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HAMBRE EN LA TIERRA


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Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629461-70-0

© Copyright, 2003 por Steven J. Lawson. Todos los derechos reservados. All rights reserved.

This book was first published in the United States by Moody Publishers, 820 N. LaSalle Blvd., Chicago, IL 60610, under the title, Famine in the Land.

© Copyright 2018, Publicaciones Faro de Gracia. Traducido al español por Giancarlo Montemayor. La portada y las páginas fueron diseñadas por Benjamín Hernandez de Enjoy Media, Inc.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro– excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores.

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

HAMBRE EN LA TIERRA

UN LLAMADO APASIONADO

A LA PREDICACIÓN EXPOSITIVA

Steven J. Lawson

PUBLICACIONES FARO DE GRACIA P.O. Box 1043 Graham, NC 27253

a James Montgomery Boice

Un magnífico predicador de la Escritura,

un talentoso escritor y maestro

del más alto orden,

y

un hombre lleno de gracia que aceptó

mis invitaciones a predicar

cuando yo era un joven pastor

y en esas visitas

impactó grandemente mi vida y ministerio.

Que la reforma

a la que él llamaba

venga.

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.

2 Timoteo 4:1-5

Contenido

AGRADECIMIENTOS

Introducción DÍAS DE SEQUÍA

1 ¿BANQUETE O HAMBRE? LA PRIORIDAD DE LA PREDICACIÓN BÍBLICA

2 LA NECESIDAD DEL MOMENTO EL PODER DE LA PREDICACIÓN BÍBLICA

3 ¡TRAE EL LIBRO! EL PATRÓN DE LA PREDICACIÓN BÍBLICA

4 NO HAY MEJOR LLAMADO LA PASIÓN DE LA PREDICACIÓN BÍBLICA

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PREFACIO

Algunos observadores podrán pensar que el movimiento evangélico es más grande y saludable actualmente de lo que ha sido jamás. Después de todo, existen más megaiglesias que nunca, algunas con asistencia superior a las 20,000 personas por semana. Campañas masivas, festivales musicales enormes y reuniones varoniles en estadios se han hecho comunes en la cultura evangélica moderna. La música cristiana contemporánea es el segmento con mayor crecimiento de la industria musical. Las publicaciones cristianas se han convertido en un negocio enorme. Algunas novelas evangélicas han alcanzado los primeros lugares de la lista de mejores ventas del New York Times. Los evangélicos, como grupo, parecen tener más influencia que nunca.

Sin embargo, Steve Lawson dice que hay hambruna espiritual en la tierra. La escasez de predicación bíblica ha dejado débil al movimiento evangélico, hambriento de la verdad espiritual y susceptible a los estragos del enemigo.

¿Tiene razón? Estoy convencido de que sí la tiene. La evidencia parece abrumadora. La predicación en sí misma ha decaído de forma dramática. Muchas iglesias—incluidas algunas de las más grandes y más conocidas—han relegado el ministerio del púlpito a algo secundario. Lo primordial en el servicio de adoración de muchas iglesias es la música, la sátira, la tecnología o una amplia variedad de entretenimiento.

En donde aún observamos la predicación, ésta es raramente bíblica. La tendencia actual son los mensajes temáticos enfocados a asuntos temporales, relaciones humanas, éxito, auto-ayuda, adicciones o temas similares. El típico predicador actual aspira a ser un orador motivacional, en lugar de un exegeta.

Steve Lawson es una rara y preciosa excepción. Él es un apasionado por la predicación bíblica y comprende que la cuidadosa exposición bíblica desde el púlpito es la gran necesidad que tiene la iglesia actualmente. El propio ministerio de Steve es ejemplar. Como fiel predicador durante muchos años, ha sido ampliamente valorado por la audacia, claridad y cuidado con el que maneja la Escritura. Incluso su escritura es un modelo del abordaje exegético. Hambre en la tierra es un tratamiento bíblico para el tema de la predicación. Es un espléndido desglose de algunas de las más básicas e importantes instrucciones bíblicas para los predicadores.

