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Índice

11 La travesía de La Jirafa

Ricardo Sigala

uno

Entre el sueño y la realidad

19 Realidad conjetural

Julio M. Virrueta

25 Eva sin manzana

Alfredo Cortés

30 La última parábola

Octavio Hernández

33 La hora del té

Emma Yanet Carranza Suárez

dos

Cosas de familia

45 Animus aemulandi

Yolanda Chávez Arroyo

48 Suicidio

Jesús Octavio Corona Ochoa

52 El fruto

Fernando Araiza

55 Vouyerista

Didí Sedano

58 El estanque

Diego Armando Arellano

62 Pueblo chico

Salvador Manzano Anaya

tres

El laberinto, el enigma

71 Días contados

Juan Valdovinos Martínez

77 El laberinto

Julio M. Virrueta

80 El unicornio chino

Gilberto Moreno

83 Necronomástico

Juan Valdovinos Martínez

cuatro

Un mundo hostil

91 Fiesta nacional

Hiram Ruvalcaba

96 Autopsia del veedor

Martín González

102 Bajo presupuesto

Ana Isabel Rodríguez

cinco

El retorno de los dioses

107 Amanece Caín

Alejandro Moreno Merino

113 La diosa y yo

Salvador Manzano Anaya

seis

El yo íntimo y el mundo

125 Música para Uno

Mar Pérez

131 Opacidad

Ana Isabel Rodríguez

134 La ventana blanca

José Antonio Vázquez Clavel

137 Gravedancer

Guadalupe Tejeda Carrillo

141 Arde

Gissel Jannet Cerrillos Chávez

145 Históriame

Alejandro von-Düben

150 Anexo

152 Los autores

La travesía de La Jirafa
Ricardo Sigala
I. El contexto zapotlense

Ciudad Guzmán, Zapotlán el Grande, es la cuna de artistas tan reconocidos como Juan José Arreola, en la literatura, José Clemente Orozco, en la pintura, José Rolón, en la música de concierto, y Consuelito Velasco y Rubén Fuentes, en la música popular, sólo por mencionar a los más destacados. No obstante en los últimos tiempos se han alzado ciertas voces frente a las prácticas culturales locales, argumentan que vivimos de las glorias del pasado, especialmente de personajes que se vieron obligados a abandonar su tierra por la falta de espacios para su desarrollo, y que por si fuera poco vivíamos en un ofensivo desconocimiento de sus obras; Ciudad Guzmán es «cuna de grandes artistas», pero la ciudad, incluidas las instituciones y la comunidad artística, tenía una tarea pendiente: activar una dinámica cultural incluyente que dejara de ser concebida como efemérides, estatuas y ofrendas florales, que urgía el establecimiento de una política cultural. Nunca hubo un pronunciamiento oficial en torno, pero en la última década, al menos en el campo literario, se ha dado un movimiento que ha despertado el quehacer literario de la ciudad.

El Centro Universitario del Sur abrió la carrera de Letras Hispánicas en 2007 y un año más tarde la de Periodismo, al tiempo que la Secretaría de Cultura inauguraba la Casa Taller Literario Juan José Arreola. Esto trajo una serie de actividades entre las que destacan el coloquio arreolino y las cátedras de Letras y la Hugo Gutiérrez Vega, que han convocado en Zapotlán a escritores de la talla de Fernando del Paso, Daniel Sada, Juan Gelman, Sylvia Iparraguirre y Saúl Sosnoswski entre muchos otros. En lo que respecta a los talleres literarios, la Casa de la Cultura ha tenido el mérito de sostener el suyo durante 17 años, y la Casa Arreola ha ofrecido otro par de talleres además del Diplomado en Creación Literaria del inba.

