Del pisito a la burbuja inmobiliaria

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Del pisito a la burbuja inmobiliaria
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DEL PISITO

A LA BURBUJA INMOBILIARIA

LA HERENCIA CULTURAL FALANGISTA

DE LA VIVIENDA EN PROPIEDAD, 1939-1959

HISTÒRIA I MEMÒRIA DEL FRANQUISME / 54

DIRECTORS

Ismael Saz (Universitat de València)

Julián Sanz (Universitat de València)

CONSELL EDITORIAL

Paul Preston (London School of Economics)

Walter Bernecker (Universität Erlangen, Núremberg)

Alfonso Botti (Università di Modena e Reggio Emilia)

Mercedes Yusta Rodrigo (Université Paris VIII)

Sophie Baby (Université de Bourgogne)

Carme Molinero i Ruiz (Universitat Autònoma de Barcelona)

Conxita Mir Curcó (Universitat de Lleida)

Mónica Moreno Seco (Universidad de Alicante)

Javier Tébar Hurtado (Arxiu Històric de Comissions Obreres de Catalunya, UB)

Teresa Ma Ortega López (Universidad de Granada)

DEL PISITO

A LA BURBUJA INMOBILIARIA

LA HERENCIA CULTURAL FALANGISTA

DE LA VIVIENDA EN PROPIEDAD, 1939-1959

José Candela Ochotorena

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© José Candela Ochotorena, 2019

© Del prólogo: Julián Sanz Hoya, 2019

© De esta edición: Universitat de València, 2019

Publicacions de la Universitat de València http://puv.uv.es publicacions@uv.es

Coordinación editorial: Juan Pérez Moreno

Ilustración de la cubierta: Vivienda-derribo de chabolas: Madrid 20/08/1957. EFE/YV

Maquetación: Inmaculada Mesa

Corrección: Letras y Píxeles S.L.

ISBN: 978-84-9134-507-7

ÍNDICE

PRÓLOGO

SIGLAS Y ABREVIATURAS

INTRODUCCIÓN

I. POSGUERRA Y CULTURA FRANQUISTA DEL HOGAR FAMILIAR

1. La posguerra. Vencedores y vencidos

2. La vivienda en la política social franquista

3. La doctrina familiar del Movimiento

4. El derecho a la vivienda familiar en propiedad

5. La arcadia falangista: el barrio nacionalsindicalista

II. MIGRACIONES Y SUBURBIO DEL PRIMER FRANQUISMO

1. Del campo a la ciudad

2. Las repúblicas regionales de la inmigración

3. Los suburbios

4. Familia, suburbio y hogar

5. En el barrio de chabolas

6. Emigración, identidad y discriminación

III. RECONSTRUCCIÓN Y POLÍTICAS DE VIVIENDA (1939-1953)

1. Legislación y ejecución de viviendas en la posguerra

2. Las finanzas insostenibles de posguerra

3. La batalla por el suelo de Madrid

4. Desencanto con la OSH

5. Los apoyos de la Iglesia y los empresarios

IV. DE LOS PLANES AL MINISTERIO DE LA VIVIENDA

1. Del Plan Bidagor al II Plan de la Vivienda

2. La obra sindical del hogar cambia el rumbo y el discurso

3. El II Plan Nacional de la Vivienda

4. Las viviendas de renta limitada

5. Poblados satélite y de absorción, y ley del suelo

6. Economía y finanzas del II Plan Nacional de la Vivienda

7. El suburbio y la asistencia social católica

8. Alarma social, el pequeño burgués y el digno trabajador

9. La clase media, el pisito y el cine

V. EL MINISTERIO DE LA VIVIENDA (1957-1959)

1. Un ministerio falangista

2. Arrese, auge y caída de un ministro

3. «La vivienda para el que la vive»

