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La lista sería de no acabar y basta, para concluir con la pequeña reseña de este libro, indicar que el autor expresa puntos de vista y análisis sobre el futuro de la humanidad, estableciendo que respecto de la 4RI existe la corriente de los “tecnooptimistas” y la de los “tecnopesimistas”. En lo que a él respecta, se estima “medianamente pesimista a mediano plazo y optimista a largo plazo” (p. 403). Lo primero, porque considera que en las próximas dos décadas tendremos “un terremoto social ocasionado por la aceleración de la automatización”, lo cual será más problemático en países latinoamericanos por contar con gran cantidad de trabajadores manufactureros y prestadores de servicios que serán fácilmente reemplazados; lo segundo porque, al igual que Harari lo afirma para un periodo más largo, opina que la humanidad en los últimos 200 años ha mejorado, en términos de expectativa de vida, pobreza, mortandad infantil, educación, calidad de vida, libertades y conflictos bélicos, también gracias a la automatización que ayudará a seguir en esa proyección.

La breve reseña de los dos libros anteriores sirve para ambientar la nueva realidad que está produciendo la 4RI, de cara a las numerosas implicaciones que está generando en el entendimiento de lo que significan la divinidad o las divinidades, la felicidad, la democracia, la cultura, la igualdad, la ética, la intimidad, las organizaciones, la producción o el éxito, para citar solo algunos aspectos que interesan a las CSH. Problemáticas que pueden observarse desde el punto de vista de la manera como se realiza la investigación, pero que involucran también la incidencia práctica que puede tener tal revolución en áreas sociales específicas. La forma como se conciba la resolución de las tensiones que se presentan a nivel social permitirá concluir si se está ad portas de una situación beneficiosa o no para la humanidad.

No se trata, entonces, de temas menores. Nos hallamos ante un mundo que casi nos hace alucinar. Nos recuerda a Julio Verne, pero, mejor aún, a Black Mirror, pues lo que está aconteciendo no tiene las dimensiones de lo que ocurrió en épocas anteriores, por ejemplo, con la llegada de la televisión, y ni siquiera con la llegada de Neil Armstrong a la luna, ni mucho menos con la primera vez que el aquí y el ahora se unieron, como ocurrió con el telégrafo, por mucho que estos eventos hayan marcado generaciones enteras. Es cierto que la invención de la escritura revolucionó al mundo hace ya más de cuatro mil años, y que con anterioridad lo hizo la de la rueda, pero los periodos históricos no son comparables ni la sociedad de entonces tenía la complejidad que ahora la caracteriza. Estamos ante algo más. Mucho más profundo, mucho más sistémico, mucho más global y mucho más revolucionario.

¿Llegaremos a los pronósticos de Harari de una mayor dedicación del ser humano a las artes y al goce de la felicidad perpetua? O, por el contrario, ¿seguirá la 4RI generando discriminación y pobreza donde solo algunos pocos alcanzarán, como hoy en día, una situación digna para llevar sus vidas? ¿Se contraerán los empleos en más de un 47 % en Estados Unidos? ¿Qué ocurrirá en países como Colombia? ¿Cuántos hogares seguirán comprando el ya referido robot Profesor Einstein de Hanson Robotics –que adquirió la licencia por cinco años para usar el célebre apellido del Nobel de Física– para que ya no sean el padre o la madre quienes ayuden a sus hijos o hijas en sus tareas escolares? ¿Cuánto tiempo transcurrirá antes que un gran número de hogares, oficinas y empresas dispongan de un robot que realice funciones cotidianas? ¿Se seguirán acabando miles de empleos, como ocurrió con las quiebras de Kodak o de Blockbuster? ¿Qué se podrá decir de la privacidad? ¿Estamos frente al fin de la distinción entre moral pública y moral privada o, dicho de otro modo, entre la esfera pública y la privada?

