Mosaico transatlántico

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Mosaico transatlántico
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MOSAICO TRANSATLÁNTICO

ESCRITORAS, ARTISTAS, IMAGINARIOS

(ESPAÑA-USA, 1830-1940)

Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

http://www.uv.es/bibjcoy

Directora

Carme Manuel

MOSAICO TRANSATLÁNTICO

ESCRITORAS, ARTISTAS, IMAGINARIOS (ESPAÑA-USA, 1830-1940)

Beatriz Ferrús y Alba del Pozo (coords.)


Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans Universitat de València

Mosaico transatlántico: escritoras, artistas, imaginarios (España-USA, 1830-1940) © Beatriz Ferrús y Alba del Pozo, coords.

Esta publicación está vinculada al proyecto “Las primeras escritoras y artistas profesionales: redes de mujeres y mitologías de progreso (Fondo críticodocumental: España-Estados Unidos)” del Instituto Franklin (UAH), que ha financiado este libro. También se encuentra avalada por el grupo “Redes transatlánticas: relaciones intelectuales y literarias” (ref. 2014SGR 78-GRE)

1ª edición 2015

Reservada todos los derechos

Prohibida su reproducción total o parcial

ISBN: 978-84-9134-179-6

Imágenes de cubierta: Sophia de Vera Höltz

Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera


Publicación de la Universitat de València

http//puv.uv.es publicacions@uv.es

Índice

Prólogo

BEATRIZ FERRÚS Y ALBA DEL POZO

IMAGINARIOS EN VIAJE

MONTSERRAT AMORES

Eusebio Guiteras Font y las paradojas de la sociedad norteamericana

MAURICIO ZABALGOITIA HERRERA

Las estadounidenses visitan España: la literatura de viajes entre el testimonio y la mercancía (1883-1914)

BEATRIZ FERRÚS ANTÓN

Del “Nuevo Mundo” a los Estados Unidos: sobre la obra americana de la baronesa de Wilson

LOS ESTADOS UNIDOS COMO PARADIGMA CULTURAL

RAQUEL GUTIÉRREZ SEBASTIÁN y BORJA RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ

“¡Cuán originales y americanos han sido los grandes poetas yankees y a la vez cuán ingleses!”: Menéndez Pelayo ante la literatura norteamericana

CRISTINA ALSINA RÍSQUEZ

Un mundo “Otro” entre las dos orillas atlánticas: Willa Cather y el sincretismo cultural

LUCÍA COTARELO ESTEBAN

Asociaciones e instituciones culturales receptoras de la intelectualidad exiliada en Nueva York

GÉNEROS MISCELÁNEOS PARA UNA ENCRUCIJADA

DOLORS POCH OLIVÉ

Tejiendo redes transatlánticas: la retórica del discurso culinario finisecular

MARGARITA FREIXAS ALÁS

La lengua de una escritora miscelánea: Juana Manuela Gorriti

NUEVOS MODELOS DE MUJER ENTRE ESPAÑA Y LAS AMÉRICAS

ISABEL CLÚA

Excentricidad e hibridación: el caleidoscopio identitario de Tórtola Valencia

MARÍA DEL CARMEN SIMÓN PALMER

La Mujer Nueva americana en España: Rosa Arciniega

Prólogo

Beatriz Ferrús y Alba del Pozo

Un mosaico está compuesto de piezas diversas, múltiples, pero que puestas en conjunto dan lugar a una imagen con sentido. No obstante, como nos recuerda Freixas en este volumen, mosaico fue también el nombre que recibió una sección de La Alborada del Plata —periódico fundado, dirigido y escrito por mujeres— donde se incluían textos de distinto signo, que buscaban recoger la diversidad cultural de un tiempo. Este libro retoma esa misma vocación y no se deja engañar por la fragmentariedad, sino que trata de buscar puntos de cruce, trazos gruesos, que guíen el sentido y nos permitan comprender una época compleja y la red de relaciones que la configuran, al tiempo que anticipa nuestro presente.

