Formación en psicología

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Oscar Muñiz es otro de los argentinos que llega a Medellín para formar parte de la historia de la psicología en la ciudad, no porque fuese identificado como psicólogo, sino por su impacto en los procesos formativos de los psicólogos y psicoanalistas. Llega en 1981 a la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de A. al departamento de psicología, y al departamento de servicios, el cual era transversal para toda la universidad. En aquel momento hay conflicto entre estas dos instancias, puesto que “el Departamento de Servicio reclamaba para sí los cursos de psicoanálisis dentro de la universidad, porque apoyándose en algún purismo lacaniano sostenía que el psicoanálisis no era psicología. Entonces, reclamaban el espacio dentro de la Universidad de Antioquia para el psicoanálisis en el Departamento de Servicio” (Muñiz, comunicación personal, marzo de 2011). Este movimiento problematizador fue liderado por el psicoanalista Juan Fernando Pérez, que en ese momento estaba formándose en París.

Dicho departamento más tarde se convierte en el Departamento de Psicoanálisis, el cual se fortalece a tal punto que hoy cuenta con la maestría en Investigación Psicoanalítica. Ha incorporado a su nómina docentes como Clara Mesa, Mauricio Fernández, Héctor Gallo y Mario Elkin Ramírez, quienes fueron estudiantes en sus inicios, considerados como una nueva generación de clínicos y formadores.

Por otro lado, está el Departamento de Psicología, fundado gracias al liderazgo de, entre otros, Joel Lotero, quien tenía una marcada influencia del psicoanálisis que provenía del trabajo de Estanislao Zuleta en la ciudad.

Joel Lotero y otros fundaron algo así como un grupo de lecturas de psicoanálisis o centro de investigaciones psicológicas, pero con gran inconveniente formal, puesto que terminaron el primer semestre y lo llamaron “primer semestre”, al segundo semestre lo llamaron “segundo semestre”, y después se empezaron a preguntar: “¿y semestres de qué?”, lo que terminó siendo el Departamento de Psicología. (Muñiz, comunicación personal, marzo de 2011)

Entre los académicos vinculados a este proyecto se encontraban Luis Fernando Palacio –quien se forma en París y es fundamental en la tradición lacaniana del Departamento–, Julián Aguilar, Raúl Salamanca, Gustavo Arredondo, Carlos Mario González –profesor de historia de la Universidad Nacional–, Pastor Acevedo y Juan Guillermo Uribe, en un primer momento, y Gloria Patricia Peláez y Gabriel Jaime Trujillo, en un segundo momento.

En otro escenario están los grupos de estudio que darían lugar a apuestas institucionales, tales como la Fundación Freudiana de Medellín, la cual se dividiría en Asociación de Foros del Campo Lacaniano y Nueva Escuela Lacaniana (NEL), como una historia de “amores y desamores, encuentros y desencuentros”, a partir de las diferencias teóricas que tienen Miller y Soler en Francia. Dichas discrepancias han tenido una marcada incidencia en la ciudad y han representado políticamente la diferencia entre el Departamento de Psicoanálisis y el Departamento de Psicología en la U. de A.

El proceso de consolidación de la propuesta formativa del Departamento de Psicología de la U. de A. recibe en 1988 un grupo de docentes psicólogos graduados en la USB y que en medio de una crisis administrativa se incorporan al departamento. Entre estos están Walter Riso, Silvia Mejía, Mauricio Lopera y Alberto Ferrer, de los cuales vale la pena destacar el trabajo perseverante de este último, quien por más de veintitrés años ha abanderado la reivindicación de la formación psicológica del Departamento de Psicología de la U. de A. y ha logrado con su liderazgo posicionarlo como un programa acreditado con alta calidad por el Ministerio de Educación.

Las reflexiones anteriores permiten deducir que la psicología en Medellín ha estado acompañada de una necesidad de dar respuesta, por un lado, a pretensiones cientificistas y, por el otro, a problemas sociales y políticos propios del contexto. El trabajo teórico en la ciudad ha fortalecido las teorías foráneas, pero hoy no se encuentran trabajos fuertes que den cuenta de una reflexión propia de la ciudad. Abiertamente se puede asegurar que somos lacanianos, pichonianos, beckianos, ellicianos, rogerianos y francklianos, entre otros.

