Las nueve marcas de la iglesia sana

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Las nueve marcas de la iglesia sana
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Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org ISBN 978-1-629462-66-0

Agradecemos el permiso y la ayuda 9Marks para imprimir este libro, Nine Marks of a Healthy Church en español.

Nine Marks of a Healthy Church Copyright © 2000, 2004 y 2013 by Mark Dever

Published by Crossway a publishing ministry of Good News Publishers Wheaton, Illinois 60187, U.S.A. This edition published by arrangement with Crossway. All rights reserved.

© 2020 Publicaciones Faro de Gracia. Edición realizada por Paula Bautista y Francisco Hernández; diseño de la portada y las páginas por Francisco Hernández. Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro— excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión ReinaValera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.

«Es asombroso que el apóstol Pablo describa la congregación local de cristianos como “la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). Esto indica que la vida, la salud y la misión de la iglesia tienen un valor incalculable. Estamos hablando de un cuerpo de personas compradas con sangre. No quiero ideas humanas. Quiero escuchar lo que la Palabra de Dios dice acerca de la iglesia. Veo con esperanza y confianza el compromiso radicalmente bíblico de Mark Dever. Pocas personas en la actualidad han pensado más o mejor acerca de lo que hace a una iglesia bíblica y sana. Agradezco a Dios por el libro y por el ministerio de 9Marcas».

John Piper, fundador de Ministerios Desiring God; rector de la Bethlehem College & Seminary

«Hay montones de libros acerca de la iglesia. Este es diferente. Rara vez un libro acerca de la iglesia combina una reflexión bíblica y teológica responsable con un buen criterio piadoso y aplicaciones prácticas. Este es uno de esos libros. Si eres un líder cristiano, ten cuidado con la obra que estás sosteniendo en tus manos: puede cambiar tu vida y ministerio».

D. A. Carson, profesor de Investigación del Nuevo Testamento, Trinity Evangelical Divinity School

«En una época en que la iglesia comúnmente es evaluada con base en aspectos superficiales y estéticos, es vital saber cómo determinar su verdadera salud. ¡También a los cadáveres les ponen maquillaje! Mark Dever presenta los parámetros bíblicos para discernir el bienestar espiritual de una iglesia, no cómo luce por fuera ante el mundo, sino cómo es internamente delante de Dios. Esta es una obra fundamental y altamente recomendada».

John MacArthur, pastor de Grace Community Church, Sun Valley, California

«Las nueve marcas de la iglesia sana es uno de los mejores libros, más amenos y útiles, para aprender cómo dirigir una iglesia al cambio espiritual. No se enfoca en el crecimiento de la iglesia sino en su salud, que es la meta correcta de un ministerio centrado en Dios. Cada capítulo presenta argumentación bíblica y ofrece sugerencias prácticas para la predicación, el evangelismo, el discipulado y algún otro aspecto de la vida de la iglesia. Dever ha probado estos principios y prácticas en su propio ministerio como pastor principal de una congregación urbana floreciente». Philip Graham Ryken, presidente de Wheaton College

«Los Estados Unidos posmodernos están plagados de espiritualidad — pero no de cristianismo auténtico. Una evidencia clara de este hecho es la pérdida de una eclesiología bíblica en muchos sectores. La Iglesia siempre debe reformarse —y debemos orar para ver a la Iglesia reformada en nuestros días. Mark Dever apunta hacia una recuperación verdaderamente bíblica de la iglesia del Nuevo Testamento en su manifiesto Las nueve marcas de la iglesia sana. Cada página está llena de análisis profundos y consideraciones cuidadosas. Debe estar en las manos de todo pastor fiel y de todos aquellos que oran por una reforma en esta época». R. Albert Mohler, presidente y profesor Joseph Emerson Brown de Teología Cristiana en Southern Baptist Theological Seminary

«El futuro del cristianismo bíblico en el mundo occidental está completamente ligado al futuro de la iglesia local. Mark Dever lo sabe, y su libro Las nueve marcas de la iglesia sana es una receta bíblica para la fidelidad». J. Ligon Duncan, profesor John E. Richards de Teología Sistemática e Histórica en Reformed Theological Seminary

«Un llamado poderoso y apasionado a las congregaciones a que tomen en serio sus responsabilidades, para la gloria de Dios y la salvación de las almas perdidas».

