Read the book: «Rousseau: música y lenguaje»
Romà de la Calle, Amalia Collisani, Claude Dauphin, Anacleto Ferrer, Enrico Fubini, Enrique Gavilán, Iñaki Iriarte, Antoni Marí, David Medina, Lluís Nacenta, Antonio Notario, Michael O’Dea, Faustino Oncina, Pierre Saby, Sergio Sevilla, Jenaro Talens, Manuel E. Vázquez,
ROUSSEAU: MÚSICA Y LENGUAJE
Anacleto Ferrer, ed.
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
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© Los autores, 2010
© De esta edición: Universitat de València, 2010
Coordinación editorial: Josep Cerdà (MuVIM) i Maite Simón (PUV)
Maquetación: Arantxa Pérez Corrección: Communico C.B. Cubierta:
Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-7543-3
Realización ePub: produccioneditorial.com
¡Dichoso aquel que, sin envidia ni odio,
puede pasar su vida con los suyos
entre rocas y bosques en el campo,
lejos del ruido y del bullir del vulgo,
sin halagar –su libertad vendiendo–
las pasiones de príncipes y reyes!
La ambición no espolea sus empeños;
no maquilla su alma con disfraces;
no le agrada faltar a sus promesas;
no importuna el oído de los grandes,
sino que, satisfecho con su suerte,
él es su corte, su rey y sus favores.
No le inquieta ningún afán incierto;
no se alimenta de esperanzas vanas;
ningún favor su decepción provoca,
su alma en cien furores no se abrasa
ni maldice sus años malgastados
cuando al final no encuentra más que viento.
PHILIPPE DESPORTES
Versión de José García Roca
[Letra del Air Antique sur des Paroles de Desportes, con música de Rousseau, que abre el libro
de Les Consolations des Misères de ma Vie]
ÍNDICE
¡DICHOSO AQUEL...
PRESENTACIÓN UNA NUEVA MIRADA SOBRE LA ILUSTRACIÓN, DESDE EL MUVIM, Romà de la Calle
INTRODUCCIÓN, Anacleto Ferrer
DE DUBOS A ROUSSEAU, Y MÁS ALLÁ, Enrico Fubini
¿POSEE LA MÚSICA UNA POSICIÓN CENTRAL EN ROUSSEAU? ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA LECTURA CRÍTICA DE SU OBR, Michael O’Dea
ROUSSEAU, EL LENGUAJE Y LA MÚSICA, Sergio Sevilla
«LA VOZ DE LA NATURALEZA» MÚSICA Y FICCIÓN EN LA FILOSOFÍA DE ROUSSEAU, Manuel E. Vázquez
DE LA COMPETENCIA POLÍTICA DEL LENGUAJE EN ROUSSEAU, Faustino Oncina Coves
EL ENSAYO SOBRE EL ORIGEN DE LAS LENGUAS, ¿UN GIRO LINGÜÍSTICO Y MUSICAL EN ROUSSEAU?, Iñaki Iriarte López
¿ROUSSEAU FUE COMPOSITOR? MATERIAL POÉTICO Y ELABORACIÓN MUSICAL EN LAS CONSOLACIONES DE LAS MISERIAS DE MI VIDA, Pierre Saby
ROUSSEAU, COMPOSITOR ANTILLANO: LA «CHANSON NÈGRE» DE LAS CONSOLACIONES, Claude Dauphin
PIGMALIÓN EN SICILIA, Amalia Collisani
LA QUERELLE DES BOUFFONS Y LA RESISTENCIA A LA TEORÍA, Jenaro Talens
HACIA UNA NUEVA ESTÉTICA: ROUSSEAU Y GLUCK, David Medina
DE ST. GERVAIS AL CALLEJÓN DE SACHS: TEATRO, MÚSICA Y FIESTA EN WAGNER Y ROUSSEAU, Enrique Gavilán
TEORÍA CRÍTICA DE LA MÚSICA: ENTRE ROUSSEAU Y THEODOR W. ADORNO, Antonio Notario Ruiz
LA ORIGINALIDAD, Antoni Marí y Lluís Nacenta
PRESENTACIÓN
UNA NUEVA MIRADA SOBRE LA ILUSTRACIÓN, DESDE EL MUVIM
Le corresponde al poeta hacer poesía y al músico hacer música,
pero sólo al filósofo le corresponde hablar sobre la una y la otra.
