Trasgo de las exudaciones
Lastimosa lascivia hace frágil el linaje
que arrastra indelebles máculas pues el patriarca
para estultar enarbolaba un lábaro falaz:
cebaba a su víctima con pervertidos néctares
fingíase efigie desvalida o apacible forma
volvíase tal vez hombre bestial o bestia mansa
que inducía a su propia, muelle y dócil descendencia
y en cópula infeliz decretaba el cruel destino
de una estirpe inaudita agobiada por delirios.
Esmirriados montajes de concreto,
impudicia de abyectos materiales,
mezcla pánica de gestos y lenguas,
carroñas con su pena, pesadumbre
acechando las sucias construcciones
donde surgen eléctricas bellezas.
Las calles de colores carcomidos,
el aire con sus númenes zumbones
la marca testaruda del insecto,
el vaho, la emanación de la comida,
el menstrual aroma de las hijas
hacinadas en muros tan estrechos.
Ciertos viejos dormitan en hamacas;
los guerreros reposan taciturnos
evocan el combate pernicioso,
liza cruel que precediera la ruina;
las bestias yacen en el arenal
alzan polvo con su resuello inquieto.
(Yo pude haber ganado la indulgencia;
redimir quizá mi depuesta estirpe
en tan poblados y dolientes lares;
pero mácula infame y rutinaria
ocupaba mi testa y condenábame
a la desmemoria, al guiño estéril).
La turba se disputa la comida
truhanes, mujeres ni siquiera hermosas
alimentan rencillas en sordina
¿Qué hicimos? La codicia de la edad
mal aconsejó nuestras carroñas jóvenes
hizo conocer la apetencia al probo
el cebo acercó a nuestras bocas ávidas
tuvimos esperanzas, desmesura
detentamos las doctrinas sutiles
que importaron los zafios del oriente
por aviesa mecánica hubo olvido
de lo fúlgido y noble que nos guiara
quedan la odiosa cicatriz, la saña
salaz con que se perpetró el ultraje.
Hijos de la fornicación indigna
engendros de estupro en lo insalubre
sin duda reconoces su figura
se deslizan por calles subrepticias
acaparan las sobras nutritivas
desperdigan patéticas sonrisas
pronuncian frases mansas pero infames
dícense consecuencia del declive
del siglo y sus frágiles criaturas,
recitan salmos para el perdón
ejercitan retóricas piadosas
para aliviar la seña del origen
mas no esperes repriman la blasfemia
si la lluvia mancha sus pobres ropas
o si la húmeda hez que anega arrabales
se impregna en sus zapatos desgastados
Torvas tardes aguardan de fatiga,
un atroz e inexplicable suplicio
nos asedia, un perjuicio sorprendente
acecha las espaldas, sobresalta
nuestras almas agrietadas, derrama
suciedad en los cabellos macilentos.
Asombro, vilipendio, éxtasis no.
Diríase que es producto de anatema
o frase impía vertida en arrebato
el viento hinchado sobre nuestros ojos
la lluvia de ceniza, la sequía
la ausencia de los dones y el acopio
de jornadas indolentes, de días
insepultos y caminatas sórdidas
por los infaustos barrios de la infancia:
(han marcado mi rostro los verdugos
yo he vencido en virtud de la renuncia
vestigios numerosos de mi sangre
amagan territorios enemigos).