Geografías imaginarias y el oasis del desarrollo

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Puro Chile
Zonas de sacrificio: ¿el precio del progreso
y el desarrollo en Chile?

Ninguna inversión se detendrá por consideraciones ambientales.

Eduardo Frei, 1996

Zonas de sacrificio, extraño nombre. Observar tal definición nos hace pensar que hay territorios que deberían «ir al frente» o inmolarse por algo. Son zonas que requerirían asumir ciertos costos de algo que debería beneficiar a algunos. Si se observa desde este punto de vista, aparece una imagen incluso de base comunitaria: algunos territorios se sacrifican para que otros no realicen sacrificios y obtengan beneficios. Así, entonces, pareciera escucharse las voces de una modernidad que habla con la seguridad que amerita la ocasión: «háganlo por Chile» o «vamos, hazlo por el progreso» o, finalmente, «lo harán por el desarrollo» o «¡vamos, es un compromiso con el futuro!».

¿Dónde están esas zonas de sacrificio en Chile? ¿A qué responden? ¿Por qué allí?

Antes de responder a estas preguntas, les contaremos una breve historia que tal vez nos ayude a visualizar las imágenes que surgen detrás de esos desarrollos y esos progresos y sus contrapartes o costos: las zonas de sacrificio.

Alguna vez se habló de vocaciones territoriales… ¿son tal vez las zonas de sacrificio, como antes, otra manera de mencionar lo que incluye las promesas del desarrollo? Pues bien, lo concreto es que hubo una época en que el mapa de Chile se dividió, por allá en la década de 1950, en vocaciones territoriales, una suerte de preexistencia instalada en cada uno de esos territorios. Así surgieron espacios con vocación minera, forestal, agrícola, etc. ¿Quién lo podía poner en duda si el mapa así lo graficaba? Esa fue una de las principales tareas de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) y quedó sellado en numerosos estudios que llevaron por nombre «Geografía Económica de Chile». Ricas en imágenes, cartografías y datos duros, los científicos y geógrafos se dieron a la tarea de definir en innumerables páginas esas vocaciones. Así, por ejemplo, la zona del Alto Biobío fue sellada como «zona de vocación forestal», y las innumerables araucarias que se desplegaban por esas enormes montañas comenzaron a ser «sacrificadas» en nombre del desarrollo. Entraron las máquinas, los aserraderos y esos milenarios árboles fueron alimentando el progreso de la nación. Aún están allí los aserraderos y los desechos de inmensos árboles que fueron explotados durante décadas.

¿No son también esos desechos las ruinas de una memoria que nos recuerda que durante tantos años nos alimentamos de imágenes que homologaban araucaria con progreso y vocación territorial? ¿Estaba en esas zonas el don, la disposición y la inspiración de un territorio que les decía a los humanos vamos, ven, acá está tu futuro?

Años después, ya en los 2000, para ir cerrando esta pequeña historia, esa inmensa zona luce en su entrada un letrero que dice «Reserva Nacional Alto Biobío» y nos ilustra que esas miles de hectáreas poseen una «vocación de conservación y de resguardo de esa naturaleza prístina y milenaria»… ¿Dónde quedó la imagen de un desarrollo forestal? ¿Quién se atrevería hoy a insinuar que allí hay una «vocación forestal»? Claro, solo un loco menos disciplinado, que sin duda sería colgado en la plaza pública por su falta de juicio, de razón. Y, sin embargo, en nombre de esa misma razón se extrajeron miles y miles de araucarias de esas montañas porque el progreso así lo requería.

Volvamos a las zonas de sacrificio, esos nuevos territorios que tienen la marca de un tiempo futuro: «sacrificarse hoy para obtener los beneficios del desarrollo». ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? La modernización así lo requiere.

En 1997 (¿se acuerdan lo modernos que éramos?, los ingleses o jaguares de Latinoamérica nos llamaban) el entonces presidente Frei, en uno de sus mensajes presidenciales, expresó:

Zonas de sacrificio:

Es un concepto surgido en Estados Unidos y que originalmente tenía que ver áreas donde se apilaban desechos o se realizaban ensayos nucleares. En Chile son zonas donde se han instalado industrias altamente contaminantes y que, sin embargo, han sido representadas como necesarias para el progreso del país. Las zonas de

sacrificios son lugares con una población de bajos ingresos y donde la degradación del medio ambiente es particularmente elevada. Esta combinación se explica porque las zonas de sacrificio reflejan una máxima que es común a otras prácticas del llamado “desarrollo económico”: los beneficios, económicos en este caso, los reciben unos pocos, y los costos deben asumirlos grandes grupos de población.

