David, La Esperanza Perdida

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David, La Esperanza Perdida
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David,

la

Esperanza

Perdida

Juan Moisés de la Serna

Editorial Tektime

2020

“David, la Esperanza Perdida”

Escrito por Juan Moisés de la Serna

1ª edición: marzo 2020

© Juan Moisés de la Serna, 2020

© Ediciones Tektime, 2020

Todos los derechos reservados

Distribuido por TekTime

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Prólogo

Esta es la vida de uno de los más grandes personajes de la antigüedad, el Rey David que, siendo un simple pastor y nada más, sin mayor futuro que la de tener su propia familia y un rebaño, llegó a ser considerado como el hombre más grande que la historia de Israel ha tenido, pero grande en cosas mundanas, que quedaron tras de sí a su fallecimiento.

Sólo superado por las riquezas que llegó a acumular su hijo Salomón que fue bendecido con la inteligencia que tenía su padre, pero mirar que esa es otra historia.

Dedicado a mis padres

Contenido

Capítulo I. En el Principio7

Capítulo II. La Visita del Rey35

Capítulo III. Cuestión de orgullo69

Capítulo IV. La mujer de la casa75

Capítulo V. La visita del joven79

Capítulo VI. El vecino rico85

Capítulo VII. El desconocido anciano89

Capítulo VIII. El Ministro de Hacienda111

Capítulo IX. La batalla con el Gigante129

Capítulo X. El atentado contra su vida161

Capítulo XI. El castigo merecido165

Capítulo XII. El premio final169

Capítulo I. En el Principio

Su nombre es David, y si bien cuando nació nadie habría esperado que destacase con respecto al resto de sus hermanos, uno más en lo que hoy puede considerarse como una familia numerosa, en cambio fue grande en su juventud y en su vejez, donde ejerció como líder y rey de uno de los pueblos más poderosos de la región, tanto que su nombre era temido por sus enemigos y respectado por sus aliados, pero David fue pequeño en sus años de hombre, y me voy a explicar; cuando era joven, daba muestras sin igual de ser persona de fiar, así el ALTÍSIMO le escogió y él mismo aceptó, cambiando con ello para siempre su futuro y el del pueblo de Israel.

Cuando fue ungido, como aún era un niño apenas tenía edad para decir sí o no, pero cuando llegaron los años mozos y se le volvió a llamar respondió afirmativamente, fijando así su futuro pero cuando se le confirmó y se le dio el puesto para el que estaba destinado, el enemigo del ALTÍSIMO, envidiando los dones y la prosperidad que se le había otorgado y que hacía destacar a su pueblo sobre los demás, le atacó con tanta fuerza que le venció en varias ocasiones, a pesar de la preparación y los avisos que había recibido al respecto; así y para enmendar estos errores se le tuvo que castigar como forma de purificación; y con él a todo un pueblo que no tenía culpa de nada más que de tenerle a él por rey.

Debido al cargo que ocupaba su responsabilidad era mucho mayor, pues al ser el representante de un pueblo y al recibir este el mismo correctivo, todos sufrían por los errores de un solo hombre. Pero cuando hizo penitencia, esta fue de tal manera que dio satisfacción, pero fijaros que se había manchado de tal forma que ya no podía ser un siervo del ALTÍSIMO, y Éste le dijo,

―Como ya no me puedes servir y sin embargo has hecho penitencia, se te dará tu premio en esta tierra a la que tanto quieres.

Así se le otorgó que tuviese un reino de paz y próspero en riquezas de tal manera que en su momento no había rey más grande, de todos los que él podía conocer, convirtiendo a la capital de su reino, Jerusalén en el centro de todo el comercio de la región, viniendo caravanas desde los lugares más alejados para comerciar, y de todas las cosas bellas de la Tierra se pobló, pero con el progreso y el desarrollo económico también llegó el vicio y la corrupción, y el mismo Rey fue siervo de ello, y esto apenó al ALTÍSIMO, así ÉSTE se dijo,

―Le dejaré para que muera en la Tierra, de forma tal que, todo serán canciones de él, más el único mérito será que uno de sus descendientes directos será el que figure como padre del Mesías. Esto se sabrá y se tendrá como tradición, pero cuando venga a Mí y sea juzgado, su destino será igual que el de otros muchos que en la Tierra han tenido lo que han querido, y así tendrá que padecer según sea su conducta, y quitaré de él la voz que le guía y que de nada le sirve, y cuando tenga algo que decirle, se lo diré a través de mis testigos que como profetas tengo.

