Read only on LitRes

The book cannot be downloaded as a file, but can be read in our app or online on the website.

Read the book: «Retrato de la Lozana Andaluza», page 3

Font:

MAMOTRETO IX

Una pregunta que hace la Lozana para se informar.

Loz. Decíme, señoras mias: ¿sois casadas?

Beat. Señora, sí.

Loz. ¿Y vuestros maridos en qué entienden?

Ter. El mio es cambiador, y el de mi prima lencero, y el de esa señora que está cabo vos es borceguinero.

Loz. Viva en el mundo; y ¿casastes aquí ó en España?

Beat. Señora, aquí; mi hermana la viuda vino casada con un trapero rico.

Loz. ¿Y cuánto há que estáis aquí?

Beat. Señora mia, desde el año que se puso la Inquisicion.

Loz. Decíme, señoras mias; ¿hay aquí judíos?

Beat. Munchos, y amigos nuestros; si hubiéredes menester algo dellos, por amor de nosotras os harán honra y cortesía.

Loz. ¿Y tratan con los cristianos?

Beat. Pues ¿no lo sentís?

Loz. ¿Y cuáles son?

Beat. Aquellos que llevan aquella señal colorada.

Loz. ¿Y ellas llevan señal?

Beat. Señora, no; que van por Roma adobando novias y vendiendo soliman labrado y aguas para la cara.

Loz. Eso querria yo ver.

Beat. Pues id vos allí, á casa de una napolitana, mujer de Jumilla, que mora aquí arriba en Calabraga; que ella y sus hijas lo tienen por oficio, y áun creo que os dará ella recabdo, porque saben munchas casas de señores que os tomarán para guarda de casa y compañía á sus mujeres.

Loz. Eso querria yo, si me mostrase este niño la casa.

Cam. Sí hará. Vén acá, Aguilarico.

Loz. ¡Ay, señora mia! ¿Aguilarico se llama? mi pariente debe ser.

Beat. Ya podria ser; pues ahí junto mora su madre.

Loz. Beso las manos de vuestras mercedes, y si supieren algun buen partido para mí, como si fuese estar con algunas doncellas, en tal que yo lo sirva, me avisen.

Beat. Señora, sí, andad con bendicion. ¿Habeis visto? ¡qué lengua! ¡qué saber! Si á ésta le faltáran partidos decí mal de mí; más beato el que le fiára su mujer.

Ter. Pues andaos á decir gracias, no sino gobernar doncellas, mas no mis hijas; ¿qué pensais que sería? dar carne al lobo; ante de ocho dias sabrá toda Roma, que ésta en són la veo yo que con los cristianos será cristiana, y con los jodíos jodía, y con los turcos turca, y con los hidalgos hidalga, y con los ginoveses ginovesa, y con los franceses francesa que para todos tiene salida.

Cam. No veia la hora que la enviásedes de aquí; que si viniera mi hijo no la dexaba partir.

Ter. Eso quisiera yo ver, cómo hablaba y los gestos que hiciera, y por ver si se cubriera; mas no cureis, que presto dará de sí como casa vieja, pues á casa va que no podria mejor hallar á su propósito, y ende más la patrona, que parece á la judía de Zaragoza, que la llevará consigo, y á todos contará sus duelos y fortuna.

MAMOTRETO X

El modo que tuvo yendo con Aguilarico, espantándose que le hablaban en catalan, y dice un barbero.

Mosen Sorolla. Vén ascí, mon cosin Aguilaret. Veníu ascí, mon fill; ¿on seu estat? que ton pare ten demana.

Aguilaret. Non vul venir, que vacih con aquesta dona.

Sor. ¿Ma comare? feu vos así, veureu vostron fill.

Sogorbesa. Vens ascí, tacañet.

Aguil. ¿Qué voleu ma mare? ara ving.

Sog. Not habrés pensat, traidoret; aquexa dona ¿on te ha tengut tot vuy?

Loz. Yo, señora, ahora lo vi, y le rogaron unas señoras que me enseñase aquí junto á una casa.

Sog. Anau al burdell, y laxau estar mon fill.