Hubo también un grupo de publicaciones periódicas que le dedicaron espacios importantes a la literatura: La Jirafa del Diario Regional de Zapotlán, La gaceta del cusur y El Juglar, en tanto que el Archivo Histórico Municipal ha ido llenando un hueco que tenía pendiente el ayuntamiento: la publicación de libros de autores locales; por su parte el cusur edita cada año, entre otros títulos, el libro ganador del Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola. La radio ha jugado un papel importante: Charlas de café en la radio comercial, Cumbres de Babel en la universitaria, y los significativos esfuerzos de Textoservidoras, transmitido por internet, contribuyen desde distintas ópticas, para diferentes auditorios, a la cultura literaria de la región. Ha llamado especialmente la atención la aparición de grupos culturales como Bajo el volcán, que en la primavera de 2011, en medio de la crisis de inseguridad vivida en el país, publicó su «Manifiesto metastásico» provocando una sacudida en el medio literario local. El tono incendiario del manifiesto tuvo airados detractores y simpatizantes entusiastas, Hugo Gutiérrez Vega y Juan Gelman firmaron el manifiesto como gesto de solidaridad. A las pocas semanas La Jornada Semanal dedicaba sus páginas centrales a los «Novísimos de Zapotlán», una muestra de cinco poetas jóvenes de la ciudad.

II. La travesía de La Jirafa

En 2004 nace La Jirafa. Los miembros del taller literario de la Casa de la Cultura contaban ya con un espacio para publicar sus trabajos: una columna semanal en El Diario de Zapotlán, generada por Milton Peralta. Después se publicaría dos veces a la semana y terminaría convirtiéndose en una sección sabatina, de una, dos y hasta tres páginas dedicadas a la cultura. Es cierto que había espacios para los jóvenes del taller en El ágora del Diario de Colima, Crisol, Orfeo e incluso Luvina, sin embargo era necesario un escaparate permanente y que además tuviera presencia inmediata en la ciudad, una revista o una editorial estaban lejos del presupuesto y La Jirafa resultaba la mejor opción.

Las consecuencias de La Jirafa se manifestaron rápidamente. Varios alumnos del taller ganaron el certámen de poesía Juegos Florales de Zapotlán y otros tantos fueron contratados por periódicos locales, hubo quien obtuvo estímulos a la creación a nivel estatal. Para 2006 en coordinación con el Archivo Histórico de Zapotlán salió a la luz la colección Estación Sur, media docena de bien cuidadas plaquetas, cuyo objetivo era publicar la ópera prima de los autores en ciernes.

En 2009, para celebrar el quinto aniversario, se instituyó el concurso regional con los auspicios del Diario Regional de Zapotlán, el Archivo Histórico Municipal y el Centro Universitario del Sur. La participación ha sido nutrida —un promedio de 65 participantes por año— y los organizadores han cuidado especialmente la selección de un jurado confiable, imparcial y de trayectoria reconocida como editores, escritores y/o académicos: Carlos López de Alba, Mariño González, José Luis Gómez Lobo, Marco Aurelio Larios, Luis Martín Ulloa, Fortunato Ruiz, José Luis Vivar, Hilda Rocío Leal Vera, Víctor Gil Castañeda y Adalberto Carvajal Berber, entre otros, han dado fe de la calidad de los trabajos.

Ciudad Guzmán cuenta con una tradición de 70 años de certámenes de poesía (Juegos Florales) y de 11 del Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola Este último género estaba descuidado a nivel regional y La Jirafa ha pretendido llenar ese hueco.

III. Cuento zapotlense contemporáneo

La Jirafa. Cuento zapotlense contemporáneo reúne 25 cuentos de 21 autores nacidos o avecindados en Ciudad Guzmán. Presumiblemente escritos en los últimos cuatro años, pues todos participaron en el Concurso de Cuento La Jirafa a partir de 2009, suponen una especie de muestra o termómetro del estado en que se encuentra este género en la región sur de Jalisco. Los cuentos fueron ganadores o recibieron mención honorífica, 14 hombres y siete mujeres nacidos entre 1964 y 1992 representan los temas y las diferentes formas en que se está cultivando el género breve en una zona tradicionalmente artística y que en los últimos tiempos ha evidenciado un notable interés en la formación y la promoción literarias.

