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JESÚS ALFONSO SOTO PINEDA* ANDRÉS MAURICIO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ**
Una adversidad de la disrupción tecnológica: la obsolescencia programada. Regulación, reivindicación jurídica y propuesta de cambio del enfoque de negocio
About an adversity of the technological disruption: planned obsolescence. Regulation, juridical controversy and a suggestion about changing the business strategy

RESUMEN

La obsolescencia programada configura una conducta empresarial ampliamente advertible en los mercados, que ha adquirido relevancia regulatoria y litigiosa en el marco internacional, en virtud de las múltiples pesquisas de naturaleza pública y privada que han sido emprendidas para contener algunos de sus efectos. Así, el presente documento analiza los precedentes de la estrategia empresarial en cuestión, y expone las respuestas normativas y en sede de litigio que ha provocado en el ámbito disruptivo y tecnológico actual. Del mismo modo, emplea las sugerencias técnicas respecto de la economía circular, la responsabilidad social corporativa y el cambio de enfoque de negocio en un ecosistema finito, con el fin de proponer vías de respuesta eficaces a la obsolescencia programada, principalmente tecnológica, que actualmente impacta a los operadores.

PALABRAS CLAVE

Obsolescencia programada, tecnología, regulación, litigio, medioambiente, cambio, enfoque de negocio.

ABSTRACT

Planned obsolescence is becoming a widely perceived behavior of Companies because of the regulatory responses and the litigation it has been caused internationally for containing its effects. This paper analyzes the precedents of the aforementioned business strategy and exposes the normative responses and those based in litigation, that it has caused in the current disruptive-technological environment. Also, it uses economic and juridical applied suggestions about the Circular Economy, the Corporate Social Responsibility and the change of the business approach in a finite ecosystem, to intend effective ways of responding to the planned obsolescence –mainly technological– which impacts on operators nowadays.

KEYWORDS

Planned Obsolescence, Technology, Regulation, Litigation, Environment, Change, Business Approach.

SUMARIO. Introducción. I. Obsolescencia programada. A. Conceptualización de la obsolescencia programada. B. La obsolescencia programada y su tipología. 1. Obsolescencia programada subjetiva. 2. Obsolescencia programada objetiva. a. Obsolescencia programada objetiva técnica o de calidad. b. Obsolescencia programada objetiva de notificación. c. Obsolescencia programada objetiva funcional. d. Obsolescencia programada objetiva informática. II. A propósito del marco regulatorio comparado actual de la obsolescencia programada. A. Francia. B. Ecuador. C. Comunidad Autónoma de Extremadura. D. Bélgica. E. Colombia. F. Argentina. G. Derecho de la Unión Europea. H. Directivas relacionadas con los efectos de la obsolescencia programada objetiva. I. Reforma del 1.º de octubre de 2019 a los requerimientos de ecodiseño de algunos electrodomésticos. III. La reivindicación litigiosa ante la obsolescencia programada tecnológica. A. Estados Unidos vs. General Electric. B. Francia y Halte à l’Obsolescence Programmée. C. Estados Unidos vs. Apple Inc. 1. La batería del iPod de primera generación. 2. iOS 9.0 y el iPhone 4s. D. Múltiples sistemas vs. la batería del iPhone. E. En Estados Unidos. 1. El caso Bogdanovich & Dakota Speas vs. Apple Inc. 2. El caso Keaton Hearvey vs. Apple Inc. 3. El caso Eliezer Rabinovits & Victor Mazzeo vs. Apple Inc. 4. El caso Michael Hakimi vs. Apple Inc. 5. El caso Gallmann vs. Apple Inc. E. Israel. F. China. G. Corea del Sur. H. Colombia. I. Italia. IV. ¿Cambio de enfoque como respuesta única a la obsolescencia programada tecnológica? Conclusiones. Bibliografía.

INTRODUCCIÓN

Hasta hace pocos años la obsolescencia programada que implementan algunos operadores del sector productivo para dinamizar la demanda generaba profundas dudas acerca de su relevancia jurídica, en atención a la opacidad que le es connatural. La sostenibilidad que parece provocar en el ecosistema económico ha sido la bandera predilecta de los defensores de esta conducta. La innovación tecnológica y la velocidad de la evolución de los productos y los servicios son otras de sus justificaciones.

