GuíaBurros: El arte de la guerra

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GuíaBurros: El arte de la guerra
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El ARTE DE LA GUERRA

Sobre el autor


Daniel Torres Vázquez es un Técnico Superior en Integración Social con una amplia experiencia trabajando con menores en riesgo. Ha estudiado Filosofía en la UNED y lleva desde 2013 vinculado al mundo del libro.

La historia, cultura, religión y pensamiento del Mundo Antiguo y Oriente son las especialidades de este autor que, además, es también un estudioso y practicante de las artes marciales.

Daniel Torres es también el autor de un título de esta misma colección: GuíaBurros: ¿Con qué filósofo te quedas? y traductor de GuíaBurros: El libro de los cinco anillos.

Agradecimientos

A mis padres, a Alba y a mi abuela.

A mi tío Sebastián, por regalarme El Arte de la Guerra y otros tantos libros maravillosos cuando era un chaval.

A Carlos González Calzas y Francisco Vivas, mis maestros de Kung Fu.

A Francisco Vega, que al igual que el bisnieto de Sun Tzu es un maestro mutilado.

Por último a mi primo Julián, con quien pasaba infinitas tardes de verano en el pueblo trazando maquiavélicos planes para dominar el mundo.

Introducción

El arte de la guerra de Sun Tzu, es uno de esos libros que todos deberíamos leer por lo menos una vez en la vida. El inmenso valor que posee este texto no reside únicamente en su importancia histórica, que es mucha y motivo más que suficiente para acudir a sus páginas, sino en lo útil de su contenido.

El arte de la guerra es un tratado de estrategia militar y ciencia política. Escrito en una época violenta y convulsa, de la cual hablaremos más adelante, este libro es un hijo de su tiempo que no se entretiene en sesudas reflexiones filosóficas ni en sofisticados juegos de palabras: va directamente al grano, explicando de manera sencilla cómo ha de actuar un líder en tiempos de guerra para garantizar la supervivencia de su pueblo. Pero la sabiduría que ofrece El arte de la guerra no se agota en los campos de batalla y en los despachos de los generales, pues se puede aplicar en cualquier ámbito o circunstancia de la vida cotidiana en el que esté presente la disputa y la competencia. Ante todo, El arte de la guerra nos enseña a prevalecer sobre nuestros rivales.

El Arte de la guerra se atribuye a Sun Tzu, una figura legendaria que supuestamente ostentó el generalato durante la Era de los Reinos Combatientes. Lo poco que sabemos de Sun Tzu es lo que el historiador del siglo II a.C. Sima Qian dejó escrito en sus Memórias históricas, que no es más que algunos apuntes biográficos y una anécdota bizarra en la que se nos muestra al mítico general entrenando y sometiendo a una dura disciplina a las concubinas del rey de Wu tras haber sido retado por este.

El contexto histórico: una breve historia de China desde sus orígenes legendarios hasta el final de la Era de los Reinos Combatientes.

China es el nombre que dieron los persas al imperio sobre el que reinaba la dinastía Qin en el siglo III a.C. El nombre que los lugareños daban, y siguen dando, a su tierra era muy distinto: “Zhonguó”.

Zhonguó significa, literalmente, “País del Centro”. En sus orígenes, dicho País del Centro se configuraba en torno a la cuenca del Río Amarillo, más o menos a la altura de la actual provincia de Henan. Dirigido por los semilegendarios Xia (2207-1765 a.C.) primero y por los, más fácilmente rastreables, Shang (1765-1122 a.C.) después, el País del Centro fue creciendo poco a poco a la par que iba conquistando y sometiendo o asimilando a los reinos, estados, tribus y pueblos que le rodeaban.

Los crueles Shang, recordados hoy en día sobre todo por su afición a los sacrificios humanos, fueron depuestos por una dinastía cuyos orígenes se encontraba en uno de esos estados que posteriormente fueron fagocitados por Zhonguó: los Zhou (1122-256), provenientes de la actual provincia de Shanxi.

Los Zhou fueron la dinastía que más tiempo estuvo en el poder: lo ostentaron durante casi mil años. Los Zhou fueron retratados como gobernantes modélicos por Confucio y sus sucesores y pasaron a la historia como tales.

El poder de los Zhou, al igual que el de sus antecesores, era de carácter divino. La religiosidad de la China arcaica se basaba, fundamentalmente, en las prácticas adivinatorias y en el culto a los antepasados, descendiendo el Emperador Zhou del más importante de todos los ancestros: el mismísimo Cielo (Tien). El emperador recibía del Cielo el mandato para gobernar, siendo esto lo que legitimaba y justificaba su poder. Gracias a las funciones sacerdotales del emperador, que era el principal mediador entre el pueblo y lo divino, imperaba la paz y la armonía en Zhonguó.

Un nutridísimo cuerpo de funcionarios asistía al emperador en el ejercicio del gobierno y este a su vez delegaba en familias aristocráticas la gestión de las distintas provincias. Las provincias, conforme iba pasando el tiempo, iban adquiriendo cada vez más y más autonomía, hasta que llegó el momento en el que se convirtieron en principados para pasar, posteriormente, a ser reinos independientes sobre los que los Zhou no tenían ya ningún poder.

Los conflictos entre los nuevos reinos y los Zhou, que conservaban el control de la provincia capital y el título de emperador, no tardaron en surgir, comenzando así la Era de los Reinos Combatientes (453-222).

