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Ser loco sin estar loco

Emilio Vaschetto

Ser loco sin estar loco

Grama Ediciones

Índice

Portadilla

Agradecimientos

Prefacio

CAPÍTULO I Antecedentes difusos de una clínica de lo discreto

¿Maníacos o lúcidos? (Pinel con Trélat)

Los ex-céntricos(Moreau de Tours)

Una forma de manía argentina (Diego Alcorta con Groussac)

Estados intermedios (Alejandro Korn en la penitenciaría)

Los simuladores de talento (Ramos Mejía con José Ingenieros)

Las locuras morales de Helvio Fernández

El club de los deformes

CAPÍTULO II Investigaciones analíticas

Deutsch y la ficción identificatoria

Kernberg al borde del vacío

Green y blanche

Lacan, un viaje por los fenómenos elementales sutiles

Lo precario del mecanismo

Una redefinición de los fenómenos elementales

Un daño en el sentimiento de vida

El dejar-caer-el-cuerpo

Las psicosis, atenuadas

En busca del casillero perfecto

Allen Francis, el alma bella de la psiquiatría

Las investigaciones con poblaciones en supuesto riesgo de psicosis

Continuidad o quiebre

CAPÍTULO III Propuestas

Psicosis normalizadas

Psicosis actuales

CAPÍTULO IV La psicosis piensa el psicoanálisis

La paranoia piensa el lazo social

La paranoia de la vida cotidiana

Delirio de relaciones

La esquizofrenia piensa el lugar del analista

La melancolía piensa la época del rechazo del inconsciente

La melancolía en Lacan

Clínica irónica en Freud

Rechazo del inconsciente e identificaciones conformistas

Nuevas formas de lazo social: melancolía e identificación

CAPÍTULO V La psicosis piensa el psicoanálisis (2da. parte)

I. La mirada en las sombras: G. G. de Clérambault

LA NOVELA DELIRANTE O EL MECANISMO GENERADOR

II. Una enfermedad mental poco seria

III. Apuntes acerca del delirio y lo femenino

El delirante, un enigmático estilista del saber

CAPÍTULO VI Tratamiento posible no es terapéutica

I. Introducción: tratamiento posible no es terapéutica

II. Usos del tóxico en las psicosis actuales

III. Más allá de la suplencia: la errancia

Nuevamente las identificaciones

VI. La personalidad como nudo

La producción de un sujeto puntual (.) Yayoi Kusama

El nudo social como producción de la trama de existencias

Epílogo o cómo hablar seriamente

Bibliografía


Vaschetto, EmilioSer loco sin estar loco / Emilio Vaschetto. - 1a ed . - Olivos : Grama Ediciones, 2021.Libro digital, EPUBArchivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-8372-52-51. Clínica Psicoanalítica. I. Título.CDD 150.195

©Grama ediciones, 2018.

Av. Maipú 3511, 1° A (1636) Olivos. Pcia. de Buenos Aires.

Tel.: 5293-2275 • grama@gramaediciones.com.ar

http://www.gramaediciones.com.ar

©Emilio Vaschetto, 2018.

Diseño de tapa: Gustavo Macri

Ilustración: Roly Arias

Idea: Carolina Alcuaz

Primera edición en formato digital: febrero de 2021

Versión: 1.0

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

a Germán García

Agradecimientos

En primer lugar quiero agradecer a Alejandra Glaze por confiar nuevamente en mi trabajo. A Diego Costa por su colaboración sobre la “prehistoria” de las psicosis sin locura. A Jorge Faraoni, mi amigo y compañía indispensable en la lectura minuciosa de los capítulos. A Carolina y a Lola por el amor que me prodigan diariamente y ser quienes iluminan mis madrugadas de silenciosa y trabajosa escritura. A Gloria Aksman por sus precisiones conceptuales. A la interlocución producto de los carteles de “Psicosis”: Oscar Montivero, Maira Rivainera, Paula Cristo, Roxana Talocchino, Antonella Sorrentino, Matías Calderón, Oscar Toscano y Nicolás Salinas y el cartel “Sujetos sin inconsciente”: Carolina Alcuaz, Josefina Cantero, Lucina Carbón y Andrés Rodríguez Evans.