Loz. Id vos, y besaldo donde sabeis.

Sor. Mirá la cegijunta con qué me salió.

Mallorquina. Veníu ací, bona dona. Nos pregan ab quexa dona, ma veina; ¿on anau?

Loz. Por mi vida, señora, que no sé el nombre del dueño de una casa por aquí, que aquel niño me queria mostrar.

Mallorq. ¿Debeu de fer llavors ó res? que así ma filla vos fará tot quan vos le comenaréu.

Loz. Señora, no busco eso y siempre halla el hombre lo que no busca, máxime en esta tierra; dicíme, así vivais: ¿quién es aquella hija de corcovado, y catalana, que no conociéndome me deshonró? pues ¡guay della si soltaba yo la maldita! Ni vi su hijo, ni quisiera ver á ella.

Mallorq. Nous cureu filla, anao vostron viaje, y si vos manau res, lo farem nosaltres de bon cor.

Loz. Señora, no quiero nada de vos, que yo busco una mujer que quita cejas.

Mallorq. Anao en mal guañy. ¿Y axó volias? cercaula.

Loz. Válalas el diablo, y locas son estas mallorquinas; en Valencia ligaros ian á vosotras, y herraduras han menester como bestias, pues no me la irán á pagar á la pellejería de Búrgos. Cul de santarnao, som segurs quina gent de Deu.

MAMOTRETO XI

Cómo llamó á la Lozana la Napolitana que ella buscaba y dice á su marido que la llame.

Napolitana. Oislo, ¿quién es aquella mujer que anda por allí? Ginovesa me parece; mirá si quiere nada de la botica; salí allá; quizá que trae guadaño.

Jumilla. Salí vos, que en ver hombre se espantará.

Nap. Dame acá ese morteruelo de azófar. Decí, hija, ¿echastes aquí el atauja y las pepitas de pepino?

Hija. Señora, sí.

Nap. ¿Qué mirais, señora? Con esa tez de cara no ganariamos nosotros nada.

Loz. Señora, nos maravilleis que solamente en oiros hablar me alegre.

Nap. Ansí es que no en valde se dixo: por do fueres, de los tuyos halles, quizá la sangre os tira; entrá, mi señora, y quitaos dese sol. Vén acá tú, sácale aquí á esta señora con qué se refresque.

Loz. No hace menester, que si agora comiese me ahogaria del enojo que traigo de aquesas vuestras vecinas; mas si vivimos, y no nos morimos á tiempo serémos; la una porque su hijo me venía á mostrar á vuestra casa, y la otra porque demandé de vuestra merced.

Nap. Hi, hi, son envidiosas, y por eso mirá cuál va su hija el domingo afeitada de mano de Mira la jodía, ó como las que nosotras afeitamos, ni más ni ál. Señora mia, el tiempo os doy por testigo. La una es de Segorve y la otra mallorquina, y como dixo Juan de la Encina, que cul y cap y feje y cos echan fuera á voto á Dios.

Loz. Mirá si las conocí yo. Señora mia, ¿son doncellas estas vuestras hijas?

Nap. Son y no son, sería largo de contar. Y vos, señora, ¿sois casada?

Loz. Señora, sí; y mi marido será agora aquí de aquí á pocos dias; y en este medio querria no ser conoscida y empezar á ganar para la costa; querria estar con personas honestas por la honra, y quiero primero pagaros que me sirvais; yo, señora, vengo de Levante, y traigo secretos maravillosos, que máxime en Grecia se usan muncho; las mujeres que no son hermosas procuran de sello, y porque lo veais, póngase aquesto vuestra hija la más morena.

Nap. Señora, yo quiero que vos misma se lo pongais, y si eso es, no habíades vos menester padre ni madre en esta tierra, y ese vuestro marido que decis, será rey; oxalá fuera uno de mis dos hijos.

Loz. Que, ¿tambien teneis hijos?

Nap. Como dos pimpollos de oro; traviesos son, mas no me curo, que para eso son los hombres. El uno es rubio como unas candelas, y el otro crespo; señora, quedaos aquí y dormiréis con las doncellas, y si algo quisiéredes hacer para ganar, aquí á mi casa vienen moros y jodíos, que si os conoscen, todos os ayudarán; y mi marido va vendiendo cada dia dos, tres y cuatro cestillas desto que hacemos, y lo que basta para una persona basta para dos.

