180 días en Siria

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—No, profe, por favor... Es que estamos ordenando todo —exagera ese "todo"— lo que sabemos y como es tanto, no sabemos por dónde empezar. Usted, como es tan buen profesor y sabe tanto, asumo que entenderá...

—Ehhh, bueno. —El profesor ante esa inesperada adulación, no sabía dónde meterse y optó por el camino más prudente que era el obvio, perder la batalla pero no la guerra, esta se las perdonaría pero se las cobraría en la lección—. Bueno, bueno, está bien, solo traten de ordenar todo ese saber en silencio para luego, si es verdad que son tantos... demuéstrenlo en el frente a la hora de la lección. —El astuto profesor les contesta con ironía y usa lo que la niña dijo para condenarlas. La joven era lista, pero no estaba a la altura del experimentado profesor.

—¿Viste? A este solo hay que chuparle un poco las medias para que afloje. —Aysel hablaba egocéntricamente de la maniobra que, según ella, había salvado al grupo de desaprobar.

—No es tanto, Aysel, tampoco te hagas la heroína —le recrimina Farah—. A todo esto, ¿cuándo rendimos nosotros?

—Em, no sé —responde confundida Elif—. Ahora está dando el grupo de Gabriel, supongo que después de ellos o no sé, junto con nosotros faltan otros 2 grupos. Así que no sé...

Mientras los grupos, en su mayoría ya habían pasado, solo quedaban el grupo de Farah, el de Gabriel, el que estaba rindiendo en ese preciso momento, y los grupos de Khan y de May. Había una bala con el nombre de cada uno, la verdadera pregunta era a quién le tocaría primero y la verdad era que esa lección le definiría el año a muchos... 2011 llegaba a su fin. Podía sentirse el nerviosismo y apuro de todos en el salón en aquella mañana de noviembre, incluso del profesor. Que según se decía a solo 4 meses de su divorcio ya tenía nueva novia y se iban a ir de vacaciones a Sudamérica al terminar con esos exámenes, ya que se había sacado las vacaciones y allá es verano para estas fechas, lo cual las hacía inmejorables. Ese día definitivamente era importante para todos.

—Bueno, ya está. —El profesor les da el basta a las alumnas que estaban dando la lección, ya habían completado y defendido todos los temas que les tocaban a ellos—. Descuelguen todo y vengan, así les digo su nota... será una por equipo para todos y una individual.

El anticuado profesor hizo descolgar todas las láminas y mapas a los chicos, como el aula al igual que todo el edificio era muy vieja, el final de los pizarrones era un poco alto, por lo cual los alumnos tuvieron que usar sillas para bajarlos. Todo el salón en silencio, todos los oídos a la escucha de las notas que habían sacado sus compañeros. "¿Cuánto sacaron?", preguntaba el vago de la clase que se había sacado una pésima nota y lleno de envidia —la cual era muy difícil de esconder— deseaba que a sus compañeros les vaya igual. Todo era incertidumbre a la hora de tener a ese hombre en la clase, no por nada le decían "La muerte silenciosa". Cualquiera que sería merecedor de un apodo así era dueño de una gran experiencia haciendo lo que hace, y él no era la excepción, llevaba más de 20 años dando clases, tanto en colegios como en universidades. Experiencia definitivamente le sobraba y más a la hora de las ocurrencias de los alumnos y de los que querían ser más que él o adelantarse a su juicio, absoluto e irrefutable, hasta para los más listos en la materia de historia y cultura en general.

—Listo. Perfecto... Pueden retirarse. —Los 5 jóvenes de uno en uno, dan media vuelta y se alejan del frente de la clase, 4 de ellos con caras alegres y el último, no tanto. Podía suponerse que en la nota general del trabajo le había ido bien, pero en la individual no tanto. Pero todo era especulación. Solo quedaban unos pocos por rendir y Farah estaba entre esos pocos—. Los siguientes... ¿Quiénes son? —Silencio sepulcral en el aula—. ¿Nadie? ¿Ningún valiente? No me hagan tener que llamar a mí.

