Vía crucis con los santos

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Vía crucis con los santos
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Vía Crucis con los santos

Pablo Cervera Barranco


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ISBN: 9788428566179

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El «Vía Crucis»

Manuel González López-Corps[1]

Durante el tiempo de Cuaresma, el amor a Cristo crucificado lleva a la comunidad cristiana a dedicar el miércoles y/o el viernes a la lectura bíblica de la Pasión del Señor. Pero también, desde antiguo, han surgido algunos ejercicios piadosos que ayudan a penetrar en el sentido profundo del tiempo de Cuaresma. Estos, imbuidos del espíritu de la liturgia, pueden ayudar a los fieles a la compresión y celebración del Misterio Pascual de Cristo.

El «camino de la Cruz»

Entre los ejercicios de piedad para meditar la Pasión del Señor, pocos hay que sean tan estimados como el Vía Crucis. Esta manifestación de fe es síntesis de varias devociones surgidas desde la Alta Edad Media: la primera es la devoción al madero de la Cruz que, tras ser mostrada, besada y adorada en la liturgia del Viernes Santo, se deja expuesta a la veneración y contemplación de su admirable misterio; pero también encontramos como antecedente de esta forma de piedad «la peregrinación a Tierra Santa, durante la cual los fieles visitan devotamente los lugares de la Pasión del Señor; la devoción a las “caídas de Cristo” bajo el peso de la Cruz; la devoción a los “caminos dolorosos de Cristo”, que consiste en ir en procesión de una iglesia a otra en memoria de los recorridos de Cristo durante su Pasión; la devoción a las “estaciones de Cristo”, esto es, a los momentos en los que Jesús se detiene durante su camino al Calvario, o porque le obligan sus verdugos o porque está agotado por la fatiga, o porque, movido por el amor, trata de entablar un diálogo con los hombres y mujeres que asisten a su Pasión» (Directorio Piedad y liturgia, n. 132).

Parece que la devoción comenzó con siete estaciones –siete caídas–: «El Justo cae siete veces, pero se levanta» (Prov 24,16). Vemos en el Justo a Cristo que, levantado sobre el madero, «atrae todo hacia sí» (cf Jn 12,32). Los peregrinos y los cruzados, de vuelta a sus respectivos países, erigieron «Calvarios» y cruces por los caminos según la imagen de lo vivido en Jerusalén para la devoción y meditación. El diácono Francisco de Asís enseñaba: «Lloro la pasión del Señor. Por amor a él no me avergonzaría de ir llorando a gritos por todo el mundo» (cf TC 14). Y así, este ejercicio, en una forma difundida por los hijos de san Francisco, aprobada por la Sede Apostólica y dotada de indulgencias, quedó fijado en catorce estaciones. El Vía Crucis, atestiguado en España en la primera mitad del siglo XVII, fue propagado por san Leonardo de Puerto Mauricio que, en el año 1750, lo erigiría en el Coliseo romano. Allí, su ejercicio fue restablecido por Pablo VI cada Viernes Santo desde 1965.

Itinerario espiritual

«El Vía Crucis es un camino amado por la Iglesia, que ha conservado la memoria viva de las palabras y de los acontecimientos de los últimos días de su Esposo y Señor» (Directorio, n. 133). Con él, los fieles quieren recorrer el último tramo del camino recorrido por Jesús durante su vida terrena: del monte de los Olivos, donde en el «huerto llamado Getsemaní» (Mc 14,32) el Señor fue «presa de la angustia» (Lc 22,44), hasta el monte Calvario, donde fue crucificado entre dos malhechores (cf Lc 23,33), y al jardín donde fue sepultado en un sepulcro nuevo, excavado en la roca (cf Jn 19,40-42). Con este ejercicio orante, el creyente recuerda que su vida es una peregrinación en la que siguiendo las huellas del Maestro, pobre y crucificado, lleva a diario su propia cruz (cf Lc 9,23).

Por todo esto, el Vía Crucis es un ejercicio de piedad especialmente adecuado para practicar durante el tiempo de Cuaresma y especialmente en la tarde del Viernes Santo ante la Cruz solemnemente manifestada. La contemplación de este signo de salvación alienta nuestra esperanza de participar con Cristo en la victoria final: la Cruz aparecerá en el cosmos anunciando el retorno glorioso del Señor al final de los tiempos (cf Mt 24,30).

Diversidad de formularios

Entre los muchos formularios para el Vía Crucis han de preferirse aquellos textos en los que se proclame la Palabra contenida en la Biblia, y que estén escritos con un estilo digno y sencillo. En cada esquema es conveniente que se alternen de manera equilibrada: Escritura, palabra, silencio, canto, movimiento procesional y parada meditativa con oración preferentemente litúrgica. De esta manera se contribuye a que se obtengan los frutos espirituales de este ejercicio de piedad.

