Read the book: «La Marcha De Los Reyes»
LA MARCHA DE LOS REYES
(LIBRO #2 DE EL ANILLO DEL HECHICERO)
Morgan Rice
Acerca de Morgan Rice
Morgan Rice es la escritora del bestseller #1: DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), una saga que comprende once libros (y siguen llegando); la saga del bestseller #1: TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY), thriller pos apocalíptico que comprende dos libros (y siguen llegando); y la saga de fantasía épica, bestseller #1: EL ANILLO DEL HECHICERO, que comprende trece libros (y contando).
Los libros de Morgan están disponibles en audio y edición impresa, y la traducción de los libros está disponible en alemán, francés, italiano, español, portugués, japonés, chino, sueco, holandés, turco, húngaro, checo y eslovaco (próximamente en otros idiomas).
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Algunas Opiniones Acerca de las Obras de Morgan Rice
“EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SOURCERER’S RING) tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: tramas, tramas secundarias, misterio, caballeros aguerridos y relaciones que florecen, llenos de corazones heridos, decepciones y traiciones. Lo mantendrá entretenido durante horas y satisfará a las personas de cualquier edad. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores de fantasía”.
--Books and Movie Reviews, Roberto Mattos
“Rice hace un gran trabajo para captar su atención desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va más allá de la simple descripción de la ambientación... Bien escrito y sumamente rápido de leer”.
--Black Lagoon Reviews (acerca de Turned)
“Es una historia ideal para lectores jóvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante... Innovador y singular. La saga se centra alrededor de una chica... ¡una chica extraordinaria! Es fácil de leer, pero con un ritmo sumamente rápido... Clasificación PG (Guía Paternal)”.
--The Romance Reviews (acerca de Turned)
“Me llamó la atención desde el principio y no dejé de leerlo... Esta historia es una aventura increíble, de ritmo rápido y llena de acción desde su inicio. No hay un momento aburrido”.
--Paranormal Romance Guild (con respecto a Turned)
“Lleno de acción, romance, aventura y suspenso. Ponga sus manos en él y vuelva a enamorarse”.
--vampirebooksite.com (con respecto a Turned)
“Tiene una trama estupenda y este libro en particular, le costará dejar de leer en la noche. El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querrá comprar el siguiente libro, solamente para ver qué sigue”.
--The Dallas Examiner (referente a Loved)
“Es un libro equiparable a TWILIGHT y DIARIO DE UN VAMPIRO (VAMPIRE DIARIES), y hará que quiera seguir leyendo ¡hasta la última página! Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para usted!”.
--Vampirebooksite.com (con respecto a Turned)
“Morgan Rice se demuestra a sí misma una vez más que es una narradora de gran talento... Esto atraerá a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados más jóvenes, del género de los vampiros y de la fantasía. El final de suspenso inesperado lo dejará estupefacto”.
--Reseñas de The Romance Reviews (con respecto a Loved)
"Una fantasía animada que entreteje elementos de misterio e intriga en la historia. La Senda de los Héroes trata acerca del valor y sobre la realización de un propósito de vida que conduce al crecimiento, la madurez y la excelencia... Para los que buscan aventuras de ficción sustanciosa, los protagonistas, los mecanismos y la acción proporcionan un conjunto vigoroso de encuentros que se centran en la evolución de Thor de ser un niño soñador a un adulto joven que enfrenta a situaciones imposibles para sobrevivir... Es sólo el comienzo de lo que promete ser una saga épica para adultos jóvenes".
- Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer)
Libros de Morgan Rice
EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING)
LA SENDA DE LOS HÉROES (A QUEST OF HEROES) - (Libro #1)
LA MARCHA DE LOS REYES (A MARCH OF KINGS) - (Libro #2)
EL DESTINO DE LOS DRAGONES (A FATE OF DRAGONS) (Libro #3)
EL GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) (Libro #4)
UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) (Libro #5)
UN DEBER DE VALOR (A CHARGE OF VALOR) (Libro #6)
UN GRITO DE ESPADAS (A RITE OF SWORDS) (Libro #7)
UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (A GRANT OF ARMS) (Libro #8)
UN CIELO DE HECHIZOS (A SKY OF SPELLS) (Libro #9)
UN MAR DE ESCUDOS (A SEA OF SHIELDS) (Libro #10)
UN REINADO DE HIERRO (A REIGN OF STEEL) (Libro #11)
UNA TIERRA DE FUEGO (A LAND OF FIRE) - (Libro #12)
EL DECRETO DE LAS REINAS (A RULE OF QUEENS) - (Libro #13)
LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY)
ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (SLAVERSUNNERS) - (Libro #1)
ARENA DOS (ARENA TWO) - (Libro #2)
DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS)
TRANSFORMACIÓN (TURNED) (Libro #1)
AMORES (LOVED) (Libro #2)
TRAICIÓN (BETRAYED) - (Libro #3)
DESTINADO (DESTINED) (Libro #4)
DESEO (DESIRED) (Libro #5)
PROMETIDO (BETROTHED) (Libro #6)
PROMESA (VOWED) (Libro #7)
ENCUENTRO (FOUND) (Libro #8)
RESURRECCIÓN (RESURRECTED) (Libro #9)
ANSIAS (CRAVED) (Libro #10)
DESTINO (FATED) (Libro #11)
Escuche la saga de “EL ANILLO DEL HECHICERO) THE SORCERER’S RING en formato de ¡audio libro!
Ya disponible en:
Copyright © 2013 de Morgan Rice
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Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación de la autora o son usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia.
Imagen de la cubierta Derechos Reservados, Bilibin Maksym, usada bajo licencia de Shutterstock.com.
ÍNDICE
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDÓS
“¿Lo que veo frente a mí es un puñal,
Con el mango hacia mi mano? Ven, déjame sujetarte.
No te tengo, pero sigo viéndote”.
—William Shakespeare
Macbeth
CAPÍTULO UNO
El Rey MacGil tropezó en su habitación, había bebido demasiado; el cuarto giraba, su cabeza le punzaba por las festividades de la noche anterior. Una mujer cuyo nombre no sabía, estaba a su lado, con un brazo alrededor de su cintura, la blusa quitada a medias, lo guiaba con una risita hacia su cama. Dos asistentes cerraron la puerta tras ellos y se fueron discretamente.
MacGil no sabía dónde estaba su reina, y esta noche no le importaba. Ya casi no compartían la cama—ella se retiraba a su propia habitación con frecuencia, en especial, en las noches de fiestas, cuando las comidas duraban mucho tiempo. Conocía las indulgencias de su esposo, y parecía no importarle. Después de todo, él era el rey y MacGil siempre había gobernado con prepotencia.
Pero mientras MacGil se dirigía hacia la cama, la habitación daba vueltas con demasiada fuerza, y de repente rechazó a la mujer encogiéndose de hombros. Ya no estaba de humor para eso.
“¡Déjame!”, le ordenó y la empujó para que se fuera.
La mujer se quedó ahí, aturdida y dolida y la puerta se abrió y los ayudantes regresaron, sujetándola cada uno del brazo y guiándola hacia la salida. Ella protestó, pero sus gritos fueron amortiguados mientras se cerraba la puerta detrás de ella.
MacGil se sentó en el borde de la cama y apoyó su cabeza entre las manos, tratando de hacer que su dolor de cabeza se detuviera. Era poco común para él sentir un dolor de cabeza tan temprano, antes de que dejara de tener efecto la bebida, pero esta noche era diferente. Todo había cambiado rápidamente. El banquete había estado yendo muy bien; había tenido la mejor selección de carne y un vino fuerte, cuando ese muchacho, Thor, tuvo que aparecer y arruinar todo. En primera, fue su intrusión, con su tonto sueño; después, tuvo la audacia de derribar la copa de sus manos.
Después, tuvo que aparecer ese perro y lamerlo y caer muerto frente a todos. MacGil se había sentido perturbado desde entonces. Tomar conciencia de ello lo golpeó como un martillo: alguien había intentado envenenarle. Asesinarle. Apenas podía asimilarlo. Alguien se había colado de entre sus guardias, de los catadores de vino y comida. Había estado a nada de morir, y seguía haciéndolo sentir perturbado.
