Read the book: «La distancia del tiempo»
La distancia del tiempo
La distancia del tiempo
ale pastore
—poesía—
La distancia del tiempo
Primera edición digital, publicada en Lima en marzo de 2021.
Primera edición impresa, publicada en Lima en diciembre de 2020
por Gambirazio Ediciones.
© 2021, Ale Pastore
© 2021, Mal Menor E.I.R.L.
Para su sello editorial Gambirazio Ediciones
Av. Ayacucho S/N Mz. G, Lt. 38, Urb. La Capullana-Santiago de Surco, Lima33
Telf.: (51) 986 732 950
gambirazioediciones@gmail.com
gamva.ediciones@gmail.com
Dirección editorial: Juan Carlos Gambirazio Vásquez
Diseño de portada: Úrsula San Miguel
Ilustraciones de portada e interiores: Franca Tagliabue
ISBN: 978-612-48257-9-8
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Contenido
Prólogo
La dama del árbol
De polvo de estrellas en mi piel delicada
Sin embargo
Memoria
Nube que agua traes
Olvido
Golondrina
La piel de mi deseo
Entera y de pie
Pluma rota
Capullo de miel
Podría ser
Falsa noche
Efímera es la belleza
Soy bosque
Pudiendo hacerte verano
Te entrego mis ojos
La dama del árbol
Arena y mar
A que te has dado cuenta
Manos vacías
Musa de la noche
Vendrá la noche
Sin nombre vas floreciendo
Playa villana
Donde nace la herida
Como símbolo de la vida
Los artistas
En ese respiro
Mientras simulo la vida
Sin prisa, sin pausa
Recuerdos de un piano
Después de años
Sin prisa, sin pausa
Alas de gaviota
Los años me enseñaron
Como gorriones al trigo
Aroma a jardín
Noche de grandes amapolas
Hasta convertirlos en verso
Como torpe arrebato de intriga
Querido octubre
Porque tú ya no estás
El tiempo
Abracé mis letras
Antes de morir por costumbre
Volver a encontrarme
Casi te olvido
Así como las aves
Llega el otoño
Vuelvo y regreso
Puedo estar distante, pero nunca ausente
Ser en mí
No soy quien
Mis manos, son palas de hierro
En mis venas
Nada soy
Contra el olvido
Víbrame en la distancia
Llegará el día que te acerques a mi boca
Me descubrí abrazando mi sombra
Fugaz
Entre mis sábanas
La mañana como noche
Solo veo bajo la comisura de tus labios
Yo te doy todo aquello
Nos dispersamos en la palabra
Amar el alma
Si pudiera lograr que tu alma
Cae el alma partida en dos
Tomando mis manos
Sí
Hoy me encuentro otra vez
Tengo vértigo
Suena tu voz
Inocente y libre me trazas
No fuiste tú
Esta noche habla el mar
Hoy pude renacer entre los escombros
Con paciencia me arrullo en el silencio
Con miedo enmudezco
Pintaré de colores los días
Escuché mil palabras
Me tatuaré tu olvido
Siento que estaría bien
Una canción
En la claridad de tus formas
Soy
Flora Florentina
En la claridad de tus formas
Padre
Cuánto me amabas
Decidí
Buenas noches, mi cielo
Rosa hermosa
Hoja alzada por el viento
Ser todo siendo nada
Oscuridad
Carta para el mañana
Pude tanto
La condena de tu delirio
Caricia tú
A pesar de ello
Mi jardín
Ventana abierta
A tus coordenadas
Entre flores amarillas
Distante luz
Como siempre, como nunca
Antes de ser
Dejándome mojar
Por ser
Te quiero
Ojos que ven
El mar
Si tan solo pudiera
Eres más que un beso
Donde la vida fluye
¿De qué sirven las palabras?
Vulnerable inspiración
Mientras me alcanza la niebla
Un domingo bonito
Te quiero
Sin contar los días
Intacto en mi tinta
No contemplo el amor desde fuera
Tu piel en mi universo
Interminable lamento
Nada
Donde nadie me ha besado
Donde la nada embruja
A nuestra tierna manera
Quiero ser
Reflejo
Gracias, Vida.
Beso la ternura en los brazos de mis padres,
la complicidad en mis hermanas.
El Amor más grande de ver crecer mis semillas en la tierra,
que me enseñaron la ternura y la pureza del amor.
A mi compañero del destino.
A mis ángeles, de manos finas, tibias y besos de niñez.
Amor, mi gran desconocido, mi yo, mi vida.
Y a ti, por creer en mí, te ofrezco mis versos,
desde mi cielo para volar en mi universo.