A ello responden las indicaciones de la Santa Sede ante el Camino de la Cruz:

• La forma tradicional, con sus catorce estaciones, es la típica de este ejercicio; sin embargo, no se debe descartar la sustitución de una «estación» por otra que refleje un episodio evangélico del camino doloroso de Cristo, y que no se medite en la forma tradicional.

• En todo caso, existen formas alternativas del Vía Crucis aprobadas por la Sede Apostólica o usadas públicamente por el Romano Pontífice que se pueden emplear según sea oportuno.

• El Vía Crucis es un ejercicio de piedad que se refiere a la Pasión de Cristo; sin embargo, para que los fieles se abran a la expectativa –llena de fe y de esperanza– de la Pascua, es conveniente concluir con el anuncio de la Resurrección del Señor (cf Directorio, n. 134).

«De la Cruz a la Luz» con los santos

La tradición litúrgica propone a los santos como ejemplo de seguimiento de Cristo. El Rito romano canta las letanías a los santos al comenzar el «sacramento» cuaresmal invocando la ayuda de los mejores hijos de la Iglesia para los que hacen penitencia y quieren ascender a «la santa montaña de la Pascua». Volverá a invocarlos en la noche santa de Pascua para que los catecúmenos sientan su compañía en el transito pascual de la Vigilia cuando son conducidos a la fuente bautismal.

Esta inveterada costumbre ha llevado al P. Pablo Cervera a presentarnos un florilegio, bien elegido, de seis campeones de la fe en este año de profundización y difusión de la fe cristiana. Ellos, que han orado, nos enseñan a orar. Y así, san Agustín, san Juan de Ávila, santa Teresa de Jesús, santa Teresa del Niño Jesús, la beata Teresa de Calcuta y el beato Juan Pablo II van desgranando sus vivencias, aspiraciones o meditaciones a partir del texto sagrado de la Palabra de Dios contenida en la Biblia.

El autor ha escogido el formulario de tradición franciscana cuyas estaciones se presentan precedidas con mosaicos del jesuita P. Marko I. Rupnik y del Taller de Arte del Centro Aletti (Roma). Y, en la via pulchritudinis de las imágenes que ilustran toda la obra, podemos orar con una selección eucológica –plegarias litúrgicas– que presenta en nuestra lengua la lex orandi de la Iglesia en la riqueza de sus diversas tradiciones.

Escuchar la Palabra de Dios, seguir a Cristo configurándose con su imagen sufriente llevará al que ora con los santos a vivir una vida transfigurada por el Espíritu –divinizada– como reza este antiguo texto hispano:

Cristo Dios,

que padeciste por nosotros la afrenta de la cruz

y de la muerte, concédenos:

que por Ti venzamos nuestros vicios;

para que, lo mismo que tú, después de la muerte,

resucitaste glorioso,

también nosotros resucitemos por tu gracia

de la muerte del pecado

y nunca volvamos a caer.

(Oracional visigótico, n. 800)

Vía Crucis de Mengore

Mosaicos del P. Marko I. Rupnik SJ, y del Taller de Arte del Centro Aletti que ilustran este libro

Mengore, a saber, Santa María en Tolmin, era una ruta tradicional de peregrinación en la antigua parroquia de Volzana. La Iglesia dedicada a la Madre de Dios, en la cresta de los pre-Alpes, encima de Volzana, a los pies de los cuales fluye el río Isonzo, desde el siglo XIV estaba estrechamente vinculada al destino de los habitantes tolmineses. Los ataques de los turcos, la langosta, las carestías, los terremotos y otras catástrofes naturales e históricas empujaron a la gente a buscar refugio en la Virgen. Aquí se reunían ya los agricultores para la reivindicación de sus derechos. Mengore, en la I Guerra mundial, se convirtió en una fortaleza inquebrantable del Imperio austro-húngaro, ya cercano a desaparecer, y fue en esta colina donde centenares de soldados exhalaron su último aliento.

En 1928, de las ruinas de la guerra, surgió de nuevo la iglesia de María de Mengore, restaurada con las pinturas expresionistas de Tone y Mara Kralj, a la cual acudieron en el período fascista multitud de peregrinos cada vez más numerosos.

 

Por sugerencia del pastor de Volzana, Alojz Kodermac, en 1932 se construyeron las capillitas del Vía Crucis, ante las cuales los peregrinos y los habitantes del lugar, con los cantos y las oraciones, han mantenido viva y fuerte la palabra materna (bajo el régimen fascista, en efecto, la población eslovena dentro de las fronteras italianas, como los de Mengore, no podía utilizar su lengua materna, porque la única lengua admitida era el italiano).

En el período de la Segunda Guerra Mundial y en el inmediatamente posterior, junto a muchos otros actos de violencia, fueron destruidas las capillitas del Vía Crucis, exactamente en 1954.

¡Ya es hora de que el «monte» que fue testigo de mucha violencia se convierta en un signo de vida, de luz y de esperanza! De ahí la decisión de volver a hacer el Vía Crucis en Mengore.

