Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición

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Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición
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REVISTAS PARA LA DEMOCRACIA

EL PAPEL DE LA PRENSA NO DIARIA

DURANTE LA TRANSICIÓN

REVISTAS PARA LA DEMOCRACIA

EL PAPEL DE LA PRENSA NO DIARIA

DURANTE LA TRANSICIÓN

Jaume Guillamet (ed.)

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA


Proyecto de investigación competitivo CSO2015-67752-P «El papel de la prensa no diaria en la transición española. Información, política y partidos (1975-1982)», Universitat Pompeu Fabra, Barcelona.


Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© De los textos: los autores, 2020

© De esta edición: Universitat de València, 2020

Coordinación editorial: Maite Simon

Maquetación: Inmaculada Mesa

Corrección: David Lluch

Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

ISBN: 978-84-9134-601-2

Edición digital

IN MEMORIAM

A Josep Maria Sanmartí Roset

(Barcelona, 1945 - Madrid, 2017),

periodista, profesor e investigador,

que no ha podido completar la tarea.

A David Caminada Díaz

(Barcelona, 1967-2020),

periodista, profesor e investigador,

que ha completado la tarea

pero no ha podido verla publicada.

Añorados colegas y amigos

de quienes hemos aprendido tanto.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN: EL MITO DEL «PARLAMENTO DE PAPEL»

I. REVISTAS GENERALES

1. La influencia de las revistas políticas: Cuadernos para el Diálogo, Triunfo y La Calle

Javier Muñoz Soro y Gloria García González

2. La novedad y el éxito de la información crítica: los modelos complementarios de Cambio 16 e Interviú

Jaume Guillamet y José Reig Cruañes

3. La inadaptación de las revistas ilustradas: La Actualidad Española y Gaceta

Ilustrada Gloria García González y Jaume Guillamet

4. La corrosión del humor: una historia de El Papus, Por Favor y El Jueves Francesc Salgado

II. LA DIFERENCIA NACIONALISTA Y REGIONAL

5. Destino, la revista de Jordi Pujol

Jaume Guillamet

6. El perfil combativo y nacionalista de las revistas en catalán: Canigó, Presència y Oriflama

Cristina Perales-García

7. Arreu, la revista del PSUC

Rita Luis

8. El relato del nacionalismo vasco de izquierda: Punto y Hora de Euskal

Herria David Caminada

9. El valencianismo político de Valencia Semanal

José Reig Cruañes

III. MEMORIA Y REFLEXIONES

10. Memoria colectiva sobre la función de los periodistas durante la Transición

Cristina Perales-García y Rita Luis

11. Tres miradas desde la sociología, la historia y la crítica cultural

Javier Muñoz Soro

12. El ejercicio periodístico en el reto democrático

Cristina Perales-García

13. El papel de los semanarios satíricos

Francesc Salgado

IV. REVISTAS INTERNACIONALES

14. «A reign again in Spain»: la Transición en las revistas políticas angloamericanas: Time, Newsweek y The Economist (1975-1978)

Christopher D. Tulloch

EPÍLOGO: LA DÉCADA DE LAS REVISTAS

Jaume Guillamet

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ÍNDICE ANTROPONÍMICO

ÍNDICE DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN

ÍNDICE ONOMÁSTICO GENERAL

INTRODUCCIÓN:

EL MITO DEL «PARLAMENTO DE PAPEL»

El mito del «parlamento de papel» adjetiva de forma general desde los años mismos de la Transición el rol desempeñado por la prensa española desde los últimos años del franquismo. Es una función atribuida a la prensa diaria casi desde la puesta en marcha de la Ley de Prensa e Imprenta, que, en marzo de 1966, acaba con la censura previa, si bien mantiene fuertes controles y limitaciones sobre la autorización y la existencia de los periódicos. Entre los mecanismos establecidos para ello, el más significativo es una especie de censura a posteriori en forma de la obligación de presentar diez ejemplares impresos ante las oficinas del Ministerio de Información y Turismo, que dispone de un breve periodo de tiempo para examinarlos –media hora para los diarios y semanarios, seis horas para las revistas de menor periodicidad– y autorizar su distribución.