Jean-Jacques Rousseau
La colaboración entre Publicacions de la Universitat de València-Estudi General (PUV) y el Museo Valenciano de la Ilustración y de la Modernidad (MuVIM) se ha consolidado plenamente. Los libros que recogen las actas de congresos, encuentros y jornadas, propiciados desde el MuVIM, han ido integrándose paulatinamente en la versátil colección «Oberta». De hecho, se han generado, uno tras otro, acercándose ya a la docena, al ritmo de las actividades que el propio museo programa. En realidad, nuestras preocupaciones bibliográficas forman parte inseparable de los objetivos museo-gráficos que nos establecimos –pronto hará un lustro– al iniciar la nueva andadura del MuVIM. ¿Por qué se desgajan tan a menudo –nos hemos preguntado reiteradamente– las tareas investigadoras de las metas propias de las instituciones museísticas? No es fácil entenderlo y difícil justificarlo.
Por nuestra parte, al querer definir la existencia de una entidad tan particular como la del Museo de la Ilustración y de la Modernidad, articulado como extensión eficaz de una universitas formativa, nos hemos esforzado en coordinar sus acciones selectivamente en torno a tres ejes: la historia de las ideas, la historia de los medios de comunicación y sus paralelas y diacrónicas incidencias en torno al ámbito de la cultura artística moderna y contemporánea, concretamente desde el siglo XVIII hasta el siglo XXI, con sus plurales ramificaciones en la vida cotidiana y sus amplias conexiones y dependencias sociopolíticas, estéticas y educativas. Tal es lo que hemos bautizado como la «fórmula MuVIM».
Desde este avance de la concepción y de la estructura museológica, podrá entenderse mucho mejor nuestra honda preocupación por la reflexión histórico-filosófica, por la investigación colegiada y la posterior edición de los resultados obtenidos, por la frecuente colaboración universitaria que nos respalda, por los replanteamientos que el desarrollo de los medios ha motivado históricamente en el quehacer artístico, a través de sus ramificaciones interdisciplinares.
Por eso, nos movemos comúnmente, a golpe de imaginación y de creatividad aplicada, en las lábiles fronteras, en los márgenes zigzagueantes y en los límites abiertos del hecho artístico, mirando alternativamente hacia la Ilustración y hacia la actualidad, es decir, hacia la historia que nos sustenta y hacia el presente que nos acoge.
De ahí surgen también algunas de nuestras preguntas fundamentales: ¿cómo anida la historia en el presente?, ¿qué sentido puede tener, hoy, bucear, por ejemplo, en la herencia ilustrada?, ¿cómo se reescribe el pasado desde las interpretaciones y relecturas actuales? Se trata, en cualquier caso, de fértiles y acuciantes cuestiones que procura asumir el MuVIM decididamente en su habitual itinerario investigador y expositivo.
Por eso mismo, quizá, nos seduce al máximo –también a nosotros– la metáfora de la biblioteca como núcleo central del propio museo, y hemos adoptado la Encyclopédie como referencia bibliográfica emblemática, para un «museo de las ideas». Y desde la solidez lograda/aportada por ese centro activo que es nuestra biblioteca, viajamos, de manera arborescente, hacia la periferia de nuestras diferentes iniciativas. Y así cultivamos la mirada filosófica; nos decantamos abiertamente hacia la opción por el diseño gráfico e industrial; nos seduce el mundo de la imprenta y de la tipografía, de las revistas, los carteles y los libros; sostenemos nuestras preocupaciones por el ámbito audiovisual; reforzamos nuestra insistencia en las relaciones entre museo y educación, y nos atraen especialmente las apuestas por acercarnos a los enlaces existentes entre la vida cotidiana y las derivaciones artísticas.
