¿Determinismo o indeterminismo?

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En este mismo sentido, el viviente se presenta como una realidad en la que nociones de innegable relevancia ontológica como las de unidad e identidad adquieren un significado totalmente nuevo. Así, la unidad del ser vivo se define, en relación con el espacio, con una peculiar y original dinámica de las categorías de interioridad y exterioridad. El viviente, a diferencia de todo lo demás, es uno «en» pero también «frente a» su mundo (Plessner 2006 [1928], 105-159). Pero se trata, además, de un todo que mantiene su identidad en el tiempo, deviniendo en un proceso que implica una permanente renovación de su sustrato material, lo que confiere a la relación partes-todo una realidad también inédita. No se trata, utilizando el ejemplo de Edgar Morin, de la mera complejidad de un estado estacionario pero dinámico, como el que un flujo permanente produce en un torbellino. La vida es más que eso, es un proceso de autoproducción del viviente (Morin 2004, 4-5).

En consonancia con estas tesis, es oportuno recordar las reflexiones de Hans Jonas, que señalaban la peculiar relación del viviente con la materia que lo compone. Relación que es simultáneamente de necesidad y de libertad. De necesidad, porque es evidente que no hay vida orgánica sin un sustrato material, pero con una relativa libertad, porque estas partículas actuales que lo componen, numéricamente consideradas, no permanecen idénticas en el tiempo. Esto es consecuencia de un modo de ser radicalmente nuevo, que Jonas denomina «existencia en riesgo». En sus propias palabras:

Al privilegio de la libertad está unido el peso de la necesidad, esto significa: existencia en riesgo. En efecto, las condiciones fundamentales de este privilegio consisten en el hecho paradójico de que la sustancia viviente, a través de un acto originario de separación, se ha desprendido de la integración universal de las cosas en la totalidad de la naturaleza, se ha contrapuesto al mundo, y así ha introducido en la indiferente seguridad de la posesión de la existencia la tensión entre ser y no ser. […] Así, suspendido entre el ser y el no ser, el organismo está en posesión del ser solo de manera precaria y revocable. (Jonas 2006, 338)

Bien advierte Jonas que, con la vida, aparece sobre la tierra una nueva forma de ser, que paga el precio de su perfección con su fragilidad, con la necesidad permanente de realizarse a sí misma. De este modo, cuando la materia alcanza en el viviente la forma más perfecta de su realización ontológica, se introduce al mismo tiempo en el mundo la inédita posibilidad de no-ser, la posibilidad (a la larga inevitable) de perder ese modo de ser que es la vida. Por ello, aunque resulte en cierto sentido paradójico, en la consideración de la posibilidad de la muerte, se hace manifiesta también la particularidad de la vida. La muerte, como la vida, son fenómenos tan especiales que no parecen tener analogados demasiado interesantes. ¿A qué se asemeja el morir? ¿A romperse? ¿A dejar de funcionar? ¿A apagarse? Toda comparación recoge algún aspecto, pero parece en última instancia reductiva, insuficiente.

De este carácter único se sigue que la vida, tanto en la biología como en el saber ordinario, sea una noción primitiva. Por lo tanto, siguiendo un planteamiento de Daniel Strauss, cualquier intento de explicación reductiva implicaría una «confusión intermodal», y derivaría necesariamente en antinomias teóricas, como las que se siguen, por ejemplo, en las paradojas de Zenón, cuando se pretende explicar el movimiento a partir de estados discretos en el espacio (Strauss 2012, 95-99). En definitiva, la vida es una realidad sui generis, en cierto sentido incomparable y obviamente irreducible.

7. CONCLUSIÓN

Como se ha visto, la discusión en torno al R es una de las más antiguas en la historia de la filosofía y, aunque se ha renovado en sus formas, mantiene su núcleo teórico esencial y su vitalidad. Nuestra tesis es, pues, que se trata de una discusión permanente, porque el R es como una tentación natural, que deriva de un modo casi necesario del carácter limitante, que es condición de posibilidad del conocimiento humano, y de un legítimo anhelo de sentido.

A esto debe agregarse que el conocimiento científico avanza muchas veces identificando y desmontando los procesos complejos en legalidades más elementales, todo lo cual resulta lógico y loable. El peligro que hay que evitar es que el entusiasmo que tales logros suscitan conduzca, en un afán supersimplificador, a desconocer que existen realidades de suyo irreductibles, entre las cuales la vida es uno de los mejores ejemplos.

