Lidera tu empresa en la cuarta revolución

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PARTE I

En esta parte de Lidera tu empresa en la Cuarta Revolución vamos a ver cómo podemos sacarle partido al futuro que nos espera con nuevas oportunidades de empleo, basadas en la formación, para desarrollar la carrera profesional del nuevo trabajador.

Será esencial el papel de la mujer en esta nueva empresa que cambia de concepto y adopta medidas como el teletrabajo o la semana de cuatro días, en una oficina diferente, donde se transforma la cultura empresarial, que pretende humanizar el trabajo, y donde nos encontramos con líderes capaces de afrontar los retos de las profesiones del futuro, utilizando sus diferentes habilidades, tanto las blandas como las duras.

Cómo sacar partido a la revolución digital

¿Están preparados los gobiernos y las empresas para aprovechar todo el potencial de la llamada cuarta revolución industrial? ¿Qué diferencia a esta revolución industrial de las anteriores? Primero, que los cambios son vertiginosos; segundo, que esos cambios vienen provocados por la fusión entre lo físico y lo digital, lo que permite crear empresas digitales, cuya gestión no tiene nada que ver con lo que hemos conocido hasta ahora, empezando por la toma de decisiones, que no puede esperar a mañana. Igual que los planes de desarrollo de las empresas, que antes se hacían a cinco, diez o veinte años vista. Ahora con tener medio claro qué vamos a hacer el año en curso y el siguiente podemos darnos por satisfechos.

El problema surge no por la pregunta de si estamos preparados, sino por la respuesta. Porque la triste realidad es que no estamos preparados, ya que cada día surge algo nuevo. Lo que sí podemos hacer es tener la decisión de afrontar esta revolución, ir sorteando obstáculos e ir aprovechando las oportunidades que se nos presentan, que son muchas. Porque esta revolución no es otra cosa que una oportunidad para aquellos que se suban al tren, que no va a esperar a nadie.

La oportunidad para las empresas se basa en que muchas de ellas tendrán más capacidad de influencia que los propios gobiernos. Claro que esta mayor influencia debe llevar consigo una mayor responsabilidad corporativa. A pesar de las oportunidades que se presentan, el pesimismo está haciendo mella, porque ni siquiera el veinte por ciento de los altos ejecutivos confía en que sus organizaciones estén listas para aprovechar los cambios que está provocando esta revolución industrial.

Lo que también parece claro es que se necesita un cambio de estrategia porque lo que hacíamos hasta ahora ya no nos sirve. Y esta falta de estrategia es, sin duda, el principal de los obstáculos y pasa por renovar la fuerza laboral, que tiene que dominar nuevas habilidades.

Podemos sacar provecho a la nueva situación aprovechando la velocidad, alcance e impacto de los cambios. Cada día que pasa aumenta considerablemente el número de personas conectadas al mundo digital, lo que, a su vez, está acelerando la transición entre ambas épocas, la generada por la tercera revolución industrial y la que se está generando en estos momentos con la cuarta. Si, además, sabemos aprovechar las ventajas del alcance y el impacto de los cambios estaremos en el buen camino.

Esta incierta situación nos enfrenta a nuevos desafíos económicos, sociales y, sobre todo, tecnológicos. Puede ofrecer soluciones a problemas hasta ahora desatendidos por la sociedad y crear otros nuevos. Lo que está claro es que los cambios no van a esperar a nadie.

Aprovechar las oportunidades significa tener claro que, por ejemplo, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático representan nuevas maneras de abordar algunos de los problemas más difíciles a los que nos enfrentamos los seres humanos hoy en día. Los más hábiles lograrán encontrar soluciones y rentabilizarlas. Serán ellos quienes sean realmente capaces de integrar en el conjunto de los procesos físicos de nuestro negocio una decena de tecnologías de base digital totalmente disruptivas.

A todo ello le vamos a sacar partido si somos capaces de lograr una mayor eficiencia y optimización de las tareas, automatizando la mayor parte de los procesos industriales y sustituyendo al hombre por la máquina en esos procesos de automatización. Pero esto no significa que se vaya a producir una pérdida masiva de puestos de trabajo, sino que se tendrán que adaptar los trabajadores a las nuevas necesidades.