Actualmente en Medellín se encuentra un grupo fuerte de trabajo en la perspectiva psicosocial; no obstante, sus bases epistemológicas, teóricas y metodológicas están más vinculadas con la sociología que con la psicología misma. En relación con los otros campos ocupacionales, no hay propuestas ni de institucionalización ni de formación claramente definidas. Es interesante preguntarse: ¿por qué si existe una relación entre la psicología y la educación, no hay posgrados en estas temáticas?

Además, ante la aparición de la normativa legislativa que establece los estándares mínimos en la formación de los psicólogos en Colombia, los escenarios de desempeño profesional –que se venían definiendo en razón de procesos de identificación con modelos, usualmente docentes y con un desempeño específico–, se modifican y se presentan procesos de homogenización de las propuestas académicas.

En este orden de ideas, podemos afirmar con Ardila (2004) que: “El registro calificado y la acreditación han sido una forma de mantener estándares de garantía académica en aquellas disciplinas –como la psicología– que han crecido desaforadamente” (p. 38). Además, se puede inferir que se ha creado una conciencia sobre la importancia de la calidad para las universidades y los programas, gracias a la cual se ha ido gestando una cultura de la calidad, sustentada en comunidades académicas cada vez más sólidas, con interlocutores internos y externos, capaces de debatir críticamente.

De esta manera, a modo de conclusión, se puede afirmar que la psicología en la ciudad no ha obedecido a un crecimiento exponencial, lineal y lógico, sino que se ha dado a partir de un entramado de relaciones inter y transdisciplinares, en medio de luchas que han favorecido la integración, pero también la desarticulación y la transformación compleja de su objeto y método. De tal suerte que surge vinculada a un intento de responder a necesidades del contexto educativo, especialmente a problemas relacionados con el aprendizaje, situación que obligó a recurrir a los desarrollos de las neurociencias. Además, los primeros trabajos que se llevaron a cabo en el área de la psicología en la ciudad se caracterizan por ser estudios realizados por profesionales no psicólogos, principalmente educadores, médicos y sociólogos. Estos primeros trabajos se desarrollaron en particular desde dos métodos: el experimental (laboratorio, psicometría) y el psicoanalítico (llevado al aula).

En la ciudad de Medellín, la psicología ha hecho un esfuerzo por resignificar lenguajes y reflexiones académicas y profesionales desde tendencias foráneas, tal como se vislumbra en los aportes de los docentes argentinos que llegaron a la USB en 1972 y los psicoanalistas formados en París en las décadas de los setenta y los ochenta que llegaron a trabajar a la U. de A.

En la década de los setenta se fundan los dos primeros programas de formación de psicólogos en Medellín; ello coincide con la llegada de profesionales en psicología y psicoanálisis, provenientes de Argentina y Francia. Hay dos momentos que marcan los procesos de institucionalización: las décadas de los setenta y los noventa. Es importante tener en cuenta que entre 1972 y 1992 en la ciudad existen dos facultades (USB y U. de A.) y a partir de 1993 aparecen alrededor de trece programas más. Esta situación genera una necesidad de certificación, expresada en los procesos de Acreditación Nacional de Alta Calidad. Esto trajo consigo la homogenización de las propuestas formativas, antes radicalmente diferentes, y ha dado lugar a otras lógicas en la demarcación disciplinar de la psicología en Medellín.

La psicología en Medellín ha tenido un desarrollo particular, por su complejidad en la génesis y prospectiva, alrededor de la construcción de precisiones semánticas que viabilicen la disciplina y aporten a los diferentes procesos formativos. Ello se pone de manifiesto en la tendencia experimentalista que acompañó el proceso fundacional de la USB, las discusiones o reflexiones psicoanalistas freudianas y posfreudianas prevalecientes en la U. de A., la tendencia integradora de la UPB, la tradición de psicología social pichoniana de Funlam, la apuesta por enfatizar en la salud mental a partir de un modelo biomédico característico del CES como centro de estudios en salud, y la tradición cooperativista de la UCC seccional Medellín.

