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Literaturverzeichnis
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El discurso 'de' la ciudad en la saga de Santa María y en los epitextos de Onetti

Nuevas perspectivas sobre lo urbano1

Agustín Corti (Salzburg)

I. Introducción: el discurso 'de' la ciudad

La topología en la obra de Juan Carlos Onetti ha ocupado un lugar importante en la crítica especializada. Dos vertientes fundamentales se han dedicado, por un lado, a resaltar la novedad de la materia ciudadana en la obra del escritor uruguayo1 y, por otro, a desvelar la contraparte referencial de los espacios desplegados en la obra, sobre todo, de la imaginaria ciudad de Santa María2. El espacio se ha interpretado asimismo preferencialmente a través del carácter existencial de la literatura onettiana. La ausencia de descripciones prolijas de los escenarios donde habitan los personajes o los interiores nada espectaculares son vistos como la contrapartida de seres fracasados y situaciones sórdidas.3 En las últimas décadas se ha recuperado el tema de la ciudad en Onetti desde una perspectiva que amplía el campo del texto literario, permitiendo lecturas que redibujan los límites de la obra y lo integran en una realidad discursiva más amplia.4 La obra onettiana inserta las ciudades de Buenos Aires o Montevideo en una red de significado que si bien no pretende representar miméticamente las ciudades realmente existentes, tampoco se limita a utilizarlas para lograr un mero efecto de realidad.5 La designación de dichas ciudades construye discursivamente un comentario sobre el espacio que se superpone al de otras prácticas discursivas sobre los mismos. La ciudad como espacio privilegiado de la acción de la literatura del siglo XX no es un gesto ajeno a otros discursos; lo urbano aparece inscripto tanto en poéticas como en el discurso público.6

En Onetti, el discurso sobre la ciudad está presente tanto en su literatura como en el intento de fundamentar una poética en el campo literario rioplatense y en un posterior diálogo con su propia labor literaria en alusión a la ciudad. La obra enriquece y delimita el discurso externo en torno a las ciudades porque este gira alrededor de la escritura, se instala en el campo abierto por la misma, como un modo de hacer visible lo urbano. Jitrik ha distinguido entre un discurso 'sobre' la ciudad y uno 'de' la ciudad. El autor considera que los discursos 'sobre' la ciudad pueden ser descriptivos o hermenéuticos: el valor referencial yace, en el primer caso, en la descripción o, en el segundo, en la evocación de elementos refractarios a la descripción, pero que pueden interpretarse o desvelarse de alguna manera. El discurso 'de' la ciudad equivaldría por el contrario a desvincular la referencialidad de una ciudad previamente existente que la obra literaria representa de forma mimética, el elemento descriptivo, y a su vez implicaría renunciar a la voluntad de encontrar un 'más allá' interpretativo, el elemento hermenéutico.7 Se trataría de un discurso en el que "la ciudad por sí misma se dijera".8 Que la ciudad "se exprese a sí misma", que el discurso sea 'de' la ciudad implica una reconsideración de la referencialidad en la obra y, en el discurso, del lugar que ocupa el autor. Las Buenos Aires y Montevideo de la obra de Onetti, Santa María, así como el comentario autorial epitextual sobre lo urbano pueden ser enmarcados en un terreno discursivo común, engendrado por prácticas de la ciudad que se expresan dentro de la obra literaria o como un discurso autorial externo a la obra sobre ese ámbito urbano. Esta reconsideración no implica borrar evidentemente las restricciones genéricas ni la diferencia de tipos textuales generados, sino reconsiderarlos desde una perspectiva que los resignifique. En el presente trabajo retomaré desde esta perspectiva el análisis del estatuto referencial de Santa María en su contraste con Buenos Aires y Montevideo en La vida breve, así como en algunas obras de la saga de Santa María,9 para adentrarme luego en el corpus de epitextos onettianos sobre dichas ciudades. Considero que los espacios manifiestan una estructura ejemplar que funciona como condición de posibilidad de otros despliegues tanto narrativos como discursivos. Toman el papel de un límite que el discurso despliega de diferentes maneras.