Timothy George, decano Fundador de Beeson Divinity School; Editor General de Reformation Commentary on Scripture

«Siguiendo la tradición de Martyn Lloyd–Jones y John Stott, Mark Dever llama a la iglesia a redescubrir su legado bíblico. Tal vez la iglesia nunca se había esforzado tanto por ser relevante dentro de la cultura como ahora, ¡y se ha vuelto irrelevante al hacerlo! Mientras muchos gurús modernos nos animan a “estar en el mundo”, Mark nos recuerda que hemos sido llamados a hacer eso sin ser “del mundo”. Este volumen está más enfocado en lo que la iglesia “es” que en lo que la iglesia “hace”. Después de todo, ser es primero que hacer, porque lo que “hacemos” al final siempre está determinado por lo que “somos”. ¡Que la iglesia sea la iglesia! ¡Léelo y recoge los frutos!».

O. S. Hawkins, presidente del Annuity Board de Southern Baptist Convention

«Los libros que afirman lo primordial que es la iglesia no son muy comunes. Los libros que definen la práctica de la iglesia local según la Escritura y no según las tendencias culturales son aún más raros. Mark Dever nos ha dado un libro así. Escrito por un pastor y teólogo que ha edificado una iglesia local sólida en Washington, D. C., este es el mejor libro que he leído acerca de este tema de vital importancia».

C. J. Mahaney, Ministerios Sovereign Grace

Contenido

PRÓLOGO Las nueve marcas de la iglesia sana

PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN (2013)

PREFACIO A LA NUEVA EDICIÓN AMPLIADA (2004)

INTRODUCCIÓN

PRIMERA MARCA Predicación expositiva

SEGUNDA MARCA Teología bíblica

TERCERA MARCA El evangelio

CUARTA MARCA Una comprensión bíblica de la conversión

QUINTA MARCA Una comprensión bíblica de la evangelización

SEXTA MARCA Una comprensión bíblica de la membresía eclesial

SÉPTIMA MARCA La disciplina eclesial bíblica

OCTAVA MARCA Una preocupación por el discipulado y el crecimiento

NOVENA MARCA Liderazgo eclesial bíblico

APÉNDICE 1 Consejos para guiar a la iglesia en una dirección sana

APÉNDICE 2 “¡No lo hagas!”: Por qué no deberías practicar la disciplina eclesial

APÉNDICE 3 La carta original de las 9 marcas

APÉNDICE 4 Medicinas del armario

OTROS TÍTULOS DE PUBLICACIONES FARO DE GRACIA

PRÓLOGO
Las nueve marcas de la iglesia sana

David Platt

Para mi vergüenza, solía dormirme al escuchar discusiones acerca de eclesiología (la doctrina de la iglesia). Yo pensaba: «¿De verdad es importante?». Desafortunadamente, creo que no era el único. En nuestra cultura y alrededor del mundo, los cristianos somos propensos a devaluar la iglesia de diferentes maneras.

En nuestra independencia, ignoramos a la iglesia. Somos personas autosuficientes y autónomas, y pensar en la sumisión, en rendir cuentas y en la interdependencia nos parece algo extraño, si es que no aterrador. En ocasiones nos enorgullecemos de ser independientes de la iglesia, y algunos cristianos profesantes dicen: «Puedo crecer en Cristo e incluso lograr más para Cristo solo, apartado de la iglesia».

 

Además, en nuestro pragmatismo, contaminamos la iglesia. Estamos obsesionados con lo que funciona, y si algo parece no funcionar de acuerdo con nuestros estándares de éxito, entonces debe ser incorrecto. A menudo, con las mejores intenciones, hacemos lo que sea para atraer a la mayor cantidad de personas a la iglesia. Casi sin darnos cuenta, no obstante, comprometemos sutilmente la Palabra de Dios en nuestros supuestos esfuerzos por alcanzar al mundo. A medida que atraemos personas a la iglesia, terminamos contaminando la misma iglesia a la cual les atraemos.

