Historias del hecho religioso en Colombia

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SERMONES PARA UN CONTEXTO

Al analizar el contexto payanés dieciochesco vemos que este estuvo marcado por varios hechos que alteraron la tranquilidad de los feligreses, como el cambio dinástico en el trono español y los eventos políticos previos a la Independencia de la Nueva Granada, en los que los franciscanos de Popayán se mostraron decididamente favorables al monarca; por ello, en sus sermones la figura del rey es la de un ser magnánimo, que se interesa por premiar las buenas obras y castiga con severidad las relajaciones de la moral. Los payaneses debieron enfrentar además un terremoto, plagas de comején, una epidemia de viruela, la circulación de las ideas ilustradas, gobernadores advenedizos y corruptos llegados desde la península ibérica y alzas tributarias. Ante estas adversidades, los franciscanos invitaban a la feligresía a aceptar los designios de Dios, “aun cuando estos nos sean adversos”; a vivir con resignación, humildad y obediencia, pues “hemos llegado a unos tiempos en que es forzoso alentar los corazones para llevar con paciencia los trabajos: o porq[ue] estos son en la realidad excesivos o porque tenemos mucho de pusilánimes”48.

Este tipo de advertencias se dirigían a la totalidad de la población, pues se esperaba que esta cumpliera con sus deberes civiles y eclesiásticos y fuera objeto de un proceso educativo y de coacción constante, poniendo de manifiesto que nadie estaba a salvo de sucumbir al pecado. Para el caso de los exempla consultados, si bien en pocas ocasiones discriminan racialmente a sus protagonistas, en varios casos sí refieren la condición social de los mismos en la sociedad a través de los oficios que desempeñaban, tal como lo muestra la figura 3:

FIGURA 3. Condiciones y oficios de los protagonistas de los Exempla del Colegio de Misiones Nuestra Señora de las Gracias


FUENTE: gráfico elaborado por la autora según datos extraídos de Gutiérrez, Sermones.

Así mismo, llama la atención que en un alto porcentaje del texto no se especifica que los protagonistas desempeñen un oficio concreto; esto puede obedecer tanto a un interés por incitar al control mental y corporal de impulsos pecaminosos comunes en todos los seres humanos, sin distinción del lugar que ocuparan o la actividad que desarrollaran en la sociedad, como a que los “libres de todos los colores” eran el grupo poblacional mayoritario en Popayán49, por lo que, posiblemente, los predicadores franciscanos buscaban que se sintieran identificados con textos en los que los pecadores fueran hombres y mujeres cuyas conductas no dependieran de su condición racial, del estamento social al que pertenecieran o del oficio que desempeñaran en la sociedad.

Por otra parte, parece ser evidente que para la segunda mitad del siglo XVIII existía una relajación de las costumbres morales en Popayán, que se manifestaba de varias formas; entre ellas resaltan el aumento de mujeres solteras cuyos hijos deambulaban por las calles pidiendo limosna50, y escándalos como el protagonizado en 1775 por María García, mujer de proceder dudoso, que repartía sus amores entre dos amigos, los cuales una noche se encontraron en la puerta de su casa solicitando sus favores, situación que desencadenó una acalorada discusión entre ambos, en la que uno gritaba “esa era mi puta”, y el otro le replicaba “era mi moza”; y como acto seguido sacaron sus cuchillos, ambos terminaron heridos y la vecindad escandalizada. Una situación similar la protagonizó Francisca, quien llega una noche a pedir lumbre en una tienda vecina; en este lugar le ofrecen un trago de aguardiente, que ella recibe, pero ante la negativa de Francisca a seguir bebiendo, uno de los presentes le dice: “Dime zorra, ¿quién es el que te impide tomar aguardiente?”. Ofendida, ella sale rumbo a su propia tienda, seguida por el sujeto que, al entrar tras ella pregunta a los allí reunidos: “¿Cuál de estos cornudos era el amigo de Francisca?”, con lo que se inició una riña que tuvo como resultado varios lesionados51.

