Read the book: «Psicología y psicoterapia transpersonal»

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© 1994 by Manuel Almendro

© 1994 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

Primera edición: Septiembre 1995

Primera edición digital: Julio 2010

ISBN: 978-84-7245-422-4

ISBN epub: 978-84-7245-784-3

Composición: Replika Press Pvt. Ltd. India

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

A los que alguna vez llegaron al Espíritu, al Orden Implicado, al Purusha, al Nagüal… siguiendo una promesa. Para que no se olviden entre los recovecos irreversibles de la Materia, del Orden Explicado, de Prakriti, del Tonal… perdiéndose en el Laberinto ilusorio del poder, fama, dinero… A mi hijita, Blanca Luz, quien como un rayo llegó un seis de marzo, a pesar de los medicamentos antiparto. Al pequeño James Bulger, a quien nunca conoceré como tal, porque muestra esa extraña ecuación que existe entre la mirada de un niño y el orden de las estrellas.

SUMARIO

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE: LAS PSICOLOGÍAS TRADICIONALES

1. LA PRIMERA FUERZA: EL CONDUCTISMO

Cognitivismo

Conclusiones generales sobre estas dos teorías

Otras teorías pioneras

2. LA SEGUNDA FUERZA: EL PSICOANÁLISIS

El post

3. LA TERCERA FUERZA: LA PSICOLOGÍA HUMANISTA

La gestalt

La psicoterapia gestalt

4. OTRAS PSICOTERAPIAS DECISIVAS: LA BIOENERGÉTICA

La bioenergética

SEGUNDA PARTE: LO TRANSPERSONAL

5. LA CUARTA FUERZA: LA PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL

Cuerpo-consciencia-cosmos

Bajo el culto a los antepasados

La senda de los maestros

Chamanismo

Psicodélicos-alucinógenos-enteógenos

6. LO TRANSPERSONAL: HACIA UNA SÍNTESIS ORIENTE-OCCIDENTE

El eje Guénon-Godel-Brosse

G.I. Gurdjieff-A. Watts-K. Graf Dürckheim

7. AVES PRECURSORAS

Carl.C Jung

Roberto Assagioli

Abraham Maslow

Los Grof

Ken Wilber

Claudio Naranjo

Charles Tart

Otros

8. LA PSICOTERAPIA TRANSPERSONAL

La meditación en la psicología y la terapia transpersonal

Otros trabajos que se apuntan hacia lo transpersonal

La aportación transpersonal en el mundo de hoy

Críticas a lo transpersonal

La psicología transpersonal en el mundo

9. LA CIENCIA Y LO TRANSPERSONAL

Física y psíquica

Morfogénesis y hologramia

Estructuras disipativas en psicología

TERCERA PARTE: EL MENSAJE INTERNO

10. EL MENSAJE INTERNO

El silencio fértil. El vacío y los límites

Hara: una vía hacia el silencio. El cuerpo

Más sobre la percepción y el silencio

El miedo y el silencio

Represión, realización y sublimación del deseo

CUARTA PARTE: LA CONSCIENCIA Y LA ENERGÍA

11. CONSCIENTE-INCONSCIENTE.

SUBCONSCIENTE-SUPRACONSCIENCIA

12. CUADRINIDAD-PERSONALIDAD-TRANSPERSONALIDAD

La personalidad y el ego

Y el yo ¿dónde queda?

¿Y lo transpersonal?

Transmentalidad

El cuerpo. El inconsciente corporal

13. CONSCIENCIA-ENERGÍA. LA SUPRACONSCIENCIA

El sí-mismo en la consciencia-energía

El camino hacia la realización

La Isha Upanishad

14. FUNCIÓN Y ESTRUCTURA. NUEVAS PERSPECTIVAS

El cuerpo, ese gran desconocido

Función-estructura

En el reino de Vulcano

La función estructura en el estrés

¿Dónde está la llave?

