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El primer engaño
Verdades bíblicas sobre la muerte
Gerald Wheeler

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
Tapa
1 - Duerme, mi amada
2 - El misterio del sueño
3 - ¿Qué es el alma?
4 - Atraído por la luz
5 - Engaño sobrenatural
6 - Déjà Vu de nuevo (reencarnación y karma)
7 - Ustedes que duermen, ¡despiértense!
8 - Pesadillas
9 - La mañana eterna
El primer engaño
Verdades bíblicas sobre la muerte
Gerald Wheeler
Título del original: Beyond Death’s Door.
Dirección: Walter Steger
Traducción: Claudia Blath
Diseño e ilustración: Mauro Perasso
Libro de edición argentina
IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina
Primera edición, e-book
MMXXI
Es propiedad. © 2009 Review and Herald Publishing Association.
© 2020, 2021 ACES.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-341-8
Wheeler, GeraldEl primer engaño / Gerald Wheeler / Dirigido por Walter E. Steger. - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo digital: onlineTraducción de: Claudia Blath.ISBN 978-987-798-341-81. Muerte. I. Steger, Walter E., dir. II. Blath, Claudia, trad. III. Título.CDD 306.9 |
Publicado el 20 de enero de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
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Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.
Dedicado a Aaron y Bronwen, que están comenzando juntos su peregrinaje, y a Lisa y Tompaul, ya bien adentrados en ese camino.
Capítulo 1
Duerme, mi amada
Un zumbido de neumáticos proveniente de la autopista cercana se filtró a través de los árboles hasta el cementerio. Agotado, Jim se dejó caer sobre un banco. Le costaba mucho moverse. No era consciente de sus pensamientos, solo del peso de las preguntas que le atravesaban la mente. Una de esas preguntas era tonta, tonta porque no había respuesta para ella. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a...? ¿Qué voy... a...? ¿Qué...?
Un pájaro cantó sin ser visto entre las flores de un aromo francés cercano, y luego cayó en un repentino silencio. Una ardilla, perturbada por la presencia de Jim, lo regañó mientras se precipitaba por el suelo crudo de una tumba nueva.
La muerte de Nan había sido inesperada. Un día, ella mencionó que se sentía cansada y pensó en acostarse por un rato. Acababan de recibir visitas, y se había dedicado a limpiar, cocinar y organizar paseos turísticos para todos. Habían sido dos días geniales, pero agotadores. No es de extrañar que estuviera cansada. Pero, al día siguiente, no pudo siquiera levantarse. Los eventos posteriores tronaron en su mente como un tren fuera de control. Los médicos descubrieron el cáncer en todo su cuerpo. Solo diez días después, Nan falleció.
Jim todavía no podía creerlo.
¿Qué sentido tenía todo esto? La muerte de Nan no tenía explicación. Jim era diez años mayor que su esposa. Él siempre había pensado que moriría primero. ¿De dónde había salido el cáncer, de todos modos? ¿Cómo podría este enemigo arrastrarse silenciosamente por todo su cuerpo hasta que fuera demasiado tarde? Su pensamiento lógico no podía entender lo que había sucedido. Que la muerte de Nan no tuviera sentido para él realmente profundizó su dolor.
Y después estaban los niños. Todo el infierno se había desatado desde la muerte de su madre. Jack había perdido su trabajo, un buen trabajo, con gran potencial, debido a la recesión económica. La situación de Patti era aún peor. Su matrimonio había terminado. Estaba destrozada. Y tres niños pequeños luchaban con las secuelas.
Jim tampoco entendía eso. ¿Qué les pasaba? Antes, la gente permanecía casada. ¿Y qué importaba si ya no sientes lo mismo? ¿No sabían los jóvenes que los sentimientos van y vienen? ¿Dónde quedaba el compromiso? Eso simplemente lo enfermaba. Patti y Gene. Gene y Patti. Vaya, ¡habían estado juntos desde que tenían 18 años! ¡Y las peleas! Las acusaciones que surgieron en la batalla por la custodia lo habían afectado profundamente.