Aquí encontrarás un maravilloso antídoto para los predicadores confundidos por todo el énfasis moderno en el estilo por encima de la sustancia. Lawson nos lleva de regreso a las Escrituras para mostrarnos cómo la predicación bíblica es ordenada y ejemplificada por la misma Biblia. Hambre en la tierra es un libro refrescante, sencillo y completo. Te desafía y alienta al mismo tiempo.

Lo mejor de todo, la pasión de Steve por la exposición bíblica es contagiosa. Él demuestra que, definitivamente, la predicación expositiva es el patrón bíblico para el ministerio. También extrae del texto bíblico muchos consejos prácticos sobre cómo predicar bíblicamente.

Este es un maravilloso e invaluable recurso para los pastores que desean alimentar su grey como el Gran Pastor nos ha llamado a hacerlo. Estoy muy agradecido por la publicación de este libro y oro para que tenga un gran impacto en los pastores, líderes de estudios bíblicos, ministerios evangélicos y en los hambrientos miembros de nuestra grey.

—John MacArthur

AGRADECIMIENTOS

Si me preguntaras, “¿Cuánto tiempo has invertido en escribir este libro?”, mi respuesta no se basaría en términos de los meses recientes, sino en los muchos años que he invertido en entender, recopilar y vivir estas verdades sobre la predicación. Tal preparación ha requerido tiempo—toda una vida. En el sentido más real, escribir este libro, Hambre en la tierra, me ha llevado toda la vida

Una nube de testigos me ha rodeado, predicadores que aún viven y otros que ya han muerto, quienes me alientan a no solo predicar la Palabra, sino a hacerlo de forma que honre a Dios. Al terminar este libro, me siento obligado a reconocer a las numerosas personas que han tenido un efecto directo y positivo en mi vida, los hombres que más han moldeado mi comprensión de la predicación.

Para comenzar, me gustaría reconocer a tres ex-pastores a los cuales escuchaba domingo tras domingo predicar bíblicamente y quienes han sido un modelo para mí de lo que debe ser el púlpito. Adrian Rogers de la Bellevue Baptist Church en Memphis, Tennessee, W.A. Criswell de la First Baptist Church en Dallas, Texas y S. Lewis Johnson de la Beleiver´s Chapel en Dallas, Texas fueron un modelo de exposición bíblica en mis años formativos. Su compromiso con la predicación de la inerrante e infalible Palabra inspirada por Dios ha moldeado mi perspectiva de la predicación. Cada uno de ellos se convirtió en una encarnación de lo que Dios me ha llamado a realizar.

Además, quiero reconocer a mis profesores del Dallas Theological Seminary. Haddon Robinson y Duane Litfin me enseñaron la predicación expositiva en el salón de clases, lecciones que jamás olvidaré. Otros profesores en Dallas, hombres como Howard Hendricks, J. Dwight Pentecost, John Hannah y Stanley Toussaint han dejado su huella en mi vida. Más que a nadie, quiero agradecer a Roy Zuck, quien no solo me enseñó exposición bíblica, sino que también me pidió escribir cuatro artículos sobre predicación expositiva para la Bibliotheca Sacra, que después se convirtieron en la base de este libro. Cada página de este libro, de una u otra manera, ha sido martillada en el yunque de sus ministerios expositivos.

Adicionalmente, R.C. Sproul, uno de mis profesores en el Reformed Theological Seminary, me instruyó en los finos detalles de la comunicación. Cada una de sus clases estaba llena de su pasión para transmitir la verdad de la Escritura y aún permanecen frescas en mi mente.

Además, deseo expresar mi gratitud por la predicación expositiva de John MacArthur, pastor y maestro en la Grace Community Church en Sun Valley, California. Su incansable búsqueda del significado del texto bíblico y su apasionada predicación de ese pasaje, con un enfoque centrado en Dios, ha moldeado toda mi perspectiva del púlpito. Este hombre de Dios ha establecido para mí, y para toda una generación, el más alto estándar de lo que la predicación debería ser.

