Todos los temblores después del terremoto

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Todos los temblores después del terremoto
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TODOS LOS TEMBLORES DESPUÉS DEL TERREMOTO

Configurar la experticia en un país sísmico

Lorena B. Valderrama

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 – Santiago de Chile

mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726

www.uahurtado.cl

Primera edición abril 2021

Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

Este libro ha sido realizado gracias al apoyo de la Facultad de Ciencias Sociales y del Departamento de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado.

ISBN libro impreso: 978-956-357-299-5

ISBN libro digital: 978-956-357-300-8

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diseño interior

Gloria Barrios

Diseño colección y portada

Francisca Toral

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com

Imagen de portada: Terremoto de 1906. Autor: Karl Richard Linderholm

Fotografía Patrimonial. Museo Histórico Nacional.


Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

Para Amalia.

Índice general

Prefacio

Agradecimientos

Introducción

Configuración de experticias

Sismógrafos de papel

PRIMERA PARTE Observadores

Marinos

Astrónomos

Comisionados

Testigos

Políticos

Ingenieros

Profesores

SEGUNDA PARTE El servicio sismológico de Chile

Redes

Instrumentos

Polémicas

Discursos

Conclusiones

Bibliografía

Notas

Prefacio

Temblando, con el cabello erizado y las rodillas que parecían querer rompérsele, se deslizó Jerónimo por el declive del suelo del edificio, con el propósito de salir por el boquete que el choque de ambos edificios había abierto en la pared delantera de la prisión. Apenas estuvo a salvo cuando un segundo temblor hizo que toda la calle se desplomase por completo.

Heinrich von Kleist, Das Erdbeben in Chili, 1807.

Kleist en El terremoto en Chile (1807) imagina a un condenado a la pena capital conectado a un niño recién nacido: muerte y vida al mismo tiempo en el lejano Reino de Chile de 1647. La tierra en movimiento no hacía otra cosa más que desatar la irrupción de lo imprevisto, ante unos personajes súbitamente liberados del yugo del destino. Es como si el sino de Chile no fuese el acontecer infausto proclamado por Rolando Mellafe en los años 80 del siglo recién pasado, sino más bien la tensa calma de saberse en el interregno de lo esperadamente inesperado. Los terremotos desde siempre han significado para este país la incertidumbre ante la catástrofe y hasta resulta curioso advertir que no existan suficientes estudios que lo hayan abordado. Un problema tan recurrente que se hace invisible para sus habitantes. El presente libro nos alumbra la historia de este capítulo.

Los movimientos de tierra, nombrados ruptura, quiebre o fractura, ¿no son tópicos de los que hace uso la ciencia sismológica hoy? Esto nos habla de cambios, de escenarios posibles en los que se pone a prueba nuestros edificios, instituciones y conocimientos. Pero toda prueba requiere un evaluador: alguien debe decirnos si estaremos seguros en nuestras casas, si haremos los movimientos adecuados para salvar nuestras vidas o, por el contrario, ya no debemos temer ante la sacudida de la tierra. He aquí el gran problema de la sismología, y que por cierto este libro aborda con rigor y sobriedad estilística: la predicción. ¿Quién actúa como vocero de los terremotos? ¿Cómo afianza lo que Michel Foucault llamaría su “lugar de enunciación”? Entonces de lo que se trata no es investigar la historia de la sismología como si fuera un conjunto de explicaciones racionales que dan cuenta de la naturaleza del subsuelo a través de sus instrumentos, sino de poner en evidencia cómo fue ganando terreno a otros saberes y cancelando todo discurso alternativo. En otras palabras: hay que dibujar la silueta del experto.