Nunca lo diría, ni siquiera lo pensaría. Pero la verdad era que estaba contento de que Nan no supiera sobre esto. No sabía lo asustados que estaban los nietos. No podía ver sus caritas. ¿O quizá sí? ¿Estaba mirando todo esto desde el cielo o desde algún otro lugar? Enterró su rostro entre sus manos. Querido Dios, ¡cuánto la extraño!
Luego estaba Lucy, la bebé de la familia. Nan se había preocupado mucho por Lucy. Aunque su hija había tratado de ocultarlo, tenía un problema con el alcohol y, no es de extrañar, había empeorado desde la muerte de Nan.
Una discusión airada había estallado durante la cena después del funeral. Por supuesto, Lucy había traído su propia pequeña botella y Jack la había descubierto. (¡La verdad es que al menos podría haber dejado de tomar durante el funeral de su madre!) ¿En qué estaba pensando Nan? Pero ese recién era el comienzo. Ninguno de ellos, incluido él mismo, sabía cómo transitar el duelo sin cargar con su dolor a sus seres queridos.
Un viento suave sacudió la hierba alrededor de los pies de Jim. El sol estaba cálido y podría haber sido reconfortante, si lo hubiera percibido. Pero no lo hizo. Su cuerpo se estremeció con la brisa.
La hermana de Nan también había estado cargando su dolor sobre él. Estaba enojada con la muerte. Al menos eso es lo que su amigo Paul pensaba. No importaba. Lástima que la “Muerte” no pudiera escuchar sus diatribas de una hora. Lástima que Jim también fuera a menudo el objeto de ellas. La pobre Nan se sentiría muy mal por tener que lidiar con Donna también.
Cuando se descubrió el problema cardíaco de Jim, Nan se abalanzó sobre él, preocupándose constantemente por su salud. “Necesitas una niñera –se burlaba de él–. Alguien que se asegure de que hagas todos los deberes”. Siempre se había reído de eso, aunque trataba de seguir las órdenes del doctor lo mejor que podía. Tal vez se escabullía una rosquilla y una taza de café real de vez en cuando, pero eso era todo. Nan cocinaba como un chef, haciendo que, a pesar de tener una dieta restringida, Jim no extrañara su antigua alimentación. ¿Y ahora? No tenía la energía para preocuparse por lo que comía, o por cuándo lo hacía.
Las lágrimas llenaron los ojos de Jim. Cuánto lamentaría Nan ver a su amada familia desintegrarse así. ¡Lucy! Jack. Patti y Gene, y los niños. Su propia hermana. E incluso él. La pregunta seguía martillando en su mente: ¿Sabía ella todo lo que estaba pasando? ¿Estaba mirando desde el cielo? ¿Todo esto la estaba destrozando tanto como a él?
La ardilla, después de observarlo durante unos minutos, se acercó ligeramente a Jim, ladeando la cabeza hacia un lado, como si lo estuviera estudiando. Luego, volvió a parlotear y salió disparada.
Jim suspiró. Si no hubiese sido por Paul, hubiera sido aún peor. Paul no era un gran conversador. Simplemente tocaba el brazo de Jim o le daba palmaditas en el hombro. Lo mejor de todo era que se sentaba en silencio con él todo el tiempo que Jim quisiera. Algunas veces, su amigo le pasaba un texto bíblico en silencio. Aparentemente, percibió el terrible temor de Jim de que Nan estuviera observando de alguna manera desde el cielo, o desde donde sea que ella hubiera ido, mientras su familia se hacía añicos e incluso se volvía contra sí misma.
Jim sacó un trozo de papel del bolsillo, lo desdobló, lo extendió sobre su rodilla y comenzó a leer. Le había llevado un tiempo comprender las implicaciones de lo que su amigo había compartido con él. Pero pensó que por fin estaba comenzando a entender.
“Señor y Dios mío, mírame y respóndeme; ilumina mis ojos. Así no caeré en el sueño de la muerte” (Sal. 13:3, NVI).
“Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. […] Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: ‘Señor, tu querido amigo está muy enfermo’. [...] Jesús dijo: ‘Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero ahora iré a despertarlo’. ‘Señor –dijeron los discípulos–, si se ha dormido, ¡pronto se pondrá mejor!’ Ellos pensaron que Jesús había querido decir que Lázaro solo estaba dormido, pero Jesús se refería a que Lázaro había muerto. Por eso les dijo claramente: ‘Lázaro está muerto’ ” (Juan 11:1-14).1
¿Qué significa que la muerte es como un sueño? “Los que están vivos al menos saben que un día van a morir, pero los muertos no saben nada. [...] Lo que hayan hecho en su vida –amar, odiar, envidiar– pasó ya hace mucho. Ya no son parte de nada en este mundo” (Ecl. 9:5, 6).
