Soy mujer

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Soy Mujer

Patrick Bennett

ISBN: 978-84-19367-05-1

1ª edición, marzo de 2022.

Editorial Autografía

Calle de las Camèlies 109, 08024 Barcelona

www.autografia.es

Reservados todos los derechos.

Está prohibida la reproducción de este libro con fines comerciales sin el permiso de los autores y de la Editorial Autografía.

1

Mientras miraba la pantalla de mi ordenador, me coloqué la mano en la tripa apretando ligeramente, para intentar sin demasiado éxito aliviar ese fuerte dolor de ovarios que me visitaba cada mes desde los últimos diez años. Siempre que empezaba a notar las molestias de la regla, en mi cabeza repetía la misma frase: “me encanta ser mujer” en tono irónico.

Estaba intentando terminar un trabajo, que me había encomendado mi recién estrenado jefe; pero cada minuto que pasaba, empezaba a desesperarme un poco más.

—Creo que voy a tomarme un calmante porque no puedo aguantar más —le dije a Lola, mi compañera de piso.

—No sé por qué aguantas tanto tiempo Sam, sabes que no se te va a pasar el dolor milagrosamente —me espetó ella.

Era otra de las grandes afortunadas que habían conseguido una beca de prácticas, en la central de un nuevo buscador de Internet en expansión llamado Findat; y ambas acabábamos de mudarnos a Los Ángeles hacía aproximadamente un mes. Nos conocimos intentando encontrar gente, para poder soportar los elevadísimos precios del alquiler en la zona, y desde el primer momento encajamos a la perfección, a pesar de tener caracteres completamente opuestos.

Lola, una alocada amante de los videojuegos; se había decantado por la informática en la universidad de Dayton, para poder dedicarse a la programación, y poder al fin crear algo destinado exclusivamente a las mujeres; mientras que a mí siempre me había llamado mucho la atención el mundo del diseño, los ordenadores y todo lo que conlleva, por lo que no lo dudé a la hora de matricularme en diseño gráfico en la universidad de Pennsylvania.

Nací en Philadelphia hace 22 años, y como mis padres murieron en un accidente de tráfico cuando tan solo tenía dos años, me crie con mi abuela, que falleció hace varios meses, en una pequeña casa a las afueras de la ciudad. A pesar de ser hija del magnate del petróleo James Miller, mi abuela me enseñó que las cosas hay que ganárselas con esfuerzo, y siempre tuve muy claro que me tenía que sacar las castañas del fuego yo solita; por ese motivo soy una mujer demasiado luchadora a la que nunca le han gustado las injusticias.

Lola creció en una pequeña casa en Chicago junto a sus padres y su hermano pequeño Phil, y tiene un carácter alegre y atrevido que me complementa a la perfección, ya que yo soy mucho más reservada.

Inteligentes, trabajadoras y con un objetivo en común, comernos el mundo; a Lola y a mí no se nos ponía nada por delante, y queríamos demostrarlo con todo nuestro empeño en un sector como el de la tecnología, donde los hombres habían tenido el mando hasta el momento.

—¿Por qué no ponemos una peli de esas de llorar, y atacamos todo lo dulce que nos encontremos en la cocina? —me preguntó Lola con una gran sonrisa para intentar animarme.

—Tengo que entregar mañana a primera hora el diseño que me ha mandado Jack, no quiero que se lleve una mala impresión o piense que soy una irresponsable —respondí ensimismada en la pantalla de mi portátil.

Debía presentar mi propuesta a los encargados de diseño, de un logotipo de la marca con motivo del día internacional de la mujer; y quería sorprender sin caer en los estereotipos de siempre.

2

El primer día de trabajo, cuando pudimos ver de cerca ese enorme edificio de cristaleras, nos quedamos atónitas; pero cuál fue nuestra sorpresa cuando, al atravesar las puertas, nos encontramos con que pertenecíamos a una minoría bastante notable, en aquella jungla de colores vivos gobernada por testosterona.

Rápidamente fuimos agasajadas por Paul Carter, uno de los encargados del personal de prácticas, que nos llevó a las oficinas donde a partir de ese día haríamos las nuestras. Mientras caminábamos por los interminables pasillos de mármol blanco de la compañía, pude darme cuenta de que las únicas mujeres que encontraba estaban en puestos de recepción, de secretarias o ayudantes, mientras que en los puestos directivos la inmensa mayoría eran hombres.