Potenciales lentos

15. INVESTIGACIONES EN OCCIDENTE DESDE LA CONSCIENCIA- ENERGÍA

Barbara Ann Brennan

Otras investigaciones desde la consciencia científica

16. CONSCIENCIA-ENERGÍA. SOBRE EL CUERPO

El simbolismo del cuerpo humano. Annick de Souzenelle

Una psicología mística: Richard Moss

QUINTA PARTE: EL MOVIMIENTO VIBRATORIO

17. LA ACCIÓN Y EL MOVIMIENTO VIBRATORIO

Los movimientos involutarios

La consciencia de lo autónomo y el espectro de la materia

La práctica del mundo vibratorio. Onda-corpúsculo

La vibración consciente

Los cinco elementos

Concretando el big-bang

El cuerpo holográmico

18. LA CURACIÓN. HACIA UN PROYECTO HOLONÓMICO

Perspectivas

El síntoma es un estado modificado de consciencia

Síntomas de curación

Hacia un proyecto holonómico

El enfoque Frances Vaughan

Un filósofo en lo transpersonal: Salvador Pániker

EPÍLOGO

Peligros de la psicología transpersonal

Obstáculos de la vida espiritual

Futuro de la psicología transpersonal

Un nuevo Colón. Una cartografía del espíritu

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

Érase, y sigue siendo, una vez un príncipe al que se le encomendó la difícil misión de marchar hacia un país lejano en busca de la flor de la medicina. Su padre, el rey, estaba muy triste; aquella flor era la única que podría restablecerle de su enfermedad.

Un día el príncipe, sin vacilar, partió al amanecer. Sin embargo, sintióse muy desconsolado cuando llegó a la extraña región del mundo de la materia densa. Firme en su empeño, recorrió caminos procurando sólo lo necesario. Preguntaba y preguntaba por la dirección adecuada para llegar a la flor de la salud. Mas a lo largo de su dilatada trayectoria construyó aldeas, ciudades, participó en batallas, se perdió en numerosos atajos, pues al parecer nadie sabía dónde estaba el camino que llevaba a la flor maravillosa. Por fin, dedicado a mirar en su interior, en una especie de sueño lúcido reconoció la vía, la dibujó y, mostrándola a los lugareños, recibió indicaciones sobre un atajo recóndito, intransitable, misterioso, olvidado. De nuevo se puso en camino tras las explicaciones, lo que le permitió llegar hasta la misma flor. Cuando ya la tenía a unos metros, de repente, un inmenso dragón surgió rugiendo de debajo de la tierra. Nuestro príncipe huyó despavorido y comprendió el por qué del miedo de los habitantes de aquel extraño país. De nuevo se refugió en adquirir y fabricar, sin ton ni son, cosas y más cosas. La angustia fue surgiendo sin que supiera muy bien el por qué. Los habitantes de su país de origen, viendo que el príncipe estaba perdido, y que además se había olvidado de su misión, no cesaban de acercarse en sus sueños y meditaciones. Cada vez que el príncipe no estaba obsesionado con mirar hacia fuera y con adquirir objetos, su mente se abría a las voces de su país de origen. Un día, harto de estar enterrado en cosas que al final no le proporcionaban la felicidad, se levantó, escuchó muy bien los mensajes que le llegaban, recordó su propósito, se armó de valor y fue en busca del temible dragón. Después de una ardua pelea, como san Jorge, acabó con la fiera, que se transformó en un bellísimo pavo real, tomó la flor y en aquel momento la realidad extraña de aquel país de guerras y enterrado en cosas inútiles cambió instantáneamente. Se había convertido en su verdadero país, miró a su alrededor y se emocionó como nunca al reconocer a los habitantes como hermanos de su país de origen. Allí estaban todos, también su padre, el rey, feliz y curado. El reino de la felicidad había ensanchado sus dominios.

