Una hoja de ruta

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From the series: Pensamiento Actual #34
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MIGUEL ÁNGEL GARRIDO GALLARDO (ED.)

Rob Riemen, Enrique García-Máiquez, Juan Arana,

Andrés Ollero, María Calvo, José Jiménez Lozano

UNA HOJA DE RUTA

La pretensión cristiana en la época posmoderna

EDICIONES RIALP

MADRID

© 2021 by MIGUEL ÁNGEL GARRIDO (ed.)

© 2021 by Ediciones Rialp, S. A.,

Manuel Uribe 13-15 - 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Este libro ha sido publicado con la colaboración de la Fundación Obra Pía de los Pizarro.

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN (versión impresa): 978-84-321-5389-1

ISBN (versión digital): 978-84-321-5390-7

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

A las personas nacidas en el siglo XX

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

DEDICATORIA

PRESENTACIÓN

¿QUÉ ESTÁ PASANDO? Miguel Ángel Garrido Gallardo

¿TIENE LA CIENCIA TODAS LAS RESPUESTAS? Rob Riemen

VERDAD, BELLEZA Y BIEN EN ROGER SCRUTON. Enrique García-Máiquez

TOM WOLFE: DE QUE EL MONO DESCIENDE DEL HOMBRE. Miguel Ángel Garrido Gallardo

POSHUMANISMO Y TRANSHUMANISMO. Juan Arana

NO ACTUAR SEGÚN LA RAZÓN ES CONTRARIO A LA NATURALEZA DE DIOS. Andrés Ollero

LA MUJER ACTUAL. María Calvo

MERECE LA PENA VIVIR (entrevista y relato). José Jiménez Lozano

REFERENCIAS

AUTORES

PRESENTACIÓN

EL PRESENTE VOLUMEN REFLEXIONA sobre una pregunta, ¿pero qué está pasando?, que ahora formulan con frecuencia en los cuatro puntos cardinales cuantos han sido parte de la cultura occidental o son hijos, nietos o biznietos de los que en ella (o contra ella) se han formado, y ven que esa cultura ha desaparecido de su entorno en el horizonte de la actual “sociedad líquida”, según la conocida expresión de Zygmunt Bauman.

El programa repasa los principales puntos que afectan a este malestar de la cultura entre el segundo y tercer milenio: la susodicha crisis de sentido, la pregunta por el sentido mismo, y los cambios sociales, científicos y técnicos que han conducido a la situación actual. Hemos llegado a formular ocho epígrafes para desarrollar los siguientes contenidos: 1. El conocimiento de Dios. 2. La dignidad del ser humano. 3. El origen de la vida. 4. Animales y seres humanos. 5. Seres humanos y robots. 6. Verdad, Belleza y Bien. 7. Actuar según la razón. 8. Hombre y mujer en la actualidad.

El conjunto reclama un tratado, que bien podría titularse Introducción a la Filosofía, Cuestiones de Antropología e incluso Razón y Fe. Pero no se trata de eso. Profesores y manuales hay para seguir un itinerario escolástico. Lo que aquí se ofrece son unas lecturas —artículos publicados previamente en Nueva Revista de política, cultura y arte—, cada una de las cuales aborda una o más de las diferentes cuestiones, imbricadas entre sí.

La persona que se acerque a la lectura de estas páginas encontrará claves para descifrar posibles enigmas, posiciones a las que asentir o disentir, puntos de vista que cuestionan con libertad lo que se tiene (o se ha tenido alguna vez) por políticamente correcto. Se las habrá de ver con las cuestiones metafísicas de toda la vida (¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?). En suma, encontrará pistas para configurar la hoja de ruta, herencia de la que llamamos cultura cristiana y occidental, tal como se propone por algunas mentes lúcidas en plena época posmoderna.

Miguel Ángel GARRIDO GALLARDO

Editor de Nueva Revista

¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

Miguel Ángel Garrido Gallardo[1]

Los vertiginosos cambios culturales que vienen ocurriendo entre las últimas décadas del siglo XX y las primeras del tercer milenio producen en mucha gente un agudo sentimiento de perplejidad: ¿pero qué está pasando?, ¿qué es eso de la posmodernidad?, ¿se justifica todo por la irrupción de las nuevas tecnologías? He aquí un sugerente ensayo de explicación.

