Colombia frente a los escenarios del pacífico

Text
Read preview
Mark as finished
How to read the book after purchase
Colombia frente a los escenarios del pacífico
Font:Smaller АаLarger Aa



© Universidad Nacional de Colombia

© Editorial Universidad Nacional de Colombia

© Ricardo Mosquera Mesa

© Gustavo Adolfo Silva Carrero, editor

Primera edición, mayo de 2020

ISBN 978-958-794-151-7 (e-pub)

ISBN 978-958-794-002-2 (e-book)

ISBN 978-958-794-001-5 (rústica)

Editorial Universidad Nacional de Colombia

direditorial@unal.edu.co

www.editorial.unal.edu.co

Corrección de estilo

Juan Nicolás Donoso

Diseño y diagramación

Olga Lucía Cardozo Herreño

Conversión a ePub

Mákina Editorial

https://makinaeditorial.com/

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Mosquera Mesa, Ricardo, 1946-

Colombia frente a los escenarios del Pacífico : ¿De qué Pacífico hablamos? / Ricardo Mosquera Mesa ; editor, Gustavo Adolfo Silva Carrero. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Editorial, 2020.

CD-ROM : ilustraciones (principalmente a color), diagramas, mapas

Incluye referencias bibliográficas

ISBN 978-958-794-151-7 (e-pub)

1. Economía internacional 2. Comercio internacional 3. Cooperación en la región del Pacífico 4. Política económica 5. Globalización 6. Economía -- Asia -- Pacífico 7. Colombia -- Relaciones económicas internacionales I. Silva Carrero, Gustavo Adolfo, 1976-, editor II. Título

CDD-23337.86105 / 2020

Tabla de contenido

Lista de gráficos

Gráfico 1. Perspectivas de la economía global

Gráfico 2. Desempleo en el mundo

Gráfico 3. Crecimiento del comercio mundial

Gráfico 4. Comercio mundial por regiones (variación porcentual)

Gráfico 5. Índice de Competitividad Foro Económico Mundial

Gráfico 6. Pilares de Competitividad por Bloques (2017)

Gráfico 7. Pilares de Competitividad por Bloques 2 (2017)

Gráfico 8. Índice de Desempeño Logístico (2016)

Gráfico 9. El costo de importar (2016)

Gráfico 10. El costo de exportar (2016)

Gráfico 11. Calidad de infraestructura portuaria (2017)

Gráfico 12. PIB per cápita (2018)V

Gráfico 13. Indicadores macroeconómicos (2018)

Gráfico 14. Emisiones de CO2 (kt)

Gráfico 15. Exportaciones Asean

Gráfico 16. Importaciones Asean

Gráfico 17. Índice de competitividad (Asia 2017)

Gráfico 18. China: entradas y salidas de inversión extranjera directa, 2006-2017

Gráfico 19. Indicadores macroeconómicos Unión Europea (2018)

Gráfico 20. Índice de competitividad (Europa)

Gráfico 21. Atentados terroristas en Europa (por países)

Gráfico 22. Percepción del terrorismo como el principal problema de EE. UU.

Gráfico 23. Relación entre la percepción en el creciente número de inmigrantes y el miedo del terrorismo en Europa

Gráfico 24. Competitividad Nafta por pilares 1 (2017)

Gráfico 25. Competitividad Nafta por pilares 2 (2017)

Gráfico 26. Comercio bilateral EE. UU. – China (2018)

Gráfico 27. PIB per cápita (precios constantes)

Gráfico 28. Índice de competitividad en Alianza del Pacífico

Gráfico 29A. Pilares de la competitividad Alianza del Pacífico-1 (2017)

Gráfico 29B. Pilares de la competitividad Alianza del Pacífico-2 (2017)

Gráfico 30. Calidad de infraestructura portuaria

Gráfico 31. Índice de rendimiento logístico (2017)

Gráfico 32. Crecimiento del PIB

Gráfico 33. Inflación

Gráfico 34. Desempleo

Gráfico 35. Entrada neta de capitales

Gráfico 36. Balanza comercial (% del PIB)

Gráfico 37. Valor agregado (2018)