La transformación digital, a nivel empresarial, nos permitirá ser más ágiles y efectivos a la hora de dar respuesta a las necesidades del mercado y de los propios clientes. Gracias a la tecnología y al uso del big data, entre otros, se podrán predecir las tendencias futuras del mercado y tomar decisiones de forma rápida y acertada. En un mundo global y tecnológico, si queremos que nuestra empresa pueda competir y destacar en su sector, la transformación digital es la única manera de poder lograrlo.

A nivel humano, la transformación digital supone acabar con los trabajos tediosos y rutinarios y el auge de puestos más creativos y estratégicos. Para vivir este cambio de una manera positiva es importante que los profesionales desarrollen, además de conocimientos tecnológicos, algunas habilidades específicas como el carisma y la inteligencia emocional. Esto se traducirá en competencias como la creatividad, el sentido del humor, la empatía, la resiliencia, la motivación, la adaptabilidad o el trabajo en equipo. Características puramente humanas, imprescindibles para llevar a cabo las tareas que las máquinas no pueden realizar (al menos por ahora).

Por otro lado, hay que apuntar que algunas de las profesiones más demandadas a consecuencia de esta trasformación digital son aquellas vinculadas con la tecnología: la nube, blockchain, big data, etc.

Todo ello exige un cambio profundo en el sistema educativo. Por un lado, si queremos un mundo más igualitario y rico es importante favorecer que las niñas estudien estas carreras técnicas, pues el futuro pasa por ellas. En segundo lugar, a la vez que se fomenta el estudio de la robótica, la tecnología o la informática en el aula, es clave incidir en disciplinas más humanistas, como la filosofía o las humanidades en general, imprescindibles para hacer un uso ético de la tecnología.

Esta revolución digital está cambiando el tipo de liderazgo. Para dirigir esta transformación en el mundo laboral será esencial contar con líderes carismáticos, empáticos y con altas dosis de inteligencia emocional. Deben ser ejemplo de coherencia entre lo que dicen y hacen para lograr inspirar a los empleados. El liderazgo ahora se gana, ya no se impone. Estos líderes, propios de una estructura empresarial horizontal (que ya no es ni volverá a ser vertical), serán los encargados de capitanear la transformación digital de sus empresas.

Con la revolución digital el mundo se hace más pequeño, más cercano, más manejable incluso. No importa el lugar geográfico porque la conexión online nos permite llegar a casi cualquier punto de la Tierra que tenga conexión a Internet. Adiós a las horas invertidas en viajar para ver a los clientes, proveedores, etc. Hay muchas aplicaciones, como Skype, Zoom o Facetime, por solo mencionar algunas, que tienen paquetes básicos gratuitos con los que podemos ver a nuestros contactos y hablar con ellos, estén donde estén.

Estas innovaciones en la comunicación nos van a permitir abarcar más posibilidades, logrando multiplicar el número de reuniones que podemos celebrar en un día y, por lo tanto, sacar mucho más provecho de nuestra agenda, nuestro tiempo, nuestra energía y, cómo no, nuestro negocio. ¡Y todo esto sin tener que hacer maletas ni sufrir jet lag! Incluso las profesiones más tradicionalmente consideradas como presenciales pueden beneficiarse de la alta calidad de imagen, sonido y velocidad de conexión para asegurar que el cliente siga recibiendo una atención de calidad. Cada vez hay más médicos, terapeutas, coaches o consultores que llegan a sus clientes a través de la pantalla.

Estas pantallas nos sirven tanto para grandes negocios como para reuniones de familia. No sería la primera vez que un grupo familiar alejado por cientos o miles de kilómetros celebra la comida de Navidad o la cena de fin de año por Skype. Esto demuestra que la pantalla no es una pared, sino una puerta a lugares aparentemente inaccesibles.

Porque la era digital está cambiando la manera en que nos comunicamos entre nosotros: impactar y llegar a una audiencia, un cliente y un equipo se ha convertido en un reto cada vez mayor, ya que tenemos que competir con una gran cantidad de factores.