Aun en las misiones minimizamos a la iglesia. En nuestra sociedad han surgido muchas organizaciones paraeclesiásticas que se enfocan en varias facetas del ministerio, pero muchas de ellas prácticamente ignoran a la iglesia local, o la diluyen de maneras peligrosas. Muchas organizaciones misioneras se llenan de orgullo por haber plantado miles de iglesias en diferentes países, pero sus definiciones de «iglesia» son francamente falsas. Bíblicamente, la construcción de un edificio o la reunión de dos o tres creyentes no constituye una iglesia. Si verdaderamente deseamos llevar a cabo la Gran Comisión, seremos sabios al no minimizar al agente que Dios ha prometido bendecir para la propagación del evangelio en el mundo: la iglesia local.

También devaluamos la iglesia cuando ponemos nuestras tradiciones por encima de la verdad de Dios. Demasiado de nuestro modelo de iglesia actual está basado en lo que hemos hecho antes, en lugar de estar basado en la Palabra que Dios ha hablado para siempre. Valoramos nuestras preferencias más que las prioridades de Dios, organizando la iglesia según lo que nos agrada a nosotros en lugar de organizarla para ser más fieles a Cristo. Al final, prácticamente definimos la iglesia de acuerdo con nuestras comodidades personales. Una iglesia es una buena iglesia si nos hace sentir bien, de manera que saltamos de iglesia en iglesia, buscando el lugar y los programas que más se adapten a nuestras necesidades.

Por todas estas razones, necesitamos urgentemente oír lo que Dios dice acerca de Su iglesia en nuestra época. En lugar de devaluar la iglesia, necesitamos recobrar el aprecio por la iglesia. Más allá de las corrientes culturales y las tradiciones que dominan nuestro pensamiento contemporáneo, necesitamos preguntarle a Dios: «¿Qué valoras en Tu iglesia?».

Necesitamos hacernos esta pregunta en la iglesia porque deseamos la gloria de Dios en el mundo. De acuerdo con Jesús en Juan 17, la unidad de la iglesia tiene el propósito de ser un reflejo del Dios Trino. El mundo que nos ve sabrá que Jesús ha sido enviado por Dios cuando vea Su gloria desplegada en Su pueblo (Juan 17:20–23).

Necesitamos preguntarle a Dios qué valora en Su iglesia no solo porque deseamos Su gloria, sino también porque adoramos a Su Hijo y atesoramos a Su Espíritu. Jesús es Quien establece la iglesia, y le corresponde a Él hacerla crecer, no a nosotros manipularla. Jesús es Quien compró la Iglesia; en palabras de Hechos 20:28, Él la «ganó por su propia sangre». Y la iglesia es el lugar en el cual el Espíritu Santo de Dios ha escogido habitar (1 Corintios 3:16–17; Efesios 2:19–22).

Necesitamos preguntarle a Dios qué valora en Su iglesia porque amamos Su evangelio en nuestras vidas y deseamos llevar a cabo Su misión en el mundo. La iglesia es el medio que Dios ha establecido para defender, desplegar y declarar el evangelio. Dios ha diseñado esta comunidad específica llamada iglesia para satisfacer y gratificar a Su pueblo a medida que difundimos Su gracia entre todos los pueblos.

Como resultado de todas estas cosas, necesitamos, deseamos y anhelamos escuchar la Palabra de Dios con respecto a la voluntad de Dios para Su iglesia. Por esta razón, agradezco a Dios por este libro. Como un pastor que navega en un mar de principios y prácticas para la salud y el crecimiento de la iglesia, este libro en particular ha impactado e influenciado mi compresión de la iglesia más que cualquier otro. Tal impacto e influencia se deben al hecho de que este libro se basa en la Palabra de Dios. Las nueve marcas descritas aquí tal vez no sean las marcas que identificarías inmediatamente como esenciales para la iglesia. Tal vez pienses que algunas son cuestionables y otras controversiales. Pero, hermano o hermana, estas nueve marcas son bíblicas, y por esa razón son tan valiosas.

