La paz: perspectivas antiguas sobre un tema actual

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EL PRESENTE ES DEL VICTIMARIO; EL PASADO Y EL FUTURO, DE LAS VÍCTIMAS
William Alcides Rodríguez
Universidad Nacional de Colombia

“CANTA, OH MUSA, LA CÓLERA DEL PELIDA AQUILES”. Este, el primer verso de la Ilíada, define con claridad el propósito del poema épico. La intención del poeta es mostrar a su audiencia el sentimiento que embarga al héroe. Más allá de la confrontación bélica, es la cólera de Aquiles el principal motivo de la Ilíada. No en vano, el término μῆνιν abre la composición.1 Ahora bien, esta emoción, afín al coraje, participa de la categoría pasión.2 Así lo describe Aristóteles en EN. 2.5.1105b.21-23:

λέγω δὲ πάθη μὲν ἐπιθυμίαν

ὀργὴν φόβον θάρσος φθόνον χαρὰν φιλίαν μῖσος πόθον

ζῆλον ἔλεον, ὅλως οἷς ἕπεται ἡδονὴ ἢ λύπη·

Afirmo que las pasiones son: apetito,

impulso, temor, coraje, envidia, regocijo, amor, odio, deseo,

celos, compasión, en su totalidad a cuantas le siguen placer o dolor. 3

Para los griegos, la dimensión de las pasiones está relacionada tanto con el cuerpo como con el alma. Según Peters (1967) “philosophical speculation goes off into two different directions […] investigating pathos as both ‘what happens to bodies’ and ‘what happens to souls,’ the first under general rubric of qualities, the second under that of emotions” (p. 152). Así pues, en el caso de Aquiles, el carácter pasional se puede identificar a partir de su físico (su cuerpo, por ejemplo), y las emociones que embargan su alma (la cólera) que lo llevan a actuar casi como un animal. Me dispondré, a continuación, a exponer brevemente estos rasgos a partir de consideraciones aristotélicas.

En de An. 403a.3, el estagirita afirma:

φαίνεται δὲ τῶν μὲν πλείστων οὐθὲν ἄνευ τοῦ σώματος πάσχειν οὐδὲ

ποιεῖν, οἷον ὀργίζεσθαι, θαρρεῖν, ἐπιθυμεῖν, ὅλως αἰσθάνεσθαι,

parece que de la mayoría, ni el padecer ni el actuar ocurren sin el cuerpo;

“por ejemplo, irritarse, tener coraje, tener apetito, todo sentir […]”.

Para la percepción de las pasiones, el cuerpo y la φύσις (naturaleza) son necesarios. En este sentido, es de anotar que, a diferencia de la mayoría de los demás héroes de la Ilíada, cuyos epítetos se refieren a características ajenas a su corporeidad, como Néstor, Odiseo o Héctor, el de Aquiles está directamente relacionado con su cuerpo y su físico: πόδας ὠκύς, el de los pies ligeros. En efecto, su epíteto resalta su cualidad física, que lo hace temible frente a los demás, como una caracterización de su personalidad, del mismo modo en que lo haría en el caso de Odiseo su prudencia o astucia.

Es preciso anotar además que los animales son seres cuya naturaleza les permite percibir las pasiones mediante los sentidos, pero que carecen de λόγος, como lo expone Aristóteles en Pol. 1.1253a.5. Pues bien, antes del asesinato de Héctor, las palabras llenas de rencor de Aquiles lo muestran dispuesto a renunciar a su carácter de humano con tal de lograr venganza por la muerte de Patroclo (Il. 22.345-347):

μή με κύον γούνων γουνάζεο μὴ δὲ τοκήων·

αἲ γάρ πως αὐτόν με μένος καὶ θυμὸς ἀνήη

ὤμ’ ἀποταμνόμενον κρέα ἔδμεναι, οἷα ἔοργας,

¡No me implores, perro, por mis rodillas ni por mis progenitores!

¡Ojalá de algún modo a mí mismo la fuerza y mi ánimo me permitieran,

ay de mí, ya desmembrada, tu carne comer, por cuantas cosas has hecho!

Expuestos de manera sucinta estos rasgos, se puede afirmar que Aquiles se muestra como un ser pasional en la Ilíada. Y es la ira la pasión que mueve al ánimo o al alma a vengar el cuerpo de su amado Patroclo (Il. 18.87):

[…] ἐπεὶ οὐδ› ἐμὲ θυμὸς ἄνωγε

ζώειν οὐδ’ ἄνδρεσσι μετέμμεναι, αἴ κε μὴ Ἕκτωρ

πρῶτος ἐμῷ ὑπὸ δουρὶ τυπεὶς ἀπὸ θυμὸν ὀλέσσῃ,

Πατρόκλοιο δ’ ἕλωρα Μενοιτιάδεω ἀποτίσῃ.

