Cómo actuar ante las leyes dominicales

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Cómo actuar ante las leyes dominicales
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Cómo actuar ante las leyes dominicales

Dores E. Robinson


Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Índice de contenido

Tapa

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Apéndice 1

Apéndice 2

Apéndice 3

Cómo actuar ante las leyes dominicales

Dores E. Robinson

Título del original: Sunday Laws: A Study of Principles.

Compilador: D. E. Robinson

Director: Walter E. Steger

Traducción: Walter E. Steger

Diseño de tapa: Andrea Olmedo Nissen

Diseño del interior: Giannina Osorio

Ilustración de tapa: Shutterstock (Banco de imágenes)

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e-book

MMXX

Es propiedad. © 2015, 2020 ACES.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-309-8


Robinson, Dores E.Cómo actuar ante las leyes dominicales / Dores E. Robinson / Dirigido por Walter E. Steger. - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2020.Libro digital, EPUBArchivo digital: onlineTraducción de: Walter E. Steger.ISBN 978-987-798-309-81. Práctica Religiosa. 2. Iglesia y Estado. I. Steger, Walter E., dir. II. Título.CDD 261.7

Publicado el 18 de noviembre de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: ventasweb@aces.com.ar

Website: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Introducción

Durante décadas, salvo casos aislados, los adventistas en Sudamérica no hemos tenido que preocuparnos por asuntos serios de libertad religiosa. Si bien pertenecemos a una minoría religiosa en países donde la mayoría católica tiene relaciones preferenciales con el Estado,1 existe libertad de culto y las constituciones nacionales resguardan la igualdad ante la ley de cada ciudadano.2

Sin embargo, este extenso período de relativa calma se ha visto interrumpido por ciertas iniciativas provinciales o municipales de legislar cierres dominicales del comercio, principalmente en algunas provincias de la República Argentina, pero también en otros países del Cono Sur. Esto ha despertado el interés por los consejos que Elena de White tiene para dar con respecto no solo a la posición que debemos adoptar ante las leyes dominicales, sino también en cuanto a la actitud que debemos asumir ante el Estado y otras iglesias involucradas en la legislación de asuntos religiosos.

En 1911, tras cierto reavivamiento de leyes dominicales, D. E. Robinson publicó una serie de once artículos consecutivos acerca de las leyes dominicales y la relación entre Iglesia y Estado.3 En esta serie, se dedicó a compilar los escritos de Elena de White más significativos sobre el asunto, agregando ciertos comentarios introductorios a las cartas y otros escritos presentados en los artículos. Este libro es una compilación de esos once artículos.

Hay tres aspectos dignos de destacar en relación con esta serie de artículos. En primer lugar, fueron compilados por Dores Eugene Robinson, quien fuera durante trece años secretario, compilador y editor de Elena de White hasta su muerte, en 1915 (además de estar casado con la nieta mayor de Elena de White, Ella White). Segundo, mientras que ciertas citas aisladas aparecen en algunos libros ya publicados de Elena de White, estos artículos presentan las cartas completas que ella envió a personas que enfrentaron casos concretos que afectaban la libertad religiosa o que requerían respuestas acerca de cómo tratar con los gobiernos nacionales. Además, el autor menciona el contexto de estas cartas: a quién fueron dirigidas, cuál era la situación puntual, junto con alusiones al contexto histórico. Tercero, esta compilación fue realizada mientras Elena de White vivía, por su propio secretario, lo que le otorga mayor respaldo.

¿Por qué es necesario que leamos este libro? Porque la Iglesia Adventista ha sido llamada a ser un baluarte de la libertad religiosa en el ámbito mundial: “La bandera de la verdad y de la libertad religiosa desplegada por los fundadores de la iglesia evangélica y por los testigos de Dios durante los siglos transcurridos desde entonces fue, en este último conflicto, confiada a nuestras manos”.4 Pero además, porque necesitamos encontrar el equilibrio a la hora de afrontar estos temas. En lugar de sentar posiciones, creemos que lo mejor es que el lector pueda analizar los escritos de Elena de White presentados en este libro, con el objetivo de extraer principios y establecer su propia posición con respecto al tema. Se acercan tiempos tumultuosos, y es necesario que cada uno tenga una posición clara y decidida sobre estos asuntos.

Cuando hablamos de leyes dominicales, es necesario trazar una estrategia no solo relacionada con la defensa de la libertad religiosa sino también con el abordaje que debemos utilizar a fin de capitalizar la situación y pregonar al mundo el mensaje que se nos ha confiado para este tiempo. Creemos que este libro nos brindará los elementos suficientes para elaborar una aproximación equilibrada y bíblicamente informada.

