en ejemplo (20).

(20) Yo salía de casa en ese preciso momento. (RAE 2009: 1760, subr. en orig.)

En este caso, la forma salía equivale a ‘iba a salir’ o ‘me disponía a salir’ y enfoca la intención inmediata.

Dada su complejidad en cuanto a sus rasgos, el imperfecto posee una multitud de usos modales o desviados que integran la descripción de sueños o imaginaciones (RAE 2009: 1749, §. 23.11b) y la expresión de cortesía (RAE 2009: 1750, §. 23.11f). Además, puede emplearse como imperfecto lúdico en juegos infantiles para asignarse papeles entre los jugadores (RAE 2009: 1750, §. 23.11d).

Finalmente, otra función del imperfecto es un valor de ruptura (RAE 2009: 1761, §. 23.12p) que se utiliza en textos narrativos en combinación con predicados télicos. El así llamado imperfecto narrativo forma parte del lenguaje culto, y expresa una disociación de una acción específica al presentarla “como desenlace de otras introducidas secuencialmente” (RAE 2009: 1761).

Tanto el imperfecto y el indefinido son tiempos simples, y así formalmente contrastan con el perfecto compuesto. Este, que por su generación en el latín vulgar posee equivalencias en todas las lenguas románicas (→4.4.2), no presenta una imagen panhispánica homogénea, por lo que será tratado en más detalle en la sección sobre la variación (→4.2.3). La diferencia yace en la relación con el momento del habla: mientras que las acciones marcadas con el indefinido se presentan como completadas y enteramente disociadas del presente, el perfecto compuesto necesita interpretarse con un valor relativo. Este valor se sigue del hecho de que el auxiliar (el verbo haber) está conjugado en presente.

Un uso especial del indefinido seguido de su perfectividad y del marcaje de las fases iniciales de una acción es su combinación con los verbos estativos saber y conocer. En estos casos, nos hallamos ante una coerción en el sentido de Moens & Steedman (1988, →3.5). Así, la forma supo puede traducirse con “enterarse de algo, adquirir conocimiento de ello” (RAE 2009: 1739, §. 23.9j). Asimismo, el verbo conocer equivale a “tener conocimiento de algo” cuando se combina con un tiempo imperfectivo (tanto con el presente como con el imperfecto), y “entrar en contacto con alguien” cuando aparece en una forma perfectiva (RAE 2009: 1739, §. 23.9j).

En estos usos se evidencia también la similitud entre el perfecto (21) y el indefinido (22), mientras que ambos tiempos contrastan con el imperfecto (23).

(21) He sabido la noticia.

(22) Supe la noticia.

(23) Sabía la noticia.

Es, sin embargo, esencial advertir que las traducciones mencionadas son aproximaciones que no se corresponden de manera absoluta con el uso perfectivo con estos tiempos en todos sus usos (Palancar 2005). 2 Cuando se produce un efecto de coerción, el uso de las formas supo y conoció frente a sabía y conocía representa un caso claro del margen de la gramática. Mientras que puede considerarse que el contraste entre acciones puntuales únicas y costumbre habituales repetidas representa un uso del núcleo de la gramática, las interacciones entre los estados saber y conocer y el aspecto gramatical conciernen a la interfaz entre sintaxis y semántica.

Otro fenómeno parecido se trata en el estudio de Slabakova & Montrul (2008) quienes comentan el siguiente ejemplo en el cual también interfieren implicaturas pragmáticas:

(24) Los González vendían la casa pero nadie la compró.

(Slabakova & Montrul 2008: 463)

En (24) se combina, de manera no-prototípica, un predicado télico con el imperfecto. La segunda parte de la frase justifica la razón: el indefinido, en el mismo contexto, implicaría una conclusión de la acción, y consiguientemente resultaría contradictorio con la negación añadida. Solo el imperfecto, en cambio, deja abierta la conclusión de la acción, ya que “se oculta al oyente cualquier información relativa a sus límites” (RAE 2009: 1743, §. 23.10a). Por tanto, el imperfecto en combinación con un verbo télico elimina el entrañamiento de un término, y resulta compatible tanto con una culminación como con la interrupción de la realización (→3.5). El uso también representa una coerción especial en la que interactúan aspecto gramatical y léxico.