El siglo XIX fue un período donde el experto sismológico se movió en un terreno líquido e inestable. Este libro nos hace desfilar a marinos, astrónomos, comisionados, testigos, políticos, ingenieros y profesores, pero también a nuevas máquinas de medición que prometían seguridad y razonamiento científico. ¿Cómo se hicieron un espacio de legitimidad? ¿Cómo participaban de lo público? Acá se nos dice que la experticia se construye, pero no basta con enunciarlo: se requiere escudriñar los archivos buscando lo que otros han pasado de largo; suspender la confianza de los delindes disciplinarios con los que hoy miramos el ayer y, por sobre todo, no olvidar que alguna vez la electricidad del sol, el magnetismo de la luna o las conjunciones astrales fueron la respuesta de lo que hoy buscamos bajo nuestros pies. Este libro nos lleva a esos tiempos.

Carlos Sanhueza Cerda

Agradecimientos

Este libro ha sido realizado gracias al apoyo de la Facultad de Ciencias Sociales y del Departamento de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado. Su investigación se desprende en gran medida de la tesis doctoral de la autora titulada “Observando la catástrofe: terremotos y conocimiento sísmico en Chile (1868-1912)”, para optar al título de doctora en Historia de Ciencia y Comunicación Científica de la Universidad de Valencia, la cual fue guiada por el Dr. Pedro Ruiz-Castell y se realizó con el apoyo de la Beca Doctoral del Programa de Formación de Capital Humano Avanzado de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), Becas Chile 72110790.

También han contribuido en gran medida las y los integrantes del Laboratorio de Historia de la Ciencia, Tecnología y Sociedad, quienes desde el año 2016 han enriquecido el debate historiográfico en el área en general, aportando de manera generosa con observaciones y comentarios específicos a este trabajo. Especialmente a Carlos Sanhueza y Verónica Ramírez con quienes más he podido realizar investigaciones y discusiones al respecto; Gabriela Polanco por su ayuda en el trabajo de archivo y Patricio Leyton por su generosidad en compartir referencias.

En tercer lugar, agradezco a las personas que facilitaron el acceso a muchas fuentes analizadas en esta investigación, como es el caso de Deborah Coen, catedrática del Programa de Historia de la Ciencia y la Medicina de la Universidad de Yale, quien me facilitó las fuentes de la Comisión Suiza; Sergio Barrientos, director del Servicio Sismológico Nacional, quien me permitió acceder a la Colección Fernand Montessus de Ballore; Sandrine Granet por proporcionar fuentes primarias impresas de la State Library of Western Australia; y Patricia Liberona y Alessandro Chiaretti del Archivo Central Andrés Bello, Raimundo Silva Labbé de la Biblioteca Histórica de la Armada y René Cortínez Castro SJ del Archivo de la Compañía de Jesús de Chile, por siempre facilitarme las consultas realizadas. Así como también a quienes ayudaron en la traducción desde el francés, el alemán y el italiano, como Mar Cuenca, Carolin Schmitz, Caroline Borges, Maira Mora y Viola Campanini; y a quienes han ayudado en la edición de este libro: Alejandra Stevenson y Beatriz García-Huidobro de Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Felipe Vilo, Stefan Meier y Macarena Rojas Ábalos quienes ayudaron con la pre-edición del libro y a los y las evaluadoras del presente libro, cuyas observaciones y sugerencias han permitido desarrollar esta propuesta de la forma en que se presenta.

 

Introducción

Tras cada terremoto, vemos desfilar por las pantallas de televisión a expertos que intentan explicar el fenómeno y racionalizar nuestra experiencia de catástrofe. Bombardeados con noticias nos hemos enfrentado a la inmensidad de la naturaleza y no encontramos las palabras adecuadas para describir lo vivido. De esta forma nos dejamos seducir por la idea de que la explicación científica nos traerá paz a nuestros angustiados y ansiosos pensamientos. En momentos de catástrofe no cuestionamos como la autoridad asignada a determinadas personas que “saben”, que “han estudiado” o que “entienden” se ha legitimado ante nuestros ojos. ¿Cómo llegaron a estar ahí frente a nuestros ojos revestidos de la soberanía del conocimiento sísmico? ¿Acaso siempre estuvieron allí esperando el momento adecuado para explicarnos lo acontecido?