Sin embargo, las historias sobre liviandades de las mujeres payanesas pertenecientes a los grupos considerados socialmente inferiores parecen opacarse ante la narración de lo ocurrido la noche del 29 de enero de 1770, cuando doña Dionisia Mosquera y Bonilla, procedente de una prominente familia local, asesinó a su esposo en complicidad de su amante y de varios esclavos de este. Al ser descubiertos, los amantes huyeron por separado, contando doña Dionisia con la complicidad de las monjas del convento de la Encarnación, quienes le dieron refugio cuando fue requerida por la justicia52.

Por otra parte, en el resumo de conductas pecaminosas en las que incurrían los habitantes de Popayán durante el siglo XVIII, ni la Iglesia pareció escaparse del mal camino por el que, desde la óptica de la moral católica, transitaba la ciudad. Además de lo ya expuesto sobre la conducta cómplice de las monjas de la Encarnación, los franciscanos también fueron objeto de censura por su comportamiento, pues en el convento existían fuertes desavenencias derivadas de la resistencia de varios individuos a entrar en los territorios misionales; la situación llegó al punto que cuando el padre guardián, fray Juan Antonio del Rosario Gutiérrez, compilador de los Exempla aquí estudiados, intentó obligar a tres de los misioneros a desplazarse a los pueblos de misión, estos se rehusaron; al amenazarlos con la excomunión, los implicados planearon la muerte del prelado, hecho que fue frustrado cuando uno de ellos se arrepiente y delata el plan que pretendían llevar a cabo sus compañeros.

Si contrastamos el contexto local con los temas desarrollados en los sermones (véase la figura 4), se observa un intento por parte de los franciscanos por refrenar a la feligresía, un moldeamiento moral del individuo que obligaba a un ejercicio normativo de tipo corporal y mental, así como social e individual, pues, desde la perspectiva católica, “hay corazones más empecinados en ser malos que el mismo demonio”53. Así, en la búsqueda de crear individuos disciplinados capaces de autocontrolar sus impulsos, se ejerce una coacción exterior que a fuerza de repetirla se convierte en una coacción interior, “una coacción calculada [que] recorre cada parte del cuerpo, lo domina, pliega el conjunto, lo vuelve perpetuamente disponible, y se prolonga en silencio en el automatismo de los hábitos”54.

FIGURA 4. Intencionalidad de los exempla


FUENTE: gráfico elaborado por la autora según datos extraídos de Gutiérrez, Sermones.

En este sentido, al discriminar los tópicos que pretendían abarcar los exempla del Colegio de las Gracias, vemos que la intencionalidad principal de estos se encaminaba directamente a las normas de control sobre las que se basaba la moral católica promulgada en el Concilio de Trento: los Mandamientos de la Ley de Dios, los vicios capitales y los sacramentos (figuras 5 y 6).

FIGURA 5. Mandamientos a los que se hace referencia en los exempla


FUENTE: gráfico elaborado por la autora según datos extraídos de Gutiérrez, Sermones.

FIGURA 6. Pecados capitales a los que se hace referencia en los exempla


FUENTE: gráfico elaborado por la autora según datos extraídos de Gutiérrez, Sermones.

Así, al discriminar cada uno de los tópicos de los mandamientos y los vicios capitales, observamos cómo, además del mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, las normas encaminadas a las coacciones sexuales fueron las que obtuvieron los mayores rangos en cuanto a las temáticas tratadas en los sermones cotidianos, condenando el vicio de la lujuria y la fornicación55, con casi un 40 % y un 20 % de los textos, respectivamente. Mientras que los sermones panegíricos reforzaban la idea de la castidad representada en los santos y la virgen María, siendo esta última no solo la principal intercesora de los pecadores ante Dios, sino también ejemplo supremo de virtudes, principalmente la castidad, al permanecer inmaculada56.

Como se puede observar en los gráficos anteriormente expuestos, los desenfrenos sexuales obtuvieron una mayor atención por parte de los predicadores franciscanos, lo cual es acorde con lo plasmado en el Concilio de Trento, dado que “la conducta sexual, más que cualquier otra estaba sometida a reglas muy estrictas de secreto, decencia y modestia, de tal modo que la sexualidad se relaciona de una forma extraña y compleja, a la vez con la prohibición verbal y con la obligación de decir la verdad, así como con el hecho de esconder lo que se hace”57.

