Si Sólo Fuera Para Siempre

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From the series: La Posada de Sunset Harbor #4
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Si Sólo Fuera Para Siempre
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SI SOLO FURA PARA SIEMPRE
(LA POSADA DE SUNSET HARBOR—LIBRO 4)
S O P H I E  L O V E
Sophie Love

Como apasionada de toda la vida del género romántico, Sophie Love se enorgullece de presentar su primera serie romántica: POR AHORA Y SIEMPRE (LA POSADA DE SUNSET HARBOR – LIBRO 1).

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Copyright © 2017 por Sophie Love. Todos los derechos reservados. Con excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, ni almacenada en una base de datos o en un sistema de recuperación de datos, sin el permiso previo del autor. Este ebook tiene licencia sólo para su placer personal. Este ebook no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor compre una copia adicional para cada destinatario. Si está leyendo este libro y no lo compró, o si no lo compró para su uso exclusivo, devuélvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o se utilizan ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia. Jacket image Copyright Ioana Catalina E, utilizado bajo licencia de Shutterstock.com.

NOVELAS DE SOPHIE LOVE

LA POSADA DE SUNSET HARBOR

POR AHORA Y SIEMPRE (Libro #1)

POR Y PARA SIEMPRE (Libro #2)

PARA SIEMPRE, CONTIGO (Libro #3)

SI SOLO FURA PARA SIEMPRE (Libro #4)

CAPÍTULO UNO

El anillo era más hermoso de lo que Emily recordaba. Una banda de plata retorcida estaba entretejida con un azul similar al océano. Una familia de perlas anidadas juntas. Era precioso, único, y tan completamente perfecto.

Un copo de nieve cayó en la mano de Emily, trayéndola de vuelta al momento. Ella miró a Daniel, todavía sobre una rodilla en la playa, olas negras chocando detrás de él, estrellas titilando en el firmamento, y arena pegándose a las piernas de su pantalón. Las lágrimas brillaban en sus ojos y Emily sintió que sus propios ojos respondían. No podía moverse, no podía estar de pie. La única cosa que quería hacer era aferrarse a Daniel y nunca dejarlo ir.

Le rodeó el cuello con sus brazos y acercó su cuerpo al suyo, besando la piel expuesta de su cuello una y otra vez y luego enrollando sus dedos en su cabello.

–Estoy tan enamorada de ti—susurró.

–Te amo más de lo que las palabras pueden decir—respondió Daniel, sin aliento. Luego, con una pequeña risa, añadió—: Estás temblando.

Emily también se rió, sintiéndose como una niña, despreocupada—. Es por la nieve—dijo.

Finalmente se separaron. Daniel agarró la mano de Emily y la puso de pie.

–¿Deberíamos regresar?—preguntó.

Emily pensó en la fiesta de Acción de Gracias que se celebraba en su posada en este mismo momento. Prácticamente todo el pueblo estaba reunido allí; seguramente la ausencia de ella y Daniel ya se habría notado. Pero ella no quería volver. Todavía no. Quería quedarse aquí con Daniel el mayor tiempo posible en este momento perfecto.

Emily sacudió la cabeza y se frotó la piel de gallina en sus brazos—. ¿No podemos quedarnos aquí un poco más?

Daniel sonrió tiernamente—. Por supuesto. —la envolvió en sus brazos. Juntos se mecían de un lado a otro, como si bailaran con una música que solo ellos podían oír.

–No puedo esperar a decírselo a Chantelle—murmuró Daniel después de un rato.

Al mencionar a la hija de Daniel, Emily sintió una repentina oleada de emoción. La niña se alegraría mucho por ellos. De repente, la idea de volver a la posada parecía mucho más atractiva. Emily quería desesperadamente ver la cara de Chantelle cuando le dieran la noticia. Sería como un final de cuento de hadas para la niña que había tenido un comienzo tan terrible en la vida.

–Vamos, regresemos—dijo Emily, saliendo del abrazo y tomando las dos manos de Daniel en la suya.

–¿Estás segura?—preguntó él.