Mark Dever no ha escrito este libro con la intención de apelar a tendencias populares en nuestros días. Él ha escrito este libro con el propósito de ser fiel a la verdad divina que supera el paso del tiempo. Estoy encantado de ver una edición más de esta obra, lo cual estoy seguro da testimonio de la atemporalidad de la Palabra que aquí se refleja. Además, este libro es el testimonio de un pastor y una congregación en Capitol Hill Baptist Church en Washington, D. C. Ellos admitirían humildemente que no son una iglesia perfecta. Pero después de pasar muchas horas frente a multitudes y muchos días detrás de cámaras con este pastor, y después de adorar, orar y servir junto a esta congregación, puedo recomendarte confiadamente no solo este libro, sino también a este pastor y esta congregación. En pocas palabras, ellos son un retrato claro, compasivo, conmovedor, poderoso, hermoso, y sobre todo bíblico de la esposa de Cristo.

A su vez, mi esperanza y oración es que estas nueve marcas estén cada vez más presentes en la iglesia que pastoreo, en las iglesias de Estados Unidos y en las iglesias alrededor del mundo. Anhelo que dejemos atrás toda devaluación de la iglesia para apreciarla de formas que reflejen la gracia de Dios y desplieguen la gloria de Dios a través de nosotros. «Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén» (Efesios 3:20–21).

PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN (2013)

Pocos autores tienen una tercera oportunidad para intentar comunicar su mensaje a sus lectores. Mientras concluyo esta revisión, estoy cerca de completar veinte años pastoreando la misma congregación. Cuando prediqué por primera vez esta serie de sermones a nuestra iglesia, no les había pastoreado ni cinco años. Mi familia era joven. Nuestra iglesia era pequeña y de personas mayores. Ahora la iglesia es más grande y más joven y mi familia es más pequeña y más vieja. Es desde esta nueva perspectiva que retomo el tema de la salud de la iglesia una vez más.

Estoy profundamente agradecido con nuestros amigos de Crossway por esta oportunidad. Lane Dennis, Al Fisher, y muchos otros han sido aliados en el ministerio desde antes de acercarse a mí con la posibilidad de publicar este libro hace unos quince años.

Las nueve marcas que he escogido abarcar parecen tan relevantes hoy como en ese entonces. Muchos otros aspectos de la iglesia pueden ser discutidos con provecho, pero me gustaría continuar haciendo énfasis en estos temas. Las conversaciones con pastores y otros líderes eclesiales que he tenido durante estos años no me han hecho cambiar de opinión.

En esta tercera edición revisada, algunos argumentos han sido añadidos (acerca de, por ejemplo, la predicación expositiva, la naturaleza del evangelio y el complementarismo), las ilustraciones han sido actualizadas y los apéndices han sido modificados o agregados. Pero la estructura básica del libro permanece igual.

He recibido ayuda para estas revisiones de tantos amigos que sería difícil mencionarlos. Sin embargo, no puedo omitir a tres de ellos debido a la cantidad de atención que dedicaron a este proyecto y la ayuda que me brindaron: Mike McKinley, Bobby Jamieson y Jaime Owens. Además, mi querida esposa Connie volvió a leer el libro entero e hizo comentarios detallados para mejorar todo el contenido.

Como en cada edición, todos los errores de expresión y juicio son míos. Si algo bueno queda de la obra, toda la gloria es para Dios.

Mark Dever

Pastor principal

Capitol Hill Baptist Church

Washington, D.C.

Septiembre 2012

PREFACIO A LA NUEVA EDICIÓN AMPLIADA (2004)

Mientras escribo este prefacio a la nueva edición ampliada de Las nueve marcas de la iglesia sana, estoy a punto de celebrar diez años pastoreando la misma congregación. Para algunos, eso suena como una eternidad; para otros, puede parecer como que acabo de comenzar. Para ser honesto, siento que es un poco de las dos.

Confieso que pastorear una iglesia a veces es un trabajo difícil. Ha habido momentos en los cuales mis lágrimas no han sido de gozo, sino de frustración, o tristeza, o incluso algo peor. Las personas que están menos felices y abandonan la iglesia a menudo son aquellas en quienes se ha invertido más tiempo, y las que más han hablado a otros al dejar de asistir. Y a veces sus comentarios no han sido edificantes ni alentadores. No han pensado en el impacto que sus acciones tienen sobre la vida de otros —el pastor, la familia del pastor, aquellos que los han amado y que han trabajado con ellos, cristianos jóvenes que están confundidos y otros a quienes ellos han hablado incorrectamente. Hay cosas por las cuales trabajo que no resultan, y cosas por las que me preocupo que no le preocupan a nadie más. Algunas cosas que anhelo no se hacen realidad y ocasionalmente incluso llegan tragedias. Es natural para las ovejas perderse y para los lobos comérselas. Creo que si no puedo lidiar con eso, simplemente debería dejar de servir como pastor.