Gráfico 38. Calidad de infraestructura portuaria

Gráfico 39. Desigualdad por países de AP

Gráfico 40. Participación del 10 % más pobre en el ingreso

Gráfico 41. Participación del 10 % más rico en el ingreso

Gráfico 42. Distribución del ingreso en América Latina y el Caribe 2017

Gráfico 43. Desigualdad y participación política de la mujer

Gráfico 44. Desigualdad y transparencia

Gráfico 45. Tenencia del ingreso vs incidencia del gasto

Gráfico 46. Estabilidad política vs. participación de la población

Gráfico 47. Factores más problemáticos para hacer negocios en Colombia Según el FEM

Gráfico 48. Víctimas asesinatos selectivos en Colombia

Gráfico 49. Las 40 principales economías agrupadas en bloques de acuerdo a su PIB (2017)

Gráfico 50. Inversión extranjera directa de China en América Latina

Gráfico 51. Inversión extranjera directa de China en América Latina por país de destino, en millones de dólares (2001-2016)

Gráfico 52. Número de empleos generados por inversiones chinas, en miles (2001-2016)

Gráfico 53. PIB Japón hasta 2017

Gráfico 54. Índice de competitividad

Gráfico 55. Índice Transparencia internacional

Gráfico 56. Nivel de Confianza en el Congreso

Gráfico 57. Nivel de Confianza en la Rama Judicial

 

Gráfico 58. Nivel de Confianza en el Gobierno

Gráfico 59. Inversión en I+D 1996-2016 (% del PIB)

Gráfico 60. Grupos de investigación por sector

Gráfico 61. Porcentaje del PIB invertido en I+D

Lista de tablas, figuras y mapas

Tabla 1. Destinos de las exportaciones latinoamericanas 2012, datos en porcentaje

Tabla 2. Distribución del ingreso en la Alianza Pacífico (2017)

Figura 1. Las cifras de la Alianza del Pacífico (AP)

Figura 2. Indicadores económicos Chile-Colombia

Figura 3. Indicadores económicos México-Perú

Figura 4. Índice global de competitividad: Colombia

Figura 5. Generalidades del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica

Figura 6. Ranking académico de universidades del mundo (2018)

Figura 7. Mejores universidades en Latinoamérica (2018)

Figura 8. Top 10 de economías innovadoras en 2019. Índice de Innovación Bloomberg

Mapa 1. Bloques de cooperación económica y política para el desarrollo regional

Mapa 2. Nuevo mapa de la seda – China define nuevas rutas comerciales para acercar otras regiones al país

AGRADECIMIENTOS

Al profesor Homero Cuevas Triana (q.e.p.d.), quien hizo importantes sugerencias al inicio de la investigación y valiosos comentarios como lector, y que luego, como decano de la Facultad de Ciencias Económicas, facilitó la edición del libro de mi autoría, Colombia frente a los escenarios del Pacífico, Colección 60 Años FCE (2013). De igual forma agradezco al sociólogo, escritor y colega Gabriel Restrepo, quien se dio a la tarea de leer todas las publicaciones anteriores y actuales, y con quien sostuve fecundas conversaciones. Gabriel, como presentador del actual libro, hizo sugerencias y aportes enriquecedores. También a los miembros del Comité Editorial de la Facultad de Ciencias Económicas, profesores Álvaro Zerda S. y Juan Abel Lara (q.e.p.d.), por recomendar la publicación de aquel primer trabajo sobre el tema que hoy también aborda este libro.

A mis asistentes de investigación, los economistas M. A. Alejandro Ariza y David Rivera Escobar, quienes leyeron los borradores y contribuyeron a la actualización de información en distintos momentos del proceso. A Manuel Nieto y Juan Manuel Monroy, mis monitores del seminario dictado en 2015-2018, “Globalización, Integración y Bloques Económicos”, y como profesor ocasional a Alejandro Ariza, quien nos acompañó al final del segundo semestre del 2018. Desde luego, agradezco también a mis alumnos destacados del seminario, Julián David Rodríguez y Angie Paola Fonseca, por su activa participación en la actualización de indicadores. Angie fungió como asistente de investigación en la versión final.