Son muchos los interrogantes que se generan, además porque la tecnología también puede ser un instrumento de gobiernos autoritarios. Es común citar el libro 1984 de Georges Orwell, escrito en 1949, como uno de los que mejor ha retratado los métodos autoritarios que pueden derivarse de las nuevas tecnologías. Su mensaje lo remoza en 1975 Michel Foucault con su conocido Vigilar y castigar, en el cual se establece cómo la autoridad ya no se ejerce sobre el cuerpo sino sobre la mente. Con independencia de la tristeza que produce nuestro país porque la vigilancia de los seres humanos sigue ejerciéndose en muchísimas ocasiones sobre el cuerpo, llegando incluso a su aniquilamiento –pensemos en las lideresas y los líderes sociales asesinadas y asesinados, o en la misma suerte que han corrido tantos miembros del Partido Comunes–, sin que hayamos ingresado de manera palmaria en un estado en el cual se privilegia la vigilancia sobre la mente, lo claro es que esta última faceta es, en términos generales, la predilecta –que no necesariamente exclusiva– de la 4RI. Como bien enuncian los profesores belgas Delforge y Gérard:

[L]a incertidumbre en cuanto a la existencia o no de la vigilancia de nuestros actos y comportamientos se puede comprender haciendo referencia a la novela 1984 de George Orwell y a la vigilancia establecida por el gobierno autoritario Big Brother. En el universo descrito por la obra, el gobierno asienta su poder utilizando todos los medios posibles para erradicar la vida privada de sus ciudadanos. El instrumento principal es la pantalla de televisión, cuya instalación es obligatoria en cada habitación. Dicha pantalla es de las normales de televisión y se usa de la misma manera que esta. Sin embargo, tiene la particularidad de funcionar con el principio del espejo sin azogue. De tal suerte, permite a Big Brother observar las personas que se encuentran frente a la pantalla sin que puedan saber si son o no observadas en un momento preciso12.

La similitud con lo señalado por Foucault es más que evidente. Ahora bien, ¿será esta la situación que viviremos en un futuro inmediato, si es que no la estamos viviendo ya? O, por el contrario, ¿los sueños dorados que nos llegan de Silicon Valley y de Shenzhen permitirán que el ser humano se convierta en el Homo Deus planteado por Harari?

Los interrogantes referidos deben buscar ideas que permitan responderlos o al menos debatirlos y estudiarlos. Sin duda, ya se ha dicho, estamos frente a una situación realmente compleja que puede llevar a lugares inexplorados, y lo peor, inconvenientes para la humanidad.

En efecto, como bien lo enunció de manera contundente a inicios de 2016 Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial:

[E]stamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos entre nosotros. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será independiente de todo lo que el género humano haya alcanzado antes. Todavía no sabemos exactamente cómo va a desarrollarse, pero una cosa es clara: la respuesta a la misma debe ser integral, completa y ha de abarcar todos los actores dentro del sistema de gobierno mundial, de los sectores público, privado, el sector educativo y obviamente a la sociedad civil13.

Como gran defensor y pensador de esta 4RI, en el texto en cita el autor se pregunta “si la integración inexorable de la tecnología en nuestras vidas podría disminuir algunas de nuestras capacidades por excelencia, como la compasión y la cooperación”, agregando allí mismo:

[U]no de los mayores desafíos particulares que plantean las nuevas tecnologías de la información es la privacidad. Instintivamente entendemos por qué es tan esencial, sin embargo, el seguimiento y el intercambio de información acerca de nosotros es una parte crucial de nuestra conectividad. Los debates sobre cuestiones fundamentales tales como el impacto en nuestras vidas interiores y la pérdida de control sobre nuestros datos se harán más intensas en los próximos años. Del mismo modo, las revoluciones que se producirán en la biotecnología y la Inteligencia Artificial redefinirán lo que significa el ser humano modificando considerablemente los umbrales actuales de la duración de la vida, la salud, la cognición y las capacidades. Simplemente nos obligará a redefinir nuestros límites morales y éticos.