En la segunda mitad del XIX se producen tres grandes fenómenos históricos que habrían de cambiar el signo de los tiempos: la consolidación de las recién independizadas naciones americanas, que habría de redefinir la noción de “hispánico”; la aparición de las nuevas retóricas neoimperiales, donde los Estados Unidos tendrán un papel prioritario; y la incorporación de las mujeres al mundo intelectual y profesional, acompañada del empuje de los primeros feminismos. Así, como afirma Pratt, el proceso de “reinvención” histórico-política que tuvo lugar en este tiempo “fue un proceso trasatlántico, que comprometió las energías y la imaginación de los intelectuales y de amplios públicos lectores en ambos hemisferios, aunque no necesariamente del mismo modo” (Pratt, 1997: 200).

En este contexto es abundante la literatura que trata de redibujar este “nuevo mundo”, promoviendo modelos alternativos de ciudanía, de masculinidad y feminidad, de intercambio cultural, etc. y explorando no sólo géneros literarios desconocidos hasta la fecha o consideradores menores (literatura de viajes, leyendas o libros de cocina, entre otros), sino también toda una serie de correspondencias y colaboraciones entre los circuitos tradicionales de la literatura y el ahora pujante mundo de la prensa.

El hecho es que la lectura transatlántica requiere la triangulación del español que circula entre España, América Latina y Estados Unidos. Primero, porque esa es la articulación de buena parte de dicha experiencia crítica y cultural; segundo, porque es el horizonte lingüístico de las migraciones, esto es, de las nuevas rutas culturales del siglo XXI, cuyas estrategias, redes y derechos acompañan al nuevo hispanismo. (Ortega, 2011)

La investigación que guía este volumen se enmarca en el trabajo del proyecto: “Las primeras escritoras y artistas profesionales: redes de mujeres y mitologías de progreso (Fondo crítico-documental)”, financiado por el Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá de Henares. Tras un diálogo de los miembros del equipo, — entre ellos los autores y coordinadores aquí presentes Beatriz Ferrús, Alba del Pozo, Isabel Clúa y Mauricio Zabalgoitia— con otros especialistas en este campo y como parte de los primeros resultados obtenidos, surgió en 2015 el libro Miradas cruzadas: escritoras, artistas e imaginarios (España-EE.UU., 1830-1930) en esta misma colección, que abría el camino a nuevas vías de exploración del tema y al descubrimiento de abundante documentación que quedaba por revisar. Así, Mosaico transatlántico: escritoras, artistas e imaginarios (España-USA, 1830-1940) supone la continuidad de este trabajo.

El libro se divide en cuatro partes: “Imaginarios en viaje”, dedicado a la literatura de viajes que habría de cobrar notable importancia a lo largo del siglo XIX, no sólo porque el viaje como fenómeno social se democratiza y amplía sus posibilidades, sino también porque desde el seno de este género se gestan “miradas cruzadas” de suma importancia para aproximarse a la comprensión de los cambios geopolíticos que estaban teniendo lugar, así como para problematizarlos. El artículo “Eusebio Guiteras Font y las paradojas de la sociedad norteamericana” de Montserrat Amores analiza la impresión que los Estados Unidos causa a este cubano de orígenes españoles, que nos lega numerosas páginas sobre sus viajes por un país que le produce admiración y desconcierto. Ya en 1842 Guiteras se hace eco de las “mitologías de progreso” que habrán de guiar la representación de EE.UU. hasta nuestros días. Mauricio Zabalgoitia con “Las estadounidenses visitan España. La literatura de viajes entre el testimonio y la mercancía (1883-1914)” presenta el fenómeno opuesto, pues la viajera norteamericana, símbolo de la “nueva mujer”, llega a la Península cargada de estereotipos, a la busca de un “exotismo” asociado a una mirada arcaizante. Asimismo, Beatriz Ferrús con “Del ‘Nuevo Mundo’ a los Estados Unidos, sobre la obra americana de la baronesa de Wilson” aborda los numerosos escritos que una de las autoras españolas más prolijas de la época dedicó a sus viajes por “las Américas”. Textos históricos, literarios, pedagógicos, de análisis político o cultural componen la poliédrica obra de la que sigue siendo una escritora aún inexplorada por la historiografía literaria. De nuevo, aquí los Estados Unidos vuelven a constituir el referente que guía la “ley del progreso”.