Marcos Blanco

Jefe de Redacción

Asociación Casa Editora Sudamericana

1 Por ejemplo, el artículo 2 de la Constitución Nacional de la República Argentina dice: “El Gobierno federal sostiene el culto católico, apostólico, romano”.

2 La Constitución Nacional de la República Argentina, en el artículo 14, establece: “Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: […] de profesar libremente su culto”.

3 Ver D. E. Robinson, “Study of Principles”, Review and Herald (9 de marzo de 1911), pp. 3, 4.

4 Elena de White, Los hechos de los apóstoles, pp. 68, 69.

Capítulo 1
Un estudio de principios

La siguiente es una compilación de los escritos de Elena de White sobre nuestro trato con los oponentes, la crisis que sobrevendrá como resultado de la aplicación de leyes injustas, y el deber de los adventistas del séptimo día de hacer todo lo que esté a su alcance con el fin de evitar la crisis y alertar a las personas sobre esa situación. Los siguientes principios arrojan luz vital sobre este asunto, y a lo largo de los años han sido defendidos por Elena de White:

1. Es el deber de todos los que conocen las verdades del mensaje del tercer ángel trabajar de todas las maneras posibles para enseñar la vigencia de la Ley de Dios a sus amigos, sus vecinos, y a las personas en general.

2. Debería ejercerse mucho cuidado de no suscitar rencores o prejuicios innecesarios, que nos impedirían ejercer una influencia sobre aquellos por quienes trabajamos. Se nos advierte en contra de realizar declaraciones severas o condenatorias contra aquellos que se oponen a la verdad, o contra gobernantes y estadistas. Y se nos aconseja: “Enseñemos a nuestro pueblo a conformar su conducta en todas las cosas a las leyes de su Estado”, incluso al punto de desistir de algunos de nuestros derechos, “siempre que puedan hacerlo sin oponerse a la Ley de Dios” (Consejos para la iglesia, p. 576).

3. En nuestro trabajo, debemos buscar oportunidades especiales para realizar una tarea eficaz. Cuando las mentes de las personas son agitadas con respecto a las leyes dominicales, es el momento oportuno para iluminarlas con respecto a los principios que están involucrados. Debemos enseñar de una manera positiva la vigencia de la Ley de Dios, en lugar de atacar o denunciar a las personas; que en algunos casos pueden estar actuando con sinceridad y posiblemente sean susceptibles a la verdad, si se la presenta de manera adecuada.

 

4. Existen ventajas especiales en emplear el domingo como un día de esfuerzos misioneros en favor de los que deberían ser advertidos respecto de la crisis inminente.

5. En la crisis final, el punto de prueba no girará meramente en torno a la prohibición de trabajar en domingo, sino que estará relacionado con el desprecio hacia el sábado. En los escritos de Elena de White acerca de este tema, casi invariablemente se señala que el asunto girará en torno a la exaltación del falso día de reposo y el pisoteo del sábado de Jehová.

Debido a que estos tópicos son presentados claramente en los escritos del Espíritu de Profecía, creemos que los adventistas del séptimo día podrán apreciar esta compilación de consejos con respecto a la actitud por adoptar frente a las leyes dominicales.

Capítulo 2
El deber de alertar a las personas

En el verano de 1886, varios de nuestros hermanos fueron arrestados en los Estados sureños por trabajar en domingo. En Maryland y Massachusetts, además, las leyes dominicales fueron aplicadas en contra de los adventistas del séptimo día. El pastor G. I. Butler, en ese tiempo presidente de la Asociación General, escribió a Elena de White pidiendo su consejo con respecto al deber de nuestro pueblo frente a la crisis que parecía estar acaeciendo, en ese entonces, sobre ellos. Elena de White escribió la siguiente respuesta:

“Usted pregunta con respecto a la conducta que debe seguirse para asegurar los derechos de nuestro pueblo a adorar de acuerdo con los dictados de su conciencia. Esta ha sido una carga que he tenido sobre mi alma por algún tiempo, pues me preguntaba si se produciría una negación de nuestra fe y habría evidencias de que nuestra confianza no estaba plenamente en Dios. Pero recuerdo muchas cosas que Dios me ha mostrado en lo pasado en cuanto a situaciones de una naturaleza similar, como la conscripción y otras cosas similares.