Como ha mostrado de Swart (1998, 2000), dichas interacciones entre los distintos niveles aspectuales que, de manera similar, se encuentran también en otras lenguas con un marcaje aspectual del imperfecto o progresivo son casos claros del fenómeno de la coerción. Las contradicciones que se producen a causa de la combinación entre la telicidad y la imperfectividad solo pueden resolverse al tener en cuenta todos los correspondientes rasgos pragmáticos, semánticos y gramaticales.

4.2.2 La oposición imperfecto-indefinido – ¿temporal o aspectual?

A primera vista, los tres tiempos parecen corresponder de manera biunívoca a los tres tipos del aspecto gramatical: imperfectivo, perfectivo y perfecto. No obstante, la alta multitud de distintas designaciones para los tiempos verbales no se debe únicamente a la independencia del desarrollo de varias gramáticas, sino también al hecho de que hay varios planteamientos sobre la naturaleza de los usos de las formas verbales. En general, pueden distinguirse dos posiciones contrarias: la asunción de la prevalencia del tiempo de la que se siguen las propiedades aspectuales como efecto, y la de la prevalencia del aspecto según la cual la aspectualidad es la propia causa de dichos efectos.

Siguiendo la tradición del gramático Andrés Bello que en su gramática favoreció los términos Pretérito y Copretérito sobre Perfecto e Imperfecto (cf. Bello 1847), algunos trabajos teóricos como el de Rojo (1990) defienden el punto de vista de que el sistema verbal español se deja caracterizar por rasgos puramente temporales, y por lo tanto deícticos.

Al presentar de manera cronológica varias etapas de la organización de los tiempos por parte de la Real Academia Española, Rojo (1990) argumenta que históricamente hubo varias confusiones entre los términos perfecto/imperfecto, terminado/no-terminado y absoluto/relativo. En cuanto a la aspectualidad, que en español está inseparablemente entretejida con la temporalidad, Rojo ve uno de los motivos de estas confusiones en el hecho de que varios términos se crearon en el contexto de otras lenguas como el griego cuyo sistema verbal no igualaba al latín del que el español heredó su gramática.

En la misma línea de investigación, Giorgi & Pianesi (1997) –al aportar en este caso ejemplos del italiano que corresponden a fenómenos equiparables en español y en otras lenguas románicas– sostienen que el imperfecto puede entenderse como un presente en el pasado (‘present-in-the past-reading’; Giorgi & Pianesi 1997: 174) e igualmente lo definen únicamente a partir de rasgos temporales.

En un artículo más reciente, Giorgi & Pianesi (2004) amplían estas deliberaciones, y propugnan la idea de que mientras el indefinido y el perfecto (a menudo, en su conjunto llamados “perfectivos) sí corresponden a la idea de terminatividad (cf. Giorgi & Pianesi 2004: 273), no es el caso que el imperfecto equivalga a acciones no-terminadas. Respecto a su aspectualidad, en cambio, las formas del imperfecto se muestran neutras, porque el evento puede haber sido llevado a término o no (cf. Giorgi & Pianesi 2004:274).

 

Aparte de la anterioridad, simultaneidad y la posterioridad, postulan también el anclaje como un rasgo importante para describir la función de los tiempos verbales. Así, el imperfecto que inherentemente está caracterizado por ser anafórico, necesita un punto referencial claro al que está ligado. Esta referencia puede establecerse mediante tópicos temporales (por los que el imperfecto se vuelve un pasado), por contextos modales (como un sueño, cf. Giorgi & Pianesi 2004:268) o a partir de verba dicendi en el estilo indirecto. Sin que se fije tal referencia, el imperfecto carece de interpretación.