Tal es la radiografía sumamente simplificada de nuestras operativas opciones museográficas. Y, desde ellas, cabe ahora más fácilmente explicar al lector la presencia de este volumen que recopila las actas del congreso internacional, celebrado en noviembre del 2008, bajo el título Rousseau: música y lenguaje, que representó, para el museo y sus colaboradores personales e institucionales, un ejemplar esfuerzo de coordinación de múltiples iniciativas.
Para nosotros es irrenunciable la organización periódica de encuentros entre especialistas, que analicen y estudien temas directamente vinculados con los programas del museo. El tipo de público que asiste a estas sesiones (que suelen durar un promedio de tres jornadas) está en su mayor parte vinculado también a esferas profesionales o universitarias. Por descontado, los ponentes son siempre cuidadosamente propuestos por un coordinador, al cual el museo encomienda la organización del evento.
Al fin y al cabo, en lo que al MuVIM se refiere, las tareas conjuntas de la Biblioteca y del Centro de Documentación son totalmente inseparables, por una parte, del Centro de Estudios e Investigación y del Departamento de Publicaciones y, por otra, del Equipo de Exposiciones y también del Departamento de Acciones Educativas y Organización de Talleres Didácticos.
Se entenderá, pues, que la identidad del centro, por su claro carácter diferencial frente a los museos de nuestro entorno, apunte esencialmente a mantener –como «museo de las ideas»– sus líneas de intervención, distendidas y abiertas de cara a reforzar las conexiones entre el mundo de la Ilustración y las subsiguientes «modernidades», que han tejido el cuerpo y la fuerza de nuestra historia.
La clave explicativa de este congreso, dedicado a la figura de Rousseau, arranca justamente hace ya unos tres años, cuando el profesor Anacleto Ferrer, que acababa de finalizar la edición de los Escritos sobre música de Rousseau, investigación realizada junto con Manuel Hamerlinck,[1] localizó un ejemplar de la primera edición de Consolations des misères de ma vie ou Recuil d’Airs, Romances et Duos, ofertado a la venta en una librería de Londres. Puntualmente me informó, ilusionado, del hallazgo de los materiales musicales de J.-J. Rousseau, que tan bien podían encuadrarse en los fondos ilustrados de nuestra biblioteca de investigadores, en el MuVIM.[2]
Gracias al buen hacer del equipo de la biblioteca del museo, dirigido por Anna Reig, contando ya con la información pertinente, el MuVIM adquirió, para su fondo histórico, el mentado ejemplar de Consolations des misères de ma vie ou Recuil d’Airs, Romances et Duos (1781). Este hecho se convirtió realmente en un adecuado punto de partida. El volumen fue recibido con auténtico entusiasmo y veneración en el museo.
La verdad es que no tardamos en autoimponernos un reto particular. ¿Por qué no organizar precisamente en torno a la llegada de ese emblemático ejemplar de las partituras de Rousseau, un congreso internacional, con sus actas, una grabación y una edición de partituras, con sus estudios pertinentes y alguna selección de textos y estudios sobre música de esta época, haciendo hincapié en la figura de Rousseau? Una cosa teníamos clara: que habría que asumir todas estas vertientes apuntadas como si se tratase de un proyecto único y pormenorizadamente correlacionado.
Ciertamente las cosas venían rodadas. El MuVIM, como es sabido, que cuenta con un envidiable equipo, incorpora anualmente a su diferenciado programa museo gráfico el estudio de una destacada figura filosófica, en especial perteneciente al período de la Ilustración. De esta manera, la tentación de dar cabida a la figura de Jean-Jacques Rousseau en nuestros planes, al hilo de estos esfuerzos previos, tenía pleno sentido. Y así pusimos manos al asunto, buscando los necesarios respaldos.