Hoy estamos invirtiendo en la modernización de Ventanas y Paipote, con especial énfasis en proyectos que permitan reducir el impacto ambiental de estas operaciones. Pero sabemos que este esfuerzo no será suficiente. Tenemos que estudiar la forma de incorporar capitales de terceros a estas instalaciones como única forma de garantizar su competitividad a mediano y largo plazo».

La frase es rica en imágenes, porque precisamente articula las imágenes del sacrificio y el esfuerzo con las de la modernización (llamada por él «competitividad»). Y aunque mencionaba lo de la reducción del impacto ambiental, en tal juego de imágenes la balanza se inclinaba una vez más hacia el futuro. Pero presenta otra variante muy interesante: la responsabilidad de la contaminación sería del Estado, por su ineficacia o falta de capital, y de allí que la solución sea la incorporación de capital privado.

Pero ¿quiénes se sacrifican? ¿Por qué ellos, ellas? ¿Es un territorio deslocalizado, vacío en cierto modo?

Quizás una explicación de fondo proviene de ese tiempo de futuro cuando éramos «los ingleses de Latinoamérica», por allá en la segunda mitad de la década de 1990. Buena época para invisibilizar los sacrificios del progreso y la ganancia de todos. ¿Se acuerdan? Llegaban a Chile todas las tiendas de Europa y EE.UU., las latas de Coca-Cola, la ciudad se llenaba de imágenes que nos hablaban de un futuro que ya estaba en Chile, luminarias gigantes, dinámicas y sólidas… edificios más grandes que lo normal, una ciudad que crecía inundando de progreso los atrasados campos o zonas rurales… ¡nunca fuimos tan modernos! Los capitales de todo el mundo nos miraban y llegaban a este país-ejemplo, a este país-futuro. Mirar a nuestros vecinos nos llenaba de orgullo, todos tan «atrasados» en esta promesa de progreso continuo.

¿Pensamos o somos pensados por las imágenes?

En fin, lo concreto es que un año antes de ese llamado de Frei a esforzarse por la modernidad, era el propio presidente quién sellaba la doctrina a partir de la cual se desenvolverían los procesos de producción de la maquinaria del futuro. De hecho, fue conocida como «La Doctrina Frei»: «Ninguna inversión se detendrá por consideraciones ambientales» (Instructivo presidencial Nº 1161 del 28 de agosto de 1996).

Preguntamos una vez más: ¿quiénes se sacrifican? ¿Por qué ellos, ellas? Bien, responderemos a estas preguntas en las siguientes páginas y creemos que será posible visualizar cómo ciertas imágenes predominan, como las luminarias de la modernidad, y otras son desechadas, son casi asuntos molestos o, por último, son imágenes que responden a necesarios e indispensables sacrificios, porque, en definitiva, una vez que arribe la modernidad tal esfuerzo habrá terminado. Así, la modernidad es lo visible y ese sacrificio una necesidad idealmente invisible.

El concepto de zona de sacrificio no es una originalidad chilena, por supuesto que no. El ejército de los Estados Unidos utilizó por primera vez el término «zonas de sacrificio nacional» durante la Guerra Fría para describir áreas altamente contaminadas con mercurio, uranio y otros materiales tóxicos utilizados para fabricar armas nucleares (Lerner 2010). Había allí un alto contenido de sacrificio, principalmente en comunidades de bajos ingresos y minorías étnicas, y esos sacrificios invocaban a la seguridad nacional. En la actualidad, como veremos, se hacen en nombre de corporaciones privadas.

En Chile, en marzo del año 2011 los medios de prensa informaban de la intoxicación de treinta y un niños en la escuela La Greda, en la comuna de Puchuncaví. Ese mismo año, unos meses más tarde, la misma escuela fue clausurada al detectarse presencia de arsénico y plomo en la sangre de los niños. El tema de la instalación de numerosas industrias de alto impacto ambiental en determinadas zonas del país fue asociado a esa primigenia imagen de áreas de sacrificio, un nombre que, como hemos visto, hacía justicia a la necesidad de contar con territorios que expiaran las culpas de un bien superior: antes la seguridad nacional, luego el desarrollo nacional. Así, algunas comunidades pasaron a constituirse como zonas de sacrificio, una suerte de nueva «vocación territorial». Por cierto, una vocación bien particular. Y veremos el por qué de su peculiar «nueva profesión».

Ya no son las araucarias las que deben sacrificarse, ahora hay comunidades que deben sumarse a los caminos del desarrollo.

