Read the book: «Liturgia y piedad popular»
Director de Cuadernos Phase: Gabriel Seguí Trobat
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Edición digital: octubre de 2020
ISBN: 978-84-9165-395-0
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Introducción
Los trabajos que publicamos a continuación son las ponencias de la jornada de estudios del Instituto Superior de Liturgia de Barcelona que tuvo lugar el 12 de febrero de 2020 en el Seminario Conciliar de Barcelona. Los intervinientes fueron el profesor Luis Rueda, sevillano, canónigo de la catedral hispalense, gran conocedor de la liturgia hispánica y profesor de la Facultad de Teología de Sevilla. Es licenciado en Sagrada Liturgia por el Pontificio Instituto de Liturgia de San Anselmo de Roma y tiene la experiencia de la vivencia religiosa popular andaluza; los obispos de esa región hace años que han publicado reflexiones de gran calado sobre este tema. En segundo lugar, el Dr. Gonzalo Guzmán, Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y del Instituto de Liturgia ad instar facultatis del Ateneu Universitari Sant Pacià.
En el discernimiento de la relación entre la liturgia y la religiosidad popular, que es un tema ya clásico de la pastoral litúrgica, ha surgido últimamente un elemento nuevo de reflexión: la categoría de «lo popular»; cabe insistir en calidad de «categoría», puesto que introduce en el debate una perspectiva completamente diferente, la de los lugares teológicos (Melchor Cano), que no había sido contemplada hasta este momento. Precisamente, este fue el objeto de investigación de la tesis doctoral del Dr. Gonzalo Guzmán, ahora publicada con el título Lo popular como un lugar teológico de encuentro entre la liturgia y la piedad popular. Se trata de un planteamiento teológico-litúrgico y pastoral novedoso, preñado de posibilidades. Añádase además el Magisterio del papa Francisco en estos últimos siete años, que ha aportado nuevos cauces de reflexión. En el caso del Santo Padre y del Dr. Guzmán, nos encontramos con la experiencia latinoamericana de lo que se ha llamado «la religión del pueblo», el mismo sujeto integral de la celebración de los santos misterios.
Por otra parte, el profesor Luis Rueda nos ayuda a reflexionar sobre la temática desde el ángulo de la evolución teológica en el Magisterio universal y latinoamericano desde el Directorio sobre piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones (2002) hasta Francisco.
El objeto de nuestro estudio en esta jornada nos interesa en el Instituto de Liturgia por diversos motivos:
a) La procedencia latinoamericana de una gran parte de nuestros alumnos, aunque a los nacidos en el continente africano se les plantea también como un ámbito de reflexión.
b) La proyección pastoral en una Catalunya que ha recibido una gran cantidad de inmigrantes latinoamericanos en los últimos años y que acuden a nuestras parroquias con toda la carga de su vivencia religiosa, y a quienes debemos atender con solicitud y lucidez.
c) La pretensión del Instituto de ofrecer una reflexión rigurosa y a la vez útil sobre el ars celebrandi, ciertamente afectado por la religión del pueblo e históricamente ligado con él.
Me atrevo a presentar tres criterios para la reflexión y el debate:
a) Los altiora principia de la constitución Sacrosanctum concilium para la reforma litúrgica, junto a la reflexión magisterial, incluida la de los obispos.
b) La experiencia histórica y la de otras familias litúrgicas, comprendida la de la tradición oriental ortodoxa.
c) Los principios de la antropología litúrgica –sin descuidar la cultural– que el Movimiento litúrgico y la teología litúrgica contemporánea han ayudado a explicitar y a aplicar fecundamente.
El análisis de la relación entre la piedad popular y la liturgia no está en absoluto concluido; pretenderlo sería cerrar en falso un camino de gran importancia para atraer a la liturgia a las comunidades populares. Tampoco se puede resolver puramente por vía autoritaria, pues el propio Magisterio ofrece una notable gama de matices según la perspectiva adoptada o el ámbito geográfico desde el que discierne. Indudablemente, entre la piedad popular y la liturgia existe una relación dialéctica en grados cambiantes según los tiempos, los lugares y los modos. En todo caso, está claro que lo que se juega es el seguimiento del Señor resucitado y el anuncio del Evangelio por parte de la Iglesia.