TITULO ASÍ ESTA LECCIÓN que trata de la cultura posmoderna, porque, como acabo de escribir en la presentación, es la pregunta que repite en los cuatro puntos cardinales la gente que ha vivido en la cultura cristiana occidental (pongamos que hablo de España), la cual durante años y años ha sido aceptada por todo el mundo como una referencia imprescindible. Aceptada, por cierto, por los creyentes y por aquellos que sin tener la fe sobrenatural les ha parecido que era de sentido común. Y, sin embargo, de pronto o no tan de pronto, encuentran que esas referencias desaparecen del horizonte, y mayores y pequeños, gente a favor y gente en contra de esta cultura, que, con todo, era su cultura, se preguntan: «Pero ¿qué está pasando?». A esa pregunta intentamos contestar. ¿Qué está pasando? ¿Qué cultura tenemos ahora? ¿A qué responde?

LA PROFECÍA DE NIETZSCHE

He comentado muchas veces que esta cultura contemporánea, que algunos relacionan con razón con el mayo francés de 1968 y con otros acontecimientos del siglo XX, tiene su origen remoto en el nominalismo, filosofía propuesta por el fraile franciscano Guillermo de Occam (1280-1349), que, sin darse cuenta de todas sus implicaciones, inició lo que hoy llamaríamos el proceso de la modernidad, el giro lingüístico. Viene a decir que no hay compromiso entre los nombres y las cosas, el lenguaje y la realidad, lo cual, tomado a pecho, se llama relativismo: no podemos estar seguros de nada. ¿Conocemos la realidad o nos engañamos?

Hay un libro, Metafísica de la opción intelectual de Carlos Cardona, que sigue el itinerario de la modernidad a partir de Descartes. Examina los antecedentes y la marcha de lo que Paul Ricoeur llamó la “filosofía de la sospecha” y vemos que la pregunta de Occam está presente también, en último término, en el Discurso del Método (1637) de Descartes (1546-1650), en la Crítica de la razón pura (1787) de Kant (1724-1804), en la obra de Hegel (1770-1831) y en Nietzsche (1844-1900).

Es precisamente Nietzsche quien nos muestra cómo ha sido posible que cristalicen, siglos después, las consecuencias filosóficamente ateas, la pérdida de un centro, de una línea que viene de tanto tiempo atrás. En su libro La gaya ciencia (1882) ofrece este texto vibrante:

¿No habéis oído hablar de aquel loco que, en una mañana luminosa, encendió la linterna, corrió al mercado y gritaba incesantemente: «¡Yo busco a Dios, busco a Dios!»! Como allí había muchos que no creían en Dios, suscitó una gran carcajada. «¿Es que se ha perdido?», decía uno. «¿Se ha escapado como un niño —decía otro—, o es que se ha escondido?». «¿Nos tiene miedo?, ¿se ha embarcado?, ¿ha emigrado?», se gritaban divertidos unos a otros.

El hombre loco irrumpió entre ellos, y los traspasó con la mirada:

—¿Dónde ha ido Dios? —gritó—, os lo diré yo: ¡Lo hemos matado!, vosotros y yo ¡Todos nosotros somos sus asesinos! Pero ¿cómo hemos hecho eso? ¿Cómo hemos podido trasegarnos el mar? ¿Quién nos ha dado una esponja para borrar el horizonte entero? ¿Qué hemos hecho, al desligar la tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve la tierra ahora? ¿En qué dirección nos movemos nosotros? ¿Lejos de todo sol? ¿No nos precipitamos continuamente? ¿Hacia atrás, a los lados, adelante, por todas partes? ¿Es que hay aún un arriba y un abajo? ¿No vamos errantes por una nada infinita? ¿No alienta sobre nosotros el espacio vacío para aspirarnos? ¿No hace ahora más frío? ¿No anochece continuamente y cada vez es más de noche? ¿No hay ya que encender las linternas por la mañana? ¿No nos llega nada del hedor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se corrompen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto! ¡Y lo hemos matado nosotros! ¿Cómo nos consolaremos nosotros, los más asesinos entre todos los asesinos? La cosa más santa y más poderosa que hasta ahora había tenido el mundo se ha desangrado, degollada por nuestros cuchillos. ¿Con qué nos lavaremos para purificarnos de esta sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos de expiación, qué fiestas sagradas deberemos inventar? ¿No es demasiado grande para nosotros la grandeza de este acto? ¿No habremos de convertirnos nosotros mismos en dioses, solo para mostrarnos dignos de ellos? No se realizó jamás una acción mayor; y todo el que nazca después de nosotros pertenecerá ya, gracias a esta acción, a una historia superior a todas las que han existido hasta ahora.

 

Al llegar a este punto, el hombre loco calló, y de nuevo miró a la cara a sus oyentes. También ellos callaban y lo miraban sorprendidos. Al fin estrelló en el suelo la linterna, que se hizo añicos, apagándose.

