El valor histórico-arqueológico del mar

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El proyecto de renovación postal en el imperio hispánico

Con la subida al trono de los Borbones en el siglo XVIII se inició una etapa de pretendidos cambios y transformaciones en las distintas esferas del imperio hispánico que procuraron llevar a cabo un proyecto de reorganización política y económica con resultados que deambulaban por una fina línea entre el logro y la frustración. Bajo este contexto del reformismo borbónico, la monarquía borbónica tuvo el afán de convertir al correo en una herramienta clave para administrar su gobierno y, por lo tanto, se proyectó una renovación del sistema postal, que fue una de las reformas más destacadas, porque sin una comunicación fuerte y segura entre el imperio hispánico y sus colonias de ultramar no se podía ejecutar un eficaz gobierno ni defenderse de los enemigos a batir.

En el contexto de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) y bajo el reinado de Carlos III se intensificó el plan de renovaciones a causa de que se hicieron más duraderas y ambiciosas en ambos lados del Atlántico a partir de 1762 con la toma de Manila y La Habana por los ingleses y principalmente en 1763 tras el final de la guerra. Esto se debe a que la Monarquía adquirió conciencia de la importancia estratégica de las colonias americanas, principalmente del Caribe, intimidadas por las potencias extranjeras que las acechaban continuamente y mermaban el intento de control que pretendía la Corona sobre ellas, causando obstáculos y peligros a través del contrabando y de los conflictos bélicos. Por estas razones se replanteó instaurar un sólido plan de cambios que estabilizara y fortaleciera su dominio en las Indias. Y uno de los medios esenciales para alcanzar este propósito fue la renovación del correo, cauce de comunicación con los territorios de ultramar.

El proyecto del giro postal entre la península y América, tras varias propuestas de planes, proyectos e informes, se legitimó el 6 de agosto de 1764 cuando el monarca borbónico expidió el Real Decreto del Establecimiento de Correos para las Indias que se publicó el día 8 del mismo mes21, tras producirse numerosas correspondencias que se sucedieron continuamente entre relevantes personajes como Pedro Rodríguez de Campomanes, el Marqués de Grimaldi (Secretario de Estado y del Despacho Universal de España), los Administradores Generales de Correos de en Madrid Lázaro Fernández de Ángulo y Antonio de la Cuadra, junto con otros, en las que expresaban propuestas e instrucciones para confeccionar el plan de renovación postal y ponerlo en marcha.

La publicación de este decreto suscitó protestas debido, sobre todo, a una de las medidas más polémicas del establecimiento de los Correos Marítimos que era situar el puerto de salida de los mismos en La Coruña, en detrimento del de Cádiz desde donde solían partir hasta entonces los navíos de avisos que llevaban las cartas a América. Esta decisión de designar a La Coruña como sede central del sistema postal ultramarino estaría muy acorde con el relanzamiento del norte de España por parte de los Borbones, característica que contrastaba con la política metropolitana meridional desarrollada por los Habsburgo. Así, se pretendía revalorizar el comercio y la industria de Galicia, lo que suponía un desafío de Carlos III. Además, La Coruña estaba menos expuesta al ataque de embarcaciones enemigas y contaba con una serie de puertos cercanos alternativos, como el del Ferrol, refugio seguro para las embarcaciones en caso de tempestades o persecuciones (Ulloa, 2001).

De manera que las primeras oposiciones vinieron desde Cádiz y, concretamente, del Consulado de Comercio de Cádiz que desaprobaba la creación del nuevo correo, alegando que debido a las restricciones estatales los fraudes y el contrabando irían en aumento y serían perjudiciales para la Real Hacienda y para los comerciantes; y que el puerto de La Coruña no era adecuado para este establecimiento debido a que distaba mucho de los puertos de Andalucía donde se hallaban los comerciantes. Por eso, el Consulado solicitaba al rey que la correspondencia entre América y España continuase a través del despacho de avisos desde Cádiz, a cargo del propio Consulado y a costa del comercio22. Evidentemente esta oposición se debía a que con este establecimiento el monarca iniciaba la descomposición del monopolio comercial andaluz con América y desequilibraba la exclusividad de Cádiz como puerto único para el intercambio ultramarino (López Bernal, 2011).

A pesar de los desacuerdos que suscitó, el proyecto siguió hacia adelante. Y se consolidó con la promulgación de la Real Cédula el 26 de agosto de 1764 para el establecimiento de un correo marítimo mensual desde el puerto de La Coruña al de San Cristóbal de La Habana, con la correspondencia general de Indias, y regresó con la de aquellos dominios al mismo puerto de La Coruña23; y, sobre todo, con la publicación el 24 de agosto de 1764 del Reglamento Provisional del Correo Marítimo de España a sus Indias Occidentales24, ya firmado por el Marqués de Grimaldi en calidad de Superintendente General de Correos y Postas de Indias; reglamento con el cual oficialmente se iniciaba la andadura de este sistema postal ultramarino.