A pesar de sus bondades económicas, en el pasado reciente la percepción social, empresarial y jurídica de la obsolescencia programada se ha visto modificada, principalmente en virtud de la inmoderación que en ella se percibe para con el mercado, los consumidores, el medioambiente y otros bienes jurídicos susceptibles de protección. La doctrina se ha empleado a fondo en identificar los criterios jurídico-sustantivos con los cuales parece ser incompatible, así como en articular un catálogo de vías procesales que, adecuadamente empleadas, permitan controvertir el alcance y los efectos de la conducta.

Las cuestiones medioambientales involucradas con la obsolescencia han sido las que menos debates han generado, a pesar de que es en dicha faceta de protección en la que se presentan las mayores incompatibilidades al aplicar las empresas la obsolescencia programada. Los defensores han decidido soslayar las discusiones, en atención a la dificultad que comporta controvertir el indubitado y frontal efecto contaminante susceptible de generarse a través de la implementación de una estrategia de crecimiento infinito como la obsolescencia planificada, en un planeta finito como la tierra.

En un entorno disruptivo como el actual, en el cual la tecnología ha modificado la forma de vivir, de trabajar, de hacer negocios y de relacionarse, la obsolescencia programada adquiere relevancia pues, más allá de su indubitado efecto –y riesgo– medioambiental, se pone en práctica en un entorno de opacidad a través del cual se expone la confianza del consumidor y de los operadores del mercado.

Así lo han entendido en diversas latitudes y sistemas alrededor del mundo, en los cuales la obsolescencia programada –principalmente la ágil obsolescencia programada que provocan las evoluciones tecnológicas–, ha sido objeto de contención normativa, judicial y administrativa.

En ese contexto, este documento de investigación presenta las diversas facetas teóricas y prácticas de la obsolescencia programada, con el objetivo de brindar al lector todos los elementos que requiere para comprender el alcance de la planificación de la vida útil de sus productos, en virtud de los avances tecnológicos persistentes e ininterrumpidos que a velocidad de crucero están promoviendo un crecimiento infinito, en un entorno y ecosistema finito como el del planeta tierra.

Con ese propósito como hilo conductor, el documento se divide en cuatro partes. En la primera se desarrollan los antecedentes y actualidad teórica de la obsolescencia programada, así como las tipologías de implementación actual de tiene la estrategia, sobre la base del dinamismo que atesora en un medio suscitado por la evolución tecnológica y la disrupción.

En la segunda parte se exponen las diversas respuestas normativas y regulatorias que se han articulado alrededor del mundo para responder a los efectos que la obsolescencia programada puede provocar en ese entorno de crecimiento infinito. Lo que a renglón seguido se complementa con la presentación, en la tercera parte, de las respuestas de los consumidores y demás operadores del mercado a la conducta en cuestión, en sede administrativa o de litigio, prestando especial atención a la recurrencia de las acciones que se han presentado en contra de los agentes del sector tecnológico, fabricantes de hardware y de dispositivos electrónicos.

Así, tras la exposición enunciada, el documento finaliza, con antelación a las conclusiones, aludiendo a las soluciones que es necesario implementar para contener de forma eficaz la creciente obsolescencia programada, y sus efectos medioambientales y de confianza pública, atendiendo a las propuestas que al respecto se han suscitado en la Unión Europea, y a las dinámicas de responsabilidad social corporativa que han emergido en los últimos años en el marco de ejercicio de los negocios.

I. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

Nicholas Barbon (2013) sitúa los orígenes de la obsolescencia programada en el siglo XVII, y pone en evidencia el interés respecto de la vida útil de los productos como un factor relevante en la economía de mercado:

La moda o alteración del vestir es un gran promotor del comercio, porque ocasiona el invertir en un paño antes de que el viejo se desgaste: es el espíritu y la vida del comercio, crea una circulación y da valor, por turnos, a todo tipo de bienes básicos. Mantiene el gran grueso del comercio en movimiento.