Por otra parte, al tomar el número de referencias a los sacramentos en los sermones aquí tratados, vemos que el matrimonio ocupa el segundo lugar entre los ítems a promover, con lo que se completarían las prácticas sociales encaminadas a ejercer el control corporal sobre los feligreses; sin embargo, aunque se advierte en varios de los documentos mencionados sobre los peligros del amancebamiento, también se deja en claro que el matrimonio no pone a salvo a los contrayentes del vicio de la lujuria. Así, el “Caso rarísimo de una mujer casada q[ue] se condenó por callar pecados cometidos con su marido”58 narra cómo “una mujer noble […] tenida por santa” en su comunidad, al momento de su muerte no confiesa las faltas relativas a la lujuria cometidas con su esposo; sin embargo, la mujer se condenó no tanto por los pecados cometidos, sino por no confesarlos. En este punto, vale la pena resaltar que, entre el listado de los sacramentos, posiblemente el que pretende ejercer mayor control sobre la vida de los sujetos es la confesión; de ahí que, según la figura 7, abarque el 70 % de menciones explícitas a los sacramentos, pues dicha práctica fue vital en las instituciones “religiosas en todo tipo de faltas, no solo en las referidas al sexo”59.

 

FIGURA 7. Sacramentos a los que se hace referencia en los exempla


FUENTE: gráfico elaborado por la autora según datos extraídos de Gutiérrez, Sermones.

Contra el hecho, al parecer frecuente, de que los pecadores callaran sus faltas, los franciscanos en Popayán en el siglo XVIII predicaban en contra del sacrilegio que representaba ocultar las faltas ante el sacerdote; así lo refieren varios sermones, entre los que resalta “condénase una mujer por callar un pecado en la confesión”, donde se narra la historia de una mujer que de “vergüenza callaba un pecado de flaqueza en las confesiones once años había”, de tal forma que al intentar confesarse:

[…] a cada pecado que confesaba [le] salía un sapo por la boca, y todos los que salían se iban saliendo por la Iglesia […] un sapo mayor y más fiero que los demás llegó a querer salir por la boca pero no salió sino que se tornó adentro y […] en punto que el confesor la absolvió, todos los sapos que habían salido tornaron a entrar con prisa en la iglesia y con la misma se volvieron a entrar en la boca de la mujer.60

Posteriormente, el confesor, en compañía de otro sacerdote, buscan a la pecadora para que enmiende su camino, pero “halláronla muerta porque […] Dios dio licencia al Demonio que la ahogase […] en pena de tantos sacrilegios como habían cometido en las confesiones”; los religiosos empiezan a orar por el alma de la difunta y esta se les aparece

[…] dando grandes alaridos diciendo ay de mí, oh desventurada de mí, oh si nunca yo naciera, pues por haber callado un pecado en la confesión ninguno se me perdonó sino que por todos estos soy condenada a los eternos fuegos. Venía la triste toda rodeada de cadenas de fuego a caballo sobre un fierísimo dragón que por todas partes despedía llamas de fuego, traía por cabellos fieras lagartijas y cienpiecillas que desapiadadamente le picaban y mordían por ojos que eran como dos brazas de fuego, dos crueles serpientes aferraban con sus dientes sus dos pechos, y con las colas ceñían la garganta, dos bravos lebreles tenían con sus dientes aferradas sus dos manos que se las despedazaban y comían y con los dos oídos con grande violencia la entraban dos saetas de fuego.61

Cuando los religiosos le preguntaron qué significaban las penas que veían, ella respondió:

[…] este dragón es el demonio que me engañó para que callase el pecado de flaqueza que cometí y él me alentaba con su tacto en las partes más de mi cuerpo […], las lagartijas castigan las culpas que cometí aderezándome la cabeza y cabello de ella, estos sapos con extremados dolores me comen las niñas de los ojos en pena de mis lascivas vistas, estas dos serpientes me roen los pechos en pena de que los descubrí y dejé palpar, estos lebreles me roen las manos en pena de lo que con ellas toqué y de que di a mis amadores lo que era más debido a los pobres de Cristo […], estas saetas encendidas castigan las murmuraciones sucios y deshonestos cantares que canté y oí cantar, y de todos esos males me librara si como confiese los demás pecados confesara el que callé.62

Como se puede observar, con miras al moldeamiento del sujeto virtuoso, las prácticas de la predicación y la confesión se complementaban, pues ambas tenían una función pedagógica. Mientras la primera buscaba difundir y reafirmar las enseñanzas del dogma católico entre los feligreses, la segunda debía verificar que este se siguiera lo más fielmente posible.