 

El segundo bloque del libro “Los estados Unidos como paradigma cultural” se adentra en fenómenos muy distintos, pero complementarios. Raquel Gutiérrez Sebastián y Borja Rodríguez Gutiérrez en “¡Cuán originales y americanos han sido los grandes poetas yankees y a la vez cuán ingleses! Menéndez Pelayo ante la literatura norteamericana” detallan cómo en el juego de la reinvención las imágenes se gestan desde ambos lados. Así, mientras para muchos intelectuales Estados Unidos es símbolo de progreso, para otros lo es de falta de tradición literaria, de historia, o de lazos ancestrales. Por eso, la literatura norteamericana será problematizada en el seno de la intelectualidad española de fines del XIX y principios del siglo XX, donde Marcelino Menéndez Pelayo presenta una lectura novedosa para el contexto de la época, que abrirá el camino hacia las consideraciones actuales. Mientras, Willa Carther escribe desde los Estados Unidos su compleja y fascinante obra, así “Un mundo ‘Otro’ entre las dos orillas atlánticas: Willa Cather y el sincretismo cultural” de Cristina Alsina se aventura en una obra que se enfrenta a la herencia europea como legado imposible de eludir, pero que, necesariamente, ha de quedar transformado al retomarse desde el continente americano. Por su parte, Lucía Cotarelo en “Asociaciones e instituciones culturales receptoras de la intelectualidad exiliada en Nueva York” explica la importancia que Nueva York, como capital cultural de comienzos del siglo XX, tendrá en al apoyo a los intelectuales republicanos exiliados.

El apartado “Géneros misceláneos para una encrucijada” está dedicado a la figura de Juana Manuela Gorriti, no sólo como intelectual pionera en la defensa de los derechos de la mujer, sino como promotora cultural y periodista transnacional. A partir de dos de sus obras, Cocina ecléctica, abordada por Dolors Poch en “Tejiendo redes transatlánticas: la retórica del discurso culinario finisecular” y Misceláneas, estudiada por Margarita Freixas en “La lengua de una escritora miscelánea: Juana Manuela Gorriti” podemos observar cómo los vínculos del triángulo transatlántico: España-América Latina y Estados Unidos surgen en los espacios más imprevistos. El recetario de la peruana no sólo compite con la obra culinaria de Emilia Pardo Bazán, al otro lado del océano, sino que incorpora nombres norteamericanos como parte de ese eclecticismo que es panamericano, indígena, pero también norteamericano. De la misma manera, si en Misceláneas se presta atención a esos “géneros literarios menores”, nacidos al amparo de la prensa, como leyendas, relatos, episodios históricos o reportes de viajes, la lengua con la que se escriben los mismos, no sólo se torna autorreflexiva con el uso del español estándar, con la aparición del indigenismo o los giros del español de América, sino que hace del anglicismo el signo de un tiempo, donde la modernidad a la que aspira la burguesía, que viaja en wagon o disfruta de un lunch, transforma también el idioma con la que se la representa.

