Sexo en la biblia

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Sexo en la biblia
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Juan Antonio Monroy

Primera edición: Diciembre 2020

© Juan Antonio Monroy

TEUKHOS

C/ Mossèn Àngel Rodamilans 154

08222 TERRASSA

Barcelona, ESPAÑA

info@teukhos.com

www.teukhos.com

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Impreso en España

ISBN papel: 978-84-09-27055-2

ISBN e-book: 978-84-09-06028-3

Depósito Legal: B 1747-2021

Diseño de Portada: Anna Romero García

Impreso en Ulzama Digital

ÍNDICE

Prólogo

Introducción

Capítulo I — Adulterio

Capítulo II — Celestineo

Capítulo III — Celibato

Capítulo IV — Circuncisión

Capítulo V — Concubinato

Capítulo VI — Deleite

Capítulo VII — Desnudez

Capítulo VIII — Divorcio

Capítulo IX — Eunucos

Capítulo X — Fornicación

Capítulo XI — Gonorrea

Capítulo XII — Homosexualidad

Capítulo XIII — Impedimento del embarazo

Capítulo XIV — Incesto

Capítulo XV — Matrimonio Mixto

Capítulo XVI — Menstruación

Capítulo XVII — Padres censurables

Capítulo XVIII — Poligamia

Capítulo XIX — Promiscuidad sexual de reyes de Israel

Capítulo XX — Prostitución

Capítulo XXI — Rameras

Capítulo XXII — Sexualidad poética

Capítulo XXIII — Testículos

Capítulo XXIV — Travestismo

Capítulo XXV — Violación

Capítulo XXVI — Virginidad

Capítulo XXVII — Voyerismo

Capítulo XXVIII — Zoofilia

ÍNDICE de citas bíblicas

Bibliografía

Prólogo

Con 55 libros escritos y más de 3000 artículos publicados; tras lidiar con cualquier tema imaginable “a corazón abierto” sin más estoque que su estilográfica ni muleta que una simple hoja de papel; de sacarle los colores a un franquismo intolerante, defender una sociedad equitativa pero “Sin hoz ni martillo”, echar mano de “Alforjas y caminos” para explicarnos “El misterio de Dios”, encontrar “La Biblia en el Quijote”, y enfrentarse a los monstruos goyescos en “El sueño de la razón” … ¿quién es capaz de recriminar a Juan Antonio Monroy que a la altura de su vida escriba sobre el “Sexo en la Biblia”? ¿O que con ese estilo tan suyo, tan peculiar, concluya nada menos que el capitulo sobre la “homosexualidad”, afirmando que: «si los injustos y los maledicientes, entre otros, están excluidos del reino de Dios, siete mil trescientos millones novecientas noventa y nueve mil personas estarán en el infierno. Al cielo sólo irá quien ya está en él, el Hombre al que Pilato presentó a las multitudes (Juan 19:5). El Padre y el Hijo bostezarán de aburrimiento».

La función de un prólogo es llamar la atención y desaparecer. Señalar los elementos clave en el texto de una obra y elogiar las habilidades del autor en su enfoque al tema bajo un prisma innovador. Resaltar aquello que la distingue de otras similares y valorar su aportación singular al tema tratado. ¿Y cuáles son los elementos clave del libro de Juan Antonio Monroy sobre el “Sexo en la Biblia? ¿Qué aporta de novedoso que lo distinga de los demás?

Desde que la Iglesia cristiana adoptara la propuesta de Agustín de Hipona vinculando el sexo con el pecado original (según aclara Monroy en su introducción) y comenzara a establecer lo que la Biblia dice, dictamina, prescribe, manda y decreta sobre sexo; sobre el tema ha escrito lo que está escrito… y lo que no está escrito. ¡Cuánta frustración, cuanta amargura, cuanta desolación, cuanto sufrimiento ha generado en el pueblo cristiano esta forma de pensar y proceder! Baste con recordar como a Fray Luis de León, meterse con el “Sexo en la Biblia” le costó cuatro años y siete meses de pudrirse en una mazmorra de la Inquisición. Y aunque en su caso lograra salir indemne con un cauteloso “Decíamos ayer…”, otros no tuvieron la misma suerte.

