Una Oportunidad Para Amar

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Una Oportunidad Para Amar
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Una Oportunidad para Amar

Índice

Prólogo

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

Epílogo

ACERCA DE LA AUTORA

TAMBIÉN DE DAWN BROWER

EXTRACTO: Eternamente mi duque

Prólogo

CAPÍTULO UNO

EXTRACTO: Todas las damas aman a Coventry

Prólogo

CAPÍTULO UNO

Una Oportunidad para Amar Copyright © 2020 por Dawn Brower

Todos los derechos reservados.

Arte de portada por Mandy Koehler

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin permiso escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una reseña del libro.

publicado por Tektime

Prólogo

Abril de 1816

La primavera siempre había sido su estación favorita. Lady Lenora St. Martin no tenía mucho más que esperar y la idea de un nuevo comienzo le atraía. Cada primavera la vida florecía y el árido paisaje se llenaba de belleza y maravillas. Esto también ocurría en los salones de baile de Londres. Aparecían nuevas debutantes en sociedad, la última cosecha de verdaderas bellezas inglesas se ponía en exhibición para aquellos caballeros que buscaban una esposa.

Lenora nunca había sido considerada una belleza...

Ella lo sabía y por eso desde hace mucho tiempo se había resignado a su suerte en la vida. Tenía el pelo castaño oscuro y los ojos color avellana, ambos tonos eran aburridos. Sus escasos atributos unidos a su timidez, la hacían mantener su inseguridad y su rol de patito feo. Nadie se fijaba en ella y aceptaba esta realidad con bastante serenidad. Un salón de baile atestado de gente activaba sus peores ansiedades. Su primo Bennett, el Marqués de Holton, insistía en que asistiera a las reuniones sociales. Lenora entendía sus razones aunque no estaba particularmente de acuerdo con ellas. Bennett esperaba que ella encontrara un pretendiente, que se enamorara, se casara y formara su propia familia. Todas esas cosas sonaban maravillosas. Pero ella sabía que no era probable que le ocurrieran estas cosas. Al menos no a ella...

Este baile era especial, muchas debutantes y sus madres anhelaban asistir pues representaba una gran oportunidad. Las jóvenes señoritas coqueteaban con sus pretendientes y sus madres cotilleaban con otras señoras. Los patitos feos hicieron lo que mejor sabían hacer: quedarse de pie esperando ser notadas. Lenora; por otro lado, no hizo nada de eso. No se limitó a quedarse esperando que algún caballero desorientado la descubriera y la llevara a la pista de baile. Eso habría sido demasiado predecible y probablemente era lo que su primo esperaba que hiciera. No, Lenora no hizo nada según los estándares normales. Odiaba que la notaran y le hubiera encantado quedarse en casa leyendo una de sus novelas favoritas. Así que intentó lidiar con esta desagradable situación y se escondió en el rincón más oscuro que pudo encontrar.

La primavera podría significar nuevos comienzos, pero también significaba nuevas reuniones sociales. Presentarse en sociedad la hacía sentir muy incómoda. Se hubiera sentido muy feliz quedándose en casa para pasear por el jardín o simplemente para disfrutar de la luz del sol que entraba por la ventana de su dormitorio. En cambio, se vio obligada a presentarse en un salón de baile y a esconderse en un rincón.

"¿Qué hace una mujer tan encantadora como tú en este oscuro rincón?" Su voz era cálida como la miel en un ardiente día de verano. Su tentadora dulzura la envolvía y le hacía desear el sabor... de algo. También era el mayor libertino de todo Londres. Julian Everleigh, el Duque de Ashley era un afamado seductor. "Ven a bailar conmigo ratoncita".

Lenora arrugó su nariz ante la actitud cariñosa de él. Le fascinaba Julián, pero sabía que no debía aceptar nada que le ofreciera. Visitaba a su primo con suficiente frecuencia y por ello no se sentía afectada por sus coqueteos. Sin embargo, secretamente los disfrutaba y quería saborearlos cada vez que él se dignaba a hablar con ella. "No, gracias", dijo ella en voz baja. "Estoy bien, lo prometo".