Mención especial merece el filósofo Gustavo Silva Carrero, editor de la Colección Apuntes Maestros en la Rectoría del profesor Ignacio Mantilla, quien me invitó a escribir acerca de mi trayectoria académica e investigativa, plasmada en el libro Pensamiento y acción. Los senderos recorridos por un “intelectual orgánico” (Universidad Nacional de Colombia, 2015). Silva, conocedor de mi línea investigativa, hizo importantes sugerencias no solo de forma sino de contenido al presente libro, Colombia frente a los escenarios del Pacífico. ¿De qué Pacífico hablamos?, y acompañó esta publicación —la cual, junto a las cuatro anteriores, cierra un ciclo de búsqueda investigativa de más de veinte años—sobre el lugar que ocupan los grandes bloques económicos, Colombia frente a ellos, y cuáles son los nuevos retos que impone la globalización.

PRESENTACIÓN
Es la economía global, no seamos tan ingenuos

A modo de presentación iconoclasta al libro de Ricardo Mosquera Mesa: Colombia frente a los escenarios del pacífico. ¿De qué Pacífico hablamos?

Por segunda vez consecutiva, el querido amigo Ricardo Mosquera Mesa me honra al solicitar unas palabras para la presentación de su último libro, con el cual prosigue la tarea de escrutar los nuevos escenarios del mundo en busca de lo que yo denominaría con el nombre de un antiquísimo texto crucial en la historia del pensamiento universal: Guía para perplejos, del sabio hebraísta de origen cordobés Moses Maimónides (1035-1104). En medio del sacudón experimentado en los mundos judaicos, islámicos y católicos por la difusión del pensamiento de Aristóteles, el genial teólogo, médico y jurisconsulto emigrado de España y muerto en Egipto, ofreció un mapa mental para orientar y sosegar la fe en una dirección más cercana a la razón.

Solo que hoy, a casi un milenio de distancia, no son la teología ni la metafísica la causa de tantos alborotos e incertidumbres, sino la economía. O mejor, para volver a la nominación originaria de la Ilustración: la economía política, cuyo faro estaba en el nacimiento de esta ciencia bien asentada en la isla de Britania acaballada en el promontorio de la Revolución Industrial. Solo que, como signo de los tiempos, lo que queda de la gloriosa revolución británica de la gran Isabel I, hoy, en tiempos de Isabel II, es un pleito que se parece más a un altercado de despacho judicial de suburbio relativo a un infamante concubinato, que al contencioso de un buen divorcio: me refiero al Brexit. Porque como demuestra Ricardo Mosquera Mesa con una contundencia ejemplar a través de informaciones cuidadosamente compiladas y agrupadas por él, el eje del mundo se ha corrido ya muy lejos del meridiano de Greenwich hacia el mar de China y, solo de modo convencional y anacrónico, el día universal amanece primero en las islas británicas, porque el tiempo del mundo real empieza a despuntar en la Bolsa de Shanghái.

Al ofrecerme este galardón, pues como tal estimo la invitación a escribir esta presentación, el buen amigo Ricardo Mosquera Mesa remueve muchos recuerdos. Dos son principales. Al primero ya aludí en otra ocasión y fue su amable gesto de ofrecerme la Vicerrectoría Académica en su muy buen paso por la Rectoría de la Universidad Nacional hacia 1989. Con su bonhomía proverbial, como de opita bien moderado por la galantería del sur, su administración fue un puente formidable hacia el relativo sosiego iniciado en los años noventa, luego de dos tormentosas décadas en las cuales los claustros fueron más galleras que foros de pensamiento. Y por ello hubiera sido fascinante aceptar la oferta y acompañarlo en ese tránsito cuando el alma máter alcanzaba la mayoría de edad.

Como decliné el gran honor, según conté, Ricardo la ofreció a Antanas Mockus, de modo que este otro amigo me debe unas cuantas velas en alguna capilla —sugiero la de Bojayá, que se especializa en lisiados, incluso del alma—, velas que yo tomaría como signo de gratitud al destino por haber evitado esa carrera hacia unas dignidades que, por la proclividad de cierto anarquismo espiritual mío, siempre he recusado y recusaré.