Esta es la historia de un gran Rey, y que el pueblo de Israel tiene como él más grande ya que gracias a él se extendió y consolidó su reino, pero que sin embargo fue una persona corriente, y que no pasó de ser así, como aquí se dice, porque habéis de saber que la grandeza se mide por lo que uno puede conseguir en el otro mundo, siendo precisamente el servidor del enemigo del ALTÍSIMO quien triunfa en este mundo.

Esta historia la vamos a empezar en tiempos de la niñez de este hombre que, tenía y así se le conocía por el nombre de David que, viene a significar pequeño, pues tal era su tamaño cuando nació que su padre pensando que se moriría pronto le puso ese nombre, y no se le dio el tradicional que tendría que haberle puesto según la costumbre de su época.

Sabiendo que ya tenía otros hijos, no se preocupó mucho de este aspecto, y es de la misma manera que ahora ocurre que a los niños se les viene a llamar no por su nombre si no por lo que se le ocurre a alguien, así a él le llamaban David.

Él a pesar de su tamaño consiguió sobrevivir a los primeros años, aquellos en donde es más probable fallecer por alguna enfermedad infantil y que a tantos se llevaba por aquella época, pues hay que tener en cuenta que las condiciones de vida eran muy diferentes a las que hoy se pueden tener, máxime cuando él y su familia vivían en una zona que hoy se podría considerar como rural.

Cuando era muy pequeño era muy valiente, y lo demostró muy pronto, fijaros qué pasó que, un día cuando estaba con las ovejas, ya que su padre era pastor, y los hijos ayudaban pronto a los padres en hacer sus tareas, de esta forma adquirían responsabilidad a la vez que aprendían el oficio, el cual se solía heredar de padres a hijos, pues decía que estando un día con las ovejas del monte, aunque no era muy lejos de su casa, apareció por allí un perro que tenía la rabia.

Si bien la labor de pastoreo es bastante sencilla en cuanto a vigilar el rebaño, evitar que este se disperse demasiado y conducirlo hacia donde hay pasto por la mañana y por la tarde recogerlo lo más próximo a la vivienda, es cierto que en ocasiones surgen imprevistos e incluso situaciones de peligro, con las fieras del campo e incluso con perros salvajes.

Sabéis que esta clase de animales, en la primera fase de la enfermedad de la rabia, están como drogados, y apenas se mueven con facilidad, y únicamente muerden cuando se les ataca, y andan de un lado para otro o están tumbados, es decir no son peligrosos, aunque no es recomendable acercarse demasiado a ellos para evitar algún susto al tratar de morder de un salto.

Siendo en la segunda fase cuando son realmente peligrosos y de ahí que se deban de evitar ya que están furiosos, son feroces y tienen instintos de morder a todo el mundo que está a su alcance, ya que afecta a esta parte de su cerebro, siendo muy fácil que de esta forma extienda su enfermedad a otros animales e incluso a las personas a las que se encuentra y ataca.

Bueno, pues apareció un perro rabioso gruñendo con la boca llena de espuma, estando ya pronto para morir, lo que se podía deducir del andar inestable y torpe que tenía, aproximándose hacia donde se encontraba con las ovejas y no se le ocurrió otra cosa que dirigirse hacia el rebaño para atacarlo, pareciera que a pesar de sus malas condiciones y antes de fallecer quisiera extender lo más posible su enfermedad a otros seres vivos y había elegido para ello a estos indefensos animales.

Viendo David al perro, y sabiendo de su enfermedad, pues se lo habían enseñado, ya que era frecuente entre algunos animales, le gritó y cogiendo un palo, se fue hacia él sin pensar que le podía morder, pero con la seguridad de que era más rápido y que podría escapar si hacía falta.