VI. EPÍLOGO: Una España de propietarios, no de proletarios

1. Ser propietario en país de pícaros

2. El aprendizaje ciudadano en el conflicto con la OSH

3. Las asociaciones vecinales y la propiedad

RECAPITULACIÓN Y CONCLUSIONES

Desenlace económico: la vivienda se financia en el futuro

Conclusiones

BIBLIOGRAFÍA

Fuentes de la época

Referencias bibliográfícas

PRÓLOGO

El presente de la mayoría de la población española continúa muy marcado por la grave crisis económica iniciada en 2007-2008, que entre otros factores asociamos al pinchazo de la burbuja inmobiliaria generada desde 1997, y por el desmesurado precio de la vivienda, sea en compra o en alquiler, que explica el fuerte endeudamiento de los hogares, con trágicos efectos sociales. Ha sido frecuente contemplar esta situación como una suerte de maldición llegada desde el cielo, como resultado de los arcanos de «la economía», asumiendo que las crisis son tan inevitables como el sistema capitalista neoliberal que las ha provocado. De hecho, no es ya que apenas se haya cuestionado, más allá de algunas promesas iniciales, el marco de (des)regulación financiera orientado a facilitar la especulación que está en el origen de la crisis global, es que ni siquiera se han revisado las políticas de la vivienda, de modo que volvemos a encontrarnos con un alza socialmente intolerable de los precios y con un contexto que parece abocarnos a una nueva crisis, que algunos expertos anuncian ya para fechas cercanas.

Sin embargo, la tendencia de los españoles y las españolas a endeudarse para comprar una vivienda como opción principal no es nueva, ni se puede explicar aludiendo únicamente a los bajos tipos de interés de los últimos años ni a los factores estrictamente económicos. Se trata, por el contrario, de algo que con frecuencia hemos asumido como natural, que hemos visto como el medio habitual de solventar la necesidad de vivienda, en buena medida porque así lo hicieron las generaciones nacidas en la larga posguerra, padres y madres que compraron sus pisos con gran esfuerzo en los años de la dictadura. Es decir, que la aspiración a la compra de una vivienda se relaciona también con un factor cultural heredado, que no cabe buscar en ninguna idiosincrasia natural española, sino que es histórico y se origina a partir de unos procesos históricos concretos, en los que intervienen factores económicos, políticos, sociales y culturales. Este es el punto de partida que dio pie a la investigación que presentamos en este libro.

Corría el año 2011 cuando me correspondió dirigir el trabajo de fin de máster en Historia Contemporánea de José Candela Ochotorena, doctor en Economía con una larga trayectoria profesional y docente, un hombre culto con un permanente interés por leer, por preguntarse, por comprender las claves que explican el funcionamiento del mundo como primer paso para transformarlo. Su planteamiento partía del problema de la vivienda, constatando la anomalía con respecto a buena parte de Europa que suponía la preferencia sistemática de los españoles por comprar una vivienda en propiedad, a despecho del fuerte endeudamiento en que incurrían y las amenazas que comportaba. Como explica en su trabajo, consideraba que el instrumental analítico de la economía era incapaz de explicar de forma convincente esta situación, por lo que se propuso analizar el desarrollo histórico de una cultura de la propiedad de la vivienda en España. Se puso manos a la obra y el resultado de su interés, su intuición y su trabajo fue una excelente tesis doctoral, calificada con sobresaliente cum laude, cuyos resultados se presentan de forma más sintética y accesible en este libro.

 

Creo que uno de los grandes méritos del autor es su esfuerzo por integrar elementos explicativos diversos. Resulta muy perceptible que conoce bien a los grandes analistas de las sociedades contemporáneas, algo especialmente notable en lo relativo a la tradición marxista y, dentro de esta, a la sensibilidad que atiende a la relevancia de los factores culturales, de Antonio Gramsci a Edward Palmer Thompson. Lejos de una historia en compartimentos estancos, por tanto, se inclina por una historia total, con sus diversas esferas en continua interacción, que integre un análisis multifactorial, poliédrico. Así, incorpora elementos de la teoría y la historia económica (cuyo instrumental conoce bien al ser su campo inicial de especialización), de la historia política renovada (nótese la atención a las culturas políticas, a las ideas y los mitos que configuran marcos de actuación política), de la historia social (la preocupación por los factores de clase, la situación de las clases subalternas y la historia desde abajo) y de la historia cultural (el análisis de la construcción de imaginarios en torno a la vivienda y al orden social). Trata de ensamblar todo ello e integrarlo en un relato explicativo complejo, pero accesible al público interesado.