Como en la poesía de Kosovel «El dolor florece en la belleza», en las imágenes del Vía Crucis de Rupnik, el sufrimiento se vierte en la sinfonía de figuras, belleza eterna, que continúa dando sentido al camino de la vida de toda persona[2].

I. ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte

San Agustín

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

Palabra de Dios

Mt 27,1-2.26

Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Reflexión

Eres barro en Adán, resucitas en Cristo: la muerte temporal de tu Señor ha matado tu muerte eterna. La muerte, para nosotros, consiste en no ser ya lo que se era. La Escritura nos enseña que existe una muerte para la destrucción, y que existe una muerte para la reconstrucción. Los hombres pueden recibir la sabiduría y la vida si se acercan a la luz y al calor de Dios, y pueden perderlo todo si, por mala voluntad, se alejan de Él. Nosotros somos como uno que ve de lejos la patria y por en medio está el mar: él ve adónde ir, pero no tiene cómo llegar. Barruntamos la meta a alcanzar, pero por en medio está el mar de este mundo, y muchos ni siquiera llegan a ver adónde deben ir. Dios, que ha querido ser nuestra patria, nos ha venido al encuentro. Y, ¿qué ha hecho? Nos ha procurado el árbol de la cruz con la que cruzar el mar. Nadie puede cruzar el mar de este siglo, si no es llevado por la cruz de Cristo. ¡Cómo querría, hermanos míos, marcaros en el corazón esta verdad! Si queréis vivir un cristianismo verdadero, abrazaos profundamente a Cristo, en lo que él se convirtió para nosotros. Así podremos llegar a él, en lo que es y siempre ha sido: su divinidad es la patria hacia donde vamos; su humanidad es el camino que debemos recorrer.

Oración

Oh Dios, que nos has redimido en Cristo, tu Hijo, muerto por nuestros pecados y resucitado a la vida inmortal, confírmanos con tu Espíritu de verdad, para que, en la alegría que proviene de ti, estemos dispuestos a responder a todo el que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros. Por Cristo, nuestro Señor.

R/ Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

San Juan de Ávila

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

Palabra de Dios

Mc 15,13-15

La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

Reflexión

Mirémoslo de otra manera de cómo lo pensaba Pilato. Él pensaba que ponía a Cristo en acatamiento de aquella gente, no más...

Mas porque vio el Padre que un espectáculo como aquel en que su Hijo Unigénito era presentado, lo mirasen tan pocos, ordenó que lo pregonaran otros, porque la voz de Pilato sonaba poco, y era uno, malo y cobarde, y no merecía ser pregonero de esta palabra: Mirad a este hombre, y por eso mandó Dios pregonar a otros, que lo hicieran sin temor y dispuestos a morir por Él, y a entregarse de por vida a ese ministerio, de estos pregoneros profetizó Isaías diciendo: ¿Cuán hermosos son, sobre los montes, los pies de los que traen alegres noticias, del que publica la paz... Cantad alabanzas, alegraos todos, porque Dios ha consolado a su pueblo.

Oración

Gracias, Señor Jesús, a tu amor y bondad, que con tu muerte nos diste la vida. Y también gracias a ti, porque en tu vida guardas la nuestra y nos tienes unidos a ti en este nuestro caminar peregrino, que si perseveramos en tu servicio, nos llevarás contigo para siempre, donde tú estás, según tú lo dijiste: «Donde yo estoy, estará mi servidor».

R/ Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

Santa Teresa de Jesús

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

Palabra de Dios

Ef 2,4-7

Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo –por gracia habéis sido salvados– y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Reflexión

Cuando el alma llega a no prestar atención a los halagos, todavía presta menos atención a las críticas. La crítica fortalece al alma, la cual va adquiriendo un amor particular y tierno cada vez mayor hacia sus perseguidores.

Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja impreso lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar!

Oración

Padre bueno, concédenos la gracia de celebrar con fe los misterios de la pasión de tu Hijo Jesús, para que podamos así experimentar la grandeza de tu salvación. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

R/ Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

Santa Teresa del Niño Jesús

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

Palabra de Dios

Mc 15,13-15

La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

Reflexión

Al volver a mi celda, me preguntaba qué pensaría Jesús de mí, y al instante me acordé de aquellas palabras que un día dirigió a la mujer adúltera: «¿Ninguno te ha condenado?». Y yo, con lágrimas en los ojos, le contesté: «Ninguno, Señor... ni mi madrecita, imagen de tu ternura, ni mi hermana Sor San Juan Bautista, imagen de tu justicia, y sé muy bien que puedo irme en paz, ¡porque tú tampoco me condenarás...!».

Oración

Señor Jesucristo, que fuiste conducido al suplicio de la cruz por la redención del mundo, perdona, en tu bondad, nuestras culpas pasadas y presérvanos de las futuras. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/ Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.