Ella asintió. Dar la noticia de su compromiso a Chantelle era ahora el mayor deseo de Emily. De repente se sentía segura y orgullosa, y quería que todo el mundo lo supiera. Quería pararse en el paseo de la viuda de su posada y gritar la noticia al otro lado de la ciudad para que todo el mundo pudiera oírla a kilómetros de distancia.

Pero mientras caminaban por la playa en dirección a la posada, Emily sintió que los nervios la empezaban a invadir. Hacer anuncios no era exactamente lo que más le gustaba hacer, y seguramente no habría forma de colarse sin que la gente cuestionara su ausencia. Por no mencionar el anillo. No era nada discreto. Cualquiera que tuviera ojos podía verlo brillar desde una milla de distancia.

Emily no pudo evitar imaginar todas esas caras mirándola, algunas con expresiones de apoyo pero otras críticas. En este momento, su compromiso le pertenecía a ella y a Daniel y a nadie más. Era algo privado, un estado compartido de felicidad. Pero en cuanto dieran la noticia a los demás, abrirían las puertas de ese espacio sagrado a opiniones externas.

Tal vez no sería así en absoluto, pensó Emily mientras avanzaba. Tal vez la gente del pueblo se habría entusiasmado con las mimosas en su ausencia y estarían tan absortos con su bebida, baile y alegría que ni siquiera notarían su regreso.

Llegaron al pequeño camino que llevaba de la playa a la calle donde vivían. Emily subió primero por la orilla empinada, Daniel la siguió. Mientras salía de los árboles hacia la acera, podía ver las luces de la posada encendidas y oír los sonidos de la música y las risas que flotaban en el aire. Las mariposas revoloteaban en su estómago.

–¿Lista?—Daniel preguntó mientras se paraba a su lado.

Emily respiró profundamente. Estaba nerviosa pero también se sentía más segura que nunca, como si pudiera enfrentarse al mundo.

Mano a mano, caminaron lentamente a lo largo del camino, pasando la cochera, que una vez fue el hogar de Daniel, luego subieron los escalones del porche y entraron por la puerta principal de la posada en Sunset Harbor. Inmediatamente, el calor y el brillo los envolvieron. Los reconfortantes olores de la comida de Acción de Gracias – pavo, arándanos, maíz, pastel de calabaza – impregnaban el aire. Emily sintió instantáneamente el amor que fluía a través de la posada.

En ese momento, una sonriente Serena salió del comedor y entró en el pasillo. Cuando vio a Daniel y Emily parados allí, les sonrió a través de sus labios pintados de rojo rubí. Estaba ligeramente sonrojada, y Emily se preguntó si tenía algo que ver con una noche de coqueteo recíproco con Owen, el pianista.

–Hola—dijo Serena, llamando la atención de Emily—. Me preguntaba adónde se habían ido.

Emily y Daniel se miraron tímidamente. Atrapados con las manos en la masa.

Emily descubrió que de repente se le trabó la lengua, como una niña traviesa que debía confesar que robó galletas del tarro. Miró a Daniel para pedirle ayuda, pero él se veía peor que ella, con una expresión de ciervo con los faros en la cara.

Serena frunció el ceño. Luego entrecerró los ojos sospechosamente y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Claramente ella podía decir que estaban tramando algo.

–Hmm—dijo, acercándose a ellos como un detective—. Nieve en tu pelo. Arena en tus vaqueros. Supongo que han estado en la playa—se frotó la barbilla—. ¿Pero por qué?—se detuvo por un momento, y luego una mirada de realización parpadeó en sus ojos. Jadeando, agarró la mano izquierda de Emily, buscando confirmación del pensamiento que la había golpeado. Al ver el anillo, sus ojos se abrieron de par en par y su boca quedó abierta.

–¡Oh, Dios mío! ¡Estás comprometida!

Emily sintió que el calor subía por sus mejillas. Era la primera vez que escuchaba a alguien decir la palabra “comprometida” en relación con ella y se sentía tan extraño. Todos esos años de desearlo y soñar con ello, y finalmente estaba aquí, en ese estado abstracto de “compromiso”.