Recordó a Thor siendo llevado hacia el calabozo, y se preguntó nuevamente si había dado la orden correcta. Por un lado, no había manera de que ese muchacho supiera que la copa estaba envenenada, a menos que él lo hubiera hecho, o que fuera cómplice del crimen. Por otro lado, él sabía que Thor tenía poderes extremos y misteriosos—demasiado misteriosos—y tal vez había estado diciendo la verdad: tal vez había tenido ese sueño premonitorio. Tal vez Thor había realmente salvado su vida, y tal vez MacGil había enviado al calabozo a una persona verdaderamente leal.
MacGil sentía que la cabeza le estallaba al pensarlo, mientras se sentaba frotándose la frente, tratando de razonar. Pero había bebido demasiado esa noche, su mente estaba nebulosa, sus pensamientos giraban y no podía llegar al fondo del asunto Hacía demasiado calor aquí, era una bochornosa noche de verano, con el cuerpo caliente por tantas horas de disfrutar la comida y la bebida y sintió que sudaba.
Estiró la mano y se quitó el manto, luego la camisa, hasta quitarse todo, menos la camiseta. Se secó el sudor de la frente, luego de la barba. Se echó hacia atrás y se quitó las enormes y pesadas botas, una a una y enroscó sus dedos del pie mientras estaban en el aire. Se sentó ahí y respiró profundamente, tratando de recuperar el equilibro. Su barriga había crecido y era una carga. Subió las piernas y se recostó, apoyando su cabeza en la almohada. Suspiró y miró hacia arriba, más allá de las cuatro columnas, hacia el techo, y deseó que la habitación dejara de girar.
¿Quién querría matarme?, se preguntó una vez más. Había amado a Thor como a un hijo y parte de él intuía que no podría ser él. Se preguntó quién podría ser, qué motivo tendrían—y sobre todo, si volverían a intentarlo. ¿Estaba a salvo? ¿Los pronunciamientos de Argon habían sido ciertos?
MacGil sintió que sus ojos se hacían pesados, al presentir la respuesta más allá de la comprensión de su mente. Si su mente estuviera un poco más clara, tal vez podría resolverlo. Pero tendría que esperar la luz de la mañana para llamar a sus asesores, para investigar. La pregunta en su mente no era quién lo quería muerto—sino quién no lo quería muerto. Su corte estaba llena de gente que ansiaba tener su trono. Generales ambiciosos; maniobras políticas de concejales; nobles y lores hambrientos de poder; espías; viejos rivales, asesinos de los McClouds— y tal vez incluso de las Tierras Salvajes. O tal vez más cercanos.
Los ojos de MacGil revolotearon cuando comenzó a quedarse dormido, pero algo llamó su atención que lo mantuvo con los ojos abiertos. Detectó movimiento y notó que sus asistentes no estaban ahí. Parpadeó, confundido. Sus asistentes nunca lo dejaban solo en esa habitación. De hecho, no recordaba la última vez que había estado solo en esa habitación. No recordaba haberles ordenado que se fueran. Y todavía más extraño: su puerta estaba abierta de par en par.
Al mismo tiempo, MacGil escuchó un ruido al otro extremo de la habitación y giró y miró. Ahí, arrastrándose junto a la pared, saliendo de las sombras, hacia las antorchas, estaba un hombre alto, delgado, usando una capucha negra sobre su cara. MacGil parpadeó varias veces preguntándose si estaba viendo cosas. Al principio, estaba seguro de que solamente eran sombras, titilando con las antorchas, jugando trucos en sus ojos.
Pero un momento después, la figura estaba varios pasos más cerca y se acercó a la cama rápidamente. MacGil trató de enfocarse en la luz tenue, para ver quién era; empezó a sentarse instintivamente, y siendo el viejo guerrero que era, acercó su mano a la cintura, buscando una espada o al menos un puñal. Pero se había desnudado y no había armas que tomar. Se sentó, desarmado, en su cama.
La figura se movió rápidamente, como una serpiente en la noche, acercándose aún más y cuando MacGil se sentó, miró su rostro. La habitación seguía girando y su ebriedad le impedía entender con claridad, pero por un momento, podría haber jurado que era la cara de su hijo.
¿Gareth?
El corazón de MacGil se inundó de un pánico repentino, mientras se preguntaba qué podría estar haciendo ahí, sin avisar, bien entrada la noche.