—¿Qué hacemos? —pregunta Farah a su compañera de equipo—. ¿Abrimos la boca o esperamos a que el viejo nos llame?

—¡Ni loca hablo! Que nos llame él... —exclama Elif en voz baja y por las dudas tapándose la boca para asegurarse que no se escuche.

—Bueno. ¿Nadie va a pasar?

Los 2 grupos que quedaban se miraban entre sí, para ver quién era el primer traidor que mandaba a su compañero al muere, o quién era el valiente que decidía cargar la responsabilidad de condenarse a sí mismo y a todo su equipo. Pero parecía que los dos grupos iban a tomar el camino más sencillo y cobarde, este consistía en callarse la boca y esperar que el docente llame, dejando todo al azar... justo, 50 y 50, imparcial. Difícil decisión tenían por delante estos chicos

—Bueno, si nadie va a hablar, entonces hablo yo. —El profesor agarra unas hojas que estaban en su escritorio, podía suponerse que esa era la lista de los grupos—. De los 7 grupos que ustedes armaron, ya dieron 5, o sea que solo quedan dos. Y como no se deciden voy a llamar yo.

Todos los adolescentes que quedaban por rendir tragaron saliva, podía verse —si era un ojo atento el que observaba— cómo se habían dilatado las pupilas de todos ellos, ante un buen oído, la respiración de todos ellos se había acelerado al igual que su pulso cardíaco. Definitivamente el nerviosismo general había aumentado exponencialmente en ese instante en el que el verdugo había decidido tomar partida de sus destinos.

—A ver, quedan los grupos de: por un lado el de "Elif Jackson, Aysel Topal y Farah Pamuk". Y por el otro lado el de "Yizman Guney, Nicolas Ecevit, Ihan Balik y Mesut Demirci". Va a pasar el grupo de Topal, Pamuk y Jackson... Vamos, chicos, apúrense, así dan los dos grupos hoy.

Las 3 niñas se miran entre sí, para ver quién se paraba primero y la que tomó la iniciativa era la más extrovertida de todas, Farah.

—¡Vamos, chicas!

Un poco desganadas y con miedo, las chicas casi por la fuerza, se levantaron y desde la última fila se dirigieron hacia el frente del aula, lo que eran unos metros parecía una larga caminata. Ya una vez en el frente del aula, rompieron formación y comenzaron a desplegar todo su armamento en láminas y mapas, Aysel como era la más alta de las 3 chicas, buscó una silla para poder colgar los mapas y afiches que habían preparado unos días antes, mientras que Elif fue al escritorio del profesor a hablar unas cosas sobre la presentación con él, este a su vez le explicaba algunas cosas sobre su modalidad de evaluación, entre otras cosas sobre la materia y por último, Farah estaba ordenando sus cosas y las de sus amigas sobre una mesa que había dispuesto los grupos anteriores para apoyar sus apuntes, una vez todo aclarado y listo, las 3 chicas se pararon delante del viejo pizarrón, pero por detrás de la mesa, la cual estaba copada por todos sus apuntes y referencias y a la izquierda del profesor que las observaba muy detenidamente.

—Bueno, chicas... ¡comiencen cuando quieran!