Ella asintió rápidamente. Serena gritó y los arrastró a ambos a un torpe abrazo, agitando los codos y brazos.

–¿Soy la primera en saberlo?– preguntó Serena cuando los dejó ir, la emoción en su tono creció.

–Sí—confirmó Daniel—. Pero, ¿puedes traer a Chantelle? Quiero que ella lo sepa antes que el resto.

–¡Claro!—exclamó Serena.

Con los ojos nublados, echó una última mirada de adoración al anillo de Emily antes de alejarse, con un paso saltado mientras se alejaba. Emily emitió un ruido que estaba entre una risa nerviosa y un gemido de vergüenza.

Daniel le apretó la mano de forma tranquilizadora. Sentía como si estuviera simultáneamente felicitándola por haber sobrevivido a la reacción de una persona mientras la impulsaba en anticipación a la siguiente revelación, la que era mucho más importante.

Emily respiró profundamente. Su corazón latía a una milla por minuto. Ese era. El gran momento.

El volumen de la fiesta se hizo más fuerte cuando la puerta del comedor se abrió. Entonces apareció la cara de Chantelle, espiando tímidamente a su alrededor. Emily escuchó la voz de Serena desde el otro lado, animando a Chantelle a salir al pasillo.

–¡Adelante, no hay nada de qué preocuparse!

Chantelle salió completamente de la habitación y Serena cerró la puerta tras ella, amortiguando el sonido de la alegría de los invitados una vez más. Emily encontró el silencio repentinamente sofocante.

 

En un extremo del pasillo estaba Chantelle, con aspecto aterrorizado. En el otro extremo estaban Emily y Daniel, con los nervios igual de palpables. Emily le hizo señas a la niña y Chantelle corrió hacia ellos.

–¿Estoy en problemas?—preguntó con su vocecita nerviosa—. Serena dijo que necesitaban hablar conmigo.

–¡Dios, no!—gritó Emily. Alcanzó a Chantelle y la llevó a un abrazo de oso—. ¡No estás en ningún problema!—acarició el suave cabello rubio de Chantelle—. Es solo que papá y yo queremos decirte algo. Nada malo.

Chantelle salió del abrazo y frunció el ceño a Emily, sus ojos azules traicionando su escepticismo. Tenía solo siete años pero ya había aprendido a sospechar y desconfiar de los adultos.

–¿Me enviarán de vuelta a Tennessee?—dijo audazmente Chantelle, inclinando su barbilla hacia arriba con falsa indiferencia.

–¡No!—exclamó Daniel, sacudiendo la cabeza. Si no hubiera sido una declaración tan triste, habría sido cómico. Buscando terminar con la sensación de fatalidad de Chantelle tan pronto como fuera posible, Daniel se agachó para estar al nivel de los ojos de su hija, tomó sus dos manos en las suyas, y luego, con un gran aliento, exclamó—Emily y yo nos vamos a casar.

Hubo un momento de vacilación cuando Chantelle escuchó la noticia. Entonces el miedo se desvaneció de su expresión y sus ojos se abrieron con asombro. Una enorme sonrisa se extendió por su cara.

–¿En serio?—gritó, mirándolos con asombro.

–Sí, de verdad—dijo Emily.

Extendió su mano para que Chantelle pudiera ver el anillo. Los ojos de Chantelle se abrieron aún más cuando vio como si no creyera en el hermoso anillo que brillaba en el dedo de Emily. Chantelle sostuvo la mano de Emily con fuerza.

–Pensé…—tartamudeó—. Pensé que se estaban deshaciendo de mí. Pero en realidad, se hizo realidad.

–¿Qué se hizo realidad?– preguntó con curiosidad Emily.

–Mi deseo de Acción de Gracias—dijo Chantelle. Todavía estaba agarrando la mano de Emily, y su agarre se apretó—. Deseaba que se casaran para que pudiéramos ser una familia para siempre.