“¿Hijo mío?”, preguntó.
MacGil vio la intención mortal en sus ojos, y era todo lo que necesitaba ver—empezó a salir de un salto de la cama.
Pero la figura se movía demasiado rápido. Entró en acción y antes de que MacGil pudiera levantar su mano para defenderse, ahí estaba el reluciente metal que destellaba en la luz de la antorcha, y rápidamente, demasiado rápidamente, había una daga en el aire—y se sumergió en su corazón.
MacGil gritó, con un grito de angustia profundo y sombrío, y se sorprendió al escuchar su propio grito. Era un grito de batalla, que él había escuchado demasiadas veces. Era el grito de un guerrero herido de muerte.
MacGil sintió el frío metal atravesando sus costillas, abriéndose paso entre el músculo, mezclándose con la sangre, y después empujando profundamente, cada vez más profundo, el dolor era más intenso de lo que había imaginado en su vida, y parecía no dejar de sumergirse nunca. Con un gran suspiro, se sintió caliente, la sangre salada llenó su boca, sentía que su respiración era más difícil. Se obligó a mirar hacia arriba, a la cara detrás de la capucha. Se sorprendió al ver que se había equivocado. No era la cara de su hijo. Era otra persona. Alguien que él reconoció. No podía recordarlo, pero era alguien cercano a él. Alguien que se parecía a su hijo.
Su cerebro se atormentó por la confusión, mientras trataba de ponerle un nombre al rostro.
La figura se situó por encima de él, sosteniendo el cuchillo, MacGil logró de alguna manera levantar la mano y empujarlo del hombro, tratando de hacer que se detuviera. Sintió la explosión de la fuerza del viejo guerrero surgir dentro de él, sintió la fuerza de sus antepasados, sintió algo en su interior que lo convirtió en rey, que no se daría por vencido. Con un enorme empujón, logró hacer retroceder al asesino con todas sus fuerzas.
El hombre era más delgado, más frágil de lo que MacGil pensó, y se fue tropezando con un grito, tambaleando por la habitación. MacGil logró levantarse y con un esfuerzo supremo, se agachó y sacó el cuchillo de su pecho. Lo arrojó al otro lado de la habitación y cayó golpeando el suelo de piedra con un ruido metálico, deslizándose a través de él, y se estrelló contra la pared del otro extremo.
El hombre, cuya capucha había caído sobre los hombros, se puso de pie y miró hacia atrás, con los ojos abiertos de par en par. El hombre se volvió y echó a correr por la habitación, deteniéndose solamente lo suficiente para recuperar la daga antes de escapar.
MacGil trató de perseguirlo, pero el hombre era muy rápido y de pronto el dolor se incrementó punzando su pecho Se sintió muy débil.
MacGil se quedó ahí parado, solo en la habitación, y miró la sangre brotando de su pecho hacia la palma de sus manos. Cayó de rodillas.
Sintió que su cuerpo se enfriaba y se reclinó hacia atrás y trató de gritar.
“¡Guardias!”, se escuchó un grito débil.
Respiró profundamente y en suprema agonía, logró recuperar su voz grave. La voz del otrora rey.
“¡GUARDIAS!”, gritó.
Oyó pasos en algún pasillo lejano, acercándose poco a poco. Escuchó que una puerta distante se abría, sintió que se acercaban algunos cuerpos. Pero la habitación giró de nuevo, y esta vez no fue por la bebida.
Lo último que vio fue el frío suelo de piedra, levantándose para encontrarse con su cara.
CAPÍTULO DOS
Thor agarró la aldaba de hierro de la inmensa puerta de madera delante de él y tiró con todas sus fuerzas. Se abrió lentamente, crujiendo, y reveló ante él la cámara del rey. Dio un paso, sintiendo el vello de sus brazos cosquilleando mientras cruzaba el umbral. Podía sentir una gran oscuridad aquí, permaneciendo en el aire, como una niebla.
Thor dio varios pasos hacia la cámara, escuchando el crujido de las antorchas en las paredes, mientras se abría camino hacia el cuerpo, acostado en el suelo. Ya presentía que era el rey, que había sido asesinado—que él, Thor, había llegado demasiado tarde. Thor no podía dejar de preguntarse dónde estaban todos los guardias, por qué nadie estaba ahí para rescatarlo.