[…] pues mi ánimo me ha ordenado

no vivir ni entre hombres estar, a menos que Héctor

primero por mi lanza golpeado en su ánimo sea destruido,

y la compensación por Patroclo meneácida haya pagado.

El término que traduzco por ánimo es θυμός, el mismo que da origen a la palabra ἐπιθυμία, que se suele verter como “apetito” y que hace parte del listado de pasiones expuesto anteriormente en EN. De hecho, para continuar con el filósofo, en de An. 433b.5-10 vuelve a emplear el vocablo en dos ocasiones:

ἐπεὶ δ’ ὀρέξεις γίνονται ἐναντίαι ἀλλήλαις, τοῦτο δὲ συμ-

βαίνει ὅταν ὁ λόγος καὶ αἱ ἐπιθυμίαι ἐναντίαι ὦσι, γίνεται

δ’ ἐν τοῖς χρόνου αἴσθησιν ἔχουσιν (ὁ μὲν γὰρ νοῦς διὰ τὸ

μέλλον ἀνθέλκειν κελεύει, ἡ δ’ ἐπιθυμία διὰ τὸ ἤδη· φαί-

νεται γὰρ τὸ ἤδη ἡδὺ καὶ ἁπλῶς ἡδὺ καὶ ἀγαθὸν ἁπλῶς,

διὰ τὸ μὴ ὁρᾶν τὸ μέλλον),

Dado que los deseos se presentan contrarios entre sí, y esto sucede siempre que la razón y los apetitos sean contrarios, y dado que esto sucede entre quienes cuentan con percepción del tiempo (en efecto, el intelecto ordena resistir

debido al futuro, mientras que el apetito <ordena atenerse> debido al ahora; pues

parece que el placer inmediato es tanto placer absoluto como bien absoluto, debido a que no contempla el futuro).

Resaltaré dos aspectos del pasaje anterior. En primer lugar, aparece dos veces mencionado el término ἐπιθυμία; en una y otra ocasión, la palabra encuentra una noción antagonista: en el primer caso, se le opone λόγος;4 en el segundo, νοῦς. Por otro lado, es de considerar que el filósofo afirma que ὁ νοῦς es el encargado de ordenar resistir debido al futuro. La ἐπιθυμία, por el contrario, invita a rendirse al ahora, a la inmediatez. Desde ese punto de vista, se podría afirmar que quien atiende a los opuestos de la ἐπιϑυμία, es decir, ὁ νοῦς o ὁ λόγος, se atiene al futuro; quien obedece al ἐπιθυμεῖν, al presente. Por tanto, aquel que deja gobernarse por las pasiones está anclado al tiempo presente.

Dado el carácter pasional de Aquiles, es de esperar que su pasión y su apetito lo anclen al tiempo presente. Esta afirmación se puede observar de manera clara mediante un análisis de las intervenciones del héroe a lo largo del canto XXII. Para dicho análisis, tomaré las líneas 260 a 272; pero previamente es preciso indicar que hay un personaje de crucial importancia en el desarrollo de las acciones que alienta el ánimo (θυμός) de Aquiles y que actúa casi como una alteridad: Atenea. Es evidente que sus intervenciones envalentonan al Pelida. Entonces, iniciaré el análisis con las palabras de la diosa (Il. 22.216-223) y a continuación proseguiré con las del héroe griego.

Después de las tres vueltas con las que Aquiles, en persecución, y Héctor, en huida, rodearon las murallas de la ciudad, la balanza se inclina nefastamente hacia el príncipe troyano. Tras conocer este resultado, Atenea se acerca a Aquiles y le dice (Il.22.216-223):

νῦν δὴ νῶι ἔολπα Διῒ φίλε φαίδιμ’ Ἀχιλλεῦ

οἴσεσθαι μέγα κῦδος Ἀχαιοῖσι προτὶ νῆας

Ἕκτορα δῃώσαντε μάχης ἄατόν περ ἐόντα.

οὔ οἱ νῦν ἔτι γ’ ἔστι πεφυγμένον ἄμμε γενέσθαι,

οὐδ’ εἴ κεν μάλα πολλὰ πάθοι ἑκάεργος Ἀπόλλων

προπροκυλινδόμενος πατρὸς Διὸς αἰγιόχοιο.

ἀλλὰ σὺ μὲν νῦν στῆθι καὶ ἄμπνυε, τόνδε δ’ ἐγώ τοι

οἰχομένη πεπιθήσω ἐναντίβιον μαχέσασθαι.

Ahora,5 por cierto, tengo la esperanza, afamado Aquiles, querido a Zeus, de que nosotros les llevaremos magna gloria a los aqueos junto a las naves, una vez que a Héctor los dos matemos, aunque, para la batalla, incesante él sea.

