Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I

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From the series: Razón Abierta #3
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IX. Emocional

Las capacidades emocionales humanas (afecto sensorial) son significativas para la autocomprensión personal, las relaciones interpersonales, la acción moral y la vida espiritual. Los humanos son emocionales, de una forma única y personal, debido a su unidad espiritual cuerpo-alma. Hay otras diferencias en la vida emocional de los humanos, diferencias que reflejan su ser, creado como hombre o mujer, que se basan en predisposiciones biológicas, y que están enraizadas en la experiencia.

1. Conscientes de las emociones. En respuesta no solo a las sensaciones y percepciones, sino también a las intenciones y compromisos racionales, los seres humanos disponen de sistemas de valoración emocional (reacciones y respuestas iniciales) y pueden ser conscientes de sus emociones. Las emociones son un pasaje entre las sensaciones y el pensamiento consciente, e influyen en ambos. Aunque una persona no suela ser responsable inicialmente de los primeros movimientos emocionales (como la alegría de ver a un amigo, la ira por estar herido o la tristeza por la pérdida de un ser querido), sí puede desarrollar disposiciones emocionales duraderas o formas de regular las emociones. Por una parte, las emociones pueden impedir el libre ejercicio de la razón o de la voluntad, y las disposiciones emocionales pueden ser perjudiciales e incluso patológicas. Abordar las emociones perjudiciales y patológicas es una parte importante de la psicoterapia. Por otra parte, las emociones pueden ser útiles e incluso indicadores necesarios de los bienes personales, y ayudas importantes para comprender el mundo y actuar moralmente. Por ejemplo, la pena puede ayudar a que uno se arrepienta, el miedo puede hacer que uno esté atento al peligro, y así sucesivamente. Además, las emociones pueden ordenarse de acuerdo con la razón y las vocaciones, y con la realización de la persona y de las otras personas.

2. Las emociones son inherentemente buenas. Las capacidades emocionales son inherentemente buenas. Sin embargo, las emociones particulares pueden fortalecer o dañar a una persona, ayudarla a realizarse o llevarla a languidecer. En términos morales, en función de la forma en que se relacionan con el amor, la razón, la elección, la verdad y la realización de uno mismo y de los demás, las emociones pueden convertirse en buenas o malas. Son una capacidad humana básica que abre un camino para comprender a otras personas, al mundo y a uno mismo. Hay dos tipos de emociones. En primer lugar, hay juicios sensoriales-perceptivos, prerracionales o reacciones automáticas (primeros movimientos). Estas emociones no son buenas ni malas. En segundo lugar, se encuentran las emociones atribuibles a los efectos de las elecciones racionales (estímulos volitivos), las interacciones sociales y las condiciones espirituales, o las reacciones a otras emociones (segundos movimientos). Estas emociones (a nivel de acción y disposición) pueden convertirse en buenas o malas, es decir, pueden llevar a la realización o a languidecer según las elecciones. Hay diferentes efectos sensoriales-perceptivos-cognitivos (a diferencia de la voluntad), incluyendo emociones o sensaciones, estados de ánimo, sentimientos y temperamentos. Están enraizados en la experiencia biopsicosocial y espiritual de la persona.

3. Las emociones influyen en las capacidades intelectuales y espirituales. Las emociones influyen en las capacidades intelectuales y espirituales, ya sea de forma positiva o negativa; por ejemplo, influyen positivamente cuando la ira justificada ayuda a actuar con justicia, o negativamente cuando una fuerte reacción de ira ante una injusticia ciega a una persona a la hora de llevar a cabo sus obligaciones racionales y caritativas, y le impide ver a la persona que cometió la injusticia y las condiciones que pueden haber hecho que esta no sea totalmente voluntaria.

4. Las capacidades intelectuales y espirituales influyen en las emociones. Las emociones están influenciadas por los juicios intelectuales y los compromisos espirituales. Las emociones se crean o perfeccionan, por ejemplo, cuando una decisión razonable de corregir un error da lugar a una ira justificada, que motiva a la persona para que esté atenta a la injusticia, a enfrentar la oposición con valentía y a perseverar hasta el final (Mc 7:11).

5. Influencia social en las emociones. Las emociones tienen un contexto interpersonal y cultural. Las emociones son influenciadas por otras personas y grupos, tanto en el momento presente como en la experiencia temprana. Por ejemplo, la vida emocional de una persona queda influenciada por las experiencias entre los cónyuges, padres, familia, amigos, colegas de profesión, entornos políticos y comunidades religiosas; y por supuesto en nuestro modelo también por la gracia divina. Además, un individuo no solo depende del equilibrio emocional procedente de sus redes sociales, sino también de ayudar a otros a regular sus compromisos y elecciones. Esta vía de doble sentido que regula las emociones requiere que los individuos y los grupos intenten comprender la emoción y emplearla para el bien de ellos mismos y de los demás.