***
Las instituciones involucradas en el proyecto que, junto al papel central del Mu-VIM, han conducido a su culminación son las siguientes: la Universitat de València, la Facultad de Filosofía de la Universitat de València, la de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, fundada en Valencia en el año 1768, la Institució Alfons El Magnànim de la Diputación de Valencia y también la Caja de ahorros del Mediterráneo (CAM) a través de sus Servicios Sociales y Culturales. Por su parte, Publicacions de la Universitat (PUV) siempre ha estado a nuestro lado. A todos estos colectivos y las personas que los integran, nuestra gratitud.
Valencia, primavera del 2009.
ROMÀ DE LA CALLE
Director del MuVIM
[1] El trabajo fue publicado por la Universitat de València-Estudi General, en el número 23 de la Colección Estètica & Crítica en su Servicio de Publicaciones, PUV. Valencia, 2007.
[2] El vendedor publicitaba el libro como un «volumen In-quarto, de 199 páginas de partituras de Rousseau estampadas sobre papel verjurado. Título grabado por C. Banazech que comporta una escena alegórica alrededor de un busto de Rousseau y de una vista de la Île des Peupliers en Ermenonville. Partituras grabadas sobre cobre por Richomme para la música y por André para las letras». El ejemplar, aseguraba, estaba en muy buen estado. Y así era.
INTRODUCCIÓN
Abuelo Juan Jacobo, ¿qué te pasa que lloras?
¿Nadie te quiere? ¿Es cierto que te odia el mundo entero,
hasta, lejos, el buen salvaje y los niñitos?
(...)
Tú enseñaste a volcar el ser en la palabra,
cínico, malo o bueno, genial o tonto: siempre
sincero, en un moroso strip-tease ante el espejo.
Así, ¿cómo no amarte a ti mismo, y así,
cómo no enamoramos a todos, si te amabas,
si creías de veras en tu propio lenguaje,
y aún más si te acusabas a ti mismo –en el fondo,
como a un hijo mimado–?
A J. J. Rousseau, paseante solitario
José María Valverde
Conocido y valorado en el presente sobre todo por su teoría política y su peculiar visión del estado de naturaleza, el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau no es el producto de una mera especulación racional, sino el resultado de una vida enfrentada a toda clase de resistencias, de las que él mismo da cuenta en sus escritos autobiográficos, en especial en Las confesiones, imaginativo alegato en el que se despacha contra sus adversarios, urdidores de un complot incierto.
Como filósofo, disipa en sus Discursos la ilusión de la continuidad entre acumulación de conocimiento y perfeccionamiento moral; como novelista, transforma vidas y modas con La nueva Eloísa, un extenso relato epistolar que inaugura la novela romántica y con el que alcanza la celebridad entre sus contemporáneos; como teórico de la política, defiende en el Contrato social el origen humano del poder, afirmando que éste no puede trasmitirse, sino sólo confiarse. Pensador polivalente y paradójico, se le elogia o se le critica por lo que dice sobre la relación entre gobierno y ciudadanos, por su radicalismo, su igualitarismo, su comprensión de la libertad y su concepto de voluntad general.
