Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones

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A continuación se ilustra esto con un ejemplo imaginario del ámbito del empleo, pero se mencionan antes algunos aspectos relacionados o derivados de este enfoque.

a) La disciplina, ¿cómo llega a este enfoque y no a otro? Es una interrogante para los historiadores del pensamiento, un asunto que aquí se deja de lado. En el mundo abundan las personas que claman que los individuos no son racionales, mientras otros insisten en que no es saludable ni conveniente “ser racional”. En realidad, la disciplina no postula que las personas reales son racionales; hace algo distinto: cuenta con instrumentos que se basan en esta noción y los utiliza para tratar de entender y luego predecir “lo que es”, o sea, el comportamiento de personas. En la sección 1 se discute el tema del realismo de los supuestos, y así también de la teoría, argumentando a favor de la noción de que se trata de instrumentos con los cuales se intenta ordenar impresiones y predecir. En tanto funcionen, en buena hora, algo seguramente útil se ha logrado; de no funcionar, no queda más que seguir indagando (el ejemplo de más abajo ilustra este punto). Pero funcione o no funcione el instrumento, ello no prueba la realidad o irrealidad del racionalismo en cuestión, ni si las personas son efectivamente, o no son, racionales en algún sentido.

b) Tal vez el mayor desafío del instrumento de la decisión racional se encuentre en la configuración de la función de utilidad. Proponer que la gente maximiza su utilidad tal vez parezca una idea operacional razonable, pero en el mundo empírico esto solo adquiere sentido si el economista es capaz de identificar las cuestiones que proporcionan bienestar y aquellas que lo disminuyen (lo que nuevamente subraya la importancia de estar al tanto de la evidencia previa; ver sección 1). Enfoques más nuevos en campos como economía experimental, de análisis de cuestionarios y de enfoques que incorporan modelaciones derivadas de la psicología tienen en común en algún grado el que intentan avanzar en cuanto al contenido relevante de la función de utilidad. Si se muestran exitosos y satisfacen los requisitos ya señalados –generalidad, productividad y posibilidad de falsificar las teorías– podrá resultar que la disciplina reemplace el instrumento de la “decisión racional” o, tal vez, que lo adapte a nuevos conocimientos que surjan en el camino; por ahora solo se puede decir que eventualmente el futuro podrá aclarar esto.

c) Esta última reflexión resulta relevante al pensar en la manera como trasciende el saber económico al ámbito de no economistas en la sociedad. Se decía más arriba que la economía tuvo una ventaja respecto de otras ciencias sociales al contar con conocimiento acumulado disponible, permitiéndole a la disciplina concentrarse tempranamente en un conjunto de restricciones con buena respuesta empírica en los pronósticos, abriendo camino de este modo a desarrollos teóricos productivos24. El otro lado de la moneda es que estas observaciones provenían mayoritariamente del mundo comercial, con lo cual no es sorprendente que no economistas terminen asociando la disciplina con algo estrictamente comercial, restándole así su carácter de método general de indagación. En realidad es solo a partir de mediados del siglo pasado que la economía muestra innovaciones sistemáticas y significativas en cuanto a ampliar sus explicaciones incorporando agentes humanos más completos, los que también pueden odiar y discriminar, entre otros atributos que proporcionen algún valor hedónico, sea este positivo o negativo.

Se pasa a continuación al ejemplo ilustrativo ya anunciado: la disyuntiva entre trabajar o permanecer desempleado, un caso de las casi infinitas situaciones humanas que se podrán explorar adoptando esta perspectiva de decisión. Es un ejemplo que facilita el contraste con otras miradas, como lo sería una en que la desocupación resulte del hecho de que la persona no encuentra trabajo, o que el desempleo se atribuya a la flojera del individuo. Entonces, ¿por qué apartarse de diagnósticos simples como lo son “no encuentra” o “persona floja”, los que, además, no son necesariamente falsos? La idea subyacente es que de este modo crecen las posibilidades de indagación y exploración provechosa, es decir, la idea es incrementar las posibilidades de elaborar hipótesis explicativas, realizar predicciones relevantes y que, a su vez, podrán ser validadas o rechazadas. Por último y en una perspectiva más práctica y utilitarista, el conocimiento que de este modo se pueda alcanzar enriquecerá la comprensión del comportamiento y por ende podrá incrementar las posibilidades de empleo.

