Pilar Bellosillo

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From the series: Caminos #118
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Pilar Bellosillo nunca escribió lo que había pasado en aquella larga entrevista, pero lo contó en repetidas ocasiones a sus amigos más íntimos. Ella había sido encargada de informar al Papa de la situación y de transmitirle la postura de los dirigentes nacionales de la Acción Católica española que estaban dispuestos a dimitir colectivamente si no se lograba un entendimiento. Empezó por decirle que no quería comprometerle ni pedía su aprobación. Pilar, que no esperaba una respuesta directa, pensaba que el Papa podía haber desaprobado la conducta de los dirigentes españoles, pero no fue así. Por el contrario, se sintió absolutamente acogida y tratada con gran respeto. Salió de la entrevista con mucha paz11. Como se dijo más arriba, a partir de aquel momento, comenzaron los nombramientos de obispos auxiliares jóvenes, de espíritu conciliar.

Pilar Bellosillo ejerció la presidencia de las mujeres de Acción Católica de España durante 17 años y a partir de 1963 se concentró en una amplia actividad a nivel internacional.

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Presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas

En 1952, Pilar Bellosillo fue elegida para representar a las mujeres de Acción Católica de España en el consejo de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) que entonces estaba presidida por Marie du Rostu, una mujer excepcional, de gran cultura y extensas relaciones. A través de ella y de la UMOFC, Pilar conectó con las nuevas corrientes eclesiales que se estaban gestando en aquel momento y con los teólogos que, todavía en relativo silencio, estaban elaborando la teología que en la década posterior constituyó la base del concilio Vaticano II.

Fue también para ella una ocasión de salir del estrecho círculo en el que entonces se movía la vida española y una atalaya desde la que pudo otear un mundo cultural más amplio y más abierto.

La UMOFC en los años cincuenta

La UMOFC, que había conocido diferentes denominaciones a lo largo de su historia, en los años cincuenta tenía una gran vitalidad y englobaba a más de cien organizaciones de los cinco continentes. Había sido creada en el año 1910 como «federación al servicio de la Iglesia universal y de la comunidad humana, en la que tienen cabida las agrupaciones de mujeres católicas de todos los países, encuadradas o no en la Acción Católica oficial, cualesquiera que sean sus métodos de formación y apostolado con tal de que estos estén aprobados por la Jerarquía»1.

Como Organización Internacional No Gubernamental (ONG), gozaba de un estatuto consultivo en el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de las Naciones Unidas y en organismos especializados en los que tenía representantes permanentes como la UNESCO (París), la OIT (Ginebra), la FAO (Roma), la UNICEF (Nueva York) y el Consejo de Europa (Estrasburgo). Estas representantes exponían sus informes en cada una de sus reuniones estatutarias, lo que permitía a las consejeras estar al día de todos los problemas vivos del mundo. No todas eran igual de activas, pero pronto se advirtió que Pilar Bellosillo se implicaba muy especialmente y se sentía muy compenetrada con la presidenta, Marie du Rostu. Ello hizo que el Consejo acordara celebrar en Madrid una reunión de su Junta directiva, como paso previo a la concentración que tendría lugar posteriormente en Fátima, y que encargara a las Mujeres de Acción Católica de España la ponencia sobre «La personalidad de la mujer» que se presentaría en aquella ciudad portuguesa.

En consecuencia, en mayo de 1954 un grupo de mujeres católicas de diferentes países se congregó en Madrid en los locales del Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica. De Francia llegó la presidenta general, Mlle. du Rostu, y la secretaria señorita de Saint Maurice; de Holanda, la secretaria general adjunta, señorita Suaagemakrers; de Argentina, la vicepresidenta Celina Piñeiro; de Portugal, Irene Carmo; de Italia, Carmela Rossi; de Alemania, la señorita Ziliken, y de Suiza, la señora Morard, presidenta de la Obra Internacional de Protección a la Joven. A ellas se unió Pilar Bellosillo que formaba igualmente parte del Consejo. Asistió también a la reunión el entonces consiliario, monseñor Lamoot.