Las rodillas de Thor se debilitaron mientras daba los últimos pasos hacia el cuerpo; se puso de rodillas sobre la piedra, le agarró el hombro, ya frío, y giró al rey.
Ahí estaba MacGil, su antiguo rey, allí tendido, con los ojos bien abiertos, muerto.
Thor miró hacia arriba y vio de repente al asistente del rey parado ante ellos. Sostenía una gran copa enjoyada, la que Thor reconoció de la fiesta, hecha de oro macizo y cubierto de hileras de rubíes y zafiros. Mientras miraba a Thor, el asistente lo vertió lentamente en el pecho del rey. El vino salpicó toda la cara de Thor.
Thor oyó un chirrido, y volteó a ver a su halcón, Estopheles, encaramado en el hombro del rey; lamiendo el vino de su mejilla.
Thor oyó un ruido y se volvió para ver Argon, de pie junto a él, mirando hacia abajo seriamente. En una mano, sostenía la corona, brillando. En la otra, su vara.
Argon se acercó y colocó la corona firmemente en la cabeza de Thor. Thor podía sentirla, se hundía con su peso, ajustándose adecuadamente, con el metal abrazando su sien. Miró a Argon, asombrado.
“Ahora tú eres el rey”, dijo Argon.
Thor parpadeó, y cuando abrió los ojos, delante de él estaban todos los miembros de la Legión, de los Plateados, cientos de hombres y niños hacinados en la cámara, todos mirándolo. Todos se arrodillaron, hicieron una reverencia, con las caras dirigidas hacia abajo.
“Nuestro rey”, se oyó un coro de voces.
Thor se despertó sobresaltado. Se sentó respirando con dificultad, mirando alrededor. Estaba oscuro ahí, y húmedo, y se dio cuenta de que estaba sentado en el suelo de piedra, de espaldas a la pared. Entrecerró los ojos en la oscuridad, vio las barras de hierro a lo lejos y más allá de ellas, una antorcha con la luz parpadeante. Entonces recordó el calabozo. Había sido arrastrado hasta aquí, después de la fiesta.
Recordó al guardia pegándole en la cara, y se dio cuenta de que debía haber estado inconsciente; no sabía por cuánto tiempo. Se sentó, respirando profundamente, tratando de olvidar el horrible sueño. Había parecido tan real. Rezó para que no fuera verdad, para que el rey no hubiera muerto. La imagen del rey muerto se alojó en su mente. ¿Realmente Thor había visto algo? ¿O había sido solamente su imaginación?
Thor sintió que lo pateaban en la planta del pie, y miró hacia arriba y vio a alguien de pie, delante de él.
“Ya era hora de que despertaras», dijo la voz. “Llevo horas esperando”.
En la tenue luz, Thor distinguió la cara de un adolescente, como de su edad. Era delgado, bajito, con las mejillas hundidas y la piel picada de viruela—pero parecía haber algo amable e inteligente detrás de sus ojos verdes.
“Soy Merek”, dijo él. “Tu compañero de celda. ¿Por qué te trajeron aquí?
Thor se incorporó, tratando de reaccionar. Se apoyó contra la pared, pasó sus manos por su cabello, y trató de darle sentido a todo.
“Dicen que trataste de matar al rey”, continuó diciendo Merek.
“Él trató de matarlo y vamos a hacerlo pedazos si sale de detrás de esas rejas»”, gruñó una voz.
Se escuchó un coro de ruidos metálicos; las copas de estaño golpeaban las barras de metal y Thor vio el corredor, lleno de celdas, con prisioneros grotescos sacando sus cabezas contra las barras, con las luces parpadeantes de las antorchas, burlándose de él. La mayoría no se había afeitado, no tenían algunos dientes, y algunos lo miraban como si llevaran años ahí. Era un espectáculo horrible, y Thor se obligó a apartar la mirada. ¿Realmente estaba él ahí? ¿Se quedaría ahí para siempre con esa gente?
“No te preocupes por ellos”, dijo Merek. “Sólo somos tú y yo en esa celda. Ellos no pueden entrar. Y me importa un comino si envenenaste al rey. Yo mismo quisiera matarlo”.