Nacido en la Grand-Rue de Ginebra el 28 de junio de 1712, al fallecer el 2 julio de 1778, según los médicos a causa de un ataque de apoplejía, fue enterrado en Ermenonville, a unos cincuenta kilómetros al norte de París, donde había vivido los últimos meses. El 9 de octubre de 1794, acompañado por los compases de su propia música, el cuerpo de Rousseau fue desenterrado para ser trasladado y depositado dos días más tarde en el Panteón, corazón del París revolucionario. Y es que Rousseau, un pensador radicalmente original y aún plenamente actual, siempre que nos sumerjamos en sus primeros presupuestos antes que en el examen de sus resultados sólo, también fue músico y teórico de la música. Acerca de él escribirá el moralista francés Sebastian Roch Ni-colas de Chamfort en una de sus elocuentes Anécdotas: «De J. J. Rousseau, se decía: Es un búho. –Sí, contestó alguien, pero el de Minerva; y cuando salgo de oír el “Adivino de la Aldea”, agregaría que protegido por las Gracias».[1]
La «pasión» por la música prende en su corazón de niño huérfano de madre, según relatará en Las confesiones, gracias a su tía Suzon: «Aparte de los ratos que pasaba leyendo o escribiendo junto a mi padre, o cuando iba de paseo con mi ama, estaba siempre con mi tía viéndola bordar y escuchando sus canciones, de pie o sentado junto a ella, y sintiéndome dichoso. (...) Estoy convencido de que a ella le debo el gusto, o más bien, la pasión por la música, que no se desarrolló en mí hasta mucho tiempo después. Sabía un caudal prodigioso de melodías y canciones que cantaba con una voz dulcísima».[2]
Tras un período de latencia («mucho tiempo después», dice el autor), Rousseau se reencuentra con la música a los diecisiete años en casa de Madame de Warens. «Entre las aficiones que ella había cultivado [prosigue] no había descuidado la música. Tenía buena voz, cantaba regularmente y tocaba un poco el clavicordio; había tenido la amabilidad de darme algunas lecciones de canto, y fue preciso comenzar por los rudimentos, pues yo apenas sabía la música de nuestros salmos. Ocho o diez lecciones de canto dadas por una mujer, y muy interrumpidas, lejos de ponerme en condiciones de solfear, apenas me enseñaron la cuarta parte de los signos musicales. Sin embargo, era tal mi pasión por este arte que me propuse ejercitarme solo».[3]La música se convertirá,
3. para el joven Jean-Jacques y la que llama Mamá, en un punto de reunión. «Lo que le hacía volver una y otra vez a las primeras impresiones de su patria suiza –escribe Cassirer– era el sentimiento de que allí, y sólo entonces, la vida había transcurrido aún como una verdadera unidad, como una totalidad inquebrantable. Todavía no se había consumado la ruptura entre las exigencias del mundo y las del yo; la fuerza del sentimiento y de la fantasía todavía no había encontrado sus rígidos límites ante la realidad de las cosas. Y, conforme a ello, para la propia conciencia de Rousseau no se había producido aún la escisión entre ambos mundos, el mundo del yo y el mundo de las cosas».[4]En los últimos años de su existencia, el solitario Jean-Jacques, «atormentado por las preocupaciones y los sufrimientos», se sorprende «a veces llorando como un chiquillo al susurrar aquellos cantos con voz ya trémula y cascada».[5]La música será para el paseante solitario el vínculo inconsútil con un territorio sonoro y un tiempo edénico anteriores al espacio físico y al tiempo histórico («allí, y sólo entonces», los llama Cassirer). Como el trineo Rosebud para el Ciudadano Kane de Welles o la magdalena de Proust para el narrador de En busca del tiempo perdido, las canciones de Suzon se erigen para el maduro Rousseau, que acomete la novedosa tarea filosófica de «conocerse como un “él” antes de pretender ser un “yo”»,[6]en signos cuya interpretación deshace la resistencia del presente. Al arte musical está ligado en él ese instante del recuerdo que representa la clave para explicarnos a nosotros mismos.