Paul era un chico algo mayor que nosotras, bastante alto, con el pelo castaño alborotado, ojos verdes y aspecto de tener bastante éxito entre el sexo femenino; llevaba un look informal con unos vaqueros rotos, una camiseta de manga corta blanca que marcaba a la perfección sus musculosos brazos, y deportivas; un estilo que contrastaba bastante con el que nosotras habíamos elegido para el primer día; con camisa, americana y zapatos de tacón.

A pesar de casi no poder seguir el ágil ritmo que llevaba Paul, mientras nos mostraba todos y cada uno de los rincones de la empresa, no dejamos que el intenso dolor de pies nos afectara lo más mínimo, y escuchamos atentamente todas las explicaciones asintiendo con una sonrisa permanente.

Yo iba a trabajar en una sala repleta de mesas con ordenadores, donde también había enormes pufs para poder trabajar cómodamente, como si estuviéramos en casa. A Lola la llevaron una planta más arriba a una sala bastante similar; estaba claro que en aquella empresa el confort era primordial.

Después de un día lleno de emociones, esperé a Lola a la salida para irnos juntas a casa; y mientras estaba concentrada en la pantalla de mi móvil, Paul me tocó el hombro.

—¿Qué tal el primer día? —en su sonrisa pícara pude percibir que no le interesaban demasiado los detalles de mi trabajo— ¿Tienes planes esta noche? Podemos ir a un nuevo local que han abierto aquí cerca.

En efecto, mis sospechas se confirmaron rápidamente.

—No, lo siento, pero estoy agotada. Voy a esperar a Lola para volver a casa y descansar —pero mi sorpresa llegó cuando puede divisar a lo lejos a mi amiga con varios compañeros, riendo enérgicamente y sin ningún aspecto de que le apeteciera mi plan.

—¡Ey, Sam! ¿Qué tal te ha ido? —preguntó alegremente.

—Pues estoy muerta, Lola, creo que me voy a ir a casa, los tacones me están matando.

—¡Pero qué dices mujer! Hay que celebrar nuestro primer día superado, vente a tomar unas copas y te presento a unos compañeros, son súper simpáticos —mientras tanto, Paul seguía a mi lado y pude percibir una ligera sonrisa en su rostro, al comprobar que mi plan se había ido al garete.

—Venga mujer, anímate —me susurró sin cambiar el gesto descarado.

—Lo siento de verdad, pero me voy a casa. Pasadlo bien. Mañana nos vemos.

Cuando iba de camino a casa, empecé a pensar en lo que más me había impactado de aquel fatídico primer día; ¿por qué no había prácticamente mujeres con puestos importantes en las grandes empresas? ¿Lola y yo éramos una excepción, o nuestro destino era ser las ayudantes de algún alto cargo?

Desde que era una niña, tenía muy claro que ser mujer no era tarea fácil, a pesar de que en el fondo me consideraba afortunada por no haber sufrido las injusticias que muchas habían tenido que soportar en el pasado; sin embargo, sabía que todavía quedaba mucho camino por recorrer.

Durante las primeras semanas trabajé duro, y verdaderamente sentí que mis opiniones eran tan valoradas como las del resto, e incluso me sorprendió cuando mi jefe me propuso ser una de las encargadas de diseñar el logotipo en el que estaba trabajando.

Me preparé un enorme café y me senté de nuevo frente al ordenador con la idea fehaciente de dejar a todos boquiabiertos por la mañana. Eran las doce de la madrugada, y Lola decidió irse a su dormitorio despidiéndose suavemente para no molestarme demasiado; me puse mis auriculares, le di al play, y con ‘Bohemian Rhapsody’ al fin me llegó la inspiración.

3

Por la mañana me desperté con muchas ganas de llegar al trabajo y presentarle mi idea al resto del equipo. A pesar de no haber dormido demasiado, me sentía eufórica. Me di una ducha, preparé café para las dos y me puse unos vaqueros ajustados, una camiseta de algodón y zapatillas deportivas; juré que nunca más volvería a sufrir el intenso dolor de pies que tuve el primer día.