Ahora ya no le es posible haber escapado de nosotros, ni si mucho padeciera el protector Apolo, tras haber ido rodando en súplica al padre Zeus, portador de la égida.

En cambio, tú ahora detente y toma aire de nuevo, y yo a este, en marcha, habré persuadido de que frente a frente contra ti luche.

En palabras de Atenea, el poeta usa tres veces el adverbio νῦν, seguido cada uno por tres verbos; el primero, ἔολπα, un perfecto con valor de presente; el segundo, ἔστι, en presente; finalmente, los verbos στῆθι y ἄμπνυε, imperativos presentes. La diosa ya conoce el resultado de la contienda. Por esa razón, empuja a que de inmediato Aquiles venza a Héctor sin que medien palabras. Su propósito es que el Pelida con su obra dé cuenta del príncipe troyano; de la persuasión, ella se encargará: yo habré persuadido a este.

La diosa ojizarca repite intervención en 239 a 246, esta vez transformada en Deífobo, hermano de Héctor, con el fin de convencerlo para que se detenga y luche contra Aquiles.

ἠθεῖ’ ἦ μὲν πολλὰ πατὴρ καὶ πότνια μήτηρ

λίσσονθ’ ἑξείης γουνούμενοι, ἀμφὶ δ’ ἑταῖροι,

αὖθι μένειν· τοῖον γὰρ ὑποτρομέουσιν ἅπαντες·

 

ἀλλ’ ἐμὸς ἔνδοθι θυμὸς ἐτείρετο πένθεϊ λυγρῷ.

νῦν δ’ ἰθὺς μεμαῶτε μαχώμεθα, μὴ δέ τι δούρων

ἔστω φειδωλή, ἵνα εἴδομεν εἴ κεν Ἀχιλλεὺς

νῶϊ κατακτείνας ἔναρα βροτόεντα φέρηται

νῆας ἔπι γλαφυράς, ἦ κεν σῷ δουρὶ δαμήῃ.

Querido, por cierto, mucho el padre y la augusta madre ruegan sucesivamente de rodillas, y a ambos lados los compañeros, que aquí mismo te detengas. Pues de tal modo tiemblan en frente todos.

Sin embargo, mi ánimo desde adentro se oprime por la pena ruin.

Ahora mismo enardecidos ambos luchemos y que no haya de lanzas escasez, para que sepamos si es que Aquiles a nosotros dos matándonos las armas ensangrentadas se lleva hacia a las naves cóncavas, o si por tu lanza es doblegado.

Una vez más, recurre al adverbio νῦν, esta vez seguido de otro, ἰθύς, que intensifica la inmediatez con que se debe realizar la acción. Las palabras usadas son pocas, pero contundentes. El verbo que acompaña al adverbio es μαχώμεθα, subjuntivo exhortativo, modo que hábilmente usa Atenea para hacerse partícipe en la batalla. Más que con las palabras, la persuasión se lleva a cabo mediante la transfiguración. Engañado por la apariencia y la elocuencia, Héctor termina convencido de luchar con Aquiles.

El tono de las intervenciones del héroe griego es semejante al de Atenea. Tras la propuesta de Héctor para respetar el cuerpo del vencido (Il. 22.256-259), cualquiera que este fuera, Aquiles en su respuesta, más que mostrar desacuerdo, evidencia total desprecio por cualquier tipo de honra a la memoria del cadáver (Il. 22.260-274).

Τὸν δ’ ἄρ’ ὑπόδρα ἰδὼν προσέφη πόδας ὠκὺς Ἀχιλλεύς·

Ἕκτορ μή μοι ἄλαστε συνημοσύνας ἀγόρευε·

ὡς οὐκ ἔστι λέουσι καὶ ἀνδράσιν ὅρκια πιστά,

οὐδὲ λύκοι τε καὶ ἄρνες ὁμόφρονα θυμὸν ἔχουσιν,

ἀλλὰ κακὰ φρονέουσι διαμπερὲς ἀλλήλοισιν,

ὣς οὐκ ἔστ’ ἐμὲ καὶ σὲ φιλήμεναι, οὐδέ τι νῶϊν

ὅρκια ἔσσονται, πρίν γ’ ἢ ἕτερόν γε πεσόντα

αἵματος ἆσαι Ἄρηα ταλαύρινον πολεμιστήν.

παντοίης ἀρετῆς μιμνήσκεο· νῦν σε μάλα χρὴ

αἰχμητήν τ’ ἔμεναι καὶ θαρσαλέον πολεμιστήν.

οὔ τοι ἔτ’ ἔσθ’ ὑπάλυξις, ἄφαρ δέ σε Παλλὰς Ἀθήνη

ἔγχει ἐμῷ δαμάᾳ· νῦν δ’ ἀθρόα πάντ’ ἀποτίσεις

κήδε’ ἐμῶν ἑτάρων οὓς ἔκτανες ἔγχεϊ θύων.