Sin embargo, siendo honesto, ¡la mayor parte de mi trabajo me emociona! Agradezco a Dios por los muchos momentos en los cuales he derramado lágrimas de gozo. Por la gracia de Dios, el número de personas que salen de la congregación inconformes ha sido opacado por el número de personas que salen con lágrimas de gratitud y aquellos que están llegando. En nuestra congregación hemos experimentado un crecimiento que no ha sido dramático si consideramos cualquier periodo de un año, pero que me asombra cuando hago una pausa y veo al pasado. He visto a hombres jóvenes convertirse a Cristo y con el tiempo entrar al ministerio. Mientras escribo esto, dos de los hombres que sirven como pastores fueron primero amigos míos cuando no eran cristianos. Yo estudié el Evangelio de Marcos con ellos. Por la gracia de Dios, vi a ambos llegar a conocer al Señor, y ahora me siento y los escucho predicar el evangelio eterno a otros. Tengo que contener la emoción y las lágrimas mientras escribo estas palabras.

La iglesia entera ha prosperado. Luce sana. Las tensiones en las relaciones se manejan de manera piadosa. Una cultura de discipulado ha echado raíz. La gente va de aquí al seminario o a sus trabajos como maestros, arquitectos o empresarios más comprometida con sus labores y con su evangelismo. Hemos visto muchos matrimonios comenzar y familias jóvenes florecer. Hemos visto a personas envueltas en la política ser instruidas en su cosmovisión; a creyentes en diferentes esferas de la vida creciendo en su comprensión del evangelio; y una aplicación de la disciplina bíblica que intenta sacar del engaño a aquellos que podrían estar autoengañados. El gozo ha sobrepasado el dolor. La gracia de Dios para con nosotros parece incrementar con cada persona que encontramos.

A medida que la Palabra de Dios ha sido enseñada, el apetito de la congregación por buena enseñanza ha crecido. Una sensación palpable de expectativa se ha desarrollado en la congregación. Hay mucha emoción cuando la iglesia se reúne. Los santos más ancianos reciben el cuidado que necesitan mientras atraviesan sus días difíciles. El cumpleaños número noventa y seis de un hermano querido fue celebrado por un grupo de jóvenes de la iglesia que lo llevaron a McDonald’s (¡su restaurante favorito!). Matrimonios heridos han recibido ayuda; personas heridas han sido sanadas por Dios. Los jóvenes han aprendido a apreciar los himnos y los mayores a apreciar los coros cantados con vigor. Un sinnúmero de horas han sido dedicadas en servicio silencioso para edificar a otros. Se ha orado por la toma de decisiones difíciles y se ha celebrado después de que se llevan a cabo. Nuevas amistades se forman cada día. Hombres jóvenes que han pasado tiempo aquí con nosotros están ahora pastoreando congregaciones en Kentucky, Michigan, Georgia, Connecticut e Illinois. Ellos están predicando en Hawái y Iowa. El presupuesto para misiones ha escalado de unos miles de dólares al año a unos cientos de miles de dólares al año. Nuestra compasión por los perdidos ha crecido. Y podría continuar. Dios ha sido bueno con nosotros evidentemente. Hemos conocido lo que es ser una iglesia sana.

 

MI CAMBIO SORPRENDENTE

No tenía la intención de que todo esto sucediera cuando llegué. No vine con un plan o programa para producir todo esto. Vine comprometido con la Palabra de Dios, comprometido a dedicar todo mi ser a conocerla, creerla y enseñarla. Había visto la desgracia de los que son miembros de una iglesia sin ser convertidos y estaba preocupado por eso, pero no tenía una estrategia cuidadosamente diseñada para tratar con el problema.