Ni siquiera esperé a que Lola saliera de la ducha; le dejé una nota en la nevera “Te veo en el trabajo XOXO”, me recogí la melena en una coleta alta y salí de casa con mi portátil bajo el brazo; quería llegar un poco antes para preparar una presentación perfecta.

Cuando llegué a mi puesto, vi a uno de mis compañeros en la sala de diseño, por lo que supuse que había tenido la misma idea que yo.

—Buenos días, Sam, qué madrugadora —se trataba de Alex, otro trabajador en prácticas al que Jack había encomendado la misma tarea que a mí, por lo que en este momento era mi competencia directa.

Alex era un chico joven, alto, bastante moreno de piel y con el pelo rapado, del que impresionaban sus enormes ojos grises y su amplia sonrisa. Había llegado desde la universidad de Nueva York, y se notaba que venía de buena familia por su educación a la hora de hablar con todos nosotros, y sus buenos modales en todo momento.

—Buenos días, ¿estás preparando la presentación de tu diseño? —le pregunté animadamente.

—Algo así —respondió sin demasiadas ganas de continuar la conversación.

 

Por su gesto pude percibir que yo para él también me había convertido en competencia, y que no estaba dispuesto a compartir conmigo ni una sola de sus ideas; algo que no me afectó demasiado porque confiaba mucho en mi propuesta.

—Buenos días, chicos, veo que os habéis tomado en serio el proyecto que estamos preparando. —dijo Jack entrando en la sala mientras se quitaba la chaqueta. Mi jefe tendría unos treinta y tantos años, y a pesar de no ser demasiado alto, las incipientes canas de su barba y el pelo perfectamente engominado con raya a un lado, lo hacían bastante atractivo.

—Buenos días, Jack —respondimos los dos al unísono como si estuviésemos en un jardín de infancia. Mientras Jack se acomodaba en su mesa, dejó escapar una leve carcajada por lo ridículo de la situación.

—Vamos a ver, ¿quién quiere ser el primero en presentar su proyecto?

—Yo mismo —respondió rápidamente Alex dando un paso adelante.

Desde el primer momento, cuando vi reflejarse en el proyector un logotipo en diferentes tonos rosados, pude notar cómo se me formaba un nudo en el estómago. Zapatos de tacón, barras de labios, vestidos y lazos de todos los tamaños decoraban el nombre de la marca de una forma, para mi gusto, de lo más ridícula.

Alex comenzó su presentación con mucha seguridad, exponiendo que las mujeres somos criaturas bellas, con infinidad de trucos para sacarnos todo el partido posible como la ropa, el maquillaje o los zapatos.

Notaba cómo empezaba a ponerme roja de rabia cuando de repente entró Paul, me miró, y acto seguido echó un vistazo a la pantalla. En ese momento comprendió todo lo que estaba pasando allí. Se sentó a mi lado y me dio un pequeño codazo con intención de tranquilizarme, lo que no tuvo demasiado efecto.

Cuando mi compañero por fin terminó, respiré profundamente para relajarme, y preparé mi portátil para mostrarle a Jack mi propuesta. Allí estaba, el logotipo de la marca con sus colores base: amarillo y azul.

Alrededor había dibujado los rostros de mujeres de todo tipo, rodeadas de símbolos como un ordenador, un libro, un pincel, una nota musical o un microscopio.

—Lo primero, he de decir que las mujeres somos seres humanos, que todas somos bellas y que todas poseemos un cerebro para poder pensar por nosotras mismas. No creo que nos definan objetos de belleza o moda, sino lo que realmente soñamos, que puede ser encontrar el trabajo perfecto, triunfar en el deporte, escribir un best seller o llegar a la luna.

Proseguí mi presentación mientras los tres hombres de la sala me miraban boquiabiertos, a pesar de que yo no entendía demasiado bien el motivo; ¿Es que ni siquiera lo habían pensado antes? No me lo podía creer. ¿De qué tipo de mujeres habían estado rodeados toda su vida?

Cuando acabé mi disertación, Paul se levantó apresuradamente para aplaudir, pero lo que me importaba de verdad era la opinión de Jack, que aún me miraba perplejo.

—Está claro que ambos habéis hecho un gran trabajo, pero me gustaría hablar con cada uno de vosotros a solas. Sam y Paul por favor, esperad fuera —dijo con el semblante serio.