Presentar un libro con el ganador y las menciones honoríficas de los respectivos concursos corre dos riesgos: la predisposición del lector por el dictamen del jurado, y un orden del material que no obedezca a la lógica de la construcción narrativa propiamente literaria —ritmo, tono, temas, recursos narrativos. No pretendemos ofrecer únicamente un documento que justifique la existencia de un concurso de cuento, también, y muy especialmente, aspiramos a que este volumen que el lector tiene en sus manos sea una experiencia literaria, estética. El libro se compone de seis secciones que van desde las relaciones que guarda el sueño con la realidad, los tópicos de familia, los enigmas que irrumpen en nuestras vidas, hasta el mundo hostil y la irrupción súbita de antiguas divinidades en lo cotidiano, pasando por la relación que establece el yo más íntimo con el mundo. Textos ganadores y menciones honoríficas de los distintos concursos conviven bajo la lógica de sus características puramente literarias, al margen de los designios de los jurados en turno.

IV. Nota sobre el CUSur

El Centro Universitario del Sur, una de las instituciones convocantes, ha sido firme colaborador del Concurso de Cuento La Jirafa contribuyendo en la difusión y con sus instalaciones para las ceremonias de premiación. Pero ha contribuido de manera aún más significativa al concurso: 12 de los 21 autores incluidos en el libro son alumnos del cusur. Un estudiante de Psicología, Periodismo y Turismo Alternativo, respectivamente, y ocho de Letras Hispánicas ubican al centro universitario como el más importante semillero de narradores del sur de Jalisco en la actualidad. La Licenciatura en Letras Hispánicas, con apenas una generación egresada, rinde cuentas y se presenta como una carrera dinámica y protagonista en su contexto, contribuye no sólo a la divulgación de la cultura literaria sino a la generación de productos artísticos.

Queremos agradecer la generosa disposición de las autoridades del cusur y de la Editorial Universitaria para la publicación de La Jirafa. Cuento zapotlense contemporáneo, la importante colaboración de Milton Peralta, quien es en muchos sentidos el artífice de La Jirafa, a Didiana Sedano por las muchas horas de desinteresado trabajo dedicado a la elaboración del libro, y principalmente a los autores por su invaluable contribución.

Con este volumen celebramos 17 años del taller literario de la Casa de la Cultura de Ciudad Guzmán, ocho de La Jirafa como columna y suplemento cultural, cinco del concurso de cuento, y especialmente celebramos la pujanza que muestra el cuento en el sur de Jalisco, la zona que vio nacer a dos de nuestros grandes maestros del género: Juan José Arreola y Juan Rulfo.

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Realidad conjetural
Julio M. Virrueta

Me dieron la noticia por teléfono. El accidente ocurrió cuando volvía de la playa a la ciudad. Un camión de carga había arrollado su auto compacto, reduciéndolo a un montón de metal retorcido. Suzanne murió al instante y me llamaron a la morgue para reconocer el cuerpo. Ella vivía conmigo, pensábamos casarnos dentro de unos meses, su familia no vivía en la ciudad, así que sólo yo podía realizar la tarea de identificar entre un amasijo de carne a la mujer que amaba.

Aun cuando el cuerpo sobre la plancha de metal estaba evidentemente muerto, aun cuando el rostro no se había desfigurado demasiado y en él podía reconocer a Suzanne, me resistía a creer que había muerto, tan sólo unas horas antes me dijo que iría a la playa con unas amigas, que volvería para que asistiéramos al concierto del domingo por la noche.

No lo acepté ni siquiera mientras llenaba un montón de formularios, ni mientras un hombre vestido de negro me daba unos suaves golpes en la espalda y me decía que la casa funeraria se encargaría de todo, que saliera de inmediato, que el cuerpo sería lavado, que era necesario quitar la sangre coagulada y cerrar los múltiples cortes para que pareciera de nuevo que estaba viva, y todo eso lo decía sin mencionar su nombre, para él no era otra cosa que el cuerpo, incluso peor, un cuerpo, uno más entre muchos, ya no una persona sino una cosa. Sin embargo para mí seguía siendo Suzanne...