Podremos rentabilizar todo esto cuando seamos capaces de asumir que los consumidores han cambiado. Lo que les ha hecho cambiar ha sido la adopción muy rápida de una tecnología que les proporciona un poder nunca antes alcanzado por nadie. Ahora ese poder está en las manos de todo el mundo, demandando respuestas inmediatas y altamente satisfactorias. Por eso las organizaciones se ven en la necesidad de desarrollar procesos, sistemas, tecnología y una cultura donde el cliente esté en el centro y con la capacidad de reaccionar inmediatamente tanto a los deseos de los compradores como a la evolución vertiginosa de la tecnología.

En un mundo que tiende a lo gratuito, la revolución digital es el camino para proveer de autoservicio a tus clientes y conseguir que se autosirvan, quitándote gran parte de tu trabajo, sobre todo la parte tediosa y repetitiva. En el mundo del siglo XXI se necesitan plataformas que permitan desarrollos ágiles que integren todas las funciones de la empresa y sirvan para modificar en horas los nuevos modelos de negocio. No podemos depender de desarrollos del siglo XX, que son pesados, difíciles de mantener e incapaces de proveernos de las funcionalidades que necesitamos en un mundo cambiante en el que debemos ser muy flexibles.

 

El futuro que te espera

La mayoría de los profesionales especializados en el campo del trabajo coincide en que dentro de diez o quince años trabajaremos en profesiones muy diferentes a las actuales. Eso no significa que vayan a desaparecer todos los puestos de trabajo existentes, ni mucho menos, porque seguiremos necesitando ingenieros, personas que hayan estudiado Administración de Empresas, Economía, Derecho o Medicina; aunque otras sí desaparecerán, algo que iremos viendo con el discurrir de los años.

Vamos a seguir teniendo una gran demanda de psicólogos, en ocasiones en entornos de trabajo diferentes a los actuales, y también profesionales dedicados al cuidado de la tercera edad, porque cada año tenemos mayor expectativa de vida y ahí habrá negocio para los más avispados. No obstante, algunas de las profesiones que van a permanecer van a transformarse. Estarán mucho más vinculadas al mundo de la tecnología y los nuevos modelos de trabajo virtual, como es el caso del mundo de la abogacía, la economía y la medicina.

Para la mayoría de las nuevas profesiones no existen en la actualidad formaciones específicas por parte de nuestro sistema educativo. Lo habitual es partir de una carrera tradicional, que luego es complementada con másteres o posgrados específicos de las nuevas áreas.

Ante todos estos cambios que se avecinan lo mejor que puedes hacer para que no te coja el toro es intentar visualizar tu futuro profesional, tratando de adivinar cómo va a ser la sociedad en ese momento. Esto te servirá para hacerte una idea. Una vez que has empezado el proceso, el siguiente paso sería analizar las profesiones emergentes y las tendencias del mercado. Con esto será mucho más fácil intuir hacia dónde se dirige ese mercado y cómo adaptarte a él.

Podrías intentar conocerte mejor profesional y personalmente para aprovechar tus virtudes y defectos, que todo se puede aprovechar, y marcarte un plan de carrera.

El profesional digital se enfrenta a un nuevo reto, el de adquirir nuevas competencias, ser multidisciplinar y multiplataforma, trabajar de forma más flexible y dinámica y tener predisposición para adaptarse a los cambios.

Tu primera acción podría ser plantearte si la profesión que has elegido tiene futuro o no lo tiene. Está bien que estudiemos lo que nos gusta, pero tampoco está de más que estudiemos algo que nos vaya a permitir vivir con holgura. La decisión es tuya. Piensa que los empleos que corren más peligro son los predecibles, rutinarios y repetitivos.

La digitalización va a suponer, entre otras cosas, un aumento de la competencia. Al introducirse innovaciones tecnológicas constantemente, la carrera por estar en la cabeza del entramado empresarial cada vez será más difícil, por lo que va a ser muy importante la especialización: los profesionales se verán obligados a especializarse y las empresas deberán buscar perfiles expertos en áreas digitales concretas, que aporten un valor añadido al negocio y que proporcionen más valor del que ya ofrecen todos los demás.