Para estudiar el origen de la cultura de la vivienda en propiedad en España, José Candela pone su foco en las primeras décadas de la dictadura franquista, atendiendo a los contextos y los procesos que influyeron en la cuestión. Estudia así las concepciones de los vencedores, con especial atención a los imaginarios construidos por católicos y falangistas en torno al hogar y la familia, así como las propuestas para resolver los acuciantes problemas de vivienda y urbanización. Nos presenta la situación miserable de los suburbios que rodeaban las grandes ciudades, donde los inmigrantes procedentes del campo se hacinaban en chabolas levantadas a toda prisa aprovechando la noche. Explica los factores económicos que incidían en el mercado de vivienda, atenazado en la posguerra por la escasez de inversión pública y la falta de incentivos adecuados para la inversión privada, elementos que fueron modificándose en los años cincuenta. Uno de los aspectos más interesantes del trabajo es el análisis de las batallas internas del franquismo en torno al urbanismo y la política de vivienda, con especial atención al caso de Madrid, donde se enfrentaron las aspiraciones de los falangistas con los sectores conservadores más vinculados a los intereses creados. Aunque los primeros, como se verá, fueron con frecuencia derrotados, acabaron por acumular un gran poder como encargados de gestionar la política de vivienda de la dictadura y dirigir la insistente propaganda que exaltaba sus objetivos y sus logros. Por ello, uno de los ejes del trabajo es la política falangista de vivienda, en especial a lo largo de los años cincuenta, con el II Plan Nacional de la Vivienda y el surgimiento del Ministerio de la Vivienda en 1957, premio de consolidación para el arquitecto José Luis de Arrese tras la derrota de la ofensiva del partido único para asegurar su control futuro del régimen.

En todo caso, el análisis más o menos pormenorizado de las políticas franquistas no deja de lado la atención a las clases populares, a los procesos desde la base y a otros sujetos presentes: los procesos migratorios, la situación de los suburbios en las grandes capitales, la acción social católica, las percepciones culturales y los anhelos sociales sobre la vivienda (que con frecuencia se rastrean en la literatura, el cine o los seriales radiofónicos), los problemas que se encontraban los inquilinos de las viviendas sociales o, en el epílogo, las reivindicaciones del naciente movimiento vecinal. A través de todo ello, el autor percibe el modo en que la política falangista orientada a promover la vivienda en propiedad, con el declarado objetivo de anular las tensiones sociales y la lucha de clases, encontró un terreno fértil en una sociedad con graves problemas habitacionales y pudo converger o sumarse al desarrollo de la aspiración social a una estabilidad económica simbolizada por el hogar familiar en propiedad. De esta manera, en los años cincuenta se estaban poniendo las bases de la cultura de la vivienda en propiedad en España, asentada en la década siguiente.

Evidentemente, se trata de una investigación sobre los orígenes de esta cultura o tendencia a la vivienda en propiedad, que José Candela ha caracterizado como una institución cultural de la sociedad española. Pero ello no implica dar un brusco salto al presente, atribuyendo sin más las causas de la situación actual a los procesos desarrollados a mediados del siglo pasado. Esta cultura u obsesión por la propiedad se fue consolidando y generalizando en España en las décadas siguientes, en paralelo al desarrollo de un mercado inmobiliario fuertemente especulativo, que además se reforzó desde mediados de los años ochenta y de nuevo desde finales de los noventa, afirmando y profundizando un modelo protegido y promovido por las políticas públicas. Todo ello ha acabado haciendo de España uno de los países que encabeza los porcentajes de vivienda en propiedad y los precios de la vivienda en Europa, al coste de tener a una gran parte de la ciudadanía atrapada en una onerosa dinámica de endeudamiento y de sufrir reiterados ciclos de burbuja inmobiliaria que culminan en graves estallidos críticos. Y, sin embargo, sin que la reiteración de la secuencia y el malestar por los precios desmedidos de los pisos (sean en alquiler o en propiedad) hayan dado lugar a una modificación significativa de las políticas de vivienda que propician esta desastrosa situación –y, de paso, dé cumplimiento a uno de esos derechos constitucionales convertidos en papel mojado.