Los cambios seguirán siendo profundos. Razón de más para que estemos alerta. Muy alerta. Una tecnología a ultranza como se pretende por los grandes emprendedores de estos inventos no deja de ser problemática y riesgosa. De hecho, incluso quienes han liderado el giro de la humanidad hacia estos nuevos senderos se muestran inquietos, como se observa en el discurso de Mark Zuckerberg en la ceremonia de graduación de la Universidad de Harvard el 25 de mayo de 2017 al expresar que “estamos viviendo un tiempo de inestabilidad. Cuando nuestros padres se graduaron, su sentido de pertenencia venía de su trabajo, su iglesia y su comunidad. Las personas ya no quieren pertenecer a las viejas comunidades. Muchas personas se sienten aisladas y deprimidas y están tratando de llenar el vacío”. Zuckerberg se dirige, recordémoslo, sobre todo a estudiantes de países industrializados. ¿Qué ocurrirá con países no industrializados como el nuestro? Se puede suponer que la situación será aún más dramática, y no solo en el ámbito de la depresión sicológica.

No quiero con la frase anterior alinearme entre los “tecnopesimistas”, pero tampoco me gustaría hacerlo entre los “tecnooptimistas”. Como muchas situaciones de la vida, no hay claroscuros. No hay blanco y negro. Los colores suelen jugar entre ellos. Se trata entonces de buscar ponderaciones, equilibrios, análisis de contexto, para tratar de acertar lo mejor posible en los juicios a realizar. La polémica está abierta y seguirá abierta. Los instrumentos que otorga esta publicación para comprender lo que está en juego en nuestro país y en el mundo son otra ventaja –otra más– de la misma.

Para cerrar este escrito y tener elementos adicionales que nos ayuden a una mayor reflexión, traigo a colación referencias de dos importantes personalidades académicas y creativas del siglo XX y XXI en el tema que nos ocupa, Norbert Wiener y Stephen Hawking. El primero (1894-1964) ha sido reconocido como el padre de la cibernética; el segundo (1942-2018) fue uno de los científicos más influyentes de finales del siglo XX e inicios del XXI.

Norbert Wiener, en una postura visionaria, sentó el principio fundante de su criatura: todos los entes son comunicacionales y de lo que se trata es de interrelacionarlos. Afirmó:

[N]o somos más que remolinos en un río de agua que fluye constantemente. No somos cosas que permanecen, sino patrones que se perpetúan. Un patrón es un mensaje y puede transmitirse como un mensaje. ¿De qué otra manera empleamos nuestra radio sino para transmitir patrones de sonido, y nuestro televisor sino para transmitir patrones de luz? Es tanto asombroso como instructivo considerar lo que sucedería si transmitiéramos el patrón completo del cuerpo humano, del cerebro humano con sus recuerdos y conexiones cruzadas, de modo que un instrumento receptor hipotético pudiera reencarnar estos mensajes en la forma apropiada14.

A su turno, Hawking señaló:

Usada como una herramienta, la inteligencia artificial podría aumentar nuestra inteligencia actual y abrir avances en cada área de la ciencia y la sociedad. Sin embargo, también conllevará peligros. Mientras que las formas primitivas de inteligencia artificial desarrolladas hasta ahora han demostrado ser muy útiles, temo las consecuencias de crear algo que pueda igualar o superar a los humanos. La preocupación estriba en que la inteligencia artificial se perfeccionaría y se rediseñaría a sí misma a un ritmo cada vez mayor. Los humanos, que estamos limitados por la lenta evolución biológica, no podríamos competir con ella y seríamos superados. Y en el futuro, la inteligencia artificial podría desarrollar una voluntad propia, en conflicto con la nuestra. Muchos creen que los humanos podremos controlar el ritmo de la tecnología durante un tiempo suficientemente largo, y que el potencial de inteligencia artificial para resolver muchos de los problemas del mundo se realizará. Aunque soy un reconocido optimista con respecto a la especie humana, yo no estoy tan seguro de ello15.