Por último, la “nueva mujer”, que ya se anticipa en los apartados anteriores, cobra en “Nuevos modelos de mujer entre España y las Américas” todo su protagonismo. Isabel Clúa con “Excentricidad e hibridación: el caleidoscopio identitario de Tórtola Valencia” examina esta figura para mostrar cómo su configuración como artista y celebridad se elabora a partir de un sofisticado diálogo entre la modernidad de la metrópolis y el exotismo de la colonia. Mientras, María del Carmen Simón en “La Mujer Nueva americana en España. Rosa Arciniega” dedica su texto a la periodista peruana, amante de la aviación, pionera en el mundo de la radio, colaboradora en la prensa española, latinoamericana, norteamericana y escritora de novelas dedicadas al mundo del proletariado, entre otras actividades. Arciniega constituye una personalidad compleja, que, casi un siglo después, sigue la estela de pioneras como Gorriti para dar un paso más en la defensa de los derechos profesionales e intelectuales de las mujeres.

Nuestro mosaico, pues, está compuesto de piezas diversas en forma y color, pero que componen una forma reconocible: la de un triángulo, sobre el que se redefine la vieja relación colonia-metrópoli, donde se trazan mitologías de modernidad, se prueban géneros literarios y se escenifican nuevos modelos de ser mujer. Mosaico transatlántico: escritoras, artistas, imaginarios (España-USA, 1830-1940) es sólo un paso más en una investigación que tiene todavía muchos recorridos por trazar. Agradecemos al Instituto Franklin-UAH su confianza y el apoyo financiero a este proyecto y a la Biblioteca Javier Coy-PUV, especialmente a su directora Carme Manuel, el espacio editorial que nos concede para abrir nuestro trabajo al diálogo con otros especialistas.

Bibliografía

Bustamante, Fernanda; Ferrús, Beatriz (coords.), Miradas Cruzadas. Escritoras, artistas e imaginarios (España-EE.UU., 1830-1930), Valencia, Javier Coy d’Estudis Nord-Americans-PUV.

Ortega, Julio (2011), “La crítica transatlántica en el siglo XXI”, La ciudad literaria, http://blogs.brown.edu/ciudad_literaria/2011/03/23/critica-transatlantica-en-el-siglo-xxi/, (6/10/2015).

Pratt, Mary Louise (1997), Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes.

Eusebio Guiteras Font y las paradojas de la sociedad norteamericana1

Montserrat Amores

Universitat Autònoma de Barcelona

En 1842, el año en el que Eusebio Guiteras Font2 se embarca en el puerto de Matanzas en dirección a Nueva York, Honoré de Balzac escribía el “Avant Propos” de La Comédie humaine. En él señalaba el propósito de revestir su obra de una triple forma: “les hommes, les femmes et les choses, c'est-à-dire les personnes et la représentation matérielle qu'ils donnent de leur pensée”. De la mano de la ciencia y de la historia, La Comédie humaine se alzaría como un vasto proyecto capaz de representar en su totalidad el roman de moeurs de la sociedad francesa contemporánea, entendiendo moeurs con el inherente componente moral que el término tenía en el siglo XIX. Por su parte, cuando Eusebio Guiteras inicia la redacción de su Libro de viaje el 13 de julio de ese mismo año, pretendía “conservar los recuerdos e impresiones” sentidos y vividos al visitar los diferentes países que abarcan su largo y extenso periplo por Europa y Oriente. La enorme distancia que separa ambas empresas no impide observar un nexo común estrechamente vinculado a la noción de moeurs, pues indefectiblemente este criollo cubano iba a describir en sus libros de viajes las costumbres de los habitantes de los países que recorría.