No podemos saber si esto cambiará en un futuro, pero desde la historia sí hemos de intentar explicar las causas y los procesos que han ido modelando nuestro presente. El trabajo de José Candela Ochotorena contribuye a esta explicación y hace también una necesaria aportación al mejor conocimiento de las políticas sociales y económicas de la dictadura franquista, sin el cual no resulta posible entender el significado, la duración y las características de aquel régimen; así como el contexto de penuria y de negación de derechos impuesto a sucesivas generaciones de españolas y españoles pertenecientes a las clases populares. Hay algo de homenaje, por tanto, a aquellas gentes trabajadoras que solo con mucho sacrificio, tenacidad y luchas pudieron acceder a su deseado «pisito», sí, pero también se reivindican los derechos civiles, laborales y sociales que se les negaban. Esta sensibilidad social, unida a la consideración intelectual y la buena relación personal, hacen que haya sido una satisfacción el poder contribuir en algo al trabajo y el que Pepe Candela me pidiera escribir el prólogo a este libro.

JULIÁN SANZ HOYA

Universitat de València

SIGLAS Y ABREVIATURAS


AACAsociaciones de Amas de Casa
AA. VV.Asociaciones de Vecinos
AACCAcción Católica
BHEBanco Hipotecario de España
CC. OO.Comisiones Obreras
CNS (OSE)Central Nacional Sindicalista (Organización Sindical Española)
DGRDDirección General de Regiones Devastadas
FET y JONSFalange Española Tradicionalista y de las JONS
HOACHermandades Obreras de Acción Católica
ICRNInstituto de Crédito para la Reconstrucción Nacional
INEInstituto Nacional de Estadística
INVInstituto Nacional de la Vivienda
JOCJuventudes Obreras Católicas
OSHObra Social (Sindical) del Hogar
SEUSindicato Español Universitario

INTRODUCCIÓN

It is sometimes remarked of an important research achievement that the hard part was in location the right question; finding the answer to that question then proved to be relatively ease (Nelson y Winter, 1982: 132).

Este libro intenta explicar una mutación cultural. Un cambio que se refleja en la siguiente comparación: en los años cuarenta, la inmensa mayoría de los habitantes de las grandes ciudades españolas, y de un gran número de las capitales de provincia y otras grandes poblaciones vivían en viviendas en alquiler; por el contrario, al inicio del siglo actual solo un 11,5% de las viviendas1 estaban ocupadas en régimen de inquilinato.

Según el censo del INE de 2001, el índice de propietarios de la vivienda familiar en España es del 88,5%. Si lo cotejamos con otros países europeos, la posición más cercana a la española es la del Reino Unido, con un 70%. En Finlandia la cifra es del 66%; en Suecia, 59%; en Francia, 53%; en Países Bajos, 48%, y en Alemania, 43% (García Montalvo, 2004: 7; gráfico 10). Todos ellos muy por encima del índice español.

La posguerra europea había contemplado la construcción de centenares de miles de viviendas sociales en alquiler; empezando por Reino Unido, y Europa no se incorporó a la preferencia por la propiedad de la vivienda social hasta la crisis del petróleo de los años setenta del siglo XX, cuando la ideología dominante de las burocracias públicas comenzó a virar del Estado benefactor al neoliberalismo. Francia fue la primera en cambiar el enfoque en 1977; año en que la Comisión Barre del Parlamento francés recomendó modificar el régimen de subvenciones a la vivienda social, para favorecer el acceso de las clases trabajadoras francesas a la propiedad. El presidente Valéry Giscard d‛Estaing presentó el informe, utilizando palabras que podía haber pronunciado Jose Antonio Girón treinta años antes: vamos a ligar al pueblo al orden establecido por medio del vínculo que supone la propiedad (Bourdieu, 2014: 39). Luego vinieron Margaret Thatcher y, más tarde, con la caída del Muro de Berlín, los países del Este.