A este con severidad mirando se dirigió el de los pies ligeros Aquiles:

“Héctor, inolvidable a mí, maldito, ¡convenios no pregones!

Así como no existen para leones ni para varones juramentos confiables,

y ni lobos, como tampoco corderos un concorde ánimo tienen,

sino que lo peor piensan siempre el uno del otro,

así mismo no me es posible, tampoco a ti, que seamos amigos; ni para nosotros

juramentos habrá, hasta que uno de los dos, abatido,

sacie con su sangre a Ares, invencible guerrero.

Toda clase de virtud ten en mente: ahora a ti mucho te es necesario

que muy beligerante seas y confiado guerrero.

Ya para ti no hay más escapatoria, y de inmediato a ti Palas Atenea

con la lanza mía te doblegará. Ahora completamente todos pagarás

los funerales de mis compañeros que asesinaste con tu lanza enardecido”.

Su discurso comienza con un imperativo presente: μὴ […] ἀγόρευε; continúa con una comparación, habitual en la estructura homérica, entre animales y hombres. De nuevo se destaca el empleo del verbo en presente, que resalta el hecho habitual representado por tal comparación: no existen juramentos confiables. Regresa al imperativo presente: μιμνήσκεο (“ten en mente”) y posteriormente usa una seguidilla de adverbios que evocan tiempo presente, νῦν, οὐ […] ἔτι (“ya no”), ἄφαρ, “de inmediato”, y nuevamente νῦν; los dos primeros modifican verbos que, una vez más, están en tiempo presente: χρή, “es necesario, es obligatorio”, ἐστι, “hay”; en los dos últimos casos, aunque los verbos que los acompañan están en futuro (δαμάᾳ y ἀποτίσεις), es evidente que en el contexto indican una acción cuya ejecución se presentará de forma prácticamente inmediata.

Ahora bien, el empleo de fórmulas que apelan al presente en las intervenciones de Aquiles contrasta completamente con el tenor de los discursos proferidos por Héctor. Iniciaré con el discurso de 99-130. Estas son sus palabras:

ὤ μοι ἐγών, εἰ μέν κε πύλας καὶ τείχεα δύω,

Πουλυδάμας μοι πρῶτος ἐλεγχείην ἀναθήσει,

ὅς μ’ ἐκέλευε Τρωσὶ ποτὶ πτόλιν ἡγήσασθαι

νύχθ’ ὕπο τήνδ’ ὀλοὴν ὅτε τ’ ὤρετο δῖος Ἀχιλλεύς.

ἀλλ› ἐγὼ οὐ πιθόμην· ἦ τ’ ἂν πολὺ κέρδιον ἦεν.

νῦν δ› ἐπεὶ ὤλεσα λαὸν ἀτασθαλίῃσιν ἐμῇσιν,

αἰδέομαι Τρῶας καὶ Τρῳάδας ἑλκεσιπέπλους,

μή ποτέ τις εἴπῃσι κακώτερος ἄλλος ἐμεῖο·

Ἕκτωρ ἧφι βίηφι πιθήσας ὤλεσε λαόν.

ὣς ἐρέουσιν· ἐμοὶ δὲ τότ’ ἂν πολὺ κέρδιον εἴη

ἄντην ἢ Ἀχιλῆα κατακτείναντα νέεσθαι,

ἠέ κεν αὐτῷ ὀλέσθαι ἐϋκλειῶς πρὸ πόληος.

εἰ δέ κεν ἀσπίδα μὲν καταθείομαι ὀμφαλόεσσαν

καὶ κόρυθα βριαρήν, δόρυ δὲ πρὸς τεῖχος ἐρείσας

αὐτὸς ἰὼν Ἀχιλῆος ἀμύμονος ἀντίος ἔλθω

καί οἱ ὑπόσχωμαι Ἑλένην καὶ κτήμαθ’ ἅμ’ αὐτῇ,

πάντα μάλ’ ὅσσά τ’ Ἀλέξανδρος κοίλῃς ἐνὶ νηυσὶν

ἠγάγετο Τροίηνδ’, ἥ τ’ ἔπλετο νείκεος ἀρχή,

δωσέμεν Ἀτρεΐδῃσιν ἄγειν, ἅμα δ’ ἀμφὶς Ἀχαιοῖς

ἄλλ’ ἀποδάσσεσθαι ὅσα τε πτόλις ἧδε κέκευθε·

Τρωσὶν δ’ αὖ μετόπισθε γερούσιον ὅρκον ἕλωμαι

μή τι κατακρύψειν, ἀλλ’ ἄνδιχα πάντα δάσασθαι

κτῆσιν ὅσην πτολίεθρον ἐπήρατον ἐντὸς ἐέργει·

ἀλλὰ τί ἤ μοι ταῦτα φίλος διελέξατο θυμός;

μή μιν ἐγὼ μὲν ἵκωμαι ἰών, ὃ δέ μ› οὐκ ἐλεήσει

οὐδέ τί μ› αἰδέσεται, κτενέει δέ με γυμνὸν ἐόντα

αὔτως ὥς τε γυναῖκα, ἐπεί κ’ ἀπὸ τεύχεα δύω.

