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Maquetación: Juan Muñoz
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda y Pilar González
Ilustraciones: Mónica Conde Diez y Peio Valbuena Manzana (epílogo)
Fotografía de portada de Heraclio Alonso
Fotografía de guardas: «Todo el pueblo de Anciles», de la familia García, de Anciles (León)
Fotografía de contraportada: Campanil del Concejo en Lario (León), de José Ramón Lueje
ISBN: 978-84-1114-113-0
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A mi madre
PRÓLOGO
Querida lectora, querido lector:
Permite que hable, a favor de la palabra (a modo de “prólogo”) de este libro, en forma de carta. Y que me dirija a ti en singular, porque de hacerlo de otra manera sería una descortesía y un error en función a lo que vas a leer capítulo tras capítulo.
Su autor, agustin lasai (en minúsculas y sin tilde), es un personaje de la realidad, quizá también sea real porque ha escrito su mundo, con su lenguaje lleno de palabras y expresiones del terruño. De un lugar que ya no existe, porque fue sepultado bajo millones de litros de agua con un embalse vacío de sentido.
No es una obra plañidera, ni reivindicativa. Se trata de una novela que el autor susurra al oído de quien la lea. No únicamente por el sonido que sugiere el paisaje y que lo describe tal cual, sino porque a medida que te metas en la historia irás a un paisaje humano, demasiado humano, entre conversaciones, comentarios y discursos. Retrata de esta manera, mediante la escritura, una manera de ser colectiva y de personas convertidas en personajes, de una época, de un lugar de la montaña: El paisanaje. Como dice Alphonse de Lamartine “el ser humano es el paisaje”. Al leer esta novela añado que somos nuestro paisaje, en el que vivimos, el que recordamos y a veces soñamos.
Lasai logra que los personajes sean de carne y hueso, incluso imperfectos, no meros figurines de una historia. A lo largo de toda la trama se mantiene la emoción, no tanto porque esconda lo que va a suceder, que hasta puede ser predecible, sino porque es capaz de contarte casi a viva voz lo que escribe, lo cual hace que lo que vas a leer sea literatura, letras en acción. Pero sobre todo con sabor a pueblo, de andares con garbo en la montaña. Un estilo llamado de al pan pan y al vino vino: Vaca, tetuda, “Linda”, gañán”, vecera, carajillo, barruntar, zagal, tronzar, bocadillo de jamón, aluche y demás. Sobre un lugar en el que sus gentes, con sus motes, se despiden de las vacas, las cuales tienen nombre propio, igual que dan los buenos días y el adiós a los lugareños. Todos viven en “su pequeño mundo”. En él hay amores, ensoñaciones, prostitutas, peleas, amenazas, sinsabores. En definitiva la vida.
Sentimientos, costumbres, el deseo, el amor, las rutinas, las maneras de ser se intercalan en contextos que se entrelazan para descubrir una historia ubicada en los años 50 y 60 del pasado siglo. Describe un molde que sigue funcionando: El dinero por encima de todo. Hará que te veas metido en una tesitura al posicionarte en uno u otro grupo.
Sí, se trata de un pueblo, de una comarca, que en un momento determinado la burocracia elige para hacer un gran embalse, un “pantano”, que hará desaparecer incluso el espacio que ocupa. Mentiras, intereses, engaños, medias verdades, codicia, ignorancia, todo esto se confabula en personas que no tienen reparos en hacerse ricas a costa de lo que sea. Pero no todas las personas están dispuestas a sacrificar su mundo, su manera de vivir, y plantan cara. Contrasta el mundo de los despachos (“despachos sin alma”) con sus moquetas en las calles asfaltadas de la ciudad y el mundo de las casas de piedra, donde sus chimeneas arden la madera del bosque, en calles de tierra y boñigas, en las que se anda con madreñas.
“¿Vale más un pueblo lleno de boñigas que el dinero que nos darán?” No es una visión bucólica ni idealizada, sino ruda y en cierta medida cruel, porque basta que un grupo de “bastardos de esa tierra”, por pequeño que sea, con su influencia tiren de la pata de aquella comarca para que se vaya al traste. Lo que según la cultura popular: Tanto mata el que mata como el que tira de la pata.