Aparte de las sesiones privadas, en las que se trataron asuntos de orden interno, el martes día 11 de mayo tuvo lugar una sesión pública a la que asistieron numerosas mujeres de la Acción Católica y de otras asociaciones de apostolado que tuvieron ocasión de conocer a las dirigentes de la UMOFC. La impresión de profesionalidad y competencia que transmitieron no afectó solo a las mujeres sino también al entonces secretario general de la Acción Católica, don Alberto Bonet, que, presente en la reunión de Madrid y posteriormente en el encuentro de Fátima, escribió sobre estos acontecimientos hasta tres artículos que se publicaron en la revista Ecclesia en números sucesivos. El último lo dedica a la acción de la UMOFC en los organismos internacionales comentando la intervención de la secretaria general con estas palabras: «Ninguno de los presentes olvidará la conferencia de la secretaria general sobre “La presencia y acción en los organismos internacionales”, por el pleno dominio del tema y la perfecta claridad de su exposición... No se trata, decía, de asambleas católicas, y su criterio está dominado por el dato positivo, por la técnica, sin atención y más bien con recelo frente a toda posición doctrinal... Surgen con frecuencia problemas graves, cuya solución puede producir efectos distintos, según los pueblos, y por ello exige del consultor o consultora católicos una extremada prudencia y un profundo sentido del matiz»2.

El encuentro regional de Fátima se englobaba dentro del estudio emprendido por la UMOFC sobre la personalidad de la mujer cristiana que debía durar varios años y culminar en el congreso programado para el año 1957. El estudio se iba desarrollando por grupos lingüísticos. En el monte Santa Odilia se habían congregado en 1953 las mujeres de lengua alemana. En Fátima habían sido convocadas las de lengua castellana, francesa, italiana y portuguesa, aunque asistieron también norteamericanas.

Para establecer contacto directo con las organizaciones de Iberoamérica e implicarlas más directamente con el trabajo de la UMOFC, en 1957 se desplazó hasta aquel continente un equipo formado por la secretaria general Mlle. de Saint Maurice, el consiliario monseñor Lamoot, Pilar Bellosillo y Carmen Wirth, vocal de la UMOFC en el Consejo Superior de las mujeres de Acción Católica de España. Conectaron con las organizaciones de mujeres católicas de México, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Colombia, donde tuvo lugar la reunión más importante. El viaje estuvo patrocinado y financiado por la UNESCO. Pilar Bellosillo volvió muy impresionada de las potencialidades que descubrió en las mujeres americanas. En una entrevista que le hicieron para la revista de las Mujeres de Acción Católica contestó así a la pregunta de si habían llegado a alguna conclusión:

«Sí, a una que resume todas: llegamos al convencimiento de que es necesario formar la personalidad femenina para que pueda estar a la altura de su misión. Es algo que venimos haciendo hace años, pero ahora nos hemos afianzado en nuestro criterio y pensamos concretar más... Las mujeres del mundo entero necesitan una recia preparación religiosa, cultural, familiar social y cívica para hacer frente a los problemas del mundo actual»3.

Todas estas acciones sirvieron para preparar el Congreso Internacional de la UMOFC que tuvo lugar en Roma, del 29 de septiembre al 4 de octubre de 1957, bajo el mismo lema: «La personalidad de la mujer cristiana». Fue un acontecimiento verdaderamente internacional porque asistieron 700 congresistas de 65 países de los cinco continentes frente a los congresos anteriores en los que predominaban las europeas.

Todas aquellas mujeres parecían estar de acuerdo en la necesidad de promocionar a la mujer, a fin de que ocupase en la sociedad el puesto al que tenía derecho.

Las ponencias fueron claras al respecto y causaron un gran impacto. Carmela Rossi, vicepresidenta de la UMOFC y presidenta nacional de las Mujeres de Acción Católica de Italia, habló sobre la misión de la mujer en el mundo. Afirmó con energía que la mujer debía tener en sí misma la fuerza y la disponibilidad de expresar su pensamiento y realizar su misión, que no era solo familiar, y mucho menos biológica, sino que se abría a la vida cívica en todos sus sectores: económico, político, administrativo... Para ello se requería superar aquel sentimiento de minoría de edad o aquel complejo de inferioridad y pasividad con que se habían conformado tantas mujeres durante tanto tiempo.

Las reivindicaciones del congreso de la UMOFC a favor de una actuación pública de la mujer, que iban más lejos de lo que permitían las leyes de algunos países entre ellos España, llenaron de entusiasmo a las españolas presentes y las confirmaron en el camino que tímidamente habían empezado a recorrer dirigidas por Pilar Bellosillo. Fueron entonces bien conscientes de que sus planteamientos chocaban con los que regían en España y que su concepto de la misión de la mujer era distinto del sustentado por la Sección Femenina.

