Read the book: «Y de pronto... ¡Un latido!»

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© del texto y de las ilustraciones: Javier Arredondo Montero

© corrección del texto: Equipo BABIDI-BÚ

© de esta edición:

Editorial BABIDI-BÚ, 2021

Avda. San Francisco Javier, 9, 6ª, 23

Edificio Sevilla 2

41018 - Sevilla

Tlfn: 912.665.684

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Producción del ePub: booqlab

Primera edición: diciembre,2021

ISBN: 978-84-18996-72-6

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra»

“A mamá, a los yayos, al tito y a Mamen, a Danito, y por supuesto a monito. Gracias por estar ahí. Gracias por hacerlo posible. Os quiero”


Índice

CAPÍTULO 1. Un corazón que no funciona

CAPÍTULO 2. Un extraño lugar

CAPÍTULO 3. La felicidad está en el camino

CAPÍTULO 4. Todo lo que se puede tener

CAPÍTULO 5. Corazón lleno, corazón vacío

CAPÍTULO 6. La barca

CAPÍTULO 7. Coser un corazón

CAPÍTULO 8. Un truco de magia

CAPÍTULO 9. Recuerda

CAPÍTULO 10. Un nuevo corazón


Capítulo 1
Un corazón que no funciona

Toda gran historia debe comenzar con un gran protagonista. Y aunque no puedo prometer que esta vaya a ser una gran historia, sí que puedo prometeros que comienza con una gran protagonista.

Nuestra pequeña protagonista se llamaba Cira, que significa sol, y el nombre le iba que ni pintado: ¡Cira desprendía luz y calor! Cira tenía muchos amigos, pero sin ninguna duda su mejor amigo era Dafoe, su oso de peluche, que siempre estaba con ella para compartir aventuras y para protegerla por las noches de los monstruos que habitaban debajo de la cama.

Cuando esta historia ocurrió, Cira acababa de cumplir ocho años. Aquel día, como cada día, se había levantado, se había vestido, había desayunado y había ido a la escuela con sus amigos. Pero ese día fue distinto. Cuando estaba en el recreo, Cira notó de repente un fuerte dolor en el pecho. ¡Qué sensación tan extraña!

Al llegar a casa, les contó a sus padres lo ocurrido, y estos, preocupados, decidieron llevarla al médico.

Cira pasó un montón de tiempo en el hospital haciéndose aburridas pruebas. Le pusieron pegatinas en el pecho, le hicieron correr en una cinta que no llegaba a ninguna parte…, ¡y hasta la metieron en un tubo gigante que parecía una nave espacial!


Algunos días después de aquello, Cira recibió una terrible noticia: su corazón no funcionaba bien y había que cambiarlo por uno nuevo.

Los padres de Cira lloraron y lloraron, aunque ella estaba tranquila. ¡Sabía que Dafoe la protegería! Lo que sí preocupaba a Cira era ver a sus padres tan tristes.

Un tiempo después, Cira volvió al hospital para que le cambiasen el corazón. Le explicaron que irían a una habitación mágica, que le darían una medicina especial y que se quedaría dormida. Después de eso, ¡despertaría con su nuevo corazón!


Pero Cira no estaba muy convencida de todo aquello.

Antes de ir a la habitación mágica, se despidió de sus padres con un largo y fuerte abrazo. Lo que sus padres no sabían es que la noche anterior, Cira había hecho un precioso corazón de felpa con su kit de manualidades, y lo había escondido en su mochila. Cira era una niña muy lista y previsora, y pensó que sería bueno tener un plan de emergencia por si los médicos perdían su nuevo corazón.

¡Todo fue muy rápido! Cuando Cira quiso darse cuenta, ya estaba en la habitación mágica. ¡Qué raro era todo! Había un montón de gente en pijama y unas luces muy fuertes en el techo. Cira se asustó un poco (¡hasta los más valientes se asustarían!).

Entonces miró y vio que Dafoe estaba a su lado. Eso la tranquilizó.

Cuando Cira quiso darse cuenta, cayó en un largo y profundo sueño.


Capítulo 2
Un extraño lugar

Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que se encontraba en un lugar muy extraño. Todo estaba lleno de enormes árboles y de hojas caídas. Parecía un bosque, pero Cira estaba segura de que nunca había estado allí. Se frotó con fuerza los ojos pensando que era un sueño.

De pronto el cielo se cubrió de nubes y empezó a llover con fuerza. Cira se cubrió con su chaqueta y comenzó a caminar sin rumbo, buscando un lugar donde refugiarse.

Un rato después encontró una pequeña cueva. El interior estaba muy oscuro y apenas podía ver nada, pero desde luego prefería estar a oscuras que empaparse. Se adentró en la cueva, tratando de no hacer ruido con sus pisadas, por si había alguien más allí.

Entonces, un poco más adelante, Cira vio una luz.

Se acercó despacio. Había una pequeña hoguera y una manta en el suelo.

Cira se sentó junto a la hoguera, se sacudió el agua de la lluvia, y acercó las manos al fuego para calentarse. En aquel momento pensó en sus padres y en Dafoe. ¿Dónde estaban? Cira quería volver con ellos.

La lluvia seguía cayendo. El fuego, poco a poco, se iba apagando, y la cueva cada vez estaba más oscura. Cira se puso nerviosa. Aquel sitio parecía peligroso. Además… ¡estaba sola! Y ella nunca se había sentido así, tan desamparada.


De pronto Cira notó dos patas peludas abrazándola por detrás. Rápidamente se giró y una enorme sonrisa se dibujó en su cara. ¡Era Dafoe!

—¡Dafoe! —Cira lo abrazó con fuerza—. ¡Te he echado mucho de menos! Estaba muy preocupada.

Echaron al fuego unas ramas que Dafoe había traído del bosque y comieron unas fantásticas nubes de chuche asadas que Cira guardaba en su mochila. Después, los dos se quedaron dormidos junto al fuego.

Debieron de pasar varias horas. Cuando abrieron los ojos de nuevo, solo quedaban brasas en la hoguera. Entonces Cira escuchó con atención: había dejado de llover.

Salieron de la cueva y comenzaron a caminar por el bosque. Dafoe, que era muy listo, iba haciendo pequeñas marcas en la corteza de los árboles por si se perdían.

Un rato después, vieron una pequeña casa a lo lejos con un bonito huerto en su parte de atrás.

La casa era redonda y bastante pequeña. El tejado era rojo y tenía una bonita chimenea de la que salía humo. Parecía una tetera. ¡Solo le faltaba el asa!

Cira y Dafoe se acercaron a la puerta.

Llamaron al timbre varias veces, pero nadie abrió. A Cira se le ocurrió que igual el dueño estaba jugando al escondite con sus amigos.

—El huerto sería un buen sitio para esconderse. ¿No? —dijo Cira, y Dafoe asintió.

Así que, dispuestos a averiguar si tenían razón, se dirigieron allí.

Junto al huerto vieron a un joven zorro tarareando. Pero en lugar de estar jugando al escondite, estaba regando unas hermosas verduras.

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