Referencias

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Retos iniciales de la formación profesional en psicología en Medellín *

DOI: https://doi.org/10.17230/9789587206821ch2


Santiago Eduardo Herrera Díaz

Universidad CES

En la historia occidental, la formación profesional ha jugado un papel importante en los establecimientos y trayectorias de las disciplinas científicas. Contar con instituciones reconocidas que apuestan por formar un grupo de profesionales en una disciplina específica es una de las formas de acercamiento de la disciplina con la realidad intelectual y social de los espacios geográficos, y revela una consolidación profesional. Se convierte pues la formación profesional en una de las etapas más significativas del transcurso de las disciplinas y marca un punto trascendental del desempeño de la profesión.

En la formación profesional no solo intervienen las instituciones y aquellas personas que se esfuerzan por la implementación. Este proceso también vincula a los Estados, las políticas educativas, otras profesiones y las realidades culturales. Por esto la apuesta por instaurar una propuesta formativa de una disciplina no es solo un momento histórico de conmemoración o la culminación de una serie de antecedentes que consiguen un triunfo. La consolidación, si es que puede catalogarse que exista como tal, es un objetivo permanente, forma parte de un fenómeno complejo que recoge las experiencias de quienes se encuentran inmersos, de las instituciones de educación y de la profesión en general, y su relación de estas instituciones y actores con escenarios sociales e históricos más amplios y situaciones intelectuales específicas en lugares geográficos particulares.

La formación profesional en psicología no ha sido ajena a estas apreciaciones. A lo largo de su trayectoria ha denotado esfuerzos de estudiantes y docentes, complejas articulaciones entre instituciones de educación y estamentos de regulación nacionales, vinculación de la disciplina con otras profesiones y cambios disciplinares a raíz de las condiciones sociohistóricas de los lugares donde ha ido implementándose.

El acercamiento a los orígenes de la formación profesional de la psicología en la ciudad de Medellín bien podría facilitar conocimientos sobre la ciudad, especialmente sobre el escenario intelectual que se vivía en las décadas de su aparición y reconocimiento iniciales. También arrojaría información significativa sobre la concepción disciplinaria que se ha ido asumiendo en la ciudad y cómo sus profesionales han ido abriendo un campo aplicativo para el reconocimiento y validación de la profesión. Pero más allá de lo que podría arrojar este acercamiento, lo que implica abordar este proceso sería amplio, puesto que habría que rastrear cómo se encontraba la universidad en aquella época y cómo se desenvolvían las carreras profesionales ya existentes, ilustrar vastos aspectos de la cotidianidad de la ciudad durante ese periodo y su posible injerencia en los escenarios intelectuales. Sin lugar a dudas, el establecimiento de la formación profesional de la psicología en la ciudad de Medellín trascendería de la indicación de la fecha y la descripción de sus primeros años a un abordaje de la ciudad, en los ámbitos intelectual y cultural de aquella época.

La primera propuesta de formación profesional en psicología para la ciudad de Medellín, y para el departamento de Antioquia, surgió en 1972 de la mano de la Universidad de San Buenaventura, llamada para la época Colegio Mayor de San Buenaventura, institución de carácter privado y confesional. Por su parte, tres años después, la Universidad de Antioquia, entidad pública de orden departamental, inició las labores de su pregrado en psicología.

La misma temporalidad con la que estos programas empiezan a ser ofertados al público es ya una unidad dotada de significado. No es un simple asunto de casualidad o competencia de ofertas curriculares, es más el reflejo de lo que significó esta década para las universidades y las ciencias sociales y humanas en el país. Y los devenires que ocurrieron una vez estos programas recibieron estudiantes son un reflejo de lo que se vivía intelectualmente en la época; cuenta de ello dan las experiencias de quienes fueron estudiantes o docentes durante estos primeros años, al igual que las modificaciones institucionales que ambas propuestas formativas fueron sufriendo en cortos periodos.

Las contingencias que trajo consigo la implementación de la formación profesional en psicología para la ciudad de Medellín son muchas y muy diversas, y dependieron todas de puntos de vista o enfoques diferentes. Sería un despropósito considerar que podría hacerse una historia oficial o completa de lo que significó este proceso, tanto por alcance como por recursos de fuentes completas, al igual que por objetivos de escritura del proceso. Sin embargo, pueden dilucidarse algunos aspectos que fueron fundamentales para que en sus primeros años la profesión lograra un reconocimiento y pudiera establecerse como una disciplina práctica con reconocimiento profesional, y aquellos aspectos que sirvieron como enseñanza, aunque en principio se hayan visto como obstáculos.