Nombramiento de presidenta

Para entonces Pilar Bellosillo estaba tan compenetrada con los planteamientos de la UMOFC que era ya una pieza clave dentro de su Consejo. No fue de extrañar que, en la asamblea del año 1961, cuando fue necesario elegir una nueva presidenta para sustituir a Mlle. du Rostu que había cumplido su mandato, tuviera ella la mayoría de los votos. El Vaticano la eligió dentro de la terna que se le presentaba reglamentariamente y Pilar asumió este nuevo compromiso que suponía un salto cualitativo. Nunca hasta entonces una mujer española había llegado a estos niveles de responsabilidad dentro de la Iglesia.

 

Ella lo sintió como un desgarramiento. Anteriormente había asumido muchos compromisos como presidenta del Consejo Superior de las Mujeres de Acción Católica de España y como vocal del Consejo de la UMOFC, pero trabajaba apoyada en un equipo de mujeres españolas. Cuando la presidenta saliente y el consiliario le mostraron el telegrama del Vaticano que confirmaba su elección y le pidieron que les siguiera, ella sintió, y así lo dijo, que algo se le rompía por dentro al darse cuenta de que ya no era un miembro de la delegación española sino una persona al servicio de todas las asociaciones de la UMOFC. A partir de ese momento su campo de acción se amplió y también su disponibilidad.

Como presidenta de la UMOFC, Pilar tuvo que hacer numerosos viajes por Europa, vivir durante muchas temporadas en París donde residía el secretariado de la Unión Mundial, visitar la India, Canadá y Estados Unidos, hacer una nueva visita a varios países de Iberoamérica y convivir en África con dirigentes nativas de aquel continente.

Poco después fue nombrada auditora del concilio Vaticano II y entonces sus estancias en París se alternaron con largas temporadas en Roma donde le fue preciso vivir durante las sesiones conciliares. De ello hablaremos en otro momento.

El inmediato posconcilio

El concilio Vaticano II suscitó una visión renovada de la misión del pueblo de Dios y por lo tanto del papel de los laicos y las laicas en la Iglesia. En la UMOFC ello dio lugar a un nuevo impulso que llevó a intensificar su programa de actividades conducente a que las mujeres católicas fueran capaces de tomar su plena responsabilidad en la vida personal y familiar, en la vida social y en la Iglesia.

El Congreso Internacional celebrado en Roma en 1967, en torno al «Diálogo hombre-mujer», fue una manifestación de aquella voluntad. El Congreso había sido preparado por una encuesta a escala mundial en la que se recogieron datos concretos sobre el grado de libertad que la mujer disfrutaba en el matrimonio, en la vida cívico-social y en la Iglesia. La encuesta tuvo un gran éxito: una abrumadora cantidad de contestaciones llegaron a la sede de la UMOFC desde todos los países del mundo, hasta alcanzar la cifra de 15 kilogramos de papel4. En unas jornadas de estudio, previas al Congreso, celebradas en París en 1966, se analizaron las contestaciones recibidas.

Este congreso, convocado bajo el lema «La mujer, co-artífice de la humanidad nueva», fue la continuación de aquellas Jornadas. Puesto que la mayoría de las contestaciones a la encuesta se quejaban, algunas amargamente, de sus escasas posibilidades de colaboración a todos los niveles, se trató de estudiar la forma de establecer un fecundo diálogo «hombre-mujer» en vistas a la construcción de una humanidad nueva.

El padre Frisque, profesor de eclesiología en el Seminario de la Misión de Francia, en una lección magistral sentó las bases profundas de «El diálogo hoy, en el mundo y en la Iglesia». Hablar de diálogo en el plano de las relaciones humanas es exigir que todo encuentro con otro sea auténtico. No existe verdadero encuentro mientras intentemos adueñarnos de él o atraerle a nuestras propias ideas, ni cuando, aun aceptando la conversación y la acción común, exista la decisión de no cambiar nada de uno mismo. El verdadero encuentro con el otro es cambio y compromiso sincero dentro del mayor respeto mutuo.

Los trabajos del congreso abrieron a la UMOFC muchos horizontes nuevos en el camino del diálogo dentro de su propio seno y con respecto a otras organizaciones. Las congresistas pidieron una intensificación de las relaciones con otras organizaciones en el plano internacional y también a nivel nacional, en los respectivos países.

En el III Congreso Mundial de Apostolado Seglar que había tenido lugar en Roma inmediatamente antes, dirigentes católicos del mundo entero analizaron lo que el concilio Vaticano II había aportado a su acción apostólica y aprobaron el 17 de octubre de 1967 una serie de resoluciones que hicieron historia en la vida de las organizaciones católicas. La resolución V, que trata sobre «La mujer en la Iglesia», dice así:

«Considerando que el Bautismo incorpora a los seres humanos (hombres y mujeres) a Cristo, constituyéndoles “personas” en la Iglesia sin distinción ninguna.