Y así las 3 adolescentes, algo asustadas pero seguras de todo lo que habían estado leyendo en las últimas semanas, dieron comienzo a lo que sería una de las lecciones orales más importantes del año lectivo. Como no están seguras por cuál tema comenzar, y como Farah había llegado tarde, no pudieron concretar un "plan de ataque" para comenzar a hablar, así que estaban entre empezar a hablar o pedirle al profesor que les pregunte. Pero esto último no era una buena idea ya que estaba la idea entre los jóvenes de ese curso, que cuando ese profesor empieza a hablar, no se calla más, lo que significa el fracaso de la lección. Siendo muy conscientes de este mito —bastante corroborado— decidieron ir por el camino más seguro y el que más les permitiría hablar, decidieron comenzar por el final de la Primera Guerra y los temas que se trataron en la Paz de Versalles. Una vez concretado este importante tema, el equipo —que se autodenominó "Los fusiles del saber"— ya se sentía mucho más seguro de sí mismo, la emoción podía verla hasta el profesor, que se dejó disfrutar por la excelente clase que sus alumnas estaban dando. ¿Qué otra cosa puede alimentar más el ego de un profesor que ver a sus alumnos dando una clase tan buena como las de él? Definitivamente pocas... y Los fusiles del saber eso lo habían notado cuando le vieron la cara de felicidad de su viejo tutor. Por eso es que decidieron ir más para adelante que nunca y pasaron al tema de la República de Weimar y su fin con Hitler, la inestabilidad política de la Alemania en la preguerra y su economía basada en la obra pública. Los ojos de todos los presentes se abrían cada vez más. ¡De verdad eran un éxito! Y más ahora que estaban llegando al tema que a todos les interesa: LA GUERRA. Hasta para sorpresa del profesor, la clase estaba en absoluto silencio, la atención a Los fusiles del saber era demasiada, por momentos parecía que era aún mayor que la que él mismo generaba, las 3 niñitas eran más respetadas que él. La expansión alemana era incontenible, pasó de ser un país humillado, destrozado y endeudado a volver a ser potencia mundial. Septiembre del año 1939 sería la fecha que marcaría la infamia de la humanidad, Alemania invadía Polonia. ¡Vuelve a estallar la guerra en Europa! Y un poco antes de esto, el Imperio del Sol Naciente invadiendo a China (no menos importante, pero lo más anecdótico era la invasión nazi, y por este motivo, decidieron darle más importancia). La clase estaba entrando en su clímax y momento más importante para las jovencitas. Este era un tema que todos, en menor o mayor medida, conocían, y poder escuchar todo detalladamente y bien explicado; y más si lo explica un par suyo, daba aún más placer. La aprobación de sus compañeros la tenían ganada, solo faltaba la aprobación del profesor, que si bien parecía que ya la tenían, debía exprimir más aún la naranja y sacarle todo el jugo que pudieran. Sus voces se escuchaban fuerte y alto en aquella aula, del viejo edificio. Si se cerraban los ojos, si se dejaba uno llevar por sus palabras y se ponía a imaginar todo, si se miraba por la ventana y en vez de ver los autos y la gente caminando plácidamente, si se sacaba una foto mental y se cerraban los ojos, podían verse los soldados americanos avanzando en el frente francés, a los alemanes replegándose. Los momentos en que entraba el frío por la vieja y maltratada ventana, hacía a uno sentirse en la Operación Barbarroja, en el frío que habían sentido esos pobres soldados, estaba solo a un poco de imaginación de distancia. El final de la guerra, así como el del trabajo, ya se hacían no muy lejanos, Francia había sido liberada, la invasión a la Unión Soviética había fracasado, las tropas nazis se estaban replegando en todos los frentes, el fascismo de Mussolini había caído en manos aliadas. ¡Hiroshima y Nagasaki! Cientos de miles de muertos en solo un abrir y cerrar de ojos, la temperatura del núcleo del sol estaba al alcance de los norteamericanos y estos se lo habían demostrado a sus amigos y a sus enemigos. La renuncia incondicional del Japón había llegado y con ese hecho, el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero no terminaba ahí, como toda excelente comida, uno tiene que degustar de un buen postre, algo que le dé el fin a la reunión, eso serían los Tribunales de Núremberg, la formación de la ONU y próximo a eso, el nacimiento de una nueva guerra, pero esta será sin armas y duraría varias décadas... El trabajo concluyó.

 

—Bueno... muy bien. —El profesor, aunque admirado, debía permanecer serio, tal como su fama se lo ordenaba.

Todos los demás alumnos aplaudían, estos no tenían que esconder nada pero tenían todo por demostrar. No podía afirmarse que el grupo "Los fusiles del saber" había sido el mejor, pero sin lugar a dudas el más aplaudido por sus compañeros. Había defendido todos los temas por tratar y explicándolos a la perfección, había pensado también en hacer una vuelta de preguntas, pero pensaron que ya sería demasiado.