En la providencia de Dios, yo había hecho un doctorado enfocado en un puritano (Richard Sibbes) cuyos escritos acerca del cristiano individual amé, pero cuyas concesiones en cuanto a la iglesia me parecían desacertadas. Las iglesias que no son sanas causan pocos problemas a los cristianos más sanos; pero imponen una carga cruel para el crecimiento de los cristianos más jóvenes y débiles. Se aprovechan de quienes no entienden bien la Escritura. Desorientan a los niños espirituales. Incluso toman la esperanza de los no cristianos acerca de la posibilidad de una vida diferente, y parecen negar que exista. Las malas iglesias son fuerzas antimisioneras increíblemente efectivas. Yo lamento profundamente el pecado en mi propia vida, y la amplificación colectiva del pecado en la vida de tantas iglesias. Estas hacen que Jesús parezca un mentiroso al prometer vida abundante (Juan 10:10).

Todo esto cobró mayor importancia en mi vida cuando, en 1994, llegué a ser el pastor principal de la congregación donde hoy sirvo. Sentí el peso de esa responsabilidad sobre mis hombros. Pasajes como Santiago 3:1 («un juicio más severo» LBLA) y Hebreos 13:17 («han de dar cuenta») llenaban mi mente. Muchas circunstancias convergieron para enfatizarme la importancia que Dios otorga a la iglesia local. Pensé en una declaración del pastor y maestro de pastores escocés del siglo XIX John Brown, quien, en una carta de consejos paternales a uno de sus pupilos recién ordenado para pastorear una congregación pequeña, escribió:

Conozco la vanidad de tu corazón y sé que te sentirás mortificado porque tu congregación es demasiado pequeña, en comparación con las de los hermanos a tu alrededor; pero confórtate a ti mismo con las palabras de un viejo hombre: cuando vengas a rendir cuenta de ellos al Señor Jesucristo, delante de su trono de justicia, pensarás que tuviste suficiente1.

Al observar la congregación que tenía bajo mi cuidado, sentí el peso de tener que rendir cuentas a Dios.

Pero fue al predicar series de sermones expositivos, un libro tras otro, que todas las enseñanzas de la Biblia acerca de la iglesia llegaron a ser más centrales para mí. Empezó a parecerme obvio que es una farsa si afirmamos ser cristianos pero no nos amamos unos a otros. Todo apuntaba a la misma verdad: sermones acerca de el Evangelio de Juan y la primera carta de Juan, las reuniones del miércoles en la noche estudiando el libro de Santiago durante tres años, conversaciones acerca de la membresía y los pactos eclesiales.

Los pasajes de «unos a otros» y «unos por otros» comenzaron a cobrar vida y a materializar las verdades teológicas que había conocido acerca del cuidado de Dios para Su iglesia. Después de predicar a través de Efesios 2–3, para mí es claro que la iglesia es el centro del plan de Dios para mostrar Su sabiduría a los seres celestiales. Cuando Pablo habló a los ancianos de Éfeso, se refirió a la Iglesia como algo que Dios «compró con su propia sangre» (Hechos 20:28). Y, por supuesto, cuando Saulo iba por el camino hacia Damasco para apresar cristianos, el Cristo resucitado no le preguntó a por qué estaba persiguiendo a esos cristianos, o incluso a la Iglesia; en cambio, Cristo se identifica tanto con Su Iglesia que la pregunta acusadora que le hizo a Saulo fue: «¿por qué me persigues?» (Hechos 9:4). La iglesia claramente es central en el plan eterno de Dios, fue por ella Su sacrificio y ella es Su continua prioridad.

He llegado a ver que el amor es principalmente local. Y la congregación local es el lugar que afirma exhibir ese amor para que todo el mundo lo vea. Por eso Jesús enseñó a Sus discípulos en Juan 13:34–35: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros». Yo he visto a amigos y familiares alejados de Cristo porque piensan que tal o cual iglesia local fue un lugar nefasto. Y, por otro lado, he visto a amigos y familiares venir a Cristo porque han visto exactamente este amor que Jesús enseñó y vivió —amor unos por otros, la clase de amor desinteresado que Él mostró— y han sentido la atracción natural a ese amor. De manera que la congregación —el pueblo reunido de Dios que sirve como una caja de resonancia para la Palabra— ha llegado a ser más central en mi comprensión del evangelismo y de cómo deberíamos orar y planear para evangelizar. La iglesia local es el plan de Dios para el evangelismo. La iglesia local es el programa de Dios para el evangelismo.