“Yo no envenené al rey”, dijo Thor, indignado. “Yo no envenené a nadie. Estaba tratando de salvarlo Lo único que hice fue tirar su copa”.
“¿Y cómo supiste que la copa estaba envenenada?”, gritó una voz desde el pasillo, que estaba escuchando. “¿Supongo que con magia?”
Se escuchó un coro de risas cínicas por todo el corredor de las celdas.
“¡Es psíquico!”, gritó uno de ellos, burlándose.
Los otros rieron.
“¡No, solo adivinó!”, bramó otro, para deleite de los demás.
Thor los miró con ira, resintiendo las acusaciones, queriendo dejar las cosas en claro. Pero sabía que era una pérdida de tiempo. Además, no tenía que defenderse de esos criminales.
Merek lo estudió, con una mirada no tan escéptica como la de los otros. Parecía que estaba debatiendo.
“Creo en ti”, dijo en voz baja.
“¿En verdad?”, preguntó Thor.
Merek se encogió de hombros.
“Después de todo, si ibas a envenenar al rey, ¿serías tan tonto de avisarle?”.
Merek se dio la vuelta y se alejó, a unos pasos del costado de la celda y se inclinó contra la pared y se sentó frente a Thor.
Ahora Thor tenía curiosidad.
“¿Por qué estás aquí?”, preguntó él.
“Por ladrón”, contestó Merek, un poco orgulloso.
Thor se sorprendió; nunca había estado en la presencia de un ladrón, de un verdadero ladrón. Él nunca había pensado en robar, y siempre se había asombrado por la gente que lo hacía.
“¿Por qué lo haces?”, preguntó Thor.
Merek se encogió de hombros.
“Mi familia no tenía comida. Tenían que comer. No fui a la escuela ni tengo habilidad alguna. Robar es lo que sé hacer. Nada importante. Solamente comida. Lo que sea que los ayude. Logré hacerlo durante años. Y entonces me atraparon. Esta es la tercera vez que me atrapan, en realidad. La tercera vez fue la peor”.
“¿Por qué?”, preguntó Thor.
Merek estaba callado, después negó con la cabeza, lentamente. Thor pudo ver sus ojos llenos de lágrimas.
“La ley del rey es estricta. Sin excepciones. A la tercera ofensa, te cortan la mano”.
Thor estaba horrorizado. Miró las manos de Merek, ambas estaban ahí.
“Todavía no han venido por mí”, dijo Merek. “Pero lo harán”.
Thor se sintió terrible. Merek apartó la vista, como avergonzado, y Thor lo hizo también, no queriendo pensar en ello.
Thor puso sus manos en la cabeza, que le dolía muchísimo, tratando de organizar sus pensamientos. Los últimos días parecían como un torbellino; todo había pasado tan rápidamente. Por un lado, sentía que había tenido éxito, que se había reivindicado: había visto el futuro, había previsto el envenenamiento de MacGil, y lo había salvado de él. Tal vez el destino, después de todo, podría ser cambiado—tal vez el destino podría ser torcido. Thor se sintió orgulloso: había salvado a su rey.
Por otro lado, aquí estaba él, en el calabozo, incapaz de limpiar su nombre. Todas sus esperanzas y sueños se habían hecho añicos, cualquier oportunidad de entrar a la Legión, había desaparecido. Ahora tendría suerte si no pasaba el resto de sus días ahí. Le dolía pensar que MacGil, a quien consideraba como un padre, el único padre verdadero que había tenido, pensaba que Thor había tratado de matarlo. Le dolía pensar que Reece, su mejor amigo, podría creer que había tratado de matar a su padre. O todavía peor: Gwendolyn. Pensó en su último encuentro—en cómo pensó ella que él frecuentaba los burdeles—y sintió que todo lo bueno de su vida le había sido arrebatado. Se preguntó por qué le estaba ocurriendo eso. Después de todo, él solamente quería hacer el bien.
Thor no sabía qué sería de él; no le importaba. Lo único que quería era limpiar su nombre, que la gente supiera que él no había intentado matar el rey; que tenía poderes verdaderos, que realmente vio el futuro. No sabía qué sería de él, pero sabía una cosa: tenía que salir de ahí. De alguna manera.
