Fabricato 100 años - La tela de los hilos perfectos

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Como se indica en este capítulo, el desarrollo económico de Colombia y Antioquia durante gran parte del siglo XX ha estado marcado por la empresa fabril que, en un contexto de precario desarrollo de los servicios sociales brindados por el Estado, asumió muchas de sus funciones con la construcción de barrios obreros y toda una infraestructura de servicios sociales, característicos de las sociedades modernas. Con ellas se han hecho evidentes procesos de urbanización y modernización de un municipio tan emblemático de la industria del valle de Aburrá como Bello. De allí que la historia de Fabricato esté comprometida con la de la localidad en la que inició operaciones, y por ello en el capítulo se ofrece un esbozo acerca de la contribución de Fabricato al desarrollo económico, social y urbanístico de dicho municipio. Este componente del libro, en particular, ofrece invaluables evidencias de las políticas sociales de la empresa, que han sido modelo en el contexto empresarial colombiano.

El quinto capítulo comprende las principales innovaciones y desarrollos tecnológicos de Fabricato. La innovación, una de las palabras más usadas en el mundo contemporáneo, no ha sido nueva para la empresa y es el eje que estructura los tres apartados que componen el capítulo: infraestructura, tecnología y energía eléctrica, cada uno de los cuales comporta los hitos más importantes a lo largo de sus 100 años.

La infraestructura de Fabricato, desde sus inicios, estuvo un paso más allá con respecto a otras fábricas de la época, puesto que, aunque compartían prácticas comunes al momento de levantar las plantas (cercanía a fuentes de agua y a vías de comunicación, como el ferrocarril), incorporó elementos de ingeniería industrial y de arquitectura moderna. Con el crecimiento de la empresa y la implementación de políticas de diversificación productiva, se abrieron otras plantas destinadas a confeccionar los nuevos productos ofertados, cada una de las cuales incorporaba los elementos más novedosos de su tiempo en la constante búsqueda de la eficiencia y la calidad. En los períodos de altibajos, que derivaron en cambios necesarios para la permanencia de la compañía, Fabricato se reinventó y centralizó su planta de producción, con lo que dejó ver las adaptaciones a los giros de cada época sin abandonar la innovación y su proyección en el futuro. No se puede obviar el Edificio Fabricato en el centro de Medellín, que dio origen a la expresión paisa ‘juniniar’ (por la carrera Junín), símbolo de actividad comercial y de recreo en torno a la famosa exhibición de modas del primer piso.

La producción de textiles de buena calidad exige procesos de elaboración altamente tecnificados y esta ha sido una práctica que caracteriza a Fabricato desde sus inicios, asunto central del segundo apartado. La adquisición de maquinaria de última tecnología para la confección de las telas, así como la incorporación de elementos electrónicos, como la computación, para automatizar y optimizar procesos de la compañía, la han puesto a la vanguardia en cuanto a producción con alta eficiencia, uno de sus distintivos a lo largo de su historia. En el capítulo se destaca la estrecha relación de Fabricato con la energía eléctrica, pues sus fundadores fueron conscientes de la importancia de obtenerla por medios propios y por ello ubicaron la planta cerca de abundantes recursos hídricos. A medida que la compañía fue creciendo, la necesidad se fue incrementando y por tal razón desde la década de 1950 se contó con represa propia, La García, para generar energía. A este hito en particular, el insumo eléctrico, se dedica especial atención, puesto que marcó un precedente para Fabricato en cuanto a la forma como ha buscado soluciones para sus necesidades energéticas, de ahí que durante sus 100 años Fabricato, en cierto modo, ha sido una ‘empresa de servicios públicos’ (ESP) y esto se ha constituido en elemento que la ha destacado en relación con sus homólogas.

El sexto capítulo hace de la publicidad el tema central para comprender la historia de Fabricato, asunto que expresa el trasegar de su marca, sus productos y la forma como han sido valorados por sus clientes en toda Colombia. Es indudable la asociación que hacen muchos colombianos entre Fabricato y la alta calidad y excelencia de sus telas y confecciones. La marca Fabricato y su prestigioso nombre manifiesta la manera como se ha incentivado el consumo de sus productos, pero también un sinfín de representaciones sobre la empresa y sus telas. La indagación adelantada en esta obra ha permitido establecer que el manejo, el diseño y la comunicación de la marca Fabricato por diversos medios de comunicación ha trascendido los intereses inmediatos del negocio, pues ha tenido un importante papel en la construcción de la sociedad colombiana al incidir en escenarios políticos, económicos, sociales y culturales.