El citado texto pone de presente la idea básica en la cual se soporta la obsolescencia programada: la promoción del reemplazo de los bienes de consumo, incluso antes de que devengan desgastados o inútiles, pues dicha dinámica estimula la actividad comercial, el flujo de capitales y el crecimiento.

Como parte de una dinámica económica que requiere igualmente de la conjunción de otros elementos, la obsolescencia programada generó una primera voz en el año 1928 (Slade, 2006: 58), cuando Justus George Frederick propuso el “principio de la obsolescencia progresiva”, según el cual los compradores deberían obligarse a sí mismos a cambiar los productos de consumo no perecederos, aunque estos no se hubiesen desgastado y aún permitiesen en cumplir funcionalidades. De acuerdo con la concepción del mencionado autor, los ciudadanos deberían adquirir productos con el ánimo de estar actualizados, de ser eficientes y de tener un estatus acorde con el estilo vigente (Frederick, 1928 en Chacón, 2014: 37-40). Idea que fue adoptada por Christine Frederick en Selling Mrs. Consumer, obra en la cual promovió la obsolescencia desde una perspectiva estética, sugiriendo, entre otros aspectos, el cambio en los diseños como una forma de progreso y el abandono de las influencias estéticas europeas que impactaban la cultura estadounidense de la época (Chacón, 2014: 48).

Por su parte, Bernard London (1932: 3) conceptuó que “el principal problema económico no se basaba en estimular a los productores, sino en organizar a los compradores”, en virtud de que históricamente han sido precisamente estos –que además deberían continuar haciéndolo– quienes han determinado la demanda de bienes en el mercado.

Con posterioridad a la gran depresión que azotó a Estados Unidos y el mundo entre los años 1929 y 1937, los consumidores empezaron a mostrar proclividad por utilizar los bienes adquiridos por un tiempo mayor al que solían hacerlo con antelación a la mencionada crisis económica (London, 1932: 3). De acuerdo con su perspectiva, dicha conducta surgió por un “estado de ánimo histérico y atemorizado” (London, 1932: 3) que requería de una solución basada en la intervención estatal (London, 1932: 4).

Para London (1932: 3) esa intervención debía consistir en una política administrativa de vida útil de los productos según la cual los bienes deberían funcionar por un tiempo determinado oficial, que una vez cumplido, debía obligar al consumidor a regresarlos a una agencia de carácter estatal, encargada a su vez de otorgar por ellos títulos valores o análogos a utilizar en la compra de objetos nuevos o en el pago de impuestos (London, 1932: 7). De modo que nuevos productos saldrían de las fábricas constantemente en reemplazo de los obsoletos, asegurando la existencia y funcionamiento de la industria, al igual que la creación y subsistencia de empleos para la población (London, 1932: 8).

La idea de London no se materializó en una política de Estado, pero empezó a hacer parte de una política implementada por las industrias de diseñar y producir bienes, basada en el mismo principio: comprar, desechar y comprar de nuevo. Un círculo vicioso que hoy alimenta la economía de mercado (Dannoritzer y RTVE, 2010)1 y que está presente en los más variados objetos: automóviles, bombillas eléctricas, textiles y productos tecnológicos.

A. CONCEPTUALIZACIÓN DELAOBSOLESCENCIA PROGRAMADA

Elaborar un concepto concreto que englobe todos los criterios que influencian la obsolescencia programada no resulta tarea sencilla. La planificación que se suscita mediante algunas decisiones empresariales se encuentra en continua evolución, adhiriendo nuevos instrumentos que le confieren mayor riesgo y trascendencia a la obsolescencia. La ciencia y la tecnología se han erigido en aliados naturales del sector empresarial, haciendo más compleja la labor de identificación de los elementos que favorecen la estructuración del marco conceptual de la obsolescencia programada.

A pesar de esa realidad tan dinámica, la concepción de la obsolescencia programada responde a un catálogo de elementos fundamentales que apenas se han visto alterados con la implementación de políticas de planificación más complejas. Tim Hindle (2008: 147) define la obsolescencia programada como

… una estrategia de negocios consistente en el proceso de volver obsoleto un producto, desde su concepción. Lo que genera que en el futuro el consumidor tenga la necesidad de adquirir nuevos productos y servicios que el productor ofrece como remplazo de los anteriores.