—Descuelguen todo y acérquense, así hablamos de la nota que les toca. —En un tono íntimo, el profesor las llama a su escritorio —. Bueno, como supongo que ya les habré mencionado, mi manera de evaluar este tipo de presentaciones es con 2 notas, una grupal por el trabajo y la otra individual, según como se expresó cada una a la hora de la lección. ¿Están de acuerdo? —finaliza el profesor preguntándole a las niñas.

—Sí, sí —dicen todas al mismo tiempo, mirándose entre ellas y al profesor.

—Perfecto... Entonces la nota grupal es un 10. La verdad está todo muy completo, no omitieron ningún tema, y hasta los menos importantes fueron mencionados y explicados, incluyendo también la considerable cantidad de información que tienen. ¿Están de acuerdo con la nota?

—Obvio, sí —dice Farah.

—Por supuesto —dice Elif

—Buenísimo, en cuanto a la nota individual. Farah, de lo que te tocó hablar a vos, no sé si se lo dividieron así, o si simplemente sabés poco, pero hablaste de pocos temas, pero tengo que reconocer que de lo que hablaste, sabés bastante, por lo que mi nota para vos es un 8. O sea que a vos te toca un 10 del grupal y un 8 del individual.

—¡Ay, gracias, profe! —exclama Farah con toda la alegría, viendo su esfuerzos dar frutos.

—En cuanto a Elif, fuiste la que más hablaste y la que más se desenvolvió. Tu nota por el oral es un 10, o sea que te quedaría 10 y 10. Y Aysel, tu caso es similar al de Farah, solo que al revés, hablaste sobre muchos temas, pero poco en ellos, tu nota va a ser que la misma que tu compañera, un 8 en el oral. O sea que quedarías con un 8 en el oral y un 10 en el grupal.

Las 3 jóvenes intentaban esconder su felicidad, pero la verdad es que no les salía para nada bien, tenían una sonrisa de oreja a oreja, y esta era bien merecida.

—¿Están todas de acuerdo con las notas que les tocó? —preguntó irónico el profesor.

—¡Sí! —exclamaron todas.

Ya teniendo las notas y la aprobación de su tutor, ya no tenían nada que hacer en ese frío frente... lapidario, habían sido condenados tantos compañeros como ellas. Pero esta vez ellas se salvaron, sus cabezas no rodarán como el profesor quería. Retirarse sería lo más prudente, cada una a su silla, esperando que la clase terminara, en silencio esperaron y esperaron. A todos alguna vez nos ha pasado... No había más nada que decirse, solo verse la una a la otra y sonreírse tímidamente hasta que sea el recreo y puedan hablar libremente.

—¡Ay, al fin terminó la clase! —casi grita Farah.

—¡Aprobamos, chicas! Al fin nos sacamos de encima a este viejo decrépito. —Aunque se esforzaba, Aysel no podía contener su felicidad—. Ahora cuando llegue a casa, me voy a hacer la siesta de mi vida.

El día fue transcurriendo, pasó el recreo. Las chicas hicieron un brindis con sus jugos y Coca-Cola que se habían comprado, con motivo de celebrar, lo que para ellas había sido una gran hazaña. Luego llegó la profesora de Literatura, con sus pesadas obras y novelas para que se aprendas. Terminada esa materia, llegaría la de inglés. El terror de los alumnos, mujer más mala y exigente que esa no había, aún peor que el de historia, ya que este era solo exigente y estricto, pero no mala persona. En cambio la de inglés disfrutaba ver tristes a sus alumnos, siempre hacía preguntas traicioneras, con doble y hasta un triple sentido, era de tomar lecciones y exámenes completamente sorpresa y siempre se escudaba diciendo "Está en mis facultades". O también muchas veces mandaba a hacer trabajos o tareas realmente complejas y a la hora de la entrega no los aceptaba diciendo "el cometido era que te esfuerces y aprendas". Superado eso, y para sorpresa de varios, esta vez no había salido con nada raro, solamente explicó un par de cosas y mandó tareas. ¡Ya era hora de volver a casa! Y todos tenían que saber la gran novedad.