“Vuelve, oh Señor, y rescátame; por tu amor inagotable, sálvame. Pues los muertos no se acuerdan de ti; ¿quién puede alabarte desde la tumba?” (Sal. 6:4, 5).
“Tú siempre puedes más que ellos, y desaparecen de la escena. Los desfiguras cuando mueren y los despides. Ellos nunca saben si sus hijos crecen con honor o si se hunden en el olvido” (Job 14:20, 21).
“Los muertos no pueden cantar alabanzas al Señor porque han entrado en el silencio de la tumba” (Sal. 115:17).
¿Los muertos ya no son conscientes de lo que les sucede a los vivos? ¿Es eso lo que la Biblia está tratando de decirnos? ¿Que –de hecho– no saben nada?
Jim pensó durante mucho tiempo. Sí, finalmente decidió que Nan estaba dormida. No vería lo que le estaba sucediendo a su familia, no tendría que angustiarse por su dolor, y el dolor aún mayor para ella de no poder ayudar, consolar, hacer lo correcto como siempre lo había hecho. Entonces un pensamiento aterrador sobresaltó a Jim. Pero ¿es eso todo lo que hay: un sueño interminable? ¿Es la muerte el fin de todo lo que hemos sido el uno para el otro?
Volvió a mirar el papel, buscando consuelo en sus palabras, las palabras que había leído una y otra vez desde que Paul se lo había pasado.
“Y ahora, amados hermanos, queremos que sepan lo que sucederá con los creyentes que han muerto, para que no se entristezcan como los que no tienen esperanza. Pues, ya que creemos que Jesús murió y resucitó, también creemos que cuando Jesús vuelva, Dios traerá junto con él a los creyentes que hayan muerto.
“Les decimos lo siguiente de parte del Señor: nosotros, los que todavía estemos vivos cuando el Señor regrese, no nos encontraremos con él antes de los que ya hayan muerto. Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas. Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para siempre” (1 Tes. 4:13-17).
Las sombras se movían lentamente debajo de los árboles. Finalmente, Jim se levantó y se pasó la mano por los ojos.
Duerme, mi amada, hasta que escuches el llamado a despertarte de parte de Dios. Tengo muchas preguntas sobre esta muerte en la que descansas, pero sé que volveré a verte.
Volvió a meterse la hoja de papel en el bolsillo y se dirigió a su automóvil. Todavía se preguntaba por muchas cosas. La muerte era un tema aterrador y misterioso. Pero seguramente a tiempo encontraría suficientes respuestas para darle sentido a todo.
El pájaro invisible comenzó a cantar de nuevo.
1 Las referencias bíblicas usadas en el libro corresponden a la Nueva Traducción Viviente (NTV), a menos que se indique otra versión.
Capítulo 2
El misterio del sueño
Cuando su auto tomó la curva cerrada, Greg Johnson no vio el parche de hielo. Vertiginosamente, su vehículo se deslizó lateralmente fuera del pavimento, luego se enderezó violentamente, saltó por un empinado terraplén y se dirigió hacia un enorme roble. La parte delantera del automóvil se estrelló contra el tronco del árbol, deteniendo bruscamente su caída. El último sonido que Greg escuchó fue el de metal arrugándose. Ese terrible impulso hizo que su pecho golpeara contra el volante. El auto viejo no tenía airbag. El golpe laceró la aorta de Greg, quien comenzó a desangrarse internamente.
Minutos después, la presión sanguínea de Greg comenzó a bajar. Intentando compensar el flujo sanguíneo reducido, su corazón comenzó a acelerarse. Pronto, la presión y la cantidad de sangre que llegaba al cerebro de Greg bajó demasiado y él cayó en la inconsciencia. El cerebro humano debe recibir constantemente grandes cantidades de oxígeno y azúcar a través de la sangre para seguir funcionando. No tiene reservas.