Como apuntaba, el primer destino del largo viaje de Eusebio Guiteras, acompañado de su hermano Antonio, era Nueva York. Visitaron en poco más de tres meses y medio, desde el 13 de julio hasta el 3 de noviembre de 1842, algunas de las ciudades más importantes del este de los Estados Unidos y de Canadá. Primero vieron Nueva York, Albany, Saratoga y Trenton, para contemplar las cataratas del Niágara; a continuación se detuvieron en Cabo Vincent para pasar a Canadá, visitar entre otras las ciudades de Kingston y Montreal, y volver al estado de Nueva York para ver Albany; luego se dirigieron a Boston en el estado de Massachussets; y finalmente regresaron de nuevo a la ciudad de Nueva York para permanecer los tres últimos días de su viaje en Filadelfia.3

Eusebio Guiteras inicia en el buque Gaspar Hausser la redacción del primero de sus tres libros de viajes, cuyas primeras 67 páginas abarcan su largo itinerario por Norteamérica.4 Antes de partir había previsto su tarea como cronista. Así, el Libro de viaje 2 se inicia con esta breve nota:

Aunque no tenia, cuando salí para los Estados Unidos, mas que dice y nueve años, sin embargo, hice el propósito de escribir ese Diario, y hasta forme mi plan para su composición. Como no encontrase en Matanzas libros en blanca a propósito, hice hacer estos por D. Narciso Olmo, dueño de la única papelería y taller de encuadernación que entonces allí había. Cuando visitaba un lugar, hacia mis apuntes en pedazos de papel o librillos de bolsillo, y luego en mi cuarto, sin perder tiempo, trasladaba mis apuntes al Diario, consultando la guía, si la tenia. (Guiteras, 2010: 161)

En este Diario, así lo llama el autor, refleja el joven Guiteras las experiencias de un viajero que sale por primera vez de su patria con una finalidad evidentemente formativa: visita otros países, observa otras sociedades, examina costumbres e instituciones de otras civilizaciones con el propósito de instruirse, de cultivar su mente y su espíritu, y prepararse para llevar a cabo en el futuro una actividad profesional comprometida con la sociedad cubana. En este sentido la mirada de Eusebio Guiteras representa claramente la actitud del latinoamericano para el que los Estados Unidos se alza como “paradigma de futuro”, mientras que Europa se presenta como el Antiguo Continente, “espacio en crisis” del que es preciso aprender (Bustamante y Ferrús, 2014: 9). Efectivamente, como se verá, la primera breve estancia de Guiteras en los Estados Unidos muestra la fe de este joven cubano en la nueva civilización que se revela ante sus ojos, frente a una Europa vetusta, aunque interesante. Guiteras estudiará el viejo continente con viva curiosidad como cuna de la Historia,5 mientras que analizará la sociedad norteamericana como un mundo que puede servir como modelo para su Cuba natal.

No obstante, este primer testimonio de Eusebio Guiteras en contacto con los Estados Unidos, punto de partida de este trabajo, servirá para observar la evolución que el paradigma de la civilización norteamericana sufre en el pensamiento de este escritor cuando la Historia —la de España, la de Cuba y la de Norteamérica— y la experiencia personal hagan mella en este cubano, porque no será esta la primera vez que Eusebio Guiteras viaje a los Estados Unidos. De hecho, su vida quedará íntimamente ligada a este país, y Filadelfia, a la que se refería en el Libro de viaje de 1842 como “la ciudad mas bella de los E.U.” (Guiteras, 2010: 71), se convertirá en su lugar de residencia durante sus últimos años de vida, a partir de 1868.

Entretanto su actividad cabalga entre Cuba y los Estados Unidos, adonde se traslada en ocasiones debido a la salud de su mujer o de uno de sus hijos. Así, viaja a Norteamérica en 1848 con su esposa, Josefa Gener con la que había contraído matrimonio en 1845, debido a su quebradiza salud (Guiteras, 1894: 101).6 En 1850 le encontramos en La Habana, donde fue encarcelado durante seis meses por sus ideas excesivamente exaltadas respecto del proyecto identitario cubano. En Matanzas se convierte en el tercer director del colegio “La Empresa”, cargo que ocupa entre 1850 y 1853, y en el que le sucedió su hermano Antonio (De la Cruz, en Meza y Suárez Inclán, 1908: 25).7