Por otra parte, en términos de la moral pública en el mundo hispano del siglo XVIII, además de enseñar el dogma católico y hacer que los hombres sean cuerpos y almas dóciles y virtuosas al servicio de la Iglesia, se buscaba también implantar en los mismos el concepto de vigilancia; es decir, hacerles saber a los feligreses que sus acciones son observadas, no solo por Dios, el ojo que todo lo ve, sino también por la vecindad, pues, al condenar un acto determinado, por ejemplo un vicio específico, como la gula o la lujuria, se daba lugar a una censura social, no tanto del acto en sí como de quien lo cometió, con lo cual no solamente sería el sacerdote quien vigilaría a sus feligreses, sino que se esperaba que estos se vigilarían a sí mismos convirtiéndose en “vigilantes perpetuamente vigilados”63, feligreses/sujetos a quienes se les pedía llevar una vida virtuosa y de quienes se esperaba estuvieran coactados y autocoactados pública e íntimamente.

CONCLUSIONES

Siguiendo las recomendaciones tridentinas, vemos que el éxito de un buen predicador radicaba en que desde el púlpito buscara desarrollar dos aspectos: ayudar a mantener el “deber ser” moral y tratar de adaptar su prédica al contexto que lo rodeaba, atacando los pecados particulares del entorno y pregonando las virtudes opuestas a aquellos. Acorde con lo anterior, observamos que los franciscanos residenciados en la ciudad de Popayán en el siglo XVIII con el sermón panegírico buscaron reafirmar los ideales de virtud y pureza tanto del cuerpo como del alma, aspectos comunes a toda la cristiandad; y con sermones de uso más versátil o cotidiano, como los exempla, se ocuparon de las flaquezas de los hombres, de las imperfecciones que los hacían justamente humanos y los alejaban de Dios, indicando a los sujetos qué acciones, pensamientos y sentimientos debían reprimir.

Aunado a lo anterior, el concepto del demonio, heredado de la Edad Media, se presentó a los feligreses del periodo tridentino no solo con la idea de la tentación y el pecado, sino también como un ser corpóreo —zoomorfo o antropomorfo—, tal como vimos que se presentaba a los payaneses del siglo XVIII en la predicación franciscana; con sus representaciones en los sermones buscaban suscitar entre los parroquianos el temor a la pérdida del alma en el infierno; un recurso que en teoría debería motivar la autocoacción del cuerpo y la mente y conducir a los fieles hacia el camino de la virtud.

Para concluir, de acuerdo con las situaciones expuestas en el contexto local payanés del siglo XVIII, se hace evidente la necesidad del clero, en este caso de los franciscanos, de mantener sujeta bajo su control a la feligresía local, haciendo patente que los sermones exponen tanto el ideal como las flaquezas del comportamiento de los individuos; comportamiento que la Iglesia, como entidad vigilante y con pretensiones todopoderosas, quería controlar a través del discurso y el uso de la retórica entre los feligreses, en una época en la que los cambios que se avecinaban parecían poner en peligro el ideario moral y político establecido por el papado y la monarquía.

OBRAS CITADAS
Fuentes primarias
Archivos

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Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente (CIHJMAL). Sermones Panegíricos para festividades católicas. Fondo Colegio de Misiones Nuestra Señora de las Gracias. Tomos 1 y 3, sf.

Gutiérrez, Fray Juan Antonio del Rosario. Sermones. Popayán. Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente (CIHJMAL). Fondo Colegio de Misiones Nuestra Señora de las Gracias, circa 1780).

Documentos impresos

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1 La predicación de este tipo de sermones era frecuente entre las diversas órdenes religiosas amparadas bajo la dogmática católica; sin embargo, pese a ser una práctica común, lastimosamente no se conservaron en Popayán manuscritos de este tipo pertenecientes a otras comunidades religiosas diferentes a los franciscanos que habitaron el convento Colegio de Misiones Nuestra Señora de las Gracias durante los siglos XVIII y XIX.