A lo largo de estos últimos diez años, la congregación también ha adquirido un lugar central en mi comprensión de cómo debemos discernir la verdadera conversión en otros, y cómo debemos tener certeza de nuestra propia conversión. Recuerdo el impacto que me causó 1 Juan 4:20–21 mientras me preparaba para predicar acerca de ese texto: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? […] El que ama a Dios, ame también a su hermano». Santiago 1 y 2 contiene el mismo mensaje. Este amor no parece ser opcional.

Más recientemente, considerar la centralidad de la congregación ha generado en mi pensamiento un nuevo respeto por la disciplina en la iglesia local —tanto la disciplina formativa como la correctiva. Hemos tenido algunos casos dolorosos aquí, y algunas restauraciones maravillosas. Por supuesto, todos nosotros somos obras en progreso. Pero ha llegado a ser claro que, si vamos a depender unos de otros en nuestras congregaciones, la disciplina debe ser parte del discipulado. Y si vamos a tener el tipo de disciplina que vemos en el Nuevo Testamento debemos conocernos unos a otros y debemos estar comprometidos unos con otros. También debemos tener cierta confianza en la autoridad. Todos los aspectos prácticos de confiar en la autoridad en el matrimonio, el hogar y la iglesia son forjados a nivel local. Una comprensión incorrecta de estos asuntos y una actitud de disgusto y resentimiento hacia la autoridad se acerca mucho a lo que generó la caída (Génesis 3). En cambio, entender estos asuntos parece estar muy cerca del centro de la obra de Dios para reestablecer Su relación con nosotros —una relación tanto de autoridad como de amor. He llegado a ver que la relación con una iglesia local es clave para el discipulado individual. La iglesia no es un extra opcional; es lo que moldea tu vida con Cristo. He llegado a entender eso ahora de formas que nunca entendí antes de venir a esta iglesia. Y creo estar viendo algo de la salud que Dios quiere que experimentemos en una congregación.

LO QUE ESTE LIBRO NO ES

Debo añadir algo acerca de lo que este libro no es. Permíteme decepcionarte de entrada. Este libro deja muchos asuntos sin tratar. Muchos de nuestros temas favoritos no se tocan. Después de releer este libro y de escuchar las opiniones de otros que lo han leído, estoy aun más consciente de muchas cosas que no he incluido. Algunos amigos me han dicho: «¿qué de la oración?» o «¿dónde está la adoración?». John Piper me preguntó: «Mark, ¿por qué no se habla aquí de las misiones?». No me gusta decepcionar a amigos que se han tomado el tiempo de leer el libro; y sin duda ¡no me gusta decepcionar a John Piper! Pero este libro no es una eclesiología exhaustiva. Hemos recibido buenas ideas de «otras marcas» que podríamos añadir. Y una segunda edición parece ser el momento más adecuado para hacerlo.

Pero hemos decidido no hacerlo. Sigo convencido de que errores comunes en estos nueve puntos son la causa de tantos males en nuestras iglesias. Me parece prudente, estratégico, fiel y simplemente correcto continuar tratando de enfocar la atención de los cristianos en estos asuntos particulares. Más misiones, perseverancia en la oración, adoración excelente —serán fomentadas, en mi opinión, al cuidar mejor estas áreas básicas. Nadie creerá en la necesidad de las misiones si no lo aprenden a partir de las Escrituras. Nadie irá si no tiene un entendimiento del gran plan de Dios de redimir un pueblo para Él. Y no habrá buenos misioneros si no entienden el evangelio.

Si la gente comienza a pensar más cuidadosamente acerca de la conversión, esto impactará sus oraciones. Si somos más bíblicos en nuestra práctica del evangelismo, nos encontraremos dedicando más tiempo a orar por los que no son creyentes, y nos daremos cuenta de la gran necesidad de orar para que las personas se conviertan. Si llegamos a entender mejor la membresía eclesial bíblica, nuestras reuniones de oración tendrán más importancia, más asistencia y servirán más para fortalecer nuestra fe y para desafiar y reordenar nuestras prioridades.