Como un rascacielos que corta la luz y la calefacción en cada piso para conservar energía durante una emergencia, el cerebro de Greg se fue apagando nivel tras nivel. Primero falló la corteza cerebral. El tronco encefálico y la médula aguantaron un poco más, manteniendo la respiración, pero esta era cada vez más irregular. Finalmente, el corazón casi vacío se detuvo, fibrilando durante unos minutos antes de dejar de funcionar.
Greg no sintió mucho. Durante un corto tiempo, inmediatamente después del impacto, su cerebro bombeó endorfinas: analgésicos naturales. Luego, cuando entró en coma, ya no importaba. A medida que el nivel de oxígeno se desplomaba en el cerebro, sus células se llenaban de toxinas y comenzaron a morir. Toda una vida de recuerdos y habilidades se desvaneció. Su pérdida fue irreversible. Su cerebro estuvo muerto en quince o treinta minutos, y otros órganos pronto comenzaron a fallar y desintegrarse. El sistema nervioso central colapsó más rápido, mientras que el tejido conectivo de las estructuras musculares y fibrosas tardó más. Las células hepáticas continuarían funcionando durante horas.
Poco a poco, la cara de Greg adquirió una palidez grisácea. Sus ojos, al principio vidriosos y ciegos, en cuatro o cinco minutos perdieron su brillo y se volvieron opacos cuando las pupilas se dilataron. Pronto los globos oculares se aplanarían.
Se había desvanecido en ese reino desconocido y aterrador conocido como la muerte.
La vida y la muerte nos confrontan con innumerables misterios. Plantean preguntas con las que la humanidad ha luchado durante miles de años. La religión, la filosofía y la ciencia han ofrecido algunas respuestas. En este libro, veremos lo que dice la Biblia sobre la muerte y lo que sucede después, así como lo que la ciencia revela sobre la naturaleza y el funcionamiento del cerebro y el cuerpo humano.
El misterio de la muerte
La controversia de los últimos años sobre el aborto ha planteado la cuestión de cuándo comienza la vida humana. ¿En la concepción? ¿Al nacer? ¿En algún momento intermedio?
Un tema quizás aún más difícil de definir es cuándo termina la vida y comienza la muerte. Los médicos solían declarar a alguien muerto cuando no podían detectar el pulso o los latidos del corazón. Ahora, la ciencia médica monitorea las ondas cerebrales. Los sistemas de soporte vital pueden mantener funcionando el corazón y la circulación, pero si la actividad eléctrica del cerebro se ha detenido, la ciencia médica considera que los pacientes han sufrido muerte cerebral. Pero incluso ese criterio puede no ser confiable. Las sobredosis de ciertas drogas adictivas pueden suprimir tanto la actividad cerebral, que esta parece haber cesado por completo. Sin embargo, estas personas pueden salir inesperadamente de los profundos comas inducidos por las drogas.
En los últimos años, los médicos han ofrecido nuevas definiciones de lo que constituye la muerte. Algunos consideran que una persona ha muerto cuando entra en un estado vegetativo persistente, una condición que primero fue noticia a través del controvertido caso de Karen Ann Quinlan. Un caso posterior, que involucró a Terri Schiavo, creó una extensa controversia política. Misteriosamente, el flujo de sangre desde su corazón hasta su cerebro se interrumpió durante al menos una hora. La falta de oxígeno resultante la llevó a un estado vegetativo persistente. Después de su muerte física, las radiografías y los escáneres cerebrales revelaron que su cerebro se había reducido a la mitad de su tamaño. Aparentemente, su capacidad de seguir con sus ojos a los que la rodeaban no era una acción consciente, sino un reflejo puro, a veces llamada “visión ciega”, que permite a las personas sin visión consciente responder a luces brillantes u objetos en movimiento. Aunque la corteza visual haya sido destruida, los nervios ópticos permanecen.2
Otros expertos han sugerido que deberíamos considerar que una persona ha muerto cuando tiene una pérdida irreversible de memoria o cuando ya no puede acceder a ella, perdiendo así su personalidad. El problema es complejo y puede que nunca se resuelva.