Loz. Señora, yo lo dó por rescebido, dad acá si quereis que os ayude á eso que haceis.

Nap. Quitaos primero el paño y mirá si traés ninguna cosa que dar á guardar.

Loz. Señora, no, sino un espejo para mirarme, y agora veo que tengo mi pago, que solia tener diez espejos en mi cámara para mirarme, que de mí misma estaba como Narciso, y agora como Tisbe á la fontana, y si no me miraba cien veces, no me miraba una, y he habido el pago de mi propia merced. ¿Quién son estos que vienen aquí?

Nap. Ansí goce de vos que son mis hijos.

Loz. Bien parecen á su padre; y si son estos los pinos de oro, á sus ojos.

Nap. ¿Qué decis?

Loz. Señora, que parecen hijos de rey nacidos en Badajoz; que veais nietos dellos.

Nap. Ansí veais vos de lo que paristes.

Loz. Mancebo de bien, llegaos acá y mostráme la mano. Mirá qué señal tenés en el monte de Mercurio y uñas de rapiña, guardaos de tomar lo ajeno, que peligraréis.

Nap. A estotro bizarro me mirá.

Loz. Ese barbitaheño, ¿cómo se llama? Vení, vení; este monte de Vénus está muy alto; vuestro peligro está señalado en Saturno, de una prision, en el monte de la luna, peligro por mar.

Rampin. Caminar por do va el buey.

Loz. Mostrá esotra mano.

Ramp. ¿Qué quereis ver? que mi ventura ya la sé: decíme vos, ¿dónde dormiré esta noche?

Loz. ¿Dónde? Donde no soñastes.

Ramp. No sea en la prision y venga lo que viniere.

Loz. Señora, este vuestro hijo más es venturoso que no pensais; ¿qué edad tiene?

Nap. De diez años le sacamos los bracicos y tomó fuerza en los lomos.

Loz. Suplicos que le deis licencia que vaya comigo y me muestre esta cibdad.

Nap. Sí hará, que es muy servidor de quien lo merece; andá, meteos esa camisa y serví á esa señora honrada.

MAMOTRETO XII

Cómo Rampin le va mostrando la cibdad y le da ella un ducado que busque donde cenen y duerman, y lo que pasaron con una lavandera.

Loz. Pues hacé una cosa, mi hijo, que por do fuésemos, que me digais cada cosa qué es y cómo se llaman las calles.

Ramp. Ésta es la Ceca do se hace la moneda, y por aquí se va á Campo de Flor y al Coliseo, y acá es el puente, y éstos son los banqueros.

Loz. ¡Ay, ay! no querria que me conosciesen, porque siempre fuí mirada.

Ramp. Vení por acá y mirá; aquí se venden munchas cosas, y lo mejor que en Roma y fuera de Roma nace se trae aquí.

Loz. Por tu vida que tomes este ducado y que compres lo mejor que te paresciere, que aquí jardin me parece más que otra cosa.

Ramp. Pues adelante lo veréis.

Loz. ¿Qué me dices? por tu vida que compres aquellas tres perdices que cenemos.

Ramp. ¿Cuáles? ¿aquéstas? Astarnas son, que el otro dia me dieron á comer de una en casa de una cortesana, que mi madre fué á quitar las cejas y yo le llevé los afeites.

Loz. ¿Y dó vive?

Ramp. Aquí abaxo, que por allí habemos de pasar.

Loz. Pues todo eso quiero que me mostreis.

Ramp. Sí haré.

Loz. Quiero que vos seais mi hijo, y dormiréis comigo; y mirá no me lo hagais, que ese bozo dencima demuestra que no sois capon.

Ramp. Si vos me probásedes, no sería capon.

Loz. ¿Por mi vida? Hi, hi; pues comprá de aquellas hostias un par de julios, y acordá dónde irémos á dormir.

Ramp. En casa de una mi tia.