6. Virtudes basadas en la emoción. Una persona puede desarrollar disposiciones habituales (virtudes) que la ayuden a regular sus emociones en la búsqueda del bien. Se distinguen de las demás virtudes, es decir, de las que se basan en la cognición (razón práctica) y la voluntad (esperanza, caridad y justicia). Las virtudes basadas principalmente en la emoción tienen como objetivo integrar a la persona utilizando la razón, la voluntad y los compromisos interpersonales. El reconocimiento de la plasticidad de las emociones, de su capacidad de involucrar a decisiones habituales y de estar influenciadas por la razón y la voluntad subyace a la convicción de que las capacidades emocionales pueden transformarse en virtudes morales. Las características de la emoción hacen destacar la importancia de las virtudes basadas en la emoción (por ejemplo, como actos, disposiciones para actuar, razones para actuar, así como en la dimensión trascendente de los actos). Las virtudes basadas en las emociones incluyen el coraje, la paciencia, la ira justa, la perseverancia, la esperanza y el autocontrol. Los vicios basados en la emoción incluyen la cobardía, la impaciencia, la ira destructiva, la indiferencia, la desesperación y la indulgencia (Jn 2:15 y 11:35).

7. Importancia de las emociones en la acción moral. La emoción es necesaria pero no suficiente para la acción moral. Las emociones bien reguladas, junto con las contribuciones de la razón, la volición y otras personas, son necesarias para una acción moral virtuosa. Las emociones hacen que uno sea consciente de los bienes, valores y objetivos importantes. Motivan a la persona a tomar elecciones morales y realizarlas. Contribuyen al desarrollo y a la curación, conectando las capacidades básicas esenciales y vinculándonos interiormente. Constituyen una parte de la realización diaria y un anticipo de la beatitud divina. Las emociones bien ordenadas sirven, además, como contraste y correctivo de la tendencia a vicios como el orgullo, la codicia, el adulterio, la presunción, el miedo o la impaciencia. Las emociones desordenadas juegan diferentes papeles en la acción inmoral o en el bloqueo de los actos morales: ciegan o distorsionan la visión de la verdad, de lo que es bueno, por ejemplo, a través de sesgos egoístas y racionalizaciones; hacen más difícil concentrarse en el fin y cumplimiento de la acción moral virtuosa, y tienden a distraer a una persona de sus objetivos morales y espirituales, los cuales forman la llamada a la bondad, a los compromisos de vida y al trabajo.

8. Unidad, pero bajo distinción de afecto (emoción y voluntad). El afecto humano se entiende en la tradición filosófica como algo que involucra tanto al afecto emocional como al afecto volitivo. El afecto sensorial (emoción) es el tipo de atracción mediada por la experiencia sensorial-perceptiva, por ejemplo, cuando sentimos la esperanza de alcanzar un bien lejano y difícil, como encontrar comida en medio de una hambruna. El afecto intelectual (voluntad o volición) es un tipo de atracción mediada por la razón, por ejemplo, cuando elegimos un buen medio para conseguir un buen fin propuesto por la razón, como podría ser una solución verdaderamente buena y satisfactoria un conflicto familiar. Como capacidades sensoriales e intelectuales, respectivamente, la emoción y la voluntad expresan diferentes dimensiones del afecto, por ejemplo, la distinción entre el amor (como emoción) y la caridad (como voluntad). (Esta distinción se examina con más profundidad en la premisa XI, sobre la persona como volitiva y libre).

9. Emoción religiosa o espiritual. Existe un tipo especial de emoción dentro de la emoción espiritual. Dado que las virtudes teológicas, como la caridad, están enraizadas en la persona íntegra, la emoción religiosa se desprende de la vida trascendente de la gracia. El don de la gracia de Dios informa y perfecciona la naturaleza, y en este caso informa de la naturaleza de las emociones. El ser humano se siente confiado, animado y apegado cuando se encuentra situado entre experiencias de fe, esperanza y caridad hacia Dios, el prójimo y uno mismo. Sin embargo, la motivación volitiva y el compromiso de la caridad influyen en la emoción del amor, sin reducirse a él. La caridad no siempre acompaña a los sentimientos de ternura o vinculación, ni los sentimientos de ternura proceden necesariamente de la caridad. Sin embargo, un firme compromiso de caridad ayuda a mediar las experiencias emocionales, tanto cotidianas como religiosas.