El sexto capítulo también comprende las contribuciones de Fabricato durante sus 100 años de existencia al campo de la cultura, que son recordadas por muchos colombianos, pues desde temprano incursionó en actividades que han moldeado sus emociones y valores, constitutivos de su imagen corporativa. El desarrollo de esta empresa en el ámbito de la cultura es posible estudiarlo en tres períodos: el primero, desde 1923 hasta 1939, etapa de importante labor filantrópica y de las primeras expresiones culturales de la organización; el segundo, entre las décadas de 1940 a 1970, lapso durante el que se presentó una verdadera revolución en la moda y en el establecimiento de formas de acciones sociales y de filantropía moderna y, por último, desde 1980 hasta la actualidad, con los nuevos conceptos de empresa socialmente responsable.

A lo largo de su historia, Fabricato ha gestionado y patrocinado diversas iniciativas, representativas de la cultura nacional, entre ellas las revistas Gloria, Modanova y Fabricato al Día; la radiodifusión de la música, el radioteatro, la cultura y el deporte a través de las emisoras radiales La Voz de Antioquia y La Voz de Medellín, que más tarde se convirtió en una de las radiodifusoras integradas en Radio Cadena Nacional, RCN; el apoyo a la creación musical con el Concurso Música de Colombia; el patrocinio a tradicionales expresiones colombianas, tales como el Conjunto Folclórico de la Corporación Fabricato para el Desarrollo Social, la publicación Trece danzas tradicionales de Colombia, y el auspicio de los Festivales de Música de Medellín.

En el capítulo final de este libro, que se centra en la administración de su actual presidente (2013-2020), se narra la historia de resiliencia reciente vivida por la compañía y comprende un amplio abanico de transformaciones: gestión de crisis, vinculación a nuevos mercados y tendencias mundiales del sector textilero, consolidación de procesos internos en la sede histórica de Bello, nuevos relacionamientos frente a proveedores y clientes, responsabilidad social empresarial y desarrollo sostenible. Todas ellas han implicado un renovado aprecio por las telas y la ampliación de su objeto social. Se trata de un complejo proceso de reinvención de la compañía a fin de poder responder a las nuevas demandas sociales y del mercado, las transformaciones tecnológicas y el compromiso con el medio ambiente, lo que se ha expresado en un renovado catálogo de productos con un novedoso valor agregado para sus clientes. Paradójicamente, la reciente reinvención de la compañía se nutrió de la crisis de comienzos de la década de 2010, originada por la manipulación que hiciera la comisionista de valores Interbolsa de las acciones de la empresa.


Vitral sobre el proceso de elaboración de la tela. Encargado por la Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato a J. de Laveleye, Bruselas, ca. 1951

Fotógrafa: Catalina Londoño Carder Gerencia Fabricato, Bello (Antioquia)

Al llevar a cabo esta investigación encontramos que, como parte de la industria textil, Fabricato representa un gran legado empresarial cuya historia se confunde con el desarrollo social y económico del valle de Aburrá y de Colombia. Son muchos los temas relacionados con la historia de la empresa, susceptibles de indagar con mayor profundidad, y que a lo largo de este libro quedan esbozados. Sin embargo, la obra que se entrega al público ofrece una visión integral acerca de los mayores logros de Fabricato, no solo en el negocio de las telas, sino también de su participación activa en los procesos de construcción de nuestro país, pues mientras Fabricato teje sus telas, contribuye a tejer un país más moderno, mediante su industria.