El Reglamento Provisional contenía las disposiciones necesarias para su establecimiento,de manera que comprendía las pautas por las que se debían de regir: el avío y despacho de los paquebotes; las rutas marítimas (Carrera de La Habana creada en 1764, y Carrera de Buenos Aires en 1767); las labores fundamentales de los administradores de correos que se instalaron en las oficinas de correos en Hispanoamérica (La Habana, Puerto Rico, Veracruz, México, Cartagena de Indias, etc.); las cuentas que tenían que llevar los contadores de dichas estafetas; las tarifas postales, etc. Esta ordenanza tenía carácter provisional, pero suponía una normativa sólida que impulsaba la creación de esta institución postal ultramarina25. Lo más destacado de ella era que con él se creaba este Correo Marítimo mensual cuya salida debía de efectuarse los días uno de cada mes con destino a La Habana a través de los paquebotes que transportaban la correspondencia oficial y particular de España a América; y se instauraron oficinas de correos en Hispanoamérica, entre ellas, la de Cartagena de Indias.

Sin embargo, la aplicación de esta reforma postal se encontró con numerosas dificultades sobre el terreno y generó resistencias tanto en la península como en América de los distintos agentes de la información interesados en tener el control del correo. A través del estudio de la estafeta de Cartagena de Indias, se reflejan los múltiples obstáculos que tuvieron que enfrentar los primeros administradores de correos de dicha urbe (los primeros fueron peninsulares que viajaron a Cartagena de Indias en el año de 1764 para instaurar la Administración de Correos, Roque de Aguión y Andrade y Manuel de Valbuena) como era el clima del país que no les permitía cumplir con los horarios que se les establecía por las ordenanzas que determinaban que las oficinas de correos americanas debían de estar abiertas desde la mañana hasta la noche; y el administrador argumentaba que “lo cálido del país solo me permite la tarea por las mañanas”26; el retraso de la correspondencia que hacía que los comerciantes prefirieran enviar en sus propios barcos las cartas a Cádiz “en donde contemplan más pronta respuesta”27 (lo que muestra que había otras rutas alternativas a las oficinas); y las oposicionesde fuerzas locales que con esta reforma postal veían peligrar sus propios intereses y autonomía. Un ejemplo de ello, lo tenemos en el enfrentamiento debido al transporte de los pliegos que mantuvo el primer administrador de correos de Cartagena, Roque de Aguión y Andrade, con un sargento de marina donde llegaron a intervenir mandos militares e incluso el gobernador de Cartagena, el marqués de Sobremonte. A este lance con élite locales, los mandos centrales responden con un acercamiento a los poderes americanos, para no generar más conflicto con ellos, apartando a Roque de Aguión y Andrade de dicha administración y destinándolo a otro lugar de la Península28. Este lo acata no sin quejarse de la situación exponiendo su percepción de las Indias: “En una palabra estoy en Indias y esto basta. Todo lo quieren judicial y todo lo quieren como lo quieren. Vuestras señorías verán lo atento y lo político que anduve con todos y nada bastó para contenerlos”29. Este tipo de casos se suelen repetir en la documentación durante el período que estudiamos donde los conflictos entre autoridades locales y empleados de correos son bastantes frecuentes.

Esto refleja la dificultad que tenían los administradores para cumplir las normas peninsulares en Indias y las disputas y acuerdos que se producían en el entramado social de Cartagena donde los distintos poderes luchaban por tener el dominio de la correspondencia. Esto afectaba sobremanera a la relación entre comunicación e imperio, pues, impedía el control de los estados imperiales sobre sus dominios coloniales, por lo que la comunicación ultramarina de los imperios deambulaba continuamente entre el señuelo del éxito y el espectro del fracaso.

Conclusiones

La comunicación constituyó un medio esencial para la noción de globalización y para el gobierno de los distintos imperios. Los sistemas postales fueron cruciales para la creación y el desarrollo de los espacios coloniales y las relaciones de poder de los distintos agentes dentro de ellos.