No todos mis mentores siguen con vida. Muchos hombres continuaron moldeándome mucho después de haber dejado esta tierra. Me refiero a los reformadores, hombres como Martín Lutero, Juan Calvino; los puritanos, especialmente Thomas Watson y John Owen; y otros estandartes del púlpito que han seguido sus pasos, poderosos predicadores como George Whitefield, Jonathan Edwards, Charles H. Spurgeon y, más recientemente, Martyn Lloyd-Jones. Leer sus sermones y estudiar sus vidas me ha transformado radicalmente. Las páginas de este libro surgen de la influencia de cada uno de estos hombres.

Adicionalmente, estoy agradecido con el equipo de Moody Publishers, especialmente con Mark Tobey, quien creyó en el mensaje de este libro, y Jim Vincent, cuya habilidosa edición ha tejido este manuscrito, creando una prenda sin costuras para la gloria de Dios.

En el sentido más real, escribir este libro me ha llevado toda la vida. Cada uno de los antes mencionados ha moldeado directamente mi vida en el púlpito, una influencia duradera que, confió, se transmita en este libro. Que Dios utilice todo esto para su gloria y nuestro bienestar.

Introducción
DÍAS DE SEQUÍA

El Dr. D. Martyn Lloyd-Jones, el famoso expositor de la capilla de Westminster en Londres, al dar una clase sobre predicación en el Westminster Theological Seminary, declaró: “La necesidad más urgente en la iglesia cristiana de la actualidad es la verdadera predicación; y al ser la más grande y más urgente necesidad de la iglesia, es también la más grande necesidad del mundo”.1

Si el diagnóstico del doctor es correcto, y este escritor cree que lo es, entonces regresar a la predicación—la verdadera predicación, la predicación bíblica, la predicación expositiva—es la más grande necesidad en este crítico momento. Si una reforma ha de venir a la iglesia, debe ser precedida por una reformación del púlpito. A donde se dirija el púlpito se dirige la iglesia.

El profeta Amós advirtió que habría hambre en la tierra, un hambre de oír la Palabra del Señor (Amós 8:11). El teólogo Walter Kaiser es uno de los muchos que ha declarado que esa hambre ha llegado y ha estado aquí desde hace tiempo: “El hambre por la Palabra continúa en proporciones masivas en la mayoría de Norte América”.2 Sin duda, estamos viviendo en días de sequía, momentos en los que muchas fuerzas están sofocando la predicación bíblica. Ahora más que nunca, los pastores deben regresar a su mayor llamado, el “predicar la palabra” (2 Timoteo 4:2).

¿Qué es exactamente la predicación expositiva? Difícilmente encontraremos otra mejor definición que la dada por J.I. Packer en God Has Spoken [Dios ha hablado]: “La verdadera idea al predicar es que el predicador debe convertirse en portavoz del texto, abriéndolo y aplicándolo como Palabra de Dios para sus oyentes, hablando solo con el propósito de que el texto sea hablado y escuchado”. Packer resaltó que el predicador debe “exponer cada punto del texto de tal manera que” [citando del diccionario de Westminster] “los oyentes puedan discernir lo que Dios enseña de ese texto”.3 Esta es la verdadera naturaleza de la predicación. Es el hombre de Dios abriendo la Palabra de Dios y exponiendo sus verdades para que la voz de Dios sea escuchada, la gloria de Dios sea vista y la voluntad de Dios sea obedecida.

Hace algunos siglos, el reformador ginebrino, Juan Calvino, declaró que la predicación involucra la explicación de la Escritura, desenvolviendo su verdadero y natural significado, mientras establece aplicaciones a la vida y experiencia de la congregación.4 En otras palabras, la exposición involucra tanto la explicación como la aplicación, o la Palabra explicada cuidadosamente y relacionada prácticamente a la vida. Calvino también declaró: “La predicación es la exposición pública de la Escritura por el hombre enviado por Dios, en donde Dios mismo está presente en juicio y gracia”.5 Esto es la verdadera predicación expositiva. Es predicar la Biblia, explicando el verdadero significado de la Escritura de una forma que conlleve juicio divino si es rechazada y gracia divina si es recibida. En este sentido, Calvino argumenta que Dios está inusualmente presente en la predicación de su Palabra. Cuando Esta es la dinámica sobrenatural de la predicación expositiva. En donde la Biblia habla, Dios habla.