Entre la venturosa infancia y el torturado final, Jean-Jacques se gana el pan como copista de música desde 1751 y alterna la escritura literaria con la composición musical. Sus escritos teórico-especulativos sobre el asunto fueron los que le permitieron en una primera etapa darse a conocer y establecer los primeros lazos de amistad con Diderot y D’Alembert, que le requirieron en 1749, cuando ya había publicado la Disertación sobre la música moderna (1743), su primer libro, para que escribiera los artículos de música para la Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des Sciences, des Arts et des Métiers; redactó más de cuatrocientos. A dichos escritos también debe la animadversión y el rechazo de buena parte de sus contemporáneos, en especial a la Carta sobre la música francesa (1753), con la que terció en la Querelle des Bouffons, una disputa en la que apenas se menciona ninguna otra cosa que no sea la música, pero cuyos participantes no estaban hablando realmente sólo de arias y acompañamientos, sino del cambio social y la arrogancia del poder. Otros, en cuya importancia teórica hoy todos contienen, sólo serían conocidos por el público póstumamente, como el Ensayo sobre el origen de las lenguas, donde se habla de la melodía y de la imitación musical. Como compositor le debemos principalmente dos óperas-ballets –Le Devin du village, cuya huella puede descubrirse en Bastien und Bastienne, la primera ópera de Mozart, y Les Muses galantes, de la cual sólo se conserva un acto– y un centenar de canciones, publicadas con el bello título de Consolations des misères de ma vie. Recueil d’Airs, Romances et Duos en 1781, tres años después de su muerte, gracias a la iniciativa del último miembro de la larga serie de sus benefactores de la nobleza: el marqués de René-Louis de Girardin.
Toda la trayectoria musical de Rousseau está alimentada por un obsesivo deseo de simplicidad y economía, desde su propuesta de notación numérica defendida en el Proyecto concerniente a los nuevos signos para la música, que lee ante la Academia de las Ciencias de París en 1742, con la que pergeña las grandes características de su educación negativa en relación con el aprendizaje de la música, hasta la tardía apología de las cualidades espirituales de la melodía frente a la glorificación de la armonía, basada en un pretendido orden natural y llevada a cabo por Jean-Philippe Rameau.
La figura de este último se convertirá para él en la imagen misma de la música francesa, contra la que arremeterá en la Carta sobre la música francesa (1752), primer esbozo de su filosofía de la música y una vehemente defensa de la primacía de la expresión melódica, con la que imprimirá un giro radical a la Querelle des Bouffons, que abrirá el gran debate sobre la verdadera función de la música, considerada como lenguaje de los sentimientos, en un momento artístico en el que la expresividad le arrebatará el protagonismo a la mímesis: «Creo haber demostrado que no hay ni ritmo ni melodía en la música francesa, porque la lengua no es capaz de ello; que el canto francés no es más que un ladrido continuo, insoportable para cualquier oído no prevenido; que su armonía es tosca, carente de expresión y con un relleno propio de estudiante; que los aires franceses no son aires; que el recitativo francés no es recitativo, de donde concluyo que los franceses no tienen música y no pueden tenerla; o, que de tenerla algún día, tanto peor será para ellos».[7]La novedad de la Carta consiste sobre todo en afirmar que la música es imitación de la palabra; y la lengua, la imagen fiel del carácter de un lugar. Una concepción que será desarrollada con mayor amplitud y profundidad años después en el Ensayo sobre el origen de las lenguas, donde se habla de la melodía y la imitación musical y los textos que precedieron a su génesis, donde supondrá (la suya, no lo olvidemos, es una historia hipotética) que en la sociedad primitiva habla y canto no se distinguieron entre sí, que los primeros lenguajes fueron más melódicos que prácticos y no tanto pronunciados como salmodiados o cantados: «Al principio no hubo otra música que la melodía, ni otra melodía que el sonido variado de la palabra. (...) Decir y cantar eran antaño la misma cosa».[8]
«Lo interesante de la teoría de Rousseau sobre la música –explica Lydia Vázquez– es que quiso creerla cercana al lenguaje del corazón. Para él, el lenguaje del sentimiento se había ido separando paulatinamente de las lenguas, de los vehículos convencionales de comunicación del ser humano; no así del lenguaje artístico, mucho más cercano al corazón, en especial el musical. Y ello es verdad para Italia mucho más que para Francia. (...) Pero Rousseau no sólo se hace partidario de la música italiana frente a la francesa por inclinación al desafío, sino por entender que en la música, en la organización instrumental, se reproduce igualmente el esquema social. Y en la música francesa se observa una estructuración fuertemente institucionalizada, jerarquizada a nivel orquestal, mientras que la música italiana es más primitiva, más salvaje, más individualizada, más solitaria».[9]Más rousseauniana, en suma.