Que se van a perder puestos de trabajo es algo innegable, igual que se van a crear otros. Para ti la diferencia estará en función del tipo de profesión que hayas elegido. No olvides que siempre que se ha producido una revolución industrial (estamos en la cuarta) lo primero que ha surgido ha sido el miedo a perder el trabajo. En este sentido nada ha cambiado. Es cierto que los robots nos van a quitar algunos empleos, pero se van a crear otros.

No te queda más remedio que pensar a largo plazo, porque la revolución digital ha llegado y evoluciona constantemente. Esto significa que si ya tienes empleo quizá lo mejor sea no centrarte solo en ese sector, sino levantar el periscopio en busca de otras oportunidades. Puedes hacerlo sin prisa, pero sin pausa.

Y en cuanto a la diferencia de género, probablemente los más perjudicados serán los hombres con respecto a las mujeres. La cantidad de trabajos típicamente masculinos que corren el riesgo de ser automatizados es mayor que en el caso de los empleos donde las mujeres son mayoría. Esto se produce, en parte, porque muchos de esos trabajos de los hombres demandan un menor nivel educativo.

Ya te habrás dado cuenta de que el trabajo para toda la vida en la misma empresa se ha acabado, es cosa del pasado. Algunos estudiosos del tema consideran que en diez años cualquier sector estará controlado por cinco o diez superempresas, dejando el resto a freelances, autónomos o pequeños empresarios. Si esto fuese así, implicaría que cada profesional no solo tendrá que trabajar para recibir una remuneración económica, sino que deberá ocuparse de crear y alimentar su propia marca para que le contraten.

Se habla de dos tipos de trabajadores en el futuro: los que están dentro de la empresa y los que están fuera y hacen trabajos puntuales o continuados. El primero es el que forma el núcleo duro de la compañía, es indispensable para la organización y dedica todo su tiempo a la firma. El segundo grupo trabaja en otras empresas o por su cuenta y estos trabajadores son subcontratados para realizar determinadas tareas. Los primeros, que son indispensables, serán los mejor remunerados económicamente, mientras que los otros tendrán remuneraciones menores, aunque por encima de la media. Los que no estén suficientemente cualificados lo van a pasar bastante mal.

Las nuevas oportunidades

Las profesiones ligadas a la tecnología van a ofrecer innumerables oportunidades de empleo. El ámbito tecnológico se caracteriza por la rapidez con la que surgen esas nuevas profesiones, por lo que los empleados no tienen más remedio que estar en continua formación.

Ante este mundo cambiante en lo profesional y en lo social, elegir la futura profesión es muy difícil, sobre todo teniendo en cuenta que durante la vida laboral es muy probable que se cambie tres o cuatro veces de profesión. Y es seguro que muchos profesionales van a trabajar en empleos que hoy en día no existen, por lo que adaptarse es cuestión de vida o muerte. Lo que decía Darwin de que solo los individuos y las especies que se adaptan sobreviven sirve perfectamente para el mercado laboral.

Nos encontramos en un mundo cambiante, donde no sabemos qué va a ocurrir mañana, qué empleos se van a inventar y cuáles van a desaparecer. Porque nacen tanto nuevos modelos de empresas como nuevas profesiones, en un ambiente en el que lo más destacado es el arrollador avance de las comunicaciones.

La imposibilidad de prever el futuro es lo que nos lleva a observar con perplejidad cómo desaparecen unas profesiones, otras se crean y otras evolucionan hacia modelos diferentes, algo que es incontrolable y a lo que solo se adaptarán los más preparados, que serán quienes se beneficien de esta nueva realidad.

Los principales factores del nuevo rumbo que está tomando el mercado laboral están basados en la transformación digital de las compañías y en las necesidades globales de la sociedad. La tecnología se va a implantar en los puestos de trabajo menos cualificados, lo que originará una destrucción y creación de empleo simultánea.