Salimos en silencio de la sala y cuando cerramos la puerta, Paul me miró directamente a los ojos sonriendo.

—Los has dejado planchados, no se lo esperaban en absoluto y menos viniendo de una mujer —dijo entusiasmado-

—No creo que haya dicho nada extraño, y el punto de vista femenino pienso que es demasiado relativo. Es mi opinión, no la de todas las mujeres.

—Ya lo sé, no te pongas a la defensiva; lo único que digo es que ya era hora de que una mujer le plantara cara a ese estirado de Alex —afirmó sonriendo—. Por cierto, me gusta mucho más este estilo; esos vaqueros te sientan de maravilla.

En ese momento se abrió la puerta y escuché a Jack pronunciar mi nombre. Me topé con Alex sin cruzar las miradas y entré en la sala con apariencia de seguridad, aunque en realidad estaba aterrada.

—Siéntate por favor —me pidió amablemente.

—Dime Jack —respondí con voz temblorosa.

—Escucha, tu propuesta ha sido cuanto menos interesante, y a pesar de que la de tu compañero es bastante más vistosa, he decidido incluir tu diseño entre los posibles para aparecer en la portada del buscador. Por el momento no le digas nada a Alex, no le he confirmado nada todavía —noté cómo mi corazón empezaba a latir cada vez más rápido y una sensación de euforia se apoderaba de mi.

—Muchísimas gracias, Jack, ha sido un placer colaborar en este proyecto.

—Muchas gracias a ti Sam, seguro que más de uno se llevará una sorpresa con tu trabajo.

Salí de la sala con ganas de saltar, bailar y gritar, y allí estaba Paul esperándome; sin pensarlo dos veces, le di un abrazo enorme y a lo lejos pude divisar la cara de desprecio de Alex, mientras hablaba con sus compañeros. No me afectó en absoluto, en ese momento sentí que había dado un gran paso tanto para mí, como para el mundo.

4

Cuando llegó la hora de salir, subí corriendo a buscar a Lola a su oficina para contarle la gran noticia, pero no la encontré por ninguna parte. Cogí el móvil para llamarla mientras entraba en el baño y allí estaba, pero no sola, sino sentada en el lavabo mientras besaba apasionadamente, abrazando entre sus piernas a Alex, mi peor enemigo en esos momentos.

—Perdón chicos, no quería interrumpir — en aquel instante ambos se separaron bruscamente mientras se colocaban, como si yo fuera un profesor y aquello el instituto.

—Hola Sam, ¿qué tal ha ido tu presentación? —dijo algo avergonzada.

—Pues si te vienes a tomar algo conmigo te lo cuento con pelos y señales.

Alex salió del baño sin despedirse y me apoyé en la pared esperando a que Lola terminara de atusarse el pelo en el espejo. Salimos del baño caminando apresuradamente hacia la puerta de salida, para comentar lo que acababa de ocurrir, y cuando salimos del edificio fue como sacar la cabeza del agua.

—Bueno cuéntame, ¿qué tal ha ido todo? —preguntó Lola entusiasmada.

—¿Perdona? ¿Cómo que qué tal ha ido? ¿Qué es lo que acaba de pasar ahí dentro?

—Es que como estabas tan concentrada en tu proyecto estos últimos días no te he querido distraer con mis cosas.

—Pero ¿desde cuándo? ¿Cómo? —inquirí sobresaltada.

—La verdad es que desde hace unos días Alex me miraba demasiado por los pasillos cuando nos cruzábamos, y el otro día me invitó a una copa a la salida. Una cosa llevó a la otra y…

—Madre mía chica, tú no pierdes el tiempo —le dije soltando una carcajada.

—Creo que me está empezando a gustar bastante, es guapo, amable, cariñoso…

—Sí, sí, ya he podido comprobar lo cariñoso que es…

Al instante, Lola se puso colorada y me pegó un manotazo en el hombro para que me callara. Con lo que acababa de escuchar no creí que debiera contarle lo que me había dicho Jack por el momento, así que simplemente le comenté que les había sorprendido bastante mi diseño.

Era viernes por la noche, así que fuimos a cenar a una pizzería cercana y más tarde decidimos ir a un local tranquilo a tomar unas copas y hablar de nuestras cosas. A Lola se le veía bastante ilusionada con Alex, y yo me alegraba mucho por ella. Se merecía que le trataran como a una reina.