La voluntariedad implícita en el enfoque de decisión y, por otra parte, la mirada de la persona que siente que su destino es involuntario, esto es, que quisiera trabajar pero que no encuentra lo que está buscando, parecen diagnósticos que no corresponden a una misma realidad. Sin embargo, ambos podrán tener algún sentido, aunque cada uno dentro para un individuo: por trabajar en una empresa le ofrecen una recomde su contexto. Para ilustrar el punto, supóngase el siguiente escenario pensa- remuneración de 1.000. Considerando sus preferencias, riqueza y la evaluación de sus alternativas de empleo para el tiempo propio de cada día, lo que al personaje en cuestión le resulta más conveniente es, imagínese, rechazar el empleo ofrecido. En tal caso esta persona podrá pensar y decir que está involuntariamente desempleada, que no ha encontrado aún la oportunidad de trabajo que considera está dentro del rango de sus posibilidades.

La lectura del economista no discute directamente el autodiagnóstico del afectado; más bien presumirá que bajo el manto de la no voluntariedad podrán ocultarse antecedentes e información relevante, los que, una vez conocidos, pudieran permitir avanzar en la identificación de la causa más básica tras este desempleo. Así y pensando en el enfoque de decisión, el economista en cuestión propone, por ejemplo, el siguiente escenario: el personaje estaría considerando que al rechazar la opción ofrecida, esto es, trabajar por 1.000, implícitamente renuncia a una opción de remuneración mayor, digamos 1.400, para así acortar el argumento. En esta lectura económica del comportamiento, implícitamente el individuo considera o tal vez solo sospecha, o simplemente conjetura, de que existe tal disposición a pagar. Con esta perspectiva en mente su decisión sería enteramente racional, esto sin perjuicio de su explicación sintética para terceros: soy desempleado involuntario.

¿Qué ha logrado el economista con esta manera de plantear el asunto? Como se decía, visualiza el comportamiento observado como resultado de una decisión, por cuanto espera que de este modo se abran puertas y perspectivas para seguir explorando el fenómeno. Lo distintivo del enfoque son las preguntas y conjeturas que así surjan, aumentando de este modo las posibilidades de comprender “lo que es”. Para ilustrar el punto, el economista podrá, entonces, preguntarse por el origen de la creencia en la opción de los 1.400, para luego ir avanzando en su indagación. En fin, la ilustración podrá continuar, pero el mensaje central ya quedó estampado: el enfoque económico tiene un objetivo analítico. La economía es “una máquina de pensar”, se solía decir, y podría agregarse o enfatizar que no solo ayuda a razonar estableciendo nexos entre causas y consecuencias, también es una luz que permite seguir buscando causas “no tan próximas”, sobre todo cuando las primeras apuestas terminan por ser poco productivas.

En lo que va de la sección se ha insistido en ejemplos y situaciones que apuntan a individuos, pero la economía no habría llegado a ser lo que es si no fuera por su capacidad analítica de pasar del nivel del individuo al contexto social y viceversa. La idea de la economía es proveer escenarios en que resulta posible representar y entender interacciones entre individuos y de este modo conceptualizar mercados, jerarquías, organizaciones, contratos, movimientos de precios, difusión de innovaciones, decisiones públicas y privadas, etc. La noción de que los incentivos importan ha permitido avanzar en la conceptualización de situaciones en que simultáneamente existe una rivalidad, pero donde un mínimo de cooperación entre las partes podrá resultar beneficioso para todos, algo que Smith (1776) visualiza con claridad al plantear que el intercambio crea riqueza para la sociedad. Continuando por esta línea se abre una perspectiva prometedora para entender y evaluar tanto el rol de instituciones como de regulaciones, impuestos y subsidios, contratos y de organizaciones alternativas, etc., donde el desafío principal es determinar el rol específico que ellas son capaces de cumplir, lo que incluye identificar costos y beneficios asociados.