Por ello, la necesaria reinvención profesional solo será posible si somos capaces de sacar beneficio de esta nueva situación y de movernos con facilidad en diferentes sectores. Es decir, debemos dominar algunas competencias básicas, muchas de ellas denominadas habilidades blandas, que seremos capaces de aplicar en cualquier campo y en cualquier momento. Es la única forma de responder adecuadamente y con ciertas garantías de éxito a las exigencias del mercado laboral y a las de los reclutadores.

Estamos pasando de un modelo clásico de empresa jerárquica y tradicional a otro más abierto, estilo startup o empresa emergente. El trabajo se organizará de forma diferente y esto cambiará mucho más en el futuro, con organizaciones más horizontales y planas que facilitarán la implantación de modelos más pequeños y ágiles, sin barreras geográficas y mucho más colaborativos.

En esta nueva realidad será habitual que el profesional trabaje para más de un empleador, en diferentes momentos o de forma simultánea, porque el modelo de trabajo se basará mucho más en la realización de proyectos, que podrán durar horas, días, semanas, meses o años dependiendo de las necesidades del cliente.

A esto añadimos la mayor expectativa de vida y que los trabajadores se jubilarán cada vez más tarde. Así, nos vamos a encontrar con dos tipos de trabajadores: los cualificados, con muy buenos sueldos, y los no cualificados, que difícilmente llegarán a fin de mes. La diferencia entre unos y otros estará en la formación y la capacidad de adaptarse.

Los puestos más novedosos se encuentran concentrados en tres áreas: desarrolladores de aplicaciones móviles, expertos en seguridad informática y especialistas en big data. Este último es el encargado de analizar los datos de una empresa, interpretarlos y sacar conclusiones para mejorar la estrategia del negocio. El big data ha tenido tal irrupción en el mercado laboral que ha originado la creación de másteres que combinan la parte tecnológica con la visión de negocio.

Cuando hablamos de empleo nos encontramos con una triste paradoja, porque hay muchas empresas que no son capaces de encontrar trabajadores en un mercado de millones de parados. La respuesta está en la formación.

Hay algo que no cambiará: la cultura del esfuerzo. Cuanto más trabajador sea el empleado, mejor le irá. Ser trabajador no significa trabajar mucho, que también, sino estar formándose constantemente.

La formación que se avecina

Para elegir nuestra carrera profesional, que no es lo mismo que la carrera universitaria, debemos conocer toda la oferta formativa que tenemos a nuestro alcance. Pensemos que el trabajador del futuro deberá estar adquiriendo nuevos conocimientos a lo largo de toda su vida laboral. El de hoy en día también debería hacerlo, pero no es lo habitual. La diferencia entre ambos es que el empleado del futuro, si no se forma constante y adecuadamente, no tendrá acceso al mercado laboral y se quedará obsoleto. Los conocimientos adquiridos cinco años atrás no le servirán para el momento presente porque todo cambia rápidamente y no se puede permitir el lujo de perder el tren del conocimiento.

Esos conocimientos no se podrán adquirir en la universidad ni en escuelas oficiales porque su mastodóntico sistema educativo no les permite adaptarse a las necesidades reales del momento. Nuestro sistema educativo oficial no es nada fiable porque es prácticamente el mismo desde hace cuarenta años. Y ese conocimiento más avanzado solo se podrá adquirir en escuelas privadas, pagando mucho dinero, y por medios online.

En la actualidad tenemos una gran capacidad de adquirir conocimientos totalmente gratuitos online en plataformas como YouTube o los cursos online masivos y abiertos (MOOC, massive online open courses), además de otras muchas posibilidades, ya sean gratuitas o de pago. Hoy en día cualquiera que tenga acceso a Internet, que lo tiene prácticamente todo el mundo, si no se forma es porque no quiere.

Tenemos que apañarnos por nuestra cuenta por esa incapacidad de nuestro sistema educativo, que no responde a las necesidades de las empresas, que necesitan que los profesionales posean conocimientos que ni las escuelas oficiales ni las universidades públicas imparten en estos momentos ni está previsto que los impartan en un futuro inmediato. No son capaces de evolucionar con la rapidez que exigen el mercado y la revolución tecnológica que estamos experimentando cada día ni se saben adaptar a las exigencias de una renovación continua, que es imparable e impredecible.