Son las publicaciones semanales y mensuales las que sufren con mayor frecuencia el secuestro previo de la edición, con las pérdidas económicas consiguientes, y son objeto de expedientes administrativos, procesos judiciales y suspensiones temporales y definitivas. En menor medida sufren los rigores de la ley los diarios, que alcanzan un cierto «modus vivendi» con el Gobierno, con excepciones notables como el suprimido Madrid. De las peripecias de periodistas y periódicos para zafarse de estos controles, en el afán de ser tribuna de las voces y las realidades sociales que están ausentes de las Cortes de la dictadura, surge este concepto del parlamento de papel, formulado, entre otros, por el catedrático de Derecho Político Manuel Jiménez de Parga, futuro diputado por Unión de Centro Democrático, ministro con el segundo Gabinete de Adolfo Suárez, magistrado y presidente del Tribunal Constitucional (Guillamet, 2018a: 319-323).

Si algún «parlamento de papel» abierto a la oposición antifranquista hubo en los últimos años de la dictadura, lo formaron una serie de pequeñas y medianas revistas, ajenas las más significativas de ellas a las empresas editoras de diarios. Así se proclamó, años más tarde, en el título de dos obras publicadas sucesivamente por la historiadora francesa Isabelle Renaudet (2003) y por los periodistas españoles Ignacio Fontes y Manuel Ángel Menéndez (2004), frente a una interpretación de parte forjada desde la prensa diaria de los primeros años setenta. Esa idea, elevada a la categoría de mito por políticos y periodistas a lo largo de los años, citada en la historiografía (Fuentes y Fernández Sebastián, 1997: 317-322; Seoane y Sáiz, 2006: 297-301; Muñoz Soro, 2007), también discutida (Reig Cruañes, 2014), y refrendada por el mismo Adolfo Suárez, que condujo el Gobierno en el paso de las Cortes Españolas de Franco a las Cortes Generales de la monarquía parlamentaria, es de limitada aplicación en el comportamiento político de la prensa diaria, según ha demostrado la investigación (Guillamet, 2018a).

De acuerdo con Renaudet, sería la prensa de oposición al franquismo durante el último decenio de la dictadura y la Transición democrática la que, con toda propiedad, puede ser considerada un parlamento de papel donde tiene cabida la expresión de las voces críticas con la dictadura y a favor de la democracia. Y esa prensa, de acuerdo con la selección de cabeceras incluidas en su obra, la componen las revistas semanales y mensuales que no dejaron de ser vigiladas, castigadas, sancionadas y suspendidas por los últimos gobiernos de Franco: Triunfo, El Ciervo, Cuadernos para el Diálogo, Andalán, Serra d’Or, Asturias Semanal y Presència, como las más destacadas. La obra de Fontes y Menéndez aporta un panorama más exhaustivo de la prensa semanal y su evolución, que incluye también las revistas ilustradas, de humor, religiosas y femeninas, así como las nuevas revistas de información crítica como Cambio 16 e Interviú.

 

A dicha vigilancia y persecución de las revistas críticas –y también de otras que no lo eran tanto– se aplicaron, con diferentes grados de intensidad, Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo promotor de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 a cuyo amparo se publicaban, y sus sucesores, Alfredo Sánchez Bella, Fernando de Liñán, Pío Cabanillas Gallas y León Herrera Esteban. No dejaron de hacerlo también, una vez muerto Franco, los sucesivos ministros del ramo Adolfo Martín Gamero y Andrés Reguera Guajardo, en los primeros gabinetes de la Monarquía presididos por Carlos Arias Navarro y Adolfo Suárez. Valga como ejemplo de una doble vara de medir, incluso en el momento del relevo en la Jefatura del Estado, que, hallándose suspendidos dos semanarios de amplia difusión –Mundo y Triunfo–, el indulto dictado con motivo de la jura del rey solo benefició al primero.