Me debo a mí y a quienes me conocen algunas confesiones en público: yo no tenía por qué asumir tal oficio de “negro” o escritor fantasma del presidente Belisario Betancur. Fui elegido por buen escritor y por mi condición ingenua. Nunca se me corrigió una coma, ni se me dijo qué acentuar y qué evitar. Durante esos cuatro años, no hablé con el presidente Betancur más de treinta minutos discontinuos. Él solía encauzar los encargos por medio de Bernardo Ramírez, ministro de Comunicaciones, o por la jefatura del Departamento Nacional de Planeación. Solo en dos ocasiones llamó para urgir entregas por premura de tiempos. No conté con asesores, ni delegué nada de la escritura, pese a ser jefe de Unidad de Desarrollo Social, trabajo complejo que no dejé de ejercer. No poseía más fuentes que los aburridos informes ministeriales al Congreso y una revisión microscópica de toda la prensa. No solamente no recibí un centavo por ello, sino que sería bien castigado por poner un límite impasable entre mi libertad para servir, como yo creía, a la Nación, más que al Estado, y por declinar los ofrecimientos —que los hubo—, de cooptación y de adscripción a cortesanías y a círculos íntimos del poder del gobierno, a los que rehusé con mi proverbial ingenua indiferencia.

Nada de esto le dije al querido Ricardo cuando desde la ventana del quinto piso de Rectoría le mostré los campos de la Universidad Nacional —yo, vestido como estaba, en sudadera—, pero el gesto era inequívoco: yo, que había hablado al país por medio de otro y al mundo como cuarto vicepresidente de la Junta Ejecutiva de Unicef, y que sabía lo que era el poder político y hacia dónde naufragaba ya como el Titanic en la plaza de Bolívar —como simulan los lienzos del pintor Gustavo Zalamea—, no quería en adelante ningún poder distinto al poder de un saber humilde, nacido del humus. Pude andar los caminos de los saberes y de la vida como mi modelo de entonces, Jean Jacques Rousseau, y con la plena voluntad libre que tanto admiraba Kant en el ginebrino. Desde entonces van los mismos años que la Constitución de 1991, casi treinta, los últimos cuatro vividos en una periferia de la periferia, un seminario abandonado en un corregimiento de Arauquita de nombre La Esmeralda, desligado de cualquier poder mayúsculo o minúsculo, pero siempre muy atento a los signos del orbe y de la nación.

Por lo cual, torno a redondear la presentación y a demostrar la importancia extraordinaria de esa Guía para perplejos, como somos todos en materia de economía política, que Ricardo explaya como un mapa milagroso para salir del laberinto de nuestra secular pobreza franciscana colombiana, en este su último libro. Porque en esas aventuras como “negro”, escritor fantasma y por tanto como el doble invisible de un presidente, leí todos los discursos de posesión y muchos mensajes al Congreso de los presidentes de Colombia y en general todos aquellos discursos que enunciaran claves cruciales de nuestro destino como Estado Nacional.

Fue así como leí por primera vez el discurso inaugural de Simón Bolívar en la instalación del Congreso de Angostura y quedé tan impactado por su mensaje, por ser como una lettre en soufrance, carta en sufrimiento, como dicen los franceses, enviada por el Libertador a la posteridad, que con apoyo de la Rectoría de la Universidad Nacional, con el entusiasmo de Dolly Montoya, organizamos un Encuentro Internacional, Nacional y Regional en el municipio de Tame, el 15 de febrero de 2019, a los exactos doscientos años de haber sido pronunciado en lo que entonces era Angostura y hoy es Ciudad Bolívar, cerca del Orinoco. Investigadores de Marruecos, Venezuela, México y Colombia, movimientos sociales, Iglesia, profesores y estudiantes de colegios públicos y autoridades municipales convergimos durante dos días en la Biblioteca Pública Coronel Fray Ignacio Mariño y Torres, en aunar razones y voluntades a favor de la continuidad de diálogos de paz con el Ejército Nacional de Liberación y por el desarrollo socioeconómico de una región tan afectada por los conflictos armados.

Sin modestia alguna afirmo que fue la celebración más digna entre todas las habidas hasta ahora y presiento que en todo el año en torno al bicentenario, oficiales o académicas. Y la menos publicitada. Y la de sentido más urgente y contemporáneo porque el clamor de Bolívar —con el numen de su maestro don Simón—, era clarividente: si no se funda la soberanía política en la educación del soberano, acostumbrados a largas y cruentas guerras, una vez vencido el enemigo exterior emprenderíamos derrotas en guerras fratricidas. Con visión de cóndor avisó: urgía para erigir la educación como cuarto poder público, el poder moral y ético de la nación para formar una conciudadanía democrática solidaria y curada de pasiones tristes y violentas.