—Farah, ¿me acompañas al centro? Tengo que ir a ver unas cosas —pregunta Aysel a Farah.

—Mmm, sí, dale... ¿Qué tienes que hacer? —respondió sin dudar demasiado.

—Tengo que ir a buscar unos estudios médicos de mi hermanita Nicol y si quieres podemos tomar un helado y charlar un rato de lo fea que es la vida —ríe irónicamente mientras mueve las cejas hacia arriba.

Ríe Farah del humor negro de su amiga.

—¡Bueno! ¿Vamos caminando?

—Sí, obvio, si estamos a pocas cuadras.

Elif se había ido durante la hora de Literatura porque se sentía mal, por lo que solo eran Farah y Aysel. Guardaron sus cosas, salieron del aula, caminaron los largos pasillos, bajaron las escaleras y al fin salieron del colegio

—¡Cómo amo el frío! Estambul en invierno es tan hermosa que se le podría dedicar toda una historia solo a ella —dice Farah con una alegría envidiable.

Y así las chicas, abrigadas hasta el cuello, comenzaron a caminar por las largas calles de Estambul, en dirección al centro, buscando al principio una heladería pero por el clima pensaron que sería mejor un café o simplemente alguna bebida fría. El pronóstico decía probabilidad de nieve y por eso las chicas decidieron apurar su paso, ya que de ser así, la temperatura bajaría fuertemente. Una vez estando en la avenida principal, se decidieron por una cafetería muy popular en Estambul, a la que ellas ya una vez habían ido y se habían hecho amigas del dueño, así que como mínimo las atenderían bien y hasta quizás les hagan un descuento. Uno nunca sabe.

—¡Entremos a esta que es la del Polaco! ¿Te acordás? —pregunta Aysel a Farah.

—Eh, sí, creo que sí. ¿Es a la que vinimos el año pasado?

—Esa misma. Dale, vení, ¡vamos!

Las dos chicas entran al barcito, se sientan en la mesa que daba a la ventana de la calle y cuando se les acerca el mozo, un joven robusto y muy apuesto para preguntarles qué iban a ordenar, Aysel lo asusta diciendo que las había mirado mal y que querían hablar con el dueño del lugar ya que eso era acoso.

—PERO, CHICAS... ¡YO NO LES HICE NADA! SOLO IBA A PEDIR SU ORDEN —exclamó con toda desesperación por miedo a perder su nuevo trabajo el mozo.

—ESTO ES IMPERDONABLE, POR FAVOR TRAEME A TU SUPERIOR ¡YA!

El mozo sin saber qué hacer y muy nervioso, ya que esto nunca le había pasado, corre a llamar a su jefe, sin darse cuenta de que había tirado una silla.

—¡Aysel! ¿Por qué hiciste eso? Si no nos hizo nada el pobre mozo...

Ríe Aysel agachando la cabeza y cubriéndose la boca con las manos para que no se la escuchara desde la oficina del gerente.

—Ya sé. Solo para reírme un poco, total el polaco a mí me conoce desde que soy chiquita, y te aseguro que me conoce bien. Ahora le aclaramos todo y lo invitamos al chico una Coca, que es bastante lindo...

—¡Ja! Qué loca que estás. —Farah no sabía muy bien qué decir, ya que conocía la salidas de su amiga, y como era todo una broma, un poco pesada pero broma al fin, decidió simplemente dejarla y reír con ella.

Desde la oficina del Polaco, podían escucharse la pequeña discusión que se había armado ahí dentro, por un lado el jefe reprochando a su empleado y, por el otro lado, el empleado tratando de defenderse y explicando que no había hecho nada.

—La cosa pinta seria. ¿No lo echarán? —pregunta algo preocupada Farah.

—Nah... Aparte el bar está vacío, no les haría esto con toda la clientela acá, ahora cuando vuelve le pido disculpas y listo, queda todo en el olvido. Quédate tranquila. —Aysel tranquiliza a Farah con su personalidad dominante y segura que tanto la caracterizaba.