Para entender esta anomalía española, es preciso ubicarla en el contexto de posguerra y de las migraciones que se dieron en esos años. En 1950 el Instituto Nacional de Estadística (INE) realizó el primer censo fiable de población y vivienda; según el cual había en España 6.287.000 viviendas, de las cuales estaban ocupadas 5.958.700. Veinte años más tarde, el censo de 1970 recogía un total de 10.655.000 viviendas, de las cuales estaban ocupadas 8.504.300. Esto es, en veinte años el parque de vivienda en España había crecido un 69,4%, pero su ocupación solo lo hizo en un 42,7%. Lo cual es un índice de un parque en proceso de abandono, o de un aumento de colocación de los ahorros en inmuebles vacacionales, o de ambos. La intensidad de las migraciones del periodo estudiado, como veremos, refuerzan la hipótesis del abandono rural.

Por lo que hace a la propiedad, en 1950 se estimaba que la vivienda urbana en propiedad rondaba el 20%, porcentaje que se duplicó en 1960 con un 43% de las viviendas principales propiedad de sus ocupantes, tendencia que alcanzó en 1970 la cifra del 70% (el nivel más alto de Europa en esas fechas). Es decir, en veinte años, el número de viviendas urbanas en propiedad en España se multiplicó por 3,5. Desde 1970 se llegó a las cifras ya vistas de 2001. Un periodo de 30 años durante los cuales España ha sido el país europeo con un porcentaje mayor de ciudadanos que son propietarios de su vivienda.

Estas cifras cobran aún más sentido cuando se comparan con la demografía. Los censos del INE nos informan de que España tenía alrededor de 26 millones de habitantes en 1940, y 28.172.268 en 1950, un 40% de los cuales vivían en los municipios (pueblos) de menos de 5.000 habitantes; más tarde, en 1970, tenía 34.041.531, de los cuales menos del 20% vivían en pueblos. El país no solo había crecido en población, sino que más de seis millones de españoles habían emigrado a municipios más grandes; y tres millones, entre los años 1957 y 1970, lo habían hecho al extranjero. Estas migraciones creaban una necesidad abrumadora de nuevas viviendas y, en parte, dotaron los recursos para edificarlas.

 

Los tres bloques de datos citados, revelan un comportamiento muy peculiar del mercado inmobiliario español en relación con el contexto europeo. Son cifras que nos presentan una, hasta cierto punto, anomalía que debe ser explicada. Este trabajo de investigación histórica, presentado en octubre de 2017 para mi tesis doctoral,2 está dedicado a buscar una explicación a estas peculiaridades del mercado inmobiliario español. La investigación parte de la convicción de que, para comprender fenómenos como el descrito, es necesario ir más allá de las explicaciones que nos proporciona la caja de herramientas del economista, mediante la incorporación de una perspectiva histórica.

Como economista me ha interesado el fenómeno de la persistencia de pautas idiosincrásicas en el mercado de vivienda español. Desde luego, no es ajena a este interés mi propia experiencia. La sucesión periódica de burbujas y crisis de la construcción fue responsable del cierre de la primera empresa donde tuve un empleo de mi profesión; acontecimiento que me envió al paro en 1979. Paradójicamente, tres años antes, cuando esa inmobiliaria de Madrid donde trabajaba, anunciaba en la prensa del fin de semana una nueva promoción en la Elipa, Chamartín, o Pacífico; el lunes por la mañana a la hora de incorporarnos al trabajo, se había formado una cola de personas en la calle, esperando a que se abrieran las oficinas de venta. Muchos venían con sobres de billetes de mil pesetas, ahorros enviados por algún familiar emigrante; Europa iniciaba la recesión y ellos preparaban la vuelta. Mientras, nuestro país estaba en plena transición a la democracia, subido a una burbuja inflacionaria que llevaría el IPC anual hasta el 25%.

Los economistas analizábamos estas peculiaridades del mercado inmobiliario español, utilizando para ello las herramientas estándar: la estructura de oferta del mercado, la repercusión del valor del suelo, las prácticas de stock de solares de las empresas inmobiliarias, la connivencia de los comisarios públicos para el control urbanístico con los gestores de las sociedades inmobiliarias, las tramas de relaciones entre las instituciones financieras y el negocio de la vivienda, la venta sobre plano de las promociones, la acumulación del suelo y, finalmente, el contexto inflacionario, que devalúa las deudas y convierte las viviendas en activos financieros.