Lo importante para aquel niño era que no se acercase lo suficiente al ganado para morder a las ovejas, ya que aquella que fuera atacada luego debería de ser sacrificada y enterrada sin poderse aprovechar nada de ella, para evitar con ello que su carne pudiese transmitir la enfermedad a quienes se la comiesen.

Pensar que los rebaños de entonces estaban conformados por una veintena de ovejas y no mucho más por lo que el fallecimiento de una de ellas era una verdadera pérdida para cualquier pastor, de ahí que David quisiera evitar que el perro contaminase a ninguna de ellas.

Tener en cuenta que en esa época era normal que los pastores se valiesen de un palo el cual le servía de apoyo a la vez que le ayudaba para hacer indicaciones al ganado, y como en este caso como arma para defenderse, empleándose aún hoy en este oficio, aunque ha quedado casi como adorno.

 

Este palo solía estar hecho de una madera flexible y no demasiado gorda, de forma que pudiese servir de apoyo sin suponer una carga, al ser todavía un crío, el tamaño era de la altura que iba desde el suelo hasta sus hombros.

Los adultos, en ocasiones tenían palos que superaban la altura de su cabeza, porque además lo usaban para llevar algunas cosas, tales como fardos con ropa o comida, e incluso a algún animal que sufría un accidente y tenían que atenderle en otra localidad.

Tal es la importancia de este palo que se consideraba como una parte más de la indumentaria del pastor, y era identificativo de su profesión, siendo en ocasiones transmitido de padres a hijos como señal de su linaje.

Sobre el grosor, este solía ser de la mitad del puño, de forma que pudiese agarrarse con fuerza cuando así lo requiriese, ya fuese para evitar una caída, para dar indicaciones al ganado o como en este caso para ser usado como arma.

Pero volviendo a la historia, viendo aquel perro enfermo por la rabia que venía el pastor hacia él, se encaró desafiante, ya que se interponía en su camino para alcanzar a las ovejas.

Aquel joven sin perder de vista al fiero animal y mientras se dirigía hacia él, con un rápido movimiento puso el palo entre unas rocas y lo golpeó con su peso, astillándolo en un extremo dejando una punta afilada.

Esto suponía romper el cayado que le había entregado su padre para poder realizar esta labor, lo que en otras circunstancias podría considerarse una afrenta a su familia al despreciar el objeto identificativo de su trabajo, pero aquella circunstancia requería medidas excepcionales y el joven ni se paró a pensar en las consecuencias de aquello, más allá de buscar utilidad de aquel acto que había convertido a un palo normal en una rudimentaria lanza.

David le llamó con grandes voces y gestos, y le tiró una piedra que acababa de recoger del suelo, mientras mantenía el palo en la otra mano, sujeto con fuerza, y el perro vino, aunque no muy corriendo, sí con cierta velocidad, y llegando al lado de David, le amenazó con la boca abierta y los colmillos fuera, y toda la boca llena de espuma.

Con ello David consiguió alejar momentáneamente al animal de sus ovejas, ahora tenía que evitar que le mordiese y le contagiara a él la enfermedad, algo que no se veía sencillo ya que aquel animal parecía presto a morderle en cuanto estuviese suficientemente cerca.

Además, la piedra que le había acertado en el lomo parecía que le hubiese enfurecido, como si aquel animal ya estuviese deleitándose con la cacería que iba a realizar y alguien le hubiese molestado antes del banquete, mostrándose si cabía aún más fiero.

Algo que a cualquier otro podría haberle provocado pavor, siendo en estas situaciones habituales que se huyese salido corriendo a pedir ayuda, pero el pequeño no se movió y mantuvo su posición a pesar de lo amenazante de la situación.

Además, si hubiese abandonado el ganado, probablemente para cuando regresara con ayuda no quedaría ni una en pie, pues es sabido que estas fieras atacan y matan por placer, y no por necesidad de alimentarse, ya que de ser así con cazar una oveja tendría suficiente para saciarse.

Y sobre salir huyendo, el animal estaba lo suficientemente cerca para tratar de alcanzarlo, y con ello podría morderle y contagiarle la rabia, por lo que irse corriendo no parecía la mejor opción.