Más recientemente, Merrill Unger definió la exposición bíblica como comunicar el “real y esencial significado” de un pasaje de la Escritura “como existió en la mente del escritor bíblico y como existe a la luz de todo el contexto de la Escritura”.6 Unger explicó que es “la Palabra de Dios hecha simple y aplicada a las necesidades actuales de los oyentes”. Además añadió: “No es predicar sobre la Biblia, sino predicar la Biblia. ´Lo que dice el Señor´ es el alfa y omega de la predicación expositiva. Comienza en la Biblia y termina en la Biblia, y todo lo que interviene surge de la Biblia. En otras Palabras, la predicación expositiva es una predicación centrada en la Biblia”.7 O como J.I. Packer escribió, es simplemente “dejar que el texto hable”.8 A esto nos referimos con predicación expositiva y esto es lo que tanto necesitamos actualmente.

Hambre en la tierra es una expansión de una serie de cuatro partes originalmente publicada en la Bibliotheca Sacra entre 2001 y 2002.9 Parte del material preparado para esa serie, omitido debido a restricciones del espacio, ha sido restaurado en este libro. Estas adiciones proveerán un efecto más polémico y provocativo. Los capítulos mismos son exposiciones de la Escritura, modelando su llamado, es decir, un mensaje centrado en Dios extraído de un texto bíblico. Este abordaje basado en el texto permitirá que la Palabra de Dios determine el lugar que la predicación bíblica debe tener en la iglesia, así como definirá cómo la Palabra debe ser predicada.

Estas páginas tienen la intención de fortalecer el compromiso de aquellos que predican la Palabra, ya sean pastores, maestros, evangelistas, profesores de seminario o profesores de Biblia en los colegios, así como estudiantes preparándose para el ministerio de la predicación. Este libro está diseñado para unir a todos los que están en las trincheras de la fe, predicando y enseñando la Escritura para discernir y desechar las muchas amenazas que han surgido contra la completa exposición del consejo de Dios. Así mismo, está escrito para alentar a quienes aman la fiel predicación de la Palabra de Dios, desafiándolos a apoyar a aquellos que los alimentan con la sana doctrina de la Escritura.

Hambre en la tierra aborda directamente lo que, desde mi perspectiva, es la necesidad más importante del momento, específicamente que el púlpito sea restaurado a su antigua gloria de generaciones pasadas, días en donde la verdad de Dios era proclamada valientemente—días cuando la claridad doctrinal, la precisión teológica y la aplicación eran derramadas desde el púlpito.

Este libro surge con la oración de que, en estos días de hambre en la tierra, la cabeza de la iglesia, el Señor Jesucristo, levante nuevamente hombres piadosos que, fiel y valientemente, prediquen la Palabra. Que Dios se complazca en darnos una poderosa reforma y un avivamiento a su iglesia para la soberana gloria de su bendito nombre.

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

Hechos 2:42-47

“El púlpito es el trono para la Palabra de Dios”. —Martín Lutero

1
¿BANQUETE O HAMBRE?
LA PRIORIDAD DE LA PREDICACIÓN BÍBLICA

Mientras la Iglesia avanza hacia el siglo XXI, el estrés por producir ministerios crecientes nunca ha sido tan grande. Influenciados por las fusiones corporativas, los rascacielos y las economías en expansión, lo grande es percibido como lo mejor y en ninguna parte esta mentalidad de “Wall Street” es más evidente que en la iglesia. Tristemente, la presión para producir resultados ha conducido a muchos ministerios a sacrificar la centralidad de la predicación bíblica en el altar del pragmatismo centrado en el hombre.