Prefacio

Este libro compromete al menos ocho años de elaboraciones, reflexiones e interpretaciones dentro del psicoanálisis de la orientación lacaniana desde que escribí ese breve itinerario llamado “Los descarriados…”.

Durante todo este tiempo he contenido cualquier impulso grafomaníaco entendiendo que tales elaboraciones requerían de un punto de capitonado conveniente y a tempo, una suerte de “tincture of time”.

El que crea que se trata de un libro acerca de las psicosis quizás incurra en el error de querer descubrir alguna ontología determinada, alguna respuesta a los interrogantes que destila la clínica de la locura, pero no es exactamente eso. ¿Están excluidas entonces las respuestas? De ninguna manera. Están todas las respuestas que he ido encontrando tanto en mi casuística como en la que he ido recopilando dentro del Campo Freudiano del cual formo parte –así como también en la de analistas por fuera de éste–, un conjunto de casos que demuestra, paradójicamente, soluciones ejemplares, vale decir, únicas.

Qué es la locura no es muy difícil decirlo, lo difícil es pensar cómo es que no estamos locos. Por qué no alucinamos si el lenguaje está fermentando en nuestra cabeza y cómo es que no deliramos si es que continuamente interpretamos el mundo con la torsión de nuestro deseo. No estaba muy errado Raymond Queneau cuando suponía que el primer hombre habría sido un mono que se volvió loco. (1) El lenguaje lo hace todo, desde enloquecernos hasta deshacernos de nuestros padecimientos, desde soñar hasta imaginar, hacer vibrar las palabras en el amor hasta congelarlas en el odio inveterado. El lenguaje lo hace todo, todo menos uno: gozar.

La lección antisegregativa de Jacques Lacan es que se puede ser psicótico sin ser loco. Y extendiendo nuestras posibilidades idiomáticas diremos mejor que es posible ser loco sin estar loco. Solo el psicoanálisis contempla la extraordinaria alternativa de una locura sin locura.

1- Raymond, Q., Comprendre la folie, citado por: Madeleine Velguth en Introducción, Queneau Raymond. En los confines de las tinieblas. Los locos literarios, Asociación Española de Neuropsiquiatría, Madrid, 2004, p. 15.

CAPÍTULO I
Antecedentes difusos de una clínica de lo discreto

(Capítulo escrito en coautoría con Diego Costa)

¿Maníacos o lúcidos? (Pinel con Trélat). Los ex-céntricos (Paul Moreau de Tours). Una forma de manía argentina (Diego Alcorta con Groussac). Psicosis con consciencia (Brion y el caso Violette). Estados intermedios (Alejandro Korn en la penitenciaría). Los simuladores de talento (Ramos Mejía con José Ingenieros). Las locuras morales de Helvio Fernández. El club de los deformes.

¿Maníacos o lúcidos? (Pinel con Trélat)

No es una novedad que, en el campo de la psiquiatría moderna, desde que ésta se gestó como un movimiento europeo, (2) hubieron casos de locura que no expresaban plenamente sus síntomas, cuyas manifestaciones podían suponerse, más no constatarse semióticamente.

En tal sentido es inevitable sobrevolar las elaboraciones de Philippe Pinel (1801) en torno a la Manía sin Delirio, los trabajos de los británicos James Pritchard (1837) y Henry Maudsley (1874), así como el desarrollo del francés Ulysse Trélat (1867) tanto como el singular trabajo de Paul Moreau de Tours. Todos y cada uno de ellos destacan en mayor o menor medida la posibilidad de una locura sutil, formas de alienación que se asemejan mucho a la normalidad.

Philippe Pinel, en su Tratado médico-filosófico sobre la alienación mental (1801), de modo fundante aceptará la posibilidad de coexistencia de locura (manía) “sin lesión del intelecto” pero con lesión en las “facultades afectivas”. Presenta así varios casos que ejemplifican esta concepción; esencialmente, individuos que sufren ataques de furia y violencia repentina. Aclaremos aquí que lo afectivo difiere del trastorno del humor tan difundido actualmente bajo el mote de “trastorno bipolar”, es decir, en el eje manía-depresión.