Recordando las palabras de san Pablo (Gál 3,28) que condena toda discriminación entre los seres humanos.

Convencido de que el lugar de la mujer en la Iglesia depende de circunstancias sociales y culturales y que su estatuto en los países en desarrollo está evolucionando hacia una igualdad completa de derechos entre el hombre y la mujer.

El III Congreso Mundial para el Apostolado de los Laicos expresa su deseo de que la Iglesia dé a las mujeres plenos derechos y responsabilidades como cristianas, y que se emprenda un serio estudio doctrinal sobre el lugar de la mujer en el orden sacramental y dentro de la Iglesia.

El Congreso pide por otra parte: que mujeres competentes sean incluidas en todas las comisiones pontificias; que mujeres cualificadas sean consultadas en la revisión de los cánones que especialmente conciernan a las mujeres, con el fin de reconocer plenamente la dignidad de la mujer y dar a todas las mujeres mejores posibilidades al servicio de la Iglesia»5.

La UMOFC hizo suya esta resolución y, como consecuencia, Pilar Bellosillo impulsó muy activamente la creación, dentro de la Unión Mundial, de un grupo de trabajo que llevó por nombre «La mujer en la Iglesia» y trabajó muy intensamente en los años sucesivos bajo la dirección de una de las vicepresidentas, la norteamericana Lilian O’Connor. Este grupo de trabajo analizó las respuestas recibidas en la encuesta realizada el año 1966, sobre todo en lo que se refería a la situación de la mujer en la Iglesia. Los resultados, no por previstos, impresionaron menos a las responsables de la UMOFC. Las mujeres católicas del mundo entero, que se consideraban fieles hijas de la Iglesia, experimentaban un sentimiento muy vivo de dominación y discriminación. Decían: «En la mayoría de las parroquias las mujeres limpian el templo y guisan, justamente durante los grandes acontecimientos de la vida parroquial». Incluso las que padecían una situación de subdesarrollo que en nada favorecía el despertar de una conciencia crítica elevaban sus quejas, como un grupo de campesinas indias que se expresaban así: «En realidad nuestros pastores no desean que intervengamos. Piensan que somos demasiado ignorantes y estúpidas para intervenir. Deseamos ser educadas sobre ciertas cuestiones. Queremos libros que nos formen y no sacerdotes que nos den órdenes»6.

Coloquio sobre la mujer en el Derecho Canónico

De aquella encuesta se derivó el compromiso de desvelar públicamente la realidad de discriminación que sufrían las mujeres dentro de la Iglesia para hacerla evolucionar. Entre otras acciones, la UMOFC organizó un coloquio sobre «La mujer en la Iglesia y en el Derecho Canónico» que tuvo lugar en París los días 16 y 17 de abril de 1969 con asistencia de destacadas personalidades, entre ellas María Lourdes Pintasilgo que poco después fue primera ministra en el Gobierno de Portugal.

Pilar Bellosillo abrió el coloquio con unas palabras en las que presentó el programa que se iba a desarrollar y expuso el objetivo que se perseguía. Consistía este en hacer una aportación positiva a la Comisión de revisión del Código de Derecho Canónico que se había constituido en el Vaticano, aportación que quería dejar claros los criterios que debían inspirar el nuevo código, a fin de que las mujeres tuvieran en él el mismo rango y valor que los hombres, como miembros bautizados en la Iglesia.

«Hemos apelado sobre todo a especialistas, expertos y expertas, que deberán introducirnos en un mundo que no nos es familiar», dijo Pilar. «Ellos tendrán un papel particularmente importante en este Coloquio ya sea por sus exposiciones, ya sea por sus aportaciones específicas en el curso de nuestros intercambios y trabajos». Y añadió: «No se trata solo de un trabajo de expertos sino de algo que interesa a los cristianos que tienen la experiencia y son los testigos de la vida cristiana. La legislación se hace para las personas que después corren el riesgo de ser víctimas de una legislación inadecuada»7.

Dos ponentes muy cualificados, Jean Marie Aubert, profesor de teología de la universidad de Estrasburgo y Ivonne Pellé-Douël, profesora de Filosofía en la Universidad de Nanterre y autora del libro Etre femme8 analizaron cada uno desde su óptica respectiva la nueva imagen de mujer que se estaba perfilando.