El niño sin dudar un momento, y tomando el palo entre sus manos poniendo la punta por delante rápidamente se lanzó hacia el perro, y metiéndolo en la boca del animal, se lo clavó en la garganta, y luego se apartó.

Un movimiento tan rápido y certero que apenas le dio tiempo a reaccionar al animal que ni pudo apartar la cabeza cuando ya sitió aquel palo clavado.

Algo que no había practicado antes el joven, pero en lo que destacaba en cuanto a agilidad y sobre todo puntería, lo que había sorprendido a más de uno por sus habilidades con las manos.

El animal sintiéndose herido de muerte, trató por todos los medios de arrancarse el palo con movimientos airados e incluso golpeándose contra el suelo, cosa que consiguió al cabo de un tiempo, pero ya le venía la muerte encima, y salía sangre de su garganta a borbotones.

Viendo David que, no había muerto, y que aún podía hacer daño, cogió una gran piedra, por lo menos grande para él en tamaño, aunque para un hombre sería normal, y esperó a que el perro estuviera bien cerca, y cuando estaba como a un metro, le dio con todas sus fuerzas en la cabeza y al punto el animal se quedó allí muerto.

Veréis que hizo luego, él sabía que un animal con rabia era una fuente de enfermedades, y para evitarlo se tenía la costumbre de enterrar a los que así les sucedía, más como no tenía ni fuerzas ni herramientas, lo que hizo fue lo siguiente.

Tenía un cuenco con aceite para las heridas, y también tenía pedernal que sabía utilizar, y derramó el aceite sobre el animal, y con el pedernal le prendió fuego, y desde lejos contempló cómo ardía.

Como pastor estaba acostumbrado a encender pequeñas fogatas cuando caía la noche y no había conseguido regresar a casa a tiempo, pues en ocasiones el rebaño va más lento a la vuelta que a la ida, de ahí que siempre tuviese el pedernal y unas pieles que hacía las veces de manta para taparse evitando así el frío de la noche.

Además, la fogata cumplía una función de protección, pues mientras se tuviese encendida los animales salvajes procuraban no acercarse sabiendo que allá había un humano presto a defenderse.

De esta forma David no solo consiguió salvar a su rebaño, sino que evitó que ese animal pudiese contagiar su enfermedad a carroñeros que se alimentaban de los despojos de otros animales.

Algo que cuando no se conoce puede llevar a extender enfermedades al aprovechar la carne de los animales enfermos, pensando equivocadamente que muerte este no podría hacer ningún mal.

De ahí la importancia de aprender la profesión de los más mayores quienes instruían, no sólo a saber pastorear y buscar verdes prados, sino también aspectos sobre el cuidado y la salud como en este caso.

Hay que indicar que también las fogatas, sobre todo cuando había luz se usaban para señalar algún problema o que se requería de ayuda, una forma de comunicarse con cualquiera que estuviese a los alrededores ya que el humo negro era distinguible a suficiente distancia.

En esto, viendo unos pastores que allí cerca estaban, el fuego, acudieron a ver qué pasaba, y se encontraron con el hecho, y fue muy comentado por dos razones, una por la valentía y la segunda por la inteligencia.

No era corriente que un pastor tan joven pudiese ser tan resuelto ante situaciones tan inusuales, lo normal en aquel tiempo, y con la edad del menor es que hubiese salido corriendo a dar aviso a otros pastores para que le ayudasen con aquel animal.

Situación que no era nueva, y que normalmente cuando se volvía con ayuda, se encontraban a más de una oveja herida o muerta, ya que no tenía pastor que la protegiera.

Otros pastores quizás hubiesen tratado de espantarlo con gritos y piedras, buscando que este se asustase y se retirase del lugar ante la imposibilidad de atacar al rebaño.

La alternativa de enfrentar al animal, sólo se solía hacer cuando se estaba muy seguro de poder ganar la contienda, y siempre manteniendo la distancia que permite el brazo estirado sujetando el palo, ya que, de acercarse más, el animal podría contagiarle con algún arañazo o mordisco.

No era la primera vez que algún pastor no supo medir bien sus fuerzas, o la velocidad de movimientos del animal, y fue atacado en vez de su rebaño, contagiando la rabia a la persona, con consecuencias desastrosas.