Hindle (2008: 1) considera la obsolescencia programada como una de las estrategias o ideas en la administración de los negocios que más ha influenciado a las empresas desde el siglo XX.

Por su parte, Giles Slade (2006: 5) considera la obsolescencia programada como “la diversidad de técnicas utilizadas para limitar artificialmente la durabilidad de bienes manufacturados, con miras a estimular el consumo repetitivo”. A su vez, Soto Pineda (2017: 240) la define en un sentido lato, como “una estrategia de fabricación puesta en práctica por las empresas, mediante la cual se planifica y controla la vida útil de los productos, con el objetivo de dominar los intereses de consumo y favorecer la mas dinámica reposición de los mismos”.

Entre tanto, Correa (2017: 53) considera que la obsolescencia programada es “una fórmula de actuación empresarial que incrementa la producción y el consumo, bien sea por el acortamiento de la vida útil objetiva de los bienes o porque las nuevas tecnologías y tendencias favorezcan el uso y la adquisición de nuevos productos”; y Hernández (2018: 10) propone una definición que condensa las arriba expuestas al manifestar que “… la obsolescencia programada se refiere a las técnicas utilizadas en la producción de bienes que buscan limitar la vida útil de estos, con el fin de estimular o crear la necesidad del consumo repetitivo”.

La obsolescencia planificada se extiende como estrategia a todos los niveles de la cadena de valor, influenciando el proceso desde la fase de diseño hasta el momento de descarte del producto, implementando políticas de restricción en la refacción, y otras similares con la misma capacidad de impacto.

En términos prácticos, la conducta está dirigida a asegurar que los consumidores acudan al mercado una y otra vez a adquirir productos semejantes más actuales y renovados que presten la misma funcionalidad –o una similar–, al observar que aquellos que ya poseen han devenido obsoletos (Soto Pineda, 2015a: 42; Waldman, 1993: 273-283; Bulow, 1986: 732; Guiltinan, 2009: 20). La tasa de reposición de los productos se incrementa mediante la garantía alcanzada por el sector industrial, y la actividad comercial adquiere una dinámica circular que permite aumentar los beneficios, logrando mantener al consumidor en la mecánica de adquisición2.

La obsolescencia planificada es el resultado de un recorrido industrial extendido durante más de setenta años en el siglo XX, conforme al cual se emprendió una batalla contra las “calidades infinitas” de los productos, que amenazaban con convertirse en la razón principal del declive del emprendimiento y la sostenibilidad económica (Ramírez López, 2010: 1). La perennidad de los productos fue interpretada por los precursores de la obsolescencia como una tragedia que desembocaría en el estancamiento económico3. La conducta poco a poco ha tomado fuerza en el entorno comercial (Bartels et al., 2012: 15-17), asentándose en la realidad social. La innovación y la alta “especialización” en el desarrollo de productos han permitido dicha progresión, pues ha favorecido la adhesión de la información de obsolescencia en múltiples niveles de la cadena de valor (Singh y Sandborn, 2006: 115-139; O’Dowd, 2010: 80-81). Los productos con elementos tecnológicos y/o informáticos de importancia han demostrado ser los aliados naturales de la conducta (Hindle, 2008: 149; Cassia, 2007: 1) por la facilidad que estos incorporan para influenciar en tiempo real las funcionalidades de los productos (Soto Pineda, 2015a: 42; Petroski, 1994; Hodges y Tayor, 2005: 13 y ss.).

Las modalidades a través de las cuales se ha puesto –y se pone– en marcha, son variadas. Mediante diversas técnicas implementadas por la industria, ha logrado extender sus efectos y modular los comportamientos de consumo. Vale la pena atender a dichas tipologías con el objetivo de desgranar poco a poco cuál es su verdadero alcance.

B. LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA Y SU TIPOLOGÑA

A partir de la técnica empleada por los fabricantes para la limitar la vida útil de los productos y estimular el consumo repetitivo es posible distinguir entre dos tipos de obsolescencia programada: i) la obsolescencia programada subjetiva, enfocada en incidir en la percepción que el propietario tiene del producto, y ii) la obsolescencia programada objetiva, enfocada en intervenir directa o indirectamente en la funcionalidad del producto con la finalidad de que el consumidor lo reemplace.

En materia tecnológica la obsolescencia programada se aplica mediante las dos modalidades enunciadas. No obstante, las empresas buscan –y hallan– con mayor asiduidad el incremento de la tasa de reposición de los productos al implementar alguna de las modalidades de obsolescencia, mediante la aplicación de técnicas de detrimento objetivo y escalonado del desempeño del hardware y del software, sin desmerecer con ello el impacto del marketing y los desarrollos empresariales análogos en las influencias subjetivas que también dinamizan el deshecho de los productos y su consecuente restitución. Veámoslo.

1. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA SUBJETIVA

De acuerdo con la concepción de Packard (1950: 55), la obsolescencia programada subjetiva se produce en aquellos casos en los que el producto, a pesar de estar en buenas condiciones de calidad y funcionamiento, sufre una especie de desgaste que le hace menos apetecible desde el punto de vista del consumidor, en virtud de los cambios estéticos y “evoluciones” que presentan las nuevas versiones.

Por su parte, Slade (2006: 5) señala que es el mecanismo mediante el cual a través de cambios de estilo se induce a los consumidores a realizar compras repetitivas, en virtud de que las “innovaciones” vinculadas con la apariencia de los productos provocan un estado de ansiedad en el consumidor, basado en la creencia de que todo aquello que está desgastado “deviene indeseado, poco funcional o descompuesto, si se compara con algo nuevo” (Slade, 2006: 50).

De acuerdo con un sector de la doctrina (Soto Pineda, 2015b: 335), la obsolescencia subjetiva de estilo debe entenderse como la estrategia mediante la cual se introducen nuevas formas y diseños, creados para dirigir a los consumidores hacía un nuevo estilo o hacia la desaparición del anterior. El elemento fundamental de la obsolescencia subjetiva –también denominada psicológica– corresponde a la alteración intelectual del consumidor mediante técnicas involucradas con el marketing (Soto Pineda, 2015b: 335), y dirigidas a incidir en la conciencia del individuo y a integrar en él la idea de que el producto que ya posee se ha vuelto obsoleto o desactualizado –sin importar su funcionamiento– toda vez que de ese modo le puede surgir la necesidad de cambiar su antiguo producto por uno más actual.

Uno de los primeros ejemplos del uso de esta técnica, como lo expone Slade (2006: 29-55), lo encontramos en la introducción del modelo de automóvil Chevy de 1923, el cual superaría en ventas a su contrincante, el modelo T de Ford, con una simple estrategia: rediseño estético anual, siendo la misma pieza de ingeniería mecánica con variaciones exclusivamente estéticas. Esta tendencia ha trascendido en la industria automotriz hasta el día de hoy, mediante la introducción de nuevos modelos cada año, que en muchas ocasiones no aparejan mejoras o cambios técnicos en la motorización, estructura o aditamentos de los vehículos4.

Un ejemplo paradigmático y vigente de ese tipo de obsolescencia, es el que se presenta en la industria textil y de accesorios, en la cual, pese a que los bienes conservan su funcionalidad y calidad in integrum, los consumidores se ven alentados y seducidos a comprar los productos más recientes que son presentados en épocas específicas del año, asegurando la existencia de demanda cíclica, para estar a la par con los arquetipos de la moda vigente (Soto Pineda, 2015b: 357).

Sin perjuicio de lo anterior, se debe anotar que este tipo de obsolescencia no es exclusivo de ninguna industria o mercado concreto pues, de hecho, está presente en todas las industrias de manufactura en la medida en que, con la introducción de cambios a los productos, sin importar si son funcionales o estéticos, se crea un nuevo modelo del mismo, provocando en el consumidor, a través del desarrollo de campañas publicitarias, la idea de que debe adquirir el más reciente, simplemente por la novedad, lo cual, resulta mucho más barato y fácil de implementar5 para los productores, que invertir en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías que generen cambios técnicos y funcionales sustanciales en los bienes.

2. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA OBJETIVA

La obsolescencia programada objetiva se puede definir como el conjunto de técnicas utilizadas por los fabricantes para incidir en la duración, funcionalidad, rendimiento o utilidad de los bienes producidos y comercializados, con el fin de asegurar que tengan una vida útil limitada, que una vez alcanzada, provoca que sean desechados y sustituidos.

Este tipo de obsolescencia se puede desarrollar en variados formatos, vinculados con la técnica utilizada en su implementación, así como con el momento en que esta genera el efecto de inutilidad del bien.

a. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA OBJETIVA TÉCNICA O DE CALIDAD

Fue definida por Soto Pineda (2015b: 336) como “la obsolescencia configurada desde el momento inicial de diseño, mediante la inclusión de los elementos que sean necesarios para garantizar que el producto ajustará su vida útil a la proyectada por la empresa productora”. También denominada por según Slade (2006: 5) como obsolescencia absoluta o de calidad, constituye la fase más desarrollada de la figura. Este método se empezó a implementar cuando los productores de bienes desarrollaron las técnicas necesarias para determinar la vida útil de los bienes desde el momento mismo de su producción.

Al establecer la duración de los productos desde su concepción, los productores garantizan que mediante las técnicas de diseño y el uso de materias primas, la vida útil de los bienes se ajuste a sus ciclos productivos, garantizando la permanencia y funcionamiento de las empresas. Lo cual se refuerza mediante la adopción de conductas complementarias que consolidan y robustecen (Soto Pineda, 2015b: 337) esta técnica, por ejemplo, creando barreras que dificulten la reparación de los bienes, como: i) no comercializar, no producir o descontinuar piezas de repuesto; ii) no dar a conocer al público instrucciones de reparación, o los diagramas o planos de diseño; iii) dificultar la sustitución de piezas de los productos mediante la implementación de diseños intrincados; iv) ofrecer servicios de reparación y piezas de recambio a alto costo, y v) impedir que terceros diferentes a sus agentes presten servicios de reparación.

b. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA OBJETIVA DE NOTIFICACIÓN

Es una especie de la obsolescencia programada objetiva técnica o de calidad en la que, al momento de adquirirlo y durante su utilización, los productores anuncian la vida útil y/o el momento en el cual el producto deberá ser reemplazado por uno nuevo.

Ejemplos de esta práctica los encontramos en los bombillos que anuncian su vida útil, en los cartuchos de impresora no recargables que anuncian el número de páginas que pueden imprimir, y en productos como las cuchillas de afeitar desechables, que tras un determinado tiempo anuncian al usuario que se han desgastado mediante la decoloración de una goma presente en ellas.

c. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA OBJETIVA FUNCIONAL

La obsolescencia programada objetiva funcional o tecnológica es considerada la primera fase en el desarrollo de la obsolescencia (Slade, 2006: 4), y se refiere a la situación en la que “un producto existente se vuelve anticuado con la salida de uno nuevo al mercado que desempeña su misma función en una mejor forma” (Packard, 1960: 55), es decir, es la obsolescencia causada por el progreso tecnológico, técnico o científico que introduce mejoras funcionales a los productos nuevos, poniendo en desventaja funcional a los productos antiguos, acortando su vida útil por la simple existencia de un producto nuevo y mejor en términos funcionales.

Este tipo de obsolescencia es categorizada por Soto Pineda (2015b: 337) como “no planeada”, cuando con las modificaciones surtidas se realicen mejoras técnicas en los bienes, y “forzosa” cuando los avances o modificaciones realizados no representan ninguna mejoría sino simplemente un cambio con el cual se busca incrementar el consumo de bienes similares, haciendo incompatibles los productos anteriores.