Un estudio del Código de Derecho Canónico en revisión corrió a cargo de Hildegard Burgin-Kreiss, abogada y notaria suiza, que puso de relieve sus deficiencias y señaló que en el nuevo deberían suprimirse todos los cánones que comportan una discriminación de la mujer, insistiendo en la necesidad de que fuera un código abierto para recoger las diversidades de los diferentes países y continentes. Hubo también otras ponencias complementarias.

Después de una serie de trabajos de grupo en los que se recogieron las intervenciones de los participantes, se redactó un memorándum en el que, tras unas breves consideraciones, se solicitaba la modificación del Código de Derecho Canónico, de forma que los textos conciliares que piden el reconocimiento de la mujer, especialmente en la constitución pastoral Gaudium et spes y en el decreto Apostolicam actuositatem, no se convirtieran en letra muerta. Se señalaban también algunos cánones que deberían ser suprimidos o sometidos a una nueva redacción, por ejemplo el nº 93 el cual indicaba que la mujer no separada legítimamente necesariamente tenía por domicilio el del marido; el nº 98 que permitía a la mujer pasar al rito del marido, si no tenía el mismo, pero no a la inversa; el nº 709 por el que las mujeres solo podían ser inscritas en las cofradías para tener derecho a las indulgencias y gracias espirituales, pero sin ninguna función; el canon 759 prescribía que el bautismo no solemne puede ser administrado por cualquier persona, pero, si hay un sacerdote presente será preferido a un diácono, un diácono a un subdiácono, un clérigo a un laico y un hombre a una mujer; el canon 813 prohibía a las mujeres ayudar a la misa, salvo que no hubiera un hombre para hacerlo y, en ese caso debía colocarse a distancia del altar; el canon 1.262 trataba de la deseable separación de los hombres y las mujeres en los templos y de la obligación que tenían estas de cubrirse la cabeza; el canon 1.380 daba la posibilidad de excluir a las mujeres de las facultades de Teología, etc.

Como anexo al memorándum se incluyó un trabajo del consiliario de la UMOFC, monseñor Ramselaar, sobre: «Si la mujer podría recibir el sacramento del orden y si ello convendría». Monseñor Ramselaar afirmaba que no pretendía sino una observación personal acerca de cómo se planteaba la cuestión en aquel momento, a fin de que sirviera de orientación general para las organizaciones miembros de la UMOFC. Presentaba algunos de los argumentos en favor y en contra y concluía diciendo que sin una renovación profunda de la vida cristiana el problema sería insoluble.

Dos meses después de la celebración de este coloquio, en junio de 1969, la UMOFC amplió el memorándum en él elaborado porque estimaba que era su deber incluir los siguientes ruegos:

«Que los derechos fundamentales de la persona humana, que implican que se reconozca a la mujer igualdad de condiciones con el hombre en la realización de su vocación humana, en la vida familiar, cívica, social y eclesial, sean introducidos y aplicados en la legislación de la Iglesia.

Que los “derechos humanos” tal y como están formulados en la encíclica Pacem in terris adquieran fuerza de ley en la medida que les corresponde.

Que se supriman todas las prescripciones o medidas que supongan o indiquen una discriminación en detrimento de la mujer. En el Derecho Canónico en vigor, existen una serie de cánones discriminatorios o que han sido superados por la vida moderna.

 

Que toda referencia a los textos de la Escritura y sus aplicaciones correspondan a la comprensión y a la interpretación, sólida y crítica, que se hace hoy día de la Biblia, con el fin de evitar prejuicios estereotipados o actitudes paternalistas erróneas, y que se saquen las consecuencias en el campo de la teología.

Que en la terminología jurídica se cuide de emplear la palabra “laico” en un sentido aplicable al hombre y a la mujer.

Que en todos los campos en los que los laicos gozan de una responsabilidad o toman parte activa en la vida de la Iglesia, se reconozca y se admita, como cosa normal, una colaboración adecuada entre hombres y mujeres.

Teniendo en cuenta la diversidad de culturas, nos parece conveniente que la nueva formulación del Derecho Canónico sea lo más parecida posible a la formulación de una ley-cuadro, que dé orientaciones a las diversas codificaciones pedidas por las diferentes culturas del mundo.

Que la adaptación del Derecho Canónico, exigida por las nuevas circunstancias, sea prevista en las prescripciones del Código».

Este mismo año 1969 se hizo llegar este memorándum a las instancias correspondientes del Vaticano. Nunca se recibió contestación.

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