“Puedo hablar en el temor de Dios y decir: es correcto que utilicemos todo el poder que esté a nuestro alcance para aliviar la presión que ha de ponerse sobre nuestro pueblo. Si nuestro pueblo estuviera espiritualizado por la verdad, ejercería amor hacia todas las personas y sumo cuidado para no provocar a aquellos que han aceptado el falso día de descanso, una institución del Papado, en lugar del santo sábado de Dios. Su falta de argumentos bíblicos a su favor los encoleriza más, y los hace más determinados a suplir con el poder de su fuerza los argumentos que faltan en la Palabra de Dios.

“Todas las cosas que hay en el mundo, tanto los hombres como las doctrinas y la naturaleza misma, están cumpliendo la segura palabra profética, y realizando su obra grandiosa y final en la historia de este mundo. Debemos estar listos y a la espera de las órdenes de Dios. Las naciones serán conmovidas hasta sus mismas bases. Se quitará el apoyo a los que proclaman la única norma de justicia de Dios y la única prueba segura del carácter. Y todos los que no se sometan a los decretos de los concilios nacionales y no obedezcan las leyes nacionales que ordenan exaltar el día de reposo instituido por el hombre de pecado, por encima del día santo de Dios, sentirán no solamente el poder opresivo del Papado, sino también el del mundo protestante, que buscará forzar la adoración a la imagen de la bestia” (publicado en parte en Mensajes selectos, t. 2, pp. 436-439).

De otro manuscrito, escrito en Europa en torno a la misma época, tomamos la siguiente instrucción, que señala nuestro deber de iluminar las mentes de las personas, y habla de las oportunidades especiales para hacer esto cuando la cuestión del domingo es traída ante el público:

“Mientras Satanás ha estado llevando adelante sus planes con éxito, el pueblo de Dios no ha cumplido con su deber. Dios tenía una obra importante que ellos debían realizar, puesto que el honor de la Ley divina y la libertad religiosa del pueblo están en juego. Sin embargo, los atalayas no discernieron los engaños del enemigo, y no dieron a la trompeta un sonido certero y a tiempo para ejercer una influencia decisiva [...].

“Hay muchos que están tranquilos, como si estuvieran durmiendo. Dicen: ‘Si la profecía ha predicho la imposición de la observancia dominical, con toda seguridad la ley será promulgada’, y habiendo arribado a esta conclusión se sientan a esperar el cumplimiento de la profecía, consolándose con la idea de que Dios protegerá a su pueblo en el día de la angustia.

“Pero el Señor no nos salvará si no hacemos el menor esfuerzo para llevar a cabo la obra que nos ha encomendado. Debemos ser hallados como soldados vigilantes, cumpliendo fielmente con nuestro deber, no sea que Satanás obtenga la ventaja; algo que es nuestro deber impedir. Deberíamos estudiar diligentemente la Palabra de Dios y orar con fe para que Dios refrene a los poderes de las tinieblas, porque hasta ahora el mensaje ha llegado relativamente a pocas personas y el mundo debe ser iluminado con la gloria del Señor. La verdad presente, los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús todavía no han resonando como deberían haberlo hecho. Hay muchos prácticamente a la sombra de nuestras puertas por cuya salvación no se ha hecho ningún esfuerzo personal.

“No estamos preparados para cuando llegue el tiempo en que nuestra obra habrá de finalizar. Debemos asumir la firme resolución de no santificar el primer día de la semana como día de reposo, porque no es el día que fue bendecido y santificado por el Señor. Al reverenciar el domingo, nos colocamos del lado del gran engañador. El conflicto en torno al sábado quedará al descubierto ante la gente, y se tendrá la oportunidad de presentar los argumentos en favor del genuino día de reposo [...].

“Hay muchos que, si comprendieran el espíritu y el resultado de los proyectos de leyes de índole religiosa, no harían nada que propiciara en lo más mínimo el movimiento que promueve la imposición del domingo. El mundo está abrumado con la falsedad y la iniquidad. Aquellos a quienes Dios ha hecho depositarios de su Ley y de la religión pura de Jesús deben estar decididos a permitir que brille su luz. Si no hacen nada para abrir los ojos de la gente y, por ignorancia de la verdad, nuestros legisladores reniegan de los principios del protestantismo, y aprueban y apoyan el sofisma romano, el falso día de reposo, Dios pedirá cuenta a su pueblo por su falta de diligencia y fidelidad, a aquellos que han tenido una gran luz. Sin embargo, habremos cumplido con nuestro deber si el tema de la legislación religiosa es presentado ante el pueblo en forma juiciosa e inteligente, para que vean que mediante la imposición del domingo será restablecida la apostasía romana por el mundo cristiano, y que de esa forma se repetiría la tiranía de los siglos pasados.