Finalmente, si conocer es por fuerza reducir, no hay que olvidar que reducir algo puede llevar a falsearlo o a perderse en generalidades insulsas. Así, cuando le comenté a un amigo que un estudioso se había propuesto catalogar, reducidas a su forma esencial, todas las tramas literarias hasta el momento (Polty 1924), me contestó con sorna: «¡Es verdad! Reducidas a su expresión más minimalista no hay novela que no se reduzca a: “Nació, le sucedieron cosas, murió”». Una afirmación indiscutible pero vacuamente verdadera, algo irrelevantemente cierto.

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1 Universidad Austral, Argentina.

2 Johns Hopkins University, EE. UU.


CHRISTIAN FRANCESE1 - GUILLERMO FOLGUERA2

La biología contemporánea presenta un sinnúmero de subdisciplinas con objetos de estudio, metodologías y marcos teóricos diversos. No obstante, a pesar de dicha pluralidad de enfoques, es posible reconocer algunos ítems comunes entre diferentes campos del saber asociados a las ciencias de la vida. Así pues, uno de los puntos de vista con mayor presencia en la comunidad de las ciencias biológicas ha sido el denominado determinismo genético, el cual se ha desarrollado a partir del predominio de la genética3 como marco teórico hegemónico de la biología durante gran parte del siglo XX, tanto en la biología evolutiva (Keller 2000; Moss 2003), como en la biología funcional (Mayr 1961). En efecto, en la biología evolutiva —para el caso particular de la versión presentada por la genética de poblaciones— ha prevalecido la visión de que los organismos deben su diversidad a la variación genotípica, otorgándole a dicho ámbito un rol fundamental en el proceso evolutivo. A su vez, cabe reconocer el advenimiento a mediados del siglo pasado de la «visión molecular», dirigiendo su atención a los aspectos fisicoquímicos de la genética, redefiniendo de esta manera conceptos y objetivos de la propia biología, e introduciendo tecnologías novedosas (Keller 1990).

Sin embargo, tanto desde la postulación de la síntesis moderna como desde la consolidación de la biología molecular, los marcos teóricos de la disciplina se han ido modificando sustancialmente, poniendo en discusión la vigencia del determinismo genético en distintas áreas de la biología. Al respecto, resulta interesante mencionar que gran parte de las críticas al determinismo genético se han desarrollado por su aplicación al caso de los humanos, ya que «lo que el determinismo biológico tiene que decir acerca de las sociedades humanas es más erróneo que lo que dice acerca de otros aspectos de la biología» (Rose, Lewontin y Kamin 1984, 10). En otras palabras, una de las preocupaciones centrales ha radicado en las consecuencias sociopolíticas del discurso determinista en tanto legitimador de posiciones conservadoras. En consecuencia, la estrategia argumentativa desarrollada por diversos biólogos ha consistido en cuestionar aquellos supuestos que han dado sustento al determinismo biológico, mostrando que tal determinismo no es aceptable en términos de las teorías científicas vigentes. Es decir, dado que el determinismo biológico pretende sostenerse bajo un pretendido manto de legitimidad científica, la crítica se ha dirigido a poner en duda algunas de sus bases teóricas biológicas. Así pues, la idea de que los genes determinan de alguna manera los rasgos fenotípicos ha sido criticada en diversos campos asociados a las ciencias biológicas, tal como el caso de la biología del desarrollo y la genética molecular, entre otros (ver por ejemplo Gould 1977b; Gould y Lewontin 1979; Lewontin, Rose y Kamin 1984; Oyama et al. 2000; Jablonka y Lamb 2005). No obstante, pese a este conjunto de cuestionamientos, el determinismo genético ha logrado permanecer con cierta vigencia dentro de la matriz teórica de la biología contemporánea.

A partir de lo desarrollado, cabe señalar que nuestro trabajo busca realizar un aporte acerca de la discusión en relación con el determinismo genético actual en la biología. Para ello, la pregunta general que nos guía es: ¿qué es se entiende por determinismo genético en la biología contemporánea y cuáles son sus principales objeciones? Con el fin de acercarnos a una posible respuesta, intentaremos dar cuenta de algunas de las características definitorias del determinismo en general y del determinismo genético en particular en diferentes campos de la biología. A su vez, desarrollaremos algunas de las principales objeciones, tratando de reconocer si efectivamente el determinismo genético presenta algún sustento en la biología contemporánea. Comenzaremos pues el recorrido preguntándonos qué es el determinismo.