Hawking y Wiener nos hablan de las promesas y los peligros de los avances tecnológicos, en particular, de la inteligencia artificial. En esencia, Wiener plantea que los seres humanos somos patrones de conducta –¿a semejanza de la asimilación de seres humanos y algoritmos por parte de Harari?– capaces de ser transmitidos de un lugar a otro por medio de mensajes de datos. Dejando de lado la dosis de ciencia ficción que Wiener le imprimía a sus escritos, se podría decir que su especulación es hoy cierta con las redes de alta velocidad, la ubicuidad de las plataformas digitales y los avances en materia de inteligencia artificial. Es justamente esa capacidad técnica que permite identificar, recolectar, transmitir y analizar nuestros comportamientos e ideas por medio de mensaje de datos –patrones– lo que hace posible la inteligencia artificial.

Es en este sentido que debemos complementar las ideas visionarias de Wiener con la cautela de Hawking, para quien, como se acaba de anotar, la inteligencia artificial puede ser el mayor invento de la humanidad o el peor de sus desastres. Dos mentes privilegiadas que nos anuncian las disyuntivas que plantea la 4RI; dos precursores de nuestra nueva era que razonan con los mejores elementos de juicio de los cuales se pueda disponer.

¿Anulación del ser humano por las tecnologías disruptivas o perfectibilidad del mismo? ¿Fortalecimiento del autoritarismo o incremento de la democracia? Son preguntas de dos extremos que circulan en la temática que se ha escogido para esta nueva entrega de la colección “Así habla el Externado”. Al lector el desafío de profundizar en ellas.

Bogotá, abril de 2021

SANTIAGO TELLEZ CAÑAS*

El efecto de las tecnologías disruptivas en los fines de la regulación y las políticas públicas y en su proceso de formulación, implementación y evaluación. Introducción del tomo II: Políticas públicas y regulación en las tecnologías disruptivas **

Disruptive technologies’ effects on regulation and public policy, and in policy formulation, implementation and evaluation. Introduction to volume II: Public policy and regulation amid disruptive technologies

RESUMEN

Las tecnologías disruptivas tienen dos grupos de efectos potenciales en la regulación y las políticas públicas. En primer lugar, afectan los fines de las políticas públicas, en el sentido en que dichas tecnologías proveen herramientas para promover algunos fines, como la eficiencia, al tiempo que pueden ser perjudiciales para el logro de otros fines, como la igualdad y la privacidad. En segundo lugar, estas tecnologías proveen nuevas herramientas que pueden ser usadas por formuladores de políticas y reguladores en las distintas etapas del ciclo de las políticas públicas, incluyendo la definición del problema y la decisión sobre alternativas de política, la implementación, y el monitoreo y evaluación de las políticas. Después de describir y reflexionar sobre estos efectos potenciales, este escrito realiza una presentación de los trabajos incluidos en este tomo, la cual se divide en tres partes. En la primera parte se presentan dos trabajos que nos proveen un marco general para el entendimiento de los impactos y los retos de las tecnologías disruptivas en las políticas públicas y la regulación. En la segunda parte se presentan trabajos que muestran evidencia sobre el uso que hacen o podrían hacer la Administración pública y la sociedad civil de dichas tecnologías. En la tercera y última parte, se incluyen artículos en los que se discuten los desafíos que las tecnologías disruptivas imponen al Estado regulador en ámbitos tan variados como el sector financiero, el transporte de carga internacional y el medioambiente, entre otros.

PALABRAS CLAVE

Políticas públicas, Estado regulador, eficiencia, igualdad, privacidad, Administración pública, tecnologías disruptivas, cuarta revolución industrial.

ABSTRACT

Disruptive technologies have two sets of potential effects on regulation and public policy. First, they affect the goals of public policy, as those technologies provide tools that governments might use to promote some goals, such as efficiency, while potentially being detrimental to achieving other goals such as equality and privacy. Second, those technologies provide new tools that policymakers and regulators could use in different stages of the policy cycle, including problem definition, agenda-setting, implementation and monitoring and evaluation. After describing and analyzing those potential effects, the article briefly presents the works included in this volume. This presentation has three parts. The first part includes two articles that show a general framework to understand the impacts and challenges of disruptive technologies on public policy and regulation. The second part includes articles that show and discuss evidence about the use that public administration and civil society make or could make of disruptive technologies. The third part includes articles that discuss the challenges those technologies create for the regulatory state in a variety of fields, including the financial sector, international freight, and environmental regulations, among others.