Una aplicación más benévola del artículo 2 de la Ley de Prensa, que siguió en vigencia hasta las vísperas electorales de 1977, no impidió que el Gobierno continuara sancionando a diarios y revistas por motivos políticos, así como por faltas a la moral, un apartado de la ley que tomó importancia ante el fenómeno del llamado «destape» del cuerpo femenino en la prensa y en el cine. Solo en el primer trimestre de 1976 hubo hasta trece secuestros de ediciones de seis revistas por este motivo, a las que se añadió la recién nacida Interviú en mayo. Además, El Papus y Papillon fueron objeto de sendas suspensiones de cuatro meses. Esta variedad de censura moral a posteriori se mantuvo intensamente en los nueve primeros meses del Gobierno Suárez, incluyendo el cierre definitivo de la última citada.

¿Cómo se comportaron las revistas políticas y las de información general durante la Transición desde el punto de vista político? ¿En qué medida prestaron su apoyo a los partidos emergentes, a cuyos miembros en la clandestinidad sirvieron de tribuna durante los años anteriores? Es una pregunta de investigación paralela a otra y distinta, aunque con una fuerte analogía, planteada para los principales diarios, que pasaron de servir a las llamadas familias políticas del franquismo –Movimiento, monárquicos, católicos, tecnócratas e independientes–, a apoyar a las opciones reformistas surgidas del mismo régimen, que formulamos en un proyecto anterior.

Desentrañar el mito del «parlamento de papel» –es decir, conocer el verdadero comportamiento político del periodismo durante la Transición– ha sido un objetivo principal de los dos proyectos de investigación sucesivos llevados a cabo por el equipo del Grup de Recerca en Periodisme de la Universitat Pompeu Fabra sobre el papel de la prensa diaria y no diaria españolas durante la Transición, financiados por el Ministerio de Economía y Conocimiento en las convocatorias de 20121 y 2015.2 Tras el estudio individualizado de doce principales diarios3 y las reflexiones aportadas por diversos protagonistas en el volumen La transición de la prensa: El comportamiento político de diarios y periodistas (2018), publicado en esta misma colección, se obtuvo una aproximación significativa a en qué medida la prensa diaria ejerció esa función de «parlamento de papel». A su alcance, sus límites e incluso algunos excesos, de acuerdo con el título del epílogo. El estudio individualizado de diecisiete revistas y las reflexiones aportadas también por diversos protagonistas en este volumen nos permiten completar este análisis con notable precisión, aunque la obtención de un conocimiento más detallado y completo requerirá otros estudios.

La selección de revistas estudiadas ha seguido un criterio amplio, ceñido principalmente al periodo de los dieciocho meses desde el relevo en la Jefatura del Estado, de formulación de la reforma política, emergencia y legalización de los partidos políticos y de celebración de las primeras elecciones libres para la constitución de un parlamento democrático, tras lo cual la eventual función substitutoria de la prensa dejó de ser necesaria. En algunos casos, la mirada analítica alcanza hasta la aprobación de la Constitución y de los estatutos de autonomía del País Vasco y Cataluña, a los efectos de completar los comportamientos de algunas de las revistas.

Con un criterio amplio, aunque no exhaustivo por razones obvias de capacidad material del equipo de investigación, se han considerado los siguientes ámbitos:

a) Las revistas políticas, como Cuadernos para el Diálogo, Triunfo y La Calle, en las que se expresan los principales partidos de la izquierda demócrata cristiana, socialista y comunista. La particularidad del cisma del equipo de Triunfo que da lugar a La Calle, en la primavera de 1978, ofrece la oportunidad de ver cómo la evolución del naciente sistema de partidos influye en la vida de una de las revistas que más lucharon por hacerlo posible.

b) Las revistas de información crítica, personalizadas en Cambio 16 e Interviú, como mayores exponentes del éxito extraordinario de difusión e influencia de unos semanarios independientes que desbordan temporalmente el comportamiento conservador de la mayoría de los diarios.

c) Las revistas ilustradas de información general, como La Actualidad Española y Gaceta Ilustrada, que reaccionan tarde y torpemente a la renovación impuesta por las anteriores y desaparecen en pocos años, a pesar de la fortaleza de los grupos económicos que las sostienen.