La Era de los Reinos Combatientes fueron doscientos años de guerras ininterrumpidas en las que un puñado de estados se disputaba la hegemonía mientras otros se limitaban a luchar por no desaparecer del mapa. El arte de la guerra retrata a la perfección el espíritu de este tiempo: una época en la que hay que hacer lo que haga falta para sobrevivir; un periodo en el que el más mínimo detalle puede suponer la supervivencia o la aniquilación de un pueblo…

El fin de la era se saldó con la caída de los Zhou y el surgimiento de una nueva dinastía: los Qin que lograron unificar a todo el país bajo su mando.

La era dorada del pensamiento chino

Durante Era de los Reinos Combatientes no fue todo caos, muerte y destrucción, pues fue en esta época cuando el pensamiento chino alcanzó sus más altas cimas. Curiosamente, este florecimiento coincidió con el nacimiento de la filosofía griega y con la configuración de los sistemas filosóficos del hinduismo y el surgimiento del budismo. A lo largo de la Era de los Reinos Combatientes, y en parte debido a ésta, se desarrollaron los siguientes sistemas de pensamiento y surgieron las siguientes personalidades.

 Kong Qiu y el confucianismo:Kong Qiu, al que los jesuitas dieron el nombre de Confucio, es, sin duda, el pensador más importante e influyente de China y su órbita.Natural del Reino de Lu, pertenecía a la Escuela de los Letrados, la cual estaba compuesta mayoritariamente por exfuncionarios que habían perdido su empleo a causa de la guerra y la crisis del sistema político de los Zhou. Estos antiguos funcionarios, que eran conocedores de los ritos y de los textos clásicos, se vieron obligados a reinventarse, cosa que hicieron convirtiéndose en maestros privados.Confucio deseaba, más que nada en el mundo, alcanzar un puesto político relevante mediante el cual pudiese reformar a la sociedad China. Viendo sus deseos frustrados, se retiró y dedicó el resto de su vida al estudio y la enseñanza. Confucio nunca se consideró un pensador original, sino un recopilador y un renovador de las antiguas tradiciones. Pretendía reformar y armonizar la sociedad a través de la piedad filial, concepto según el cual cada quien ha de aceptar y desempeñar intachablemente su rol social además de respetar la jerarquía, en cuya cúspide, solo por debajo del Cielo, se encontraría el emperador. El rol del emperador es fundamental, pues él tiene el deber de educar a su pueblo a través del ejemplo. Todos, y el emperador el primero, deben ejercitarse en el uso de la virtud, siendo las virtudes capitales del confucianismo la justicia, la benevolencia y la rectitud. Pese al rechazo inicial que causaron, estos tópicos terminarían convirtiéndose en la forma de pensamiento dominante de China durante el resto de su historia, gracias, en parte, a los dignísimos sucesores que tuvo Confucio, entre los cuales hay que destacar a Mencio.

 Lao Tzé, Zhuangzí y el taoísmo filosófico:No es de extrañar que en tiempos de muerte, decadencia y miseria surjan doctrinas, bien religiosas, o bien filosóficas, que traten el tema de la inmortalidad, la salvación y la transcendencia.Podemos traducir burdamente la palabra tao como senda o camino que ha de transitarse o trazarse. El taoísmo tiene dos vertientes, una religiosa, centrada en la búsqueda de la inmortalidad, o de la elongación de la vida en su defecto, y otra filosófica, configurada en el siglo IV a.C. por Lao Tzé y Zhuangzí. Si bien la propuesta del taoísmo religioso tenía un carácter eminentemente antinatural, la inaugurada por Lao Tzé ofrecerá todo lo contrario. Para empezar, el maestro Lao resignificará el termino Tao, que a partir de este momento tendrá que escribirse con mayúsculas, pues ahora vendrá definir la realidad última, transcendente e indefinible. En la primera página del Tao te ching, Lao Tzé dice: “Aquello que puede ser definido con palabras no es el verdadero Tao”. A su vez, este gran Tao, tendrá su pequeño tao, pues si uno quiere realizarse en el Tao y ser uno con él, tendrá que transitar por su senda, y esta senda se transita practicando el wu wei, el “no hacer”. El “no hacer” consiste en no intervenir en el curso natural de las cosas. Liberando a la mente del ego y la volición podremos fluir de manera espontánea y ser uno con el Tao. Y en esto consistían las doctrinas de Lao Tzé, quien según las leyendas nació ya siendo anciano.En cuanto a Zhuangzi, este era un funcionario que terminó abandonándolo todo para convertirse en ermitaño. Este pensador puso a la dialéctica y la retórica de la Escuela de los Nombres, una especie de versión china de la sofística, al servicio de la doctrina del Tao.

 

El confucianismo y el taoísmo son las corrientes más celebradas y conocidas en Occidente, pero el pensamiento chino de esa época no se agota ahí: está también la extraña y curiosa propuesta de Gonsung Long, de la Escuela de los Nombres, cuyo único libro suele aburrir y desesperar a los occidentales, y seguro que también a muchos chinos, que se acercan a él; el pacifista Mo Zi, con sus doctrinas sobre la solidaridad mutua y el bien común; o los legistas, que defendían a capa y espada el poder absoluto de los gobernantes.

Sea como fuere, la realidad es que la obra del Maestro Sun ha atravesado culturas y épocas hasta llegar hasta la actualidad en la que se ha convertido en una obra de referencia imprescindible sobre el arte de la estrategia y aplicable en cualquier situación de conflicto o enfrentamiento.

Daniel Torres

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