KEYWORDS

Public policy, regulatory state, efficiency, equality, privacy, public admiinistration, disruptive technologies, fourth industrial revolution.

INTRODUCCIÓN

El propósito de este escrito es realizar una presentación del Tomo 2 de esta colección, titulado Políticas públicas y regulación en las tecnologías disruptivas. Las tecnologías disruptivas, en particular aquellas tecnologías de la denominada cuarta revolución industrial (P. ej. blockchain, Inteligencia Artificial, impresión 3D, internet de las cosas, el uso generalizado de la computación y el internet, entre otros (Schwab, 2016), que constituyen el objeto de estudio de la colección Disrupción tecnológica, transformación digital y sociedad, introducen importantes cambios en el funcionamiento del Estado en general, y en concreto respecto de los fines de la regulación y en las políticas públicas, así como en su proceso de formulación, implementación y evaluación. Este ensayo introductorio presenta un marco general de los cambios y retos más relevantes que representan estas tecnologías respecto de algunos fines de la regulación y las políticas públicas (p. ej. eficiencia, igualdad y privacidad), sugiere maneras en que las tecnologías disruptivas tienen el potencial de afectar positiva y negativamente estos fines, y se indican formas en las que el Estado podría potenciar o mitigar dichos efectos. El escrito también muestra de qué manera dichas tecnologías proveen nuevos instrumentos y desafíos en las etapas del denominado ciclo de las políticas públicas. Después de la elaboración de ese marco general, se discutirán las contribuciones de cada uno de los trabajos contenidos en este tomo y se sugiere cómo se enmarca cada uno de ellos dentro del marco antes elaborado.

Antes de desarrollar las ideas de este marco general, es importante hacer una breve referencia a las tecnologías disruptivas a las que se refiere este ensayo introductorio y el tomo, en general. Sin pretender entrar en el debate existente sobre la definición de tecnologías o innovaciones disruptivas (Christensen et al., 2015), en este escrito entiendo por tecnologías disruptivas aquellas que en la actualidad representan nuevos modos de actuar o de relacionarse tanto en el sector público como en el sector privado, y que imponen nuevas maneras de regular por ser las normas actuales insuficientes para abarcar esos modos de actuar o relacionarse. Además, son tecnologías que se apoyan en los avances recientes en la velocidad y disponibilidad de la computación, en el uso generalizado de herramientas digitales o en el crecimiento en la utilización de grandes cantidades de datos.

Ejemplos de tecnologías que cumplen con estas características son el denominado blockchain, que, como se verá en este estudio y en varios de los artículos contenidos en este tomo, introduce innovaciones para el sector financiero y el comercio exterior, o la Inteligencia Artificial que, por ejemplo, con la llegada de los vehículos autónomos genera un cambio en temas tan diversos como la planeación urbana, la regulación del tráfico, la responsabilidad civil extracontractual, entre otros. No obstante, hay tecnologías que sobre todo implican retos para la regulación, como por ejemplo la impresión 3D que, aunque no es disruptiva en los modos de relacionamiento, sí involucra importantes retos desde el punto de vista de la regulación aduanera y fiscal.

Este escrito tiene cuatro secciones, además de esta introducción. La siguiente sección presenta las maneras como las tecnologías disruptivas afectan los fines de la regulación y las políticas públicas. La que sigue muestra cómo las tecnologías disruptivas inciden y proveen nuevas herramientas en el proceso de formulación, implementación y evaluación de políticas públicas. Después se presenta cada una de las contribuciones incluidas en este tomo y se muestra cómo cada una de estas contribuciones se encuadra en el marco propuesto en las dos secciones anteriores. Finalmente, se concluye.