X. Racional

Las personas son seres inteligentes y buscan activamente la verdad y la libertad. Al ser racionales, disponen de diferentes niveles y tipos de inteligencia y conocimiento. Expresan su racionalidad mediante el lenguaje, a menudo en forma de narrativas.

 

1. Inclinaciones racionales. Los humanos tienen inclinaciones racionales para buscar y conocer la verdad, así como para encontrar su realización (Jn 8:31-32).

2. Objetos de conocimiento. Los humanos son capaces del conocimiento de a) ellos mismos, los demás y Dios (Rom 1:19-20); b) el orden creado (Sal 8:6-7); c) la verdad, incluyendo la verdad divinamente revelada (Lc 8:10); d) la belleza de toda la creación y de Dios (Sal 8: 1-2), y e) el bien y el mal, y que el bien se haga y se persiga, y el mal se evite (Jn 14: 15).

3. Sentido y conocimiento intelectual. El conocimiento humano es sensorial (incluidos los instintos), perceptivo, cognitivo e intelectual, y este último puede ser intuitivo (por ejemplo, la perspicacia), discursivo (por ejemplo, el razonamiento) e infundido (a través de la gracia). El autoconocimiento y el conocimiento del mundo se apoyan en influencias «ascendentes» o «descendentes» y pueden provenir incluso de fuentes que originalmente no son conscientes. Ejemplos de influencias no conscientes ascendentes son las inclinaciones naturales a la familia, que incluyen los instintos (por ejemplo, el impulso sexual) y otros esquemas y defensas cognitivas no conscientes relativas a la vida familiar. Los ejemplos de influencias no conscientes descendentes son de dos tipos. Cuando se trata de influencias naturales descendentes, como puede ser la inclinación espiritual a conocer la verdad, que se hace consciente, por ejemplo, en las intuiciones intelectuales sobre el bien y el mal que fundamentan decisiones morales. La segunda influencia no consciente implica influencias basadas en la gracia descendente, como es el caso de las intuiciones (por ejemplo, relacionadas con la misericordia divina, que influye en que uno sea misericordioso) y otros aspectos de la gracia (por ejemplo, la inspiración que lleva a dar buenos consejos) (Lc 1:77-78).

4. Tipos de creencias. La creencia, en general, requiere la presencia de una autoridad de confianza. Implica consentimiento, elección o juicio, que surge en primer lugar del compromiso cognitivo (percepción sensorial o pensamiento) o afectivo (emoción o voluntad) a través de una fuente de confianza. Por un lado, las creencias cotidianas requieren algún motivo inteligible (por ejemplo, un amigo que diga: «Estoy sufriendo») y una reafirmación de la autoridad que se encuentra en uno mismo o en la otra persona (por ejemplo, tengo confianza en mi amigo). Por otra parte, la creencia religiosa o la fe son directamente un don de la gracia, que implica la aceptación de Dios y su autoridad (y los motivos inteligibles relacionados, como las premisas de que Jesús de Nazaret es Cristo y su cuerpo la Iglesia, y que la persona ha sido creada a imagen de Dios). La fe religiosa se comunica indirectamente a través de testigos (por ejemplo, la Sagrada Escritura y la tradición) (2 Cor 5:7).

5. Autoconocimiento y autocontrol. A través de un conocimiento realista de sí mismas y del mundo, las personas pueden elegir conscientemente influir en sus emociones de forma indirecta, y en su comportamiento de forma directa. El objetivo de desarrollar creencias y virtudes racionales permite ayudar a la persona a tomar decisiones libres que contribuyan a su realización (Ef 5:8-9).

6. Virtudes racionales y ley natural. Las inclinaciones racionales pueden desarrollarse aún más mediante el conocimiento, las creencias y disposiciones duraderas de la mente, llamadas virtudes intelectuales, a nivel teórico y práctico (sabiduría, comprensión y conocimiento o ciencia). En el aspecto moral, la razón práctica correcta, que concierne a uno mismo y a los demás, se manifiesta a través de la virtud cardinal de la prudencia y sus virtudes asociadas, que ayudan a discernir, aconsejar, adjudicar y realizar una acción moral. Las normas morales guían el juicio humano (conciencia) y la acción de acuerdo con el bien y lejos del mal. Estas normas están enraizadas en la ley natural y la ley divina (Jn 14:26; Rom 2:15).