Grupo de Historia Empresarial (GHE), Universidad EAFIT Medellín, septiembre de 2019


Tela: Aquarius BPT Print, línea: Knit, composición: 98% algodón, 2% elastómero. Fabricato S. A., Bello (Antioquia), 2019


1.
Constitución y primeros años de la Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato, Fabricato

Ana María Mesa Bedoya y Juan Carlos Jurado Jurado *

Introducción

El 26 de febrero de 1920 tuvo lugar en la Notaría Tercera de la ciudad de Medellín la fundación de la empresa textil Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato, Fabricato, cuya planta de producción fue construida en el municipio de Bello, en el norte del valle de Aburrá. La establecieron los comerciantes y empresarios Carlos Mejía Restrepo, Antonio Navarro Misas y Alberto Echavarría Echavarría, representantes de las casas comerciales L. Mejía S. & Cía., Miguel Navarro & Cía. y R. Echavarría & Cía., en su orden. Su ímpetu innovador y su capacidad visionaria para los negocios les permitió consignar en la escritura de constitución de la compañía: “El término de duración de esta sociedad será el de 100 años, contados de esta fecha en adelante”.1 Entonces no imaginaron los retos, dificultades y logros que alcanzaría su empeño un siglo después, y que han forjado el carácter perseverante que hoy da vida a una de las empresas más emblemáticas de Antioquia y Colombia. En este capítulo se expone la constitución de Fabricato en 1920 y su inauguración en 1923. Luego, la etapa comprendida entre los años 1923 y 1931, que marcó los inicios de la empresa, se tratan aspectos como los trabajadores, las telas y la organización de las ventas. Por último, el período que va de 1931 a 1939, que da cuenta de la ampliación y la consolidación de la compañía.

 

De comerciantes de telas a industriales textileros

La fundación de Fabricato, como la de otras empresas de Antioquia, fue resultado de fuerzas históricas que dieron sustento a la voluntad de sus creadores, entre ellas la disposición de capitales y su experiencia en diversos negocios nacionales y en el exterior, desde el siglo XIX. La casa comercial L. Mejía S. & Cía. fue creada en 1895 con el objeto de comerciar mercancías extranjeras y nacionales, metales preciosos y letras de cambio. Negociaba con documentos de crédito público o privado y hacía especulaciones en minas, salinas y empresas agrícolas.2 En su almacén de la plaza de Berrío vendía “mercancía seca”, que incluía telas, ropa para damas y caballeros, y bisutería.

De igual forma, desde 1895, los Navarro exportaban frutos del país e invertían en haciendas.3 Por lo general, estas sociedades de negocios se establecieron entre allegados y familiares de la burguesía antioqueña para garantizar el control de las inversiones por medio de matrimonios y alianzas entre sus integrantes. Por ello, Antonio Navarro fue quien primero apoyó a su amigo y concuñado, Carlos Mejía, quien tuvo la idea de crear la empresa desde 1919.4 Los Navarro también tuvieron almacén en la plaza de Berrío y hacia 1923 todavía importaban “telas de lana y algodón con especialidad en géneros blancos, zarazas inglesas y americanas”.5

Desde el siglo XIX, el ámbito familiar fue la base para crear las redes de poder local y regional, las identidades partidistas y las sociedades de negocios. Muestra de ello es el linaje de Alberto Echavarría Echavarría, cuyo padre y abuelo le heredaron su interés en el mundo empresarial. El abuelo, Rudesindo Echavarría Muñoz, había fundado una casa comercial en 1872, cuya actividad principal era la venta al por mayor de “mercancía seca” y telas importadas. Alberto fue hijo de María Josefa Echavarría y Rudesindo Echavarría Isaza, un reconocido importador de mercancía, exportador de café y fundador del Banco del Comercio. A la muerte de este, en 1897, su esposa y sus hijos recibieron apoyo y educación de Alejandro Echavarría Isaza, fundador de Coltejer (1907), y como las empresas también sirvieron para la cohesión y la solidaridad entre las familias de la élite regional, aquel mismo año los jóvenes Echavarría Echavarría conformaron con su tío Alejandro una sociedad de la que se independizaron hacia 1904. Entonces, Ramón, Pablo, Alberto, Jaime, Enrique y Jorge constituyeron la casa R. Echavarría & Cía., sucesora, con otras, de la de su padre. Sin embargo, los negocios con su tío continuaron, pues participaron de la fundación y la propiedad de Coltejer.6 Algunos de ellos incursionaron por cuenta propia y con los Mejía en la trilla y la exportación de café.