Loz. ¿Y vuestra madre?

Ramp. Que la quemen.

Loz. Llevemos un cardo.

Ramp. Son todos grandes.

Loz. ¿Pues qué se nos da? cueste lo que costáre, que, como dicen, ayunar ó comer trucha.

Ramp. Por esta calle hallarémos tantas cortesanas juntas como colmenas.

Loz. ¿Y cuáles son?

Ramp. Ya las verémos á las gelosías; aquí se dice el Viso, más arriba vereis munchas más.

Loz. ¿Quién es éste? ¿es el Obispo de Córdoba?

Ramp. Ansí viva mi padre es un obispo espigacensis de mala muerte.

Loz. Más triunfo lleva un mameluco.

Ramp. Los cardenales son aquí como los mamelucos.

Loz. Aquéllos se hacen adorar.

Ramp. Y éstos tambien.

Loz. Gran soberbia llevan.

Ramp. El año de veinte y siete me lo dirán.

Loz. Por ellos padecerémos todos.

Ramp. Mal de munchos gozo es; alzá los ojos arriba, y veréis la manifatura de Dios en la señora Clarina, allí me mirá vos, aquélla es gentil mujer.

Loz. Hermano, hermosura en puta, y fuerza en badajo.

Ramp. Mirá esta otra.

Loz. Que presente para triunfar; por eso se dixo: ¿Quién te hizo puta? el vino y la fruta.

Ramp. Es favorida de un perlado; aquí mora la galan portuguesa.

Loz. ¿Quién es? ¿amiga de algun ginoves?

Ramp. Mi agüelo es mi pariente, de ciento y otros veinte.

Loz. ¿Y quién es aquella handorra que va con sombrero tapada, que va culeando y dos mozas lleva?

Ramp. ¿Esa? cualque cortesanilla por ahí; mirá qué otra quinada dellas van por allá, que parescen enxambre, y los galanes tras ellas; á estas horas salen ellas desfrazadas.

Loz. ¿Y dó van?

Ramp. A perdones.

Loz. ¿Sí? por demas lo tenian: ¿putas y perdoneras?

Ramp. Van por recoger para la noche.

Loz. ¿Qué es aquello? ¿qué es aquello?

Ramp. Llévalas la justicia.

Loz. Esperá, no os envolvais con esa gente.

Ramp. No haré, luégo vengo.

Loz. Mirá agora dónde va braguillas, guayas si la sacó, Perico el bravo; ¿que era por mi vida hijo?

Ramp. No nada, sino el tributo que les demandaban, y ellas han dado por no ser vistas, quién anillo, quién cadena, y despues enviará cada una cualque litigante por lo que dió, y es una cosa que pagan cada una un ducado al año al capitan de Torre Sabela.

Loz. ¿Todas?

Ramp. Salvo las casadas.

Loz. Mal hacen, que no habian de pagar sino las que están al burdel.

Ramp. Pues por eso es la mayor parte de Roma burdel, y le dicen Roma putana.

Loz. ¿Y aquéllas qué son? ¿moriscas?

Ramp. No, cuerpo del mundo; son romanas.

Loz. ¿Y por qué van con aquellas almalafas?

Ramp. No son almalafas; son baticulo ó batirrabo y paños listados.

Loz. ¿Y qué quiere decir, que en toda la Italia llevan delante sus paños listados ó velos?

Ramp. Despues acá de Rodriguillo español, van ellas ansí.

Loz. Eso quiero yo saber.

Ramp. No sé más de cuanto lo oí ansí, é os puedo mostrar al Rodriguillo español de bronce; hecha fué estatua en Campidolio, que se saca una espina del pié y está desnudo.

Loz. Por mi vida, que es cosa de saber y ver, que dicen que en aquel tiempo no habia dos españoles en Roma, y agora hay tantos. Verná tiempo que no habrá ninguno y dirán Roma mísera, como dicen España mísera.

Ramp. ¿Veis allí la estufa do salieron las romanas?

Loz. Por vida de tu padre que vamos allá.

Ramp. Pues déxame llevar esto en casa de mi tia, que cerca estamos, y hallarlo hemos aparejado.