* * *
Este conglomerado de temas, articular en la obra del ginebrino, todavía era una terra incognita para las literaturas filosófica y musicológica españolas,[10]y sus textos sobre teoría musical apenas acababan de ver la luz, por vez primera, en una edición que habíamos preparado Manuel Hamerlinck y yo.[11]El asunto pedía gritos un espacio de reflexión y un tiempo dedicado al intercambio de ideas y puntos de vista (un aquí, y un ahora). Así nació este congreso, que reunió en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (¡qué mejor nombre, qué mejor sitio!), a algunos de los más reputados especialistas internacionales bajo el rótulo general: Rousseau: música y lenguaje. No olvidemos que para el ciudadano de Ginebra ambos son los polos en cuyo punto de equilibrio se emplaza el gozne de su pensamiento, una zona definida por el concepto de sociedad,[12]pues como proclama en el Ensayo: «Los pájaros trinan, sólo canta el hombre, y uno no puede escuchar un canto o una sinfonía sin decirse al instante: aquí hay otro ser sensible».[13]
Los trabajos que el lector tiene entre manos pueden agavillarse en tres grandes apartados.
El primero es el de las intervenciones que iluminan cuestiones de índole estética o filosófica, bien para situar las aportaciones de Rousseau acerca de las relaciones entre la música y el lenguaje en un flujo temporal que arranca con el abate Dubos y prosigue en una tortuosa dialéctica entre universal y particular que tiene en el siglo XIX uno de sus momentos más graves (Enrico Fubini); bien para responder a la pregunta de hasta qué punto la música detenta una posición central en el pensamiento del ginebrino (Michael O’Dea); bien para sostener, frente a lecturas como la que Philonenko hace del Ensayo, una interpretación según la cual Rousseau intuye las condiciones para una ciencia del lenguaje que integre en un todo al lenguaje verbal y al musical, tratando de comprender la ligüisticidad como rasgo unitario de las distintas manifestaciones del hombre en tanto que animal simbólico (Sergio Sevilla); bien para ver de qué manera los escritos sobre teoría musical de Rousseau comprometen a lo más decisivo de su filosofía, siguiendo como hilo conductor la expresión «la voz de la naturaleza», sus implicaciones y supuestos (Manuel E. Vázquez); bien para analizar la suya como una concepción del lenguaje, alternativa a la que imperaba en su tiempo, pero que se erige en una crítica ideológica de éste en su doble vertiente de diagnóstico y pronóstico (Faustino Oncina), o bien para cuestionar la existencia de un giro «lingüístico-musical» en su obra, tendente a superar las insuficiencias inherentes al paso de la psicología del hombre natural a la del hombre social y la transición entre las primeras sociedades primitivas y las posteriores sociedades civiles (Iñaki Iriarte).
El segundo bloque es el de los escritos musicológicos, centrados en algún aspecto de la producción musical rousseauniana; en este bloque, el primer trabajo repasa la naturaleza de los textos escogidos por él para las obras vocales de Les Consolations, la identidad de sus autores y la modalidad de su tratamiento musical, con objeto de formular algunas hipótesis que respondan a la cuestión sobre qué representaba la composición musical para Rousseau en su práctica privada (Pierre Saby); para el segundo, el análisis de la «Chanson nègre» contenida en Les Consolations, con una música compuesta sobre un poema de la literatura criolla, revela a Jean-Jacques como uno de los primeros compositores antillanos y permite resolver el enigma de su silencio a propósito del drama esclavista (Claude Dauphin); la tercera aportación en este ámbito hace mención a tres puestas en escena distintas, en la Sicilia de finales del siglo XVIII, de Pygmalion, el melólogo escrito por Rousseau en 1762, y una de estas representaciones sicilianas, en concreto, permite reflexionar sobre el sentido de la invención teatral del filósofo y sobre cómo fue acogida en la isla (Amalia Collisani).