7. Belleza. Los humanos son estéticos y buscan la belleza. Son atraídos a los niveles más profundos por la belleza, la cual se encuentra en las personas hermosas, en la naturaleza, en las acciones o las cosas, a los que se llega a través de los atributos de luminosidad, armonía e integridad. La belleza incorpora estas cualidades, que se expresan en la cultura, la creación y Dios. La experiencia de la belleza también provoca la sed de contemplar la fuente última de la belleza (Sal 27:4).

XI. Volitiva y libre

Los humanos son sujetos de acción moral, capaces de volición responsable y libre elección.

1. Responsabilidad. En gran medida, las personas son capaces de responsabilizarse de sus propias acciones en relación con ellas mismas y con los demás (Jn 8:10-11).

2. Autodeterminación. Pueden actuar para formar sus caracteres morales, es decir, las disposiciones duraderas de sus mentes, voluntades y afectos (Rom 12:2).

3. Tipos de amor humano. Son capaces de amar los bienes y a las personas naturales y divinas. Aunque exhibe una estructura básica común, el amor humano se manifiesta claramente en el afecto (storge-), la amistad (philia), el romance, el noviazgo y el matrimonio (eros) y la virtud de la caridad (agape-), que puede purificar y ordenar correctamente los otros amores (1 Cor 13:4-13).

4. Creatividad. Como Dios (por analogía), los humanos son capaces de concebir y traer a la existencia deliberadamente cosas que una vez no fueron, aunque no de la nada, es decir, no ex nihilo (Gn 2:15). Por ejemplo, encontramos la creatividad humana en la procreación y el cuidado de los niños, la creación de arte y literatura, y el desarrollo del conocimiento, la ciencia y la tecnología.

5. Limitación. Hay dos tipos de limitación. En primer lugar, los humanos estamos naturalmente muy limitados en el número y calidad de nuestras relaciones interpersonales. Nuestros cuerpos son bastante limitados, nuestras capacidades racionales son propensas a caer en errores, y nuestra voluntad es a menudo débil. Estamos muy limitados en el tiempo. En segundo lugar, experimentamos limitaciones morales y espirituales debido al pecado original, social y personal (Rom 7:19).

6. Inclinaciones volitivas. Las personas tienen tendencias o inclinaciones volitivas naturales para actualizar los diversos bienes humanos y, mediante la gracia y la fe, los bienes divinos. Incluso en medio de los desafíos, de las influencias negativas de la familia, los amigos y la sociedad, los humanos tienen una tendencia natural a expresar virtudes relacionadas con el amor y la justicia (Mt 6:19-21).

7. Capacidad de crecimiento en libertad. La capacidad humana para la libertad puede desarrollarse de dos maneras. La libertad para la excelencia y para conseguir realizarse implica el crecimiento de las capacidades humanas para conocer la verdad y la realidad, para elegir el bien y evitar el mal y, en última instancia, para amar a Dios y al prójimo. La libertad por excelencia está íntimamente ligada a la verdad, y no puede reducirse a conseguir el segundo tipo de libertad, que consiste en librarse de las cosas que limitan nuestras capacidades humanas, como es el caso de los trastornos psicológicos, o de influencias externas (por ejemplo, las leyes injustas, la pobreza). La libertad se desarrolla a lo largo del tiempo y, obviamente, tiene ciertos límites. Requiere tanto el crecimiento y curación que se obtiene a través de las virtudes intelectuales y morales, especialmente la justicia, el autocontrol, el coraje y el perdón, como mediante las virtudes teológicas, especialmente la fe, la esperanza y la caridad. La verdadera libertad, por lo tanto, es una expresión de la persona en su totalidad (Fil 4:8-9).

[C] UNA VISIÓN PSICOLÓGICA DE LA PERSONA

Una visión consistente con las premisas teológicas y filosóficas del Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona (MMCCP).

Las siguientes once premisas psicológicas representan una comprensión psicológica de la persona, coherente con las premisas teológicas y filosóficas del MMCCP y con las ciencias psicológicas. Sirven como un esquema, que se complementa con subpremisas que aclaran de forma más precisa las implicaciones oréticas y clínicas del Meta-Modelo para la psicología y counseling. Junto con las premisas teológicas y filosóficas contenidas en el MMCCP, profundizan y ayudan a completar nuestra comprensión de la persona para su uso en la práctica de la salud mental. (El nombre de la premisa teológica y filosófica correspondiente aparece entre paréntesis).