A modo de respuesta él se rio con ligereza y luego hizo un mohín con los labios hacia arriba, exhibiendo la sonrisa más pecaminosa que ella había visto jamás. Aunque no había visto muchas... La mayoría de los caballeros no se fijaban en ella y tampoco sonreían al verla. "No deberías prometer algo si no es cierto, pequeña", dijo. "Nunca hago promesas, pues me conozco demasiado bien. Las romperé a la primera oportunidad que se me presente". Julián le guiñó un ojo y la hizo sentir mariposas en el estómago como nunca antes en su vida. "En lugar de prestarle atención a tu promesa, me aseguraré de que recuerdes para siempre este baile. Soy bastante bueno bailando". Extendió su mano. "Ahora, por favor, hazme el honor de pasar un rato conmigo. Necesito desesperadamente protección de avances no deseados". Al hablarle se inclinó lo suficiente para que ella pudiera sentir su cálido aliento. "¿Estás dispuesta a ser mi salvadora?".

En ese momento le habría prometido cualquier cosa, pero se contuvo. Él mismo había dicho que las promesas no significaban nada para él y admitió abiertamente que las rompía a menudo. La promesa que ella estaba a punto de hacer no tendría ningún valor para el duque. Así que sólo se limitó a sonreírle, aunque se mostraba algo indecisa. La sola idea de bailar frente a todo el mundo la aterraba. "Puedo intentarlo..."

"Con eso me basta", le respondió él.

¿Por qué tenía que ser tan guapo? Era demasiado bello y demasiado atractivo como para fijarse en ella. Su cabello rubio dorado rivalizaba con el brillo del sol y sus ojos azules eran más deslumbrantes que el más exquisito zafiro. Ella podría perder fácilmente la cabeza debido a su encantadora apariencia si no se controlaba. "Supongo... supongo", dijo ella tartamudeando. Lenora aclaró su garganta y comenzó de nuevo. "Supongo que sí".

"¿Y entonces?" dijo el duque enarcando una ceja. "¿Bailarás conmigo la siguiente pieza?"

Asintió mientras los principios de un vals llenaban la habitación. Lenora casi gruñó cuando se dio cuenta de que había aceptado bailar con él. El vals era un baile muy íntimo y nunca había bailado uno con un hombre que no fuera su primo. ¡Rayos!, en realidad nunca había bailado con un hombre que no fuera su primo... Eso no le restaba importancia a su dilema. Un vals con el duque causaría un gran revuelo y ella estaría tan cerca de él... Cuando la tomó de la mano, ella tembló. "Guíe el camino, Su Alteza".

La llevó a la pista y luego la hizo girar en el baile antes de que tuviera tiempo de cambiar de opinión, aunque casi lo hizo. Cuanto más se acercaba al centro de la pista y a las miradas entrometidas de la multitud, más nerviosa se ponía. Él actuó con sabiduría al decidir por ella.

Julián era un bailarín increíble, pero eso no debería haberla sorprendido. Todo en él parecía perfecto. "Ahora", comenzó. "Esto no está tan mal, ¿verdad, pequeña?"

Al menos no la había llamado ratón otra vez... "No", ella estuvo de acuerdo. En realidad era muy estimulante. Lenora se sentía como si estuviera flotando en el aire.

"Siempre he considerado que el baile es demasiado decadente para hacerlo bien en un lugar público", comenzó. "Al menos el tipo de baile que yo prefiero".

Ella juntó las cejas. "Creo que no comprendo lo que dices..."

"No esperaba que lo hicieras", respondió en secreto. "Quizás algún día podrás entenderlo. Tal vez me lo digas cuando lo hagas". La comisura de su labio se giró hacia arriba casi... con arrogancia. Como si conociera todos los secretos del mundo...

"Sospecho, Su Gracia, que nuestros caminos no se cruzarán mucho en los próximos años". El duque es uno de los amigos de su primo, pero ella esperaba en el futuro poder vivir por su cuenta. Una vez que alcanzará la mayoría de edad en unos pocos meses, ella planeaba viajar. Tal vez a Italia... No lo había decidido aún. "No frecuentamos el mismo círculo y con el tiempo las pequeñas conexiones que tenemos desaparecerán".

"Tal vez", estuvo de acuerdo. "El tiempo lo dirá, supongo." La hizo girar por el suelo con maestría y elegancia.

Lenora nunca olvidaría este momento. Probablemente nunca volvería a bailar, al menos no de esta manera. Se sentía contenta de haber aceptado la invitación del duque. Tras este baile, iría directamente a su rincón favorito para esconderse. En sus momentos más oscuros recordaría este vals, y a Julián con cariño. Pensó que quizás ella tuviese una oportunidad de algo más con él... Pero luego sacudió rápidamente ese pensamiento. Amarlo era una idea terrible y quizás lo único que lamentaba. Fue amable con ella, pero no debía esperar nada más de él.