Brian Witine comienza un artículo sobre psicología transpersonal con un cuento de Idries Shah. Gran parte de los cuentos infantiles tienen ese argumento común de la búsqueda de la fuente o de la flor sanadora, muchos de ellos provienen originalmente de oriente y llevan siglos de boca en boca. De ellos he adaptado este relato para explicar que de alguna manera hay un mensaje del que ignoramos el “darnos cuenta”, siendo los niños quienes con su mente aún limpia pueden tener un más fácil acceso. De alguna manera la psicología transpersonal, lo transpersonal, viene a despertar y a recorrer junto con el príncipe ese camino olvidado, recóndito y casi intransitable, hacia la flor del amor y de la sabiduría. A lo largo de la historia humana siempre ha habido desde atisbos hasta grandes preocupaciones para encontrar la naturaleza íntima de lo que somos. En la historia moderna, después de una psicología empantanada en la filosofía especulativa, comienza con gran fuerza una necesidad de comprobar en vez de perderse en opiniones de salón. En principio fue el conductismo, que al establecer como verdadero lo empíricamente medible sólo se quedó en la boya de los sucesos. Posteriormente, con Freud, el psicoanálisis encuentra pensamientos que no son pensados, con ello se da el gran paso a la existencia del “inconsciente”, piedra angular en las psicologías posteriores; aunque desde este psicoanálisis se tache también como degradante lo que pueda ser supraconsciente. Posteriormente las psicologías humanistas, entre ellas la Gestalt, Rogers, etc., amplían el panorama, tomando en consideración los sentimientos y el cuerpo, el organismo en su totalidad, en un presente interpersonal que comprende el yo-tú y el aquí y ahora, los organismos, etc. La bioenergética potencia la decisiva importancia de lo que esconde el cuerpo y su energía. Con Jung reconocemos la sombra y nos adentramos profundamente en el inconsciente colectivo, desde donde los arquetipos moldean la actividad de los humanos. Todo ello ha servido para que un día el espíritu, sin paliativos y sin miedos, sea admitido en la vida del hombre industrial; ahí comienza la psicología transpersonal. Ello admite la complementariedad de los contrarios, como la del orden implicado-orden explicado, materia-espíritu, tonalnagual, hilotrólicoholotrópico, oriente-occidente e incluso peligro-oportunidad, obstáculo-palanca, etc.

La psicología transpersonal acoge que somos cuerpo-mente-espíritu, conectando de nuevo con la tradición. Un cuerpo que es consciencia, en una ecuación que equipara consciencia-materia-energía. Una consciencia que, como dicen los orientales, está enterrada en múltiples capas de porquería, patrones negativos de conducta, traumas, anclajes, deseos y creencias, sobre las que progresivamente el príncipe ha de ir realizando su limpieza, saboreando el acercamiento a ese trozo de sol que aguarda la llegada del guerrero. Ese dragón formado de escamas de porquerías produce nuestros grandes conflictos, escindiendo al príncipe, oscureciendo su misión y empujándole a la amnesia, marcando así una separación entre su yo real y su yo ilusorio. Este yo ilusorio se mantiene hoy en una realidad consensual fabricada y robótica que huye del encuentro con el dragón y con la muerte. Esas placas de porquerías nos hacen participar en la hipnosis consensual, fijarnos en una cadena de montaje, con-viritiéndonos en “hombres automáticos”, “hombres máquinas” cada vez más sofisticados pero cada vez más enfermos. Son los hombres industriales, hombres informáticos, respaldados por una educación y una formación que se refleja en nuestros patrones físicos, nuestros gestos, nuestras proporciones, nuestras conductas programadas. O bien como golosos de experiencias excitantes, reflejadas ya en “un panal de rica miel…”. O en historias que quedan “bien” en una pobre búsqueda que se conforma con el consuelo de la lectura en la cama. Es el mundo del hombre robot, que se esconde en sus hábitos rutinarios fabricando un imposible paraíso artificial, planteado en una lucha contra la naturaleza. El fin de la historia, que se preconiza desde posiciones plastificadas, será el fin, pero por su fracaso. Hoy somos un esperpento noticiero, un desecho del maravilloso Renacimiento, que comenzó superando el ahogo en lo divino para confiar y realizar en lo humano. Sólo que hoy apuramos ya la copa de Leonardo, expoliando nuestra casa, nuestra única casa, en aras de la soberbia de nuestro “poder”, en un proceso en el que llega antes la ciencia que la consciencia; la capacidad mortífera de nuestros inventos que la dudosa capacidad para neutralizar nuestros odios.