 

¡Solo hace falta ver la hondura de nuestras fracturas y la continuidad de los viejos y queridos odios para advertir lo contemporáneo del mensaje de Bolívar! Y para reparar el malgasto, tan trágico significado en la corrupción política y social, lo mismo que el costo letal de las violencias al por mayor y al detal y el significado de ambos fenómenos para la mengua de la confianza en el destino del Estado Nacional. Como menciono adelante, el libro de Ricardo expone, como si fuera con ábaco, esta aritmética de las restas y de las divisiones y este alfabeto de los desastres con la sobriedad propia de las cifras y la mesura proverbial de su talante, tan opuesta a mi retórica cuando me dejo tomar ventaja del “negro”, ese escritor fantasma que todavía llevo bajo la piel.

¿Hemos dejado pasar inanes, sin aprendizajes y sin efectos las lecciones universales desde aquella coyuntura inédita como pocas, de las transformaciones napoleónicas en los inicios de nuestro Estado Nacional? La respuesta no puede ser tan unívoca en sentido negativo como predicarían los pesimistas, ni tan optimista como se apresurarían a decir los elogiosos. Como diría el siempre mesurado historiador Jaime Jaramillo Uribe, nuestro estilo y personalidad son las de un talante de ritmos y de estampas intermedias: la áurea medianía que elogiaban los latinos, a veces empero tan propicia a degenerar en mediocridad.

Baste un breve balance a sobrevuelo. Si la independencia fue en su raíz y ha de ser siempre un proceso educativo y cultural antes que político y militar —como lo subraya tanto Ricardo Mosquera Mesa en las conclusiones luminosas de su libro—, entonces el fracaso ya asomó desde el inicio, pues solo a grandes trompicones reviviría la senda de la Expedición Botánica en la Corográfica, ella misma cegada también en su continuidad por tantas guerras civiles. Y ello no solo por el asesinato de Caldas y de otros próceres, sino porque el primer empréstito, el llamado de Zea, fue una aventura que sembró muy poco.

Bien adelante, el régimen radical fundado teóricamente por la apropiación del primer tomo de La democracia en América de Tocqueville por ese factotum que fuera Florentino González en su libro de 1840 que clama por reedición, Elementos de administración pública (Bogotá, Imprenta Cualla, 1840), pereció sin duda más por falta de sustento económico que por su endeble arquitectura constitucional, siendo como fue muy frágil: muchos Estados soberanos, muchas naciones pero poco y precario estado nacional. Añil y quina fueron suplidos por la química sintética y el tabaco fue ya obsoleto por la competencia del oriente de Asia amparado en la agricultura orgánica. Con razón exclamó don Salvador Camacho Roldán en el Discurso inaugural de la Sociología, en el auditorio de la Facultad de Derecho el diez de diciembre de 1882:

Quedarse atrás en la carrera de las ciencias es morir.

Un predicamento que, pese a casi siglo y medio, mantiene su actualidad como si saliera nuevo y fresco desde el libro de Ricardo Mosquera Mesa. Empero, la fundación de la Escuela de Minas en 1888 sirvió de cerebro para que la exportación del café se invirtiera en la organización industrial. El enorme salto fue lastrado, como ya lo advirtiera Alejandro López en Problemas colombianos de 1926, por la ausencia de voluntad de la élite hacendataria de transformar la condición agrícola semiservil. A falta de la cual el mercado interno fue siempre precario, la industria fue morosa en el tránsito hacia bienes intermedios e impotente para coronar en bienes de capital.