Es la historia de conversaciones, de cuyo eco el autor habrá escuchado contar alguna vez, ha oído cosas que sucedieron antes de que naciera. Se convierten en un eco que retumba cuando las casas de la comarca de Riaño cayeron al ser demolidas por máquinas que custodiaban las fuerzas del orden, que previamente habían bajado de los tejados a quienes resistieron. Cada casa fue una trinchera que se defendió una por una. Sucede esto treinta años después de lo que cuenta la novela. Y otros treinta años después Lasai escribe como si te llamara a ese rincón de la Historia, en donde duerme la conciencia de unos hechos previos a todo lo que vino después. Forma una amalgama de sucesos, de recuerdos, de no se sabe qué para dar a conocer una experiencia que le tocó vivir y que quiere entender cómo fue posible llegar a semejante sinsentido. Te lo cuenta para que vuelvan a sonar las campanas, para que el concejo adquiera vida e importancia, nuevamente. Porque hay algo por encima de todo que no han podido hundir, ni comprar, ni en la novela ni en lo que sucedió posteriormente, ni en el tiempo transcurrido hasta ahora: la dignidad.
No trata de enlazar un hecho con otro, sino de relacionar circunstancias que se cruzan acompañadas de pasiones, de miradas, de olvidos, de lealtades en la amistad y de vecindad. Con nombres modificados señala cada lugar, a cada personaje-persona para desarrollar la trama, que no es tal y como hubo sucedido, sino que es mucho más exacto porque narra la esencia de aquello que ocurrió. Lo escribe con una precisión que desgarra y que con la propia narrativa nos da un coscorrón al leer para decir “anda deja de contemplaciones y sigue”. O como dice Serapio “algo sucede que no sabemos”. Un destino que no es sino el ser humano al desnudo, el cual cuando desata su ceguera da lugar a “acontecimientos incapaces de cambiar su rumbo”.
Vas a leer una novela en la que el realismo se mezcla con el surrealismo, a veces el de la misma realidad, como cuando una reina extranjera visita el lugar, o cuando las ovejas acaban protagonizando una reunión solemne en el cine del pueblo, lo que te dará lugar a sonreír y a reflexionar al mismo tiempo. Porque ¿dónde sucede? No es ésta una pregunta baladí. Ni mucho menos, porque la novela es una historia más real que la misma realidad de lo que aconteció. Logra explicar lo inexplicable. Desde la vida cotidiana que plasma esta obra hace visible una forma de ser. Al mismo tiempo que señala el caciquismo rural como átomo de lo que fue una Dictadura. Pero con ésta, todavía se mantuvo en pie la libertad del pueblo y de pueblo: los concejos. En esa dualidad aparecen el Poder y la resignación; La ignorancia y los listillos de turno; La avaricia y el egoísmo; Quienes son ricos y los que viven de su trabajo. Envolviéndolo todo, como una niebla espesa: Las envidias.
¿Dónde sucede y adónde te va a llevar cuando lo leas? No he parado de preguntármelo al finalizar y durante una segunda lectura. ¿Acaso no se ha dicho que somos el sueño de un sueño? agustin lo muestra porque ha escrito con el corazón anclado en el imaginario de una memoria que clama en el desierto de agua, pero sobre todo con el cariño de recomponer los trozos rotos de su ser. La tierra es el alma. Y lo hace buscando, y lo que escribe es esa búsqueda, sí. Con sus palabras te hará volar, porque él vuela. La verdad se guarda en un sueño, el de un niño. Pero este niño que sueña, anda y duerme, despierta en el fondo del inconsciente que naufraga cada día en ellas profundidades del embalse convertido en un canto de sirena, en un susurro del aire y así lo cuenta, al oído. Su verdad es ser sincero, con él y contigo como lector. Es necesario que escuches a medida que leas, para ser uno más en lo que sucede.
Y el sueño se convirtió en pesadilla (incluidas las futuras cargas policiales), y al despertar, o mejor renacer, el mismo Lasai es el sueño de un recuerdo. En el fondo del embalse hay un pueblo, hay ocho pueblos anegados, un valle. En el fondo del recuerdo y de los hechos está el inconsciente en donde el autor se ha inmiscuido, al que ha viajado en ese sueño de escribir, el del niño de la novela, el de los personajes. Toda escritura es simbólica, pero esta obra es un símbolo en sí misma, es decir: es la representación de aquello que está en el fondo. En el fondo, o en la cueva de lo que ha escrito, en el fondo de su mente donde ha buscado y desde donde le han saltado y asaltado las ideas, las imágenes, y desde el fondo de lo que sucedió, tanto antaño en los años 50-60, como lo que ocurrió el año 1987. Pero no olvides que es también el fondo de nuestro presente, donde siguen habiendo víctimas de un sacrificio, ¡en tantas ocasiones para nada! El hilo conductor de lo que va pasando es el pulso entre quienes aman la tierra y los que aman al dinero que creen que se “va a convertir el agua en oro”.