Es difícil que nos hagamos estas preguntas en medio del desastre. Cuando las fuerzas telúricas se expresan –y todo lo hacen caer– las naciones se ven enfrentados a grandes desafíos económicos, pero también surgen grandes oportunidades para gobernantes, empresarios y tomadores de decisiones. La gestión de la emergencia y la reconstrucción son acciones donde el mundo privado y público se encuentra y disputan. Útiles y utilizados, los terremotos no solo han causado interés y consternación, no solo han impactado la vida humana y la han desafiado, sino que también han implicado enormes oportunidades políticas y económicas. Sucedan en países remotos y lejanos o en la propia nación, sus vibraciones han recorrido la tierra y las fronteras siendo percibidos, sentidos y finalmente comprendidos de múltiples formas y en distintas zonas geográficas. Para ello, se requiere de datos, información y evidencia que permitan tomar dichas decisiones. Se necesita, por lo tanto, de expertos, pero esa experticia se construye.

En el caso de los terremotos, la experticia sísmica desempeña un papel vital. Se producen datos que permiten comprender la catástrofe. Uno de los últimos trabajos compilatorios acerca del desarrollo de la sismología en el siglo XIX e inicios del siglo XX desde una perspectiva histórica sociocultural, es el libro de Deborah Coen The Earthquakes Observers: Disaster Science from Lisbon to Richter, que realiza un recorrido por el desarrollo de la observación sísmica en Estados Unidos y Europa, principalmente en Reino Unido, Suiza y el Imperio Alemán1. Previamente, la revista Science in Context había publicado un número especial dedicado a diversos estudios de caso en Europa, Asia y América del Norte en el siglo XIX y XX2.

Algunas investigaciones históricas centradas en el mismo periodo han intentado dilucidar por qué se han creado instituciones dedicadas exclusivamente a la observación sísmica en un momento y contexto determinado, demostrado que la observación y el estudio de los terremotos han respondido a diferentes intereses. Ya fuese por iniciativa personal o por interés de los gobiernos, durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, se comenzaron a desarrollar, en diversas partes del mundo, variadas estructuras e instituciones orientadas a la observación de terremotos. Estos procesos estuvieron marcados por negociaciones entre quienes ostentaban el poder político y quienes ostentaban el poder del conocimiento. Este es el caso del desarrollo de la sismología en Austria Imperial3, Japón4, Italia5, Estados Unidos6, España y sus colonias7, Suiza8 y el Imperio Alemán9.

Los terremotos fueron una oportunidad para aunar fuerzas cívico-políticas, permitiendo institucionalizar conocimientos y prácticas, dando forma a instituciones, expertos y disciplinas que los estudiaran, los comprendieran y permitieran de alguna manera “controlarlos”, mitigando sus efectos. En el Austria Imperial, por ejemplo, la preocupación ante el temor de la destrucción del imperio por los terremotos permitió, en la segunda mitad del siglo XIX, la creación de comités de estudios científicos de dichos fenómenos y sus subsecuentes redes de observación10. El caso de la dinastía Meiji en Japón, a finales del siglo XIX, también ha sido estudiado por la historiografía. El interés del imperio japonés por abrirse a occidente y modernizarse según los estándares europeos, implicó un desafío para una nación construida en un territorio de frecuentes y destructivos terremotos11. Suiza, por ejemplo, durante la segunda mitad del siglo XIX, tuvo un desarrollo de la observación sísmica marcado por un interés político centrado en la relación de los habitantes de las distintas regiones (cantones) con su territorio, una nueva forma en la cual los políticos esperaban que la sociedad entendiera y se relacionara con su geografía a nivel nacional, pero considerando las particularidades locales de cada región y de cada cantón12. El caso del desarrollo y la institucionalización de la sismología a finales del siglo XIX en la Alemania Imperial, en cambio, estuvo fuertemente caracterizada por el interés de aunar el territorio, focalizándose en la percepción y el registro de los terremotos en distintas partes del mundo, sin ser testigos presenciales de estos.