Todavía se extrañaría un debate a fondo en torno al modelo de desarrollo agrario privilegiado en medio siglo por Lauchlin Currie —personaje crucial tan alabado en parte con razón, pero tan necesitado de mucho criba—, con su negativa a optar por el ideal del farmer de Estados Unidos, muy fascinado por el contrario con el prototipo Junker de lenta y penosa transición al capitalismo, tal cual lo expusiera Karl Kautzky en La cuestión agraria a fines del siglo antepasado y que, por cierto, fuera lectura obligada en los años de estudiantes de nuestra generación. Vinculado el modelo de Currie a un hipercrecimiento del sector financiero en el plan de Las Cuatro Estrategias de la administración de Misael Pastrana, desde entonces con sus variantes proteccionistas o desde 1991 aperturistas, este camino privilegió las rentas del suelo y del dinero, sin tocar el régimen hacendatario de ganadería extensiva, asunto agravado por el narcotráfico y el paramilitarismo. Con ello se explica la pavorosa inequidad que registra muy bien el libro de Ricardo Mosquera Mesa, con la triste posición de Colombia como la tercera peor distribución en el mundo, y no menos se entenderían las desventuras de Chirajara y de la Ruta del Sol, que arriesgarían a echar a perder indudables logros del progreso en el sector financiero —uno de los componentes institucionales donde mejor le va bien a Colombia en el índice de competitividad—, porque desde Aristóteles se advirtió que la ganancia debida a la especulación nubla la visión y empaña la acción, tal como sucedió en Estados Unidos con el abuso del manejo de los créditos hipotecarios, pasaje muy bien examinado en el libro de Ricardo.

De no ser por la gesta heroica de Gabriel Betancur Mejía, con la fundación de Icetex y con la elaboración del primer plan decenal de educación del mundo, junto con el español radicado entonces en Colombia, Ricardo Díez Hochleiter, elaborado hacia 1957-1958 y articulado con el plebiscito instituyente del Frente Nacional con el mandato de destinar el diez por ciento del presupuesto a la educación como un propósito de paz; y de no ser por la atemperación de parte de la violencia, la interpartidista, aquella hidra hubiera arrastrado al país a la condición que ha rozado, pero que empero ha podido por fortuna evitar: la de un Estado fallido. Pues sin duda no fue ajena a la crudeza de la violencia, la estadística dramática de que en el siglo XX el promedio de educación se mantuvo hasta 1952 en un grado y cuarto por persona.

No obstante, el tránsito del Frente Nacional a la Constitución de 1991 y el paso de un país agrario a uno urbano, han ocurrido con más sombras que luces debido a crecimientos siempre modestos y arrítmicos; violencias organizadas recurrentes y severas; volatilidad ideológica; procesos de paz intermitentes y nunca definitivos; crisis severa de los partidos muy dependientes de grandes caudillos; liderazgos mesiánicos; juegos de suma cero; avances y retrocesos en el aprendizaje de la democracia local; curiosa aleación de cierta racionalidad en el manejo económico del Estado con la persistencia de mentalidades y prácticas clientelistas más exacerbadas y fuera de control en contextos de polarización; progresos cuantitativos en la ampliación de la escolaridad, pero muy lentos avances en la calidad sustancial de la educación con un defecto pavoroso: la ausencia de rigor en la apropiación crítica de la historia, supuestamente compensada con un énfasis exagerado en el fomento de actitudes que hoy llamaríamos políticamente correctas, pero con ausencia de rigor en el equilibrio entre la apropiación de derechos y la responsabilidad que ellos demandan dadas las fricciones entre los distintos derechos y la escasez de recursos. Todo ello no es ajeno a un escalofriante crescendo de la polarización política, ante la cual quien ha vivido tantos años se limita a una frase tajante: ¡pronóstico reservado, paciente en estado grave y sometido a continua y escrupulosa observación crítica de sus signos vitales!

Doy un testimonio de lo anterior: hacia 2009 escribí, en una muy difundida revista de orientación radical de la Universidad del Tolima, que yo como pensador social no podía, ni debería, ni querría declararme como uribista o antiuribista, pues no soy juez y como analista debo mantener la cabeza fría para que el pensamiento pueda calar hondo en lo que es Colombia, independientemente de lo que uno quisiera que fuera. Declarar una vez más esta independencia de juicio hoy en día suena como a suicidio intelectual o a doble lapidación por parte de unos o de otros, cuando en pensadores clásicos como fueran Max Weber y Emilio Durkheim, esta serenidad de juicio era condición ineludible para elaborar ciencia social.