Por todo ello, por esa orientación de la vida hacia el engorde ciego y materialista, la adicción al consumo de objetos inservibles, la ansiedad del éxito a cualquier precio, de poder, de dinero, en una sociedad que se debate entre el temor a la guerra que pueda producirse por el “paro” y la fabricación de venenos, y en una civilización que huye de su auténtica naturaleza por el miedo a la muerte y por vender un consumo expoliador de la energía de la vida, perdiendo la brújula de lo evolutivo. El no querer renunciar a ello, el seguir a toda costa una manipulación y adicción a la adquisición que encubra el miedo al vacío cósmico y a la incertidumbre de nuestra presencia, claves de la insatisfacción inabarcable y de la impermanencia en la que se enseñorea la muerte, despreciando las enseñanzas tradicionales y actuales para superar este vacío, hace que la humanidad se prepare para la guerra, y sólo un reducido número de personas vea dolorosamente este proceso, lo que tal vez nos lleve al buen puerto de una transformación inevitable o a la autodestrucción definitiva. Todo ello podrá suceder si no somos capaces de realizar una transformación que esté más allá de la destrucción y la guerra. Los medios de comunicación, la contaminación televisiva que programa violencia y sexo adulterado, se dirigen a fijar al hombre robot, al hombre masa, no se dirigen al ser individual, particular, con mente y corazón. También, en la mayoría de los casos, los líderes se dirigen a mantenerse en el poder a cualquier precio, en vez de compaginarlo y orientar sus energías a la evolución de las gentes. En realidad todo lo que hoy se está produciendo se dirige a y es dirigido por el engorde del ego. A ello se dedican nuestros inventos y nuestros objetivos adquisidores. La violencia autodestructiva que programa a los más receptivos –los niños– prevalece en el occidente “culto” y arrogante con un “alto índice de crecimiento”. Al final siempre habrá en donde hacinar a los reclusos para que se autodestruyan, creyendo así que acabamos con el mal. Ésa es la alucinación de nuestro “progreso”, encerrado en un blindaje generalizado. El tecnocientifismo se erige como todopoderoso y como poseedor de la verdad, en un planeta marcado por el misterio de nuestra propia presencia. Maslow ya criticaba a las personas científicas como «rígidas y estrechas, temerosas de su inconsciente». Habla de «la ciencia como no humana». Sin embargo también habla del «científico creativo y del científico trascendente». Para Tart, el cientifismo es una ciencia interpretada como una «religión dogmática». Para este investigador la ciencia defiende «una visión distorsionada del mundo. Dado que ignora el aspecto emocional e intuitivo de la vida y cree alcanzar una objetividad que no posee en absoluto, la ciencia moderna está abarrotada de creencias emocionales implícitas, escondidas y a menudo debilitantes, y de valores que han dañado al espíritu del hombre».

La mecánica tecnocientifista en su separatividad, en el alejamiento de una visión compleja y totalizadora de la vida, reduce la persona a un conjunto de componentes que son modificados por el ambiente. El científico clásico, excusado en su poder, se encierra delegándose en el objeto, siempre externo, de su estudio. Da la impresión de que su propia y personal experiencia (a la que tal vez le tenga miedo) es desaconsejada por su entorno corporativista, del que se alejará y se colocará en entredicho si la considera y la exterioriza, experiencia que paradójicamente soporta su propia presencia en la vida, hoy todo ello bajo la influencia del pragmatismo externo y oficial de raíz anglosajona. Lo cierto es que somos todos nosotros quienes lo hemos creado así, no sólo la ciencia sino el tipo de sociedad que nos contiene. Hemos basado la vida en una máquina newtoniana de piezas sin interrelación y sin relojero. Hemos separado cartesianamente el espíritu de la materia, así que cada cual puede manipular ésta a su antojo, pues ya no hay guía ni conexión con lo sublime. El efecto es lógico y concatenante; estamos perdidos huyendo del sufrimiento y de la muerte, agarrándonos maliciosamente a creencias y posesiones, incluso matando por ellas. El tecnocientifismo unido al móvil económico especulativo se ha convertido en un fundamentalismo poseedor de la verdad, que afirma bajo grandes títulos que somos una máquina genética programada, sumiendo a los ingenuos en la desesperación. Así estamos. El telediario necesita de terapia; presenta un cuerpo emocional cada día más agarrotado, o tal vez aseptizado en vericuetos intelectuales que son los que más visten, siempre que esas emociones no irrumpan tirando la casa y a sus moradores por la ventana. Este intelecto todopoderoso y señor de estas tierras, en las que con su incesante diálogo interno dinamita toda posibilidad de evolución, aparece como un hámster dando vueltas sobre su ruedecita de Tántalo con visos de agotamiento, aunque su ego presuma de laboriosidad y jaula de oro. Esperemos que en un momento pare, para que él o el ser intuitivo, cuarto pasajero, pueda penetrar y completar la cuadrinidad. Y que al fin y al cabo podamos admitir sin sobresaltos ni estúpidos “dar largas” que nuesto habitat es un pedrusco casi redondo, querido y maravilloso, que flota en algún lugar desconocido de un universo inmenso e impenetrable. Todo ello sin necesidad de perder la nómina. Y sin cambiarlo por un plato de lentejas.