Y concluye:

—Yo llego demasiado pronto —dijo entonces— : este no es aún mi tiempo. Este acontecimiento monstruoso está aún en camino y en marcha, aún no ha llegado a los oídos de los hombres. También el relámpago y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas tiene necesidad de tiempo, las acciones precisan tiempo, aun después de haber sido hechas, para ser vistas y oídas. Esta acción está para los hombres todavía más lejos que las estrellas más lejanas, ¡y, sin embargo, han sido ellos mismos los que la han llevado a cabo! (n.º 125).

AYER Y HOY

Pues bien, ha llegado el tiempo, la Posmodernidad manifiesta hoy las últimas consecuencias del Nominalismo. Veamos.

Podríamos decir que a lo largo del siglo XX los patrones culturales básicos se pueden ilustrar con la biografía de algunos de nuestros intelectuales más conocidos. Por ejemplo, en el caso de Umberto Eco, a los veinte años era un católico progresista, a los cuarenta años era un declarado marxista, a los cincuenta años era un posmoderno. Esto que se da en la biografía de este intelectual es, mutatis mutandis, la biografía intelectual de muchos intelectuales del último siglo y del comienzo de este siglo XXI, el orden de relatos que se han sucedido en nuestro tiempo.

Para ilustrar estos relatos acudo siempre al esquema simplificado que señaló en 1966 el semiólogo A. J. Greimas como el mecanismo del lenguaje humano que vale para explicitar todo relato, sea real o ficticio, bueno o malo, vulgar o literario. Tomemos como ejemplo ilustrativo un cuento popular bien conocido por todos.

Caperucita Roja


SujetoCaperucita
RemitenteLa madre
ObjetoLa entrega de la cestita
DestinatarioLa abuelita
AyudanteLos leñadores
OponenteEl lobo feroz

El sujeto Caperucita tiene como remitente a la madre que le da por objetivo la entrega de la cestita a la abuela, que es la destinataria de la acción. Los otros dos elementos básicos (actantes, los llama Greimas) que componen el relato son el elemento ayuda, concretado en los avisos de prudencia de los leñadores y el elemento oponente, que es el lobo feroz.

Relato cristiano


SujetoEl ser humano
RemitenteDios
ObjetoLa salvación
DestinatarioLa persona
AyudanteLa gracia
OponenteMundo, demonio, carne

El relato cristiano podemos extraerlo de cualquier catecismo tradicional: el ser humano está llamado por Dios a la salvación, con el auxilio de la gracia, y tiene como oponente eso que el catecismo llama el mundo, el demonio y la carne, o si se quiere ser más teológico, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, según manifiesta san Juan Evangelista. Así ve las cosas el cristiano, la civilización cristiana. Llamo la atención sobre que el destinatario es la persona —no el individuo, no la colectividad—, ser humano, que por ser imagen de Dios es absolutamente digno e inviolable.

Relato marxista


SujetoEl ser humano
RemitenteHistoria
ObjetoSociedad sin clases
DestinatarioHumanidad
AyudanteLa lucha de clases
OponenteClase burguesa

En un momento dado, como mentalidad dominante, se empieza a sustituir el relato cristiano por un relato materialista. Dios, como remitente, se sustituye por la Historia que orienta la colectividad según un sentido que terminará —como decía Lenin— viviendo el reino de la libertad en el reino de la necesidad. Como destinatario, la persona ha sido sustituida por la Humanidad en abstracto, lo cual quiere decir que si una persona —por lo que sea— va en contra del sentido de la Historia, es eliminable, porque lo que importa no son los seres humanos singulares, sino esa marcha de la historia que está llamada a un triunfo definitivo, aunque ahora no se vea.

Relato posmoderno


SujetoEl ser humano
Remitente(Entre paréntesis: Agnosticismo)
Objeto¿? (Indeterminado)
DestinatarioEl individuo
AyudanteEl instinto de conservación
OponenteLos relatos con remitente

Da la impresión de que las gentes descreídas de Dios han pasado a descreer de la Historia (¿Quién es esa señora?) y la mentalidad dominante ha venido a poner entre paréntesis la instancia del remitente, dando lugar a lo que Jean-François Lyotard, en un famoso libro de 1979, ha llamado el fin de los grandes relatos, o sea, el relato sin remitente: si hacemos abstracción de la madre de Caperucita, esta se queda sin objetivo. Ante la pregunta: ¿Quién nos dice para qué estamos aquí?, nos encogemos de hombros. Si no reconocemos un remitente, tampoco tenemos un objetivo. ¿Cuál será el objetivo? Aquello que me apetece, aquello que viene bien a mi instinto, que sé yo, puede ser una cosa y la contraria. El destinatario es el individuo sin mayor determinación. Se ha caído en un absoluto relativismo, aunque con una consecuencia que podríamos llamar paradójica. Si todo es relativo, nadie tiene derecho a oponerse al otro en nada. Vivimos en una pista de coches de choque de una feria en la que cada uno puede hacer lo que quiera con tal de no chocar con el de al lado. Sin embargo, eso no es exactamente así.