Finalmente, me parece avizorar tres falsos caminos en este itinerario de discernimiento:
a) Ignorar la vivencia religiosa popular o considerarla una corrupción de la única espiritualidad cristiana, que es la litúrgica.
b) La concepción puramente folklórica y cultural de la religión del pueblo, al hilo de la disociación protestante entre fe y religión.
c) Lo contrario, o sea el desprecio de la liturgia como si fuera un ámbito vedado «al pueblo», sin matices, casi reduciéndola al mero cumplimiento del deber de religión por parte de una élite, y entendiendo que el único espacio de vivencia auténtica de la fe es la religión del pueblo.
Gabriel Seguí Trobat
El camino teológico de la piedad popular en el Magisterio universal y latinoamericano desde el Directorio sobre la piedad popular hasta el papa Francisco
Luis Rueda Gómez
Preámbulo
Después del Concilio Vaticano II ha habido una revalorización de la piedad popular en casi todos los niveles. Ciertamente se ha pasado de la sospecha vertida por algunos autores del movimiento litúrgico sobre los ejercicios piadosos a una gran apreciación de sus valores también en el campo teológico. Ello ha sido motivado por los estudios que sobre este fenómeno se han hecho desde muchos ámbitos como la fenomenología de la religión, la antropología cultural, la sociología, etc.1 Y, también, en el propio ámbito eclesial con manifestaciones del Magisterio de la Iglesia y, sobre todo, con los estudios de tipo teológico y pastoral sobre la piedad popular. Hay que reconocer que la Iglesia latinoamericana ha hecho una gran aportación a la Iglesia Universal, particularmente las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (CELAM), como tendremos ocasión de reseñar.
El documento Evangelización y Renovación de la piedad popular de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española se expresaba así:
«1. En el momento presente, veinte años después del Concilio Vaticano II, asistimos a un esfuerzo serio de armonizar ambas expresiones de religiosidad. El redescubrimiento de la piedad popular se produjo en los últimos años de la década de los sesenta, convirtiéndose en un fenómeno de amplia resonancia cultural, social, pastoral y religiosa. Desde entonces se ha hablado y se ha escrito mucho en todas partes sobre este tema. Los medios de comunicación social, con fines y perspectivas distintos muchas veces, se han hecho eco también de este fenómeno.
2. El atractivo que despierta la piedad popular se pone de manifiesto en el interés con que la estudian las ciencias del hombre, la teología y la pastoral. Este atractivo coincide con el declinar parcial de la secularización, a la que sucede la seducción del espíritu, lo que el Sínodo de los Obispos de 1985 ha llamado vuelta a lo sagrado, o sea, “los signos de una nueva hambre y una nueva sed hacia las cosas trascendentes y divinas” (Relación final II, A 1).
Las causas del redescubrimiento de la piedad popular son muy variadas. Entre las más significativas cabe destacar el hecho de que, para las ciencias del hombre, en esta religiosidad se revela lo más profundo de la persona. Además, a este nivel, el hombre se siente radicalmente liberado y experimenta una plenitud insospechable. Por eso, cuando el hombre abandona los cauces religiosos tradicionales, tiene que crear otros sustitutivos o cae en un reduccionismo asfixiante de tipo pragmático. Las expresiones religiosas son sustituidas por expresiones folklóricas, artísticas, políticas o deportivas, al servicio del placer, del dinero o del poder.»2
Es cierto que en el título que se nos dio para este trabajo el límite se estableció en la publicación del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia,3 no obstante, para saber de dónde partimos y a dónde hemos llegado me ha parecido que había que comenzar en los documentos del Concilio Vaticano II y tener también en cuenta el Magisterio del papa Pablo VI y el importante Documento de Puebla del CELAM. Trataremos de hacer un sencillo análisis, no hay espacio para más, de tipo diacrónico que nos permitirá señalar cómo vamos avanzando por el camino que se nos ha propuesto.
En este camino señalaremos tres aspectos que creo que son los más importantes. En primer lugar, haremos referencia al vocabulario utilizado por los documentos: constataremos que hemos partido desde una situación un tanto babélica y hemos llegado casi a un consenso. Al menos desde los documentos. En segundo lugar, analizaremos las relaciones entre la liturgia y las expresiones de la piedad popular: donde se parte desde la mezcla y la confusión y hemos llegado a la afirmación de la legitimidad de las expresiones de la piedad popular. Lo cual da lugar a la consideración de las mutuas relaciones y enriquecimientos que puede haber entre ellas en la esfera del único culto que puede llamarse cristiano. Por último, nos entretendremos en la que consideramos etapa principal del camino, que afecta a las dos anteriores, que ha ido desde el desprecio y la minusvaloración de la piedad popular y ha llegado a la consideración de los aspectos teológicos que están en la base, tanto de la posible valoración, como de la posible renovación de la piedad popular. Por último, ya en la meta, dedicaremos algún párrafo a la consideración de la piedad popular como «lugar teológico». Aunque es el final de nuestro camino, en realidad representa un nuevo punto de partida como tendremos ocasión de comprobar.