Y es de aquí de donde se extraería el primer y más crucial aviso de alerta para que no seamos tan ingenuos, tomado por cierto fuera del libro de Ricardo Mosquera, pero que nace de ahí mismo si el libro es bien leído en sus entrelíneas y en sus márgenes y aunque ello no aparezca nunca explícito en sus páginas, pero que está bien presente por el tono objetivo y mesurado de la escritura del libro: si no se logra morigerar la polarización tan espeluznante que se advierte en la sociedad colombiana, correremos el riesgo de una precipitación en un abismo insondable como no se ha experimentado en la historia republicana. La única manera de salvar este paso por el Escila y el Caribdis de tantas fuerzas enfrentadas, consiste en confiar absolutamente y en un ciento por ciento en la majestad de la justicia. Si, como ocurrió ya en noviembre 6 de 1985, se violan la autonomía y el libre dictamen de las cortes, solo cabría volver a pensar en una frase célebre de Cicerón que sirvió como epígrafe a un díptico con un memorial del holocausto elaborado por mi antigua compañera y esposa, la artista Gloria Bulla:

Inter arma enim silent leges.

Callan las leyes cuando irrumpen las armas.

Triste enunciado que eclipsó la frase del general Santander que lucía en el frontispicio del edificio de la Justicia:

Si las armas os dieron la independencia, las leyes os darán la libertad.

Entonces solo cabría solicitar el socorro divino, porque ninguna fuerza humana podrá liberarnos de nuestros demonios. Y ello no es un pedido que debiera extrañar, pues el mundo parece girar en estos últimos tiempos cerca del vórtice de la locura, entre otras causas porque el ejercicio de la política y en general del poder, incluso del micropoder —como se revela en las redes sociales—, adopta hoy con mayor frecuencia y profundidad la dimensión del simulacro, manifiesta entre muchas otros flancos en las denominadas fake news, falsas verdades. ¿Cuándo se ha visto en la historia universal que un candidato sea elevado a la primera magistratura con el record de haber afirmado que la única solución radicaría en asesinar a 30 000 personas? ¿O que se permita siendo presidente burlarse de la consorte del presidente francés por fea y vieja? ¿O que despache sin vergüenza las acusaciones de que prohíja los incendios forestales para favorecer a los exportadores de ganado, a los madereros y a los productores de soya? No es empero el único. Mike Pompeo declara con toda seriedad que el derretimiento del Ártico significará un progreso mayor que la construcción del canal del Suez o el del de Panamá por las posibilidades de explotación de oro, petróleo y otros minerales.

Es justamente este cambio orbital en los últimos decenios el que sirve de telón al examen de Ricardo Mosquera, para que tras la mayor crisis de la economía política de toda la historia de la especie, la de la depresión de 2008, el lector desconcertado pueda develar los sentidos de los saltos de una aguja de marear que pareciera brincar de un lado al otro, esquiva a referirse a un norte preciso. Hoy más que nunca, desde la época turbulenta de Maimónides, se experimenta el imperativo de transformar la perplejidad en complejidad pensada, tarea de enorme dificultad pues esta es una sociedad del riesgo y del caos. Y la economía pese a ser la más dura de las ciencias blandas sigue y seguirá siendo un saber que si bien es siempre muy informado, se mueve entre las incertidumbres, las conjeturas y las probabilidades, tanto más cuanto se aproxima al poder político siempre tan insólito por ser un surtidor de tan caprichosos temperamentos como el de la primera figura de la máxima potencia hasta ahora, Trump, una personalidad que solo se puede describir como la de un gambler y un tahúr de una cantina del medio oeste, de donde se amasara por cierto la fortuna de la familia, adicto como buena parte de la sociedad norteamericana a la segunda enmienda, esto es al interés prioritario de la Asociación Nacional de Rifle por mantener la libertad del porte de armas.

Para poner un punto de comparación, y recurriendo de nuevo a las variaciones de nuestros mapas geopolíticos, basta mencionar la transición de la retórica de los presidentes gramáticos a la propia de la gravitación económica, tal como fuera escenificada en Colombia por el último de los retóricos latinistas, el admirable conservador Marco Fidel Suárez, quien ejerciera la presidencia entre 1918 y 1921, defenestrado del “Palacio” por esas amalgamas tan bizarras pero tan propias de Colombia entre el conservatismo más rancio personificado en Laureano Gómez y la avanzada ola de socialistas con los primeros brotes del partido comunista.