Para evitar confusiones debe distinguirse a los integrantes de la familia de Rudesindo Echavarría Isaza, apodados los Echavarría “gordos” (fundadores de Fabricato), de los de su hermano, Alejandro Echavarría Isaza, conocidos como los Echavarría “flacos” (creadores de Coltejer).7 Este clan familiar dejó una importante huella en la vida económica nacional con las empresas que crearon o en las que participaron. Entre ellas: Compañía Colombiana de Navegación Aérea (1919), Refrigeradora Central (1928), Fatesa (1932), Calcetería Pirámide (1935), Calcetería Alfa (1936, más tarde parte de Pepalfa), Zigzag (1938) e Hilos Intertex (1940).8

Como los Echavarría, los Mejía también dejaron una impronta trascendental en la historia de Fabricato. Esta familia venía acumulando capital y experiencia empresarial desde el siglo XIX. Los hermanos Luis María y Lázaro Mejía Santamaría tuvieron negocios en los campos del comercio y la banca. Así, antes de fundar en 1895 L. Mejía S. y Cía., habían participado en la casa comercial Lalinde & Mejía S., cuyo socio principal, don Pablo Lalinde, era considerado uno de los hombres más ricos de Antioquia. Además de importar mercancías, tuvieron acciones en los bancos Popular, de Medellín, de Yarumal, de los Mineros y Agrícola. En el año 1900, Carlos y Luis Bernardo Mejía Restrepo, hijos de Lázaro Mejía S., entraron en la sociedad familiar como socios administradores. Carlos fue quien más se destacó entre su parentela durante el período de constitución de Fabricato. Además de haber tenido la idea de crear la empresa textil, fue su primer gerente, consejero principal de la junta directiva entre 1921 y 1939, y asesor de ella hasta el 23 de enero de 1943, fecha en la que murió. Para la junta directiva, el buen criterio, la inteligencia, la consagración y la cultura comercial de Carlos Mejía fueron fundamentales para impulsar y consolidar la empresa.9


Panorámica de Medellín, 1921, Fotografía Rodríguez, BPP-F-008-0808, Archivo Fotográfico, Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina

Las casas comerciales, con su sello de empresas familiares, jugaron un papel de suma importancia en el desarrollo económico de Antioquia desde el siglo XIX y fueron la base para su industrialización en el siglo XX. Así fue, no solo en el ramo textil, columna vertebral del proceso, sino en los de alimentos, tabaco, calzado, vidrio, loza, muebles y bienes de consumo masivo. Mejía, Navarro y Echavarría, Restrepo, Londoño, Escobar, Ángel, Ospina, Vélez, Mora y Posada son los apellidos más icónicos que integraron la burguesía industrial antioqueña. Ellos, con el apoyo del Estado y la participación de la clase obrera, condujeron el país hacia el desarrollo industrial, para lo cual adoptaron y adaptaron a la realidad nacional las conquistas tecnológicas de la Revolución Industrial (inglesa) acaecida desde finales del siglo XVIII.


[detalle] Acción de 10 pesos No. 0120 de la Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato. Suiza, A Trüb & Cie. Aarau, 1930. Archivo Fabricato

Como se ha sugerido, minería, ganadería, banca, especulaciones inmobiliarias y, sobre todo, el comercio fueron las actividades económicas que facultaron a capitalistas y empresarios como industriales; su origen comercial no fue una excepción de los antioqueños, sino una constante de los industrialistas latinoamericanos.10 En particular, estuvieron comprometidos en el comercio de importación y controlaron la trilla y la exportación de café, una actividad sumamente próspera, soportada en el crecimiento de los cultivos del occidente colombiano y de los precios internacionales del grano entre 1911 y 1932.11

Pero la fundación de Fabricato no solo se explica por la disponibilidad de capitales, sino también por las expectativas que tenían sus fundadores de ganarlos, mediante la conquista de la demanda de bienes manufacturados que existía en la ciudad de Medellín y a lo largo del país hacia las décadas de 1920 y 1930. Este mercado lo constituía la creciente clase media y obrera que la urbanización y la industrialización hizo emerger en Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali. Además de estas capitales principales, se considera que unas doce capitales intermedias y los poblados cercanos a los cinco mil habitantes, como Bello, también estuvieron sometidos a una acelerada expansión urbana. En estas localidades, el trabajo fabril, la trilla de café, las obras públicas y las crisis económicas de principios del siglo proletarizaron una cuantía de población rural y la desligaron de las faenas agrícolas.12