Al oír la sincera revelación de Chantelle, se formó un bulto en la garganta de Emily. Ella llamó la atención de Daniel. Por la expresión de su cara ella podía decir que su corazón se estaba derritiendo tanto como el de ella.

En ese momento, Emily se sintió más bendecida que nunca antes en su vida. De alguna manera las estrellas se habían alineado y enviaron a su Daniel para amarla y a Chantelle para sentirse honrada. Todo se sentía bien.

–¿Puedo ser yo la que se lo diga a todos?– preguntó de repente Chantelle.

–¿Te refieres a todos los que están ahí?– preguntó Emily, señalando hacia la puerta del comedor de donde emanaban los sonidos de risas y charlas.

–Uh-huh. ¿Está bien, o quieren hacer el anuncio ustedes?

–¡Por favor, adelante!– exclamó Emily, aliviada de no tener que ser ella la que lo hiciera.

–¿Puedo hacerlo ahora mismo, en este momento?—preguntó Chantelle, saltando arriba y abajo.

Emily sonrió. La reacción de Chantelle la había hecho más que lista para este momento. Ver su emoción y alegría había aliviado los nervios de Emily. Mientras Chantelle estuviera feliz, ¡las reacciones de los demás no importaban tanto!

–Ahora mismo, en este segundo—repitió Emily.

Al escuchar la afirmación de Emily, Chantelle gritó y salió corriendo por el pasillo. Era tan rápida que Daniel y Emily tuvieron que saltar para seguirla. Entonces irrumpió en el comedor tan abruptamente que todos se volvieron sorprendidos por la repentina intrusión. A todo pulmón, Chantelle gritó:

–¡Se van a casar! ¡Se van a casar!

Parados en el umbral de la puerta, Emily y Daniel esperaron los segundos de conmoción mientras la gente asimilaba los gritos de Chantelle.

Luego vieron las expresiones de sorpresa aparecer en los rostros de sus amigos y vecinos: desde el exagerado jadeo de Cynthia, hasta el aleteo de la mano de Vanessa a su boca.

La gente comenzó a sonreír enormemente. Yvonne y Kieran, Suzanna y Wesley, toda la gente que habían llegado a amar y llamar amigos comenzaron a aplaudir.

–¡Felicidades!—gritó Yvonne, la primera en correr hacia Emily y abrazarla.

Kieran estaba justo detrás. Estrechó la mano de Daniel, y luego abrazó a Emily una vez que Yvonne la dejó ir. Todos se turnaron para acercarse a Daniel y Emily con abrazos, besos, buenos deseos y exclamaciones de alegría. Emily sintió que el amor de su comunidad la rodeaba. Nunca se había sentido tan apoyada. ¿De qué demonios se había estado preocupando?

–Tenemos que brindar por la feliz pareja—anunció Derek Hansen con su fuerte voz de alcalde.

La gente empezó a llenar sus copas con champán. Una copa llegó a la mano de Emily. A su lado, Serena llenó una copa con soda para que Chantelle pudiera unirse. Emily encontró su mente revoloteando por todos lados, estaba tan abrumada con una sensación de euforia. Se sentía como si estuviera en un sueño.

Entonces los vasos de todos estaban en el aire, la luz del candelabro haciendo que mil puntos de luz bailaran a través de las paredes, el piso y el techo.

–Por Emily y Daniel—gritó el alcalde Hansen. Luego a Daniel, añadió—: Por encontrar el alma gemela—y hacia Emily—Y por seguir los sueños.

Todos vitorearon y tintinearon copas mientras Emily secaba las lágrimas de alegría de sus ojos.

Fue el mejor Día de Acción de Gracias que tuvo.

*

La fiesta se prolongó hasta bien entrada la noche. Estaba llena de amistad y alegría, y Emily estaba más feliz de lo que nunca había creído posible, por no mencionar lo agradecida que estaba. Pero finalmente la fiesta terminó, los invitados se escurrieron en la noche, y un silencio cayó sobre la posada.

Incluso cuando ella y Daniel se habían acostado, Emily se sentía aún rebosante de energía. Su cabeza estaba girando, y daba vueltas, incapaz de apagarla.