II. Las ciudades en torno a la referencialidad

En un minucioso estudio publicado por primera vez en 1967, el crítico Ángel Rama manifestaba ya que el espacio ciudadano en la literatura de Onetti es una ambientación de las vivencias, pero no un intento de representar una topografía.1 La constatación, bastante generalizada en la crítica onettiana, es sólo en parte correcta, ya que si bien las descripciones detalladas de los espacios no son usuales –para no hablar de la inexistencia de las de color o estereotipadas–, esto no impide que exista una serie de jerarquías en la representación espacial que imprime un sello en las acciones de los personajes. Ferro insiste, por ejemplo, en que los espacios "lejos de ser un mero anclaje de verosimilitud exigida por la lógica de los relatos, aparecen como manifestación de un modo de figurar la ciudad en abierta pugna con las poéticas dominantes de la época, adscritas al realismo".2 Santa María nace en La vida breve como un ente que contradice a Buenos Aires y Montevideo, es decir, se relaciona con dos significantes que refieren a ciudades reales.3 Estas son necesarias para la comprensión del nuevo terreno en el que se desarrollará la saga, aunque su aparición sea cada vez más escasa o esté cada vez más indeterminada. Si el escenario principal en el que se desarrollará la acción en las obras posteriores a La vida breve es Santa María, la pregunta es cómo puede entenderse la referencialidad de la ficticia Santa María conjuntamente con las otras dos grandes urbes.

El estatuto de los sitios geográficos existentes en el mundo real dentro de la obra literaria se ha estudiado a menudo en el marco de la delimitación entre realidad y ficción o discurso histórico y ficcional.4 Zipfel categoriza los objetos –y también los entes humanos– en la narrativa de ficción como 'reales', 'pseudo-reales' e 'irreales'. Los objetos 'reales' constituyen el marco dentro del cual tiene lugar una obra ficcional y posibilitan un anclaje de la historia en el mundo real; los 'pseudo-reales', por su parte, implican una modificación de un objeto real de tal modo que este se puede identificar como ficcional, aunque se reconozca su origen real, mientras que los 'irreales' son inventados para cumplir una función dentro de la ficción.5 En el caso de las ciudades 'reales', la referencia excede el marco del universo ficcional, creando una continuidad con lo real de límites indefinidos, en la cual no sólo la ficción bebe de lo real, sino que la ficción se pliega sobre lo real.6 Santa María sería en esta nomenclatura un 'objeto irreal', mientras que Montevideo y Buenos Aires serían 'objetos reales' en el plano diegético. Ahora bien, Santa María representa, como lo ha denominado Juan José Saer, un "espacio imaginario a la segunda potencia",7 ya que en el célebre pasaje del capítulo II de La vida breve en el cual aparece el primer escorzo de Santa María, el protagonista Juan María Brausen expresa:

No estoy seguro todavía, pero creo que lo tengo, una idea apenas, pero a Julio le va a gustar. Hay un viejo, un médico, que vende morfina. […] Veo una mujer que aparece de golpe en el consultorio del médico. El médico vive en Santa María, junto al río. Sólo una vez estuve allí, un día apenas, en verano. (VB I, cap. II, 429)

La vida breve es una ficción que trata sobre el proceso de construcción de una ficción.8 El nacimiento de Santa María promueve en su metanarratividad una dificultad, porque el narrador Juan María Brausen comienza a elaborar una historia que tiene lugar en un sitio que para él posee el carácter de una realidad empírica: una vez estuve allí. Es decir, la ciudad que surge en el terreno diegético tiene por su parte un estatus de 'objeto real' en tanto es creada para un guión a partir de una ciudad existente. Pero a su vez, esta 'ciudad real' en la ficción es el sitio al que el protagonista escapa junto a Ernesto en los capítulos finales: "Encendían las luces de la plaza cuando llegamos a Santa María" (VB II, cap. XVI, 684). En esta Santa María se encuentran, sin embargo, los personajes que ha creado en su ficción. Es decir, el 'objeto real' del plano diegético se transforma en el punto al que el protagonista, que ha construido la ficción donde Santa María es una 'ciudad real', escapa. La paradoja, evidentemente, radica en que uno puede escapar a una ciudad real, pero no a una 'ciudad real'. Se puede viajar a una ciudad, pero no se puede viajar a un ente ficcional. El protagonista, creador de la ficción dentro de la ficción y sujeto de la enunciación, borra tenazmente los límites entre lo que sería a nivel diegético la ciudad real y la 'ciudad real'. Cuando al llegar a Santa María describe lo que tiene ante sus ojos, expresa: "El hotel estaba en la esquina de la plaza y la edificación de la manzana coincidía con mis recuerdos y con los cambios que yo había impuesto al imaginar la historia del médico" (ibid., 687). El recuerdo y la imaginación convergen en un plano con la consecuente ambigüedad representativa. ¿Han llegado los personajes a la ciudad real o a la 'ciudad real'? Se trata del recuerdo modificado por la intervención de la imaginación posterior; el narrador Brausen dice que el escenario coincide con ambos, con el recuerdo y su modificación. Es decir, se trata a nivel diegético de la 'ciudad real' y no de la ciudad real.9