d) Las revistas políticas del espacio nacionalista y regional que expresan las voces de sectores políticos muy dinámicos y característicos de Cataluña –Oriflama, Presència, Canigó y Arreu–, el País Vasco y Navarra –Punto y Hora de Euskal Herria– y el País Valenciano –Valencia Semanal–. Hemos incluido a Destino en este mismo grupo ya que, a pesar de su perfil más empresarial, una difusión muy superior y una cierta presencia en el mercado general español, adopta un comportamiento político en sintonía con los de las revistas catalanas citadas.4

e) Las revistas de humor, como Por Favor, El Papus y El Jueves, principales exponentes de un fenómeno novedoso también en el ámbito político de los años finales de la dictadura y de la Transición.

El estudio de dichas revistas se ha completado con dos sesiones de focus group, celebradas en Madrid y en Barcelona, en las que han participado dos grupos respectivos de seis y siete periodistas, cuyos resultados se ofrecen en el capítulo 10. Estas reflexiones, ofrecidas anónimamente de acuerdo con la técnica propia de los grupos de discusión, se completan en los capítulos 11, 12 y 13 con la transcripción de las ponencias presentadas por periodistas y académicos en tres seminarios llevados a cabo con los miembros del equipo de investigación.

El proyecto sobre la prensa no diaria que presentamos en este volumen ha incluido también un apartado sobre revistas internacionales, al que corresponde el capítulo 14, que estudia los semanarios angloamericanos Time, Newsweek y The Economist. Su presencia, junto al análisis de las revistas españolas, abre una perspectiva comparativa de sumo interés, además de completar la mirada sobre los principales diarios de Francia, Italia, República Federal de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos, obtenida en un primer proyecto5 sobre el que publicamos un primer volumen en esta misma editorial, Las sombras de la Transición: El relato crítico de los corresponsales extranjeros, 1975-1978 (2016).

Con este libro, completamos una primera aproximación al estudio del papel del periodismo durante la Transición, con un doble y complementario resultado. Por un lado, la comprobación de un relato crítico por parte de los principales órganos de la prensa internacional diaria y semanal, más selectivo, distante e incluso profesional que el de la prensa española, tras el que aparece el apoyo editorial al proceso de reforma política. Por otro, el relato más próximo, exhaustivo y comprometido de una prensa diaria española que ha de afrontar el doble reto de acompañar al país en su adaptación al futuro y de afrontar su propia renovación ante la inminencia de la liberalización del mercado informativo. El caso de las revistas analizado en este libro plantea otro horizonte: en qué medida un sector desarrollado de forma desigual bajo la dictadura acompaña a la sociedad en el proceso de cambio y es capaz de mantener posiciones en la nueva realidad política y periodística.

1. «El papel de la prensa diaria en la Transición democrática. El comportamiento político de periódicos y periodistas (1975-1978)» (MINECO CSO 2012-36774). Investigador principal: Jaume Guillamet. Equipo de investigación: Marcel Mauri, Carles Pont, Ruth Rodríguez-Martínez, Francesc Salgado, Christopher D. Tulloch, David Caminada, Rita Luis y Anna Nogué (Universitat Pompeu Fabra), Josep Maria Sanmartí (Universidad Carlos III) y Jezabel Martínez (Universidad de Sevilla).

2. «El papel de la prensa no diaria en la Transición española. Información, política y partidos (1975-1982)» (MINECO CSO 2015-67752-P). Investigador principal: Jaume Guillamet. Equipo de investigación: Francesc Salgado, Christopher D. Tulloch, Cristina Perales-García y David Caminada (Universitat Pompeu Fabra), José Reig Cruañes (Universidad de Castilla-La Mancha), Gloria García González (Universidad Pontificia de Salamanca), Javier Muñoz Soro (Universidad Complutense de Madrid) y Rita Luis (Universidade Nova de Lisboa). Formó también parte del equipo en el inicio Josep Maria Sanmartí (Universidad Carlos III), que falleció repentinamente en julio de 2017.