Lo concreto es que en estas comunidades con los años se instalaron numerosas empresas, una alta concentración de industrias que tenían una particularidad: contaminaban. En el año 2018 han sido reconocidas por el Congreso cinco zonas de sacrificio que comprenden seis comunas; estas son Mejillones, Tocopilla, Huasco, Quintero-Puchuncaví y Coronel. Y no estamos considerando otras como Tiltil o Calama, por ejemplo. ¿Qué hay allí para obtener tal «reconocimiento»?

 

En términos gruesos, en el norte, en Tocopilla (comuna de Antofagasta), la generación eléctrica (que suministra aproximadamente el 50% del consumo regional) y la actividad portuaria concentran sus operaciones económicas. Ambas actividades están directamente vinculadas a la industria minera. A su vez, en Mejillones, también ubicada en la Región de Antofagasta, se ha acentuado la actividad portuaria en torno a la ciudad, como el desarrollo de cierto tipo de industrias que necesitan de esta conectividad. La industrialización tuvo un auge a partir de la década de los noventa, como una alternativa a la crisis pesquera. Se instalaron allí termoeléctricas, fábrica de explosivos Enaex, Interacid, además de Cementos Polpaico, ácido sulfúrico, minería, concentrado de plomo, industria portuaria y transporte ferroviario, que constituyen el eje del desarrollo industrial de esta comuna. Por último, también en el norte, la comuna de Huasco, ubicada en la Región de Atacama, centra su economía en torno al puerto, especialmente como exportador de pequeña y mediana minería de hierro de la región. Huasco tiene instalaciones termoeléctricas, una planta de pellets de la Compañía Minera del Pacífico (CMP) y una intensa actividad portuaria que ha generado un foco de contaminación proveniente de estas actividades, con mucha evidencia en el aire, playas y casco urbano.


Tocopilla. Fotografía de Estell S.A:

En la zona central, la bahía de Quintero reúne a la comuna homónima y a la de Puchuncaví, ambas en la Región de Valparaíso y las dos agrupadas en el denominado «Parque Industrial Ventanas».

¿No es paradójica la imagen de Parque del complejo industrial?

Entre otras, el «parque» está conformado por industrias de generación termoeléctrica, de fundición y refinería de cobre, de refinería de petróleo o de almacenamiento de combustible y terminal marítimo.

Por último, en el sur está la comuna de Coronel. Tradicionalmente conocida por su industria extractivista de carbón, desde 1990, fecha en que las minas de carbón se cerraron casi en su totalidad, se inicia un proceso de incentivo para la instalación de nuevas industrias, tales como las pesqueras, la creación del puerto de Coronel, centrales termoeléctricas y habilitación de los Parques Industriales en el sector norte de la comuna (Cordón Industrial Escuadrón), que posibilitaron la concentración de industrias en prácticamente todo el frente de Playa Escuadrón y en la bahía de Coronel, especialmente pesqueras, fábricas de harina de pescado, aserraderos, industrias químicas, metalmecánicas y otras actividades productivas diversas.

Para dimensionar el asunto, diremos que de las 28 termoeléctricas a carbón que operan en el país, 27 se concentran en estas seis comunas: Tocopilla, que alberga 7 centrales: 5 de ENGIE y 2 de AES Gener; Mejillones, con 8 termoeléctricas: 4 de ENGIE y 4 de AES Gener; Huasco, con 5 centrales, todas de AES Gener; Quintero-Puchuncaví alberga 4 y también todas son de AES Gener; y Coronel, en que hay 3: 2 de ENEL y una de Colbún.

Todos estos «parques» no surgieron de un día para otro: responden a un proceso, a un camino por recorrer, tal como lo refrendó el ex presidente Ricardo Lagos el 21 de mayo de 2003: «Para que nuestro país avance a tranco firme hacia el desarrollo, necesitamos alentar más inversiones nacionales y extranjeras; reforzar más las diversas formas de asociación entre Estado y el sector privado…». De este modo, era esperable que el «tranco» fuese más sostenido, más sólido, como las imágenes que acompañan tales discursos del desarrollo.

Lo concreto es que «los sacrificios» en estos «parques» se tradujeron –y se siguen traduciendo– en altos niveles de contaminación. Una contaminación necesaria para activar el consumo y, por ende, el crecimiento. Entonces la contradictoria ecuación, siguiendo a Isabelle Stengers (2015), pareció ser esta: «…sigan consumiendo, el crecimiento económico depende de ello… pero tengan cuidado con su huella de carbono!».