Esto obliga a las empresas a ser ellas las que preparen a sus trabajadores y a la vez se abre un magnífico mercado para las escuelas de negocios, que sí son capaces de adaptarse, ofreciendo másteres y programas profesionales de todo tipo y para cada necesidad. Se van adaptando sobre la marcha.

Y para formarnos adecuadamente debemos conocer cómo está evolucionando nuestro sector con el fin de adaptarnos a él, ya sea para atisbar las nuevas oportunidades que se van presentando en nuestro puesto de trabajo o para optar a los nuevos puestos que se vayan creando.

Hasta no hace mucho tener una carrera universitaria era esencial para encontrar un buen trabajo. Ahora, sin embargo, se valoran más las habilidades y la formación en temas concretos. Y la Formación Profesional se presenta como una magnífica opción para acceder a un mercado laboral que cada vez exige más especialización. Es una magnífica palanca de apoyo tanto para los nuevos empleos como para los puestos más demandados.

 

Cierto es que en ocasiones elegimos una formación que luego no nos convence. Y también es cierto que, si no se adapta a nuestras expectativas y tenemos la posibilidad de hacerlo, lo mejor será cambiar. Porque cambiar no significa fracasar, y una retirada a tiempo puede ser una victoria. Estudiamos para formarnos y trabajar y para ser felices. Si nuestra profesión nos hace infelices es mejor intentar cambiar, aunque no siempre nos lo permiten las circunstancias de la vida. Por eso debemos formarnos en aquello que nos gusta, nos motiva y nos interesa.

La formación es imprescindible, teniendo en cuenta que después de los estudios obligatorios nos preparamos con más estudios que supuestamente nos conducirán a trabajar en un determinado sector profesional. Pero para triunfar en ese sector o cambiar a otro es fundamental que continuemos formándonos durante toda nuestra vida laboral. Esta es la pieza clave del éxito y la única forma de alcanzar nuestros objetivos.

En el actual sistema de formación oficial se necesitan muchos años para planificar planes de estudio y seleccionar a los formadores en estas nuevas profesiones. Este sistema es incapaz de asumir la vertiginosidad de los cambios, por lo que no ofrece una respuesta inmediata a las nuevas necesidades, lo que crea una distancia abismal entre el sistema de formación y las empresas, la llamada brecha digital (técnicamente denominada gap digital).

La mitad de las empresas no son capaces de contratar profesionales con formación tecnológica de los perfiles relacionados con la ciencia, la tecnología la ingeniería y las matemáticas, los denominados perfiles STEM (science, technology, engineering y mathematics).

España es uno de los países con una mayor distancia entre las necesidades de la empresa y la formación de los profesionales. Esto significa que habrá un importante déficit de trabajadores cualificados.

Se trata de una muy mala noticia porque se va a frenar nuestro progreso económico y social y seguiremos estando en los vagones de cola del tren de la innovación y el desarrollo. Aunque, como en toda crisis, surgen oportunidades, sobre todo para los más preparados, para aquellos que estén formados en lo relacionado con la tecnología en particular y las carreras STEM en general. Estos últimos tendrán casi asegurado un puesto de trabajo y, por cierto, muy bien remunerado.

En este debate sobre la educación y la formación nos encontramos con las escuelas de negocios, cuya función debería ser ―y, de hecho, lo es― ofrecer una formación más personalizada y especializada, con un mayor uso de la tecnología, porque este mundo está experimentando unos cambios vertiginosos.

Parece claro que el ritmo al que se produce la transformación social y de las diferentes organizaciones obliga a las escuelas de negocios a adaptarse constantemente porque lo que es bueno y útil hoy mañana puede no serlo. Estas empresas, porque al fin y al cabo una escuela de negocios no es más que una empresa que busca beneficio económico, están siendo capaces de adaptarse y reciclarse según van apareciendo nuevas necesidades en un entorno cambiante.