Un segundo aspecto de la dimensión social de la economía es su capacidad para concebir las restricciones globales que rijan en cada momento del tiempo, más allá de la percepción de empresas individuales, de personas y de países. En el mismo sentido, la economía conceptualiza sistemas de información social que transmiten a todos sus agentes o partícipes –aunque no necesariamente a todos por igual– la intensidad de tales restricciones, amén de su eventual evolución en el futuro. El funcionamiento de este sistema de señales y comunicaciones es visualizado a través de precios, tasas de cambio que forman parte de los incentivos y restricciones que enfrentan los individuos y organizaciones. Tales precios podrán resultar de mercados reales, en el sentido comercial corriente del término, o bien, de una construcción, finalmente un instrumento, que emplea la disciplina para entender y examinar incentivos y tasas de cambio que surjan de otras instituciones que emplee la sociedad para asignar los escasos recursos a fines múltiples y alternativos, como, por ejemplo, procesos políticos, decisiones de la autoridad ejecutiva cuando dicta resoluciones y establece regulaciones e impuestos, reglamentos internos de empresas, etc.; su efecto e incidencia podrá ser conceptualizado en términos de un mercado analítico. Un caso frecuente que sirve de ejemplo concierne a decisiones en el presente, cuyas consecuencias tan solo se apreciarán en el futuro, entre ellas las decisiones de acumulación de capital.

 

Siempre en este mismo sentido corresponde mencionar una de las innovaciones potentes en el método durante el último medio siglo o algo así. Se trata de instrumental que facilita este tipo de análisis con mercados analíticos en el caso de situaciones en que los actores son pocos, posiblemente solo dos, y donde parte importante del desafío es precisamente la tarea de conceptualizar la reacción de la contraparte con el fin de optimizar la propia decisión.

Entendida de esta manera, la disciplina ha evolucionado constantemente. Solo considerando a partir de los años 1920 en adelante, ella ha seguido expandiendo su equipamiento teórico y afinando el potencial de conceptos para distinguir entre situaciones en apariencia similares, enriquecimiento que le ha permitido incrementar el detalle con que se formulan los interrogantes, ganándose de este modo tanto en capacidad de identificación de problemas como en la configuración de la hipótesis específica para explorar un determinado fenómeno. La acelerada incorporación de la matemática al lenguaje de la disciplina otorga precisión, amplitud, plasticidad y versatilidad al razonamiento deductivo, facilitando de este modo el enriquecimiento, la precisión y la condicionalidad explícita de las proposiciones teóricas, además de rebajar el costo de comunicación entre iniciados (aunque aumentándolo con el resto del mundo).25 La matemática desempeña, además, una potente función de intérprete, traductor y ordenador cuando se trata de enfrentar números, una expresión de la realidad a la que la profesión termina por asignarle un gran peso y esto precisamente por el carácter empírico de la disciplina. Por otra parte, en las últimas tres o cuatro décadas el desarrollo de la tecnología para extraer información a partir de antecedentes empíricos experimenta un inusitado crecimiento tanto en la capacidad de manejo de datos como en el instrumental analítico-cuantitativo para explorar estos antecedentes y extraer información oculta y valiosa.

Estos desarrollos se traducen también en nuevos y posiblemente crecientes desafíos en materia de comunicación social, encareciendo en particular aquella con la audiencia menos especializada, un fenómeno que no es exclusivo de la economía, pero que esta disciplina llega a experimentar en un período más reciente. Tal dificultad es real, y una manera de apreciarlo es observando el surgimiento de nuevas industrias que proveen información especializada. Aun así, cuesta más que antes poder estar al tanto de los desarrollos en todos los frentes para tener una visión amplia, y en este sentido se ha tornado más engorroso llegar a ser y luego mantenerse como economista integral.