—Bueno... Está bien. Pero que conste que estas cosas a mí no me gustan.

La joven comienza a reírse de nuevo.

—Ya sé, Farah, quedate tranquila... ¡Ahí vuelve! Seguime la corriente.

Con algo de cara de triste y mucha vergüenza salió de la oficina el mozo y detrás de él, efectivamente salía su superior, el jefe del lugar, el afamado "Polaco".

—¡Dale, camina! A ver qué cagada te mandaste... —exclama antes de salir de la oficina el Polaco algo enojado.

Caminaron los dos por el corto bar, debía tener unos 3 metros de ancho por unos 10 de largo, atravesaron las 4 filas de mesas hasta llegar a las chicas, ahí el no tan elegante dueño pudo ver quiénes eran...

—¡Son ustedes!... Era todo una broma. ¿No? —pregunta el Polaco sin saber qué cara poner.

—¡Sí! Era para que vengas vos a saludarnos...

—¡Tranquilo, Martin! Era todo una broma de estas pibitas... no te preocupes. —Como buen jefe que era, él sabía la clase de empleado que elige y bien sabía que el joven Martin era incapaz de hacerle algo malo a alguien—. Dejá, ya por hoy trabajaste... te doy permiso de irte antes, sigo yo solo por hoy. Acordate, mañana a la misma hora de siempre.

—Bueno... ¡Gracias, señor! —El joven empleado después de agradecer, se va a cambiar y se retira rápido del pequeño bar. No vaya a ser cosa que su jefe se arrepintiera y lo haga trabajar toda la jornada.

—¿Ven lo que hacen? —preguntó el Polaco algo enojado a las chicas—. Por culpa de ustedes lo tuve que dejar ir.

—¿Y qué tenemos que ver nosotras con esos? ¡Yo ni siquiera dije nada! —exclama Farah igual de enojada.

—Que por la culpa de ustedes tuve que dejar ir al pibe. No iba a dejar que se quede si unas amigas le hacen una broma así...

—Bueno, perdón. No lo hago más, lo prometo. —Aysel pone fin a la conversación con una sincera disculpa.

—Con eso me alcanza. Esperen que les traiga un chocolate caliente y me voy a la oficina que tengo que hacer unos papeles. ¡Ah! y obvio la casa invita. —El exitoso dueño del negocio va a la cocina y le pide al cocinero los pedidos—. ¡2 chocolates calientes! —La gruesa voz del obeso hombre retumba por todo el bar vacío de gente.

—Día largo. ¿No? —insinúa Aysel a Farah mientras apoya la cabeza sobre sus brazos estirados en la mesa.

—La verdad sí... ¿Estará bien Elif? —pregunta Farah frunciendo las cejas—. Me tiene algo preocupada.

—Por Dios, Farah, sí. Obvio que sí, quédate tranquila. —Aysel al ver a Farah algo distraída por no saber cómo se encontraba su amiga, se acerca y se sienta al lado de la joven deprimida para poderla abrazar y hablarle suavemente.

—Pero acordate que Elif sufre del corazón, es mi amiga hace mucho tiempo, no quiero perderla. Farah pasó a estar realmente triste y angustiada, imaginándose lo peor.

—No, no, no, no pienses todo esto, no te hagas mala sangre por algo que ni sabes si está pasando, aparte solo dijo que le dolía un poco el pecho, puede ser cualquier cosa. Yo ya le mandé un mensaje, cuando lo vea... Me lo va a contestar. —La joven al ver que sus palabras no tenían grandes frutos, le agarra los cachetes a Farah para doblarle la cara y que esta quede mirándola fijamente, para repetirle—. Una vez más, quédate tranquila.

 

—Bueno, está bien. Pero si no contesta, después me pongo peor. —Con algo de risas tímidas y la cabeza gacha afirma Farah.

—¿Para cuándo los chocolates?... —se pregunta Aysel a sí misma en voz alta. En lo que la atrevida y vivaz adolescente no tiene mejor idea que comenzar a llamar al dueño a los gritos—. POLACO ¿Y LOS CHOCOLATES PARA CUÁNDO?