1. Desde la «religiosidad popular», pasando por la «piedad popular», hasta la «mística popular»
Muchos han sido los términos con que los autores e incluso el Magisterio se han referido al fenómeno que nos ocupa, así se han utilizado: religiosidad popular, folklore popular, piedad popular, catolicismo popular, religión popular e, incluso, liturgia popular, ejercicios piadosos, devociones, etc. Aunque se puede advertir una cierta sinonimia conceptual en su uso, a veces, cada expresión encierra conceptos que acentúan distintas comprensiones del fenómeno.4
Nos parece importante, pues, que hagamos un acercamiento a los conceptos siguiendo el uso que han tenido en el Magisterio eclesial para que, al menos en nuestro ámbito, sepamos a lo que nos estamos refiriendo con las expresiones que utilizamos y que, desde nuestro punto de vista, representa ya un punto de llegada o camino recorrido.5
Creemos, además, que este análisis nos dará ya una clave para comprender la revalorización a la que antes nos referíamos.
1.1. La Constitución Sacrosanctum Concilium 13
El Concilio habiendo establecido que «la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10), también afirma que «la participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual» (SC 12). Esta vida espiritual tiene que alimentarse con la oración tanto comunitaria como personal, haciendo una oración constante, «llevando siempre la mortificación de Jesús en nuestro cuerpo», para «hacer de nosotros mismos una ofrenda eterna» para el Señor (cf. SC 12). En este contexto se remiendan las prácticas piadosas que son llamadas (cf. SC 13):
– «Pia populi christiani exercitia». Ejercicios piadosos del pueblo cristiano que son conforme a las normas y leyes de la Iglesia, especialmente los que se hacen por mandado de la Sede Apostólica.
– «Sacra Ecclesiarum particularium exercitia». Ejercicios sagrados de las Iglesias particulares que se hacen por mandato de los Obispos, según las costumbres y libros legítimamente aprobados.
– Añade respecto su naturaleza que la sagrada liturgia está muy por encima de ellos.
– La condición de su valoración es que estos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, vayan de acuerdo con la sagrada liturgia, «en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan».
Los designa, pues, con el término ejercicios piadosos del pueblo cristiano. En cuanto a su naturaleza las expresiones de la piedad popular están (muy) por debajo de la liturgia y de ella deben derivar y hacia ella conducir.
1.2. La Constitución Lumen gentium del Concilio Vaticano II
La Lumen gentium dedica dos números al culto de la Santísima Virgen en la Iglesia. Los términos que utiliza en LG 66 son: «es honrada por la Iglesia con un culto especial», «es venerada», «el culto del pueblo de Dios hacia María», «diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios»; y en LG 67: «culto a la Santísima Virgen», «prácticas y ejercicios de piedad hacia ella», «culto a las imágenes de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos». Como se observa se utilizan de forma sinónima los vocablos «culto», «formas de piedad», «prácticas de piedad», «ejercicios de piedad», «culto a las imágenes».
Hay que señalar que LG 66 dice que este culto tributado a la Virgen es enteramente singular y se distingue esencialmente del culto de adoración tributado a las Divinas Personas.
En LG 67 se observa una especie de gradación cuando dice:
– Primero el culto: «fomenten con generosidad el culto a la Santísima Virgen, particularmente el litúrgico». Nótese la concepción de la existencia de una unidad de culto que incluiría el culto litúrgico y el extralitúrgico.
– Segundo las prácticas y ejercicios de piedad: «estimen en mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella». Pareciera que estos habrían de distinguirse de los anteriores.
– Tercero el culto a las imágenes: «observen escrupulosamente cuanto en los tiempos pasados fue decretado acerca del culto a las imágenes de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos».