Así, de acuerdo a un informe elaborado por Chile Sustentable (2018), las 28 termoeléctricas a carbón que operan actualmente en el país (recuerde: 27 en las zonas de sacrificio) son responsables a nivel país del 91% de las emisiones totales de dióxido de carbono (CO2), el 88% de la totalidad de material particulado (MP), del 97% de las emisiones totales de SO2 y del 91% de las emisiones totales de óxidos de nitrógeno (NOx).

¡Uff! ¡qué datos más complejos! El desarrollo no se merece tal confuso panorama, y eso es así porque el futuro es, siempre lo ha sido, redentor, liberador. De hecho, contiene la promesa del paraíso. Menos visibles son las sucesivas crisis que se han vivido durante los últimos meses y años en estas zonas de sacrificio, donde sus habitantes han sufrido intoxicaciones –síntomas como vómitos, mareos, dolores de cabeza, impactos neurológicos y más– debido a la contaminación ambiental que genera la gran industrialización de la zona.

En efecto, y podríamos respirar tranquilos, porque como buena imagen, la de la descontaminación también se instala en ese futuro. De hecho, tal como el desarrollo de Ricardo Lagos del bicentenario (2010) y el propio desarrollo de Sebastián Piñera de 2018, este año 2019 se anunció el plan «Energía cero Carbón», a partir del cual se deberían cerrar al menos ocho centrales termoeléctricas de carbón en los próximos cinco años y la descarbonización total en el país para el 2040. Desde este punto de vista, el sacrificio entonces ¡habrá valido la pena!


Y, nos preguntamos, ¿no estamos nuevamente ante imágenes que permiten sostener un cuerpo editorial, una política de figuras que den sentido al cuerpo social? Como hemos ya expresado, la sospecha, al menos, es válida. Judith Butler (2006) lo ha expuesto así:


«Las chimeneas del desarrollo». Mejillones. Fotografía de Estelí S. A.

Para que la representación comunique lo humano, no solo precisa que la representación fracase sino también que muestre su fracaso. Hay algo de irrepresentable que sin embargo intentamos representar, y esa paradoja debe ser preservada a través de la representación que ofrecemos.

Ahora bien, dejemos la sospecha a un lado por un momento, no vaya ser cosa que se nos acuse de incrédulos y escépticos. ¡Fe, señores, fe!

Los niveles de contaminación a que hicimos mención nos ilustran un aspecto bien profundo. En efecto, surge un primer asunto de fondo que creemos vale la pena subrayar. Como vimos en el capítulo introductorio, el 1% de la población, es decir, unos 170 mil ciudadanos, posee casi el 30% de la riqueza del país. A su vez, si consideramos todas las zonas de sacrificio y solo considerando la contaminación por generación termoeléctrica, nos da que tal contaminación es soportada por otro poco más de un 1% de la población del país (1,24%), ratificándose una de las características más llamativas de las zonas de sacrificio, esto es, una situación de injusticia ambiental evidente, por cuanto los beneficios que genera una industria se reparten difusamente entre la sociedad toda, aunque con claros niveles de concentración y desigualdad, mientras que los costos ambientales son soportados por pequeños grupos de personas en situación de vulneración social y económica.

En efecto, de acuerdo con Casen 2017, de la caracterización social de las 6 comunas «sacrificadas» se observa que todas ellas presentan niveles de pobreza altos, destacándose en esta línea las comunas de Coronel, Tocopilla y Huasco.

Hay allí otra imagen interesante: la de pobreza. Ya no es como antaño, ahora es una pobreza que tiene acceso a un crédito, a un smartphone (¡tiene que ser smart!), por cierto, a un plasma y algunos lujos del desarrollo, como comer comida nativa norteamericana una vez al mes en Mac Donalds o Kentucky Fried Chicken. Hay en esta pobreza otro sacrificio: trabajar todo el mes para pagar las tarjetas crediticias y así seguir hacia el futuro.

Junto a la pobreza instalada en esas comunas, hay otro aspecto que también llama la atención. De las 28 centrales termoléctricas, 15 son propiedad de AES-Gener (de capitales norteamericanos), 8 de Engie (francesa), 3 de Enel (italiana), una de Colbún, y una de la Compañía de Generación Industrial, estas dos últimas de propiedad nacional. Es decir, casi el 100% representa a capitales que se movilizan por el mundo en lo que se llama globalización. ¿Tendrá noción el accionista o el gerente de una de estas multinacionales instalada en París, por ejemplo, de la existencia de Huasco o Coronel? Surgen así otras imágenes muy interesantes. Por un lado, contra todo pronóstico, esos capitales globales, tal como lo expresó el ex presidente Ricardo Lagos, requieren una alianza estratégica con los Estados Nacionales, no funcionan sin ellos e invierten en países donde predomina la razón, el orden, las instituciones; en otras palabras, países que «vayan encaminados por la senda del desarrollo». Así, los Estados (privatizados) son claves y fundamentales para el capital global.