Excepción hecha de la conservación del valor del capital; estos factores explicaban la carestía de la vivienda, pero no podían dar cuenta de la persistencia de esa pulsión de los españoles a endeudarse de por vida para tener una vivienda en propiedad; pulsión que hoy, cada vez más, se desvela como el humus que alimenta la tendencia de la oferta a superar la demanda solvente, creando esa reserva de viviendas vacías que no salen al mercado de alquiler, y compiten por los recursos económicos y financieros con los sectores más intensivos en tecnología (Rodríguez, 2006). Estos hechos chocan con la teoría económica, que prescribe, en este escenario, bajadas de precio y parálisis de la oferta, lo cual nunca había ocurrido hasta que, integrados en el euro, la economía española ya no puede recurrir a la devaluación monetaria y la inflación, para mantener su estructura de oferta en el cambio de coyuntura posterior a 2007.

Nos encontramos, pues, con un panorama social complicado que difícilmente puede explicarse de manera satisfactoria con las herramientas de teoría económica disponibles. Pero tampoco es menos cierto que a lo largo de su historia las disciplinas económicas han tenido que dar respuesta a problemas mucho más complejos. En tales ocasiones esas respuestas se han formulado recurriendo a marcos teóricos construidos en conexión con otras ciencias o disciplinas sociales. Así, la economía política ha recurrido hoy a la historia, para explicar las burbujas de deuda (Hyman, 2011). Pero también a la filosofía, como es el caso de Marx cuando, en el siglo XIX, tuvo que afrontar el tema más controvertido de su época: el del valor del trabajo. De modo similar, al comienzo del último tercio del siglo XX, cuando Europa, en plena luna de miel con las políticas de inclusión social y pleno empleo, entró en crisis; de nuevo los economistas se han sentido incapaces de encontrar en los cuerpos teóricos al uso las herramientas necesarias, no solo para explicar lo que ocurre, sino incluso para formular las preguntas pertinentes. Los economistas que quieren comprender este cambio de siglo, recurren a la historia y la antropología, como el espacio en que los seres humanos construimos la cultura, esto es, unos determinados «sistemas de conocimientos y creencias»3 que pautan el consumo.

Consecuentemente, incluso para un economista, la pregunta: ¿de dónde viene esta inclinación tan arraigada en los españoles por la vivienda en propiedad?, solo puede encontrar respuesta en el proceso histórico de creación de la «preferencia por la propiedad de la vivienda». Si esa pulsión no existía en los españoles de las ciudades republicanas; sí aparece con fuerza a finales de los cincuenta y se consolida en los años sesenta, la explicación de esa presencia hay que buscarla en los procesos culturales que se desplegaron entonces. En algún momento las clases medias y trabajadoras urbanas adquirieron el hábito de preferencia por el disfrute de la vivienda en propiedad frente a la opción del alquiler. Una cultura que ha mantenido toda una actividad económica fuertemente determinante en el desarrollo económico de España, y que ha tenido repercusiones notables en la organización y sostén del poder político local.

Obligados por las circunstancias, como veremos, los españoles tuvimos que aprender «a vivir en las ciudades» y lo hicimos a lo largo de un periodo que podemos iniciar en 1939 y concluir, más o menos, en 1970, si bien los momentos más intensos de ese aprendizaje se vivieron en las décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo pasado. Por lo que sabemos,4 en el auge inmobiliario del periodo 1969 a 1977 un porcentaje significativo de las promociones de pisos de las capitales de provincia fue financiado por remesas enviadas por emigrantes, que concentraban en la adquisición de la vivienda una parte muy importante de la inversión de sus ahorros. Este comportamiento es revelador de una «creencia» subyacente, la cual nos indica que entre el desarraigo del medio rural, por una parte, y la decisión de invertir en una vivienda en la ciudad por otra, media un aprendizaje que va desde el oficio conseguido en el lugar de inmigración5 a la certeza de que el proceso de urbanización no tiene vuelta atrás. Si, como hemos visto, las pautas de los países de destino, Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, etc., no avalarían la preferencia por la vivienda en propiedad, puede concluirse que la elección de invertir en un piso frente a la de formar un capital para un negocio y optar por vivir en alquiler, implica un hábito desarrollado en los años previos a la emigración.