La circulación de la información entre distintas áreas de interconexión revela estrategias de poder, espacios de negociación y cambio entre los diversos agentes interesados en la comunicación postal (autoridades, mercaderes, etc.) y refleja cómo los diversos sistemas atlánticos tienen sus uniones y desuniones según sus propios intereses. Estos generaban un tráfico multidireccional llevado y traído por numerosos agentes que ocasionaban, tanto aceptaciones como resistencias, que manifestaban el interés que tenían ellos mismos en la transmisión de la información. Entre estos agentes se producía un continuo proceso de negociación y conflicto que lograba mantener el equilibro de los Estados imperiales en relación a la materia comunicativa.

 

De esta manera, se establecía el vínculo entre imperio y comunicación como mecanismo de dominio del mundo a través de la información: alma de los espacios imperiales.

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Archivos

Archivo General de Indias.

El repositorio documental de la casa Lazaga

Alberto J. Gullón Abao

Universidad de Cádiz

Jesús Martín Díaz

Universidad de Cádiz

Introducción. Marinos de origen vasco: de Kortézubi a San Fernando

El presente trabajo surge a partir del convenio de ordenación, catalogación y digitalización del repositorio documental y fotográfico rescatado en la casa Lazaga que perteneció desde 1865 a una familia, oficiales de la Armada, que ocuparon lugares destacados en el devenir de los acontecimientos históricos que sucedieron a lo largo de buena parte del siglo XIX y principios del XX en diversas instituciones del Estado, tanto en el espacio colonial como en el español. Esta familia fue partícipe de la burguesía local de la ciudad de San Fernando, que, gracias a sus rentas, propiedades –urbanas o rústicas– y a los vínculos que se generan en la Armada y la política, lograron ascender y extender su presencia en diferentes ámbitos de la sociedad que les tocó vivir.

El siglo XVIII fue una época de reformas significativas para la Armada que vio cómo se desarrollaba una nueva estructura organizativa, la construcción de nuevos bajeles y, concomitantemente, la necesidad de nuevos oficiales, más formados y capaces, que los mandara; por lo tanto, en 1776, y frente a las diferentes voces que reclamaban nuevas academias de guardiamarinas complementarias a la gaditana, se crearon las del Ferrol y Cartagena (Kuethe, 2018).

Precisamente, fue en una de ellas, el Ferrol, donde Martín Lazaga y Uría sentaría plaza en 1788 con 17 años. Este vizcaíno nació en la ante iglesia de Kortézubi, señorío de Vizcaya y, como no podía ser de otra manera, hijosdalgo, condición sinequanon para aspirar a sentar plaza como guardiamarina (Díaz, 2004). Ingresó como cadete en un periodo en el que la Armada española estaba en franco crecimiento, con una hacienda con recursos suficientes para hacer frente a un nuevo concepto de Armada y una más que necesaria organización administrativa de la misma, con unos proyectos de construcción naval más racionales y conformes con los nuevos tiempos y con las nuevas técnicas desarrolladas en otros países que competían con España por la supremacía marítima (Merino, 1981): un periodo crucial en el que la Marina debía asegurar y garantizar la unidad y las relaciones con América y Filipinas. Pero, durante su carrera como oficial de la marina, Martín Lazaga y Uría fue testigo de la decadencia y casi total desaparición de la Armada; así, su hoja de servicio sirve de crónica in situ de la batalla naval de Trafalgar en 1805, a bordo del San Juan Nepomuceno, donde fue hecho prisionero, o de la Guerra de la Independencia, en donde fue de nuevo detenido y enviado a Francia. Tras fugarse con otro compañero, y a la vuelta del rey Fernando VII, solicita que a cuenta de las pagas que se le deben, le adelanten lo necesario para vivir y vestir “con el decoro que exige su clase”30. Su carrera militar, tal como manifiesta su expediente naval, fue discreta, y así lo señalan sus superiores, quienes no tienen duda a la hora de calificarlo como “[…]sin disposición alguna”31. Murió en 1818 sin conocer como oficiales de la Armada a sus tres hijos.


Figura 1. Árbol genealógico de Martín Lazaga y Carmen Martínez


Fuente: Archivo Provincial de Cádiz. Secc. Protocolo Notariales. Elaboración J.M.D.

La relación con Cádiz, como en tantos otros casos, se inicia por vía matrimonial; ya entrado el siglo XIX, 1802, se casa con María del Carmen Martínez León y Rey, hija de Sebastián Martínez León, oriundo de Chiclana del Segura, provincia de Jaén, “del comercio gaditano”, matrimonio, por cierto, secreto32. Los cónyuges tuvieron cinco hijos: Antonio, Francisco, Juan Bautista, María del Carmen y Anastasia.