(25) Ieri alle quattro Gianni studiava matematica.

(‘Ayer a las cuatro, Gianni estudiaba matemática.’)

(26) #Gianni studiava matematica.

(‘Gianni estudiaba matemática.’)

(Giorgi & Pianesi 2004:260/261)

El ejemplo (26) prueba que sin un tópico determinado (cf. Ayer a las cuatro en ej. (25)), el imperfecto no resulta adecuado. Además, los lingüistas enseñan que, al posponer la indicación del tiempo al verbo, tampoco se satisfacen las exigencias, con lo que el imperfecto se diferencia claramente de otros tiempos verbales en que no alteran su lectura por la posición de los complementos adverbiales.

Esta dependencia del orden de palabras se hace especialmente evidente al considerar las lecturas modales, en las que el imperfecto puede significar una expectación:

(27) Alle tre Mario prendeva il tè.

(28) Mario prendeva il tè alle tre. (Giorgi & Pianesi 2004: 275)

Únicamente en (27), el complemento adverbial puede establecer un contexto para que la lectura sea la de un tiempo continuo. En (28), en cambio, son disponibles solamente las lecturas de la expectación o de la costumbre. Aunque no fuera una contradicción que se cumplieran las expectativas, habitualmente este uso implica que en la frase siguiente habrá una nueva información que anula lo afirmado. La expectación, sin embargo, se encuentra en el pasado en ambos casos, con lo cual los investigadores siguen afirmando que se trata de un tiempo del pasado (cf. Giorgi & Pianesi 2004:264). El evento designado, en cambio, no se coacciona con ningún punto temporal concreto. La orientación que se establece entre la expectación y el evento, no obstante, está dirigida hacia el futuro. Tanto la orientación al futuro como las lecturas modales se dan únicamente con el imperfecto, y son imposibles con otros tiempos del pasado.

En todos los casos, se establece una referencia que de alguna manera se puede entender como pasada. El imperfecto se interpreta en relación con esta referencia, mientras que los demás tiempos se procesan siempre de acuerdo con el momento de habla.

“the imperfect is a present tense that is evaluated with respect not to the speakers’ (current) temporal coordinate, but to a past one” (Giorgi & Pianesi 2004:286).

Este planteamiento, por lo tanto, se encuentra en oposición de la postura de otros investigadores (Fábregas 2015, García Fernández 1999, Leonetti 2004) que replican que esta anaforicidad no es nada más que el mero efecto de la aspectualidad. Según ellos, esta es la verdadera característica que diferencia los tiempos verbales. Mientras que García Fernández (1999) aporta varios ejemplos que demuestran una interacción innegable entre el aspecto léxico inherente del predicado y la interpretación de las distintas formas verbales para resaltar la prominencia del aspecto, Leonetti (2004) ataca explícitamente la afirmación de que el imperfecto es inherentemente anafórico. Así, permuta justamente los papeles de causa y efecto, postulando que: “El IMP [=imperfecto, T.D.] es anafórico porque es imperfectivo” (Leonetti 2004: 481)

La interacción que existe entre la forma verbal y el cargo léxico del predicado, ejemplificada por García Fernández (1999), aporta justificaciones para propugnar la prominencia del aspecto:

(29) Juan nos contó que María estaba triste el día de su boda.

(30) Napoleón dijo que Ana Bolena era de Edimburgo.

(ejemplos según García Fernández 1999:177-178)

Aunque en (29) y (30), el imperfecto está usado en su función de ser el tiempo verbal más usual en el estilo indirecto, no se coaccionan las situaciones descritas con el momento marcado por el verbo introductorio. En ambos casos, los estados estar triste y ser de Edimburgo tuvieron lugar antes del momento coincidente con contó y dijo. Dada su atelicidad, no hace falta explicitar la anterioridad mediante el pluscuamperfecto.

Otro efecto se observa en la siguiente frase:

(31) *Ana Bolena era de Edimburgo cuando se casó con Enrique VIII.