1. ACERCA DEL DETERMINISMO EN BIOLOGÍA

1.1. DEL DETERMINISMO…

Una de las primeras distinciones necesarias para abordar la problemática en cuestión refiere al reconocimiento de, al menos, dos acepciones diferentes de la determinación (Bunge 1997). La primera de ellas es la determinación en tanto propiedad, sentido que se le otorga a la palabra cuando se dice que algo está determinado en tanto presenta características definidas. La segunda, y la cual resulta de mayor relevancia para nuestro objetivo, es aquella que se presenta como conexión necesaria, constante y unívoca, entre acontecimientos o cosas. Así, por ejemplo, las máquinas que tienen un movimiento regular y predecible se dice que tienen estados determinados, ya que sus estados sucesivos se siguen uno a otro conectados necesariamente con exclusión de otros nuevos, inesperados. Esta última acepción de la determinación resulta especialmente relevante en las explicaciones sobre los fenómenos naturales, dando lugar a numerosas controversias, por ejemplo, al intentar precisar científicamente cuáles son los eventos y las condiciones para que ocurra tal determinación. En efecto, dichas discusiones hacen del determinismo un ámbito de profundo debate filosófico y científico (Roberts 2005).

Así pues, para abordar la cuestión del determinismo, resulta conveniente recordar una de las tesis históricamente más relevantes, propuesta por el físico y matemático Pierre Laplace:

Debemos considerar el estado presente del universo como el efecto de su estado antecedente y como la causa del estado que sigue. Una inteligencia que conozca todas las fuerzas actuando en la naturaleza en un instante dado, así como las posiciones momentáneas de todas las cosas del universo, sería capaz de comprender en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más largos así como los de los átomos más livianos, siempre y cuando su intelecto sea lo suficientemente poderoso para someter todos los datos bajo análisis; para ella nada será incierto, el futuro así como su pasado estará presente en sus ojos.[…] Todos los esfuerzos de la mente en la búsqueda de la verdad tienden a aproximarse a la inteligencia que recién imaginamos, aunque permanecerán siempre infinitamente lejos de tal inteligencia. (Laplace 1814 [1951], 282)

Es menester mencionar que la «inteligencia» de Laplace no es una referencia divina, sino que más bien debiera ser entendida como especie de «supercientífico» (Popper 1982). Pero más allá de esta cuestión, es importante destacar el vínculo que esta visión establece entre su concepción acerca de la naturaleza del mundo —acerca de que el estado presente del mundo es causa determinante del futuro y consecuencia ineludible del pasado— y la propuesta de una inteligencia «superior» capaz de predecir (o retrodecir) el estado del mundo en cualquier tiempo, conociendo las fuerzas de la naturaleza en un instante dado. En otras palabras, la perspectiva de Laplace consiste en relacionar fuertemente una visión acerca del aspecto ontológico del mundo con los aspectos epistémicos, en la medida en que dichas características puedan ser predichas (o retrodichas). El determinismo así planteado resulta íntimamente ligado a la capacidad de predicción de un determinado sistema.

La postura de Laplace ha sido ampliamente discutida en tanto relaciona de manera directa los aspectos ontológicos y epistemológicos de la problemática. Sin embargo, aunque Karl Popper haya defendido la posición de Laplace al involucrar predicción con determinismo (Popper 1982), actualmente se ha llegado a cierto acuerdo en distinguir ambos aspectos, circunscribiendo para algunos autores la definición de determinismo solo al aspecto ontológico (Earman 1986; Roberts 2005; Hoefer 2015). Tal decisión se sustenta en que se puede pensar que el mundo actual es una consecuencia ineludible del pasado, siendo la capacidad de predecirlo una problemática diferente, aunque evidentemente relacionada.

A su vez, además de la distinción entre aspectos epistemológicos y ontológicos del determinismo, resulta relevante poder distinguir entre otros dos sentidos diferentes del determinismo. El primero surge cuando se propone que la disposición de un sistema depende necesariamente del estado de su microestructura, de sus propiedades y de su orden. Esta acepción del determinismo hace referencia a la conexión entre niveles de organización de la materia, propuesta con vínculos estrechos al reduccionismo. El segundo sentido del determinismo es el que, a grandes rasgos, sugiere que, dadas ciertas condiciones iniciales, en un tiempo dado se encuentran ineludiblemente precisados ciertos fenómenos del futuro. Esta perspectiva presenta nexos con la visión de Laplace al incorporar la variable temporal. Así pues, es rescatable la nomenclatura de Achim Stephan (1999), quien denomina a la primera acepción como sincrónica (en tanto presenta un carácter atemporal), y a la segunda como diacrónica (en la medida en que incorpora la temporalidad como eje central). En efecto, las distinciones realizadas resultan sumamente relevantes para entender el determinismo genético dentro de la disciplina biológica.