οὐ μέν πως νῦν ἔστιν ἀπὸ δρυὸς οὐδ’ ἀπὸ πέτρης

τῷ ὀαριζέμεναι, ἅ τε παρθένος ἠΐθεός τε

> παρθένος ἠΐθεός τ’ ὀαρίζετον ἀλλήλοιιν.

βέλτερον αὖτ’ ἔριδι ξυνελαυνέμεν ὅττι τάχιστα·

εἴδομεν ὁπποτέρῳ κεν Ὀλύμπιος εὖχος ὀρέξῃ.

Ay de mí, si a las puertas y a las murallas entro,

Pulidamas, primero, su reproche me impondrá,

quien me ordenaba a los troyanos hacia la ciudad conducir

bajo esa noche horrorosa, en que se alzó el divino Aquiles.

Pero yo no obedecí. Por mucho, mayor ganancia habría sido.

Ahora, luego de que destruí a mi pueblo con estas vanidades mías,

siento respeto hacia los troyanos y troyanas de alargados peplos;

que nunca alguien distinto, más vil que yo, diga:

“Héctor, en su fuerza convencido, destruyó a su pueblo”.

Así dirán. Para mí, entonces, cuantiosa ganancia sería

o que frente a frente, tras a Aquiles asesinar, regresara,

o quizá que por él fuera destruido honrosamente frente a la ciudad.

Pero si mi escudo umbilicado depusiera

así como mi yelmo fuerte y, apoyando la lanza contra la muralla

en marcha, ante el noble Aquiles llegara

y le ofreciera a Helena, también posesiones, además de ella,

—tantas cuantas Alejandro en sus cóncavas naves

trajo a Troya—; la que representó el inicio de esta disputa,

les permitiremos a los Atridas llevarla y, al mismo tiempo, a los Aqueos

proporcionar el resto cuanto la ciudad contiene.

Para los troyanos, después, un caballeresco pacto levantaría:

no ocultar nada, sino que a la par en su totalidad sean repartidas

las posesiones, cuantas la ciudad querida en su interior guardaba.

Sin embargo, ¿por qué estas cosas mi amado ánimo me ha transmitido?

No sea que tras marchar a él, llegue, pero este de mí no se apiade

y tampoco me va a respetar, y me asesinará estando inerme

del mismo modo como a una mujer, luego de que de mis armas yo me despoje.

De ningún modo ahora es posible desde el roble ni de la roca

con este estar charlando las cosas que una muchachita y un mancebo,

las que una muchachita y un mancebo charlarían entre sí.

Mejor, a su vez, a la discordia empujarnos lo más rápidamente posible

Sepamos a cuál el Olímpico su voto extenderá.

Es posible observar una tendencia notablemente distinta a la empleada por Aquiles. Desde el punto de vista formal, en el discurso de Héctor estas son algunas características que enmarcan su intervención: el uso de verbos en tiempo futuro6 (impondrá, dirán, permitiremos, respetará, asesinará, extenderá); el empleo de verbos en modo subjuntivo (habría sido, diga, sería, depusiera, llegara, ofreciera, levantaría, sea repartida, despoje, apiade, charlarían, sepamos); la presencia de ciertos adverbios o fórmulas adverbiales (que nunca, quizá, después, no sea que), y, finalmente, la presencia de oraciones condicionales (si a las puertas y a las murallas entro; si mi escudo umbilicado depusiera, así como mi yelmo fuerte y en marcha, ante el noble Aquiles llegara y le ofreciera a Helena y posesiones, además de ella…), además de otras construcciones que podrían ser equivalentes a construcciones potenciales (para mí, entonces, cuantiosa ganancia sería si frente a frente, tras a Aquiles asesinar, regresara; mejor, a su vez, a la discordia empujarnos…).

Así pues, si desde el punto de vista formal se presenta una congruencia en el uso de verbos en tiempo futuro y modo subjuntivo,7 dada la función que cumplen en las oraciones condicionales en las que se encuentran, en lo que tiene que ver con la intención es claro que el propósito de Héctor es plantearse la posibilidad de encontrar una solución conciliada, diplomática, razonada, es decir, por medio del logos (διάλογος). En efecto, a diferencia de Aquiles quien parece que no tuviera nada que perder (pues ya perdió lo más valioso, Patroclo), la derrota de Héctor representa la caída de todo su pueblo, como lo señaló en los versos 104-105: “Ahora, luego de que destruí a mi pueblo con estas vanidades mías, siento respeto hacia los troyanos y troyanas de alargados peplos”.