–¿No puede dormir?—dijo Daniel con la mitad de su cara oculta por la mullida almohada sobre la que descansaba. Luego sonrió—. Yo tampoco.

Emily se volvió hacia él. Pasó sus dedos por su pecho desnudo y musculoso—. No puedo dejar de pensar en el futuro—dijo—. Estoy tan emocionada.

Daniel extendió la mano y acarició la mejilla de Emily—. Sé de algo que puede hacer que te olvides de las cosas—dijo. Luego presionó sus labios contra los de ella.

Emily se hundió en el beso, sintiendo que todos sus pensamientos se desvanecían mientras su cuerpo estaba completamente dominado por la sensación. Acercó a Daniel a ella, sintiendo su corazón latiendo contra el suyo. Daniel siempre encendía una pasión ardiente dentro de ella, pero lo que ella sentía ahora estaba más allá de todo lo que había sentido antes.

En ese momento, la puerta de su dormitorio se abrió de golpe. Un fragmento de luz del pasillo de afuera irrumpió en la habitación como un foco. Emily y Daniel se separaron.

De pie en la puerta estaba Chantelle.

–¡No puedo dormir!—declaró, entrando corriendo.

Emily se rió—. Bueno, ya somos tres, entonces—dijo.

Chantelle saltó a la cama con Emily y Daniel, acurrucándose entre ellos. Emily no pudo evitar reírse. Chantelle era lo único que podía interrumpir su relación amorosa con Daniel sin frustrarla.

–Cuando tú y papá se casen, ¿significará eso que serás mi mamá para siempre?– preguntó Chantelle.

Emily asintió. Pero luego se custionó. Ella y Daniel habían estado hablando con su amigo Richard, que era abogado de la familia, sobre si podían adoptar oficialmente a Chantelle. ¿Estar casados fortalecería su caso contra la madre biológica de Chantelle? Sheila era una drogadicta sin domicilio fijo, dos cosas que ya funcionaban a su favor. ¿Su matrimonio la ayudaría a adoptar a Chantelle?

Ella miró a Daniel y Chantelle, ambos ahora durmiendo. La visión alegró a Emily. En ese momento, ella reforzó su resolución de revisar los procedimientos legales. Cuanto antes mejor. Quería que fueran una familia adecuada más que nada de lo que había querido en el mundo. Con el anillo brillando en su dedo, se sintió más cerca que nunca de hacer ese sueño realidad.

CAPÍTULO DOS

Emily se despertó la mañana después de Acción de Gracias con una sensación de euforia. Nunca se había sentido tan feliz. El hermoso sol de invierno entraba a raudales a través de las cortinas de encaje, aumentando a su ya sorprendido y entusiasmado estado. Después de un breve segundo de duda, Emily concluyó que no estaba soñando; Daniel le había propuesto matrimonio, y realmente se iban a casar.

De repente, consciente de todas las cosas que tenía que hacer, saltó de la cama. ¡Tenía gente a la que llamar! ¿Cómo se había olvidado de llamar a Jayne y Amy para darles la noticia? ¿Y su madre? Estaba tan envuelta en el momento, en su propia alegría y en la celebración con sus amigos, que ni siquiera se le pasó por la cabeza.

Rápidamente se duchó y se vistió, y luego corrió al porche con su teléfono celular. Su pelo aún húmedo goteaba en su camisa mientras buscaba entre sus contactos. Su pulgar pasó por encima del número de su madre y comenzó a temblar. No pudo encontrar el valor para marcarlo. Sabía que su madre no le daría el tipo de respuesta que ella quería; sospechaba de Chantelle y asumía que Daniel solo se casaba con Emily para convertirla en una madre para su hijo. Así que decidió probar con Jayne. Su mejor amiga siempre se lo dijo directamente, pero nunca con el mismo aire de decepción que su madre.

Llamó al celular de Jayne y escuchó el tono de llamada. Luego la llamada se conectó.

–¡Em!—Jayne gritó—. Estás en el altavoz.

Emily hizo una pausa—. ¿Por qué estoy en el altavoz?