En el velorio todos se empecinaban en levantarme el ánimo, me daban sus condolencias y me ofrecían apoyo. Para mí no tenía sentido, en mi mente seguía viva, no había por qué realizar tantos rezos, tantos descanse en paz y el Señor se apiade de su alma, no era necesario llenarlo todo de humo aromático como si se temiera que su cadáver comenzara a oler mal. No eran necesarias tantas personas para levantar el ataúd, cuando Suzanne podía caminar, tenía que poder, porque mientras íbamos a paso lento hacia el cementerio, yo conservaba la esperanza de que se levantara, de que dijeran que todo había sido un error o un milagro y correría hacía mí, pidiendo disculpas por haberme asustado.

Pero eso no ocurrió. El ataúd fue colocado en la fosa y la tierra comenzó a cubrirlo hasta formar un túmulo que yo veía con insistencia, como si con la sola fuerza de mi voluntad pudiera revivirla. Aunque obviamente fracasé y ella se quedó ahí, en medio de tantos muertos, y no pude evitar pensar: como ella.

Me llevó varios meses comprender que los muertos se quedan así por siempre, que sus cuerpos se ponen duros y fríos, hasta que finalmente se descomponen y se reducen a nada. Todo eso me lo habían explicado mil veces pero yo me resistía a no verla nunca más, pasaba todo el tiempo en casa, encerrado en mi cuarto, pensando en Ella, pese a que me habían dicho que no lo hiciera, que debería comenzar a olvidar, a aceptarlo, pero no podía evitar imaginarme situaciones en las que seguía estando viva. Recordaba los momentos que pasamos juntos con tanto detalle como si los estuviera viviendo en ese mismo instante y era una delicia revivir cada uno de ellos, un placer tan intenso como la desilusión que venía después, cuando tenía que abrir los ojos a la realidad.

Ha pasado casi un año y sigo sin hacer otra cosa más que conjeturar, pensar qué ocurriría si todavía estuviese viva, si de pronto llamase a la puerta y al ver que no acudía la abriera ella misma. Casi puedo escuchar sus pasos en el corredor. Como muchas otras veces, entraría a mi cuarto y, sentada en una silla, me miraría con esos ojos que tanto amo.

¿Qué haces? me preguntaría mientras pone una cara de niña curiosa. Pues, pienso, diría yo con la mirada clavada en el suelo. ¿En qué piensas? En nada concreto, en ti, le respondería con un encogimiento de hombros. ¿Acaso yo no soy algo concreto?, la cara de indignación que pondría al decir eso se dibuja en mi mente con más claridad que si la estuviera viendo. Claro que lo eres, sólo que estás… ¿Que estoy qué? Nada, es sólo que no debería estar pensando en ti, no me hace bien. ¿Por qué? ¿Acaso ya no me quieres? Claro que te quiero, pero ya no es posible, tú estás…

Pero justo antes de decir la palabra «muerta», ella tomaría mi mano, que casi toca el suelo, y la levantaría con suavidad, con una suavidad que casi puedo sentir como real.

Te has vuelto a quedar con los ojos fijos en el techo, me diría, ¿ahora en qué piensas? En nada. Otra vez con lo mismo, en algo debes estar pensando. Era tan agradable hablar con Suzanne que decidí seguir haciéndolo, olvidar por un momento que estaba muerta, pero ella seguía insistiendo en saber qué pensaba, no debía dejar que lo supiera porque eso acabaría con la ilusión, debía engañarla. La verdad es que lo he olvidado, mentiría, se ha desvanecido sin dejar recuerdos. Tú siempre hablando de esa forma tan rara, mi forma de hablar era algo que me reprochaba constantemente, la verdad que muchas veces no puedo entenderte. No es nada, olvídalo.

Oye, he estado pensando en los detalles de la boda, creo que deberíamos reducir el número de invitados. ¿De qué estás hablando? Pese a que no podía olvidar a Suzanne, la boda se había hundido pronto en mi memoria y me costó trabajo recordarla. Claro Ella no sabía que no hubo boda, para Ella no había pasado un día después del accidente, no hubo accidente. Pues no tenemos demasiado dinero y creo que sería mejor abonar un poco más a la hipoteca en vez de hacer una gran fiesta, siguió diciendo sin darse cuenta de mi confusión.