 

1.2…. AL DETERMINISMO GENÉTICO

Así como el término determinismo no resulta unívoco, la noción de determinismo genético también suele ser empleada con sentidos diferentes. No obstante, a partir de lo explicitado en el apartado anterior, podríamos presentar el determinismo como la visión que propone que los rasgos fenotípicos de los organismos —sean estos características comportamentales o morfológicas— dependen necesariamente del ámbito genético. Esta es, a grandes rasgos, la posición que sostiene que, por ejemplo, el comportamiento de un grupo de personas se encuentra determinado genéticamente o bien que un individuo presenta determinadas características físicas debido a su herencia genética.

Ciertamente, esta primera aproximación del determinismo como conexión necesaria y unívoca entre el ámbito genético y el fenotípico logra incluir gran parte de los tipos de determinismo genético de la bibliografía especializada relativa a la biología. Sin embargo, resulta relevante reconocer que en el marco de la biología contemporánea podemos encontrar diferentes usos de la noción en cuestión. En efecto, tendremos que considerar con cierto cuidado tanto los aspectos epistemológicos como los ontológicos de la problemática, y a su vez distinguir entre las diferentes temporalidades que surgen en la determinación genética. A su vez, resulta fundamental observar que la noción de determinación genética varía según la subdisciplina biológica. De tal forma, intentando exponer los diferentes empleos de la noción de «determinismo genético» presentaremos en la siguiente sección tres acepciones diferentes que hemos podido reconocer dentro de la biología.

2. LA DIVERSIDAD DEL DETERMINISMO GENÉTICO EN LA BIOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

Pese a lo que se suele considerar en muchas de las aproximaciones filosóficas y científicas, actualmente el determinismo genético en la biología encuentra una gran diversidad entre áreas y líneas de investigación. Es muy interesante reconocer que, al menos para este caso, los diversos tipos de determinismo se generan a partir de la inclusión de diferentes tipos de temporalidades asociados a lo viviente, atravesando cada uno diferentes trayectorias históricas disciplinares, así como siendo objeto también de críticas de diferentes tipos.

El primer sentido del determinismo genético que analizaremos se reconoce en la postura de la biología funcional. Según este punto de vista, las características fenotípicas de un grupo de individuos o de una población se encuentran precisadas a nivel genético. Es muy interesante, pues la diferencia aquí de temporalidades entre lo que determina y lo determinado es nula o, en todo caso, irrelevante en términos epistémicos y simplemente asumida en términos ontológicos, por lo que hemos decidido entenderla como sincrónica, la cual presenta algunas diferencias con la acepción presentada en la sección anterior. En términos teóricos, esta visión se fundamenta en el análisis de datos siguiendo una metodología estadística, dado que en general las conclusiones son obtenidas a partir de estudios a nivel poblacional. Su uso es muy frecuente en aquellas subdisciplinas propias de la biología funcional que indagan en los niveles de organización de lo viviente entre el ámbito genético molecular al del organismo, tales como la biología celular y la fisiología, entre otras. A su vez, es importante destacar que el determinismo genético sincrónico es una de las posiciones más empleadas por quienes sostienen visiones deterministas en humanos, al proponer, por ejemplo, que ciertas poblaciones son «inferiores» naturalmente o presentan de manera nata rasgos positivos o negativos. Es, en efecto, la posición sostenida desde muchas de las posiciones racistas, la cual ha tenido gran presencia en la biología del siglo XX, como es el caso de las visiones eugenésicas (Adams 1990; Paul y Spencer 1995). Por otra parte, es necesario mencionar que este determinismo «elimina» la distinción entre el nivel individual y el poblacional bajo diversas estrategias. Una de ellas responde a la siguiente estrategia argumentativa: si cierto grupo de individuos o población presenta una característica x determinada genéticamente, entonces x es heredable, y por lo tanto, en el caso del aspecto ontológico existe un gen o grupo de genes que tienen la información para que cada individuo presente dicha característica (Keller 2010). Otra forma bajo la cual se presenta el determinismo genético sincrónico consiste simplemente en soslayar las variables ambientales en las que se encuentra un grupo de individuos para luego centrarse en el ámbito genético (Lewontin 1998).