A continuación, se ilustran tres aspectos fundamentales de este proceso, por la injerencia en la implementación de la formación profesional y por las repercusiones tanto en las instituciones como en las personas ligadas a ellas. En primera instancia, se reconoce la situación social e intelectual que acompañó las décadas de inicio de la formación profesional en la ciudad, luego se identifican algunos de los aspectos más relevantes para formalizar dicha apuesta por parte de las instituciones y luego se aborda la experiencia que significó para estudiantes y docentes formar parte de este proceso.

Es necesario aclarar que esta es una construcción parcial de lo que se vivió en aquellos años y está supeditada a las fuentes consultadas y a unas perspectivas conceptuales sobre la formación profesional que se han manifestado párrafos arriba y también se indicarán a medida que se aborden. No pretende ser la única versión sobre las implicaciones de la formación profesional y sus retos para la psicología en la ciudad, y su alcance es limitado a las tres dimensiones que se han elegido.

También es importante destacar que si bien aparecen los casos de las dos primeras universidades que ofertaron la formación profesional en la ciudad, y en algunos apartados se pondrá en discusión lo que significó el proceso en una institución frente a la otra, no es un estudio comparativo, ni concluyente sobre la relación entre ambas instituciones. De igual forma, aparecerán algunas discusiones del orden teórico sobre la disciplina, que obviamente acompañaron el proceso; sin embargo, no es el objetivo dilucidar estas discusiones en su aspecto más amplio, debido a que se elige la formación profesional como un fenómeno del orden histórico, más que epistemológico.

Las fuentes primarias forman parte de archivos institucionales formalizados, entrevistas aprobadas por quienes en ellas participaron, y documentos públicos de bibliotecas y archivos de consulta al público.

La formación profesional y las condiciones sociales e intelectuales

La iniciativa de postular un pregrado en psicología profesional de la Universidad de San Buenaventura en 1972 y la aparición en 1975 de otra propuesta por parte de la Universidad de Antioquia muestra que la década de los setenta es fundamental para la disciplina y su posterior desarrollo en la ciudad de Medellín. Lo crucial de estos años para la psicología profesional es un reflejo de lo que se vivía en el ámbito nacional y regional en términos intelectuales y culturales.

Una lectura convencional de este proceso recogería los antecedentes culturales e intelectuales más significativos acontecidos años antes, buscaría su vinculación con la apertura de los programas profesionales y entendería esta apertura como la finalización exitosa de un proceso. Esta noción teleológica determinaría la formación profesional como el punto de llegada de estos antecedentes e ilustraría una línea lógica que finaliza con estudiantes vinculados a un pregrado de psicología. Sin embargo, la formalización de estas apuestas no vivió un proceso lineal, antes fue un reflejo de coyunturas y modificaciones, que se reflejan en los cambios drásticos acontecidos en estos pregrados en lapsos muy cortos, descritos por quienes estuvieron presentes y por los archivos que dan cuenta de dichos procesos.

La situación intelectual del país para la época es significativa por diversas razones. La figura de la universidad como institución cambió tangencialmente. La relación del Gobierno Nacional fue mucho más reguladora con la educación formal y relativamente reaccionaria por parte de los intelectuales. De igual forma, aunque en el escenario social hay diversos fenómenos culturales de orden público y económico altamente relevantes, no es materia ahondar en ellos, pero sí destacar que un cambio drástico en la economía empieza a operar en la ciudad, y que las experiencias cotidianas de seguridad y convivencia se van transformando.

Con la fundación en 1936 de la Escuela Normal Superior en la ciudad de Bogotá, inicia en Colombia lo que Federico Rico Calvano ha denominado la “modernización de la universidad en el país”. Para el autor, este proceso se debe a fenómenos como la industrialización y la urbanización creciente del país, con el surgimiento de clases medias en las ciudades que demandan las profesiones como instrumentos laborales. Este fenómeno trajo consigo la necesidad de estructurar políticas gubernamentales de regulación de la educación superior y un aumento en la enseñanza de disciplinas y cobertura en el país para diversas poblaciones (Rico, 2004).