I. La persona dispone de un núcleo esencial de bondad, dignidad y valor, y busca la realización de sí misma y de los demás. Esta dignidad y valor es independiente de la edad o cualquier otra habilidad. Tal núcleo de bondad es fundamental para que una persona valore su vida, se desarrolle moralmente y se realice. (Creada).

II. La persona suele experimentar diferentes tipos de dolor, sufrimiento, ansiedad, depresión u otros trastornos en sus capacidades humanas y en sus relaciones interpersonales. La persona también puede estar angustiada o herida por causas naturales y por el comportamiento dañino de otros. Las personas disponen de diversos niveles de experiencias distorsionadas, conscientes e inconscientes, que hacen que no se respeten ni amen a sí mismas, ni a los demás, como deberían. Y, a menudo, no viven de acuerdo con muchos de sus valores básicos. (Caída).

III. La persona, gracias a la ayuda de otros, puede encontrar apoyo y curación, corregir sus comportamientos dañinos y encontrar un significado a través de la razón y la trascendencia, todo lo cual produce la realización personal e interpersonal. En resumen, existe siempre una base para esperar un cambio positivo en la vida de toda persona. (Redimida).

IV. Todo ser humano es un cuerpo-alma unificado, con una identidad personal única, que se desarrolla a lo largo del tiempo en un contexto sociocultural. Esta unidad se relaciona con toda la experiencia de la persona. Por ejemplo, el abuso físico afecta a la vida corporal, psicológica y espiritual de la persona. (Unidad).

V. La persona se realiza discerniendo, respondiendo y equilibrando tres llamadas: a) llamada como persona, para vivir una vida guiada por valores, centrada a la vez en el amor y en las metas trascendentes; b) llamadas para cumplir sus compromisos vocacionales con otros, como ser soltera, casada o tener una vocación religiosa distintiva, y c) llamadas para participar en trabajos, servicios y actividades de ocio con sentido social. (Realizada a través de la vocación).

VI. La persona se realiza y sirve a los demás mediante el desarrollo continuo de sus virtudes, de su carácter moral y madurez espiritual, incluido el crecimiento de sus capacidades cognitivas, volitivas, emocionales y relacionales. A través del esfuerzo y la práctica, la persona alcanza virtudes que permiten el logro de sus metas y su realización. Por ejemplo, los padres o madres que desarrollan la paciencia, la justicia, el perdón y la esperanza son más capaces de realizarse como padres. (Realizada en la virtud).

VII. La persona es intrínsecamente interpersonal y se forma a lo largo de su vida mediante relaciones, como las que se experimentan entre los miembros de la familia, las parejas románticas, los amigos, los compañeros de trabajo, los colegas de profesión, las comunidades y la sociedad. (Relacionalmente interpersonal).

VIII. La persona se encuentra en interacción sensorial-perceptiva-cognitiva con la realidad externa y dispone del uso de capacidades relacionadas, como la imaginación y la memoria. Tales capacidades subyacen a muchas de nuestras habilidades, permitiéndonos reconocer a otras personas, comunicarnos con ellas, establecer metas, sanar recuerdos y apreciar la belleza. (Sensorial-perceptiva-cognitiva).

IX. La persona dispone de capacidades emocionales. Las emociones —que implican sentimientos, respuestas sensoriales y fisiológicas, y tendencias a responder (conscientes o no)— proporcionan a la persona el conocimiento de la realidad externa, de los demás y de sí misma. El exceso o el déficit de ciertas emociones es indicador importante de patologías, mientras que el equilibrio emocional es comúnmente un signo de salud. Por ejemplo, cuando está equilibrada, la capacidad humana de empatía puede producir la curación de uno mismo y de los demás, mientras que un déficit o un exceso produce indiferencia o agotamiento. (Emocional).

 

X. La persona dispone de capacidad racional. Esta capacidad involucra a la razón, la autoconciencia, el lenguaje y las capacidades cognitivas sofisticadas, y se expresa en múltiples tipos de inteligencia. Estas capacidades racionales pueden utilizarse para ayudar a la curación y la realización psicológica mediante la búsqueda de la verdad sobre uno mismo, sobre los demás, el mundo exterior y el significado trascendente. (Racional).

XI. La persona tiene voluntad libre, en aspectos importantes, y es un agente con responsabilidad moral cuando ejerce su libre albedrío. Por ejemplo, el ser humano dispone de la capacidad de dar o negar libremente el perdón y de ser altruista o egoísta. Aumentar las posibilidades de liberarse saliendo de la patología y de perseguir objetivos de vida positivos para honrar los compromisos tiene un efecto significativo en la curación y su realización. (Volitiva y libre).