I. LAS TECNOLOGÍAS DISRUPTIVAS Y LOS FINES DE LA REGULACIÓN Y LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

Este estudio entiende la intervención del Estado en el mercado y la sociedad, y por tanto la regulación y las políticas públicas que son las formas en las que esa intervención toma forma, desde un punto de vista que trasciende la visión económica tradicional. De acuerdo con esta, la intervención del Estado se limita a la solución de las fallas del mercado, es decir aquellas situaciones en las que el mercado, por diversas razones, no provee el resultado más eficiente. Esto incluye la provisión de bienes públicos, en el sentido estrictamente económico; la adopción de mecanismos para mitigar o compensar los efectos de externalidades negativas, así como para promover acciones generadoras de externalidades positivas; la adopción de correctivos a acciones limitantes de la libre competencia económica, así como la mitigación de situaciones que involucren asimetrías de información y riesgo moral (Mankiw, 2017). Sin embargo, la literatura especializada, así como la operación del sistema político, muestran que es deseable (y así sucede en la realidad) que el Estado intervenga para el logro de objetivos que no se limitan a la solución de las fallas de mercado. Por ejemplo, Stone (2011) sugiere que los fines de las políticas públicas, además de la eficiencia, también incluyen la equidad, la seguridad y la libertad, fines con los que concuerdan, al menos parcialmente, otros autores (Weimer & Vining, 2017). Las tecnologías sobre las que versan los trabajos incluidos en este tomo tienen un gran potencial en la mejora de la eficiencia, pero también tienen el potencial de afectar la igualdad y privacidad de los ciudadanos, como pasaré a explicar.

1. EFICIENCIA

La motivación más frecuente para la promoción y adopción de nuevas tecnologías está relacionada con las mejoras en la productividad (Acemoglu & Restrepo, 2018; Aghion et al., 2017), las reducciones de costos que las nuevas tecnologías implican, o la generación de valor económico (White House, 2016). Es decir, hay un énfasis en aspectos relacionados con la eficiencia.

En el caso colombiano es claro que las políticas públicas y las iniciativas gubernamentales relacionadas con la transformación tecnológica están inspiradas en la idea de generación de valor. En el lanzamiento del Centro para la Cuarta Revolución Industrial ubicado en Medellín (Antioquia, Colombia), el Presidente de la República se refirió al efecto que podría tener la transformación tecnológica en el producto interno bruto y en la atracción de “grandes fondos de capital privado en tecnología” (Presidencia de la República, 2019). Por su parte, los documentos del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes), específicamente el número 3920 que consagra la política nacional de explotación de datos (Big Data) y el 3975 que contiene la política nacional para la transformación digital e Inteligencia Artificial, incluyen dentro de sus objetivos de manera explícita la generación de valor. En el caso del Conpes 3920, el objetivo general de la política es “Aumentar el aprovechamiento de datos en Colombia, mediante el desarrollo de las condiciones para que sean gestionados como activos para generar valor social y económico” (Departamento Nacional de Planeación, 2018, p. 69). En el caso del Conpes 3975, el objetivo general de la política es “Aumentar la generación de valor social y económico a través de la transformación digital del sector público y del sector privado, mediante la disminución de barreras, el fortalecimiento del capital humano y el desarrollo de condiciones habilitantes, para que Colombia pueda aprovechar las oportunidades y enfrentar los retos relacionados con la 4RI” (Departamento Nacional de Planeación, 2019, p. 38).