El tercer y último bloque lo constituyen aquellas contribuciones que ponen el acento en la relación de Rousseau con sus contemporáneos o trazan una línea de continuidad que lo vincula con otros hitos filosófico-musicales de los siglos venideros, sea ponderando su participación en la disputa estética que más vehementemente convulsionó su tiempo, la Querelle des Bouffons (Jenaro Talens); sea para valorar su ambivalente relación con Christoph Willibald Gluck, que poco antes de asentarse en París, en febrero de 1773, había expresado su deseo de colaborar con él en el terreno de la composición musical (David Medina); sea para, desde de la crítica al teatro realizada por Rousseau en la Lettre à d’Alembert y por Wagner en la trilogía de Zúrich, trazar falsos paralelismos en las propuestas con el fin de superar el elitismo social del teatro, sus insuficiencias como institución dirigida al entretenimiento rutinario, la separación entre actor y espectador o el papel de la música y la ruptura de la fiesta como remedios (Enrique Gavilán); sea para intentar ahondar en una perspectiva crítica de la música partiendo de la Ilustración y de su dialéctica, entre Rousseau y Adorno (Antonio Notario), o sea, finalmente, para acometer una original exploración en la noción rousseauniana de originalidad, entendida como el descubrimiento de aquella raíz primigenia de la actividad artística que escapa al encadenamiento lógico del desarrollo histórico, lo que permite encontrar artistas que, como el compositor norteamericano Morton Feldman, respondan a dicho concepto (Antoni Marí y Lluís Nacenta).
* * *
El formato del encuentro fue el que viene siendo habitual en los congresos internacionales de historia del pensamiento que el MuVIM ha dedicado con anterioridad a Kant (Filosofía razón. Kant, 200 años después, 2004), a Schiller (Ilustración y modernidad en Friedrich Schiller, 2005), a Lévinas (Lévinas, la filosofía como ética, 2006) y a Hegel (Figuraciones contemporáneas de lo absoluto, 2008). Las conferencias alternaron, durante las tres jornadas que duró el encuentro, con dos mesas redondas en las que se presentaron publicaciones preparadas para la ocasión o recientemente aparecidas,[14]un concierto con música de Rousseau,[15]la proyección de una película[16]y una excelente muestra bibliográfica dedicada a Jean-Jacques y su tiempo.[17]Nada de esto habría sido posible sin el entusiasmo y la competencia de Romà de la Calle, timonel de este singular «museo de ideas», que desde el primer momento acogió la idea del congreso con la misma ilusión e idéntica entrega que su director académico, que gestionó ayudas y congregó sinergias sin las cuales no hubiese sido posible materializar un proyecto tan complejo. El apoyo institucional recibido procedió del MuVIM, del Área de Cultura de la Diputación de Valencia, de la Institució Alfons El Magnànim, de la Universitat de València, de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, del Institut Français, de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Quiero dar las gracias a los presentadores y moderadores –Romà de la Calle, Sergio Sevilla, Carlos Mínguez, Neus Campillo, Manuel E. Vázquez, Manuel Ramos, Manuel Hamerlinck y Joan del Alcàzar–, a los traductores e intérpretes –José García Roca, Josep Monter, Amparo Zacarés, Christine Comiti y Alan Scopel– y a Vicent Flor, Ada Moya y Helena Mansanet, del equipo técnico del MuVIM, pues el trabajo realizado por todos ellos fue determinante para que las jornadas discurriesen con fluidez siguiendo el apretado programa previsto. A los asistentes, que fueron muchos y constantes, debo agradecerles también su colaboración y su interés.