 

Los acordes del vals cesaron y se sintió decepcionada. Trató de rechazar su petición al principio y ahora no deseaba que el baile terminara. El duque la hizo girar por última vez alrededor de la pista y luego la condujo a donde había empezado el baile. Se inclinó y besó su mano enguantada. "Gracias por su benevolencia, mi señora". Sus ojos azules brillaron con picardía. "Y por ser mi protectora cuando lo necesito".

Ella debería agradecerle. Él había despertado en ella sentimientos que ella creía enterrados desde hace mucho tiempo. Su corazón estallaba de felicidad y pasión por este hombre. "No necesitabas mi protección y tampoco necesitabas bailar conmigo", dijo ella frunciendo el ceño. Lenora aún no lograba dilucidar los motivos que tuvo el duque para invitarla a bailar con tanta insistencia. "De cualquier manera el baile fue encantador. Estoy agradecida de haber aceptado bailar con usted".

Se rio ligeramente y sacudió la cabeza. "Ratoncita, siempre tan formal". Julian se inclinó de nuevo. "El placer ha sido mío". Miró por encima del hombro de ella y luego volvió a mirarla. "Perdóname", dijo. "Debo atender algo importante". Su sonrisa era brillante y parecía genuina. "Disfrute del resto de la noche, mi señora." Con esas palabras giró sobre sus talones y se dirigió en la dirección opuesta.

Lenora sonrió mientras lo veía alejarse. Empezaba a creer que lo había juzgado mal. Había sido encantador, como era de esperar, pero también amable y generoso con su tiempo. Al duque no se le había pedido que bailara con ella. Ningún caballero lo hizo. Eso hizo que su atención fuera aún más valiosa para ella.

Se alejó de su rincón favorito por primera vez en toda la noche. Antes no contaba porque Julian tuvo que convencerla de que saliera de allí. Tal vez debería dejar el salón de baile y explorar los jardines. Estaba empezando a sofocarse en el salón de baile. Su corazón estaba a punto de estallar de pura felicidad. Se abrazó a sí misma y se dio la vuelta mientras bajaba por el pasillo vacío que llevaba al balcón. Había una pequeña escalera en el balcón que conducía a los jardines.

En ese momento escuchó el eco de dos voces. Dos voces masculinas y ambas eran reconocibles.

"¿Bailó ella?" Su primo preguntó. ¿Por qué estaba Bennett tan preocupado por si bailaba o no? ¿Por qué no podía dejarla tomar sus propias decisiones?

"Por supuesto que lo hizo", respondió Julian. "¿Dudas de mi capacidad para fascinar a una mujer?" Sonaba tan... indignado. ¿Fue porque tuvo que bailar con Lenora o porque Bennett había dudado de su capacidad? "Puedo convencer a cualquier mujer de hacer, bueno, cualquier cosa", se jactó. "¿Pero un patito feo? Eso no es ni siquiera un desafío".

Ella se había sentido exultante hasta ese momento. Ahora toda la alegría que había experimentado se esfumó en un instante. El duque parecía tan amable... ¿Cómo se había equivocado tanto?

"Tu interés por ella debería haber despertado el interés de todos los caballeros elegibles del salón", dijo Bennett. "Querrán saber por qué el Duque de Ashley se dignó a bailar con un patito feo. Pronto estará muy solicitada".

No quería que nadie la solicitara... Una parte de ella odiaba a su primo por haberse inmiscuido en su vida de esta manera. ¿Por qué le pidió a su amigo que le prestara atención? ¿Tanto quería deshacerse de ella? Ella pensaba que su primo en realidad la apreciaba…

"Te he hecho este favor", dijo el duque. "No me lo pidas nunca más". Su tono era duro e inflexible. Ella sintió que su frágil corazón se rompía en mil pedazos. Había estado a punto de enamorarse de él. El Duque de Ashley no merecía su afecto. Lenora dudaba que él fuera digno del amor de cualquier mujer.

Las lágrimas le ardían en los ojos y resbalaban por su mejilla. Las borró con un solo movimiento de sus manos. Su llanto era tan inútil como su habilidad para leer a la gente. Lenora endureció su corazón en ese momento. Nunca más actuaría como una tonta. Era hora de que aprendiera a abrirse camino en la sociedad sin permitir que nadie jugara con su corazón de nuevo.

Nunca más se dejaría engañar, pero tenía mucho que aprender. Había una persona que podía enseñarla y ella haría lo que fuera necesario para convencerla. Esa persona era la nueva Lulia Prescott, la duquesa gitana de Clare...