Más allá de las intenciones gubernamentales, lo cierto es que la generación de valor, la productividad, la reducción de costos, y en general, las mejoras en eficiencia sí son el principal resultado de estas tecnologías. Por ejemplo, la automatización de la industria genera mejoras en los tiempos de producción y reducciones de costos de producción (Acemoglu & Restrepo, 2018; Forum, 2018; Manyika et al., 2017). Mecanismos descentralizados basados en el blockchain facilitan el comercio internacional y se reflejan positivamente en el sector financiero, al tiempo que reducen algunos de los costos de transacción presentes en estas negociaciones, aunque en algunas situaciones menos complejas el costo de su implementación podría ser superior a los beneficios generados. La impresión 3D eventualmente permitiría reducir sustancialmente los costos de la manufactura y la industria. El uso de algoritmos para el procesamiento y análisis de grandes cantidades de datos en organizaciones públicas y privadas brinda la posibilidad de mejorar procesos de focalización y conocimiento del cliente, permite afinar las estrategias de mercado, identificar oportunidades de mejora en los procesos, entre otros, todo lo cual debería reflejarse en la generación de valor y reducción de costos de dichas organizaciones (Angulo, 2017; Brady, 2019; Thierer et al., 2017; Valle-Cruz et al., 2020; Wirtz et al., 2019).

Teniendo en cuenta estos beneficios potenciales de las nuevas tecnologías, el rol de los Estados debe ser el de promover el uso de estas aplicaciones de múltiples maneras. Esto puede ocurrir mediante la apropiación de estas tecnologías y el uso de ellas en el ejercicio de la Administración pública y la implementación de políticas, programas y proyectos estatales, la facilitación del uso de sus datos por parte del sector privado y la sociedad civil, el fomento de la generación de capacidades en los estudiantes, trabajadores y las empresas para el aprovechamiento de estas tecnologías, y el trabajo en conjunto con el sector privado para fomentar su uso y adaptar la regulación para permitir la experimentación y posterior uso generalizado de los avances que resulten exitosos. Además de las acciones contempladas en los Conpes 3920 y 3975 que cubren varios de los aspectos recién mencionados, un ejemplo de este tipo de iniciativas es el caso de la Superintendencia Financiera de Colombia y su iniciativa InnovaSFC, que incluye espacios en los que las entidades financieras y sus usuarios tienen la posibilidad de experimentar con productos que hacen uso de estas tecnologías1, para posteriormente realizar las modificaciones regulatorias que sean necesarias.

2. IGUALDAD

Para efectos de este estudio entenderé la igualdad según como este concepto ha sido enunciado en la Constitución Política de Colombia, en su artículo 13[2]. Esta noción hace referencia a la igualdad formal y material frente a la ley y las autoridades, y también al goce de derechos, libertades y oportunidades “sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”. Este es un punto de partida relativamente sencillo, y si bien no desconozco la existencia de debates alrededor del contenido de este enunciado, o en general alrededor de la definición misma de igualdad y desigualdad (Stone, 2011), esta definición permite abordar los riesgos principales de las tecnologías disruptivas dentro de una noción amplia de igualdad.

Encuentro dos potenciales impactos, negativos ambos, de las tecnologías disruptivas en la igualdad. El primero, y tal vez el más sencillo de observar, tiene que ver con la variación en las posibilidades de acceso de las personas a estas tecnologías. En otras palabras, no todas las personas tendrán la misma oportunidad de acceder a tecnologías como la impresión 3D o el blockchain, pues seguramente si el uso de las mismas aumenta, en todo caso persistirán algunas barreras de entrada (financieras y de conocimiento, entre otras) que dificulten el acceso para las personas más vulnerables. Sin embargo, es relevante mencionar que esta no es una preocupación exclusivamente relacionada con tecnologías relativamente avanzadas como las mencionadas. Por ejemplo, en el contexto de la pandemia causada por el coronavirus desde marzo de 2019, estas brechas de acceso a Internet y a hardware para acceder a Internet (p. ej. computadores, tabletas o teléfonos inteligentes) se han hecho evidentes en el contexto educativo (Alfonso, 2020), retos que Luz Herrera y Laura González ilustran en su trabajo sobre inclusión digital, que forma parte de este tomo. El uso de tecnologías audiovisuales en la evaluación docente, traída a colación por Sandra Arévalo y Martha Jiménez en el trabajo también incluido en este tomo, podría verse afectado por estas brechas en el acceso a herramientas digitales.