Y presente es en la novela el sonar de las campanas, que fue el Internet y los teléfonos móviles de aquellos tiempos y de otras épocas más atrás del tiempo. Es la pregunta que se hacen algunos personajes sobre si hacer un pantano allá es locura o negocio. Es la respuesta hoy: Las dos cosas a la vez. Y la locura se expande y el negocio se estrella. Es lo que nos cuenta agustin lasai: “Todo por un tintineo de monedas que les ensordecieron”.
Hundieron una cultura, aquellos del hormigón, pero hay algo que sigue flotando: la dignidad en esta novela que es la misma de antaño y la de antes que también cuenta en referencia a la tribus vadinienses, moradoras de aquellas montañas previas a que llegaran los romanos con su Imperio a cuestas. Y comparte la dignidad que será en un futuro y siempre. Porque los derrotados son los que siembran el futuro, como le sucedió a Eneas al marchar de Troya incendiada, devastada, aniquilada, sembrando una nueva civilización después. Mientras que los triunfadores quedan ahogados en su oro y oropel, el de aquellos a quien Telesforo inunda las tierras y el alma. Le premian por su generosidad caudillista con una medalla del vil metal con el escudo del pueblo, que sobrevivirá por encima de todo.
Esta novela, querido lector, querida lectora, es el latido del embalse de Riaño, Riángulo, que palpita en su fondo, en su historia y leyendas. Sus páginas se oirán en el oleaje del “pantano” y en el silencio. Y más que tendrá que contar. Entre otras cuestiones su historia, la del autor agustin lasai. ¡Hay tantas cosas y tanto que decir en las profundidades! En las profundidades del alma, en las del valle anegado, en las de los negocios, en la de la montaña y sus cuevas, en la de la Historia y en la de las historietas, en la de cada uno de nosotros. Como tesoros escondidos que nos hará encontrar esta novela al llevarnos a ellos con su escritura llana, diáfana, rural, de pueblo, sincera, de tú a tú y a la vez exquisita porque se ha esforzado en que lo sea.
Así pues, recréate en su lectura.
Atentamente.
Ramiro Pinto Cañón
AGRADECIMIENTOS
Mi más sincero agradecimiento a todos los que habéis leído y comentado los primeros borradores del manuscrito de Tocan las campanas a Concejo. A Mónica Conde por ser la primera lectora además de su genial ilustradora; a Peio Valbuena por su preciosa acuarela; a Ramiro Pinto por su energía y ánimo constante; a Javier Martínez Seisdedos por compartir tantos sueños; a mi hermano Antonio por su ayuda y buenos consejos; y en especial a mi hermana Pilar por el excelente trabajo realizado con el texto.
Gracias a ti Ana Jesús y a nuestros hijos Andrés y Clara por soportarme y hacer que todo tenga sentido cada día; a mis padres, a mis hermanos, a toda mi familia y amigos, a mi pueblo, que han sido además de un apoyo constante fuente de inspiración.
Tocan las campanas a Concejo comenzó con una pequeña idea escrita sobre un cuaderno mientras jugaba a escribir con mi hija de ocho años una tarde. Busqué a partir de ahí más inspiración en mis recuerdos y en numerosas fuentes, entre las que se incluyen comentarios, conversaciones, publicaciones de revistas (en especial la Revista Comarcal Montaña de Riaño), blogs, webs, redes sociales, libros con la temática de la Montaña de Riaño que figuran entre mis favoritos: Por el Norte de España de Hans Gadow; El Concejo de Burón, Riaño, cinco villas, Tierra de la Reina, de José María Canal Sánchez-Pagín; Éscaro. Sociedad y creencias de Gerardo Fernández y Pilar González Fernández; La lucha secular en la Montaña de Riaño, de Pedro Gómez Gómez; Peñas arriba, de José María de Pereda; La Montaña de Valdeburón, Roma contra cántabros y astures, de Eutimio Martino; Los Espejos de la Reina, de Roberto Gordaliza; Acebedo. 20 siglos en la montaña de León, de Tomás Álvarez; Los señoríos en la Montaña Oriental de León, de Siro Sanz y Ramón Gutiérrez Álvarez; ¿Hay quién luche?, de Olegario Rodríguez Cascos y Camino Gallego; Los Caminos del Esla, de Juan Pedro Aparicio y José María Merino; RIAÑO VIVE, de Enrique Martínez Fidalgo; RIAÑO, de Vicente Pueyo; La lentitud de los bueyes, de Julio Llamazares.