Los nuevos sismógrafos desarrollados a finales del siglo XIX inspiraron una nueva forma de comprender los terremotos, como fenómenos que podían dejar un registro más allá de la subjetividad de los testigos13. Esto llevó, en el cambio de siglo, a tratar de convertir la sismología en una disciplina más cuantitativa y más objetiva, siguiendo el modelo de la física. La nueva tecnología permitió el registro de terremotos grandes y pequeños, locales y lejanos, permitiendo que la observación científica se centrara en la sismicidad como objeto de estudio, más allá de los sismos particulares14. Este proceso también se caracterizó por la creación de observatorios y asociaciones dedicadas exclusivamente al tema, como la creación en 1906 de la Seismological Society of America y, previamente, de la Internationalen Seismologischen Gesellschaft, fundada en 1904 cuya finalidad era construir un catálogo global de sismos que permitiera determinar las características sismológicas de cada zona del globo15.

Los informantes y testigos de terremotos que durante este periodo participaron de la observación sísmica, constituyeron extensas redes de registro e información, incluso a nivel internacional16. Sin embargo, mientras que en países como Suiza y Austria los comités y redes formales locales recabaron muchos datos acerca de terremotos mediante el testimonio de observadores, en otros como Italia y Japón las observaciones sismológicas se realizaron principalmente mediante estaciones de trabajo dotadas de instrumental y a cargo, principalmente, de hombres de ciencia o funcionarios públicos, como trabajadores de telégrafos, ferrocarriles o correos17.

Configuración de experticias

Si bien muchas veces se describe el siglo XIX como el periodo de profesionalización de la ciencia, este marco conceptual resulta problemático, puesto que dicho proceso depende del contexto histórico y cultural y de cómo se desarrollan los procesos de institucionalización de cada disciplina18. Todos, sin embargo, responden a la delimitación de las experticias, es decir: a discernir quiénes son los expertos en determinados conocimientos y técnicas. Desde la segunda mitad del siglo XIX, la experticia se fue configurando en nuevos campos del tejido social, buscando maneras de mantener su autoridad inherentemente inestable, dentro y fuera de la academia, del Estado y la sociedad19.

Se ha podido estudiar que las sociedades hacen uso del conocimiento especializado para la toma de decisiones y el diseño de políticas públicas, ya sea en materia de economía, educación, obras públicas, salud y medioambiente20. De esta manera, los espacios de configuración de experticias son variados: la justicia, la industria, las agencias consultoras, etc., los que permiten construir una identidad profesional21. Así, los expertos científicos han jugado un papel preponderante en el caso de disputas, como controversias limítrofes, el desarrollo de políticas públicas en materia de salud y medioambiente, en el control de la calidad de los alimentos, en los juicios de delitos y crímenes y en la constitución de comisiones científicas de diversas materias22.

Collins y Evans han intentado generar una clasificación estándar de los expertos en diferentes niveles, que van desde quienes poseen conocimientos ubicuos, hasta quienes han desarrollado conocimientos especialistas. El ubicuo (“ubiquitous tacit knowledge”) se encuentra entre quienes no conocen en profundidad una información determinada23. Es decir, quienes tienen un conocimiento vago de una materia, quienes poseen un conocimiento adquirido mediante textos de divulgación o bien tienen una experticia lograda a través de textos especializados, pero sin necesariamente interactuar con especialistas en dicha materia24. Por otro lado, el conocimiento especialista o especializado sería aquel conocimiento en determinada materia que se ha producido por la interacción constante con expertos en esa área o bien porque se ha trabajado dicha materia como forma de vida y se ha contribuido al fortalecimiento de un campo de investigación específico25. Sin embargo, como han señalado algunos autores, esta diferenciación se limita casi exclusivamente al campo de la física, sin la posibilidad de aplicarse a otros casos, ni tampoco considera los contextos sociales, políticos, legales y económicos en los cuales se configura esta experticia26.