La economía se ha desarrollado y extendido en su aplicación. Como método de análisis no posee un campo propio, monopolizado por ventajas garantizadas a priori, en que, similar a gremios medievales, constituya la única disciplina con capacidad para realizar determinados estudios, interpretaciones o pronósticos. De este modo, no hay garantía de que el día de mañana esta disciplina no se vea desplazada, o al menos restringida por un imperialismo sustentado en algún otro método. A modo de ejemplo y sin intención de apostar, en algún futuro la disciplina podrá verse desafiada, eventualmente por la biología, la psicología u otra. Pero el resultado puede también ser el contrario y la economía podría incorporar elementos que surjan en otros ámbitos. Tal vez algunos desarrollos de la psicología podrán terminar integrados a la primera, tal como en el pasado la economía absorbió el desarrollo del subjetivismo y que dio forma a lo que hoy conocemos como teoría de demanda. Podría adelantarse, al menos como conjetura, que los términos en que dicha competencia se irá resolviendo serán precisamente aquellos planteados por F/53, o sea, confrontando predicciones teóricas con evidencia empírica, sobreviviendo aquel enfoque que logre las interpretaciones y predicciones más ajustadas, simples y fructíferas.

Economía, ¿una o varias?

Aunque un tanto implícito, en las secciones previas está presente la idea de que existe una economía, punto de vista que al lector le podrá merecer dudas; al menos es un aspecto que requiere mayor explicación, el objetivo de la presente sección. De partida y como en casi todo ordenamiento, corresponde reconocer que es materia opinable y que es posible imaginar clasificaciones en que coexistan múltiples disciplinas, en el extremo tantas como individuos se autoidentifiquen como economistas. En esta nota, sin embargo, se intenta argumentar a favor de la noción de que pensar en una disciplina única es, a la larga más provechoso, tanto para entender la evolución de la economía como también sus proyecciones.

A favor de la noción de disciplina única se podrá citar testigos como, a similitud de los contenidos de programas de estudio conducentes al grado de doctor en las principales universidades del mundo, la convergencia en libros de texto y en la orientación y contenido de sus revistas científicas principales. Aunque tal evidencia refleje la presencia de gran heterogeneidad en temas, enfoques y técnicas, también muestra la aceptación implícita o explícita de una raíz común: la adscripción en sus rasgos esenciales a un método común. Sin embargo, es necesario agregar que para evaluar estos elementos en un contexto dado, es también preciso tomar en cuenta que el núcleo de la economía es específico al tiempo y que los estándares mínimos exigidos van variando a lo largo de las décadas, aunque sin perjuicio de una continuidad básica. De modo que un aspecto a considerar es que las comparaciones debieran ser tiempo-específicas, donde, y en ocasiones, la ventana correspondiente podrá ser amplia.

En el polo opuesto también se encuentran múltiples rasgos que pudieran llevar a más de alguien, sobre todo a no economistas, a pensar en disciplinas de diverso tipo. Así, una podrá ser ortodoxa y otra heterodoxa, una o tal vez varias responder a la variante neoclásica, mientras otras podrán clasificarse como clásicos, posiblemente marxistas. Mucho se insiste en diferencias, reales o imaginarias, de keynesianos y monetaristas, de walrasianos y marshallianos, etc., etc. Todo esto sin perjuicio de austríacos, ambientalistas, economistas históricos, además de una gama de variantes, algunas de carácter más local. Así, por ejemplo, en Latinoamérica a mediados del siglo XX, el llamado estructuralismo se postulaba como la economía apropiada para la región, negando validez a la economía a secas, lo que algunos, siguiendo la moda de la época, denominaban como enfoque neoclásico (ver Hachette, 2011). Otros insisten en diferenciar lo que denominan economía neoliberal de otra que le otorgaría al Estado un rol más definitorio. En fin, estos ejemplos solo constituyen un botón de muestra.