–Estamos en la sala de conferencias. Ames y yo.

–¡Hola, Emily!—respondió Amy alegremente—. ¿Llamas por la oferta de trabajo?

A Emily le llevó un momento averiguar de qué estaban hablando. El negocio de velas que Amy había comenzado desde su dormitorio en la universidad era, más de una década después, de repente floreciente. Había contratado a Jayne y se había esforzado mucho para que Emily entrara en el negocio. Ninguna de las dos podía entender por qué Emily quería vivir en un pueblo pequeño en lugar de vivir en Nueva York, o por qué quería dirigir una posada en lugar de trabajar en una oficina ostentosa con sus dos mejores amigas, y desde luego no podían entender por qué querría hacerse cargo de la hija de otro hombre (¡un hombre con barba nada menos!) sin ninguna garantía de que algún día le daría sus propios hijos.

–En realidad no—dijo Emily—. Se trata de…—trastabilló, perdiendo repentinamente su determinación. Entonces se vio a sí misma. No tenía nada de qué avergonzarse. Incluso si su vida seguía una trayectoria diferente a la de sus mejores amigas, seguía siendo válida; sus decisiones seguían siendo suyas y debían ser respetadas—. Daniel y yo nos vamos a casar.

Hubo un momento de silencio, seguido de gritos estridentes. Emily hizo un gesto de dolor. Podía imaginarse a sus amigas con sus uñas perfectamente cuidadas, su piel hidratada que olía a rosas y camelias, su pelo brillante agitándose mientras saltaban en sus asientos.

A través del ruido, Emily escuchó a Jayne gritando—¡Oh Dios mío!—y Amy gritando—¡Felicidades!

Dejó escapar un suspiro de alivio. Sus amigas estaban a bordo. Había superado otro obstáculo.

El incomprensible griterío finalmente se apagó.

–No te ha dejado embarazada, ¿verdad?– preguntó Jayne, tan inapropiada como siempre.

–¡No!—gritó Emily, riéndose.

–Jayne, cállate—le regañó Amy—. Cuéntanos todo. ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo es el anillo?

Emily contó la historia de la playa, de la declaración de amor en la nieve, del hermoso anillo de perlas. Sus amigas aullaban en los momentos adecuados. Emily podía decir que estaban extasiadas por ella.

–¿Vas a adoptar su apellido?—Jayne sondeó un poco más—. ¿O tendrás ambos? Mitchell Morey es un poco sobrecargado. ¿O será Morey Mitchell? Emily Jane Morey Mitchell. Hmm. No sé si me gusta. Tal vez deberías seguir con tu propio apellido, ¿sabes? Es lo más fuerte, poderoso y feminista que se puede hacer, después de todo.

La mente de Emily giraba mientras Jayne hablaba en su característico modo rápido y acelerado, apenas deteniéndose para darle tiempo a contestar alguna de las preguntas.

–Vamos a ser tus damas de honor, ¿verdad?—Jayne terminó, en su típica forma de hablar franca y directa.

–No he pensado en ello todavía—admitió Emily. Jayne y Amy podían ser sus amigas más antiguas, pero ahora tenía muchas más desde que se mudó a Sunset Harbor: Serena, Yvonne, Suzanna, Karen, Cynthia. ¿Y Chantelle? Era importante para Emily que jugara un papel fundamental en todo esto.

 

–Bueno, ¿dónde quedamos, entonces?—preguntó Jayne, sonando un poco malhumorada debido a que Emily incluso consideraba a otras personas como sus damas de honor.

–Eso tampoco lo sé todavía—dijo Emily.

De repente se dio cuenta de lo enorme que era la tarea que tenía por delante. Había tanto que organizar. Tanto que pagar. De repente se sintió muy abrumada por todo el asunto.

–¿Crees que tendrás una gran boda o una pequeña?—preguntó Amy. Sus preguntas estaban menos cargadas que las de Jayne, pero aun así tenía un aire de crítica sobre ella. Emily se preguntaba si Amy seguía molesta por su propio compromiso fallido con Fraser. Tal vez estaba resentida con Emily por tener un anillo y un prometido cuando ella misma había perdido ambos.