Una nueva forma de “hacer” iglesias está emergiendo. En este cambio paradigmático, la exposición está siendo reemplazada por entretenimiento, la predicación por actuaciones, la doctrina por drama y la teología obras teatrales. El púlpito, que una vez fue el punto central de la iglesia, ahora está siendo cambiado por una variedad de técnicas para hacer crecer las iglesias, desde estilos de alabanza modernos hasta deslumbrantes presentaciones. Buscando crecer en número, una nueva ola de pastores está reinventando la iglesia y empacando el evangelio en un producto para ser vendido a los “consumidores”.10

Lo que funcione en una iglesia está siendo exportado como franquicia a otros “mercados”. Así como cuando el oro fue descubierto al pie de las colinas de California, los ministros están prácticamente explotando a las iglesias con la “moda” más reciente. Desafortunadamente, el nuevo oro termina por no ser auténtico. No todo lo que brilla es oro.

LA OBRA DE DIOS A LA MANERA DE DIOS

Ciertamente, los pastores pueden aprender de las iglesias en crecimiento y los ministerios exitosos. Sin embargo, la obra de Dios debe hacerse a la manera de Dios para obtener la bendición de Dios. Él provee el poder y solamente él debe recibir la gloria, pero esto sucederá solamente cuando sigamos su plan divino para el ministerio. Cuando las estrategias basadas en los hombres son utilizadas, frecuentemente imitando al mundo, la carne provee la energía y las personas— no Dios—reciben la gloria.

A través de la historia de la iglesia, los predicadores que han dejado un impacto duradero han sabido que, en palabras de Michael Horton, “la proclamación regular de Cristo a través de la exposición de la Escritura [es] más relevante creando una comunidad adoradora y servicial que las causas políticas, cruzadas morales y servicios de entretenimiento”.11 Sin embargo, en muchas iglesias evangélicas la centralidad de la exposición bíblica está siendo puesta en segundo plano. En un extraño giro, la predicación de la cruz es ahora necedad, no solo para el mundo, sino también para la iglesia contemporánea. El resultado ha sido el hambre en la tierra por escuchar la predicación bíblica.

Esta hambre en los púlpitos alrededor de la nación revela una pérdida de confianza en que la Palabra de Dios pueda realizar su obra sagrada. Mientras que los evangélicos afirman la inerrancia de la Escritura, muchos han aparentemente abandonado su creencia en su suficiencia para salvar y santificar. En lugar de exponer la Palabra con creciente vigor, muchos han optado por estrategias inferiores en su esfuerzo para resucitar sus muertos ministerios. Pero con cada novedad añadida, la clara exposición de la Biblia está siendo relegada a un rol secundario, dejando aún con más hambre a la iglesia. Hacer la obra de Dios a la manera de Dios requiere un compromiso inamovible de alimentar a las personas con la Palabra de Dios a través de la incansable predicación y enseñanza bíblica.

UN PARADIGMA PARA EL MINISTERIO

Con muchos ministerios abandonando la dieta de la exposición bíblica, ¿en dónde encontramos un modelo efectivo en donde la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios sea el platillo principal? ¿Cómo se ve una iglesia que está siendo alimentada con la carne de la Palabra de Dios? Solo necesitamos mirar a la iglesia de Jerusalén, nacida en el día de pentecostés y plantada firmemente en la tierra de los nuevos corazones convertidos. Los líderes de las iglesias actuales harían bien en observar esta congregación y redescubrir la estrategia de sus primeros líderes, los apóstoles.

Después de que el apóstol Pedro predicó a la multitud que se reunió en pentecostés, tres mil personas fueron tocadas, salvadas y después bautizadas. En resumen, Hechos 2:42-47 nos muestra la impactante vida de esta recién formada congregación. Estos versículos contienen los mayores componentes de la dinámica de esta primera congregación— la enseñanza de los apóstoles, comunión, adoración, oración, servicio y evangelismo. Aquí están los seis canales mediante los cuales el Espíritu de Dios se movía a través de los creyentes e impactaba al mundo que les rodeaba. Cada una de estas disciplinas espirituales es esencial para el bienestar de cualquier iglesia que busca honrar completamente a Dios.