Un caso ilustrativo lo constituye Historia Económica, campo en que tradicionalmente se exploran temas del pasado con el método de la historia, método que insiste en una profunda y exhaustiva exploración de todas las fuentes relevantes, llegando de este modo a configurar una interpretación del fenómeno bajo estudio. Hace poco más de medio siglo, sin embargo, surge la así llamada Nueva Historia Económica, también denominada Cliometría, un enfoque que incorpora explícitamente el método económico en la exploración de fenómenos del pasado. En los departamentos de economía más conocidos se observa hoy día un desplazamiento de lo que arriba se denomina enfoque tradicional, pero ello conjuntamente con la presencia de una vigorosa exploración de temas históricos con el método económico, recurriendo para ello a instrumental de última generación y produciendo trabajos interesantes y novedosos, incluyendo algunos que se canalizan a través de revistas disciplinarias y de primer nivel. El caso, precisamente, subraya el rol del método en la organización de la producción de ciencia.

Sin embargo, no se trata aquí de una sustitución de métodos para la generación de un mismo producto. Lo que se encuentra en este caso es un producto nuevo, “historia” producida con método económico (historia entre comillas, por cuanto es por construcción algo distinto al producto de la historia tradicional). El resultado, entonces, es una situación en que ambos productos están disponibles, tanto Nueva Historia Económica como también aquella producida con el método histórico. Sin embargo, mientras la primera tiende a generarse en departamentos de economía, la variante que aquí se denomina como más tradicional tiende a desaparecer de tales organizaciones. El caso se trae a colación precisamente por cuanto ilustra el rol del método como elemento unificador, lo que va dando forma a la disciplina. Pero conviene insistir en lo señalado arriba. En este caso el ejemplo no ilustra la sustitución de un producto antiguo por otro nuevo y más potente; todo lo contrario, la historia económica desarrollada con su método de antaño sigue gozando de buena salud, sin perjuicio de que temporalmente su adscripción académica sea menos nítida que en el pasado reciente.

Cabe pensar que esta innovación, a la larga, inducirá al historiador interesado a contar con el mínimo de conocimiento para aprovechar debidamente los resultados que alcance el análisis del pasado con el instrumental de la economía, donde estos antecedentes pasarán a constituir otra fuente más que tal historia consultará. A la inversa, el economista interesado en explorar un problema o asunto histórico y con el fin de ir reuniendo la evidencia previa de la que habla F/53, para así elegir la hipótesis más apropiada, tiene y tendrá en la historia una fuente importante para llegar a conocer del tema.

El desarrollo de la incorporación intensiva del método económico al examen de asuntos que se asocian con el pasado tiende a su vez a acotar la presencia de cursos de historia económica en la docencia de programas avanzados de economía. La hipótesis subyacente es que la persona que cuente con conocimiento de economía, es decir, tenga la habilidad para manejar el método y las técnicas respectivas, podrá aventurarse a producir tanto en este como en otros campos.26

Volviendo al tema central –¿es la economía una sola?, ¿son varias las disciplinas?–, cabe señalar que efectivamente se utilizan categorías como las mencionadas arriba: economía neoliberal, marxista, verde, etc., lo cual, por lo demás, se potencia con una práctica difundida: el deporte de clasificar y colocar “cartelitos”, respondiendo así a la propensión de clasificar y ordenar. Pero también debiera subrayarse que a menudo tales ordenamientos y clasificaciones se refieren más bien a economistas, o sea, a personas, y no necesariamente a disciplinas diferentes. En cada momento habrá diferencias entre economistas, finalmente seres humanos equipados con conocimientos diversos e interesados en el destino de su respectivo capital humano y proyecto de vida. La competencia y la confrontación entre economistas son y serán algo normal y, como casi todas las relaciones humanas, podrán ser complejas y en ocasiones extenderse a lo largo del ciclo de vida completo. Sin embargo y como se veía anteriormente, tales confrontaciones al interior del gremio también forman parte del mismo desarrollo de la disciplina.27