Y si echamos una mirada a la herencia de la Reforma protestante, concretamente al sector denominado evangélico; es obvio que siempre hemos andado algo escasos de obras serias y enjundiosas para una buena exégesis del texto sagrado. Pero los opúsculos con pretensión de aclararnos, con toda riqueza de detalles, cual es el sexo ordenado por Dios y el condenado por Dios, no son asignatura pendiente en la industria del libro evangélico. Saturan los estantes de nuestras librerías y bibliotecas. Todos entretejidos con citas de la Escritura, auténticos aluviones de textos bíblicos sacados de su contexto, y esgrimidos por el autor de moda con mayor o menor habilidad pretendiendo convencernos, no de lo que la Biblia dice sobre el sexo, sino de lo que él quiere que la Biblia diga, y aunque no lo diga, obviamente él se le hace decir.

Juan Antonio Monroy va por otro derrotero. Lo que hace de “Sexo en la Biblia” un texto innovador y lo distingue de los demás libros sobre el tema, no está en lo que dice, sino en lo que no dice.

Monroy habla de “Sexo en la Biblia” con una amplitud inusual; difícil sería dar con otra obra que lo aborde con semejante exhaustividad. Se vale de un orden temático alfabético para extraer de la Biblia, uno tras otro, cuantos pasajes tienen que ver con el sexo, ya sea directa o indirectamente. De la “A” a la “Z”, comenzando por el “adulterio” hasta llegar a la “zoofilia”, uno tras otro: celestineo, celibato, circuncisión, concubinato, deleite, desnudez, divorcio, eunucos, fornicación, gonorrea, homosexualidad, interrupción de embarazo, incesto, matrimonios mixtos, menstruación, padres censurables, poligamia, preservativos, promiscuidad, prostitución, platonismo, testículos, travestismo, violación, virginidad, voyerismo. ¡Poco hay, por no decir nada, que se queda en el tintero!

 

¿Y qué dice? ¡Ahí está la diferencia! El mensaje de “Sexo en la Biblia” no está en lo que el autor dice, sino en lo que no dice. Y con lo que no dice, dice más de cuanto podría decir. Monroy no comenta, no establece, no impone, no arbitra, no zanja, no sentencia, no enjuicia, no condena, no excomulga, no lapida: se limita a informar. Deja que sea la Biblia la que hable en su contexto; y que partiendo de lo que la Biblia dice en su contexto, sea el lector quien opine, enjuicie y sentencie a la hora de aplicarla al suyo. Lo que no implica nos prive, eso sí, en buena parte de los temas, de alguno esos “gags” tan suyos, que sin decirnos nada en concreto, nos proporcionan “pistas” a la hora de forjar nuestra opinión. Como cuando concluye el capitulo sobre los matrimonios mixtos, después de contarnos lo que la Biblia dice sobre Jacob, Labán, Lea y Raquel, con el siguiente comentario personal: «¡Qué lejos están aquellos tiempos! Si un joven español pide hoy la mano de la novia y el padre le exige que trabaje para él siete años gratis, compra un billete de avión para Australia o para la Conchinchina».

El libro de Juan Antonio Monroy sobre “Sexo en la Biblia”, es una obra maestra de la elipsis en el tratamiento de un tema cargado de susceptibilidades; en el que todo cuanto se quiera decir hay que decirlo sin decirlo, y por tanto, la mejor opción de un autor que dese ser fiel a “La Verdad”1 es, como diría Machado, guardarse su propia verdad,2 y dejar que sea la propia Biblia la que hable. Me recuerda aquella frase magistral, que durante la época difícil del franquismo en España adornaba la cabecera de la no menos magistral revista satírica “La Codorniz”: “La revista más audaz para el lector más inteligente”. Sobre el “Sexo en la Biblia”, el libro de Juan Antonio Monroy es el libro más audaz para el lector más inteligente, porque su clave está, no en lo que el autor dice, sino en lo que el autor no dice.

Eliseo Vila

Escritor

1 La Verdad, primera revista publicada por Juan Antonio Monroy en su época en Tánger.

2 La revista La Verdad llevaba en la cabecera la conocida frase de Machado: “¿Tu verdad? No. La Verdad. Y ven conmigo a buscarla; la tuya guárdatela”.

Introducción

La Biblia es el libro que ha marcado el devenir de la humanidad. Sus enseñanzas siguen en vigor miles de años después de haber sido promulgadas. No existe tema humano que escape a su doctrina. Entre estos temas está el sexo. Todos los aspectos de la sexualidad, todas sus variantes, están presentes en sus páginas. Hoy día, cuando el sexo es el pan diario, cuando periódicos, revistas, televisiones, radios, internet y otros medios de comunicación nos bombardean constantemente con noticias protagonizadas por acciones sexuales, no está demás conocer lo que la Biblia inspirada nos dice al respecto. Hay más sexo en la Biblia de lo que generalmente se piensa.