Otros personajes de La vida breve, María Bonita y Junta Larsen, expresan al final de la novela su intención de irse en tren a Buenos Aires. Unos escapan hacia la Santa María 'real', otros escapan de Santa María a Buenos Aires, que en ese nivel diegético es real, pero no 'real'. Esta metalepsis, la continuidad entre la geografía de la realidad y la de la ficción dentro de la ficción propugna una poética determinada, expone una teoría de la narración y de la lectura. Dicha poética se sirve de técnicas narrativas que crean un espacio continuo entre la Santa María que surge en la ficción misma y las Buenos Aires y Montevideo 'reales', problematizando a su vez la posibilidad de su representación, en cuanto las intoxica de ficción, y escenificando el traspaso de las fronteras de la representación que postulan realidad y ficción. Josefina Ludmer asevera que "las dos series invierten sus espacios y entran, cada una, en el 'otro lado': el relato 2 [la ficción sanmariana; paréntesis mío] se cierra en Buenos Aires y el relato 1 [la realidad diegética; paréntesis mío] en Santa María".10 Lo intranquilizador de la estrategia consiste en que estas dos series no deberían permanecer en el mismo nivel de representación, pero pueden integrarse en un discurso. Este discurso permanece por su parte abierto: puede surgir un nuevo nivel y un nuevo espacio. Así como La vida breve pone en duda diegéticamente la referencialidad en el proceso de creación ficcional, cuestiona por el contrario los límites del par ficción-realidad en el proceso mismo de representación literaria.11 La creación de Santa María no manifiesta un quiebre sólo dentro de la ficción, sino en el plano de la representación misma. Y por lo tanto, de todo discurso. La obra posterior de la saga de Santa María ahonda en esta ruptura escenificando la independencia del mundo sanmariano, una independencia que se pondrá en cuestión ligándola al nombre Juan María Brausen.

Con la misma estrategia que La vida breve pone en duda el estatuto del proceso de representación, fija asimismo la dependencia y las distancias entre las ciudades y sitios de la topografía representada. Las apariciones de Montevideo y Buenos Aires como escenarios de los primeros cuentos y novelas se descentran a partir de 1950; la saga de Santa María no prescinde, no obstante, de esta tensión y distancia creada con respecto a otros escenarios del Río de la Plata.12 Así como mantiene la huella de su creador y, por lo tanto, de su carácter fictivo y discursivo, Santa María paga el precio de su existencia independiente también con su dependencia de la gran metrópoli. Los mecanismos narrativos que encuentra Onetti vuelven imposible un discurso descriptivo o hermenéutico y solo permiten un comentario oblicuo que se mantiene en prácticamente toda la producción onettiana.

De las diversas interrelaciones que instaura la obra entre las tres ciudades, tal vez la más saliente sea la de la antítesis; y el espacio más relevante para esta antítesis, Buenos Aires.13 En la novela Para una tumba sin nombre (1959) aparece aún esta oposición entre Santa María y Buenos Aires de manera explícita. El narrador atestigua al inicio que el personaje Jorge Malabia vestía un "cómico traje de última moda que había traído de Buenos Aires" (TN, cap. I, 12), que desencaja en el escenario sanmariano. La misma novela centra su peripecia sobre el hecho de que los dos personajes viven en una pensión en Buenos Aires, ciudad en la que estudian. Este hecho singulariza a Jorge Malabia y a Tito Perotti, narradores indirectos de la historia en la novela, de los quehaceres de Santa María: "[E]xigíamos que la gente de Santa María nos imaginara apartados, distintos, forasteros, y hacíamos todo lo posible para imponer esta imagen" (ibid., cap. II, 19). Ambos personajes ocupan en Santa María y Buenos Aires lugares dispares, opuestos. En Santa María forman parte de un grupo acomodado, mientras que en Buenos Aires viven en una pensión, lugar común para aquellos que tienen que ir a estudiar a una capital de provincia o del país. El sentido que poseen sus acciones queda ligado a este doble escenario que los determina de maneras diferentes.