Loz. ¿Pues dónde me entraré?

Ramp. Aquí, con esta lavandera milagrosa.

Loz. Bueno será.

Ramp. Señora mia, esta señora se quede aquí, así Dios os guarde, á reservirlo hasta que torno.

Lavandera. Intrate, madona, seate bien venuta.

Loz. Beso las manos.

Lav. ¿De dove siate?

Loz. Señora, só española; mas todo mi bien lo he habido de un ginoves que estaba para ser mi marido, y por mi desgracia se murió; y agora vengo aquí porque tengo de haber de sus parientes gran dinero que me ha dexado para que me case.

Lav. Ánima mia. Dios os dé mejor ventura que á mí, que aunque me veis aquí, soy española.

Loz. ¿Y de dónde?

Lav. Señora, de Nájera; y soy estada dama de grandes señoras, y un traidor me sacó, que se habia de casar comigo, y burlóme.

Loz. No hay que fiar, decíme ¿cuánto há que estáis en Roma?

Lav. Cuando vino el mal de Francia, y ésta fué la causa que yo quedase burlada; y si estoy aquí lavando y fatigándome, es para me casar, que no tengo otro deseo, sino verme casada y honrada.

Loz. ¿Y los aladares de pez?

Lav. ¿Qué decis, señora?

Loz. Que gran pena teneis en maxcar.

Lav. ¡Ay señora! La humidad de esta casa me ha hecho pelar la cabeza, que tenía unos cabellos como hebras de oro, y en un solo cabello tenía añudadas sesenta navidades.

Loz. ¿Y la humidad os hace hundir tanto la boca?

Lav. Es de mio, que todo mi parentado lo tiene, que cuando comen parece que mamillan.

Loz. Mucho ganaréis á este lavar.

Lav. ¡Ay señora! que cuando pienso pagar la casa, y comer, y leña, y ceniza, y xabon, caldera, y tinas, y canastas, y agua, y cuerdas para tender, y mantener la casa de cuantas cosas son menester, ¿qué esperais? Ningun amigo que tengais os querrá bien si no le dais, cuándo la camisa, cuándo la capa, cuándo la gorra, cuándo los huevos frescos, y así de mano en mano, do pensais que hay tocinos no hay estacas, y con todo esto á mala pena quieren venir cada noche á teneros compañía, y por esto tengo dos, porque lo quel uno no puede, supla el otro.

Loz. Para tornar los gañivetes, este que se va de aquí, ¿quién es?

Lav. Italiano es, canavario ó bostiller de un señor; siempre me viene cargado.

Loz. ¿Y sábelo su señor?

Lav. No, que es casa abastada; pues estaria fresca si comprase el pan para mí, y para todos esas gallinas, y para quien me viene á lavar, que son dos mujeres, y doiles un carlino, ó un real y la despensa, que beben más que hilan, y vino, que en otra casa beberian lo que yo derramo, porque me lo traigan fresco, que en esta tierra se quiere beber como sale de la bota; veis aquí dó viene el otro mi amigo, y es español.

Loz. A él veo engañado.

Lav. ¿Qué decis?

Loz. Que este tal mancebo quien quiera se lo tomaria para sí; y sobre mi cabeza, que no ayuna.

Lav. No á osados, señora; que tiene buen señor.

Loz. No lo digo por eso, sino á pan y vos.

Lav. Es como un ángel; ni me toma ni me da. ¿Qué quieres? ¿á qué vienes? ¿dó eres estado hoy? guarda no quiebres esos huevos.

Español. ¿Quién es esa señora?

Lav. Es quien es.

Esp. ¡Oh, pese á la grulla! si lo sabía callaba por mi honra, esa fruta no se vende al puente.

Loz. No, por mi vida, señor, que agora pasé yo por allí y no la vi.

Esp. Bofeton en cara ajena.

Lav. ¿No te quieres ir de ahí? ¡si salgo allá! ¿Qué os parece, señora? otro fuera que se enojára; es la misma bondad, y mirad que me ha traido cebada que no tengo otra cosa, la que le dan á él para la mula de su amo.