Con su decisión tomada, salió corriendo del salón de baile y caminó hasta la casa de Holton. Necesitaba una buena noche de descanso antes de comenzar su viaje. Su primera parada sería en Tenby, Gales, para visitar a la duquesa. Después de eso, viajaría según lo planeado. Cuando retornara a Londres, sería una mujer completamente diferente.

CAPÍTULO UNO

Abril de 1818

Lady Lenora St. Martin miraba al otro lado del salón de baile. Hacía dos años que no asistía al baile anual de esta matrona en particular. En el baile de Loxton fue cuando finalmente despertó a las posibilidades que la vida le ofrecía y cuando se dio cuenta de que Julian Everleigh, el Duque de Ashley, no solo era un libertino, sino que no valía la pena. Al menos para ella...

Los dos años de trabajo con el tutor que Lulia le ayudó a encontrar la habían cambiado muchísimo. Ya no era la tímida ratoncita que observaba desde un rincón. Ahora era vibrante, fuerte y estaba decidida a ser la estrella de la temporada. Todavía no tenía ningún deseo genuino de casarse. Lenora se sentía contenta de haberse convertido en una solterona rica que construyó su propio camino y encontró la felicidad en algo más que un hombre o una familia.

Este baile era su nuevo comienzo. La primavera llegó dejando atrás su antigua existencia gris... Su pelo castaño opaco estaba ahora salpicado de oro gracias al tiempo que pasó bajo el sol de Italia. Sus ojos color avellana brillaban con inusitadas chispas doradas que no había apreciado antes. En lugar de llevar un aburrido vestido blanco, lucía un vestido a la última moda, con detalles en blanco, pero forrado con satén azul y encaje. Su atuendo resaltaba su escote y ceñía sus curvas. En resumen, era pura sensualidad.

"¿Estás segura de que estás preparada para dar este paso?", preguntó su acompañante. Luca Dragomir era miembro de la familia real de la pequeña isla de Dacia, y la tutora Lulia se había preparado para ayudarla. El tiempo que pasó en disfrutando del ardiente clima de Dacia y de la costa italiana la había ayudado a curar su corazón y a encontrar la fuerza que necesitaba para cambiar. Luca era guapo y confiado, y ni una sola vez desde que se conocieron se mostró condescendiente con ella. La había tratado como si su opinión importara...

Ella le dio una palmadita en el brazo y respondió a su pregunta anterior, "Este es el mejor momento para volver a la sociedad londinense". Lenora le echó un vistazo. Su cabello oscuro y sus ojos verde mar sumados a su piel bronceada le hacían destacar entre los dandies que desfilaban por el salón de baile. Las damas londinenses lo mimaban y adulaban. Era diferente y casi, un príncipe. Era el quinto en la línea de sucesión del título, pero eso no les importaba a las damas que aspiraban casarse con él, ni a sus madres.

"Si estás segura...", dijo mientras unía su brazo con el de ella. "Entonces veamos a dónde nos lleva esto." Luca la condujo por la escalera que descendía al salón de baile. Los presentes se volvieron para mirarlos mientras caminaban lentamente hacia todos ellos.

"Creo que estamos haciendo una entrada", se inclinó y susurró. "¿Pero es una buena?”, dijo él enarcando una ceja.

Mientras continuaban su camino hacia el pie de las escaleras un sirviente los anunció. "Lady Lenora St. Martin y el Príncipe Luca Dragomir, Su Alteza Real de Dacia."

Tras escuchar el nombre de Luca, todo el salón de baile estalló. Lenora hizo un mohín con los labios. "Creo que estamos a punto de ser abordados", dijo en voz baja. "¿Estás preparado para ser cortejado?" dijo Lenora enarcando una ceja también.

"Cualquier cosa por una buena causa", respondió crípticamente." ¿Tienes tu tarjeta de baile?",

Golpeó con la mano la tarjeta atada a su muñeca. "Está lista para ser llenada. ¿Deseas reclamar tu lugar primero?

Levantó la tarjeta y anotó su nombre para el primer baile de la noche. Luego se inclinó. "Hasta más tarde, mi señora". Luca la dejó sola en el borde de la pista de baile. Cuando los músicos empezaron a tocar para el primer baile, él se unió a ella nuevamente.

"Esa fue una gran entrada", dijo un hombre que estaba detrás de ella. Ella reconoció esa voz. Era una que nunca olvidaría y todavía sentía como si una espada traspasara su corazón al escucharla.