Especiales gracias a la tía Manuela, la tía Demetria, Paz, Pepe Valbuena, Pedrín, Vicente, Geño y Valentín… las personas que aparecen en la fotografía de portada y que son el alma de esta historia; y a la familia Alonso por esta fotografía realizada en Riaño por Heraclio Alonso en 1946.
Gracias a Manuel García Rodríguez y familia, por permitir adaptar la proclama de su Tío Albino publicada en 1960 y titulada: A MIS PAISANOS DE RIAÑO Y PUEBLOS COMARCANOS; a Félix Conde de Cossío por permitirme adaptar la carta de su Padre al periódico ABC publicada en 1960 y titulada: RIAÑO Y LOS PANTANOS.
Gracias a «ese petardo lírico», Emilio Gastón, por su poesía, y a un montón de personas por ser quien son y compartirlo conmigo.
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PERSONAJES
Niños:
El niño inquieto de pelo negro con el flequillo cortado al ras
Ángel José, de la cuadrilla de tebi
Betín, hijo de Tino el de Sarlia
Carmina, hermana pequeña de Pedro el motril
Carlos, amigo íntimo de tebi
Chavi el Australiano, hermano de Juan Víctor, cuadrilla de amigos de tebi
Esteban, tebi, hijo de Chencha y Ramón, del barrio La Espina
Javito, visitante asiduo de la tía Genara
Juan Víctor el Australiano, hermano de Chavi y amigo de Betín
Luis, Fernán y Elena, niños leyendo tebeos en el carro
Luisín, Toñín (Tolio) y Javito, cuadrilla de amigos de tebi
Míchel Cordero, del barrio de La Cimavilla, amigo de Betín y Pedro el motril
Pancho y Ricardo, amigos del barrio La Redonda
Pili, la de Pedrosa de la Ponte
Rogelio, la pedrada en la tenada
Adolecentes:
Acotaya, niño pobre del garaje
Federico, el de Lodares, luchador del Porma
José Manuel, hijo de Francisco del Corral (Paquitín Calderillas) el comerciante
Luismi, el de La Porta
Ordoño y Silvilio, de Sarlia
Pedro Villarroel (Pedro el motril), amigo de Betín
Vidalín, hijo pequeño de Basilio
Jóvenes:
Antonio el Nin, vecino de La Redonda y amigo de Kilian
Kilian, hijo mayor de Basilio
María Flor, novia de José Manuel, el hijo del comerciante
Purita, hija del sargento Ventura
Teófilo y Rufo, hijos de Rufo el Tralla
Mujeres:
Celestina, hermana de Saturnino (el tío Badanas)
Chencha, hija de Silverio y esposa de Ramón, de los Quigualdos. Madre de José, Ignacio, Esteban, Eugenia y la más pequeña, Paloma, y Agustín, que está en camino
Dora, amiga de Fani y Mari Flor
Dorita, la denostada Dorita
Esperanza, encargada de la taberna de Mariano
Fani, hija del bodeguero
Gertrudis, esposa de Francisco del Corral
Ignacia, esposa de Edelmiro
Josefina, hermana de Serapio
Julia, esposa de Felipón, el madreñero de La Porta
Inés (Tía), la suegra de Tino el de Sarlia, enfermera en la guerra
Luz Divina, esposa de Julianín, de Llerenes
Nita, esposa de Basilio
Primitiva, esposa de Segismundo Prontofraguas
Quintina (La Tía), amiga de Celestina
Saturnina, del Hotel Moralejas
Hombres mayores:
Antón Torío, tío de Perico el alcalde y dueño de la fábrica de harinas de arriba
Antonino, amigo de Vicente Prieto y Chaco. Hijo de Lorenzo
Balerio (tío Balerín), padre de Basilio
Benito el Morato, vecino del barrio de La Golosa
Bernardino, el sabueso de confianza de Tiquio Burón
Chaco, viajante hijo de emigrante, que regresó de Argentina
Ciano, pastor de la cabaña en Hormas
Federico, el de Llerenes
Feliciano el Trucha, y sus relatos. Amigo de Galindo
Felipe (Felipón), el madreñero de La Porta.