Pero David, quizás calculando sus posibilidades o llevado por su valentía, tomó la decisión más difícil y arriesgada, y a pesar de ello salió victorioso de aquel enfrentamiento.

Aspecto que fue comentado entre los pastores y que hizo enorgullecer a su padre que vio cómo el menor de sus hijos se estaba haciendo un hombre antes de lo esperado.

Esto es únicamente una señal de que el menor era especial de alguna forma, y en ese momento el niño tenía cinco años.

Pues David, a pesar de no quejarse nunca, tenía que tratar de destacar para ser tenido en cuenta, ya que los demás por años y experiencia le superaban en todo, ya fuese en actividades de fuerza o velocidad.

Pero este joven no estaba dispuesto a ceder en su contienda por ser reconocido por sus hermanos por lo que desarrolló el ingenio como forma de destacar.

Mirar ahora, otra cosa que sucedió cuando ya habían pasado unos años desde este evento, y que, aunque pueda extrañar las labores que realizaban a tan corta edad, pensar que era otra época, y que cualquier mano que ayudase en el trabajo era bienvenida.

Así los menores se iban curtiendo en el oficio, el cual aprendían casi desde que podían tener un palo en el que sujetarse en el caso de los pastores, si bien, las tareas encomendadas al principio se basaban en el cuidado del rebaño en áreas próximas, para poco a poco ir adquiriendo nuevas responsabilidades.

Otros oficios que requerían de más fuerza eran realizados por los mayores, pero con la ayuda, en la medida de sus posibilidades de los menores en dichas labores.

De esta forma se iba enseñando el oficio y adiestrando para que el menor cuando llegase el momento pudiese seguir la tradición familiar o ir a otra localidad, pero sabiendo valerse con su trabajo.

En esta ocasión David se marchó junto con otro muchacho un día por la tarde después de comer a ver las ovejas que tenían en el monte, y que estaba cuidado por uno de sus hermanos.

Pues aún no os he dicho que tenía un montón de ellos, pues como en aquel entonces, no había televisión, se hacían muchos niños, bueno, bromas aparte.

En aquel tiempo era frecuente que las familias tuviesen cinco o más hijos, sabiendo que alguno no saldría adelante debido a las duras condiciones de vida, y en ocasiones a la escasez de alimentos.

Además, tener un hijo no se consideraba una boca más que alimentar como hoy en día, sino un brazo más para trabajar y contribuir a la economía familiar.

De forma que cuantos más hijos se tuviesen la familia se garantizaba su supervivencia, gracias a tantos trabajadores, en cambio aquellas parejas que no conseguían concebir hijos se consideraban que se extinguiría con ellos su linaje.

Pero volviendo a la anécdota, estos dos jóvenes marcharon por el campo, y para acortar camino, bajaron a una torrentera que por allí había, pero que en esos momentos no llevaba agua ninguna.

Es habitual que estos sitios permaneciesen seco durante el verano y en la época de lluvias recuperaba su caudal, siendo entonces incluso intentar atravesarlo debido a que podían llegar a arrastrar a una persona por la fuerza con la que bajaba el agua de las montañas.

Pues bien, tal y como hacen los pequeños que, aprovechan cualquier oportunidad para jugar, así hicieron los dos saltando de piedra en piedra, sin percatarse que algunas estaban sueltas, de forma que el amigo dando un salto pisó sobre una redondeada que se hundió bajo sus pies perdiendo el equilibrio y se cayó, y se hizo daño en una pierna de tal manera que chorreaba mucha sangre y no podía andar.

Ahora diríais que sería una herida externa o algo parecido, donde se había roto el hueso. Bueno, pues llamó a David que iba delante, y cuando éste estuvo a su lado, vio que la cosa era seria, y lo que hizo fue lo siguiente.

En primer lugar, darle un fuerte golpe a su amigo en la cabeza, con lo cual el otro quedó atontado, y en ese momento cogió el pie, y dio un fuerte tirón hacia él, ya que estaba situado de frente a su amigo, y éste tumbado boca arriba, y el amigo profirió un gran grito, pero al punto se le calmó bastante el dolor de la pierna.