2 Michel Foucault, Arqueología del saber (Bogotá: Siglo XXI, 1979); Michel Fou cault, El orden del discurso (Madrid: La Piqueta, 1996).

3 John Lynch, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826, 11.ª ed. (Barcelona: Ariel, 2008), 14.

4 Antonino Olano, Popayán en la Colonia. Bosquejo histórico de la Gobernación y de la ciudad de Popayán en los siglos XVII-XVIII (Popayán: Imprenta Nacional, 1910), 157.

5 Olano, Popayán en la Colonia.

6 Michel Foucault, “El sujeto y el poder” (sep. 2019), https://perio.unlp.,.ar/sitios/opinionpublica2pd/wp-content/uploads/sites/14/2015/09/T2.1-FOUCAULT-MICHEL-1988.-_El-sujeto-y-el-poder_.pdf.

7 Bernarda Urrejola, “El panegírico y el problema de los géneros en la retórica sacra del mundo hispánico. Acercamiento metodológico”, Revista Chilena de Literatura, 82 (nov. 2012), 220.

8 Michel de Certeau, La escritura de la historia (México: Universidad Iberoamericana, 1993), 258.

9 Reinhart Koselleck, historia/Historia (Madrid: Trotta, 2004), 60.

10 Jaime Humberto Borja Gómez, Los indios medievales de Fray Pedro Aguado. Construcción de la idolatría y escritura de la Historia en una crónica del siglo XVI (Bogotá: CEJA, 2002), 215.

11 Maximiliano Barrio Gozalo y Domingo Ramos-Lissón, Diccionario de los papas y concilios (Barcelona: Ariel, 2005), 167.

12 San Ignacio de Loyola, Libro de los Ejercicios Espirituales (1548, abr. 2013), 10, http://www.cpalsj.org/wp-content/uploads/2013/04/IgnacioDeLoyolaEjerciciosEspirituales.pdf

13 Santiago Sebastián, Contrarreforma y Barroco: lecturas iconográficas e iconológicas (Madrid: Alianza, 1981), 63.

14 Paul Ricoeur, Tiempo y narración, 3.ª ed. vol. I (México: Siglo XXI, 2000), 121-161.

15 Perla de los Ángeles Chinchilla Pawling, De la compositio loci a la república de las letras: la predicación jesuita en el siglo XVII novohispano (México: Universidad Iberoamericana, 2004), 71.

16 Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente (CIHJMAL), Sermones Panegíricos para festividades católicas (Fondo Colegio de Misiones Nuestra Señora de las Gracias, tomo 1, folios 1-9), 53-65.

17 Marcos González Pérez, Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá (Bogotá: Intercultura, 2005), 84.

18 Amanda Caicedo Osorio, Construyendo la hegemonía religiosa: los curas como agentes hegemónicos y mediadores socioculturales (Diócesis de Popayán, siglo XVIII) (Bogotá: Universidad de los Andes-CESO, 2008), 229.

19 Fray Juan Antonio del Rosario Gutiérrez, Sermones (Popayán, Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorente (CIHJMAL), Fondo Colegio de Misiones Nuestra Señora de las Gracias, circa 1780), folio 22r.

20 Gutiérrez, Sermones, folio 22v.

21 Jacques Le Goff, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval (Barcelona: Gedisa, 1986), 116.

22 Le Goff, Lo maravilloso y lo cotidiano, 127.

23 Jaime Humberto Borja Gómez, “Santos y mártires imaginarios en las crónicas de la conquista”, IX Congreso de Antropología en Colombia (Popayán: Universidad del Cauca, 2000), 2.

24 Gutiérrez, Sermones, folios 15r-15v.

25 William Elvis Plata Quezada, “Del catolicismo ilustrado al catolicismo tradicionalista”, en Historia del cristianismo en Colombia: corrientes y diversidades, ed. Ana María Bidegain (Bogotá: Taurus, 2004), 182.

26 Francisco de Taradell, El pretendiente de la oratoria sagrada: obra práctica que para la mayor facilidad de la juventud de su claustro (Tarragona: Pedro Canals impresor, 1797), v.

27 Michel Sot, “El Pecado”, en Diccionario razonado del Occidente medieval, ed. Jacques Le Goff y Jean-Claude Schmitt (Madrid: Akal, 2003), 641.