Fermín Bragales, padre de Balerio, original de Valdeliegos.
Filiberto Botines, transportista
Francisco del Corral (Paquitín Calderillas), comerciante
Galindo, ganadero y labrador de la Redonda
Indalecio el bodeguero, padre de Fani
Isaac, el carretero del barrio de Señal
Jacinto, hijo de la tía Manuela
José Fernández (Pepón), el luchador de Llerenes con pata de palo
José Mari (Josechu), ingeniero de caminos casado en Riángulo
José María Ponce de Torío, hermano de Perico el alcalde
Julianín, el de Llerenes, primo de Saturnino
Justino Álvarez, amo del huerto vallado con alambre de espino
Leoncio (el tío Canal)
Luciano y Vicentín, socios albañiles de la familia de los Quigualdos (Canteros Cantores)
Manolín Liébana, labrador, pescador y trampero
Manuel Balbuena, hijo de la tía Manuela, primo de Serapio y sobrino de la tía Genara
Melecio, Fortunato y Jesusa (Jesusona), hijos de Zoilo
Melecio, hermano de Serapio, Honorio y Josefina
Nicasio Montes, y su jamelgo llamado Duque
Olegario, el zapatero
Pascasio el Vaquero, dueño del rebaño de merinas en Tendeña
Patricio, peón albañil de Barneto trabajando para los Quigualdos
Patrocinio, el peluquero de la Cimavilla
Pedro Luis García, comerciante
Prudencio, taxista de Holende en el viaje del alcalde a los Madriles
Ramón González, socio albañil de la familia de los Quigualdos (Canteros Cantores)
Rodrigo, yerno de Samuel Lincon
Rufo el Tralla, padre de Teófilo y Rufo el Barrenero
Salomón, labrador y trabajador en la mina
Samuel Sierra (Samuel Lincon), oriundo de Valdeón
Saturnino (el tío Badanas), con el mejor coñac. Hermano de Primitiva, la mujer de Segismundo
Secundino, amigo confidente de Zoilo
Segismundo Manuel (el Prontofraguas), cuñado de Saturnino. Socio albañil de la familia de los Quigualdos (Canteros Cantores)
Tito Liébana, labrador hermano de Ignacia
Toño, taxista en la noche estrellada
Yuri, el ruso
Zoilo, viudo de Juana Altares
Autoridades concejiles:
Abelino García, presidente del Concejo de Llerenes y concejal de Riángulo
Basilio, socio albañil de los Canteros Cantores y vocal del Concejo
Honorio, presidente del Concejo de Riángulo
Isidro, presidente del Concejo de Pedrosa de la Ponte. Amigo de Manolín y Honorio
Serafín Gómez, presidente del Concejo de Buradone
Serapio Balbuena, hermano de Honorio
Sidoro, vocal del Concejo de Sarlia
Silverio Matorra, molinero en la fábrica de arriba y vocal del Concejo
Sindo, el presidente, y Paco, vocal del Concejo de Holende
Suso, vocal del Concejo y amigo íntimo de la familia Balbuena
Tino, padre de Betín y presidente del Concejo de Sarlia
Vicente Prieto, alguacil del Concejo de Riángulo
Víctor, sobrino de Abelino García y alguacil del Concejo de Llerenes
Autoridades del Ayuntamiento Riángulo:
Benitón, exconcejal
Clodomiro Álvarez, maestro de escuela y concejal
Eufrasio, el alguacil
Florencio, hermano de Samuel Lincon y alcalde durante la República
Jonás Pildorita, boticario y exconcejal
Juanito Alonso, dueño de la fábrica de harinas de abajo y concejal
Malaquías Álvarez, secretario del Ayto.