Grof coloca a la muerte como una puerta que derrumba nuestras concepciones materalistas y a la evolución tecnológica como causa de un alejamiento de los aspectos biológicos fundamentales de la existencia. Por eso habla sobre el redescubrimiento de la espiritualidad parejo a la desaparición de los tabúes relacionados con el nacimiento y con la muerte: «…redescubrimiento de la espiritualidad, que ha sido también una de las víctimas del progreso rápido de las ciencias…» y siguiendo con la conscienciación en cuanto a la muerte añade: «…es preciso darse cuenta del grado de deshumanización y alienación que el desarrollo tecnológico ha producido en occidente». Incluso critica la actitud racional del occidental instruido que considera la creencia en la consciencia después de la muerte como una regresión primitiva o como algo propio de personas que no han accedido al conocimiento científico, cuando Grof afirma con contundencia la idea de que la consciencia después de la muerte es incompatible con la ciencia materialista. La psicología transpersonal, sin renunciar lógicamente al pragmatismo, se aleja de las consultas tétricas basadas en un modelo patologizante y taxonómico, también del revoltijo esotérico con el que nada tiene que ver. Sin embargo, admite el resto de psicologías y les da una situación en el espectro. Eso tomando como guía el sabor, el olor, etc. a consciencia-energía que tantos místicos han desparramado a lo largo de nuestro mundo; el latido de ese trozo de sol, que está presente en lo microcósmico y en lo macrocósmico, en las inmensas distancias estelares y en las ínfimas subatómicas, y a su vez más allá del espacio-tiempo, en cuyo pliegue habita nuestra existencia humana, la de los animales, vegetales y minerales. Pliegues irreversibles que organizan el mundo del devenir, que provienen y se dirigen al nagual, al orden implicado, para su expansión: la de la consciencia-sabiduria-felicidad. Por ello aúlla el lobo a la luna, el venado en la cañada, el gallo a la aurora, el buscador en su grito, rasgando las tinieblas para que el señor de la luz abra la puerta …..del amor, y cese el dolor en el mundo. Y ahí está esa consciencia, latiendo en los progresos, en las felicidades, en las desdichas y guerras, en la fuerza de las ciudades y de las selvas; para que nuestra mano, nuestra responsabilidad y libre albedrío, forjen el presente tras el presente, porque ello es de nuestra absoluta incumbencia. El humano no está en un estado terminal, viene de siglos y siglos, escalando la tapia, saltando del mar, modificando su cuerpo, arañando cotas de posibilidad, perfeccionando sus sistemas orgánicos. Por ello este cuerpo se convierte en vértice de evolución, como cáliz que ensancha su capacidad de recepción en la globalidad de la vivencia diaria, en la ecuación cuerpo-consciencia-cosmos, que es lo más alejado de concebir un cuerpo ciegamente aprovechado y maquinizado. En una visión de la realidad que no se resume en el “hombre informático” pues siempre esa realidad consensual, a pesar de las modas inventadas, será siempre una “ficción conveniente” (Schrödinger). Una tendencia que no confunda el mapa con el territorio, pues éste empieza con el primer paso que accede al silencio, dejando atrás el ruido de los planos.