Encarando el tema desde sus orígenes, ya en el Edén encontramos las perspectivas divinas en torno al sexo. Algunos comentaristas del Génesis han sugerido que el acto sexual de Adán y Eva fue el pecado original que motivó la expulsión del paraíso. Esta interpretación ha tenido efectos nefastos a lo largo de siglos. Comentaristas católicos de todos los tiempos llegaron a considerar el sexo como una práctica sucia, “desaprobada por Dios y causante de todos los males de la humanidad”.

La teoría sexual del pecado original ha estado basada en dos elementos: la intervención de la serpiente, asociada en pueblos primitivos con el órgano viril, y la reacción de Adán y Eva cuando contemplaron su desnudez. Quien más contribuyó a esta errónea interpretación fue San Agustín, uno de los llamados padres de la Iglesia. Nació en Tagate el año 354 y murió en Hipona, ciudades situadas en el Norte de África, el 430. Está considerado como el “padre de la Iglesia” que más escribió sobre la Biblia. Agustín insistía en que el deseo sexual animó a Adán a aceptar la propuesta de Eva. De su teoría surgió la idea de relacionar el sexo con el pecado original. La interpretación de Agustín fue propagada por la Iglesia católica a lo largo de mil años y sigue teniendo influencia en varios sectores del catolicismo hasta el día de hoy.

Antes de redactar las páginas de “Sexo en la Biblia” volví a leer, otra vez, una a una, las páginas de los 66 libros que figuran en la Escritura Sagrada. No fue una lectura espiritual, como en otras ocasiones. Fue lectura crítica, lectura de investigación. Aun así mantengo la impresión de haber dejado sin registrar algunos temas referentes al sexo.

He utilizado algunas obras de consulta, no muchas. El contenido de este libro es original, resultado de una exploración propia en las páginas de la Biblia.

La cantidad de textos bíblicos que figuran en el libro se debe a que he tenido en cuenta evitar comentarios con ideas propias y dejar que hable la Palabra divina.

Finalmente toca decir que algunos capítulos, que aquí aparecen por orden alfabético, son más extensos que otros. Se debe a la importancia de cada uno de los temas.

Capítulo I

Adulterio

La definición más común de adulterio es la realización del acto sexual de una persona casada con otra que no es su pareja. Escribiendo en defensa de la mujer, el historiador griego Plutarco de Queronea, siglo primero de la era cristiana, dice en sus Obras Morales que “hay maridos tan injustos que exigen de sus mujeres una fidelidad que ellos mismos violan”.

1. Condena del adulterio

En la primera parte de la Biblia la legislación hebrea sobre el adulterio coincidía sustancialmente con la de los pueblos vecinos. Las penas aplicadas a los adúlteros eran muy severas. De ello da fe el texto de Levítico 20:10.

“Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”.

El mismo castigo se repite en Deuteronomio 22:22.

“Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel”.

En ninguno de los dos casos se específica la forma de muerte, pero atendiendo a Juan 8:4-5 se cree que se trataba de lapidación.

“le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”

2. Adulterio del pueblo judío

Empleando un estilo directo, los profetas Jeremías y Ezequiel denuncian por boca de Jehová el adulterio cometido por el pueblo hebreo contra su Dios.

“Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto te has olvidado de mí, y me has echado tras tus espaldas, por eso, lleva tú también tu lujuria y tus fornicaciones.

Y me dijo Jehová: Hijo de hombre, ¿no juzgarás tú a Ahola y a Aholiba, y les denunciarás sus abominaciones?

Porque han adulterado, y hay sangre en sus manos, y han fornicado con sus ídolos; y aun a sus hijos que habían dado a luz para mí, hicieron pasar por el fuego quemándolos”

Ezequiel 23:34-35

La acusación de Jeremías se basa en que el pueblo hebreo “adulteró con la piedra y con el leño por la ligereza de su fornicación”, es decir, multiplicó sus prostituciones idolátricas. Consecuencia de ello fue que “contaminó la tierra”, Palestina, la heredad de Jehová (Levítico 20:24).

“Y sucedió que por juzgar ella cosa liviana su fornicación, la tierra fue contaminada, y adulteró con la piedra y con el leño.