En una sociedad del relativismo absoluto tendría que tener cabida el que acepta que existe la verdad, el que busca la verdad (una manía más). Sin embargo, en la sociedad posmoderna, el relato con remitente es la única opción que no se acepta: es el lobo de caperucita, el demonio del cristianismo, la burguesía del marxismo.

Esto ocurre por una razón o, si se quiere, por dos razones concatenadas entre sí. Primero, se piensa que el que confía en la verdad es potencialmente un violento, ya que el que está convencido de la verdad tenderá a imponerla, incluso por la fuerza; segundo, porque, aunque no fuera un violento quien acepta la nítida diferencia entre verdad y mentira, el bien y el mal, me juzgará, aunque sea interiormente, si lo que hago no coincide con la verdad y el bien: me estará juzgando y eso, «no lo soporto, no lo soporto, no lo soporto».

Clarificará cómo vemos las cosas, clarificará también por qué hacemos lo que hacemos según nuestro relato, un ejemplo moral: el aborto provocado. Hemos dicho que, en el relato cristiano, el destinatario es la persona, y la persona es absolutamente digna. Por consiguiente, ante la posibilidad del aborto provocado esta concepción del mundo estará siempre a favor de la vida. En el marxismo, como el destinatario es la colectividad en abstracto, ante la pregunta sobre la posibilidad del aborto provocado, contestará: si ese aborto va a favor de un control de la natalidad en una sociedad socialista para que progrese, adelante; si ese aborto hace que baje la natalidad con perjuicio de los planes del Estado, se perseguirá, como se vio en China o en la Rumanía de Ceaucescu. Mientras que, en el relato posmoderno, como todo es relativo, como no tengo ninguna referencia fija, ante esta pregunta, la respuesta es el eslogan consabido de «nosotras parimos, nosotras decidimos». Aborto o no, dependerá de que lo que me resulte más grato o conveniente en unas circunstancias concretas, según mis instintos, según mis apetencias.

DIOS ENTRE PARÉNTESIS

El cristianismo no es una cultura, sino una fe, aunque, en palabras de Juan Pablo II, «la síntesis entre cultura y fe no es solo una exigencia de la cultura, sino también de la fe: Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida».

Pues bien, la cultura posmoderna se opondrá a los Mandamientos de la Ley de Dios, uno por uno, lo cual se manifiesta ostensiblemente allí donde la mentalidad posmoderna es dominante, especialmente (estoy por decir) en España.

Amarás a Dios, no tomarás el nombre de Dios en vano, santificarás las fiestas (1.º-3.º) debería tener consecuencias en la cultura plural, pero nadie, sin embargo, osará hoy mantener el crucifijo en la mesa de despacho del ayuntamiento como lo hacía el alcalde agnóstico Tierno Galván, porque, en todo caso, es un «símbolo de entrega y paz en nuestra tradición cultural». Y los anuncios navideños de juguetes no mostrarán un Nacimiento de Belén y sí todo tipo de elfos y gnomos, a pesar de que el Nacimiento es lo que da nombre a la fiesta. En las tomas de posesión de los últimos consejos de ministros, se promete o se jura ante el rey sin crucifijo y sin Biblia. Ninguna autoridad podría osar en España, en fin, hacer afirmaciones como la siguiente de la reina de Inglaterra en la felicitación de la Navidad de 2015: «Para José y María las circunstancias del nacimiento de Jesús en el establo estaban lejos de ser las ideales, pero lo peor estaba aún por venir, ya que la familia se vio obligada a huir del país. No es de extrañar que una historia tan humana todavía capte nuestra imaginación y continúe inspirando a todos los que somos cristianos en todo el mundo».

Honrarás a tu padre y a tu madre presupone una familia constituida por la mujer, el varón y los hijos. Su defensa constituirá un delito por falta de respeto a las familias monoparentales y otras. Y, si de aquí se dedujera, como propuso en su día sin éxito Ángela Merkel, diferenciar entre el matrimonio y el contrato de convivencia homosexual, se incurriría en un “delito de odio”.