En similar sentido a la denominada “obsolescencia programada objetiva funcional forzosa”, Chacón (2014: 307) propone un subtipo complementario de obsolescencia denominada “obsolescencia de compatibilidad”, y la define como los “cambios incorporados a versiones recientes de un producto que, como su nombre bien lo permite entrever, relegan totalmente a la incompatibilidad a las anteriores o a las posteriores, lo que obliga al usuario a actualizarse forzosamente adquiriendo una vez más el bien de consumo”.

Como ejemplo de la obsolescencia técnica tenemos el encendido eléctrico en los automóviles (Slade, 2006: 4), con cuya incorporación en 1913 se generó la obsolescencia de todos los vehículos anteriores cuyo encendido requería el accionamiento de una manivela, siendo este un mecanismo menos cómodo y atractivo que el simple giro de una llave para encender el automotor.

Otro ejemplo, lo encontramos en la industria de la música, donde los medios de reproducción y almacenamiento de audio mejoran progresivamente en materia de fidelidad de sonido y capacidad de almacenamiento. Por ejemplo, muchos dispositivos que durante el siglo XX eran los medios comunes para escuchar música hoy son considerados obsoletos o piezas de colección como los tocadiscos, los walkmans, los LP y los cassettes, entre otros, que perecieron ante la llegada de los discos compactos y los archivos de reproducción digitales. Lo mismo se predica del almacenamiento de datos de computación en medios portátiles, que ha evolucionado desde los ya desconocidos disquetes o floppy disk hasta la “omnisciente” nube.

d. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA OBJETIVA INFORMÁTICA

De acuerdo con Soto Pineda (2015b: 339), este tipo de obsolescencia se produce en dos situaciones: i) cuando un software es empujado al desuso debido a la aparición de uno nuevo, con el que a su vez es incompatible, y ii) cuando se altera el rendimiento de un hardware en razón de la evolución del software que soporta, quedando el primero obsoleto porque no ejecuta apropiadamente el segundo.

Un ejemplo de este tipo de obsolescencia es el Batterygate (Soto Pineda, 2015b: 339; Business Insider, 2017), como se conoció a la controversia suscitada a nivel mundial respecto de las denuncias públicas hechas por los usuarios de iPhone en contra de Apple, alegando que la versión 10.2.1 del sistema operativo de los celulares (iOS) generaba que los modelos anteriores al iPhone 8 disminuyeran su rendimiento con la actualización del sistema operativo; o lo sucedido con el iPhone 4s, que tras la actualización de su sistema operativo a la versión 9.0, se tornaba inutilizable para sus usuarios.

II. A PROPÓSITO DEL MARCO REGULATORIO COMPARADO ACTUAL DE LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

A lo largo de la historia ha sido constante la pretensión de los sistemas jurídicos de regular los fenómenos económicos y tecnológicos disruptivos. Ello se ha producido en el pasado reciente en lo alusivo a la obsolescencia programada, toda vez que a pesar de que la conducta puede ser rastreada de forma clara hasta los inicios del siglo XX,, en los últimos diez años ha generado ecos por inquietudes relativas al medioambiente, al consumo, a la competencia y a la ética.

Son diversos los ordenamientos jurídicos alrededor del globo que han reaccionado a este fenómeno económico. Así, el francés, el ecuatoriano y el de la Unión europea, parecen ser los de mayor alcance, a pesar de que en otros sistemas, como el colombiano, también se ha atendido la conducta con inquietud. A continuación se mostrarán los aspectos mas relevantes de aquellas respuestas normativas a la obsolescencia planificada.

A. FRANCIA

Francia fue el primer país en prohibir expresamente la obsolescencia programada, estableciéndola como un delito mediante la Ley n.º 2015-992 del 17 de agosto del 2015, de “La transición energética para el crecimiento económico sostenible” (Assamblée Nationale Francia, 2015: 14263). Esta norma proscribe la implementación de técnicas de obsolescencia de calidad en los productos que sean incorporados al mercado por cualquier agente, y establece que quien incurra en la prohibición podrá ser sancionado con prisión de dos años y con una multa equivalente a 300.000€, susceptible de ser incrementada de forma proporcional al beneficio obtenido a raíz de esta práctica, en los siguientes términos:

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1520 p. 18 illustrations
ISBN:
9789587906042
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