También hablamos de nuestros próximos proyectos, del resto de compañeros, de la decoración del piso, las nuevas películas que había en cartelera, y de pronto salió un tema que estaba intentando evitar, Paul.

—Bueno, y tú con el de personal, ¿ahí hay algo verdad? Me han dicho que os han visto muy abrazados esta mañana —preguntó curiosa.

—La verdad es que se ha portado fenomenal conmigo desde que llegamos, y me ha apoyado mucho, pero de momento creo que no me apetece conocer a nadie

—Pues me he enterado de que hay más de una detrás de él en la empresa, es todo un rompecorazones —afirmó con una sonrisa pícara

—Me alegro por él —respondí con una pequeña sensación de celos que ni yo misma me creía. ¿Acaso podría interesarme Paul? Con tanto trabajo ni siquiera me había parado a pensar en eso.

Cuando volvíamos a casa y Lola seguía hablando de lo maravilloso que era Alex, yo me puse a pensar en Paul. Mi vida sentimental hasta el momento no había sido demasiado intensa, sí que había tenido un par de “novietes” de unos meses, pero me di cuenta de que nunca me había enamorado de verdad. De todas formas, este era el momento de aprovechar la oportunidad laboral, y no quería distraerme con ningún hombre.

Al acercarnos al portal de casa, vi a un chico que estaba sentado en el escalón con la cabeza apoyada en la pared. Al principio imaginé que sería un vagabundo, pero cuando nos acercamos, pude comprobar que era él; se había quedado dormido mientras esperaba a que llegásemos, y además traía una botella de champán.

Mientras Lola me miraba con una sonrisa pícara, decidí despertarle suavemente para no asustarle, y cuando abrió los ojos, esbozó una sonrisa al instante.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —pregunté fingiendo curiosidad.

—Pues venía a darte una sorpresa para celebrar tu éxito, pero como no estabas, decidí esperar a que llegaras y me quedé un poco traspuesto —respondió bostezando.

—Anda sube y ponemos a enfriar esa botella.

En el ascensor, Lola me preguntó por ese éxito tan misterioso; y cuando Paul fue a contestar le di un pequeño pisotón, por lo que se quedó en silencio de repente. Le dije que se refería al éxito de mi presentación, pero que era demasiado pronto para celebrar nada.

Llegamos a casa, Lola se fue a su habitación a cambiarse de ropa, y aproveché la ocasión para contarle a Paul lo que había pasado; se quedó atónito. Me contó que sabía que Alex tenía novia desde hacía varios años en Nueva York, y que venía a visitarle de vez en cuando los fines de semana; me quedé perpleja. ¿Debía contárselo a Lola? Le partiría el corazón, pero creía que iba a ser lo mejor.

Cuando salió de la habitación y vio las caras de póquer que teníamos ambos, no pudo resistirse y preguntó.

—¿Qué está pasando aquí? Menuda fiesta que lleváis en el cuerpo, chicos.

—Bueno Lola, es que hay algo que creemos que debes saber —respondí. Paul notó lo incómoda que me sentía, y decidió explicarle lo que pasaba con mucha calma, algo que duró tan solo unos segundos.

—¿Cómo? No me lo puedo creer, voy a llamarle ahora mismo —exclamó con cara de pocos amigos.

Se metió en su habitación y al momento empezamos a escuchar palabras malsonantes, gritos y algún que otro sollozo. Cuando todo se calmó, llamé a la puerta para comprobar que estuviese bien, pero me dijo desde dentro que no quería ver a nadie, así que decidí dejarlo estar.

Me volví, y vi a Paul sentado en el sofá angustiado por la situación, por lo que le propuse hacer unas palomitas y ver una película en la televisión.

—Ya dejaremos el champán para otra ocasión.

—Sin problema —respondió con una sonrisa.

Cuando terminamos de ver una de esas películas que parodian (para mi gusto terriblemente) otras de terror, me di cuenta de que, sin querer, estaba tumbada en el costado de Paul mientras me rodeaba con su brazo. Me levanté y comprobé que se había quedado dormido, por lo que decidí taparle con una manta y dejarle descansar.