3. Se analizaron siete diarios procedentes de los años de la dictadura franquista –ABC, El Alcázar, Arriba, Informaciones, Pueblo y Ya de Madrid y La Vanguardia Española de Barcelona– y otros cinco

nacidos tras la muerte del Caudillo y la jura del rey Juan Carlos –Avui de Barcelona, El País y Diario 16 de Madrid, Deia de Bilbao y Egin de San Sebastián.

4. En 1972, Destino tenía un 25 % de la difusión fuera de Cataluña, sobre un total de 41.980 ejemplares, algo inferior al 29 % de Gaceta Ilustrada, sobre un total de 73.725 ejemplares, y al 37 % del semanario Mundo, sobre un total de 21.952 ejemplares (Guillamet, 1990: 20-28).

5. «Noticias Internacionales de España. La Transición, 1975-1978. La percepción exterior de la política española a través de la prensa internacional», Ministerio de Ciencia e Innovación, CSO 2009-09655. Investigador principal: Jaume Guillamet. Equipo de investigación: Marcel Mauri, Ruth Ro-dríguez-Martínez, Christopher D. Tulloch y Francesc Salgado (Universitat Pompeu Fabra) y Tobias Reckling (Universidad de Portsmouth, Reino Unido).

I.

REVISTAS GENERALES

1. LA INFLUENCIA DE LAS REVISTAS POLÍTICAS: CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO, TRIUNFO Y LA CALLE

Javier Muñoz Soro Gloria García González

Cuando en 1962 José Ángel Ezcurra trasladó la redacción del semanario cinematográfico Triunfo desde Valencia a Madrid para reconvertirlo en una revista cultural al estilo de Paris Match, no podía sospechar que en unos pocos años acabaría siendo una revista emblemática entre los muy diversos colectivos de la izquierda antifranquista (Alted y Aubert, 1995: 384). Que otra revista mensual fundada al año siguiente por un eminente miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), exembajador ante la Santa Sede y exministro de Educación Nacional, tuviera una evolución en gran medida paralela habría parecido aún más sorprendente, antes que a nadie, a su propio fundador, Joaquín Ruiz-Giménez. Su título, Cuadernos para el Diálogo, no podía ser más transparente sobre la naturaleza instrumental de aquella austera publicación y sobre el espíritu que la animaba, tras la muerte del papa Juan XXIII y el comienzo del Concilio Vaticano II.

 

DOS REVISTAS EN BUSCA DE UNA TRANSICIÓN

Triunfo y Cuadernos para el Diálogo eran revistas muy distintas en su lenguaje y sus contenidos. Si la primera se especializó en el comentario del panorama internacional, a menudo con una doble lectura interna para el cómplice lector, la segunda abordaba temas nacionales con abundantes citas de la doctrina católica que, junto a la personalidad de su fundador, la protegían de la censura hasta cierto límite nunca bien precisado.1 Triunfo fue una revista cultural muy atenta a las tendencias que llegaban del otro lado de los Pirineos; Cuadernos analizaba la legislación y las instituciones de la dictadura con un tono jurídico, sesudo y prudente, pero de gran fuerza deslegitimadora. Ambas fueron espacios de sociabilidad intelectual y puentes generacionales entre quienes habían vivido la guerra, como combatientes o como niños, y las cohortes nacidas después. Cada una con su estilo, las dos revistas se convirtieron durante los años sesenta en referentes imprescindibles de esa generación de jóvenes universitarios que empezaba a manifestar en público sus ansias de consumo cultural, de justicia social y de cambio político. Según la Encuesta sobre hábitos de lectura, radioaudición y televisión, elaborada por el Instituto de la Opinión Pública en 1970, aparecían como las de mayor difusión entre estudiantes, licenciados y profesores universitarios, en particular entre los menores de 35 años.2

Las revistas habían ocupado una parte del enorme vacío dejado por los diarios, controlados por el Estado o por los grandes grupos católicos y monárquicos integrados en el bloque de poder franquista. Su precariedad, paradójicamente, las hacía más fuertes para ejercer las funciones informativas y críticas propias de la prensa, aunque muchas sucumbieran en el empeño por los embates de la censura, las sanciones administrativas y las causas penales que se mantuvieron tras la nueva Ley de Prensa de 1966. Ello las convirtió en algo más, en señas de identidad de los jóvenes de orientación izquierdista, que conectaron con las inquietudes y las luchas de sus contemporáneos europeos y americanos. La España franquista se abría cada vez más al exterior por los intercambios económicos y culturales, por la emigración, el turismo y la dificultad cada vez mayor de impedir los flujos de información a través de los medios de comunicación modernos.