La historia de la ciencia, tras el giro cultural y praxiológico ha permitido profundizar en la configuración de experticias tomando en cuenta dichos contextos y la conexión de estos con personas de diversas experticias, ya sea en el plano científico, político, educacional y judicial, entre otros. Esta experticia se constituye siempre ante un otro, cuya construcción es atravesada por procesos de negociación, transformación y resistencia que se dan en los contextos sociales, políticos, legales y económicos en los cuales se configura la experticia o autoridad27. En estos contextos, la posibilidad de formar parte de redes locales o globales y de dirigir proyectos de investigación, les conferirá autoridad y pertinencia a algunas personas para el cumplimiento de determinadas tareas y otras quedarán relegadas en el campo de los legos, los amateurs o los no expertos. También se han estudiado en los últimos años, las relaciones entre expertos y no expertos o entre amateurs y profesionales, destacando lo difuso de las fronteras que separan a los unos de los otros28. A veces, la colaboración ha sido fluida entre ambos grupos; en otras, en cambio, son tensas y problemáticas29; y se han caracterizado por entablar relaciones de subordinación y control30. Para algunos autores como Jones los expertos decimonónicos desempeñaron este papel para poder incidir en la toma de decisiones sociales, en cambio Golan y Hamlin proponen que el experto o perito del periodo buscaba también constituirse como tal como una forma de encontrar remuneración económica a su trabajo científico31.

 

El periodo comprendido entre 1880 y 1930 es clave en el desarrollo de la sismología moderna, puesto que no sólo se crean observatorios e instrumentos cada vez más especializados y precisos, sino que también se generan nuevas normativas de medición de sismos y construcción de infraestructura en zonas sísmicas. También es un periodo donde se desarrolla una identidad disciplinar y de legitimación social de la sismología moderna, conformándose redes de intercambio de información y experticias diversas según los territorios. Países como Japón e Italia fomentarán el trabajo coordinado de estaciones de información sísmica a cargo de funcionarios públicos, académicos militares, mientras que otras naciones como Austria y Suiza incluirán también a observadores locales residentes en las comunidades32.

Con la creación y mejora de los sismógrafos modernos, la observación sísmica comenzó a tomar otro rumbo. El registro de los terremotos desplazará la subjetividad de los testigos y sobrevivientes de los terremotos, permitiendo no sólo la observación a distancia del fenómeno, sino también poner el foco en otros elementos como la variación de los movimientos33. De este modo, se crearon observatorios sismológicos, estaciones sísmicas y sociedades que agruparon a geólogos, ingenieros, astrónomos y estudiosos del clima de distintas naciones34. Esta diversidad de áreas de estudio dedicadas a los terremotos, producirá también tensos debates35.

La configuración de expertos implicó un enfrentamiento de enfoques, metodologías y teorías diversas, además de la la institucionalización de determinados saberes. Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX se crearon instituciones especializadas en terremotos, se nombraron peritos en sismología y se legitimaron técnicas científicas de observación de sismos. Los expertos o peritos en terremotos serán personas reconocidas por un círculo específico como aquellas que poseen los conocimientos más confiables sobre los sismos y que dominan las mejores técnicas de observación que les permitirán discernir y juzgar los fenómenos sísmicos y sus efectos.