La enseñanza de los apóstoles, mencionada en primer lugar en este pasaje, será el enfoque de este capítulo que examina el lugar estratégico, el patrón específico y el poder sobrenatural que esa enseñanza ocupaba en la primera iglesia. Este estudio es un llamado a la iglesia contemporánea para que haga de la predicación bíblica algo central, así como los apóstoles lo hicieron hace dos mil años—cambiar la hambruna del presente por un banquete. La iglesia primitiva experimentaba vitalidad espiritual, no debido a estrategias humanas, sino porque se enfocaba en la prioridad de la enseñanza bíblica. En esta línea, Hechos 2:42-47 demuestra el rol asignado por Dios de la doctrina de los apóstoles.

LA PRIMICIA DE LA ENSEÑANZA DE LOS APÓSTOLES

Mencionada en primer lugar en la lista de los ministerios, la enseñanza de los apóstoles era el principal ministerio de los líderes de esta primera iglesia. Primero, y sobre todo, los apóstoles enseñaban. Su ministerio de enseñanza trajo vida a todos los otros aspectos de la primera iglesia. No es un accidente que la enseñanza se mencione primero.12 Siempre debe ser lo primero. En la vida cristiana, el precepto precede a la práctica, la doctrina antes que la obra y la exposición antes que la experiencia. Como John Phillips ha dicho: “La experiencia siempre debe ser probada mediante la doctrina, no la doctrina por la experiencia”.13

John Stott observó que estos “nuevos conversos no disfrutaban de una experiencia mística que los condujo a despreciar su mente o desechar la teología… El antiintelectualismo y la llenura del Espíritu son incompatibles porque el Espíritu Santo es el Espíritu de la verdad”.14 Es decir, el Espíritu Santo trabajó poderosamente en esta primera iglesia al guiar a los apóstoles a ser prolíficos en su ministerio de enseñanza. La buena doctrina enriqueció cada aspecto de la vida de esta iglesia. Cada estrategia y ministerio fluyó de la fuente de la verdad bíblica. Como la principal actividad de los apóstoles, su enseñanza era primordial y poderosamente efectiva, un patrón que fue modelado por el ministerio de Jesús, asignado en la gran comisión, practicado por la iglesia primitiva y reforzado por las epístolas pastorales.

Modelado en el Ministerio de Jesús

Mientras los apóstoles enseñaban a su primera grey, seguían lo que primeramente ellos habían observado hacer a Jesús. Por más de tres años fueron enseñados directamente por Cristo y presenciaron su ministerio público. Ellos comprendieron la importancia vital que Jesús le otorgó a la enseñanza. Desde la primera vez que Cristo los llamó a seguirle hasta su ascensión, la enseñanza fue su principal ocupación. Sin duda sus discípulos notaron esta prioridad en su ministerio. Tan fundamental fue su ministerio de enseñanza que los doce le llamaron “Maestro” (Juan 13:13) y él se refería a ellos como sus “discípulos” (Mateo 10:24-25; Lucas 6:40), una palabra utilizada para un aprendiz que era instruido por un maestro y absorbía su enseñanza.15 Este término claramente indica el lugar primordial de la enseñanza en el ministerio de Cristo.

Mientras Jesús iniciaba su ministerio público, él vino “predicando el evangelio” (Marcos 1:14). Poco después de eso, entró a una sinagoga en Nazaret y leyó de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Así declaró que su predicación cumplía la profecía de Isaías. Cuando un gran número de personas acudió a él para ser sanados, se retiró de ellos, diciendo: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (Marcos 1:38).

Nada le impediría cumplir su principal ministerio, la predicación y la enseñanza, ni siquiera el sanar compasivamente a los enfermos. Cuando la multitud se acercó, “les enseñaba” (Mateo 5:2). A través de su ministerio público, la proclamación de la verdad de Dios permaneció como algo prioritario. Incluso la noche antes de ser crucificado, Jesús reunió a sus discípulos y les enseñó (Juan 13-16). Después de su resurrección, el enfoque del ministerio de Jesús continuó siendo el mismo. Mientras recorrían el camino a Emaús, se les apareció a dos discípulos y “les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Cuando los discípulos se reunieron en el aposento alto, Jesús se apareció en medio de ellos y “les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (v 45) respecto a “todo lo que está escrito” de él “en la ley de Moisés en los profetas y en los salmos” (v 44). Y poco antes de que Jesús ascendiera al cielo, instruyó a sus discípulos (Hechos 1:1-9).