1.3. Pablo VI: exhortación apostólica Marialis Cultus
En la exhortación apostólica Marialis Cultus (2-II-1974) del papa Pablo VI encontramos variedad de expresiones para referirse al culto tanto litúrgico como extralitúrgico que se dedica a la Virgen María.6 Sin pretensiones de exhaustividad, podemos decir que las expresiones más recurrentes son «culto mariano», «culto de la Madre del Señor», «culto a la Virgen» (en la Introducción, 4, 11, 25, 26, 30 32, 34). Más directamente relacionadas con la piedad popular encontramos «ejercicios piadosos», «prácticas piadosas», «formas de piedad», «expresiones de piedad» (4, 15, 24, 28, 31, 42, 44, 48, 49, 51). Encontramos la expresión «piedad popular» dos veces (en 4 y 49). Ni una sola vez hallamos el sintagma «religiosidad popular».
1.4. Pablo VI: exhortación apostólica Evangelii nuntiandi
El número 48 de la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (8-XII-1975) constituye un hito fundamental y ha sido considerado como la carta magna de la «piedad popular». Podemos resumir el contenido diciendo que hay que evangelizar la piedad popular porque, siendo expresión de la búsqueda de Dios y de la fe y conteniendo muchos valores, puede ser, a su vez, evangelizadora. De hecho puede convertirse en un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo. En cuanto al vocabulario que encontramos en este número, tenemos que decir que se parte de la expresión «religiosidad popular» que entiende como «las expresiones particulares de la búsqueda de Dios y de la fe» que se dan donde la Iglesia está establecida o está estableciéndose. Constata el Papa que han sido consideradas como expresiones menos puras y han sido despreciadas, que han sido descubiertas últimamente y que se trataron a fondo en el sínodo de 1974. Tiene sus límites (está expuesta a deformaciones, se queda a nivel de manifestaciones culturales sin llegar a ser adhesión de fe, puede conducir a la formación de sectas) y también, cuando está bien orientada por la evangelización, tiene muchos valores (refleja la sed de Dios, hace capaz de generosidad y sacrificio al manifestar la fe; tiene un hondo sentido de los atributos divinos; engendra actitudes que raramente se observan en otros). Por estos valores positivos, en vez de religiosidad popular, el papa Pablo VI prefiere llamarla «piedad popular, es decir, religión del pueblo».
Al ser una realidad «tan rica y tan amenazada», el Papa propone las siguientes actitudes pastorales: 1) ser sensibles a ella; 2) saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores; 3) estar dispuestos a ayudarla a superar los riesgos de desviación.
Es importante señalar que Pablo VI dice que «esta religiosidad popular, puede ser, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Jesucristo».
1.5. El Documento de Puebla del episcopado latinoamericano
La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en las conclusiones expresadas en el Documento de Puebla hace interesantes aportaciones a nuestro tema.7 Vaya por delante que hay que reconocer la riqueza con que este documento trata sobre la piedad popular y que aquí no podemos tratar. Creemos, además, que este documento ha influido en el Magisterio Universal, por ejemplo en el Magisterio de Juan Pablo II y en el Magisterio del papa Francisco. En el tema del vocabulario, nos encontramos en el documento una definición descriptiva para quedarse con la expresión «catolicismo popular». En efecto, en el número 444 señala:
«Por religión del pueblo, religiosidad popular o piedad popular, entendemos el conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Se trata de la forma o de la existencia cultural que la religión adopta en un pueblo determinado. La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular».
El documento va desde la religión, religiosidad o piedad popular que sería el conjunto de creencias selladas por Dios, las actitudes básicas que conllevan y las expresiones que las manifiestan. Resume diciendo que es la forma cultural que la religión adopta en un pueblo. Y desde ahí, señalando que la del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica, la llama «catolicismo popular». Luego utilizará indistintamente «religión del pueblo» y «piedad popular».
1.6. El Magisterio de Juan Pablo II
El Magisterio de Juan Pablo II sobre el tema es muy amplio. Parte del Concilio Vaticano II, de las enseñanzas de su predecesor y añade su particular visión. Por ello, vamos a subrayar los aspectos que creemos que nos pueden interesar más sin pretender abarcarlo todo.
Ya en su primer viaje apostólico a México, en el santuario de Zapopán, nos dejará lo que puede considerarse su comprensión de la «piedad popular». Aquí dirá que es la expresión del alma de un pueblo, producida por el encuentro entre la cultura local y Evangelio. Es la vivencia y la traducción propia de la fe que han recibido. La piedad popular es resultado de la inculturación del Evangelio. En efecto,
«no es un sentimiento vago, carente de sólida base doctrinal [...] Cuántas veces es, al contrario, como la expresión verdadera del alma de un pueblo, en cuanto tocada por la gracia y forjada por el encuentro feliz entre la obra de la evangelización y la cultura local [...] Ejercida diariamente en la vida del pueblo la piedad popular es de veras la piedad de los “pobres y sencillos” (Evangelii nuntiandi 48). Es la manera como estos predilectos del Señor viven y traducen en sus actitudes humanas y en todas las dimensiones de la vida, el misterio de la fe que han recibido».