Los directivos son, claramente, uno de los sectores profesionales que más beneficios pueden lograr de una escuela de negocios. Tendrían que cambiar su forma de pensar y actuar, porque se forman poco a pesar de que se preocupan mucho de que sus empleados sí tengan la formación que ellos parecen rechazar. Quizá esto se deba a que los empleados tienen más ayudas que los ejecutivos, que, además, suelen disponer de menos tiempo por sus largas jornadas de trabajo y porque el ego les hace pensar que ellos no necesitan formarse ni reciclarse.

Si consideramos que la oferta formativa se globaliza a marchas forzadas, debemos concluir que esta internacionalización supone tanto un reto como una oportunidad para las escuelas de negocios, que cazan al vuelo las necesidades de las empresas y los profesionales.

Estos centros de formación no solo se ocupan de las habilidades técnicas, sino también de la formación en habilidades directivas, esenciales para desarrollar con éxito cualquier carrera profesional. Son capaces de asumir el reto de crear contenidos personalizados de una forma ágil tanto para los trabajadores como para los directivos. Porque las necesidades de formación son desiguales en función de los diferentes puestos de trabajo, por lo que las ventajas competitivas para desarrollarlos adecuadamente son diferentes. Y todo ello teniendo claro que para esa formación no hay que desaprovechar ninguna de las ventajas que nos ofrecen las nuevas tecnologías y las redes sociales.

Pero no se trata de dejarlo todo en manos del mundo online, sino que tenemos que buscar un punto de equilibro. Si es cierto que el mercado online crece vertiginosamente y es muy cómodo para el usuario, no es menos cierto que el contacto personal presencial permite interacciones imposibles a través de una pantalla de ordenador, tableta o móvil.

Este mundo online es un claro ejemplo de la importancia de adaptarse, algo que han logrado las escuelas de negocios, que, frente a las universidades, tienen esa ventaja de flexibilidad. Sin olvidar, además, su contrastada capacidad de adaptar temáticas y currículos a las necesidades de un mercado que está cambiando constantemente.

La evaluación del conocimiento también está cambiando, porque estamos pasando de valorar los conocimientos puros y duros a tener más en cuenta la capacidad de análisis y adaptación de esos conocimientos, la capacidad de ser capaces de usar esas enseñanzas para intuir nuevos escenarios que nos permitan generar en las empresas modelos de negocio hasta ahora desconocidos.

A pesar de las claras ventajas que aportan las escuelas de negocios como complemento de otras acciones formativas y educativas, desde algunos ámbitos universitarios se ha puesto en cuestión su existencia dentro del modelo educativo. Primero se puso en duda y ahora se ha pasado de cuestionar su origen a discutir el concepto en el que se basan. Y, aprovechando ese cuestionamiento, han sido las propias universidades, tanto públicas como privadas, las que en muchas ocasiones han creado sus propias escuelas de negocios. Lo que no han tenido en cuenta es que el hecho de montar una estructura y denominarla escuela de negocios no convierte de forma automática esa estructura en una verdadera escuela de negocios. Muchas veces nos encontramos con sucedáneos que no han sabido asumir el ADN de las escuelas de negocios. Este ADN consiste en una formación de posgrado que tiene como principales ejes la formación práctica, actualizada, orientada a resultados e impartida por profesionales, empresarios y directivos que trabajan en el área que está enseñando ese docente y que lo que busca es la transformación profesional de sus alumnos y no la mera adquisición de conocimientos.

Al final, ya sea una escuela de negocios, una universidad o cualquier otro centro de formación, lo importante es que ese tiempo que se le dedica nos prepare para ser capaces de aprender y desaprender en este entorno económico globalizado en el que vivimos. La necesidad de formación a lo largo de la carrera profesional es, hoy en día, indiscutible y será mucho más importante en el futuro, precisamente por esos cambios, que nos obligan a adaptarnos constantemente. Y en este entorno la capacidad de aprender y desaprender rápidamente se ha convertido en una habilidad imprescindible para cualquier profesional del siglo XXI.