28 Colleen MacDannell y Bernhard Lang, Historia del Cielo (Madrid: Taurus, 1990), 222.

29 Gutiérrez, Sermones, folio 119r.

30 Gutiérrez, Sermones, folio 119r.

31 Michel Foucault, Vigilar y castigar (México: Siglo XXI, 1976), 51.

32 Jacques Le Goff, Lo maravilloso y lo cotidiano, 42.

33 Alain Corbin, “El dominio de la religión”, en Historia del cuerpo, ed. Alain, Corbin et al., Vol. II (Madrid: Taurus, 2005), 59.

34 Foucault, Vigilar y castigar, 178.

35 Se hace la distinción entre los demonios que se representaban en forma humana de los que se aparecían como hombres de raza negra porque en la sociedad hispanoamericana del periodo colonial estos últimos eran considerados como carentes de alma y disímiles a los blancos y los indios. Ver: Jaime Humberto Borja Gómez, Rostros y rastros del demonio en la Nueva Granada. Indios, negros, judíos, mujeres y otras huestes de Satanás (Santafé de Bogotá: Ariel, 1998).

36 Gutiérrez, Sermones, folios 5r-6v.

37 Dolores Carmen Morales Muñiz. “El simbolismo animal en la cultura medieval”, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie III (H. Medieval, 9), 229-255.

38 Gutiérrez, Sermones, folios 28r, 77r, 109r.

39 Virginia Naughton, Bestiario medieval (Buenos Aires: Quadrata, 2005), 57.

40 Gutiérrez, Sermones, folios 52v-53v.

41 Gutiérrez, ibid., folio 61r.

42 Virginia, Naughton, Bestiario medieval, 106.

43 Gutiérrez, Sermones, folios 1r-2r, 61v-62v, 105r-108r.

44 Gutiérrez, ibid., folios 9r-11r.

45 Gutiérrez, ibid., folios 31r-32r.

46 Foucault, Vigilar y castigar, 175-198.

47 Pierre Bourdieu, Cosas dichas (Buenos Aires: Gedisa, 1988), 24-26, 127-142.

48 CIHJMAL, Sermones Panegíricos para festividades católicas (Fondo Colegio de Misiones Nuestra Señora de las Gracias, t. 1).

49 Marta Herrera Ángel, Popayán: la unidad de lo diverso. Territorio, población y poblamiento en la provincia de Popayán, siglo XVIII (Bogotá: Universidad de los Andes, CESO, 2009), 97.

50 María Teresa Pérez Hernández, “Las mujeres caucanas: de la Colonia a la República”, en Historia, geografía y cultura del Cauca. Territorios Posibles, vol. II. eds. Guido Barona Becerra y Cristóbal Gnecco Valencia (Popayán: Universidad del Cauca, 2001), 220.

51 María Teresa Pérez Hernández, Reporterías de la noche en Popayán colonial (manuscrito inédito, Popayán: 2009).

52 Archivo General del Ecuador (AGE), “Autos criminales que de oficio de justicia se están siguiendo contra don Pedro García de Lemos y doña Dionisia de Mosquera y otros cómplices sobre el asesinato y muerte que dieron a don Pedro Crespo de Bustamante, vecino que fue de esta ciudad”, n.º 98 (Popayán, Fondo Popayán, judicial, 1770).

53 CIHJMAL, Sermones panegíricos, folio 10.

54 Foucault, Vigilar y castigar, 139.

55 En el gráfico de los “mandamientos de la ley de Dios”, en el ítem de no fornicar también se incluyeron los referentes a “no codiciar la mujer del prójimo” y “no pensamientos y deseos impuros” por ser normas dirigidas a controlar las conductas sexuales.

56 CIHJMAL, Sermones Panegíricos, folios 21-42.

57 Foucault, Tecnologías del yo (Barcelona: Paidós, 1990), 46.

58 Gutiérrez, Sermones, folio 66r.

59 Foucault, Tecnologías del yo, 46.

60 Gutiérrez, Sermones, folio 1r.

61 Gutiérrez, ibid., folio 2r.

62 Gutiérrez, Sermones, folio 2r.

63 Foucault, Tecnologías del yo, 182.

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