Entre 1854 y 1858 se traslada de nuevo a Filadelfia (Meza y Suárez Inclán, 1908: 10), preocupado por la salud de Juan, el único de sus cinco hijos que le quedaba con vida. La labor pedagógica de Eusebio en esta época es quizá la más importante, pues en Filadelfia redacta sus libros de lecturas, que gozaron de un gran éxito editorial y que fueron los libros de texto en los que se educaron los niños cubanos durante generaciones.8 Entre 1858 y 1868 regresa de nuevo a Matanzas dedicándose a la enseñanza (De la Cruz, en Meza y Suárez Inclán, 1908: 25). Allí le encontramos en 1861 recibiendo de manos de Gertrudis Gómez de Avellaneda el premio en los Juegos florales de aquel año (Guiteras, 1894: 107); al siguiente colaborando en la Exposición de Bellas Artes de la ciudad y ocupando a continuación diferentes cargos relacionados con la educación en el Ayuntamiento, hasta que en 1867 es nombrado concejal electo (Páez Morales, 2014). Con el estallido de la guerra de los Diez Años y sus consecuencias, entre ellas el cierre de “La Empresa” por causas políticas, la vida de Eusebio Guiteras se hace insostenible en Cuba y decide exiliarse a Filadelfia donde residió hasta su muerte en 1893, aunque vivió cuatro años en Charleston (Guiteras, 1894: 110).

 

Esas impresiones y experiencias vividas en sus diferentes estancias en los Estados Unidos se reflejarán en Un invierno en Nueva York. Apuntes de viaje y esbozos de pluma, volumen que publicó la editorial barcelonesa Gorgas y Cª en la “Biblioteca de La Ilustración Cubana”, sin fecha de impresión, aunque es posterior a 1886.9 El subtítulo de la obra recoge más fielmente que el título el contenido de Un invierno en Nueva York, pues efectivamente, a pesar de que el autor advierte que “mi compromiso con el amable lector es hablar de esa ciudad en invierno” (Guiteras, s.a.: 16), el volumen no contiene las vivencias del autor durante un invierno en la ciudad. De hecho, como señala Guiteras, “si bien el título de este libro parece circunscribir sus límites al invierno, se ve, no obstante, que la narración se sale de ellos cuando al autor le place, y corre á más y mejor dentro del recinto de las estaciones vecinas” (s.a.: 184).

El autor refiere al iniciarse el volumen que llegó a Nueva York proveniente de La Habana en “uno de los primeros días de septiembre” (s.a.: 9) que debe fecharse en 1868, momento en el que se marcha definitivamente a Filadelfia.10

Era esta la primera vez que visitaba yo los Estados Unidos después de la guerra civil que asombró al mundo, y en que la sección esclavista del sur fué subyugada por la abolicionista del norte. A ojos vista conocíase el espíritu marcial dominando en todas las clases. Esto era nuevo para mí, y me causó una penosa impresión. (Guiteras, s.a.: 20).

Más adelante, en el capítulo VI, titulado “Las elecciones”, el autor realiza la siguiente aclaración:

El mes de noviembre es el señalado, cada cuatro años, para la elección de presidente y vicepresidente de los Estados Unidos. Yo me detuve en el pueblo del Bristol para presenciar el acto. No era la primera vez, pero el interés era ahora más vivo para mí. […] Después de una elección de presidente, vió el mundo atónito al pueblo de los Estados Unidos, armado y en orden de batalla, en campos opuestos. Sangrienta fué la lucha, en que antes que el valor peleaba el odio; y cuando en medio de ella, un bando reeligió al mismo hombre para la presidencia, este hombre cayó, el pecho atravesado por el puñal de un fanático asesino. (Guiteras, s.a.: 62-63)