“¿Puede haber manía conservándose ileso el entendimiento? -se pregunta Pinel. Podemos mirar con la debida admiración los escritos de Locke, y convenir sin embargo en que son muy incompletas las nociones que da sobre la manía cuando la considera como inseparable del delirio. Yo mismo opinaba como este autor cuando volví a comenzar en Bicêtre mis investigaciones sobre esta enfermedad, y no me causó poca admiración el ver muchos locos que en ningún momento presentaron lesión alguna del entendimiento, y que estaban dominados por una especie de instinto de furor, como si únicamente estuviesen dañadas sus facultades afectivas”. (3)

Ulyses Trélat por su parte, trabajando en la Salpêtrière, publica un tratado sobre la Locura lúcida (1867), (4) inaugurando así la nefasta serie de los psiquiatras-policías. El papel del alienista quedaba rebajado al lugar de quien debe desenmascarar a aquellos locos que no lo parecen, para terminar en la recomendación, al modo de los eugenistas, de mantener a estos individuos alejados de las buenas familias. Algunos más o menos débiles, más o menos maníacos, abúlicos o locos, en su mayoría ocultaban el delirio o encubrían de manera astuta la bizarría de su conducta.

Los ex-céntricos (5) (Moreau de Tours)

“Excéntricos”. Así llama Paul Moreau de Tours, hacia fines del siglo diecinueve, a una serie de individuos sobre los cuales la atención pública decidió posar su atención. Tanto sus actos como su manera de vivir

…parecen indicar, para los ojos menos prevenidos, un estado mental anormal y donde las facultades intelectuales, sin estar absolutamente lesionadas, no están sin embargo intactas. (6)

Hijo de Jacques Moreau (alienista francés discípulo de Esquirol y reconocido por sus trabajos sobre el hachís), siguió las enseñanzas de su padre sobre todo en lo relativo a la preocupación por la patología social. Su tesis doctoral, De la contagion du suicide, à propos de l’épidemie actuelle (París, 1875) y sus señeros trabajos sobre la locura en los niños, (7) y sobre la psicología morbosa, (8) marcan por una parte un pensamiento original, pero por otra la impronta paterna. En un momento donde la psiquiatría soñaba con una biología conjetural y la sífilis parecía portar el molde que transportaría el germen del sexo al cerebro, las elucubraciones psicológicas sobre los degenerados proporcionarán un nuevo horizonte a la psicopatología naciente.

¿Quiénes son los excéntricos? Son los salidos del surco, los descarriados, los desbrujulados; son los desorientados pero también los que desorientan a los otros. Desorientan tanto a la gente de a pie como a los psiquiatras. Son excéntricos en el sentido de que ex-sisten a la psicosis; impermeables al tipo clínico tanto como a su categoría. Ellos tienen, según el autor, algo “desordenado” de tal manera que si en algún momento dado, bajo determinadas circunstancias se vuelven verdaderamente locos, no nos sorprendería. No se distinguen del verdadero alienado más que por una diferencia de grado. Mientras que para todo el mundo el excéntrico es un individuo con un carácter original, para el médico se trata de un “desequilibrado”, pero con el privilegio de no dejarse encerrar. Es un alienado con consciencia, (9) encaminado a actos extravagantes sin que su razón esté por ello alterada, pero tampoco sin que su voluntad le impida actuar”. (10) Candidato perpetuo a la locura pero que logra finalmente no caer en ella, se detiene justo al borde de ese abismo.

Hay excéntricos que son víctimas del contagio y se largan a realizar viajes extraordinarios, emprenden grandes travesías sin tener noción de quiénes son ni a dónde van; tan es así que muchos de ellos protagonizaron la famosa epidemia de locos viajeros en la región de Bourdeaux de la cual Ph. Tissié elaboró su tesis “Les aliénées voyageurs” en 1887, (11) Aunque éstos no serían los verdaderos excéntricos. Los excéntricos propiamente dichos, los “excéntricos mórbidos” son aquellos que comparten los mismos caracteres patogénicos y hereditarios de la locura confirmada pero sus manifestaciones son, por así decir, subclínicas, de allí que el autor la calificará como “locura incompleta” (folie incomplète). (12)

La mayoría de ellos no tienen ninguna conciencia de su estado real; si para Trélat los locos lúcidos eran incurables, para Moreau de Tours sus excéntricos son “incorregibles”. Son sujetos con un espíritu marcadamente singular que, por la naturaleza de los actos razonables y lógicos, se clasifican fuera del orden establecido. Vale decir, que su singularidad hace imposible la inclusión en una clase o en un tipo clínico específico: son ellos quienes más bien empujan con la “marca de su espíritu” a inventar una clase. Es un buen ejemplo de lo que Jacques Lacan llamaría sinthome.