¿Cuáles fueron los incentivos que fomentaron y dieron como resultado esos comportamientos? Veremos que los gobiernos de posguerra impulsaron la pauta de tenencia en propiedad de la vivienda desde organismos como el Instituto Nacional de la Vivienda y los Patronatos de funcionarios, o la Obra Sindical del Hogar y Regiones Devastadas. Comenzaron por la adjudicación de viviendas a la clase media: ciudades jardín, poblados corporativos y otras modalidades, o con casas para trabajadores, afiliados obligados a los sindicatos, y para agricultores. Luego vinieron los polígonos de vivienda social para familias inmigrantes, que habitaban en barrios de chabolas: Unidades Vecinales de Absorción (UVA), ciudades satélite, etc. Estas iniciativas gubernamentales se acompañaban de la utilización de mecanismos políticos, coercitivos y de inducción cultural, que combinaban el adoctrinamiento propagandístico, la represión de la movilidad, la financiación de hasta cincuenta años del coste, la promulgación de políticas claramente lesivas para el alquiler, la destrucción del patrimonio cultural inmobiliario para liberar suelo, e incentivos fiscales a la construcción de viviendas en propiedad (Betrán, 2002; Naredo y Montiel, 2011). Políticas que estaban dirigidas a una sociedad que, sobre todo, quería estabilidad, olvidar el pasado reciente, crear una familia, salir del agujero del subdesarrollo y la ignorancia, liberarse de las servidumbres de la vida rural, encontrar un lugar donde establecerse y proyectarse en un futuro para sus hijos. Porque, sobre todo, el deseo de los españoles y españolas en aquellos años era casarse y formar una familia, única manera imaginada de construir una vida.6 El conjunto formado por este icono del hogar y por el andamiaje social que lo hizo viable se convirtió en una institución de la sociedad española, con evidentes repercusiones económicas y sociales, aunque no haya merecido la atención de los investigadores hasta la hora presente.7

Ciertamente, otros investigadores han enfocado el tema de la vivienda durante el franquismo desde otras inquietudes científicas. Pero ninguno ha indagado en la cultura de propiedad y sus orígenes. En la tesis doctoral referenciada en páginas previas, se detalla el «Estado de la cuestión» (pp. 13-26) en relación con las investigaciones relevantes para nuestro trabajo, las cuales han sido realizadas por historiadores del franquismo, economistas, arquitectos y sociólogos, en torno a la vivienda durante el «primer franquismo». En nuestro libro se ha suprimido ese apartado, para hacer su lectura más fácil, entre otras cosas, porque la tesis completa está disponible en Internet con acceso libre a todo el texto. En ella, además, se define la metodología aplicada a la investigación (pp. 26-36), especialmente la utilización del concepto de «contingencia cultural», desarrollado por el antropólogo Clifford Geertz en su obra La interpretación de las culturas; así como la dialéctica institucional en las sociedades capitalistas modernas, según la ven Peter Blau (1998), Mary Douglas (1996) o Daron Acemoglu y James Robinson (2008); desde cuya perspectiva analizamos la preferencia por el régimen de propiedad de la vivienda que tienen los españoles; indagando en la cultura franquista de la vivienda, las instituciones con ella relacionadas, y los valores y necesidades ciudadanas que la nutren.

La investigación pretende concretar los hitos del proceso histórico que contribuyeron al nacimiento y consolidación de una cultura de la vivienda en propiedad. Mito cuyo simbolismo transita desde un contexto de cambio de la sociedad rural a la ciudadanía urbana, sometido a las reglas de juego de una dictadura fascista y nacional católica; a otro de consolidación del capitalismo moderno en una sociedad regida por las reglas de juego de la democracia liberal. La tarea recopilatoria de información realizada persigue documentar por qué para los españoles el hogar «propio», concebido como propiedad de una vivienda, se convirtió en un símbolo de la emancipación personal y familiar en un momento concreto de nuestra historia. Lo cual no quiere decir que desaparezca con él, pues el citado icono ha demostrado tener una gran capacidad de supervivencia.