Este combustible fundamental del ministerio de Cristo, predicar y enseñar, dejó una profunda impresión en sus discípulos. Cuando los doce comenzaron su trabajo pastoral, como lo indica Hechos 2:42, simplemente imitaban lo que observaron hacer a Jesús, repitiendo el ejemplo que él les dio. Mientras pastoreaban esta primera iglesia en Jerusalén, inmediatamente comenzaron a enseñar porque eso es lo que Jesús había hecho con ellos. Cualquier otra prioridad en el ministerio habría sido una desviación del ejemplo que habían observado en el ministerio de Cristo.

Establecido en la gran comisión

Además, los apóstoles enseñaban a estos nuevos creyentes porque esto es lo que Jesús les ordenó que hicieran. En la gran comisión, pronunciada unos pocos días antes, Jesús les había encomendado: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20).

En este mandato, sus responsabilidades esenciales—ir, hacer discípulos, bautizar y enseñar—llegaron al clímax en la ordenanza final de “enseñar”, al recibir el mandato de adoctrinar a los nuevos creyentes en todo lo que él les había enseñado. Así como Jesús les había instruido, ahora los dirige a hacer lo mismo con otros. De hecho, la enseñanza es tan fundamental para cumplir la gran comisión que Jesús identificó a sus futuros seguidores como “discípulos” o aprendices. Primero y principal, los apóstoles debían hacer aprendices—no compañeros para partir el pan o para la oración. Aunque estas otras disciplinas espirituales de compañerismo, oración y comunión con Cristo son indudablemente importantes, se volverán una realidad solamente si los nuevos seguidores son primeramente enseñados en las verdades esenciales de la fe cristiana. Así que, en obediencia a lo que Cristo ha ordenado en la gran comisión, los apóstoles enseñaron a los nuevos creyentes.

Practicado por la Iglesia Primitiva

El hecho de que estos nuevos creyentes “perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (Hechos 2:42, cursiva añadida) implica que los doce enseñaban de forma continua y regular. El ministerio de predicación y enseñanza de los apóstoles es mencionado más que cualquier otra actividad realizada por ellos (Hechos 2:42; 3:11-26; 4:1-2. 8-12, 19-20, 31, 33; 5:20-21, 29-32, 42; 6:2, 4, 7-10; 7:1-53). Tan abrumadores es esta evidencia que podría decirse que el libro de los Hechos es primordialmente una compilación de la predicación y la enseñanza apostólica. John MacArthur concluyó: “La iglesia primitiva fue fundada bajo el ministerio de enseñanza de los apóstoles, cuya enseñanza, ahora inscrita en las páginas del Nuevo Testamento, debe ser enseñada por todos los pastores”.16

Sin importar en dónde se encontraban, los apóstoles predicaban. Ya fuese en el templo de Salomón (3:11-26; 5:20, 42), en reuniones públicas (4:2, 33), ante el Sanedrín (4:8-12; 5:27-32) o de casa en casa (5:42), enseñaban audazmente en el nombre de Cristo. Incluso al enfrentar peligros que amenazaban sus vidas, los apóstoles rehusaban callarse, declarando: “no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (4:20). Cuando las exigencias del ministerio se tornaron más complejas, ellos no se desviaron de su tarea principal, la enseñanza. Ellos dijeron: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios” (6:2). Notablemente, cuando la exitosa expansión de su ministerio es descrita, es medida en términos del crecimiento de “la palabra del Señor” (v 7). Similarmente, cuando a aquellos que estaban bajo su enseñanza—hombres como Esteban y Felipe—se les encomendó el ministerio, ellos enseñaron la “palabra” con extraordinaria efectividad (7:2-50; 8:5-6, 25-35, 40). De hecho, los primeros discípulos llenaron a todo Jerusalén con su enseñanza (5:28). Sin duda, la enseñanza de los apóstoles fue lo más importante en la iglesia primitiva.

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