Entonces, quitando algunas piedras que tenía allí cerca dejó un pequeño hueco limpio de ellas, y cavó con las manos en el fondo de la torrentera, y salió un poco de arena mojada, pues, aunque la superficie parecía seca, todavía por debajo quedaba la humedad de las lluvias pasadas y del rocío de la mañana.

Sacando aquella tierra mojada se la puso en la herida sangrante, y de esta forma con la arena, a modo de cataplasma, tal y como había visto hacer a su madre con algunas hierbas y barro, pero de las primeras no tenía, ni sabría cuál coger en caso de tener cerca, pero su intervención funcionó y dejó de salir sangre.

 

Más como seguía de todas formas saliendo un poco, resolvió poner al final un torniquete, ya que pensó que, el cuerpo humano era igual al de los animales que cuando se les ata una pata se les corta la hemorragia, y se lo puso a su amigo. Y esto sucedió cuando solo tenía siete años.

Más mirar que también pensó, y así le dijo a su amigo que, se marchaba a buscar ayuda, y éste dijo que no, pues sabía que por aquellos parajes había animales carniceros que, se alimentaban de ganado, y de los pastores cuando podían.

Por tanto, sería una presa fácil, ya que malherido y en la posición que estaba tenía difícil defenderse en el caso de que algún rapiñero le quisiese atacar, atraído por el olor de la sangre que había manchado las rocas que tenía debajo suya.

Además, tumbado como estaba le sería difícil usar bien el cayado para evitar que algún animal decidiese atacarle mientras estaba solo.

Y para complicarlo aún más y como no sabía cuánto tardaría en llegar con ayuda, pensó que, si caía la noche antes de que volviese en su auxilio, si no había sido pasto de las fieras lo sería del frío ya que en estos parajes puede llegar hasta helar, lo que unido a la debilidad que tenía el joven por la sangre perdida, hacía que fuese difícil que sobreviviese sin el calor de una candela.

Ante este panorama y viendo que no duraría mucho si se iba, insistió implorando en que no se fuese y le dejase sólo allí tirado.

David no tenía una fácil decisión, pues él no podía cargarle tanto como para llevarlo a donde recibiese ayuda, ni tampoco podía dejarle sin atender ya que su pierna estaba empezando a tomar un color diferente y eso no era buena señal, ya que, aunque conocía cómo poner un torniquete porque lo había visto hacer, nadie le había explicado que tenía que ir soltando de vez en cuando la atadura, para que la pierna no se gangrenase.

Hay que indicar que en aquel entonces, el conocimiento sobre medicina estaba reservado a eruditos y consejeros, los cuales atendían a la familia Real y a los príncipes de palacio, mientras que el resto de la ciudadanía se tenía que conformar con las tradiciones orales y algunos ungüentos para saber qué hacer, pero en las poblaciones más alejadas como en este caso, el conocimiento provenía de la práctica, y en muchos casos del error cometido, por ejemplo, al atender a algún animal.

Es por ello que era habitual que cuando una persona sufría una herida tan grave como la de aquel joven, al final perdiese la pierna como medida para evitar que se extendiese la cangrena, lo que se consideraba una infección.

Medida que a pesar de parecer de tiempos antiguos todavía hoy en día se adopta en el caso de algunas enfermedades de tipo circulatorio, como por complicaciones de diabetes.

Ante este panorama David tras reflexionar sobre las alternativas que tenía lo que hizo fue lo siguiente. Buscó buena cantidad de ramas y hojas que suele haber en los cursos de los ríos, a pesar de estar estos secos, y las mojó con la arena húmeda que había sacado del pequeño hoyo que acababa de excavar, y las puso apoyadas unas sobre otras formando un círculo, haciendo una chimenea, dejando el centro hueco, el cual rellenó con hojas secas.

Luego con el pedernal que siempre llevaba encima, las golpeó con fuerza y con las chispas que salieron se hizo fuego y prendió todo aquello con hojas secas que había reservado sin mojar, y así al punto salió una gran humareda, y desde lejos la vieron y pensaron que podría ser alguien en peligro, pues era forma de avisarse por aquellas tierras de que algo malo sucedía.