En el caso de Chile, si bien contamos con algunos trabajos sobre la historia de la sismología local, esta no profundiza en esta configuración de experticias, ni aborda las diversas y complejas negociaciones que permitieron institucionalizar la sismología en el país. Historia de la Sismología en Chile de Federico Greve (presentada como Memoria en 1964), por ejemplo, aborda algunas de las explicaciones dadas en Chile a los terremotos desde los inicios de la República (como el de 1822), la instrumentalización e intereses de investigación desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. El texto se centra en la creación y desarrollo del Servicio Sismológico de Chile, fundado en 1908 y compuesto de cinco observatorios sismológicos y veintinueve estaciones sísmicas repartidas por todo el país. Gran relevancia tiene la figura de su primer director, el ingeniero militar francés Fernand Montessus de Ballore (1851-1923), quien hasta su muerte estuvo a cargo de el Boletín del Servicio Sismológico de Chile y de las principales publicaciones de la materia en nuestro país36. Este documento de carácter institucional, poco ahonda en la red de más de quinientos informantes del Servicio Sismológico de Chile, quienes permitieron el trabajo de esta institución o en sus flujos de información y prácticas propias de la sismología de la época. Sin embargo, ha abierto la puerta al análisis que aquí se presenta, el cual profundiza en el desplazamiento gradual de los testigos de terremotos como agentes epistémicos de la creación del conocimiento sismológico y la configuración de expertos locales y nacionales en sismología.

Este desplazamiento se puede observar en profundidad a través de un caso clave en la historia de la sismología de Chile: el terremoto de Valparaíso de 1906, cuyas devastadoras consecuencias movilizaron intereses académicos y políticos que previamente se habían venido articulando, pero que cobraron relevancia social tras el sismo. Este caso permite analizar la configuración de un gran abanico de especialistas, puesto que tras este acontecimiento se designaron comisionados, se contrataron especialistas extranjeros y se seleccionó al personal idóneo para las instituciones científicas de observación sísmica que conformaron el Servicio Sismológico Nacional. Profundizar en las circunstancias de estas decisiones y acciones, como también en la trayectoria de estos observadores de terremotos, permitirá problematizar la construcción de expertos.

¿Cómo algunas personas se constituyeron como expertos en terremotos en la época? Esta es la pregunta que este libro se propone abordar, partiendo de la premisa de que la experticia no es una característica propia de la persona denominada experta. No es una cualidad dada por la acumulación de conocimientos específicos en una materia. Es una construcción social en la cual una persona es considerada experta por un otro, que proviene de comunidades específicas (como la comunidad política, científica o académica). Para ello, la coyuntura y la potencia desempeñan un rol central. La potencia, entendida como la capacidad para realizar una acción, producir un efecto, imponerse ante los demás o influir en ellos, tiene especial relevancia en la configuración de experticia sísmica en Chile. Muchos quienes fueron considerados expertos en terremotos ante la sociedad, la clase política y científica en Chile, tuvieron la capacidad o potencia material para estudiar terremotos y la capacidad o potencia de negociación con tomadores de decisiones. La configuración y disputas de experticias fue crucial en las coyunturas de terremotos y posterremotos. Estas instancias resultaron idóneas para que diversas personas se configuraran como expertos en la sociedad y ante sus pares, legitimando técnicas, teorías y conocimientos sísmicos.

Tras el devastador terremoto de 1906, se producen tres situaciones que permiten estudiar cómo se configuran estos expertos en materia sísmica a inicios del siglo XX: la constitución de la Comisión para el Estudio Científico del Terremoto el mismo año, la contratación del ingeniero militar francés Montessus de Ballore en 1907 y la organización del Servicio Sismológico de Chile en 1908. Estas tres situaciones puntuales permiten también comprender los intereses para la creación de una institución científica que estudiará los terremotos en Chile y cómo se dio el ordenamiento y oficialización de redes y prácticas de observación. A través de este estudio es posible aportar una mirada más amplia sobre la construcción del conocimiento sísmico en el país, que incluye a más agentes de observación que lo que se ha abordado tradicionalmente. Permite vislumbrar cómo comisionados, expertos estatales e instituciones, desplazarán a divulgadores y predictores en cuanto a autoridad científica y uniformarán la pluralidad de saberes sísmicos.