(García Fernández 1999:179).

La agramaticalidad del ejemplo (31) demuestra que, aunque las dos acciones descritas se solapan y por lo tanto cumplen requisitos de la simultaneidad, la atelicidad impide ciertos usos del imperfecto.

Otro fenómeno detectable entre los dos niveles aspectuales es la coacción. En este caso, el uso de una forma verbal u otra afecta interpretación del predicado. Así, la interpretación de los predicados saber y conocer puede cambiar fuertemente al usar distintos tiempos verbales:

(32) Cuando María entró en la sala, todos supieron/sabían la noticia.

Usando el indefinido, la conjunción cuando conecta el momento de la entrada con la acción de llegar a saber la noticia, por lo que la frase recibe una interpretación causal. En el caso del imperfecto, en cambio, se describe un estado iniciado en una fase anterior.

La combinación entre sujetos genéricos o específicos con distintas formas verbales asimismo puede ejercer coacciones de la telicidad.

(33) Las manadas cruzaban el río en verano.

(34) En ese momento, escribía su carta de dimisión.

(ejemplos de Leonetti & Escandell-Vidal 2003:140)

Mientras que el sujeto específico de (34) no lleva a un cambio de la telicidad (y la situación puede ser claramente progresiva), la combinación entre sujeto genérico y el imperfecto en (33) coercen el verbo a una lectura atélica. Por lo tanto, la interpretación de la frase ha de ser iterativa (cf. Leonetti & Escandell-Vidal 2003).

Respondiendo a otros autores que siguen declarando estos fenómenos como efectos de rasgos meramente temporales, Leonetti (2004) critica que los planteamientos de la anaforicidad se basan en la escasa separación entre semántica y efectos interpretativos. Igual que Giorgi & Pianesi (2004), Leonetti afirma que el imperfecto precisa de una referencia clara para poder ser interpretado. Puede ser entendido como una parte de una imagen que necesita un marco claro para poder localizarla. Según su interpretación esto se debe a la pertenencia del imperfecto a los predicados de propiedades (cf. Leonetti 2004:489) y así se diferencia de los predicados de estadios representados por el indefinido (siguiendo a la tradición establecida por Carlson 1980, Kratzer 1995, y Diesing 1992).

Mientras que las propiedades se refieren a estados “claramente no delimitados y desprovistos de toda carga aspectual” (Leonetti 2004:490), los estadios están ligados a una situación específica. Visto así, el aspecto gramatical comparte rasgos esenciales con el aspecto léxico. Esta diferenciación puramente semántica no contiene rasgos deícticos, y, por lo tanto, los rasgos temporales como la simultaneidad son efectos causados por la aspectualidad. La interpretación insatisfactoria que aparece cuando una forma verbal imperfectiva aparece sin marco concreto o antecedente establecido resulta en el nivel pragmático. Este marco puede darse por el uso de adverbios u otros elementos lingüísticos presentes en la frase, pero también es posible que aparezca solamente de forma implícita. Esto se ejemplifica mediante las siguientes frases:

(35) Estaban a buen precio…

(36) Encendió un cigarrillo. La fiebre le daba al tabaco un gusto de miel. (ejemplos de Leonetti 2004:485)

Mientras en (35) una referencia posible podría ser una “mirada de desaprobación” (Leonetti 2004:485) de un amigo que implique una pregunta similar a “¿Por qué los compraste?”, en (36) la referencia ha de ser el acto de fumar. En ambos casos, estas referencias se infieren por el conocimiento del mundo compartido por los hablantes. Ideas parecidas son defendidas por seguidores de la Gramática Cognitiva (véase, por ejemplo, Doiz Bienzobas 2002, 2013, Jansen 2013, López García 2005): como el aspecto imperfectivo se corresponde a una visión ‘desde dentro’, solo al conocer el marco es posible interpretar la información. El aspecto perfectivo, en cambio, no necesita contexto.