–Aún no hemos resuelto ninguno de los detalles—dijo Emily—. Es completamente nuevo.

–Pero has estado soñando con esto durante años—añadió Amy.

Emily frunció el ceño. Matrimonio, sí. Eso era algo que ella quería desde hace mucho tiempo. Pero nunca se había imaginado cómo sería su vida. El amor que tenía con Daniel era único e inesperado. Su boda debería ser igual. Necesitaba repensarlo todo para que fuera perfecto para ellos, para esta relación específica, esta vida.

–¿Puedes al menos decirnos la fecha?—preguntó Jayne—. Nuestro calendario está lleno.

Emily tartamudeó—. No lo sé.

–Solo el mes será suficiente por ahora—presionó Jayne.

–Eso tampoco lo sé.

Jayne suspiró con exasperación—. ¿Qué hay del año?

Emily se frustró—. ¡No lo sé!—gritó—. ¡No he resuelto nada de esto todavía!

El silencio cayó. Emily podía imaginar la escena: sus amigas intercambiando una mirada, sentadas en sillas de oficina de cuero en una enorme mesa de cristal, el sonido de su arrebato emanando del teléfono entre ellas y haciendo eco alrededor de la amplia sala de conferencias. Ella se encogió con vergüenza.

Jayne rompió el silencio—. Bueno, asegúrate de que no se convierta en uno de esos compromisos que se prolongan para siempre—dijo de forma práctica—. Ya sabes cómo son algunos hombres; es como si no se dieran cuenta de que una vez que te lo proponen, esperas una boda de verdad. Hacen todo el asunto del compromiso exagerado y luego una vez que te han atraído con un anillo elegante piensan que pueden dormirse en los laureles y nunca firmar en la línea punteada.

–No es así—dijo Emily tersamente.

–Claro—dijo Jayne con ligereza—. Pero para estar segura, deberías atarlo a una fecha real. Si parece que va a alargar el compromiso, corre.

Emily apretó su puño. Sabía que no debía dejar que Jayne, una fóbica del compromiso que nunca había tenido una relación a largo plazo, dictara lo que debía sentir sobre la situación, pero su amiga tenía el talento de sembrar la duda en su mente. A pesar de lo ridículo que era, Emily ya podía decir que iba a rumiar las palabras de Jayne durante días.

–Tengo una idea—Amy irrumpió, haciendo de diplomática—. ¿Por qué no vamos allá a brindar por ti? ¿Visitarte? ¿Ayudarte a planear algunas cosas?

A pesar de su irritación con Jayne, a Emily le gustaba la idea de que sus amigas vinieran a quedarse y se involucraran en los preparativos de la boda. Una vez que estuvieran aquí, en su territorio y en su dominio, podrían ver el amor que ella y Daniel compartían con sus propios ojos. Verían lo feliz que era y empezarían a ser un poco más comprensivas.

–Eso sería realmente genial—dijo Emily.

Encontraron una fecha que funcionaba para todas y Emily terminó la llamada. Pero gracias a Jayne, su cabeza estaba girando y la llama de la emoción dentro de ella se apagó un poco. Sus sentimientos se vieron agravados por el hecho de que todavía tenía que hacer la temida llamada a su madre, que sin duda no le iría tan bien. Había intentado invitar a su madre a Acción de Gracias, pero la mujer había actuado como si fuera un insulto. Nada de lo que Emily hacía era lo suficientemente bueno para Patricia Mitchell. Si se sentía acosada por Amy y Jayne, se sentiría totalmente atacada por su madre.

¡Y eso era solo su familia! Cuando añadía a Daniel a la mezcla, sus miedos se intensificaban. ¿Por qué tenía que existir el resto del mundo? Todo en Sunset Harbor se sentía perfecto para Emily. Pero afuera había amigos que la desaprobaban y madres problemáticas. Había padres ausentes.