El uso del adverbio ahora en este contexto evidencia el padecimiento presente de Troya. Para Héctor, la ruina ya no es un asunto futuro; la inminencia de la destrucción es totalmente patente. Por tanto, el príncipe troyano quiere convencerse de que por la violencia es imposible solucionar el conflicto (Il. 22.107): “Héctor, en su fuerza convencido, destruyó a su pueblo”, pues su contrincante es mucho más fuerte que él; y no solo es más violento, sino también más irreflexivo (Il. 22.127-129): “De ningún modo ahora es posible desde el roble ni de la roca con este estar charlando las cosas que una muchachita y un mancebo, las que una muchachita y un mancebo charlarían entre sí”.

Debido a la persuasión de Atenea, transfigurada en Deífobo, y a su propia percepción del enemigo, Héctor termina optando por trabar combate con Aquiles (Il. 22.252-253): “Ahora una vez más a mí el ánimo ha llegado para pararme en frente de ti”. Entonces, el tono del discurso de Héctor cambia, de modo que empiezan a percibirse las mismas características discursivas que en las palabras del pasional Aquiles: el adverbio ahora encabezando la oración y el verbo con un sentido de presente. Sin embargo, pese a su opción por una salida violenta, en este mismo discurso el príncipe troyano le plantea a Aquiles una propuesta para después de la confrontación:

ἀλλ’ ἄγε δεῦρο θεοὺς ἐπιδώμεθα· τοὶ γὰρ ἄριστοι

μάρτυροι ἔσσονται καὶ ἐπίσκοποι ἁρμονιάων·

οὐ γὰρ ἐγώ σ› ἔκπαγλον ἀεικιῶ, αἴ κεν ἐμοὶ Ζεὺς

δώῃ καμμονίην, σὴν δὲ ψυχὴν ἀφέλωμαι·

ἀλλ’ ἐπεὶ ἄρ κέ σε συλήσω κλυτὰ τεύχε’ Ἀχιλλεῦ

 

νεκρὸν Ἀχαιοῖσιν δώσω πάλιν· ὣς δὲ σὺ ῥέζειν.

Pero ¡ven aquí! A los dioses observemos: pues para ti ellos los mejores

testigos serán y observadores de los convenios:

pues yo a ti, terrible, con gran deshonor no te trataré, si acaso Zeus

me diera resistencia, y tu alma me arrebato.

En su lugar, luego de que a ti te despojara de tus gloriosas armas, Aquiles,

tu cuerpo a los aqueos daré de nuevo. Así mismo tú debes obrar.

Una vez más se puede observar el uso de verbos en futuro (serán, trataré, daré), en subjuntivo (observemos) y potencial (diera, despojara), así como el empleo de oraciones condicionales (si acaso Zeus me diera resistencia y tu alma arrebato) y otras construcciones equivalentes (luego de que a ti despojara…, Así mismo tú debes obrar). Es evidente que Héctor, aunque sabe que el conflicto terminará de manera violenta, sigue pensando en el futuro; en este caso, está buscando escenarios posibles para el tratamiento de los cuerpos después de la muerte del vencido. Esta petición es rechazada de una manera vehemente por parte de Aquiles en 261-270.

Finalmente, ya herido y a punto de morir, Héctor vuelve a dirigirse a Aquiles, implorando que respete su cuerpo y lo devuelva a su familia (Il. 22.338-343).

λίσσομ’ ὑπὲρ ψυχῆς καὶ γούνων σῶν τε τοκήων

μή με ἔα παρὰ νηυσὶ κύνας καταδάψαι Ἀχαιῶν,

ἀλλὰ σὺ μὲν χαλκόν τε ἅλις χρυσόν τε δέδεξο

δῶρα τά τοι δώσουσι πατὴρ καὶ πότνια μήτηρ,

σῶμα δὲ οἴκαδ’ ἐμὸν δόμεναι πάλιν, ὄφρα πυρός με

Τρῶες καὶ Τρώων ἄλοχοι λελάχωσι θανόντα.

Ruego por tu alma, por tus rodillas así como por tus progenitores:

¡No permitas que a mí junto a las naves aqueas me devoren los perros!

En cambio tú bronce suficiente así como oro has de recibir,

dádivas que te entregarán mi padre y mi augusta madre;

mas el cuerpo mío a casa regresa de nuevo, para que al fuego a mí

los troyanos y las esposas de los troyanos me hayan concedido, ya muerto.