La psicología transpersonal pretende entrar en la entrega al propio silencio interior, tan temido, dándole paso a la consciencia-energía, verdadero camino de curación. Como así es en otras materias, como la acupuntura, restablecedora del ki, el zen, etc. Unir lo antiguo con lo moderno, entrar en el respeto de culturas milenaras, casi todas de corte chamánico, que han cartografiado el mundo de la consciencia, muchas de ellas potenciadas por las plantas psicotrópicas que por alguna razón nacen en la naturaleza. También el entrar en procesos desconocidos de lo humano que rebasen los principios euclidianos. Es la investigación desde otros enfoques para conocer nuestra realidad, como las teorías del caos de René Thom, la teoría holográfica sobre el cerebro de Karl Pribram, los campos morfogenéticos de Rupert Sheldrake, el cognitivismo de Francisco Varela sobre la contrastación entre el budismo y las ciencias cognitivas, etc., aparte de los medios privados personales. Da la impresión de que estamos en el momento en que se ha de entrar en ese otro mundo de donde todo procede, de donde han bebido los grandes artistas e investigadores a lo largo de la historia; de ahí proceden las entidades que dieron cuerpo a los universales de Platón, los arquetipos de Jung, y las grandes teorías. Ninguno de ellos fue un simple imaginador. Existe ese otro mundo extraño para que médicos, psicólogos, investigadores, etc. lo exploren para gracia de la humanidad. De ese otro extraño mundo llega el maná, el nutriente que nos hará salir del callejón industrializado y afixiante, productor de detritus, mundo de prótesis, del que hemos hecho nuestra casa por el pánico a ese otro mundo falsamente representado por el miedo y por la muerte.

La psicología transpersonal también pretendería, en mi opinión, una vía para llegar con gran respeto a la psicología integral, unificando posturas que lleguen a una totalidad desde las franjas que ocupa cada posición. Por supuesto, ofrecer un camino de curación tranpersonal al mundo de la drogadicción, buscadores descarriados, víctimas del cambio. Al mundo de los buscadores de transmentalidad, para que no caigan en redes oscuras que utilizan la espiritualidad como reclamo. A las víctimas de pandemias, como el sida, cáncer, del estigma de las guerras, etc., para que vean que existen otras realidades; y sobre todo para los que se encuentran en el embarcadero de la muerte. También para los cansados de una vida desacralizada y rutinaria, pendiente de los reclamos consumistas que ofrece la enfermedad planetaria. A los que asumen su existencia como algo grande y decisivo, en un proyecto en el que curarse es conocerse y a la inversa, como decía el gran indio mazateco.

En fin, dar respuesta al sinsentido de nuestro mundo simbolizado en esos adolescentes de hoy que, buscando locamente un rito de pasaje, una iniciación, se lanzan a la velocidad, al alcohol, a las drogas estimulantes, e incluso al asesinato y al pacto de sangre. Todo por una necesidad de reto, desviado entre otras cosas porque eso es lo que venden los medios de comunicación de los que estos adolescentes maman, un reto que busca ir más allá de lo conocido en la noche del sábado, porque lo que ofrece su sociedad drogada por el consumo no les vale tanto la pena y necesitan ir más allá de los límites. Se ha perdido el rito de pasaje por el que la tradición sabia utilizaba esa fuerza que late en la sangre adolescente para iniciarlo como guerrero, como adulto, ofreciéndole una “hazaña”, emprendiendo un viaje para forjarse como adulto. El fruto de ello suponía ampliar el horizonte personal y colectivo. Sin embargo vemos cómo la muerte se lleva a adolescentes en estúpidos accidentes de carretera. Por otra parte, los ancianos, ansiosos durante su madurez de una pensión de jubilado, anunciada y añorada ilusoriamente, se les convierte en trampa mortal cuando llega en la realidad, arrinconándoles como estorbos y entrando en la demencia a los dos días de dejar el trabajo rutinario para esperar la muerte. Muchas veces agonizan aparcados en las aceras o en refugios sociales, donde muchos de ellos desean el desenlace que hoy se les retrasa con la todopoderosa magia médica, sintiéndose inservibles para la sociedad y para la vida. Por todo ello lo transpersonal vendría a ofrecer una nueva vía a toda la sociedad, un nuevo renacimiento, un cambio de civilización, partiendo de una ciencia que no reduzca la vida al azar, a un accidente, ni la consciencia a un producto de la materia. Muchos científicos se están encuadrando en el mensaje de lo transpersonal, junto con artistas y demás sectores de la humanidad en general, ancestral y moderna, urbana y rural, lejos de los Rambos y especuladores sin escrúpulos, devolviéndole a la naturaleza otro trato que no sea el de la expoliación ni el desaprensivo laboratorio de animales, a pesar de que éstos, minerales, animales y plantas, se nos ofrezcan como alimentos, belleza y fotosíntesis. Lo transpersonal propone un nuevo impulso hacia otra escala de valores que no dependen de una producción y adquisición de locura consensuada e hipnótica. La nueva ciencia de la que se habla iría por ahí; muchos de sus representantes, según mi opinión, han accedido a ese mundo naguálico, holotrópico, para encontrar las bases de sus mensajes. Ya en e=mc2 tenemos la cantidad de luz necesaria para transmutar la oscuridad, la cantidad de renacimientos para transmutar las muertes, procesos que no necesitan de la muerte física para poder ser sobrepasados. Lo transpersonal viene a entrar con todo ese bagaje de ayuda en la comprensión del vacío, base de la compasión y del amor, para reencontrarnos con el destino de todo lo viviente, de la visión oriental y occidental, como hemos señalado, descubriendo la falsedad y la necedad del control racional y estático en un mundo impermanente.