Se volvió hacia él. "¿Qué está insinuando?"

"No estoy..." Sacudió la cabeza como si no supiera cómo proceder. Era una conducta totalmente nueva en él. El Duque de Ashley no tenía palabras. Aclaró su garganta y comenzó de nuevo, "No quise insinuar nada. Creo que no me estoy explicando bien, ¿verdad?" Se inclinó. "Permítame presentarme. Soy el Duque de Ashley".

No la reconoció... Qué interesante. Esto era algo que ella podía usar en su contra si así lo decidía. Ella se había ausentado por un tiempo, pero nunca creyó que él olvidaría su existencia por completo. Era amigo de su primo después de todo. "No creí que era aceptable presentarse uno mismo a alguien", dijo cáusticamente. "¿No se supone que un conocido mutuo debería hacer la presentación correspondiente?".

"Bueno", comenzó. "No estoy seguro de que tal persona exista. No recuerdo haberte visto en ninguno de los bailes más recientes". Hizo un gesto hacia Luca que estaba rodeado de varias damas. "Tampoco había visto antes al interesante caballero que la acompaña”.

De acuerdo, esto se estaba volviendo absurdo. Puede que no la reconociera, pero seguramente había oído anunciar su nombre. ¿Por qué no la recordaba? ¿Ya no hablaba con Bennett? Ella lo miró fijamente tratando de discernir sus motivos. "Realmente no sabe quién soy, ¿verdad?" Continuó escudriñando su mirada franca y ni una sola vez vaciló.

"¿Debería?" dijo el duque levantando una ceja.

Increíble... Dejó salir un suspiro exasperado. Si ella hubiera estado aferrándose a alguna expectativa delirante de que él la amaba en secreto... bueno, menos mal que no había albergado ninguna esperanza, porque ahora estaría muy decepcionada. Él, por supuesto, estaba tan guapo como siempre. El dios ducal que se presentó ante el mundo con sus cabellos dorados y sus voluptuosos ojos azules. "No supuse que usted me recordaría", dijo ella.

"Por favor, permítame rectificar el desaire que le he hecho". Su voz tenía un tono de súplica, pero a ella no le importaba. No era la misma ratoncita que había rescatado de un rincón dos años atrás.

"No es necesario", le respondió ella y comenzó a alejarse. Él la agarró del brazo. "Suélteme", siseó en voz baja. "Nuestra conversación ha terminado".

"Siento que debería conocerte", explicó. "Tu reacción y tus palabras lo dicen todo. ¿Cómo podría olvidar a alguien como tú?"

"Porque usted es un egoísta", respondió ella mordazmente. "No se preocupe, Su Gracia, estoy segura de que hay otras damas aquí dispuestas a soportar su encanto". Ella liberó su brazo y se alejó de él con una sonrisa triunfante. Esto había salido mucho mejor de lo que había previsto.


Su belleza lo distrajo mientras ella bajaba las escaleras hacia el salón de baile y por eso no escuchó cuando su nombre fue anunciado. Cuanto más hablaba con ella, creía que debía conocerla, pero no lograba precisar su identidad. Si ella hubiera estado presente en las últimas reuniones sociales a las que había asistido, seguramente la habría reconocido. ¿Cómo podría no haberlo hecho? Era una diosa y no tan pálida como una señorita inglesa normal. Su piel tenía un hermoso y ligero bronceado. Parecía que había pasado una temporada al aire libre. Lo que indicaba que ella no se encontraba en Inglaterra desde hace mucho. ¿De dónde había venido? Tal vez el príncipe con el que había llegado podría responder a algunas de sus preguntas.

 

Se acercó a la multitud de damas que se preparaban para adularlo. Julian tuvo que admitir que no estaba acostumbrado a que otro caballero le robara el protagonismo. Normalmente se dirigían a él y él disfrutaba mucho las atenciones femeninas. Le gustaba coquetear y bailar, pero al final las desairaba a todas. El matrimonio no le interesaba en absoluto. Quizás algún día, pero esperaba que ese día no llegara pronto. Había sido testigo de primera mano de cómo un matrimonio podía arruinar la vida de un hombre. Su padre se había enamorado estúpidamente y había pagado el precio por ello. Su madre había sido la perdición del anterior duque. Ella había tenido numerosas aventuras y alejado a su padre. Había cumplido con su deber y le había dado un heredero. En lo que respecta a la traidora duquesa, estaba libre de cualquier otra obligación.