Antes de que Thor pudiera terminar el pensamiento, escuchó pasos, de botas pesadas caminando por los pasillos de piedra; se oyó un tintineo de llaves y momentos más tarde, llegó un carcelero corpulento, el hombre que había arrastrado a Thor hasta ahí y le había dado un puñetazo en la cara. Al verlo, Thor sintió el dolor en su mejilla, tomó conciencia de ello por primera vez, y sintió una repugnancia.
“Vaya, es el pequeño muchacho admirable que trató de matar al rey”; el guardián frunció el ceño, mientras giraba la llave de hierro de la cerradura. Después de varios clics repercutiendo, se acercó y abrió la puerta de la celda. Llevaba grilletes en una mano, y una pequeña hacha colgaba de su cintura.
“Te tocará tu turno”, dijo burlándose de Thor, después se volvió hacia Merek, “pero ahora vas tú, pequeño ladrón. Es la tercera vez”, dijo con una sonrisa maliciosa, ”no hay excepciones”.
Fue tras Merek, lo sujetó con rudeza, le jaló un brazo poniéndolo detrás de su espalda, agarró el grillete, y después sujetó el otro extremo a un gancho en la pared. Merek gritó, tirando violentamente del grillete, tratando de liberarse, pero era inútil. El guardia se puso detrás de él y lo sujetó, le dio un abrazo muy fuerte, tomó su mano libre y la puso en una repisa de piedra.
“Eso te enseñará a no robar”, gruñó.
Se quitó el hacha del cinturón y lo levantó por encima de su cabeza, con la boca bien abierta, enseñando sus feos dientes mientras gruñía.
“¡NO!” Merek gritó.
Thor se sentó ahí, horrorizado, paralizado mientras el guardia bajaba su arma, dirigiéndola a la muñeca de Merek. Thor se dio cuenta de que en segundos, la mano de este pobre muchacho sería cortada, para siempre, solo por sus robos menores por comida, para ayudar a alimentar a su familia. La injusticia ki hizo arder por dentro, y él sabía que no podía permitirlo. No era justo.
Thor sintió que todo su cuerpo se calentaba, y sintió que ardía por dentro, poniéndose de pie y corriendo por sus palmas. Sintió que el tiempo corría más despacio, sintió que se movía más rápido que el hombre, sintió cada instante de cada segundo, mientras el hacha del hombre estaba ahí a mitad del aire. Thor sintió una bola de energía que le quemaba la palma de la mano y la lanzó a su carcelero.
Observó con asombro cómo la esfera amarilla volaba de la palma de su mano hacia el aire, encendiendo la celda oscura, mientras dejaba un rastro—y fue directo a la cara del carcelero. Le cayó en la cabeza, y al hacerlo, tiró su hacha y fue volando a través de la celda, estrellándose en la pared y derrumbándose. Thor salvó a Merek por un segundo antes de que la navaja llegara a su muñeca.
Merek miró a Thor, con los ojos bien abiertos.
El guardia negó con la cabeza y empezó a levantarse, para aprehender a Thor. Pero Thor sintió la fuerza ardiendo a través de él, y mientras el guarda se levantaba y lo enfrentaba, Thor corrió hacia adelante, saltando en el aire y lo pateó en el pecho. Thor sintió un poder que nunca había conocido, corriendo por su cuerpo y escuchó un crujido mientras su patada enviaba al hombre robusto volando por el aire, estrellándose contra la pared, y cayendo en el suelo, esta vez realmente inconsciente.
Merek se quedó ahí, asombrado, y Thor sabía exactamente lo que tenía que hacer. Sujetó el hacha, se apresuró, sostuvo el grillete de Merek contra la piedra y lo rompió. Una gran chispa voló por el aire, mientras la cadena se rompía. Merek se encogió de dolor, después levantó su cabeza y miró a la cadena, colgando de su pie, y se dio cuenta de que estaba libre.
Se quedó mirando a Thor, con la boca abierta.
“No sé cómo agradecerte”, dijo Merek. “No sé cómo hiciste eso, sea lo que sea, o quién eres—o qué eres—pero me salvaste la vida. Te debo una. Y eso es algo que no tomo a la ligera”.