Loz. Otra cosa mejor pensé que os traia.

Lav. Andá, señora; harto da quien da lo que tiene.

Loz. Sí, verdad es; mas no lo que hurta.

Lav. Habláme alto, que me duele este oido.

Loz. Digo que si lavais á españoles solamente.

Lav. A todo hago por ganar, y tambien porque está aquí otra española, que me ha tomado muchas casas de señores, y lava ella á la italiana, y no hace tanta espesa como yo.

Loz. ¿Qué diferencia tiene el lavar italiano?

Lav. ¿Qué? grande; nosotras remojamos y damos una mano de xabon y despues encanastamos, y colamos, y se quedan los paños allí la noche que cuele la lexía, porque de otra manera serian los paños de color de la lexía; y ellas al remojar no meten xabon y dejan salir la lexía, que dicen que come las manchas, y tornan la ceniza al fuego á requemar, y despues no tiene virtud.

Loz. Agora sé lo que no pensé; ¿quién es esta que viene acá?

Lav. Aquí junto mora; mi vecina.

Vecina. Española, ¿por qué no atas aquel puerco? no te cures, será muerto.

Lav. Anda, véte, bésalo en el buz del hierba.

Vec. Bien, yo te aviso.

Lav. Pues mira, si tú me lo miras ó tocas, quizá no será puerco por tí; ¿pensa tú que ho paura del tu esbirro? á tí y á él os lo haré comer crudo.

Vec. Bien, espera.

Lav. Va daquí, borracha, y áun como tú he lavado yo la cara con cuajares.

Loz. ¿Qué tambien teneis cochino?

Lav. Pues iré yo á llevar toda esa ropa á sus dueños y traeré la sucia, y de cada casa, sin lo que me pagan los amos, me vale más lo que me dan los mozos, carne, pan, vino, fruta, aceitunas sevillanas, alcaparras, pedazos de queso, candelas de sebo, sal, presuto, ventresca, vinagre, que yo lo dó á toda esta calle, carbon, ceniza, y más lo que traigo en el cuerpo y lo que puedo garucar, como platos y escudillas, picheles, y cosas que el hombre no haya de comprar.

Loz. Desa manera no hay galera tan proveida como las casas de las lavanderas desta tierra.

Lav. Pues nos maravilleis, que todo es menester; que cuando los mozos se parten de sus amos, bien se lo pagamos, que nos lo ayudan á comer; que este bien hay en esta tierra, que cada mes hay nuevos mozos en casa, y nosotras los avisamos que no han de durar más ellos que los otros, que no sean ruines, que cuando el mundo les faltáre, nosotras somos buenas por dos meses, y tambien los enviamos en casa del tal, que se partió un mozo, mas no sabe el amo que lo tomó que yo se lo encaminé, y por esto ya el mozo me tiene puesto detras de la puerta el frasco lleno, y el resto, y si viene el amo que me lo ve tomar, digo que yo lo dexé allí cuando sobí. Veis, aquí viene aquel mozuelo que os dexó aquí.

Rampin. ¿Qué se hace? sus, vamos, á vos muchas gracias, señora.

Lav. Esta casa está á vuestro servicio; gana me viene de cantar:

 
Anda, puta, no serás buena,
No seré, no, que so de Llerena.
 

Yo te lo veo en esa piel nueva; yo te he mirado en ojo que no mentiré, que tú ruecas de usos harás.

Loz. Por mi vida, hermano, que he tomado placer con esta borracha, amenguada como hilado de beuda; ¿qué quiere decir estrego? vos qué sabeis, ¿santochada?

Ramp. Quiere decir bruxa como ella.

Loz. ¿Qué es aquello que dice aquél?

Ramp. Son chambelas que van vendiendo.

Loz. ¿Y de qué se hacen estas rosquitas?

Ramp. De harina y agua caliente, y sal y mata la uva, y poco azúcar, y danles un bulle en agua, y despues metellas en el horno.

Loz. Si en España se comiesen, dirian que es pan cenceño.

Ramp. Porque allá sobra la levadura.

Loz. Entrá vos y mirá si está ninguno allá dentro.