Para comprender el contexto histórico en que nació Fabricato también es necesario agregar que, hacia los años de 1920, Colombia, en comparación con países como Argentina, México y Brasil, inició en forma tardía transformaciones modernizantes, como la construcción de una economía nacional integrada, fundada en redes ferroviarias que articulaban las regiones con el río Magdalena, la salida al mar Atlántico, la dinamización de la navegación de vapor por esta misma vía fluvial y la construcción de diversas instalaciones portuarias. De igual forma, se vivió un auge de inversiones estatales en la construcción de carreteras y obras públicas que unían regiones y poblados, comunicados de manera precaria desde la época colonial, en un país fragmentado por su quebrada geografía.

Medellín se encontraba en un complejo proceso de transición, pues era evidente que pasaba de ser una villa grande con aire colonial a una ciudad moderna, con una emergente sociedad de consumo, cuyos gustos y costumbres empezaban a ser dictados por las industrias y el comercio por medio de la publicidad y la moda.13 Los ochenta mil habitantes que tenía la localidad hacia 1920 ocupaban la reducida zona más densa, que circundaba el parque de Berrío y sus inmediaciones rurales; estas últimas, bajo la presión urbanística, desaparecían para dar lugar a avenidas, barrios, fábricas y sistemas de transporte moderno y masivo, como el tranvía eléctrico y los automotores. Al norte del valle de Aburrá era más evidente la impronta campesina de pequeños poblados, como Bello, erigido municipio en 1913, con su propia planta eléctrica y una población de más de cinco mil habitantes, que derivaba su existencia del comercio y las actividades agropecuarias.14 La antigua toponimia de centros poblados del norte del valle de Aburrá recuerda las actividades económicas que marcaron su devenir histórico. Nombres como Hato Viejo (Bello), Girardota (Hato Grande), Copacabana (La Tasajera) y El Hatillo refieren los hatos ganaderos de la zona y la preparación de carnes saladas y tasajos para los distritos mineros del norte y el nordeste de Antioquia, desde la época colonial. Se trataba de un activo corredor de circulación comercial que vinculaba a la despensa agrícola y pecuaria del valle de Aburrá con la zona minera del norte de Antioquia y del país, hacia el río Magdalena y el mar Atlántico.

El mayor protagonismo del mercado nacional, para la emergente industria, lo conformó la extendida capa de pequeños y medianos cultivadores de café del occidente colombiano, con sus benéficos efectos en otros sectores de la economía nacional. Ello significa que su sistema de producción, apoyado en la producción familiar y el trabajo independiente, generó un amplio grupo de campesinos con mayores ingresos, que sustentaban su capacidad de compra de productos manufacturados nacionales, entre ellos las telas y las confecciones, cuya masiva y continua demanda explica que el sector textil haya liderado en Colombia, como en otras sociedades capitalistas, sus nacientes procesos de industrialización.15


Muestras de telas enviadas al comerciante antioqueño José María Uribe Uribe por Enrico dell’Acqua & C., 31 de mayo de 1894. Archivo José María Uribe Uribe, Sala de Patrimonio Documental, Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Universidad EAFIT


“Soto, Tejedoras y mercaderas de sombreros nacuma en Bucaramanga. Tipos blanco mestizo i zambo”, 1850. Carmelo Fernández, acuarela sobre papel, 23 × 30 cm, F. Comisión Corográfica 133, Biblioteca Nacional de Colombia

 

Desde antaño, los comerciantes importadores familiarizaron a las élites antioqueñas y a sectores medios con el gusto por las telas finas y mejor manufacturadas de Estados Unidos y Europa, en lo primordial de Lancashire y Manchester, en Inglaterra. Esta fue la cuna de la industria textil mundial. Paños, sedas, muselinas, terciopelos, linos o alpacas, organdí, géneros de lana o cachemir, tafeta, pantalones suizos de algodón, nansú (para fabricar ropa interior y pañuelos) y hasta pieles, zapatos de charol, sombreros de fieltro, guantes de cabritilla y miriñaques dieron estatus y ostentación a sus distinguidos portadores.