La psicología transpersonal no fomentará una terapia dirigida hacia la formación de un yo karateca, de un yo todopoderoso o de un yo de porcelana, de cara a la galería. Tampoco una asepsia que desprovea a la persona de sus fuerzas antagónicas que generan el movimiento, ni tampoco estancará a la persona en las cuatro reglas que definen una normalidad ramplona. La psicología transpersonal más bien está en la línea de la progresiva chamanización del terapeuta, es decir, más que anclarse en un aprendizaje de taxonomías y recetas teóricas, aunque útiles hasta cierto punto, propugna una progresiva vivencia y pasaje a través de la enfermedad, la crisis-cambio; de tal manera que este terapeuta tenga su propio “pasaje”, su propia crisis de transformación, lo que le proporcionará un conocimiento directo e inequívoco de por dónde transita ese cliente-paciente que ha ido a pedirle ayuda. “Sólo el herido cura” es la frase que ilustra de manera certera este cometido, y la que de verdad da el título de guía para las regiones sublimes del cuerpo, la mente y el espíritu.

Por otro lado opinamos con Frances Vaughan que no se trata de que el camino espiritual ocupe el lugar de un proceso terapéutico. Sobre ello Vaughan dice que: «lamentablemente, sin embargo, pocos maestros espirituales están entrenados para manejar diestra y éticamente la transferencia… el problema surge cuando consideramos a la espiritualidad como una alternativa al desarrollo psicológico, más que como su prolongación… la consciencia espiritual sólo contribuye a la totalidad cuando se basa en la salud psicológica y en la integración de todos los niveles de consciencia».

Hoy lo transpersonal trabaja por esa vía interior que los grandes maestros iniciaron con la religión como supraciencia, aunque hoy posiblemente gastada, sobre todo la oficial, pues sus ritos, cultos y dogmas, que también están presentes en los actos profanos, se vacían poco a poco de inspiración, entregándose a la curiosidad turística y folclórica. Sin embargo, los mapas enriquecedores y complementarios de la tradición, como el cristianismo, budismo, etc., son recuperados como verdaderos guías de los procesos vivenciales en este momento de síntesis. Lo transpersonal también encuadra a esos científicos que se encontraron con el final de la materia en los mundos cuánticos y biológicos, en la psicología que vive lo transmental y en tantos intuitivos que apenas necesitan de la palabra ni de títulos para ver algo que cada día es más evidente: el rumbo está desviado y consumándose su periplo. Son momentos para comenzar. Y eso a pesar de que la palabra “espiritual”, la palabra “mística”, se utilicen en determinados ambientes con signos de burla, a pesar de que se hayan de rescatar de lo “rancio y moralizante” a donde sus representantes tradicionales las han relegado. Por ello es muy conveniente recuperar tandems como el de Pauli-Jung, hoy con nombres como Grof, Lupasco, Sheldrake, Bohm, Pribram, Wilber, etc. Atendiendo en el proceso al sutra del corazón en aquello de que forma es formavacío es vacío, después todo es vacío para terminar con que forma es forma-vacío es vacío. Oyendo el canto de la campana de la tarde en el monaterio zen, que puede estar en cualquier esquina: «oyendo el sonido de la campana todo pensamiento es cortado. El conocimiento crece; aparece la sabiduría; el infierno queda atrás… Haciendo votos para ser el Buda y salvar a todas las gentes. El mantra para romper el infierno.»

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684 p. 7 illustrations
ISBN:
9788472457843
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