Buenos Aires establece una relación de dependencia con Santa María, determina indirectamente el devenir temporal ("fue necesario volver a Buenos Aires, a la Facultad, a la pensión en un tercer piso sobre la plaza" ibid., 25), las actividades posibles de Santa María ("Voy a terminar Derecho porque en casa siempre quisieron –me dijo–. Pero no quiero dejar Santa María, al revés de todos que sólo piensan en Buenos Aires. Y aquí, usted sabe, no se puede ser abogado en serio, no se pasa de procurador" ibid., cap. V, 57), así como las filias y fobias ("pensaba en Buenos Aires, afuera y rodeándome, intentaba enumerar mis motivos de asco por la ciudad y la idiosincrasia de la gente que la ocupa" ibid., cap. II, 27). Los dos espacios se singularizan en la unidad. El asco como elemento común no impide que los "motivos" sean diferentes: "Esto, claro, sin olvidar una enumeración semejante para Santa María" (ibid.). El plano representativo en el que se encuentran ambas ciudades en esta segunda novela del ciclo sanmariano, vale repetirlo, es el mismo. Para convertirse en la ciudad de provincia que es, Santa María necesita del contraste con Buenos Aires, que parece ser en esta novela la capital del terreno provincial o nacional del enclave Santa María. A nivel discursivo, el nuevo escenario continúa comentando referencialmente la capital argentina.

Si El astillero (1961) todavía posee como centro de referencia a Buenos Aires ("recogió el diario aparecido la noche anterior en Buenos Aires"; "El viejo Petrus estaba en Buenos Aires, inventando escritos reivindicatorios con su abogado o buscando pruebas de su visión de pionero" AS cap. "El astillero I", 157/163), ya en Juntacadáveres (1964) la antítesis se modificará: la contrapartida de Santa María será "la Capital". Es allí adónde intentarán irse Junta Larsen y María Bonita, que en su aparición en La vida breve, como señalé antes, pretenden escapar a Buenos Aires, aparentemente con la compañía de un joven –que se sabrá es Jorge Malabia– : "Toda la noche miró al pibe sin abrir la boca. ¿Cree que yo lo convencí para que venga a Buenos Aires?" (VB II, cap. XVI, 695) La novela de 1964 calca la escena, pero modifica el significante: "Bueno, nos vamos. Algo tenemos. Podemos ir a El Rosario o a la Capital, o mejor probar en otro lado como éste, en una ciudad chica" (JC, cap. XVII, 481).14 Sobre el final de la obra, la posibilidad de dejar la ciudad tendrá lugar en forma de expulsión: "Estábamos agolpados en el reservado, comiendo los postres, aguardando la hora imprecisa en que llegaría el tren para recoger la peste que emporcaba a Santa María y devolverla a la Capital. Orden del Gobernador" (ibid., cap. XXXII). La obra mantiene la topología –en el doble sentido de 'topos' y 'logos'– y las interrelaciones que determinan los espacios correspondientes, pero borra los rastros de una referencialidad directa. La referencia que instaura el discurso se vuelve más oblicua.