Una forma de manía argentina (Diego Alcorta con Groussac)

Muy tempranamente, nuestros alienistas locales supieron enfrentarse al eterno problema de los límites entre locura y razón. Atentos a las producciones de sus colegas europeos, pero con un modo siempre singular de refracción de las ideas extranjeras, intentaron hacerse cargo de las dificultades intrínsecas al tema en cuestión.

De un modo muy significativo, esta incómoda presencia de razón en los alienados irrumpe desde un lugar central, en lo que será la primera tesis doctoral sobre la locura en el Río de la Plata. Así, de manera inaugural el trabajo Disertación sobre la manía aguda de Diego Alcorta, publicado en 1827, inicia sus elaboraciones con el siguiente señalamiento:

“Es mui comun ver en los Hospitales ciertas manías que se han llamado razonadas; en las que no se presenta ninguna alteracion del raciocinio: pero en las que los movimientos intempestivos, las pasiones vivas sin relación con su estado actual, ciertos desreglos físicos y morales hacen conocer la enfermedad”. (13)

Trabajo olvidado, o muy poco tenido en cuenta, será recuperado en 1901, cuando el entonces director de la Biblioteca Nacional, el intelectual franco-argentino Paul Groussac, al publicar los trabajos de Diego Alcorta aclara con astucia en una nota al pie que la manía razonada o sin delirio de Pinel,

...es una de las cuestiones más discutidas de la patología mental. Llega a confundirse con la locura lúcida (Trélat) ó la moral insanity de Prichard. (14)

En la misma línea, en una reciente investigación, elaborada en el seno del Capítulo de Historia y Epistemología de la Psiquiatría (APsA), (15) encontramos una interesante serie de autores locales que siguieron la estela pineleana.

Marcelino Brion, por ejemplo, publica en la Revista Médico quirúrgica (1870) el artículo “De la locura consciente”, donde comenta un caso observado en la Sociedad de medicina práctica de París, en el cual un hombre que se hacía llamar Violette lograba con gran destreza demostrar su integridad intelectual, mientras que sus impulsos resultaban ser más bien morbosos:

...se han observado en Violette las respuestas más ingeniosas, los dichos más agudos, y los pensamientos más discretos, coincidiendo con actos de furor desordenado. (16)

De manera que, lejos de concebir a la locura como lo “otro” de la razón -según el decir foucaultiano- muchos de nuestros alienistas supieron valorar la doctrina de Pinel, al romper con la idea heredada de una locura completa y absoluta, y observar que los alienados “más o menos, razonan todos”. (17)

Pero, a pesar de los constantes intentos de tapar las razones de los alienados, o quizás por esto mismo, van a empezar a acumularse toda una larga serie de barrocas nosografías que intentarán, de las formas más variadas, introducir de modo marginal cuadros mixtos de locura y lucidez, hecho que en nuestro país supo encontrar un escenario muy prolífico.

Estados intermedios (Alejandro Korn en la penitenciaría)

En este sentido, Alejandro Korn, destaca la prevalencia de las formas intermedias de la locura. Siendo practicante de la penitenciaría, va a desarrollar su trabajo de investigación en las antípodas de lo que configuraría su posterior pensamiento filosófico. Digamos que para ese entonces (1883) la locura estaba absolutamente tiranizada por un organismo enfermo, que no necesariamente debía ser el cerebro sino que podía estar determinada por una lesión radicada en un órgano a distancia (un “delirio neumótico”, tifoideo, etc.). El otro papel lo constituían la herencia, las taras psíquicas, tanto como las enfermedades crónicas en general (no sólo nerviosas) que predisponen a una descendencia morbosa. En el corazón de su investigación señalará que cada locura reviste “un carácter completamente individual” y añadirá que para toda clasificación posee un costado siempre artificial y arbitrario:

“No se presentan al análisis divisiones naturales y la clasificación siempre artificial puede establecer algunos tipos predominantes, pero no podrá tener en cuenta los estados intermedios, precisamente los más frecuentes, los más importante y los más dificultosos. Salvando la diferencia fundamental de naturaleza, casi me atrevería a decir que la locura es como la sífilis, cuyas manifestaciones pueden variar al infinito sin dejar de ser la misma enfermedad”. (18)

Es menester ubicar que mientras aquí comienza a esbozar la idea de psicosis única (Einheitspsychose) propia de los alienistas alemanes, al mismo tiempo menciona la posibilidad de “estados intermedios”. Desnudando una concepción psicológica, dirá que el juego entre la constitución, lo hereditariamente transmitido y la lucha por la existencia, dará la conformación del yo “con sus sentimientos egoístas y altruistas, sujeto al perpetuo conflicto entre el organismo propio y el medio externo”. (19) Para el filósofo de la libertad, entre la sana razón y la locura no hay una “valla brusca” sino un gran “abismo” cuyo puente lo constituye “un número infinito de gradaciones y una transición insensible” que va de la “simple neurosis observada por el alienista experto, hasta la manía furiosa” como la forma más perfecta de locura. (20)

Los simuladores de talento (Ramos Mejía con José Ingenieros)

José María Ramos Mejía, maestro de José Ingenieros, publica en 1904 su libro “Los simuladores de talento”, en el que considera a la masa de “simuladores” como una especie de plaga en aumento a causa del aluvión inmigratorio de la época. Fiel a su espíritu lamarkiano, y en sintonía con el positivismo floreciente de la generación del 80’ (que atribuía a los hechos sociales y políticos un funcionamiento acorde a las leyes de la biología), dirá que en estos individuos se da un tipo de locura con consciencia. El defecto en ellos queda camuflado por la puesta en funcionamiento de un “aparato de protección y defensa”, tal como lo usan organismos inferiores en la lucha por la vida.

El mimetismo es la manera en la que estos simuladores logran expropiar el talento y el rasgo en el que Ramos Mejía busca señalar el costado deficitario de estos seres. No obstante, logra justipreciar la capacidad “admirable que poseen estos individuos” para suplir (el término en itálicas procede del autor) un defecto por medio de la puesta en “funcionamiento” de una “singular ortopedia”.

“La simulación es un recurso trascendental de la vida, es en la especie humana el talento de los impotentes, la pierna de palo y el brazo artificial con que el arte de la cirugía ortopédica suple á maravilla el déficit que deja la enfermedad.

Su colaboración negativa consiste en dejarse vestir por la inexplicable complacencia de la amistad y luego desempeñar los papeles ajustándose á las circunstancias y al ambiente; suerte de mimetismo del cerebro … que permite á la pobreza mental vestir la púrpura del talento y deslizarse imitando sus coloraciones”. (21)

Tan eficaz es esta defensa que difícilmente se los sorprenda, funcionarán así “la vida entera”, “porque una vez montados caminan por la propia virtud de su automatismo”.

Cabe agregar que el talento, para Ramos Mejía, es propiedad privada de la aristocracia y, por ende, los simuladores de talento sólo podrían ser acreedores del mismo por vía del mimetismo. Modo de suplir un déficit constitutivo que los hace ser seres inferiores.

Pero si nos permitimos dejar de lado la discriminación –dudosa– de unos supuestos “talentosos natos” frente a los que serían “meros simuladores”, y si apartamos las consideraciones peyorativas sobre estos últimos, quedan una serie de elementos muy elocuentes que le permiten a Ramos Mejía apreciar (como advertimos) la capacidad de suplencia de estos individuos, la cual es elevada por el psiquiatra argentino al rango de concepto específico dentro de su campo de estudio.

Haciendo una comparación con los medios de defensa de ciertos animales, dirá, por ejemplo, que “[…] en ciertas circunstancias y por un raro capricho de la ironía, son, á veces, de una eficacia aplastadora”.

Es así entonces que finalmente, por un extraño giro, la genialidad termina siendo un tipo más de degeneración (en consonancia con su discípulo José Ingenieros y con la ideología de Lombroso).

“En la esgrima de estas aptitudes de protección, el defensivo suele tener golpes de éxito que lo equiparan al genio…”. (22)

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211 p. 2 illustrations
ISBN:
9789878372525
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