Maturino Sierra, cuñado de Perico Ponce y concejal
Mauro Ortega, heredero hacendado, concejal y casero de Silverio
Onésimo (Don), médico y concejal
Perico Ponce de Torío (Periquito), el alcalde
Teótimo Domínguez, primo de Perico, concejal y presidente sustituto del Concejo
Otras personalidades locales:
Clemente (Don), cura de Riángulo
Benigno, cura de Sarlia
Ribera, médico de Cisterna
Autoridades provinciales y nacionales:
Carmen (Señorita), hija de Telesforo La Virgen, y esposa de Lafranc
Ceferino Albores, agregado gubernamental para relaciones con los reyes de visita en el Parador
Demetrio Madriles y Jaime González y González, responsables del Ministerio de Agricultura del Estado
Domingo Herrero (Don), ministro de Gobernación del Estado
Emiliano Billar, presidente Confederación Hidrográfica del Dubro
Fausto Hernández, gobernador provincial de Legio
Juan Puyas, director técnico de la Confederación Hidrográfica del Dubro
Marcelino, gerente del Parador Nacional de Turismo de Riángulo
Matías Llorante, representante del sindicato vertical de agricultores de Castiella
Obispo (Sr.), de Legio
Pedro Contreras Lafranc, presidente de Paradores Nacionales
Rey y reina de un país de la vieja Europa de veraneo en el Parador
Llendelagua (Señor Don Tomás), político y empresario de Buradone
Telesforo La Virgen, general en jefe del Estado (el gran capitán)
De empresas eléctricas y constructoras:
Alfonso Ballesta, primer secretario de Oriolez
Duarte (Señor), dueño de Duarte y Cía., grupo de empresas constructoras
Galante (Señor), secretario de Duarte y Cía.
Juan María Oriolez y Urquijo, presidente de Hidrolas y de la corporación eléctrica FUNESTA, consejero del Banco Bilbaíno (banco eléctrico), procurador de las Cortes telesforistas
Servando Aurrekoetxea, ejecutivo de Hidrolas (Eléctricas Españolas S. A.)
FUNESTA, Foro Unión Nacional Eléctrica Sociedad Toda Anónima
Guardias civiles:
Alfredo Ventura, sargento del puesto un tiempo atrás
Barrena (Sargento), jefe del puesto
Bernardino, subordinado de confianza de Tiquio
Tiquio Burón, guardia retirado natural de Riángulo
Con más edad:
Edelmiro Diez (tío Yimi), vecino de Serapio
Gabino (El Tío) propietario del hórreo de la plaza La Redonda, donde se celebran concejos
Genara (Tía), anciana señora de la casa de humo
Manuela (La Tía), tía protectora de Josefina y hermanos
Marcofias (El difunto tío), dueño del hórreo en plaza del Mercado, donde se celebran concejos
Tomasón, un señor mayor vecino de Antonio el Nin
Otros personajes (mención):
Arsenio (Tío), de Sarlia, sentado sobre el viejo madero
Benitín, el de Las Salas, árbitro del corro de aluches en Cima la Cueva
Bonifacio, el relojero
Caritos, con su nervio preciso
Carmen, la pastora de Peña Mura, del Concejo de Ískaro
Chuchi, dueño de la cuadra negra
Ción (Tía), vecina de Arsenio
Ción la barberina, y su marido Abel, peluquero de La Redonda
Cipriana, del barrio La Peta
Cirila, madre de Ángel José
Dámasa (Tía), su cuadra al lado del hórreo del tío Gabino
Dominga (Tía), la tía de Carlos, amigo de tebi
Eliseo, vecino del barrio La Peta, ayudante de Isaac el carretero
Emilio, hermano de Manolín
Esteban, ayudante de Silverio en la fábrica de harinas
Eulalia, madre de Betín
Eusebio, el Pajarín, dueño del hostal El Pajar de Riángulo
Feli (Señora), hija de Justino Álvarez
Felicísimo, guarda de la reserva
Felisuca, mujer que atiende la casa de Samuel Sierra
Félix, el de la cárcel
Ferino, amigo de la familia de Pascasio el Vaquero
Fernando, el hijo del frutero
Filiberta, encargada de la cantina de Llerenes
Galipuche, el hijo del caminero
Honorato y su hija Silvina, del bar de Barneto
Inés Pispierno, de visita en la cocina del bar de Barneto
Isidoro el Pajarero
Jesús González, el Gallo, luchador de La Porta
Juan (Tío), tío de tebi
Juana la Coja, mayordoma en la iglesia
Juanita la Villalona
Juyayo, con su moto todoterreno
Lorenzo, padre de Antonino
Luis, el carnicero
Luisín, hermano pequeño de Manolín y Emilio
Lupercio Rodríguez, comerciante Marañón
Mari Carmen, vecina del tío Canal
Marianín Sierra, luchador apodado el Zorro
Maruja, hermana de Vicente Prieto
Maximino el del hotel Nuevos Tiempos
Pablo, hermano de Galindo
Pancracio, suegro de Luz Divina, de Llerenes
Pedro (Tío), tío de Míchel Cordero
Pepe, el de la tía Manuela
Revilarga (La), cobradora de los pagos por la compra casa Silverio
Sasi, confidente de Teófilo, el hijo de Rufo el Tralla
Sobrino (El) de Serafín Gómez
Terencio Celeras, visitador de Marujina
Tochón (El), con su furor
Victoriano, marido de la tía Manuela
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El viejo roble
Con su grueso tronco cubierto por una rugosa corteza tostada de blanco por tantos días bajo el sol, el viejo roble se yergue orgulloso asomando su copa por encima del dosel del bosque, como un gigante que abre sus brazos al cielo en un sinfín de ramas retorcidas.