Por primera vez desde la propuesta, Emily pensó en su padre, que había estado desaparecido durante veinte años. Había descubierto recientemente un alijo de cartas en la casa que probaban que aún estaba vivo. Entonces Trevor Mann, su vecino de al lado, confirmó haber visto a Roy en la casa unos años atrás. Su padre estaba vivo, pero incluso sabiendo eso, nada había cambiado. Emily aún no tenía forma de contactarlo. Las posibilidades de que él estuviera allí para llevarla al altar eran prácticamente inexistentes.

Emily sintió que sus emociones se apoderaban de ella, amenazando con extinguir la alegría que había estado sintiendo. Miró la pantalla de su teléfono móvil, donde había seleccionado el número de su madre, pero aún no había reunido el valor para marcarlo.

Antes de que Emily tuviera la oportunidad de dar el salto y llamar a su madre, escuchó el sonido de unos pasos que venían de las escaleras detrás de ella. Se dio la vuelta y vio a Daniel y Chantelle trotando hacia ella. Daniel había vestido a la niña con uno de sus magníficos trajes vintage, un vestido de pana de pino color óxido con un cárdigan blanco y negro con estampado floral y medias a juego. Se veía adorable. Él mismo llevaba sus habituales vaqueros y camisa desaliñada, su pelo oscuro desgreñado, su rastrojo enmarcando su fuerte mandíbula.

–Queríamos salir a desayunar—dijo Daniel—. Hacer algo especial. Un desayuno de celebración.

Emily escondió su móvil en su bolsillo—. Gran idea.

Salvada por la campana. La llamada a su madre tendría que esperar. Pero Emily sabía que no sería capaz de posponerla para siempre. Tarde o temprano ella estaría en el extremo receptor de la afilada lengua de Patricia Mitchell.

*

El olor del jarabe impregnaba el aire caliente en Joe's Diner. La familia se deslizó en una de las mesas de plástico rojo, notando las miradas y los susurros mientras lo hacían.

–Todo el mundo ya lo sabe—dijo Emily en voz baja a Daniel.

Él puso los ojos en blanco—. Por supuesto que lo saben—añadió, sarcásticamente—. De hecho, me sorprende que haya tardado tanto. Después de todo, dimos la noticia hace doce horas, y estoy seguro de que Cynthia Jones solo tarda una hora o dos en recorrer la ciudad y difundir sus últimos chismes.

Chantelle se rió.

Al menos los susurros y las miradas eran alegres, pensó Emily. Todos parecían estar contentos por ellos. Pero Emily se sentía un poco avergonzada de ser el centro de atención. No todos los días se entra en una casa de waffles y haces girar todas las cabezas. Su propia mente seguía girando con preguntas después de su llamada a Amy y Jayne y se preguntaba si ahora sería un momento apropiado para abordar algunas de ellas con Daniel.

Joe, con el pelo gris, se acercó a la mesa, sosteniendo su libreta con sus manos arrugadas.

–Escuché que hay que felicitarlos—dijo, sonriendo, palmeando a Daniel en la espalda—. ¿Cuándo es el gran día?

Emily vio a Daniel vacilar. Él parecía tan desconcertado como ella. Todos querían respuestas a preguntas que ni siquiera se habían hecho a sí mismos.

–No estoy seguro todavía—balbuceó Daniel—. No hemos resuelto ninguno de los detalles.

Ordenaron sus waffles y panqueques, y una vez que Joe se fue para prepararles el desayuno, Emily se atrevió a hacerle algunas preguntas a Daniel.

–¿Para cuándo crees que deberíamos fijar una fecha?—preguntó Emily.

Daniel la miró con los ojos abiertos—. Oh. No lo sé. ¿Quieres hacerlo ya?

La advertencia de Jayne resonó en la mente de Emily—. No necesitamos fijar una fecha específica pero, ¿pensamos en meses o en el próximo año? ¿Quieres una boda de verano? ¿O en otoño, ya que estamos en Maine?

Ella sonrió pero se sintió tensa. Por la mirada en la cara de Daniel, ella pudo ver que él no había pensado tan lejos.

–Necesito pensarlo—dijo sin compromiso.