Por su parte, entre los sectores populares de trabajadores, pobres en las ciudades y campesinos fueron más usuales las telas ordinarias y crudas de lana provenientes del altiplano cundiboyacense y de Quito, y las de algodón, fabricadas en la región de Santander y aun localmente,16 entre ellas: dril o “lienzo de la tierra”, jergas, bayeta, percal, manta o coleta cruda, zaraza o manta de algodón y hasta prendas de fique (como alpargatas y tapices) y de paja o esparto (como esteras y sombreros).


“Tejedor de ruanas en Cali. Provincia de la Buenaventura”, 1853. Manuel María Paz, acuarela sobre papel, 23 × 31 cm F. Comisión Corográfica 49, Biblioteca Nacional de Colombia


“Telar manual”, Santander. Ernst Rothlisberger. El dorado: reise- und kulturbilder aus dem sudamerikanischen Columbien. Stuttgart, Strecker und Schroder, 1929. Sala de Patrimonio Documental, Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Universidad EAFIT

Hay que tratar de la calidad de los tejidos para comprender lo difícil que les resultaba a los artesanos nacionales competir con las fábricas inglesas. Hacia 1880, un cónsul británico comparó una tela nacional con una ordinaria importada y halló que la última tenía 18 × 18 hilos en cada cuarto de pulgada cuadrada, era de mayor calidad y resistencia, y más ancha (medía 27,5 pulgadas: 68,8 centímetros), mientras que la nacional apenas contenía 6 × 6 hilos en cada cuarto de pulgada cuadrada, se deshilachaba con facilidad por ser menos densa y era más angosta (22,5 pulgadas: 56,3 centímetros).17 Las telas nacionales se fabricaban en telares artesanales, que poco habían cambiado desde la época colonial, y su tejido resultaba del cruce perpendicular entre los hilos, lo que se denomina tejido plano. El tratamiento técnico del algodón para estas telas fue artesanal y limitado, de manera que el desmotado solía dejar las fibras sucias y con restos de semillas. A veces, estos tejidos burdos se teñían con añil o palo de Brasil, pero por lo común se dejaban crudos o con bordados de colores. Los cronistas de la época aducían que, con estos tejidos tan rústicos, sastres y modistas se enfrentaban a una labor titánica cuando, por encargo de sus parroquianos clientes, se trataba de imitar los sofisticados diseños de los figurines extranjeros. Sin embargo, parece que los productos de Cundinamarca y Boyacá no eran tan precarios, pues “ellos producen las acreditadas mantas y buenas telas de lana”.


Venta de fibras de fique. Ernst Rothlisberger. El dorado: reise- und kulturbilder aus dem sudamerikanischen Columbien. Stuttgart, Strecker und Schroder, 1929. Sala de Patrimonio Documental, Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Universidad EAFIT

Las telas y ropas importadas fueron tan apetecidas por la gente acomodada de Medellín que, en medio de la escasez generada por la Guerra de los Mil Días (1899-1902), había en la ciudad todo un mercado de las pulgas manejado por dos distinguidas negociantes de la élite local, Concha y Altagracia. Cuenta Sofía Ospina de Navarro, esposa de uno de los socios de Fabricato, Salvador Navarro Misas, que las apetecidas prendas extranjeras eran trocadas por estas damas a cambio de lujosas antigüedades, de modo que “la pirámide de ropas [de sus clientas] iba creciendo por momentos, rodeada de zapatos, carteras, cuadros y terracotas”; un caballero local se llevó la sorpresa de que, al buscar su traje de etiqueta para una suntuosa cena, “descubrió que su smoking había sido entregado por su esposa al botín de Concha y Altagracia”.18