Muchos de estos ordenamientos, por ejemplo keynesiano y monetarista, marshalliano y walrasiano y otras clasificaciones por el estilo, son empleados por los mismos economistas para referirse a la selección de instrumentos y teorías en circunstancias caracterizadas por información parcial. Así, por ejemplo, en los enfoques coyunturales agregados, habrá algunos, digamos los monetaristas, que asignen más peso a variables como las variaciones en la cantidad de dinero con que opera el sistema económico-social, mientras que otros, más dubitativos respecto de un impacto significativo de las variaciones del dinero en el gasto, se podrán sentir más keynesianos, esto es, confían más en la efectividad de la manipulación directa del gasto. Pero el punto relevante para la presente discusión es llegar a establecer si estas y otras clasificaciones de este tipo obedecen a diferencias de método o resultan de “conocimiento incompleto”. La expresión figura entre comillas, puesto que aquí alude a la disciplina y al conocimiento de la realidad y en particular no se refiere al conocimiento de un determinado economista que por algún motivo tenga un conocimiento que no alcance la frontera de la disciplina en el momento.

 

Mientras el proceso de validación de hipótesis no haya decantado y tal vez dos o más hipótesis sigan compitiendo por explicar un mismo fenómeno, el conocimiento será incompleto en el sentido de que la economía aún no está lo suficientemente desarrollada como para enfrentar y resolver la disyuntiva. Por otra parte el conocimiento parcial también se podrá referir al funcionamiento detallado de los canales de comunicación que representen el nexo funcional entre las variables relevantes, en el ejemplo el sistema financiero, por una parte, y el gasto del fisco, por otra. El punto, entonces, es que frente a un caso determinado, el analista deberá recurrir a presunciones, conjeturas y experiencia para rellenar estos vacíos. Podrá pensar que, por ejemplo, una u otra hipótesis resulta más apropiada para el caso, precisamente por cuanto una de estas cadenas de transmisión le resulta más plausible que la alternativa, una materia en que podrá diferir con otros colegas.

Sin embargo, el asunto podrá ser complejo en la práctica, precisamente por cuanto se trata de un ámbito donde intervienen personas, donde una cosa es la eventual no completitud de la disciplina, pero otra distinta y que no cabe excluir a priori, es que el economista esté optando por una variante en vez de otra, más bien por consideraciones normativas valóricas o por condicionamiento ideológico, un tema al que se presta más atención en la sección 3. Adicionalmente y también un tanto distinto a todo lo anterior, existe la posibilidad de que los economistas difieran en materia de su propio conocimiento de la disciplina y que, por tal motivo, alguno termine por optar por un enfoque ignorando el alternativo, ya que no lo conoce. En este caso se podrá decir que las “calidades” difieren, o sea, que la formación del economista podrá ser más o menos completa, una situación en que la elección de uno u otro enfoque vendría dada por la ignorancia relativa (respecto de otros economistas). Al ignorar o simplemente no manejar otras explicaciones –un economista incompleto en este sentido–, entonces no enfrentará la disyuntiva entre, por ejemplo, la opción monetarista y la keynesiana.

Por otra parte, que un economista se considere marxista, marshalliano, keynesiano, monetarista, austríaco o verde, es secundario en tanto los entendidos consideren que se trata de alguien que pueda ser clasificado como economista, o sea, cuyos planteamientos tengan sentido económico y finalmente se integren de un modo plausible con los rasgos fundamentales del método de la disciplina. Ello no es más que decir que los respectivos razonamientos, argumentos y explicaciones caben dentro del sistema general de la economía en su estado actual (del momento) y que, en tanto exista el interés de las partes, pueda entablarse una conversación productiva entre individuos con etiquetas diferentes.