De hecho, a cambio de su cadáver, el héroe troyano le promete al Pelida una recompensa. Una vez más, es posible observar las mismas características textuales del racional: verbos en futuro (has de recibir, entregarán), así como una oración final (para que al fuego…). Pero la intención del héroe ahora no es resolver el conflicto, sino que se respete su cadáver después de su muerte. Y esta petición es totalmente comprensible. La presencia de un cuerpo es necesaria para honrar la memoria de los muertos. Y para este acto se requiere que los restos estén preservados de la mejor manera. En este pasaje Héctor más que en su futuro, ya trágicamente trazado, está pensando en la honra de su memoria, en su recuerdo. Así pues, en su intervención el príncipe troyano evoca a los progenitores de Aquiles (tus progenitores) y a sus propios padres (mi padre y mi augusta madre); además, al final, usa el participio aoristo θανόντα (ya muerto), que claramente indica la anterioridad de esta acción con respecto a la principal.

Es posible ver, pues, que en los discursos de Héctor hay una marcada presencia de recursos lingüísticos que evocan el futuro; pero hacia el final de su última intervención, él recurre a los padres, tanto suyos como de Aquiles, lo que sin duda representa una conexión con el pasado, con la memoria. Y es precisamente su padre, la otra víctima, quien debe reivindicar la memoria mediante las honras fúnebres de su hijo. Para ello, antes debe ir al rescate del cadáver y aplacar la ira de Aquiles. En medio de ese objetivo, la memoria se vuelve ahora el recurso. En efecto, el emotivo discurso de Príamo, presente en el canto XXIV (486-506), está marcado por la evocación al pasado:

μνῆσαι πατρὸς σοῖο θεοῖς ἐπιείκελ› Ἀχιλλεῦ,

τηλίκου ὥς περ ἐγών, ὀλοῷ ἐπὶ γήραος οὐδῷ·

καὶ μέν που κεῖνον περιναιέται ἀμφὶς ἐόντες

τείρουσ’, οὐδέ τίς ἐστιν ἀρὴν καὶ λοιγὸν ἀμῦναι.

ἀλλ’ ἤτοι κεῖνός γε σέθεν ζώοντος ἀκούων

χαίρει τ’ ἐν θυμῷ, ἐπί τ’ ἔλπεται ἤματα πάντα

ὄψεσθαι φίλον υἱὸν ἀπὸ Τροίηθεν ἰόντα·

αὐτὰρ ἐγὼ πανάποτμος, ἐπεὶ τέκον υἷας ἀρίστους

Τροίῃ ἐν εὐρείῃ, τῶν δ› οὔ τινά φημι λελεῖφθαι.

πεντήκοντά μοι ἦσαν ὅτ’ ἤλυθον υἷες Ἀχαιῶν·

ἐννεακαίδεκα μέν μοι ἰῆς ἐκ νηδύος ἦσαν,

τοὺς δ’ ἄλλους μοι ἔτικτον ἐνὶ μεγάροισι γυναῖκες.

τῶν μὲν πολλῶν θοῦρος Ἄρης ὑπὸ γούνατ’ ἔλυσεν·

ὃς δέ μοι οἶος ἔην, εἴρυτο δὲ ἄστυ καὶ αὐτούς,

τὸν σὺ πρῴην κτεῖνας ἀμυνόμενον περὶ πάτρης

Ἕκτορα· τοῦ νῦν εἵνεχ’ ἱκάνω νῆας Ἀχαιῶν

λυσόμενος παρὰ σεῖο, φέρω δ’ ἀπερείσι’ ἄποινα.

ἀλλ’ αἰδεῖο θεοὺς Ἀχιλεῦ, αὐτόν τ’ ἐλέησον

μνησάμενος σοῦ πατρός· ἐγὼ δ’ ἐλεεινότερός περ,

ἔτλην δ’ οἷ’ οὔ πώ τις ἐπιχθόνιος βροτὸς ἄλλος,

ἀνδρὸς παιδοφόνοιο ποτὶ στόμα χεῖρ’ ὀρέγεσθαι.

Recuerda al padre tuyo, Aquiles, a los dioses semejante,

que es de edad tal como yo,en el terrible umbral de la vejez,

también a él los residentes que a su alrededor están,

oprimen, mas ninguno existe que la maldición y ruina aleje.

Pero aquel, cuando sobre ti escucha que vivo estás,

se regocija en su ánimo, y guarda esperanza todos los días

de que verá que su amado hijo desde Troya regresa.

Sin embargo, yo soy totalmente desdichado, pues engendré los mejores hijos

en la ancha Troya, mas de ellos, puedo afirmar, ninguno ha quedado.

Cincuenta tenía cuando llegaron los hijos de los aqueos;

diecinueve tenía venidos de un único vientre,

a los otros parieron en mis palacios otras mujeres.

A los más el furioso Ares de rodillas doblegó;

y el que para mí era el último y que guardaba la ciudad y a los suyos,

a él tú recientemente asesinaste mientras defendía la patria,

a Héctor. Ahora por él he llegado a las naves de los aqueos

para liberarlo de ti, y traigo innumerables rescates.