¿Cuántos pasos has escuchado dar caminando sobre tu hojarasca al mirar al suelo, gigantón?, ¿y cuántos volando entre las nubes bajo las estrellas cuando miras al cielo azul? Tú mejor que nadie podrías contarnos con visión de futuro la verdad de lo que pasa por aquí… Pero callas…, mejor así.
Salvaste tu pellejo de los cortantes dientes metálicos del tronzador por haber sido hace mucho tiempo un pobre infeliz tullido al que nadie quiso molestarse en llevar hasta el aserradero para convertir en vigas y tablones. Has crecido desde entonces en tu soledad, contemplando a quienes te rodean desde la atalaya del tiempo y ofreciéndoles siempre con generosidad todo lo que la naturaleza te ha proporcionado, como es de ley en tu universo.
Sin inmutarte, has soportado las tormentas y tempestades más violentas y atronadoras, siendo testigo del ocaso de algunos de tus congéneres, atravesados por el fuego inmisericorde de un rayo que apuntó a su corazón, pero tu soledad se inunda de tristeza desde hace un tiempo al escuchar ese sonido estridente de las máquinas cortadoras de árboles, que traen cada año esos despiadados caminantes de dos patas, preguntándote inevitablemente si este será el día en que llegará tu hora.
Capítulo 1.
Luces de mayo
Ese niño inquieto de pelo negro con su niqui amarillo de cuello vuelto desabotonado, sale corriendo del patio junto a algunos de sus compañeros de escuela, y ya solo piensa en recorrer libre los pasos que en esta tarde, seguro, le esperan; una tarde fresca de primavera, donde una suave brisa recorre el aire dejando ver a lo lejos oscuras nubes que amenazan tormenta. Todo en medio de un luminoso sol cuyos rayos la piel encandila y a su espíritu alienta. Tira la cartera bajo la escalera al llegar a casa sin ni siquiera entrar en el portal dando media vuelta para echar a volar con destino desconocido; pero hoy no, al niño inquieto le espera su hermano mayor que, ya preparado, se cruza en su camino cortándole sus alas. Poco después, caminan juntos por la calle hacia su destino bajo una misteriosa luz que tiñe la tarde de diferentes colores reflejados en las piedras mojadas de las viejas paredes de las casas que les rodean. El río corre más azul cantando alegre a la tarde su interminable melodía y el aire ha llenado el ambiente de un no sé qué, al mezclarse con las gotas de lluvia que comienzan a caer. Un arcoíris aparece de la nada frente a sus ojos y, por unos instantes, las peñas brillan a lo lejos llenas de destellos. Ese niño lo mira todo, y todo le parece distinto en pocos minutos, produciéndole un extraño placer que, una vez más, le hace olvidarse de esas contrariedades de la vida doméstico terrenal que tan poco le gustan. Se ha quedado solo a las afueras del pueblo con una vaca, a la que ha de cuidar esta tarde por un inesperado encargo de su hermano, ahora desaparecido. «¿Y qué hago yo aquí ahora?», se pregunta sin ni tan siquiera mirar a la vaca. Ensimismado, bajo las luces y colores de esa tarde de mayo…, mira al cielo sentado sobre un peñasco al lado de la puerta, debajo del alero de la pequeña casa de piedra rodeada de prados que, hasta no hace mucho tiempo, ha sido un tumultuoso gallinero.