Esta misma temática la profundizará Juan Pablo II en la exhortación apostólica Ecclesia in America (22-I-1999). En el número 16 de esta exhortación nos señala algunas características.
Unas más de tipo antropológico:
1. Existe una piedad popular profundamente enraizada en las diversas naciones de América.
2. Esta piedad popular está presente en todos los niveles y sectores sociales.
3. Las expresiones de esta piedad popular son numerosas.
Otras más de tipo teológico:
1. Son expresión de la inculturación de la fe católica y muchas de sus expresiones han asumido formas religiosas autóctonas. Porque las riquezas espirituales y humanas de esta cultura han marcado su modo de celebrar el culto.
2. Son lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que buscan sinceramente a Dios.
3. Son una oportunidad para que los fieles se encuentren con Cristo viviente.
Y otras de tipo pastoral:
1. Hay que descubrir los valores espirituales de la piedad popular para enriquecerlos con la doctrina católica de manera que lleve a un compromiso sincero de conversión y una experiencia concreta de caridad.
2. Contribuye a acrecentar la conciencia de pertenencia a la Iglesia.
3. Les ofrece una respuesta válida a los desafíos de la secularización.
No quiero dejar pasar unos matices que aporta Juan Pablo II en la Carta Encíclica Evangelium vitae (25-III-1995) respecto a las expresiones de la piedad popular como celebración del Evangelio de la vida. En efecto, los gestos y símbolos, los momentos y formas de las diversas culturas del pueblo cristiano «manifiestan el gozo por una vida que nace, el respeto y la defensa de toda existencia humana, el cuidado del que sufre o está necesitado, la cercanía al anciano o al moribundo, la participación del dolor de quien está de luto, la esperanza y el deseo de inmortalidad» (EV 85).
1.7. El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia
El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia8 busca considerar de forma orgánica los nexos existentes entre la liturgia y la piedad popular recordando algunos principios y dando indicaciones para las actuaciones prácticas. Nosotros nos centraremos en la parte primera del DPPL e insistimos, también aquí, que señalaremos las cuestiones que nos parecen más importantes.
La primera aportación importante que creemos hace el Directorio se refiere a la conquista de la terminología de la que venimos hablando. El DPPL deshace la sinonimia presente en otros documentos. Por otra parte, es verdad que el DPPL reconoce (en el número 6) que es una materia compleja y que no existe una terminología unívoca. Pero, a pesar de ello, en el documento se explican los términos que se van a usar sin la pretensión de querer dirimir las cuestiones que los estudiosos tratan. Ya esto es un paso importante. Vamos a proceder de lo más general hasta lo más particular según nuestro parecer.
1. Así la expresión «religiosidad popular» se refiere:
«A una experiencia universal: en el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visión total de la trascendencia y su concepción de la naturaleza, de la sociedad y de la historia, a través de mediaciones cultuales, en una síntesis característica, de gran significado humano y espiritual» (DPPL 10).
Esta «religiosidad popular» no tiene necesariamente relación con la revelación cristiana.
2. Se llama «catolicismo popular»: a las diversas mediaciones cultuales cuando surgen en una sociedad impregnada de elementos cristianos de diversas formas. En el «catolicismo popular» coexisten elementos provenientes del sentido religioso de la vida, de la cultura del pueblo y de la revelación cristiana (cf. DPPL 10).
3. La expresión «piedad popular» designa:
«las diversas manifestaciones cultuales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura» (DPPL 9).
Se trata de un verdadero tesoro del pueblo de Dios. Y luego añade las afirmaciones de Pablo VI en Evangelii nuntiandi 48 ya conocidas.
4. El término «devociones» designa:
«las diversas prácticas exteriores (por ejemplo: textos de oración y de canto; observancias de tiempos y visitas a lugares particulares, insignias, medallas, hábitos y costumbres), que, animados de una actitud interior de fe, manifiestan un aspecto particular de la relación del fiel con las Divinas Personas, o con la Virgen María en sus privilegios de gracia y en los títulos que lo expresan, o con los Santos, considerados en su configuración con Cristo o en su misión desarrollada en la vida de la Iglesia» (DPPL 8).
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