Un segundo sentido del determinismo genético lo podemos hallar en la biología evolutiva. A grandes rasgos, se puede conceptualizar como el punto de vista que sostiene que, dada cierta frecuencia genética en una población en un tiempo determinado (t1), queda establecida la frecuencia de fenotipos posibles de la misma población en cierto tiempo evolutivo (t2). Dado que en este caso, t2 >> t1, llamaremos a este sentido del determinismo diacrónico (Palitto, Massarini y Folguera 2015). En términos teóricos, esta visión del determinismo se ha sostenido principalmente bajo las formulaciones matemáticas de la genética de poblaciones (Schlichting y Pigliucci 1998), uno de los pilares del marco evolutivo predominante durante gran parte del siglo XX, la síntesis moderna (Falk 2009). Cabe señalar que, dentro de la propia historia de las ciencias de la vida, aquellos que impulsaban el determinismo genético diacrónico pretendían no solo dar cuenta de las variaciones fenoménicas de los cambios evolutivos de las poblaciones de organismos, sino que también la propia ocurrida a través de los millones de años, esto es, de la denominada macroevolución. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX y, en particular a partir de la década de 1970, diferentes tipos de cuestionamientos (provenientes principalmente de la paleontología) señalaron numerosas dificultades de dicha posición, aspecto que desarrollaremos en la siguiente sección.

La tercera y última de las conceptualizaciones que analizaremos se centra en la determinación genética de un organismo al nacer (t1), sobre sus características fenotípicas como adulto (t2). Desde este punto de vista, aquellas características fenotípicas de un ser vivo, sea su apariencia o su comportamiento, es consecuencia inevitable de los genes que posee desde su nacimiento, por lo que nos referiremos a esta visión como el sentido ontogenético del determinismo genético. A nivel conceptual, el determinismo genético ontogenético se basa en la idea de que en los genes reside la información necesaria y suficiente para construir un organismo, asumiendo un vínculo directo entre la secuencia nucleotídica del ADN y los rasgos fenotípicos (ver Oyama 1985; De Jong 2000; Kitcher 2001; Noble 2006; Gilbert 2012). En términos históricos, la determinación genética de tipo ontogenética hace un ingreso «tardío» dentro de la biología contemporánea, a partir de no haber ocupado un lugar significativo dentro de la síntesis moderna. En este sentido, debemos rastrear su consideración y lugar preponderante a partir del origen y consolidación dentro de la denominada genética del desarrollo, que ocupa actualmente un lugar central dentro del campo de investigación denominado Evo-Devo (biología evolutiva del desarrollo). Ahora bien, presentados brevemente los tres tipos de determinismo genético que consideramos de mayor relevancia en la biología contemporánea, en la próxima sección mostraremos algunas de las objeciones más importantes que se han presentado en cada caso.

3. LOS DETERMINISMOS GENÉTICOS Y SUS CUESTIONAMIENTOS

En las últimas décadas, diversos autores asociados al pensamiento biológico se han dedicado a argumentar en contra de diferentes aspectos asociados al determinismo genético (Gould 1977a; Lewontin, Rose y Kamin 1984; Oyama 1985; Lewontin 1996; Keller 2000; Noble 2006; entre otros). Sin embargo, a partir de lo expuesto anteriormente, conviene preguntarnos si acaso los tres sentidos del determinismo han recibido los mismos tipos de cuestionamientos.

Una de las principales críticas realizadas al determinismo sincrónico refiere a que las propias teorías de la genética imposibilitaron un vínculo directo entre el genotipo y el fenotipo a escala poblacional, estrategia elegida por este tipo de determinismo, tal como presentamos en la sección anterior. Así, conforme avanzó la primera parte del siglo XX, se ha pasado de explicar la varianza fenotípica poblacional solo como la suma de la varianza genotípica poblacional aditiva y cierto componente ambiental, incluyendo otros componentes, tales como la varianza genotípica epistática y la dominante —dadas por las interacciones génicas— y la interacción genotipo-ambiente (Pallitto, Massarini y Folguera 2015). Sin embargo, a pesar de la introducción de dichos componentes, la estrategia determinista fue aceptada sin mayores dificultades hasta la década de 1960 inclusive.

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