Desde la cocina no hubo respuesta pero sí desde la oficina...

—¡AHÍ VA, NENA! —por el tipo de voz, podía reconocerse fácilmente que era la del Polaco.

—BASTANTE LENTOS SON, ¡EH!.... ¡ACORDATE QUE SOY TU CLIENTA FAVORITA! —exclama gritando la joven.

"Tu clienta favorita dice la pibita", podía escucharse desde las mesas eso susurrarse desde la cocina y las risas desde la oficina, definitivamente, para Aysel, era divertido y a Farah, algo de risa no le venía nada mal.

Entre risas más, risas menos, las chicas comenzaron a hablar nuevamente. Esta payasada que Aysel había hecho había servido para distraer a Farah y lograr hacer que piense en otra cosa, que era lo mejor para ella y no que suceda lo que siempre sucedía, que Farah se dejara llevar por la desgracia ajena, y acto seguido a eso, su depresión.

—¡AHÍ VAN LOS CHOCOLATES, CHICAS!

Quizás haya sido por los temas que hablaron o por las bromas que había gastado Aysel, pero esa espera de unos minutos se había hecho larga, más de lo normal. El olor del chocolate recién preparado podía olerse desde las mesas, como no estaban preparando nada más en aquel momento ya que estaban por cerrar, era lo único por oler. Las puertas se abren y sale el mozo con los dos vasos altos de exquisito chocolate, con dos vasitos de agua y 6 galletas.

—Ahí tienen, chicas... Lo único que les pedimos es que se apuren, porque en hora u hora y media vamos a cerrar. ¿Está bien?

—Sí, sí —dijeron las dos chicas.

—Perfecto. Buen provecho entonces —retrucó el mozo.

El mozo se retira y las chicas comienzan a degustar de lo que les habían regalado, como el chocolate seguía muy caliente, decidieron comenzar por las galletas, aún crujientes, ya que habían sido calentadas, su olor a recién cocinadas era enamoradizo. Todo lo que había sucedido en ese largo día daba pie para hablar un rato sobre todo tipo de cuestiones... era raro, parecía que tenía que hablar, tal vez esa sería la última vez que podrían hacerlo de esa manera.

—¿Y? ¿Me vas a contar o no? —insinuó Aysel sorpresivamente a Farah en la soledad del bar.

—¿Sobre qué, Aysel? —respondió algo confundida Farah.

Aysel comenzó a reírse y a mover en forma de negación la cabeza.

—¿Cómo qué? —Aysel rio—. Mentile a quien no te conozca.

—¡Pero no te miento! Solo no sé de qué me hablas...

—Sobre ese chico que miras todas las clases y que todavía, siendo tu mejor amiga, no me contaste nada de nada de nada. —Aysel triunfante da el primer sorbo de su chocolate, pero sin éxito porque aún seguía caliente.

—¿Nicolás? —ya sonrojada, Farah se vio obligada a responder.

—Si es el de ojos marrones y pelo largo... ¡Ese!

—Ay. ¿Cómo te diste cuenta?

—Te conozco, Farah... Aparte no le sacas la vista de encima.

—Es que es tan lindo. —Ríe Farah mientras agacha la cabeza—. Pero no le digas a nadie, sabes que soy tímida.

—Obvio, yo una tumba, como siempre... pero ¿no vas a hacer nada?

—¿Nada como qué?

—Y no sé... Podrías empezar por saludarlo o hablarle... ¿No estás pretendiendo que se dé cuenta de que lo miras para que te hable?

—No sé, Aysel. No soy como vos, no me salen tan bien estas cosas —replica—. Aparte, ¿qué le digo?

—¡Y no sé, Farah!

—¡Ah, viste! —dice en voz alta Farah—. Ya está, gané. —La joven comienza a reírse.

—Pero salúdalo, acércatele en un recreo o algo.