Aunque le parezca que poco se relaciona, Los Andes también juega un rol en todo esto. En efecto, esta cordillera funciona, como ya expresamos, más allá de su condición física, como sistema de conocimiento, y se acopla a la imagen de un país global cuando es necesario («bajando», como decía Peñita del Jappening con Ja) y lo hace a la inversa («subiendo») cuando se necesita reforzar el sentido nacional. En un caso, nos pondremos progresistas: «estamos conectados con el mundo», mas en el otro, tradicionalistas: «las fronteras no se transan y Bolivia debe tenerlo muy claro».

Pues bien, entonces, en la práctica, dado que esos Parques Industriales son casi todos extranjeros, parece necesario preguntarse ¿dónde va a parar el desarrollo? y ¿quiénes son los que contaminan?

Tenemos entonces en estos parques a AES Gener, que es la segunda empresa generadora más importante de Chile en términos de capacidad instalada, con 5.795 MW en operación a diciembre de 2016, incluyendo coligadas y filiales en el extranjero. Su principal accionista es AES Corporation (NYSE: AES), multinacional de EE.UU. que se dedica a la generación y distribución de energía eléctrica, una de las empresas mundiales líderes en energía, desarrollando generación y distribución de energía eléctrica en 15 países y empleando a 9.000 personas en todo el mundo. En 2010, los ingresos totales de AES fueron de 10,7 billones de dólares y sus utilidades netas de USD 1.203 millones.

A su vez, es la francesa ENGIE Energía Chile S.A. el cuarto generador de energía a nivel nacional, con más de 2.000 MW de capacidad instalada y más de 9.700 GWh en ventas de energía, además de ser el tercer operador en términos de transmisión. Sumado a eso, opera dos puertos en la zona norte del país y cuenta con una capacidad de 8 millones de m3 de transporte diario potencial de gas. ENGIE, antigua GDF Suez, es el accionista controlador de la filial chilena con el 52,76% del capital, y es una empresa francesa de energía que realiza actividades en los ámbitos de generación y distribución de electricidad, gas natural y energías renovables. Es la segunda empresa más grande de servicios públicos con más de 74 mil millones de euros en ingresos anuales. También posee una participación del 35 % en Suez Environnement y opera en 70 países.

Por su parte, ENEL, ENEL Chile S.A., es la empresa generadora número uno en Chile, con una capacidad instalada de 7.547 MW. Su negocio principal es explotar, desarrollar, operar, generar, distribuir, transformar y/o vender energía en cualquiera de sus formas o naturaleza, directamente o por intermedio de otras empresas, y sus ventas totales en Chile ascienden a USD 3.521 millones. ENEL Chile es controlada por ENEL S.p.A., empresa italiana dedicada a la producción, distribución y venta de energía eléctrica y gas. Opera en más de 30 países, cuenta con más de 96 GW de capacidad instalada neta y distribuye electricidad y gas a través de una red de cerca de 1,9 millones de kilómetros. ENEL, con 61 millones de consumidores finales, tiene la cartera de clientes más grande entre sus homólogos europeos.

 

Seguimos. Colbún S.A. es una empresa de origen chileno dedicada a la generación de energía eléctrica. Cuenta con 26 centrales de generación en Chile y Perú, a través de las cuales posee una capacidad instalada total de 3.893 MW distribuidos en distintos tipos de tecnologías de generación. La empresa cuenta además con 941 kilómetros de líneas de transmisión y en ella trabajan en total cerca de 1.000 personas y sus ventas anuales el año 2018 fueron de USD 1.571 millones.

Finalmente, otra empresa presente en estas zonas de sacrificio es CAP S.A., empresa controlada por Invercap dedicada a la extracción de hierro (CAP Minería), producción siderúrgica (Cap Acero) y procesamiento de acero (Novacero), cuya sede se encuentra en Santiago de Chile. En 2018 sus ventas alcanzaron a USD 1.917 millones. En su propiedad participa con un 19% M.C. Inversiones Ltda., de propiedad de la transnacional Mitsubishi.

Pues bien, solo este reducido conjunto de empresas que operan en las zonas de sacrificio, donde se han excluido empresas como ENAP, CODELCO Ventanas, COPEC, OXIQUIM, Cementos Polpaico, entre otras, tuvieron utilidades por sobre los USD 1.400 millones de dólares y ventas sobre los USD 10.000 millones de dólares, como se observa en el cuadro N° 1.

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