Guiteras se refiere a la elección de Abraham Lincoln en noviembre de 1860, a la guerra de Secesión, a la reelección del presidente en noviembre de 1864 y a su asesinato el 14 de abril de 1865, aunque no fue un puñal sino un tiro lo que acabó con la vida del presidente. En Bristol fue testigo, pues, de las elecciones de noviembre de 1868 en las que saldría elegido el candidato republicano Ulysses S. Grant. El autor de Un invierno en Nueva York será pues espectador, pero un espectador singular que obliga al lector a recodificar buena parte de sus impresiones a la luz de su experiencia personal. Eusebio Guiteras se embarca definitivamente camino a los Estados Unidos en septiembre de 1868 como exiliado, pues en Matanzas era perseguido por las autoridades de la colonia por su ideario independentista y abolicionista. Durante décadas la familia Guiteras había visto como las libertades prometidas en la Constitución española de 1837 no se habían llevado a efecto. Huye, pues, del imperialismo colonial en pleno estallido de La Gloriosa, detonante de la revolución cubana. Y se dirige a una tierra de acogida que es también un imperio (Hardt y Negri, 2005), aunque de índole completamente distinta.

La emancipación del poder es gran cosa. Aun hoy, cuando las instituciones monárquicas han sido sacudidas por los impulsos populares, es innegable que, entre las naciones más poderosas e ilustradas del mundo, el trono está alto, brilla más la corona y el cetro da en la cabeza. […] Este orden de cosas que, por señas, llaman enfáticamente el orden, se halla de todo punto invertido en la república de los Estados Unidos. Hay trono, cetro y corona; pero los nombres son desconocidos, y más lo es aún su sentido simbólico. (Guiteras, s.a.: 178-179)

No obstante, encuentra cobijo en un imperio en plena expansión, que vive las contradicciones que puso de manifiesto la guerra de Secesión y el abolicionismo. En este sentido Un invierno en Nueva York “desborda su marco local, en tensión con otros escenarios de contradicción y asociación” (Ortega, 2011), una posición idónea para descubrir una nueva interpretación desde los estudios trasatlánticos (Ortega, 2011). El libro de viajes de Eusebio Guiteras cabalga entre Cuba, España y Estados Unidos poniendo en tensión no solo diferentes escenarios, sino también distintos tiempos, pues la memoria vinculará circunstancias distintas y revelará transformaciones.

La primera vez que vi yo á Nueva York, fué en 1842, cuando era mi curiosidad la del joven que no ha visto más mundo que el de las aulas; pero si lo que entonces pasaba delante de mis ojos no daba gran pasto á la reflexión existía, sin embargo, de una manera latente en los escondrijos de la memoria, y ahora poníase en movimiento con vigor y energía. (Guiteras, s.a.: 32)

El mecanismo de la memoria se pondrá en marcha para recordar otros momentos vividos en Norteamérica, pues la fecha de escritura debe ser muy posterior, ya que Guiteras evoca acontecimientos pasados (1842 o 1868) desde un presente más cercano al momento de publicación del volumen. Así, por ejemplo, en el capítulo XII rememora el autor su asistencia a un mitin relacionado con la infanticida Hester Vaughan, o Vaughn, condenada a muerte en agosto de 1868; señala a continuación que el presidente del mitin, Horacio Greelly, murió poco después, y más adelante que Vaughan fue indultada; y así ocurrió en diciembre de ese mismo año. Por poner otro ejemplo, al final del capítulo III ofrece datos extraídos de noviembre de 1885 (Guiteras, s.a.: 41). Las analepsis en las que Eusebio Guiteras recuerda diferentes experiencias servirán al autor para contrastar espacios y costumbres, constatar la transformación de la sociedad americana y de paso evidenciar el desencanto del viajero ante la admirada civilización. Por su parte, Nueva York, insignia de la sociedad americana, servirá efectivamente de núcleo esencial en torno al cual la pluma de Guiteras esbozará sus impresiones. La metrópoli y sus lugares más emblemáticos se alzan como la representación material de sus habitantes y de sus costumbres.