Su hijo, Juan Bautista Lazaga y Martínez Crespo, ya nacido en San Fernando y dos de sus hermanos, Antonio y Francisco (De La Válgoma, 1944), siguieron la carrera de marino de su padre, al igual que los tres nietos de Martín Lazaga y Uría, hijos de Juan Bautista.

Juan Bautista contrae matrimonio con Saturnina Garay Fernández del Busto, natural de La Coruña, hija de José Garay de Nueva Orleans, del comercio, cuyo apellido aparece relacionado con la concesión del proyecto para construir una vía férrea de comunicación entre el Atlántico y el Pacífico en el istmo de Tehuantepec (Bühler, 2010). Sus tres hijos, José María, Juan Bautista y Joaquín, fueron marinos casi por mandato testamentario, ya que su progenitor repartiría sus libros y objetos de la carrera entre sus hijos y hermanos marinos:

[…] a mi hijo primogénito D José, cuando salga alférez de navío se le entreguen mis instrumentos, planos y libros de la facultad y al obtener el empleo inmediato el cronómetro. Al segundo llamado Joaquín cuando mi esposa, su madre lo estime conveniente mi reloj y leontinas y al tercero al llevarse a efecto la partición de la plata labrada se le hará la mejora en una docena de cucharas, tenedores y cuchillos (…) lo es igualmente (mi voluntad) que a mi hermano Antonio se le entregue mi mejor bastón y a mi oro hermano D. Francisco el otro bastón y las obras completas de la Marina Real Española33.

 

En el mismo testamento reconoce no haber aportado ningún bien al matrimonio, aunque sí su mujer que, como dote, llevaba cuatro mil pesos fuertes “[…] que obran en mi poder”; a pesar de ello, al final de sus días, Juan Bautista fue propietario de fincas urbanas en Cádiz y salinas en Puerto Real que heredaron sus hijos a parte iguales, tal como se detalla en la repartición de bienes “[…] treinta y cuatro ovas partes de la salina situada en el término de Chiclana de la Frontera (…) casas en la ciudad de Medina Sidonia, en la plaza de la Constitución (…) casas en la ciudad de San Fernando C/ Belén, 7, 8 y 9, etc.[…]34. Podríamos asegurar que este es el origen de la fortuna y las propiedades de José María, su primogénito, y de sus otros dos hijos, a quienes, muy probablemente, les facilitaría la entrada y las posteriores relaciones con los sectores burgueses allí donde fueron destinados. Esta es una hipótesis que adelantamos y que está en vías de investigación y estudio.

José María Lazaga Garay ingresó en la Armada separándose voluntariamente del servicio con el empleo de alférez de fragata el 22 de junio de 1876. Fue nombrado alcalde de la ciudad de San Fernando en dos periodos, 1891-1893 y 1907-1909; y fue elegido senador del Reino por la provincia de Cádiz en varias legislaturas entre los años 1896-1904.

Joaquín Lazaga Garay, nació también en San Fernando el 3 de febrero de 1843 y sentó plaza de aspirante en el Colegio Naval Militar, el 8 de enero de 1855. Su carrera en la Armada lo llevó a desempeñar el cargo de gobernador interino de la Isla de Mindanao. En su hoja de servicios35 se detalla ampliamente la relación de este marino con Latinoamérica, realizando su primera navegación a bordo de la urca Pinta, al apostadero de La Habana en 1859. En 1894 desempeñó el cargo de comandante Naval del Sur de Filipinas. El día 9 de abril del mismo año “[…] se encargó interinamente del gobierno general de la isla de Mindanao”36. Con el empleo de capitán de navío fue destinado como capitán del puerto de Manila. Posteriormente, fue nombrado vocal secretario del Centro Consultivo de la Armada y, más tarde, secretario del Consejo Supremo de Guerra y Marina. Se retiró con el empleo de contralmirante.

El tercer hermano, Juan Bautista Lazaga Garay, sentó plaza como aspirante en el Colegio Naval de San Fernando en 1857, y plaza de Guardiamarina de 2ª en 1860. Desde muy pronto fue destinado al Caribe, llegando a La Habana en 1861. Los lazos con América se estrecharon aún más en la familia Lazaga, ya que Juan Bautista contrajo matrimonio con la hija del vicecónsul de Venezuela en Cuba, María Luisa Baralt; de dicha unión nacieron seis hijos, que siguieron vinculados a la vida de la mar. Juan Bautista murió en la batalla de Cuba al mando del acorazado Oquendo en 1898. Pero fue la hija de José María, Lola, casada con José María Chereguini Buitrago en 1899, la que conforma y da cuerpo a este repositorio documental que incluyen, sobre todo, fotos y el intercambio epistolar, entre otros, con su familia y amigos.