El misterio de la vida
Quizás en nuestro intento de comprender la naturaleza de la muerte, primero debemos considerar algo igualmente complejo y misterioso: ¿qué es la vida? En su nivel más básico, podríamos definir la vida como una complejidad creciente y sostenida. Un organismo vivo, ya sea un árbol de secuoya imponente, un elefante que brama por las sabanas de África o un ser humano, pasa la primera parte de su existencia en una etapa de crecimiento. Las células se dividen y se multiplican, formando tejidos, órganos y sistemas corporales cada vez más complejos, bajo la dirección del ADN ubicado en cada célula. Este ADN contiene información increíblemente detallada que le dice a un ser vivo cómo convertirse en lo que debe ser y luego mantenerse así.
Un ser vivo es siempre un sistema increíblemente organizado. Incluso las células individuales están intrincadamente estructuradas. Para la mayoría de los seres vivos, esa organización aumenta de manera constante, hasta que la planta o el animal alcanza su forma madura y luego se estabiliza. Pero entre los seres humanos, el impulso por una mayor complejidad puede continuar en el cerebro hasta la muerte. El cerebro humano siempre está organizando y almacenando recuerdos y otras formas de datos en la maraña de las sinapsis que conectan las innumerables células que componen su materia. Por lo tanto, ya sea vegetal o animal, la vida es un proceso de actividad y organización cuidadosamente mantenidas.
Pero a medida que los seres vivos envejecen y mueren, esa organización se interrumpe. El ADN ya no se replica perfectamente; arrastra errores. Los extremos de las cadenas de ADN que forman los cromosomas de cada célula comienzan a deshilacharse. Es como si el manual de instrucciones del cuerpo perdiera algunas páginas aquí y allá, y las células ya no pudieran hacer copias de seguridad completas. Curiosamente, cuando los científicos clonan una oveja o algún otro ser vivo, el nuevo organismo envejece mucho más rápidamente, porque su ADN comienza en la etapa de madurez de la criatura clonada.
Las células mismas pueden dividirse solo cincuenta veces, un número conocido como “el límite de Hayflick”. Entonces dejan de dividirse. A medida que pasa el tiempo, los tejidos y los órganos completos ya no funcionan tan eficientemente como antes. La estructura de la piel se rompe y forma arrugas o pliegues. Los vasos sanguíneos se obstruyen y el sistema inmunitario se debilita. Los pulmones captan cada vez menos oxígeno y disminuyen los niveles hormonales. El cerebro puede deteriorarse y caer en la demencia. El nivel de organización de los seres vivos entonces disminuye.
Cuando una planta o un animal muere, ese colapso en la organización se acelera. Incluso las estructuras microscópicas de las células explotan y extienden su contenido por toda la célula. La compleja organización que alguna vez fue un ser vivo se disuelve literalmente en un líquido nocivo.
Por mucho que la ciencia las haya estudiado, tanto la muerte como la vida siguen siendo un misterio. ¿Dónde está el límite exacto entre la vida y la muerte física? La línea es difícil de trazar. Pero, tarde o temprano, la muerte siempre gana.
¿Es la muerte el fin de cada personalidad humana? Algunos piensan que sí, pero otros no pueden aceptar una conclusión tan aterradora. Seguramente la vida debe tener más importancia que esta breve existencia. La mayoría no puede imaginar que realmente dejaremos de existir al morir. Algo debe continuar.
Algunos que miran la realidad únicamente desde una perspectiva científica concluyen que esta convicción es totalmente errónea. Jesse Bering argumenta que nuestra incapacidad para concebir que la mente o la personalidad dejarán de existir para siempre no es más que un mecanismo del cerebro humano que la evolución no borra, simplemente porque eliminarla no nos ayudaría para la supervivencia. Se afirma que nos es útil reconocer el cuerpo muerto de un animal salvaje o un enemigo, porque este ya no implica una amenaza, pero que la aceptación de que la mente ha dejado de existir no nos brinda ninguna ventaja evolutiva útil.3
Pero la mayoría de los lectores de este libro rechazarían instantáneamente este concepto. La convicción de que la personalidad humana es demasiado preciosa como para aceptar que se desvanece para siempre al morir es extremadamente poderosa y convincente para ignorarla sin más. ¿Existe alguna base para creer en este concepto?
Veamos primero lo que la Biblia tiene para decir.