Aun desde mediados del siglo XIX, los textiles importados ocuparon un importante margen del mercado nacional, lo que supuso el paulatino declive de los productores nacionales, sobre todo los de la región de Santander. En Antioquia, los productores constituían talleres de producción doméstica y familiar, y pequeños locales semifabriles, que no merecían llamarse “fábricas” debido a su incipiente mecanización y división técnica del trabajo. Como desde la época colonial la región orientó su economía hacia la minería y el comercio, sus recursos laborales se concentraron en estos sectores, lo que imposibilitó el desarrollo de un sector artesanal y sobre todo textil. La ausencia de una industria textil en Antioquia durante el siglo XIX explica que la provincia fuera exportadora de oro e importadora del 80% de los géneros de algodón que consumía, provenientes de Inglaterra, fundamentalmente.19


Fundadores de Fabricato: Carlos Mejía Restrepo, Antonio Navarro Misas y Alberto Echavarría Echavarría Gloria, Nos. 13-14, Medellín, 8 de mayo de 1948

Hacia 1860, se calcula que entre el 30% y el 40% de los textiles consumidos en el país procedían de las manufacturas nacionales, margen que se redujo al 20% a finales del siglo.20 Coherente con esta tendencia, para la época en que se fundaron Fabricato y las restantes principales empresas del sector, cerca del 80% del consumo textil nacional lo cubrían las importaciones de géneros de algodón.21

No obstante la superior calidad de los productos importados y las mejoras en los sistemas de transporte férreo y fluvial que facilitaban su introducción al país, había factores que jugaban en contra de los géneros extranjeros y a favor de la creación de una industria nacional. Entre ellos, uno de vieja data: la quebrada geografía colombiana, que siempre se tradujo en altos fletes. A esto se sumaban las políticas proteccionistas de 1903, 1913 y 1931 promovidas por los gobiernos nacionales de la época, que apoyaban la industrialización del país y, al tiempo, buscaban mejorar los ingresos del fisco.

La política de fletes diferenciales implicaba que la importación de maquinaria, telares, hilos y algodón en bruto gozaba de bajos o nulos aranceles, mientras que productos manufacturados, como los textiles, tenían impuestos de aduana de más del 20%. A principios del siglo, un oficial inglés indicaba al respecto: “Todavía, se traen desde Manchester telas de baja calidad y algunas de mejor calidad; el resto se produce en Medellín [pues ya se habían fundado varias empresas] y como el producto nacional está fuertemente protegido por los impuestos sobre las importaciones y los altos costos del transporte al interior, les resulta fácil a las compañías nacionales competir con los productos importados”.22 A la substitución de las manufacturas importadas por las nativas contribuyó el bloqueo al comercio internacional causado por la Primera Guerra Mundial (1914-1918), coyuntura favorable que aprovecharon los Mejía, los Navarro y los Echavarría para fundar a Fabricato.

La conversión de comerciantes en industriales no solo se debió al surgimiento de nuevas oportunidades de negocio, sino también a que desde finales del siglo XIX se agotaban las que ofrecía el comercio, de modo que, para la posguerra (1920), las casas comerciales habían saturado el mercado de capitales y de mercancías de la región antioqueña y debían competir más en medio de una fuerte disminución de los márgenes de ganancias y de aumento de los riesgos. Ello se debía a que el importador tenía que despachar los productos a lomo de mula por riesgosos caminos y montañas hacia lejanos pueblos y conceder largos plazos a los minoristas, que exigían dilatados créditos con bajos intereses.


Acta de la primera reunión de la Junta Directiva de la Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato, Medellín, 1 de mayo de 1920

Archivo Fabricato

Los importadores locales estaban sujetos a las casas comisionistas inglesas, que concedían hasta nueve meses de plazo, mientras que las norteamericanas solo otorgaban tres o cuatro meses. Por ejemplo, hacia 1907, una tela de Nueva York podía pagar altos fletes aduaneros (hasta del 37% del costo del producto) y estaba sujeta a la depreciación del peso y a altos costos del transporte (de hasta el 27%). El empresario, ingeniero e intelectual Alejandro López indicaba que, en estas condiciones de feroz competencia, el comercio se había convertido en un inestable “juego de suerte y azar”. Por ello, los comerciantes buscaron invertir sus capitales en actividades más seguras y lucrativas, como la especulación inmobiliaria, pero, sobre todo, la creación de industrias, cuyo mercado estaba en expansión y podría ser protegido por gobiernos sobre los que tenían injerencia y capacidad de presión, pues eran sus coterráneos y familiares.23