En esto coincidían con la multitud de revistas políticas que inundaban Europa por esos mismos años alentadas por el crecimiento económico y que, de manera algo contradictoria, servían de altavoz a una izquierda intelectual lacónicamente revolucionaria. La principal diferencia es que, mientras esa izquierda europea debatía sobre cómo superar la democracia burguesa impuesta tras la Segunda Guerra Mundial, Triunfo y Cuadernos para el Diálogo trataban de incorporar a sus lectores a una corriente de modernidad incompatible en la práctica con la dictadura aún vigente en España. Por ello, la historia de ambas revistas desde la década de 1960 también fue la de una generación de españoles que despertaron al pensamiento crítico y al compromiso político en compañía de sus páginas. Solo desde esta perspectiva puede entenderse el papel que jugó en Triunfo, especialmente, pero también en Cuadernos a través de su colección Los Suplementos y su editorial Edicusa, la cultura en todas sus expresiones –literatura, música, arquitectura, cine, teatro, arte, cómic− como una forma más de politización.

Como en otras situaciones de transición a la democracia desde un régimen autoritario, en España las revistas progresistas sirvieron de cauce de expresión a los sectores sociales más concienciados políticamente –las minorías «ruidosas» que coexisten con las mayorías «silenciosas»– para liberar espacios públicos de la hegemonía impuesta por un régimen de lejanos orígenes totalitarios. Una conquista cultural de espacios libres que precedió al cambio político y lo hizo posible (Guillamet y Salgado, 2014; Smith, 1980; Filgueira y Nohlen, 1994; Renaudet, 2003). Desde enero de 1976 hasta las elecciones de junio de 1977, la movilización social, y con ella el conflicto, ya fuera en su variante más política o laboral, marcó la agenda periodística de Triunfo y Cuadernos para el Diálogo. El amplio despliegue dedicado en sus páginas a cualquier forma de conflicto fortalecía la imagen pública de los movilizados y legitimaba la causa de su protesta, al tiempo que daba cuerpo a eso que se ha venido designando como «presión desde abajo» (Maravall, 1985: 199). Fue así con el movimiento obrero, eje primordial de la contestación, pero también con el estudiantil o el vecinal (Alonso, 1991: 85).

No puede decirse que estas revistas desarrollasen hacia las manifestaciones una simple labor de mediación informativa porque también desempeñaron un eficaz papel de reactivación social. Para los movimientos sociales, su afirmación y la garantía de su propia supervivencia dependían en una parte significativa del apoyo que les pudieran brindar los medios de comunicación, pues solo desde las páginas de papel impreso podían mantenerse la tensión necesaria y el interés público por sus actividades entre una acción colectiva y la siguiente. En este sentido, las revistas posibilitaron la continuidad de algunos movimientos sociales manteniendo vivo el interés por ellos mediante reportajes, artículos de opinión, entrevistas o mesas redondas, y ejerciendo una forma de participación pública no formalizada. Contribuyeron así a proyectar la actividad cívica de la contestación, en un verdadero ciclo de protesta que comenzó a dar sus primeras muestras de debilidad tras la aprobación de la Ley para la Reforma Política en diciembre de 1976, y de clara disolución en vísperas de las primeras elecciones democráticas de junio de 1977 (Tarrow, 2012). Las dos revistas se encontrarán entre las primeras víctimas de ese cambio de ciclo hacia la desmovilización.