Prólogo
—Marco Martos—
Con este libro, La distancia del tiempo, Ale Pastore irrumpe en el panorama de la poesía peruana con un manojo de versos que traen el testimonio lírico de su presencia en el mundo. «Apenas si somos, pero estamos y queremos. Lo que apenas es, será lo suficientemente todo», dice en unos versos centrales de su discurrir poético que nos hablan de la pequeñez del ser humano en el espacio cósmico, y al mismo tiempo de su grandeza y proyección metafísica. Y ese es el meollo de su escritura: el mundo de los afectos. El ser humano, nos explican sus versos, no es nada en su infinita soledad, necesita proyectarse a los otros.
La naturaleza humana es la comunicación, realizarse en los otros y para los otros, que nos devuelven el afecto en diálogos intensos. Northrop Frye se preguntaba por la naturaleza del fenómeno poético, y sin caer en la generalización de que todos pueden ser poetas, concluía que todos los seres humanos están preparados para serlo, pues, a diferencia de un escultor o un pintor, que tienen que adquirir ciertas técnicas en su adolescencia o en su joven adultez, todos los niños, apenas nacen, empiezan a entrenarse en el lenguaje que es la materia básica en la comunicación; aprender a hablar, expresarse con soltura, es un paso previo, indispensable para poder escribir con precisión. Las técnicas de la poesía son básicamente las mismas de la comunicación oral, principalmente el ritmo que tanto gusta a los niños. Ale Pastore, viviendo distintas experiencias, la del matrimonio y la de maternidad, de un modo inconsciente al principio, y de modo muy racional, con esa conciencia del «sí mismo», fenómeno del que hablaba Carl Jung, posteriormente, se venía preparando para ser escritora. La fluidez del verso, la naturalidad de sus expresiones, el temblor vital que nos trasmite, son testimonios claros de que el camino escogido de la poesía es suyo, y es largo y ancho, y abarcará tal vez toda su vida.
Situándome en alguna cocina añeja,
observando sentada, piel suave de seda,
niña encaprichada, curiosa, ilusionada,
evocador aroma que el aire aqueja.
Un recuerdo, tras él, manos laboriosas,
peras en almíbar, ollas cocinando,
como alma mía, una tetera silbando,
absorbiendo rosas, todas ellas frondosas.
Bailando en el verano niña lisonjera,
son tus derroches de inocencia los que atesoras
dedos al piano, donde las palabras no contemplan
lo que en mis oídos golpeó la primavera.
Será el festín melancólico a la memoria,
sin olvidar los nísperos sobre hierba fresca.
Serán las ramas como hamaca a mi calle pintoresca,
donde tu recuerdo duerme en la historia.
Devuélveme vida aquella piel tersa,
esa que las líneas y arrugas se llevaron,
quiero nunca temblar, que el tiempo duerma
e irme con ella remembrando el pasado.
Invadida por el recuerdo y la añoranza,
sorprendida de historias, aromas de nostalgia,
entre risas, fogón, piano y cucharón,
resplandece aquí tu alegría, como sinfonía a mi melodía.
Cuídate de los que saben escribir,
pues tienen el poder de enamorarte
sin siquiera tocarte.
La dama del árbol
De polvo de estrellas en mi piel delicada
Naciste luna resplandeciente,
llena de luz, regalo del cielo
sol enamorado, mar atónico
paraíso de contrastes, sinfonía
de amor y ternura.
El universo te cubrió de estrellas,
decorando tu piel, cada mañana,
evocando que eres parte de él,
neutrino de su alma.
Estrellas que brillan
y otras que se apagan,
planisferio en tu piel,
recuerdo, belleza, adorada.
Destellos de luz,
escondite del alma,
piel suave, celeste dulzura,
tatuaje del universo,
pluma y hermosura.
Sin embargo
Te cubren las olas
y el sol
a la distancia
evita que te vea
o pueda oírte.
No puedo hacer nada,
solo acompañarte
en este desolado silencio.
Sin embargo,
cruzando el cielo
descubrí tu voz entrañable
suena, retumba
me besa, me calma.
Ahí, logro abrazarte
y soñar contigo.
Memoria
Me encuentra un porqué rondando
en nebulosas de colores y dimensión,
atravesando el mar de tus ojos
como quien talla una escultura
mientras se clava el polvo en la herida.
Brilla la memoria en tu recuerdo,
contemplando mis manos
recorriendo tu cuerpo,
con mis palabras aún húmedas
del frío de mi sensibilidad.
Ahí estás,
retumbando el porqué
de mis ansias,
de mi pertenencia absoluta
abrazada a tu ausencia
mientras llora mi cincel.
Regresa una y otra vez
el ¡porqué! y no sé;
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