No matarás (5.º), no cometerás actos impuros, ni los consentirás. A propósito del 5.º mandamiento, hemos mencionado ya el aborto. No es preciso, por obvio, exponer la prevalencia de ciertas doctrinas de la instancia “LGTB (plus)” contra el 6.º y 9.º mandamiento. A no robarás, no codiciarás (7.º-10.º) se opone, en fin, la doctrina del éxito económico por encima de todo, ya sea en su vertiente individualista o colectivista.

¿Y qué decir del no mentirás (8.º) en la sociedad de la posverdad? Hemos tenido que llegar las últimas estribaciones de la cultura moderna, de la cultura de la duda, a lo que llamamos posmodernidad para que surja la posibilidad de llamar posverdad a la mentira. Si ante la posibilidad de un remitente, nos encogemos de hombros, como venimos diciendo, no hay forma de identificar un objetivo seguro, más allá del propio capricho o del beneficio instantáneo, no hay forma de referirse a la verdad. Por consiguiente, no hay forma de referirse a la mentira. Posverdad es la mentira que se inserta en un discurso sin fundamento, es la retórica que busca la adhesión a toda costa, es la publicidad sin límites éticos.

Cierta antigua Inquisición resurge. En la antigua, atreverse a proferir la discrepancia con la Ley de Dios, llevaba a la hoguera; en la actual, atreverse a manifestar la conformidad conduce, al menos, a la muerte civil. “Lo que está pasando” es que hemos sustituido el relato cristiano por el relato posmoderno. Y eso tiene consecuencias. ¡Vaya si tiene consecuencias!

LA PRETENSIÓN CRISTIANA

La cultura posmoderna se puede describir, insistimos, como la que instaura el fin de los relatos completos y el relativismo a consecuencia de un mundo con Dios entre paréntesis. Si se pierde de vista el remitente, nos quedamos sin objetivo: si no reconocemos a la madre, no sabremos que lo bueno es entregar la cestita.

En esta situación, los cristianos, «que quieren que todos los seres humanos lleguen al conocimiento pleno de la verdad y se salven», están llamados una vez más en la historia a constituirse en minoría profética, en resto de Israel.

En plena época de Descartes, Hugo Grocio (Huigh de Groot, 1583-1645) planteaba que determinadas intuiciones básicas de derecho natural serían aceptables aunque no pusiésemos el fundamento de garantía que es Dios, etsi Deus non daretur (aunque Dios no existiera): es una hipótesis, pues no poner ese fundamento, creía Grocio, es algo impensable. Pasa el tiempo y, según la profecía de Nietzsche, ya llegó el momento en que se niega abiertamente esa presencia real.

 

Así las cosas, Joseph Ratzinger sostenía en su discurso de Subiaco de 2005 que en el actual ambiente poscristiano, los creyentes tienen que hacer la oferta del Derecho Natural para que los que no saben de la existencia de Dios sean invitados a aceptar de entrada esa intuición primigenia sicuti Deus daretur (como si Dios existiera). La oferta de Ratzinger es una invitación a volver a los orígenes, a comenzar de nuevo. Dos posiciones están en el debate: o «no hay pasión más insana que la insana pasión por la verdad» (como dice Guillermo de Baskerville en la novela El Nombre de la rosa) o «la verdadera pasión por la verdad es fundamento de la tolerancia más profunda y de la auténtica libertad». La catástrofe de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 parece avalar la primera tesis. Los que contradicen el ejemplo señalan que la raíz de una decisión así es fanatismo, pero no pasión por la verdad, ya que ignora la verdad de verdades, que los seres humanos somos hijos de Dios y hermanos entre sí.

Corolario: el valor de la afabilidad y la primacía del testimonio. Como existe el prejuicio de que quien cree en la verdad la impondrá (si puede) por la fuerza, será una persona violenta, hay que evitar dar ocasión (ni siquiera pretexto) para pensar que esto es así. Y como cada modelo es autocoherente, las llamadas a una conversión no se deben centrar en la debilidad de este o aquel detalle de un modelo u otro, sino en el testimonio del propio. En suma, la afabilidad, consecuencia menor de la caridad (amor incondicional), adquiere una importancia inusitada, y el primado de la praxis (“obras son amores y no buenas razones”) es el argumento apologético por excelencia, no hay nada que se pueda comparar con él.

[1] Miguel Ángel Garrido Gallardo es catedrático de Análisis de Discurso en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ILLA/CCHS) y editor de Nueva Revista.