Aunque no se sabía qué podía ser, era la manera de pedir ayuda o de comunicar que venían tropas enemigas, aunque estos últimos avisos se solían hacer desde sitios elevados para que pudiese verse a una mayor distancia.

Con lo que ya solo era cuestión de tiempo para que algún pastor lo viese y viniese en su auxilio, o al menos a ver qué sucedía y cuál era el motivo de aquella humareda.

David mientras tanto acercó al joven a la fogata, sin moverle demasiado la pierna para que entrase en calor, ya que había perdido mucha sangre y empezaba a perder el tono de color habitual.

Al poco acudió un hermano suyo, el que estaba más cerca, y viendo la gravedad de la situación, cogiendo al muchacho se lo llevó para que le pudieran atender lo antes posible.

La alternativa era esperar que alguien con más experiencia y conocimiento viniese a atenderle allí mismo, tal y como se hace hoy con la visita de los médicos al domicilio, pero la gravedad del muchacho lo desaconsejó.

Esto fue muy comentado, pues el niño contó lo que le había hecho, y únicamente la gente no comprendió por qué le había pegado tan fuerte en la cabeza.

Cuando le interrogaron por esta cuestión, David les contestó que, si no lo hubiese hecho, no le hubiese dejado acercarse a su pierna, pues le dolía mucho.

Vieron que decía la verdad, y así también pensaron que, tenía una gran sangre fría y a alguien le dio por decir que, en su mente había unas cosas que no eran humanas y que podía ser un elegido.

Más veréis que, ocurrieron también varios eventos después que lo confirmaron.

Uno de ellos fue el siguiente. Estando por allí un profeta que era servidor del ALTÍSIMO, le fue mandado que ungiera al que se le indicase, y así le envió al pueblo que allí había.

Estas personas eran respetadas por donde fuesen, ya que se sabía que tenían la capacidad de escuchar y que habían dedicado su vida a obedecer, una labor para la que no todos estaban preparados, ya que suponía renunciar a todo para ir donde se le mandase.

Él estuvo en el pueblo, y a cada uno que veía se detenía frente a él y preguntaba,

―¿Es éste, SEÑOR?

―¡No! ― se le decía.

Esto lo repitió una y otra vez, con cada uno de los habitantes del lugar y siempre recibía la misma negativa por respuesta.

Los aldeanos que le veían acercarse, pararse delante de la persona e irse, no decían nada, extrañados de aquel comportamiento, pero tampoco trataban de entender a un profeta, pues sabían que estaba obedeciendo en todo momento.

Ya estando sin saber qué hacer, vio que en las afueras había muchas ovejas y había casa también, pero pensó que no podía ser, pues él buscaba el elegido entre los principales y los más cultos.

Ya que estos desde pequeño eran adiestrados en las artes y en los estudios, de forma que fuesen líderes para su pueblo y que pudiesen conseguirle prosperidad.

Así a algunos se les preparaba como negociantes, a otros en idiomas y a los que no creían que tenían posibilidades se les enseñaba un oficio, el de sus padres para seguir la tradición familiar.

Una selección por castas bien diferenciadas donde no se permitía que hubiese mezclas, así el principal nunca se rebajaba a labores del campo, ni el campesino aspiraba puestos de mayor responsabilidad que el que había realizado su padre, y el padre de este.

Todos desde el principio y en función de en qué familia hubiese nacido tenían claro cuál sería su futuro, a pesar de lo cual en ocasiones se producían excepciones como la que se comenta.

Ante la falta de respuesta positiva el profeta se dijo, “¡Veremos qué hacemos!”, y se puso en mitad del pueblo y así mirando hacia el norte preguntó,

―¿Es en esa dirección, SEÑOR?

―¡No! ―se le contestó.

Y volvió a hacer la misma pregunta hacia el sur, y obtuvo la misma respuesta, y así sucedió en las otras dos ocasiones, y esto ya le desconcertó más, y le preguntó al SEÑOR,

―¿Es en este pueblo?

Pues ya pensaba que había entendido mal, y se le dijo,

―Sí, pero la dirección no me la has preguntado.

―SEÑOR, dime la dirección ―dijo el profeta.

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