Cuando vio que volvía a divagar oprimió mi mano con más fuerza y pude ver un par de lágrimas en sus ojos. ¿Ya no te quieres casar conmigo? Su inseguridad era un tema constante de nuestras discusiones, aun días después de que le pedí que nos casáramos me preguntaba si en realidad me gustaba, a mí me exasperaba. Poco a poco iba recuperando los pequeños detalles de su personalidad, de nuestra relación, que había olvidado, absorbido por la idea de no perderla, y si quería continuar con ese juego debía hacerlo más rápido o Ella se daría cuenta de que nada de eso estaba pasando en realidad. Por supuesto que me quiero casar contigo, le dije apresuradamente, sólo que... ¡Qué! Nada. Siempre dices eso, nada, ¿qué me ocultas?

No tengo el valor para revelarle que no es real, y en verdad la extraño tanto que no quiero que lo sepa justo ahora que actúa tan como Ella, tanto que me cuesta razonar con claridad. Quizá Ella sí es real y yo sólo tuve un mal sueño, la peor de las pesadillas de la que ahora despierto. Pero su cuerpo destrozado en la morgue y el velorio y el montículo de tierra sobre el ataúd fueron reales. Debería despertar y dejar de soñar de una buena vez…

Cuando el sueño está por terminar, Ella toma mi rostro entre sus manos y me obliga a mirarla. Está ahí, frente a mí, más nítida y real que nunca, ese rostro que yo conozco tan bien. ¿Te pasa algo? Estás muy pálido, sus ojos están preocupados y su voz es cariñosa, perdón por tocar el tema de la boda así, tan de repente, es sólo que… ya sabes, nunca estoy segura de que esto sea verdad, de que al fin vayamos a casarnos, hay veces en que todo me parece que son imaginaciones mías. Yo no pude decirle nada, la acerco hacia mí y la abrazo con fuerza, puedo escucharla suspirar. Por sobre mi hombro ve los boletos que tengo en mi escritorio. Las entradas para el concierto al que nunca fuimos, el concierto al que ella no llegó. Claro, Ella no sabía eso.

¡El concierto! Grita al tiempo que se aparta de mí, lo había olvidado. Mira su reloj y se levanta de la silla, alisándose las arrugas de la blusa. Si nos damos prisa podemos llegar a tiempo.

Las cosas habían llegado demasiado lejos, debía decírselo, dejar que se desvaneciera, que se perdiera de nuevo en mis recuerdos… pero su imagen era tan real que sería como perderla una vez más y no podía quitar la felicidad a sus ojos, estaba tan emocionada, tan contenta, quería ir al concierto, yo nunca había podido negarle nada y en ese momento me pareció que lo único que de verdad quería era existir...

¡Vamos! Levántate de una buena vez, no tenemos mucho tiempo. Suzanne, yo… tengo algo que decirte, le hablo sin convicción, no muy seguro de lo que estoy haciendo. Me lo dirás en el camino, ahora lo único que debes hacer es levantarte y cambiarte de camisa, ésa es demasiado fúnebre. Vuelve a tomarme de la mano y esta vez tira de mí con fuerza. Si llegamos tarde no te lo voy a perdonar, ponte de pie, ¿qué te pasa? ¿Por qué actúas tan raro? ¡Vayámonos, por favor! Sé bueno ¿sí? Suzanne, la verdad es que tú… tú, mientras volvías de la playa con tus amigas, el auto, un camión… Un beso detuvo las atropelladas palabras que salían de mi boca, sus labios cálidos eran tal como los recordaba, su aliento, eso no podía ser una ilusión, sin lugar a dudas lo otro era un sueño, no esto, esto debía de estar ocurriendo de verdad, ese beso no era una imaginación mía y ella tampoco. La decisión estaba tomada, cualquier otra posible realidad, sin ella, tenía por fuerza que ser una ficción imposible.

Me puse de pie, tomé una camisa clara del clóset y me cambié rápidamente, Suzanne me esperaba con ansias en la sala. Al salir cerré la puerta con llave. Ella me llevaba a paso rápido por las poco iluminadas calles mientras yo la mantenía firmemente asida por la cintura, con la certeza de que no se desvanecería en el aire…

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