Producto de este fenómeno surge en el país la formación profesional en psicología, puesto que por el creciente número de aspirantes a los estudios universitarios se decide establecer un instituto de psicotecnia en la Universidad Nacional de Colombia para la selección de ingreso a la educación superior. De la mano de la psicóloga española Mercedes Rodrigo, encargada de esta sección, se establece en la misma universidad el 20 de noviembre de 1947 la primera carrera de psicología en Colombia (Ardila, 1998).

Para Miguel Ángel Urrego (2002) es a partir de la década de 1960 que el campo intelectual se consolida en el país como un nuevo grupo social autónomo ante intereses económicos y políticos. Para este autor la ruptura de los intelectuales con el Estado es causada principalmente por la urbanización del país, el aumento de la cobertura educativa, los movimientos populares y los medios de comunicación. Esta ruptura significará la nueva postura desde adentro de las universidades hacia el orden político, económico y social, que se materializará en una ampliación de la oferta educativa y la apertura a nuevos discursos y profesiones coherentes con la realidad del país.

 

Es importante destacar como unidad de significado el hecho de que esta modernización de la universidad en Colombia se haya dado décadas antes de la aparición de la psicología como profesión en Medellín. La ciudad empezó a consolidar otras propuestas universitarias durante esa época y al inicio de los setenta hicieron su aparición las ciencias sociales y humanas. También cabe mencionar que las particularidades acontecidas durante estos años en la ciudad fueron fundamentales para que las ciencias sociales y humanas buscaran una articulación con la experiencia de sus pobladores.

Para Jorge Orlando Melo (1997) a partir de la década de 1960 la ciudad vive una transformación radical; desde el desplazamiento del centro administrativo y financiero hasta la distribución urbanística de la ciudad empiezan a marcar unas nuevas pautas de ciudad. Un afán modernizador en lo arquitectónico, una acentuada desigualdad en la distribución barrial, una cercanía cada vez mayor de los municipios aledaños, un aumento poblacional y los cambios en la vocación económica provocaron que la ciudad fuera experimentada por parte de sus habitantes de distintas maneras y que la heterogeneidad en aspectos sociales fuera más evidente.

Estas nuevas formas de habitar la ciudad, este aumento poblacional que incluye personas de otras latitudes y esta relación divergente entre pobladores y espacio geográfico son determinantes en los aspectos sociales de una manera evidente. Y también en el campo intelectual, pues hay más personas dispuestas a estudiar y ejercer profesiones. Asimismo, surgen nuevas realidades que exigen mayores explicaciones desde el ámbito social. Los temas como la planeación, la convivencia y el desarrollo de las capacidades humanas empezaron a despuntar como preocupaciones.

Estos dos fenómenos –la modernización universitaria con el énfasis en el crecimiento de las ciencias sociales y humanas, y las características cambiantes de la vida cotidiana en la ciudad– tienen implicaciones no solo en la aparición de la formación profesional en psicología, sino en los primeros retos y escollos que encuentra en su implementación.

Francisco Leal Buitrago (2000) afirma que la psicología desde su aparición como profesión en Colombia goza de un lugar privilegiado, debido a la amplia oferta de programas (alrededor de una decena desde la apertura del primer programa) y por la alta empleabilidad de profesionales en sectores privados y, especialmente, como funcionarios. El reflejo de estas palabras en la Medellín que empezaba a vislumbrarse en la década de los setenta se da no solo por la aparición de los dos programas, sino por la existencia de profesionales empleados en diversos ámbitos de los sectores públicos.

Dos retos que pueden describir las implicaciones, intelectuales y sociales, de estas apuestas de formación profesional son la forma como las universidades buscaron establecer la psicología profesional y las exigencias a las que eran sometidos algunos profesionales de la época.