Específicamente, el estudio de la constitución de una delegación científica como la de 1906 permite comprender el rol que juegan las decisiones políticas en la creación de comisiones científicas y las condiciones materiales en la propia investigación científica. La contratación en Chile de especialistas extranjeros, como Fernand Montessus de Ballore se ha planteado por la historiografía local como una consecuencia lógica y directa del terremoto de 1906, como una decisión más que tomó la clase política para atender la emergencia37. Sin embargo, este hito y su configuración como sismólogo estatal, está lejos de ser un efecto inmediato de una catástrofe, sino muy por el contrario, como un proceso de institucionalización más complejo, el cual enmarcado y justificado por el terremoto va tomando forma mediante la negociación de diversos intereses y las posibilidades materiales del momento, como el dominio del idioma, las redes de contacto y los tiempos de respuesta, entre otros. Por otro lado, la organización del Servicio Sismológico de Chile, desde la selección de su personal e instrumentos a utilizar, posibilitará comprender la complejidad de redes especializadas y la configuración de los expertos según su capacidad en la producción de información y en la negociación con los tomadores de decisiones.

Sismógrafos de papel

Las relaciones entre prensa y terremotos han sido estudiadas por la comunicación y la historia. Investigadores e investigadoras en el área de la comunicación científica han analizado que la cobertura de catástrofes en los medios de comunicación hay un alto uso del relato testimonial-anecdótico de víctimas, como del sensacionalismo, del alarmismo y la espectacularidad38. En la historiografía chilena, se ha usado la prensa para estudiar los imaginarios y las percepciones sociales sobre los terremotos durante el siglo XIX y XX39.

Pero más allá de su relación con los terremotos y sus consecuencias, la prensa es un agente importante en los procesos de circulación del conocimiento científico con respecto a dichos fenómenos. Permite no solo conocer lo que las comunidades científicas quieren difundir, sino que al mismo tiempo permite profundizar en el imaginario público sobre los fenómenos, la naturaleza y los conocimientos. Además, visibiliza la forma en que la actividad científica y los expertos son presentados ante las audiencias40.

Sin embargo, la relación entre prensa y sismología es aún mucho más estrecha de lo que se cree. Los periódicos desempeñaron un rol fundamental en la construcción del conocimiento sísmico moderno, permitiendo no solo la producción de enormes catálogos de terremotos, sino también comprender que la sismicidad de los distintos territorios y regiones41. La prensa le permitió a los científicos del siglo XIX conocer los terremotos en distintas partes del mundo y pensar así en una sismología global.

Los corresponsales de los periódicos y diarios, los testigos presenciales de los terremotos, sus víctimas y las autoridades que daban los balances públicos oficiales de las catástrofes en sus relatos, reportaban su experiencia del terremoto, entregando diversos elementos de interés para los catalogadores, como por ejemplo la hora y duración de cada movimiento, el ruido y las réplicas. Estas observaciones eran publicadas en los periódicos locales, transportadas a través de barcos, traducidas a otros idiomas, convertidas nuevamente en noticias para alimentar a audiencias muchas veces exóticas y ajenas a las catástrofes que leían. Los catalogadores de terremoto, las recortaban, coleccionaban y extraían de sus tintas los datos necesarios para comprender los fenómenos que relataban: la dirección, hora, fecha y duración de los movimientos, las condiciones del clima, los sonidos subterráneos. En la prensa se podía encontrar reportes de distintas partes del mundo, sobre todo de terremotos y desastres naturales, un tema de interés particular para los periódicos decimonónicos. Los llamados sismólogos del siglo XIX soportaron parte de su trabajo en una fuerte cultura de observación aficionada de fenómenos astronómicos, sísmicos y meteorológicos, pero también se alimentaron del sensacionalismo mediático y del consumo voraz de las audiencias ávidas de desastres y tragedias.