Esta estrategia se puede observar muy claramente en ciertos detalles presentes en los manuscritos mecanografiados de Juntacadáveres que guarda la Biblioteca Nacional de Uruguay. Allí se pueden ver las correcciones posteriores a numerosas referencias topográficas que indican una neutralización o indefinición mayor. En la cita anterior, el texto mecanografiado de dicha obra decía originariamente: "Podemos ir al Rosario o a Buenos Aires"; Buenos Aires se encuentra tachado y sustituido por "la Capital".15 Las reformulaciones señalan directamente a una modificación referencial que puede leerse en dos niveles: en primer lugar, la sustitución de los referentes espaciales más importantes con una contrapartida en el mundo real y, por otro, la sustitución por significantes que mantienen las relaciones funcionales ya establecidas desde La vida breve, incluso modificando sitios con ciertas connotaciones por otros. La invisibilización de Buenos Aires, por ejemplo, se lleva adelante también en la eliminación de nombres de calles. Si en Juntacadáveres dice que Junta "vivía en una pensión del centro" (JC, cap. XIV, 460), en el manuscrito mecanografiado decía, antes de ser tachado, "vivía en una pensión de la calle Sarmiento, a la altura del Congreso"; más adelante, cambia la calle Corrientes por "la gran avenida".16 En otro pasaje aparece la enumeración "la Capital, El Rosario o Salto" (JC, cap. XX, 505) en relación con la existencia y funcionamiento de los prostíbulos, hecho que contrasta con la prohibición que se quiere imponer en Santa María; antes decía "Buenos Aires, el Rosario o Paraná".17 La sustitución de Paraná por Salto parece servir como intermedio entre la ciudad más grande, El Rosario, y la más pequeña, Santa María. La referencia a una ciudad uruguaya expande por su parte las connotaciones regionales.

Además de la antítesis, los espacios ciudadanos están ordenados bajo un principio genético degenerativo. Como en una derivación platónica, Santa María está regida por sus pares, muestra ecos de un centro del cual la ciudad es una periferia: "Todo trasplante a Santa María se marchita y degenera". (JC, cap. XVI, 473) Santa María comenta de esta forma la vida ciudadana desde una modernidad periférica. Los actos de los personajes quedan marcados por esta espacialidad ordenada jerárquicamente, en la cual el carácter provinciano de Santa María es notorio. Sigue siendo un discurso sobre la ciudad, pero se trata de un discurso matizado y, lo urbano, una red de ciudades que gira en torno a un centro. No es de extrañar que esta estructura se encuentre explícitamente en otras obras literarias. En Tierras de la memoria (1965, escrita sobre 1944) de Felisberto Hernández, el protagonista, que viaja por primera vez en tren desde Montevideo al interior argentino, afirma sorprendido: "Por fin llegué a comprender bien estos conceptos: 'Buenos Aires es más importante que Montevideo; Buenos Aires viene a ser la capital de Montevideo'."18

Estas determinaciones topológicas indirectas poseen un valor ejemplar. Ciudades de diferente tamaño y valor simbólico son nombradas de manera repetida, localizando espacialmente a las voces narradoras y a los personajes. Si la referencialidad se va debilitando a partir de los mecanismos de la narración, la independencia que obtiene el espacio de Santa María no deja de vivir del entramado de oposiciones que la hacen posible. Su independencia ahonda ciertos aspectos que surgieron de la antítesis primaria. Pero, como sugerí antes, se trata de una independencia escenificada, que tanto la voz como la perspectiva narrativa ponen en duda. Hasta el punto de que en Jacob y el otro, los personajes dejan una corona de flores sobre la estatua de su fundador (JO, cap. 1, 112) o, en La muerte y la niña (1973), el narrador habla explícitamente de y con su creador: "Y es posible que noche a noche, llorando de rodillas, rece a Padre Brausen que estás en la nada para hacerlo cómplice obligado, para enredarlo en su trama, sin necesidad verdadera, por un oscuro deseo de remate artístico" (MN, "Capítulo primero", 585).19 Santa María conforma así otro plano que el de las ciudades que aparecen en la ficción primaria de la cual surge; no está en el mismo plano que Buenos Aires, no está en el mismo plano que Montevideo;20 pero una vez que la diferencia de los niveles ha sido abolida, la realidad de la ficción se extiende hacia las dos ciudades que van desapareciendo paulatinamente. Santa María mantiene el eco de aquellas y se vuelve más significativa porque traspasa el límite que la contenía. En el nivel discursivo Santa María mantiene una referencialidad indirecta respecto a Buenos Aires y Montevideo porque en el discurso que hace posible a Santa María han quedado unificadas por características que se actualizan en el marco de dicha estructura.

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361 p. 3 illustrations
ISBN:
9783823301219
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