Junto a altavoces de la movilización social, Triunfo y Cuadernos para el Diálogo se convirtieron en plataformas de diálogo y articulación de grupos y organizaciones políticas de cara al nuevo escenario abierto inevitablemente con la muerte de Franco, pese a la continuidad de las instituciones y aparatos de la dictadura. En sus páginas, las distintas alternativas ideológicas, presentadas ya al lector en forma de partidos o candidaturas políticas, debatieron las vías posibles de acceso a la democracia, así como las características y los requisitos que esta debería cumplir. Un debate que se representó en una dualidad política, pero también discursiva y simbólica: ruptura frente a reforma. Fueron medios de expresión semitolerados, pero fueron mucho más: medios de participación política, de recuperación pacífica del espacio público y de construcción de ciudadanía sin los cuales el final de la dictadura podía no equivaler al nacimiento de la democracia.

CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO, ENTRE LA RUPTURA Y LA REFORMA

Cuadernos para el Diálogo tenía la edición lista para su distribución cuando falleció Franco, aunque en el último momento pudieron añadirse cuatro páginas en el número correspondiente a ese mes. Un editorial comentaba «que una página del pasado de Europa se cierra con su muerte», la que iba de su ascenso al poder en una fase de guerra y totalitarismos a la presente de democratización y unidad europea. Muchas viejas heridas de la Guerra Civil estaban aún sin cicatrizar, pero la sociedad de 1975 no era la de 1936 gracias a las grandes transformaciones socioeconómicas de las décadas anteriores y «ahora es el pueblo español el que ha de pasar a primer plano como única fuente de legitimación posible». El balance de casi cuarenta años sería tarea de los historiadores, pero también de todos los españoles que «necesitan, como cualquier otro pueblo, analizar su pasado. Sobre todo, cuando éste pretende erigirse en piedra angular del futuro». Junto a ese editorial, un artículo de Ruiz-Giménez titulado «Los deberes del tránsito» señalaba la inaplazable tarea de promover la seguridad jurídica y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, los derechos de expresión, reunión y asociación, la soberanía popular y la «solución de los problemas reales», que en la terminología del momento equivalía a profundas reformas económicas.3

La portada del número de diciembre traía la foto de un cabo rompiéndose, en alusión a la frase de Franco sobre su legado «atado y bien atado», con un gran titular: «España quiere democracia». Asumiendo el papel de portavoz semitolerado de la oposición que se le atribuía, la revista publicaba una de sus habituales encuestas a varios representantes de las organizaciones todavía clandestinas. El acuerdo sobre los objetivos democráticos y sobre la prioridad de conceder una amnistía no ocultaba las diferentes actitudes ante la posibilidad de un cambio «desde arriba» o «desde abajo». Sin embargo, las llamadas del PSOE y del PCE al pragmatismo y a no desechar de antemano ninguna opción situaban el debate, en realidad, entre la credibilidad democratizadora concedida a un eventual proyecto reformista guiado por el rey y el escepticismo por parte de la izquierda marxista de que este pudiera ir más allá de una «democracia limitada». Hasta la izquierda radical, con Francisca Sauquillo en representación de la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), consideraba que la cuestión no estaba en democracia «desde arriba» o «desde abajo», sino en «un compromiso organizado y sin exclusiones sobre unas bases claras». Como siempre, era la solución del problema regional-nacional la que planteaba mayores divergencias.4

En ese mismo número de diciembre un editorial titulado «El pueblo pide voz y voto» analizaba el primer discurso del Rey, que si bien «no amplió el margen de expectativa, tampoco lo disminuyó». El reformismo de Arias era ya insuficiente «para las aspiraciones de la sociedad española» y la muy parcial amnistía, que dejaba fuera desde los exiliados hasta los militares de la Unión Militar Democrática (UMD), constituía «la primera oportunidad desaprovechada».5 Sí se veían indicios de cambio en otras instancias, como la Iglesia, que había hablado por boca del cardenal Tarancón en su sentida homilía.6 Amnistía −«el fin de nada, sino el comienzo de todo»− era de nuevo la palabra más utilizada en la mesa redonda sobre «Reforma o ruptura» del número correspondiente a enero de 1976, donde toda la oposición se mostraba de acuerdo en no participar en el proyecto de Arias para una «democracia parcelada».7