Entre el ida y vuelta de ideas, el chocolate ya se había enfriado, o por lo menos lo suficiente como para ser tomado, las galletas ya se les habían acabado a las dos chicas y la conversación había llegado casi a su éxtasis. Sobre todo se había hablado de chicos, chicas, amigas, amigos, familia, escuela... ¡hasta incluso de economía y política!

—¿Sabes, Aysel, algo que me da miedo?

—No, decime... ¿Es que Nicolás no se fije en vos? —Aysel le responde una estupidez para hacerla reír, como era su costumbre.

—¡No! —Farah le pega en el brazo a Aysel—. ¡Dale!, en serio...

—Bueno, decime.

—¿Viste que te comenté que a papá le van a hacer echar a un par de personas para abrir una sucursal en otro país?

—Sí... ¿Qué tiene? ¿Te da miedo que lo echen a él también?

—No, eso no. Bueno, quizás un poco, pero más que nada, que lo hagan a él ir a ese lugar.

—No creo, Farah, aparte ¿por qué lo mandarían a él? ¿Él no trabaja acá hace varios años?

—Sí y justamente por eso, porque sabe más del tema que nadie. Pero no sé, lo veo difícil... —algo preocupada, como ella ya había dicho estar, le pide opinión a su amiga—. ¿Vos qué decís?

—No creo, lo veo difícil yo también. Una pregunta... ¿Él estuvo metido en el proyecto desde el principio?

—No, no, para nada. —Farah intenta aclararle y explicarle—. Mira, él se empezó a meter más en el tema, y no porque quiso, sino porque lo obligaron más o menos. Ahora a lo último, que empezaron a echar gente para reducir gastos y para que a él no lo toquen, se hizo responsable más o menos de los despidos. Eso, también hace horas extras sin cobrarlas, entre otras cosas más para que esos hijos de puta no lo toquen a él también.

—Si es así... quédate tranquila, Farah, entonces. —Con algo de decepción y un rencor muy difícil de esconder, Aysel agrega—. De verdad, a esta gente no le interesa nada más que llenar sus bolsillos... Pero, bueno, de verdad quédate tranquila. A nuestro alcance, no hay nada e igualmente no va a pasar.

Con las palabras como solo una amiga sabe decir, hizo entrar en razón a Farah y hacerle entender que su miedo, no era ilógico pero era sin fundamentos y que debía quedarse en paz ya que poniéndose pensamientos malos en la cabeza no ganaba nada. Entre más trivialidades que fueron hablando de todo tipo, familia, colegio, amigos y amigas, economía y política. Y así se les ocuparon más de dos horas con la charla hasta que el polaco las empezaba a apurar y decidieron que era hora de irse, para que pueda cerrar el local sin ninguna molestia. Como las dos vivían en lugares de la ciudad distintos se despidieron y fueron cada una por su lado. El viaje para Farah significaba al menos media hora y obviamente parada, ya una vez en su casa, al ver que todavía no había llegado nadie, decidió comer una galletas que habían sobrado de la mañana y acostarse a dormir un poco. Al menos hasta que llegara alguien... esa espera no fue larga, Farah calcula que habrán sido unos 15 minutos, no más de 20. Pero lo suficiente como para descansar. Como la joven estaba descalza, no hizo ruido al bajar las escaleras, por lo que sus padres no la escucharon y no se detuvieron en su discusión y por eso ella pudo escuchar un poco.

—Y... ¿Qué vas a hacer? —pregunta realmente enojada Annesa a Murat.

—No sé, Annesa... yo tampoco quería esto y eso te lo puedo jurar.

El primer pensamiento que vino a la cabeza de Farah fue que habían echado a su padre del trabajo o que lo habían presionado con la amenaza de echarlo para que haga un arreglo que no sería nada bueno para ellos. Pero algo era seguro, era mejor un mal trato a estar desempleado y eso Murat lo sabía muy bien. Sea lo que sea, si Farah intervenía, la discusión cesaría y al preguntar, le mentirían... entonces lo mejor era no intervenir. Para error de Farah no habían pasado 20 minutos como ella creía, ya que alcanzaba a ver el reloj de la pared y había dormido más de una hora, eso significaba que seguramente llevaban un rato largo hablando.