Desde el ámbito institucional es relevante la aparición de la formación profesional en la Universidad de Antioquia en el marco de una modernización de la alma mater. Dicha modernización contempló aspectos como la apertura de diversos programas –con un énfasis especial en aquellos de las ciencias sociales y humanas–, y la construcción y adecuación de una ciudadela universitaria. María Teresa Uribe de Hincapié (1998) afirma que el apoyo de fundaciones norteamericanas como la Ford y la Kellogg fueron decisivas para la apertura de un modelo de enseñanza donde predominaban las ciencias sociales y humanas. La ayuda de estas fundaciones, que respondía a la política norteamericana de la Guerra Fría, fue esencial para el establecimiento del Instituto de Estudios Generales, el cual fue la semilla de las carreras socio humanísticas que buscaban permear la formación general de todos los programas universitarios (Aristizábal, 2015).

Al Instituto de Estudios Generales precisamente se vincularon aquellas personas que más tarde defenderían la implementación de una carrera profesional en psicología. Este esfuerzo no fue más que el resultado de esa visión modernizadora que busca articular la institución universitaria (como elemento fundamental de la ciudad) y su realidad. Diversos estamentos universitarios recibieron asesoría, formación y acompañamiento por parte de las fundaciones estadounidenses y quisieron implementar estas visiones en sus proyectos universitarios (Téllez, 1963).

Así como el ejemplo de la Universidad de Antioquia muestra que la iniciativa por la apertura de la formación profesional respondió a intereses intelectuales, políticos y económicos mucho más amplios, la empleabilidad de los profesionales en psicología revela que existían para la ciudad ya unas solicitudes expresas desde lo social que antecedieron a la misma formación, como puede verse en documentos de los años 1969, 1970 y 1971 de la Secretaría de Salud y Bienestar Social y de la Alcaldía de Medellín.1

Los informes y solicitudes de dependencias de esta secretaría, como la División de Bienestar Social y el Departamento de Protección, evidencian la petición de intervención de psicólogos profesionales ante situaciones diversas (Centro de Protección al Menor, 1968). Algunos casos –como los comportamientos violentos y disruptivos de menores que se encontraban en sitios de protección, acompañamiento socio familiar y dificultades diagnósticas de personas atendidas por los centros de la Secretaría– no solo muestran la importancia de la profesión en la ciudad, sino que dan cuenta de una realidad poblacional que venía siendo materia de preocupación e intervención.

No es materia de esta descripción dimensionar la relación dialógica entre las realidades de una ciudad con un aumento urbanístico y el empeño modernizador de la universidad como institución social. Sin embargo, este ejemplo muestra que la psicología profesional encontró retos diversos en sus inicios, y no fueron exclusivamente disciplinares o meramente intelectuales. La situación universitaria como escenario intelectual reflejaba intereses políticos y económicos diversos, y de igual forma la realidad social evidenciaba manifestaciones de múltiples problemáticas que afectaban la cotidianidad y la respuesta de la sociedad.

La psicología profesional surge en un momento donde las universidades asumen un papel protagónico como sujetos sociales y la realidad deja de ser un paisaje en el cual acontecen eventos conmemorativos. La aparición en 1972 y 1975 de las primeras apuestas de formación profesional en psicología no es el punto de llegada de estos antecedentes dilucidados; es el inicio de un esfuerzo de articulación disciplinar con unas realidades manifiestas.

La apuesta por la formación profesional como reto institucional

Al considerar las condiciones sociohistóricas en las cuales aparecen las primeras propuestas de formación profesional de la psicología en la ciudad de Medellín, podría pensarse que era el escenario más propicio para que fueran aceptadas y reconocidas. El proceso de la apertura y puesta en marcha de estos programas deja entrever que no bastaba con las contingencias sociales e intelectuales a favor, sino que estos programas debían estar a la par de los intereses modernizadores de la universidad y responder a inquietudes y necesidades de una sociedad con características particulares.

En una visión tradicional de la trayectoria de las disciplinas, el establecimiento de la formación profesional, con el respaldo institucional de universidades reconocidas, podría verse como un ejercicio hegemónico, en el cual el saber y el hacer predominaban ante las contingencias existentes, y demostraban una suficiencia que les garantizaba el reconocimiento en el ámbito intelectual y social. Sin embargo, esta no es una realidad, puesto que la apertura de una formación profesional implica más retos que victorias, pues son muchas las responsabilidades que conlleva.