¿Cómo te he de perdonar por esto? Sus hijos me dejaron, juraron por lo que no es Dios. Los sacié, y adulteraron, y en casa de rameras se juntaron en compañía”

Jeremías 3:9 y 5:7

3. Profetas adúlteros

Si el apóstata reino de Israel nada desmerecía con sus adulterios e infidelidades, los profetas que supuestamente debían guiar al rebaño no eran mejores que el pueblo. La denuncia contra ellos era severa y justa. Jehová vio los desatinos de los profetas de Samaria y las mentiras e iniquidad de los profetas de Jerusalén:

“En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en nombre de Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel.

Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra”

Jeremías 23:13-14

4. Adulterio de David

Como hombre religioso, rey de naciones, guerrillero, político y diplomático, músico y poeta, filósofo, David ocupa un lugar de relieve en la primera parte de la Biblia, donde aparece como hombre superior a su tiempo y a sus contemporáneos. Sobre todo, si se le compara con su predecesor Saúl.

Sin embargo, la historia bíblica, siempre fiel a la verdad de los hechos, lo presenta sujeto a fuertes tentaciones carnales. Incurrió en varios casos de adulterio. El más nombrado en la Biblia fue el protagonizado con la hermosa Betsabé, casada con Uría, un general del ejército de David. La historia se resume en estos tres versículos:

“Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.

Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo.

Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y el durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa”

2º de Samuel 11:2-4

5. La mujer de Oseas

Como símbolo de las relaciones entre Jehová e Israel Dios da al profeta Oseas una orden extraña: tomar por esposa a una mujer adúltera:

“Me dijo otra vez Jehová: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas”

Oseas 3:1

6. Cristo y el adulterio

Los cuatro Evangelios que tratan la vida de Jesús recogen declaraciones del Maestro en torno al adulterio.

Para Jesús, el adulterio tiene su origen en el corazón, en la voluntad humana:

“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”

Mateo 15:19

Al joven rico que acude pidiéndole consejo le recuerda los mandamientos de Éxodo 20:

“Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre”

Marcos 10:19

Antes ha dicho Jesús que el adulterio tiene su asiento en el corazón del hombre. Ahora va más lejos. Razona que el adulterio no es sólo el acto externo, sino el mismo deseo de dominio y posesión que abriga la mente del hombre:

“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”

Mateo 5:27-28

En un difícil pasaje del capítulo 19 en el Evangelio redactado por Mateo, que ha venido originando muchas controversias hasta el día de hoy, pensando, a lo que parece, en la indisolubilidad del matrimonio, Jesús lo considera adulterio entre personas divorciadas:

“Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera”

Mateo 19:9

Sin embargo, sostiene con una mujer de Samaria que había tenido cinco maridos una larga conversación que incluye revelaciones únicas, como la espiritualidad de Dios:

“Dios es espíritu”

Juan 4:7-42

“Y cuando estando en las afueras del templo escribas y fariseos arrastran hasta sus pies a una indefensa mujer acusada de adulterio, se produce en Él una reacción y un gesto. La reacción: “El que de vosotros está sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. El gesto: “ni yo te condeno; vete, y no peques más”

Juan 8:3-11

7. Pablo y el adulterio

Un hombre tan doctrinalmente ortodoxo como el apóstol Pablo no podía eludir el tema del adulterio. Tampoco se ha podido fijar con pruebas definitivas si Saulo de Tarso estuvo soltero, casado, viudo o divorciado.

 

A los judíos dice que hacen lo contrario de lo que enseñan a otros:

“Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?

Romanos 2:22

Con un ejemplo tomado de la legislación matrimonial del Antiguo Testamento Pablo recuerda que si en vida del marido una mujer se une a otro hombre, será llamada adúltera:

“Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera”

Romanos 7:3

Entre los pecados que excluyen del reino de Dios Pablo menciona el adulterio, que equipara a ladrones, estafadores, maldicientes y otros:

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”

1ª Corintios 6:9-10

8. Otros textos

El autor de la epístola a los Hebreos escribe sobre adulterio en la misma línea de Pablo:

“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”

Hebreos 13:4

Santiago apóstol ha sido muy discutido al emplear la palabra “adulteras” en sentido femenino, al parecer referida solo a la mujer:

“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”

Santiago 4:4

Refiriéndose a los falsos maestros Pedro arremete contra ellos sin piedad en el capítulo dos de su segunda epístola. De ellos dice:

“Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición”

2ª de Pedro 2:14

El Apocalipsis dictado por Cristo desde el cielo al apóstol Juan en la isla de Patmos contiene una dura reprensión contra una mujer a la que llama Jezabel. No está claro si se trata de un nombre simbólico o de una persona concreta de gran ascendencia social, cuya conducta inmoral influía en otros.

“He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella”

Apocalipsis 2:22