Tal vez podría usar la popularidad del príncipe en su beneficio. Se acercó a él y se inclinó para susurrar en uno de los oídos de la dama cercana: "Nunca pensé que te atraería un título nobiliario".

Ella suspiró. "No seas ridículo. Es un amigo, nada más. Esperaba poder hablar con él, pero parece que no será posible". La Duquesa de Clare era una antigua princesa gitana y su acento fluía en cada palabra que pronunciaba.

Levantó una ceja. "¿Eres amiga de un príncipe? ¿Por qué no me sorprende?" Julian se rio con ligereza. "¿Conoces también a la mujer con la que llegó?"

Tal vez no tendría que acercarse al príncipe. De todas formas, no quería hacerse amigo de él. Algo en él molestaba a Julian. Sin embargo, no pudo precisar con exactitud lo que era. Volvió su atención a Lulia, la Duquesa de Clare.

"¿Quién es?" preguntó. En ese momento se dio cuenta de que ella no respondió a su pregunta anterior. "La conoces, ¿verdad?".

"Por supuesto", respondió lacónicamente. "Y tú también". Ella suspiró. "Tenía más fe en ti que esto. Realmente eres un tonto".

"Bueno", dijo. "¿Quién es ella?" Julián no pudo disimular su impaciencia. Se había presentado a ella, pero la misteriosa dama no se había molestado en hacer lo mismo. Le irritaba un poco que tuviera que descubrir la información por su cuenta.

La risa de la duquesa retumbó en el salón. Todos los que estaban cerca se voltearon a mirarlos, incluso el príncipe. Esto irritó a Julián más que la burla de Lulia. Ella lo miraba con sarcasmo. "Pobre, pobre diablo", dijo suavemente. "No debería sentir pena por ti, pero una vez que te des cuenta de lo tonto que eres tú mismo te darás una bofetada. Te deseo suerte".

"¿Con qué exactamente?" Odiaba estas discusiones extrañas que había tenido desde que llegó el príncipe y su misteriosa dama. ¿Por qué no le dijo quién era la encantadora señorita? Dios sabía que no tenía ni idea y que le vendría bien algo de ayuda.

"En sacar la cabeza de tu trasero para empezar", dijo la duquesa invadida por la risa.

"Como siempre eres muy hábil con las palabras". Dijo Julian poniendo los ojos en blanco. "Como de costumbre, esta fue una conversación fascinante.

“Dime, ¿tu esposo asistirá al baile de hoy?" Tal vez Fin pueda ayudarlo a descifrar la identidad de la dama. Si Lulia la conocía, seguramente él también.

La duquesa se encogió de hombros. "No le gustan los eventos sociales. Ya sabes”.

Pero esta vez sí asistió. A Fin no le gustaba salir de su casa a menos que fuera absolutamente necesario, pero tampoco le gustaba dejar sola a Lulia. "¿Está en la sala de cartas entonces?" Fin había descubierto el amor por las cartas después de jugar en el club del duque. "Quizás debería encontrarme con él allí".

Ella se encogió de hombros. "Haz lo que quieras, siempre lo haces". Entonces ella se alejó de él y caminó hacia el príncipe. La multitud se separó de ella y cuando ella lo alcanzó, él abrió sus brazos y la abrazó libremente. Esa clase de afecto no era la norma en los eventos sociales. La multitud los crucificaría por ello. Tal vez no... Todos sabían cuánto se adoraban Lulia y su marido. No era ningún secreto que su matrimonio había sido un matrimonio por amor. Pero todos los presentes ansiaban saber más sobre este enigmático príncipe que aterrizó en el baile de Loxton.

Julian se alejó de la multitud y se dirigió al salón de juegos. Lulia no había dicho si Fin estaba allí, pero él pensó que podía comprobarlo por sí mismo. Se detuvo una vez antes de salir del salón de baile y vio a su desconocida. Ella se reía de algo que otro caballero le dijo. Los acordes de un vals comenzaron a sonar indicando que el baile estaba a punto de comenzar. El príncipe hizo una reverencia a sus admiradoras y se puso al lado de la dama desconocida, luego la llevó a la pista de baile. Bailaron maravillosamente juntos y eso le molestó aún más. Algo que nunca antes había sentido lo inundó: los celos. No le gustó para nada sentirse así. Reprimió la sensación nauseabunda y salió de la habitación. Julian tenía que encontrar a Fin, y rápido. Esto tenía que terminar más pronto que tarde, porque Julian odiaba ser usado como un peón de cualquier tipo.

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