“El hombre de pecado pretende cambiar los tiempos y la Ley. Al tratar de dominar la conciencia de los seres humanos, se exalta a sí mismo por encima de Dios. Pero, el pueblo de Dios debería trabajar con vigor y perseverancia para que, en lo que respecte a la Ley, su luz brille sobre el mundo, y así resista a los enemigos de Dios y de su verdad. Cuando la Ley de Dios haya sido invalidada y la apostasía llegue a ser un pecado nacional, el Señor obrará en favor de su pueblo. La situación extrema de sus hijos será la oportunidad de Dios. Él manifestará su poder en favor de su iglesia [...].

“Como fieles atalayas, hemos de ver la espada que se aproxima, y hemos de dar la advertencia para que hombres y mujeres no prosigan, por ignorancia, un curso de acción que evitarían si conociesen la verdad. Hemos recibido la luz del Señor con respecto a lo que ha de venir sobre la Tierra para que iluminemos a otros, y no seremos tenidos por inocentes si nos conformamos con permanecer inactivos y de brazos cruzados mientras discutimos por asuntos que tienen poca importancia [...].

“No debe dejarse a las personas tropezar en la oscuridad, sin saber lo que está delante y sin estar preparadas para los graves problemas que se avecinan. Hay una obra que debe hacerse en este tiempo, con el objetivo de preparar a un pueblo que esté listo para permanecer firme en el día de la angustia. Todos tienen que hacer su parte en esta obra. Deben estar revestidos de la justicia de Cristo y estar bien fortificados con la verdad, para que no acepten los engaños de Satanás como si fueran manifestaciones genuinas del poder de Dios” (publicado parcialmente en Sermones escogidos, t. 1, pp. 89-96).

Capítulo 3
El verdadero espíritu cristiano

Entre los años 1895 y 1897, Elena de White escribió varias comunicaciones, advirtiendo a los hermanos que estaban enfrascados en la defensa de la libertad religiosa en contra del peligro de manifestar aspereza y severidad en sus enseñanzas y escritos. La siguiente carta fue escrita en Australia, el 30 de enero de 1895, con un prefacio de tres párrafos extraídos de El ministerio de curación.

“Si comprendemos la longanimidad de Dios para con nosotros, nunca juzgaremos ni acusaremos a nadie. Cuando Cristo vivía en la Tierra, ¡cuán sorprendidos habrían quedado quienes con él vivían si, después de haberlo conocido, le hubieran oído decir una palabra de acusación, de censura o de impaciencia! No olvidemos nunca que los que lo aman deben imitar su carácter [...].

“El Señor Jesús nos pide que reconozcamos los derechos de cada ser humano. Hemos de considerar los derechos sociales de los hombres y sus derechos como cristianos. A todos debemos tratar con cortesía y delicadeza, como hijos e hijas de Dios. El cristianismo hará de todo hombre un cumplido caballero. Cristo fue cortés aun con sus perseguidores; y sus discípulos verdaderos manifestarán el mismo espíritu [...].

“Un cristiano cabal funda sus motivos de acción en el amor profundo que tiene por el Maestro. De las raíces de su amor a Cristo brota un interés abnegado por sus hermanos. El amor comunica al que lo posee gracia, decoro y gentileza en el modo de portarse. Ilumina el rostro y modula la voz; refina y eleva al ser entero” (El ministerio de curación, pp. 390, 391).

“Siento gran dolor cuando veo cuán prestamente aquellos que escriben para nuestros periódicos hacen alusiones mordaces que ciertamente producirán daño, y que obstruirán el camino y nos impedirán hacer la obra que deberíamos hacer para alcanzar a todas las clases, incluso a los católicos. Es obra nuestra decir la verdad con amor, y no mezclar con ella los elementos profanos del corazón natural, para decir cosas que delaten el mismo espíritu que el que anima a nuestros enemigos.

“Todas las alusiones mordaces volverán contra nosotros en doble medida, cuando el poder esté en las manos de los que puedan ejercerlo para perjudicarnos. Una y otra vez me ha sido dado el mensaje de que no debemos decir una palabra, no debemos publicar una frase —a menos que sean completamente esenciales para defender la verdad—, que hayan de incitar a nuestros enemigos contra nosotros y enardecer sus pasiones hasta airarse. Nuestra obra estará pronto terminada; y pronto nos sobrecogerá el tiempo de angustia cual no lo hubo nunca antes, y del que tenemos poca idea” (Obreros evangélicos, pp. 341, 342).

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