Pero respeta a los dioses, Aquiles: de mí apiádate,

Por la memoria de tu padre.Yo soy mucho más digno de piedad,

y me he sometido a lo que jamás ningún otro terrestre mortal:

acercar a mi boca la mano del varón que asesinó a mi hijo.

En este pasaje se destacan las primeras palabras de su intervención: “μνῆσαι πατρὸς”. El imperativo corresponde al verbo μιμνήσκω, “recordar”, que comparte etimología con la palabra μνήμη, “memoria”. A continuación, πατρὸς, genitivo de πατήρ, “padre”. El siguiente verso está encabezado por el adjetivo τηλίκος que significa “de la misma edad”. Este término tiene el correlato ἐγών, forma enfática, que en este caso es el pronombre personal de primera. Príamo está interesado en convertirse en un reflejo de Peleo, el padre de Aquiles. De nuevo hay una asociación de imagen y palabra con el fin de persuasión, como antes lo hizo Atenea con Héctor. Posteriormente, se observa una seguidilla de verbos en pasado, imperfectos o aoristos: engendré, tenía, llegaron, parieron, doblegó, guardaba, asesinaste, defendía. Para lograr la piedad, Príamo tiene que situarse en el mismo tiempo del pasional Aquiles y para ello usa el adverbio ahora (Il. 24.501), pero vislumbrando un momento posterior (para liberarlo de ti). Ya casi en la conclusión de su discurso, Príamo cierra con una fórmula casi idéntica a la del inicio: μνησάμενος σοῦ πατρός (por la memoria de tu padre). Esta vez, el anciano deja clara la intención de tal petición: la búsqueda de la compasión.

Así como en sus palabras finales Héctor sugiere el pasado mediante la evocación de sus progenitores; de manera inversa, en su discurso Príamo hace mención de su descendencia, ya doblegada por los griegos, que es la evocación del futuro, un futuro fallido. Así pues, es posible ver que en el discurso de estas dos víctimas está manifestada la siguiente disposición temporal: por un lado, el uso de fórmulas que apelan al futuro para buscar una solución razonada; por otro, el empleo del pasado para apelar a la memoria que evoca tiempos más sosegados. Tal vez no hay pasaje que retrate esta última observación mejor que el siguiente (Il. 24.153-156):

ἔνθα δ’ ἐπ’ αὐτάων πλυνοὶ εὐρέες ἐγγὺς ἔασι

καλοὶ λαΐνεοι, ὅθι εἵματα σιγαλόεντα

πλύνεσκον Τρώων ἄλοχοι καλαί τε θύγατρες

τὸ πρὶν ἐπ’ εἰρήνης πρὶν ἐλθεῖν υἷας Ἀχαιῶν.

Y allí sobre ellas [las fuentes] tanques anchos cercanos hay

hermosos, pétreos, donde vestimentas relucientes

limpiaban las hermosas esposas de los troyanos y sus hijas

antes, en tiempos de paz, antes de que llegaran los hijos de los aqueos.

El victimario, cegado por su pasión, no atiende al tiempo, pasado o futuro. Su unidimensionalidad temporal le impide contemplar por las vías razonadas una respuesta. El planteamiento de estadios hipotéticos, de situaciones futuras, no está permitido. Su φύσις, y la fuerza física que de ella se derive, prima sobre su razón. Por otro lado, su actuar lo conduce a la destrucción de todo rastro de pasado que pueda existir de la víctima; por tanto, de su memoria. Ejemplos de ello se pueden encontrar en los diversos conflictos a lo largo de la historia; los genocidios, para nombrar solo uno de ellos, retratan perfectamente tal situación.

Las víctimas, por su parte, cuando en una súplica evocan a sus hijos, están proyectando un futuro, se están trasladando en el tiempo (χρόνος), aun cuando tal no sea más que un n οὐ χρόνος, una ucronía. Frente a esto, a la víctima no le resta otra alternativa que indagar en el pasado. La búsqueda de un cuerpo, de un desaparecido, de una verdad, es el trabajo de reconstrucción de una historia. No olvidar a los muertos de los cincuenta años de guerra en Colombia, a las víctimas de crímenes de Estado, de los grupos paramilitares y de la guerrilla, es un acto que las generaciones de hombres racionales deben realizar para no olvidar su pasado, de modo que en su futuro la historia no se repita.

BIBLIOGRAFÍA

Aristóteles (1894). Aristotelis ethica Nicomachea (ed. I. Bywater). Oxford: Clarendon Press.

Aristóteles (1961). De anima (ed. W. D. Ross). Oxford: Clarendon Press.

Berti, E. (2010). Ser y tiempo en Aristóteles (trad. Parkins). Buenos Aires: Editorial Biblos.

Codoñer, C. (1998). El comentario de textos griegos y latinos. Madrid: Ediciones Cátedra.