Retomando ahora la máxima de Balzac, Eusebio Guiteras describirá en sus dos libros de viajes, y con más de cuarenta años de diferencia, las costumbres americanas revistiéndolas de una triple forma: los americanos, las americanas y los lugares emblemáticos de la ciudad como representación de su pensamiento. Para hacerlo, llevará a cabo un proceso de tipificación del americano y de la americana, un concepto cargado como se sabe de un fuerte componente didáctico y prescriptivo (Wellek, 1983: 210-213). Claro que en este caso se trata de construir no un tipo social, propósito de Balzac, sino un estereotipo nacional mediante la identificación de ciertos elementos culturales con una identidad nacional. Los estudios de Joep Leerssen serán la base teórica y metodológica para comprobar cómo el estereotipo nacional es dinámico y se comporta como un patrón de rasgos enfrentados (Leerssen, 2000: 267). También será útil para analizar la elaboración personal de Guiteras como observador experimentado después de largas estancias en los Estados Unidos: una visión que le permitirá distinguir de una forma más precisa entre el neoyorquino y el norteamericano.

Como todos los viajeros, Eusebio Guiteras llegará a los Estados Unidos con una imagen preconcebida de América del Norte y de sus habitantes, ofrecerá su primera impresión del país en su Libro de viaje de 1842, mediatizada claro está por lo leído, y, a continuación, construirá una imagen personal como observador, imagen que irá cambiando debido a la estancia prolongada en el país y que será más crítica y también más alejada del estereotipo. En consecuencia, los Estados Unidos dejarán de ser el paradigma en el que mirarse para ser la paradoja de la que aprender.

De Paul Jones al “nómada civilizado”

El primer contacto de Eusebio Guiteras con la civilización americana parece marcado por una significación inconsciente, pero altamente simbólica. Al llegar a New Jersey un oscuro nubarrón se cierne sobre la costa y un práctico tiene que dirigir el rumbo para llevar la embarcación a buen puerto.

El que venia a dirijírnos era un joven de mas que mediana estatura, decentemente vestido de invierno; larga i afilada la cara donde brillaban dos ojos verdes, chicos, undidos, penetrantes. Saltando a nuestro bordo, empezó a mandar para prevenirnos contra el chubasco que iba ya a echar sobre nosotros sus espesísimas i negras nubes. Sin hacer nada mas que saludar friamente al capitan, se puso mi hombre con calma imperturbable a dirijir el buque. Llamonos mucho la atencion este; personaje que me despertó el recuerdo del célebre Paul Jones, héroe de la novela interesantísima de Cooper - El Piloto. Mis ojos no perdían ninguno de sus movimientos, mucho mas cuando estuvimos bajo el chubasco. Solo sobre la cubierta, envuelto en un largo surtout, mascaba su tabaco mirando con la mayor indiferencia como el viento resonaba sobre su cabeza i como se elevaba el buque levantado por las olas que con rujido se estrellaban i deshacían en espuma: parecia un ser extraordinario: su voz clara i fuerte dominaba el estrépito del viento. (Guiteras, 2010: 44)

Guiteras describe en la segunda página de su Libro de viaje 1, al primer norteamericano con el que tiene contacto. Además de su aspecto misterioso predominan en la descripción el porte distante, la impasibilidad y la frialdad de su comportamiento.11 El viajero recuerda enseguida a Paul Jones, el protagonista de la novela de Cooper que se presenta en evocación transformadora. A la escena vivida se impone el estereotipo intertextual que ofrece la imagen referida en el texto. Adviértase además que el piloto norteamericano acude en ayuda de los viajeros procedentes de Cuba, y es un joven que se muestra capaz de dominar la naturaleza, otro de los rasgos caracterizadores del americano.12 La emoción con la que se enfrenta el joven viajero a la escena y la imagen preconcebida mediante lecturas anteriores serán la base de esta primera descripción de un americano, que acabará convirtiéndose en un “ser extraordinario”.