En estas páginas se insiste en la idea de que tal economía existe, así, sin apellido, y que en este sentido la respuesta a la pregunta inicial es afirmativa: la economía es única. Debe reconocerse, sin embargo, que la conclusión surge del proceso evolutivo en que participan muchos actores y que esta disciplina “única” está expuesta a constantes cambios, los que, de tiempo en tiempo, incluso podrían llegar a repercutir hasta en sus propias raíces, dando lugar a mutaciones, aunque esta posiblemente también provendría de esta misma línea básica. En esta perspectiva, tal disciplina única existe y se caracteriza por una línea de argumentación central, aceptada y entendida por quienes se clasifican como economistas. Pero también debe reconocerse que esta perspectiva tiene algo de largo plazo, o sea, se refiere a una tendencia subyacente, precisamente lo que aquí se denomina ciencia única. Observando el asunto en un momento dado del tiempo, sin prestar mucha atención al pasado y a la evolución, podría alguien concluir lo contrario, que existe más de una economía. De modo que, y como ocurre con muchos ordenamientos y taxonomías, el esquema adquiere sentido en relación con el uso, y en este sentido aquí se insiste en la idea de que la economía es una sola, reservándose la heterogeneidad para el economista propiamente tal.

Entonces, y para cerrar el punto, digamos también que economía no es la única disciplina con capacidad para explorar fenómenos sociales: antropología, sociología, ciencia política, psicología, biología, el estructuralismo latinoamericano, historia, que también suele incluirse en estos listados, amén de otros enfoques, son disciplinas, cada cual con su instrumental y método, que también se sienten atraídas por estos fenómenos. Sin embargo, estas disciplinas no se han puesto de acuerdo para repartirse el estudio de este amplio fenómeno y tampoco existen criterios útiles que permitan realizar tal división. De modo que al respecto no parece haber monopolios garantizados y lo único que se podrá observar es que en un momento histórico, alguna de estas disciplinas resulte ser más productiva que otras para entender algún aspecto particular. En el espíritu de F/53 se podrá agregar que para todos los fines prácticos las diversas disciplinas compiten constantemente por proveer explicaciones relevantes, triunfando aquella que logre responder las preguntas de manera más completa, simple y productiva.

Sin embargo, y como sus métodos difieren, los problemas que cada cual es capaz de visualizar son construcciones propias de cada disciplina. Ahora y en una perspectiva más aplicada, una en que los hallazgos de las disciplinas se quisieran emplear para diseñar alguna acción correctiva, anhelando, por así decirlo, “mejorar el mundo”, podrá ocurrir que las recomendaciones y mecanismos derivados de uno y otro análisis resulten contradictorios, y, por ejemplo, las acciones correctivas que se deriven de un análisis económico eventualmente choquen con aquellas que provengan del análisis de otra disciplina social. Si además se considera la posibilidad de una presencia de consideraciones normativas implícitas en los diagnósticos y recomendaciones, este cuadro se complejiza más aún. En fin, la colaboración entre ciencias sociales es algo complejo y a menudo se tiene la impresión de que no es mucho lo que se ha avanzado en esta materia. La presunción de quien escribe esta nota es que estas situaciones en algún grado son inevitables, pero en buena medida ellas se aminoran en tanto la investigación con estas disciplinas registre mayor presencia y desarrollo en el respectivo país.

Economía del bienestar

Para F/53 “la economía positiva es, en principio, independiente de cualquier posición ética” (p. 4). Aunque sin detenerse mayormente en el asunto, la expresión da a entender que la independencia de elementos normativos tal vez ofrezca complejidades o requiera de precisiones. La interfaz entre economía y valores normativos es tema de la sección siguiente y solo se adelantan algunas reflexiones en relación con la economía del bienestar, un área de la disciplina que, como tal, es independiente de consideraciones valóricas, pero que a la vez presenta un desafío especial por cuanto el límite entre lo positivo y lo normativo, aunque nítido y establecido, se traduce en una frontera sutil y delicada, un contexto en que tanto el economista académico como el profesional debieran expresarse con pulcritud si pretenden que su argumentación se mantenga en el campo de la disciplina positiva.

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